¿Puede un lienzo interpelar la razón moderna y conducirla a la fe? La Síndone de Turín, lejos de ser mero objeto de devoción, se revela como signo apologético que desafía la tautología fideísta y exige una respuesta racional y libre. Entre huellas de luz y misterios físicos, entre nuevos descubrimientos que nunca acaban, se abre el camino desde los motivos de credibilidad al acto de fe, donde la razón no abdica, sino que asciende, sostenida por la gracia y despertada por el anuncio del predicador. Decidámonos a hacer una reflexión firme, serena y paciente sobre el verdadero itinerario hacia la fe cristiana. [En la imagen: la Sábana Santa de Turin].
“Si no crees en mí, cree en mis heridas”
San Agustín, Sermón 103, 2
La razón conduce a la fe y prepara el acto de fe
----------El periódico italiano Avvenire, en su edición del pasado 9 de septiembre, publicó un artículo firmado por Antonio Musarra, titulado Devoción, más allá de la autenticidad, en el que el Autor, al tratar de la Sábana Santa de Turín en relación con el problema de la fe, excluye que la Sábana Santa pueda tener un valor apologético, con un razonamiento falso, afectado por el vicio de la tautología. Musarra dice en efecto: «la fe cristiana no se funda sobre hallazgos tangibles, sino sobre un acontecimiento proclamado y creído». Es lo mismo que decir que la fe se basa en la fe, o que creer se basa en creer.
----------Esta no es la verdadera fe cristiana y no es así como nace la fe. Esto es sugestión, emoción, plagio, fanatismo, adoctrinamiento o vana credulidad. La verdadera fe cristiana es una fe sobrenatural motivada por dos principios generadores: un principio introductorio y preparatorio humano, que es la investigación y verificación racional de los motivos de credibilidad del mensaje de fe y un principio divino, principal y decisivo, que es Dios quien ilumina la mente y la mueve a adherirse a la Palabra de Dios.
----------Por lo tanto, la proclamación del acontecimiento de nuestro Señor Jesucristo no es el fundamento de la fe, sino que es el mensaje que el predicador propone como objeto o contenido de la fe. Mientras que el motivo o fundamento de la fe es la autoridad de Dios que a través del predicador revela el contenido de la fe. Por consiguiente, el proclamar el mensaje cristiano ante un auditorio que no ha sido previamente preparado por un inteligente trabajo apologético, o bien es una ofensa al mismo mensaje o bien es adoctrinamiento o propaganda que confunde el anuncio evangélico con la publicidad de un dentífrico, por ejemplo.
----------En el acto de fe el creyente asume (vale decir, acoge o recibe) como verdadero lo que le es comunicado o anunciado por el predicador como revelación divina, un saber superior a la verdad racional y por tanto no evidente a la razón y no demostrable racionalmente.
----------La fe, teniendo por objeto verdades sobrenaturales y divinas, ciertamente no es causada por la simple razón, la cual puede determinar solo verdades que le son a ella naturales y proporcionadas, sino que la fe es provocada por una iluminación divina, que eleva la mente humana al conocimiento oscuro pero certísimo de verdades, que la razón por sí sola no podría comprender, si no le fueran reveladas por Dios mediante la escucha del predicador o la lectura de la Palabra de Dios.
----------Cuando se habla de los motivos o del fundamento de la fe, hay que distinguir, por un lado, lo que induce a creer o guía a la fe, y por otro lado, aquello que motiva formal y decisivamente el creer. Es necesario distinguir las condiciones morales y psicológicas necesarias, previas y suficientes que hacen posible y razonable el creer, del motivo o causa propia del acto de fe, que es la autoridad divina que revela.
----------En efecto el creer, si bien no es un simple acto racional, es sin embargo un acto de la razón, aunque elevada al conocimiento analógico, indirecto y enigmático de verdades supra-racionales. El creer es un participar en el mismo pensamiento divino y por eso san Pablo dice que el creyente posee el pensamiento de Cristo. El creyente se eleva al punto de vista de Dios, ve en cierto modo las cosas y a Dios mismo como Dios los ve, los ve en Dios, aunque no por ello entre en posesión de la ciencia divina, lo que sería panteísmo y alocada soberbia.
----------El predicador de la fe, con el fin de suscitar la fe en el no-creyente, no debe simplemente ex abrupto anunciar la Palabra de Dios o el acontecimiento de Cristo, como si el creer fuera un conocimiento inmediato, así como yo sé o tengo experiencia inmediata de tener calor o frío o de las cosas que me rodean. Existe, sí, un cierto experimentar afectivo de aquello que se cree, pero esta es solo la experiencia mística, que es una experiencia-vértice o culmen, que es alcanzable solamente partiendo del creer como saber mediado y doctrinal.
----------Ciertamente, en la fe existe el momento decisivo, alegre y exaltante del descubrimiento y casi de la visión, del libre asentimiento a la verdad revelada, pero esto está garantizado en su autenticidad solo por una precedente adecuada, metódica y concienzuda preparación racional, sin prisa y sin retrasos y sin pasos en falso.
----------Por eso hay que tener presente que la mente que adquiere fe no está inicialmente en las tinieblas de tal modo que la verdad venga solo de la fe, sino que ya posee la verdad racional. Y sobre esta base aumenta su saber con la adquisición de la superior y suprema verdad de fe.
----------Ésta, por tanto, no viene en absoluto, como cree Lutero, a desmentir o destruir lo que veía la razón, sino al contrario, viene a confirmarlo y a mejorarlo. De lo contrario no tenemos la verdadera fe, sino el absurdum de Tertuliano, el delirio de los visionarios y el egocentrismo de los exaltados.
----------El evangelizador debe preparar al oyente a la fe y conducirlo gradualmente al acto de fe con una actividad previa, una actividad paciente y prudente, que puede durar incluso mucho tiempo. En esta actividad lo importante es que el oyente camine en la verdad. El evangelizador debe, por tanto, estimular y solicitar la razón del interlocutor sin trucos ni engaños ni caminos cruzados o transversales, sino con honestidad y limpidez o claridad, ofreciéndole un testimonio de caridad y signos o pruebas de credibilidad de lo que quiere anunciar, a fin de que la razón del oyente se vuelva bien dispuesta para acoger la Palabra de Dios. La tarea del evangelizador es semejante a la de Juan el Bautista que prepara los caminos del Señor. En esto que acabo de decir se fundamenta el rechazo al proselitismo entendido no en el sentido bíblico sino en el mal sentido, tal como repetidamente lo ha explicado durante su pontificado el papa Francisco.
----------En efecto, la gracia de la fe ilumina la mente del oyente solo si su razón está dispuesta a aceptar la Palabra de Dios presentada como creíble sobre la base de la demostración, por parte del predicador, de los mencionados signos de credibilidad, entre los cuales pueden existir también los milagros. Pero de nada sirven los más estrepitosos milagros, los más rigurosos razonamientos y los más heroicos testimonios de caridad, si el espectador no desea la verdad y el bien, sino que está apegado a su propio yo y a sus propios pecados.
----------Ahora bien, debemos tener presente que el acto de fe no es un acto simplemente intelectual, sino que es un acto voluntario, porque precisamente el intelecto del creyente no está necesitado por la evidencia del objeto -y aquí Musarra tiene razón-, sino que es movido a acogerlo porque la voluntad es solicitada por los signos de credibilidad ofrecidos por el evangelizador, y así bajo la moción de la gracia, la voluntad empuja al intelecto a tomar por verdadero el mensaje propuesto por el evangelizador.
----------En base a estas premisas debemos decir que un objeto material como la Síndone de Turín presenta características muy apropiadas o aptas para conducir a la fe, aunque está claro que el acto de fe en sí mismo es causado por Dios en la mente del creyente. Pero la propuesta hecha por el predicador al no-creyente de tomar en consideración el misterio de la Sábana Santa de Turín puede ser utilísima para hacer reflexionar al no-creyente y conducirlo a la fe. Una fe, en efecto, que no estuviera preparada por una seria reflexión sobre oportunos signos de credibilidad, no sería verdadera fe sino tonta credulidad, fideísmo o fanatismo.
----------Musarra, en su artículo en L'Avvenire, sostiene que la Síndone no puede servir como demostración material de la Resurrección. Está claro que no puede existir la demostración material de una verdad de fe. Pero el caso de la Resurrección es un caso especial, porque sabemos que Cristo resucitado se ha hecho ver y tocar. Pero lo más sorprendente de la Sábana Santa, como veremos, es que en ella -como se ha comprobado en los exámenes más recientes y más avanzados- está la huella de una misteriosa energía irradiante luminoso-calorífica, que lleva a suponer que puede ser efecto del momento en que Cristo resucitó. Si esto es cierto, tendríamos una señal, prueba o rastro material de la Resurrección.
----------Como todos sabemos ya por la abundantísima literatura sobre el tema, según el testimonio de una antiquísima tradición, la tela de la Sábana Santa de Turín es la que envolvió el cuerpo de Jesús en el sepulcro (Jn 19,40) y que Juan vio entrando en el sepulcro "enrollado en un lugar aparte" (Jn 20,7).
----------La historia nos relata que esta tela a lo largo de los siglos ha atravesado varios lugares, estuvo en manos de los miembros de la Orden de los Templarios, fue transportada a Francia en el siglo XIV y luego llegó a ser depositada en Turín, donde todavía se encuentra. La diócesis turinesa celebra anualmente una memoria litúrgica de la sagrada Síndone, memoria querida por el papa Julio II en 1506. Este hecho evidentemente atestigua que el Papa consideró la Sábana Santa como reliquia del cuerpo de Cristo.
----------Las investigaciones científicas más recientes y avanzadas practicadas sobre la Sábana Santa concuerdan por varias razones en reconocer una sorprendente correspondencia entre los datos de la Síndone y lo que cuentan los Evangelios acerca de la pasión, muerte y sepultura del Señor.
Dos hechos misteriosos
----------La huella presente en la Sábana Santa de Turín no solo atestigua el hecho de que ella ha sido tocada por un cuerpo humano difunto en todo lo correspondiente a cuanto los Evangelios narran acerca de la pasión y la muerte de nuestro Señor Jesucristo, sino que -y esto se ha descubierto solo recientemente- en la tela de la Síndone hay también dos cosas misteriosas e inexplicables, que hacen pensar que esta tela no solo es testimonio de la muerte, sino también del momento de la Resurrección. Y son, la primera, el hecho de que las huellas han sido causadas en un instante por una misteriosa potentísima energía luminosa y, segunda, el hecho de que el cuerpo no está tendido, ¡sino que está de pie!
----------Veamos el primer fenómeno. Un problema siempre abierto con respecto a la Sábana Santa es el de cómo se formó la imagen, que no es una pintura, sino una huella. Pero ¿una huella de qué? La huella de un cuerpo humano, ciertamente. Pero no es solo eso. En primer lugar, ¿en qué consiste esta huella?
----------Aparte de los rastros de sangre, de polvo y de polen, se trata de una oxidación superficialísima del tejido y sin embargo indestructible. El problema, todavía sin resolver, no obstante los rigurosísimos análisis químicos más avanzados, sigue siendo saber qué es lo que ha provocado este proceso de oxidación. Lo que parece seguro -en base a los experimentos realizados a este propósito- es que las fibras deben haber sido sometidas por un brevísimo tiempo (a fin de que la oxidación no destruyera la fibra), a una radiación luminosa -se ha podido hacer la comparación con la luz solar- de alta energía (para hacer posible la impresión o impronta). ¿De qué naturaleza es la energía luminosa delicadísima y potentísima al mismo tiempo, que ha coloreado el tejido sindónico? ¿Y de qué fuente ha provenido? La ciencia es incapaz de resolver este misterio. Si se piensa en el cadáver, uno se pregunta cómo puede un cadáver haber emanado de sí una energía semejante.
----------Un fenómeno de oxidación como el de la Sábana Santa es un caso único; no existen otros ejemplos similares. Por eso la ciencia que, para dar una explicación racional y formular una explicación en base a una ley natural tiene necesidad de fundarse en una multiplicidad de casos similares, que a su vez expresan esa ley natural, no siendo capaz de formular la eventual ley de este fenómeno, ni siquiera es capaz de darnos una explicación. Se encuentra ante un hecho que no depende de las leyes conocidas; se constata, por lo tanto, el efecto de una energía luminoso-calorífica, cuya ley es desconocida. En este punto, si la Sábana Santa ha contenido verdaderamente el cuerpo de Jesús, la explicación podría ser dada recurriendo a una energía que se habría liberado del cuerpo de Cristo en el momento de la Resurrección.
----------Pero debemos tener en cuenta otro hecho muy misterioso y humanamente inexplicable -tal por lo tanto que hace pensar también en el milagro- y se trata del problema de entender cómo se han determinado los contornos o las características de la imagen síndonica. En efecto, suponiendo que un cuerpo esté acostado supino con una sábana puesta sobre él, y suponiendo que este cuerpo pueda dejar huella de sí mismo sobre la sábana, si nosotros quitamos la sábana, observamos la huella que se ha formado sobre la tela, y en tal caso notaremos que ella es bastante confusa y ensanchada por el hecho de que la toalla cae parcialmente también sobre las mejillas del rostro y sobre las zonas laterales del cuerpo.
----------Por el contrario, la huella presente en la Santa Síndone de Turín resulta de una proyección ortogonal del cuerpo sobre la tela, es decir, constituye una imagen del cuerpo visto exactamente de frente (para la imagen anterior) y exactamente desde atrás (para la imagen posterior), mientras que dicha proyección cae sobre el lienzo (tanto la parte que está sobre el cuerpo como la que está debajo) como si ésta no envolviera naturalmente el cadáver, como sería de esperar, sino que estuviera, por encima y por debajo, perfectamente tensa. Que lo sea la parte inferior se puede comprender, ya que se puede suponer que el cadáver yacía sobre un plano liso y horizontal de la piedra de la tumba (como se puede observar todavía en el Santo Sepulcro); sin embargo, la huella posterior tampoco es exactamente la que resultaría de un cuerpo que se posara sobre ella, sino que es la que resultaría de una proyección ortogonal, como si el lienzo no estuviera directamente en contacto con el cuerpo, sino ligeramente distanciado de él.
----------En fin, para aumentar nuestra maravilla, se añade otro detalle particular misterioso: la huella sindónica de los cabellos. Tal impronta no es la que resulta naturalmente para un cuerpo que suponemos extendido supino: en este caso, de hecho, los cabellos se afloja y de ello resulta la imagen correspondiente. En el caso de la Sábana Santa, en cambio, la imagen de los cabellos es la que resulta cuando caen perpendicularmente, es decir, cuando el cuerpo está en posición vertical.
----------A estas observaciones es necesario añadir dos anotaciones. La primera es la siguiente: la huella ortogonal que el cadáver ha dejado en la Sábana Santa está estructurada de tal manera que el color de la huella es máximo en relación con las partes del cuerpo más cercanas a la tela (por ejemplo, la punta de la nariz o los arcos supraciliares o el bigote) y disminuye en proporción inversa a la distancia entre el cuerpo y el lienzo, hasta desaparecer completamente más allá de una cierta distancia (sobre todo las hendiduras del rostro, como por ejemplo las que rodean los globos oculares, no han dejado rastro). Esto lleva a pensar que las "radiaciones" que causaron la oxidación del lino y, por lo tanto, la huella, tenían una longitud de irradiación bastante limitada, de modo que, mientras que las que se originaron en las partes del cuerpo más cercanas a la tela han dejado un rastro, y no ha sido así para aquellas que han partido de las partes más lejanas, más allá de un cierto límite.
----------La segunda anotación es la siguiente: la imagen del rostro no es una especie de negativo fotográfico, como todavía se cree, sino que sobre la base de lo que se ha dicho en el comentario anterior, hay que afirmar en cambio que la imagen sindonica no es un retrato, sino una simple huella, cuyas gradaciones del color no dependen, como en cualquier retrato, de los efectos producidos en el rostro por una luz proveniente de una determinada dirección: estas gradaciones del color son en cambio determinadas, como he dicho, por las variaciones de distancia de las partes del cuerpo desde la tela sindonica.
----------Este hecho es extremadamente significativo, casi para decir que el rostro de Cristo no recibe luz del exterior, no está iluminado desde una fuente de luz externa, sino que él mismo emana luz y es fuente de luz, ya que Dios es Luz y Él es la luz del mundo. Viene a la mente el episodio de Moisés que, habiendo visto a Dios, tenía el rostro radiante de luz. Jesús, nuevo Moisés, no tiene necesidad como Moisés que su rostro envíe una luz de reflejo, porque él mismo es la fuente divina de la luz y de toda luz.
----------Por consiguiente, ¿cómo ignorar estas maravillas? Ciertamente, el cuerpo de Jesús no lo vemos porque está en el cielo; pero ¿cómo no reconocer que Él ha querido benignamente dejarnos un recuerdo de Sí mismo en esta maravillosa tela, sobre la cual apuntan infatigablemente la atención todas las ciencias descubriendo siempre nuevas y cada vez más sorprendentes maravillas?
----------Por esto, debemos decir con franqueza que Musarra, con su negación de la importancia esencial de los signos materiales de credibilidad en el proceso o camino espiritual que, sostenido por la gracia y promovido y guiado por el evangelizador, conduce la razón del no-creyente desde la razón a la fe, demuestra no comprender ni apreciar el valor apologético de la Sábana Santa como signo de credibilidad de la revelación cristiana.
----------Llegados a este punto, recordemos que la apologética es la introducción racional y filosófica a la virtud de la fe. Ella desempeña un doble rol: constructivo, en el explicar cómo la razón se plantea la cuestión del creer en Dios, y en el proporcionar argumentos de credibilidad de la persona de Cristo y del mensaje cristiano, y un rol defensivo, en la eliminación de los obstáculos colocados por las falsas filosofías a la investigación filosófica sobre Dios y al camino de la razón hacia la fe.
----------La apologética nos enseña que el milagro no es objeto de fe, sino que es un hecho o acontecimiento evidente, sensible, experimentable, racional y científicamente documentable y demostrable, que induce a creer, sin quitar el hecho de que el acto del creer supera o sobrepasa las fuerzas de la razón y es un don de Dios. Sin embargo, como decía Pío XI, si oscuras son las verdades de fe, claros son los motivos racionales que inducen a creer. Por el contrario, impiedad sería el intento de demostrar racionalmente las verdades de fe, como lo hizo Hegel y lo hacen todos los gnósticos y racionalistas.
----------En definitiva, el signo de credibilidad deja siempre libre el acto de fe, que por lo tanto no es la conclusión de un silogismo, y sin embargo, por gracia de Dios, interpela a la conciencia del hombre honesto, haciendo presente el deber de creer. En cambio, lamentablemente Musarra, en su artículo, a causa de sus premisas erróneas, concluye sosteniendo que ante la Sábana Santa lo que interesa no es saber si es o no es una reliquia, sino solo saber que se trata de una imagen que suscita devoción, similar a lo que podría ser una Virgen de Rafael o un icono de Rubliov. Pero esto evidentemente significa no haber comprendido las características propias, milagrosas y únicas de la Sábana Santa, que hacen que su valor apologético sobrepase inmensamente el de cualquier otra imagen sagrada, Por muy hermosa, preciosa y venerable que sea, e impulse nuestro ánimo no solo a la devoción, sino también a la adoración.

Avvenire es el mismo diario que niega la autenticidad de la traslación de la Casa de Loreto ...entonces ¿de qué nos tenemos que asombrar?.... Si todos los domingos no se vendiera en Italia en las parroquias durante las misas, ya habría cerrado desde hace rato...
ResponderEliminarLa traslación de la Casa de Loreto no ha tenido lugar por obra de los ángeles sino probablemente por obra de cruzados.
EliminarJorge: por lo tanto la Iglesia nos ha engañado durante siglos diciéndonos que había sido llevada por los ángeles??????
EliminarYo también soy devoto a la Santa Casa. Pero...
EliminarQue la hayan llevado los cruzados no quita nada a mi devoción y, en mi opinión, tampoco debería quitarle nada a la tuya...
Eliminar¡De María numquam satis!
EliminarEs típico de los católicos modernistas después del concilio buscar tesis alternativas a los milagros y dar explicaciones racionales científicas...pero Jesús dijo a Tomás "bienaventurados los que crean..." Aunque la explicación del transporte por los cruzados es más realista que el transporte de los ángeles.
EliminarPiensa lo que quieras, por supuesto.
EliminarEso nos faltaría..., estamos discutiendo civilizadamente, espero... al menos por mi parte
EliminarEl Papa Francisco dijo: "En la Iglesia no hay derecha ni izquierda, conservadores y progresistas, se necesita unidad"
Eliminar"No hay derecha ni izquierda en la Iglesia, ni conservadores ni progresistas, sino un pueblo de «mendigos de misericordia» a los que Dios hace don de la «unidad»."
EliminarJorge: ojalá fuera así
EliminarEstimado Américo,
Eliminarla tradición eclesial que quiere que la Casa de Loreto haya sido transportada por los ángeles no es una tradición oficial de la Iglesia, aunque la Iglesia no la ha rechazado, sino que se trata de una piadosa tradición popular que posee un carácter altamente simbólico, como señaló en su momento el papa Pío IX hablando de que es un "hecho querido por Dios mismo". Las piedras han llegado ciertamente de Nazaret y la presencia entre nosotros de este artefacto testimonia indudablemente una fe grandísima y podríamos decir una fe milagrosa, considerando la gravedad del esfuerzo que ha costado en relación a los medios de transporte, que existían en ese entonces. Además, el ángel es también símbolo del ministro de Dios, por lo que los transportistas de la Casa se pueden comparar con ángeles por el preciado servicio que han prestado ante todo a Italia y también a la Iglesia en su conjunto.
Estimado Américo,
Eliminarestoy de acuerdo con usted en que Avvenire cede al modernismo. Sin embargo, debemos apoyarlo en sus aspectos positivos, como debemos apoyar en sus datos positivos a cualquier diario católico. Yo, por mi parte, admiro su coherencia y su valentía como diario católico. Todos debemos comprometernos a obrar por la paz entre pasadistas y modernistas, para realizar una justa y correcta reciprocidad entre progreso y tradición.
Estimado padre Filemón: Yo creo que la Sábana Santa de Turín vuelve periódicamente al centro del debate eclesial y mediático, oscilando entre dos extremos: está quien la exalta como "prueba" de la resurrección de Cristo y está quien la liquida como reliquia medieval de dudoso origen. En el medio, la posición de la Iglesia: prudente, respetuosa, capaz de valorizar su poder evocador sin transformarla en tótem. Es en este espacio que me parece se sitúa su crítica al artículo de Musarra: haber negado a la Sábana Santa un papel apologético, como si al hacerlo se vaciara la fe. Pero... me pregunto, ¿es realmente así?...
ResponderEliminarEstimado Diego,
Eliminardivido mi respuesta por puntos. Por cuanto respecta a mi afirmación de que el profesor Musarra ha "negado a la Sábana Santa un papel apologético, como si al hacerlo se vaciara la fe", le respondo recordándole que Musarra no da importancia a la Sábana Santa, como una reliquia, sino que la considera simplemente como una imagen sagrada capaz de despertar la devoción.
Ahora bien, la ciencia ha demostrado, como he dicho en mi artículo, que en realidad se trata de una huella científicamente inexplicable, que corresponde exactamente a lo que los Evangelios narran de la muerte de Cristo.
El término reliquia ha sido utilizado por algunos Papas y justifica la institución de la Misa en honor a la Sábana Santa, que se celebra en la diócesis de Turín.
Por cuanto respecta a mi afirmación de que la posición del prof. Musarra impide llegar a la fe o la vacía, le respondo haciéndole observar que, reduciendo la Síndone a una simple imagen devocional, se quita a la Sábana Santa todos esos signos peculiares, que inducen naturalmente a pensar que efectivamente ha envuelto el cuerpo de Cristo y por consiguiente inducen a creer los testimonios del Evangelio, cuyo mensaje es efectivamente objeto de la fe cristiana.
Permítame, Padre, algo más. Le he preguntado antes si es realmente así, si se le niega a la Sábana Santa un papel apologético, como si al hacerlo se vaciara la fe. ¿No es cierto más bien lo contrario: que la fe, cargada de pruebas materiales, se vacía de su aliento más auténtico? Hay que poner orden. Porque no todo lo que suscita devoción funda la fe, y no todo lo que afecta a los sentidos constituye un argumento creíble para quien busca a Dios. La fe cristiana tiene raíces más profundas: no nace de la prueba tangible, sino del encuentro con un acontecimiento proclamado, custodiado y transmitido por la comunidad de los creyentes (Catecismo, números 153-156).
ResponderEliminarEstimado Diego,
Eliminarpor cuanto respecta a sus palabras "no es cierto lo contrario: que la fe, si está cargada de pruebas materiales, se vacía de su aliento más auténtico", respondo diciendo, como ya he dicho en mi artículo, que hay que distinguir las pruebas de credibilidad del mensaje de fe de las pruebas del propio contenido de fe.
El primer tipo de pruebas se constata por la simple experiencia, por la razón, por la ciencia y también por la historia. La constatación de estos datos no es capaz de producir la fe, pero pone las condiciones humanas de posibilidad de la fe.
Por cuanto respecta a las pruebas del contenido de la fe, aquí no es posible una demostración racional, porque se trata de verdades sobrenaturales, por lo cual el acto de fe no está formalmente motivado por la constatación de las pruebas de credibilidad, sino por la autoridad de Dios revelante.
A este respecto es útil la obra del teólogo, el cual no tiene la pretensión de demostrar las verdades de la fe, porque esto quitaría la fe, y sin embargo, puesto que tanto la razón como la fe son dos luces que provienen de Dios, la razón, iluminada por la fe, en la obra del teólogo proporciona argumentos de conveniencia concernientes a las verdades de fe.
Por cuanto respecta a sus siguientes palabras "no todo lo que suscita devoción fundamenta la fe, y no todo lo que afecta los sentidos constituye un argumento creíble para quien busca a Dios", sobre esto estoy sustancialmente de acuerdo, porque en el material que nos es ofrecido por los sentidos y por la historia es evidentemente necesario hacer un prudente discernimiento, sobre la base de válidos criterios históricos, filosóficos y científicos, como por ejemplo distinguir los milagros auténticos de los falsos, o bien distinguir los testimonios o las narraciones autorizadas o creíbles de aquellos que no tienen un fundamento de credibilidad.
Por cuanto respecta a sus palabras "La fe cristiana tiene raíces más profundas: no nace de la prueba tangible, sino del encuentro con un acontecimiento proclamado, custodiado y transmitido por la comunidad de los creyentes (Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 153-156)", la prueba tangible es el motivo de credibilidad, del cual he hablado repetidamente. El motivo de credibilidad es necesario para que nuestra fe no sea confundida con una credulidad irrazonable o con un fideísmo emotivo y no sea un fenómeno de fundamentalismo, sino que sea conforme a la sana razón y por lo tanto pueda ser tal que constituya esa adhesión libre a la verdad revelada, movida por la gracia, libre adhesión que proviene de la acogida de la autoridad de Cristo, que se revela y que revela los misterios de la fe.
Yo creo que el nudo teológico es simple, y sin embargo escurridizo: ¿qué funda la fe? El fundamento no es un objeto, sino un sujeto: Dios mismo, que revela. «A Dios que revela se le debe "la obediencia de la fe" (Rom 16,26; cf. Rm 1,5; 2 Co 10,5-6)» (Dei Verbum, 5). La fe es acto del hombre movido por la gracia, que se adhiere a la Palabra de Dios no porque esté demostrada por hallazgos, sino porque es reconocida como verdadera por la autoridad del Dios que habla (Catecismo, número 150).
ResponderEliminarEstimado Diego,
Eliminarcuando se habla del fundamento de la fe, hay que distinguir las pruebas de credibilidad, que inducen a creer, del motivo formal de la fe.
Aquí el Catecismo se refiere al motivo formal de la fe, pero el Catecismo sobreentiende la enseñanza del Concilio Vaticano I, referente a los signos de credibilidad: "A fin de que el obsequio de nuestra fe sea conforme a la razón (Rm 12,1), Dios ha querido unir a las ayudas internas del Espíritu Santo los argumentos externos de su revelación, vale decir, las obras divinas y ante todo los milagros y las profecías, los cuales, mientras muestran luminosamente la omnipotencia y la infinita ciencia de Dios, son signos muy ciertos de la divina revelación, proporcionados a la inteligencia de todos" (Denz. 3009).
La Sábana Santa es uno de estos signos de credibilidad, que, favoreciendo la investigación científica, prepara la razón para el don de la fe o también para la consolidación de la fe de quien ya la posee.
No hay un círculo vicioso en esto: la fe no "se funda en la fe" sino en una autoridad que trasciende a la razón y la ilumina. Ciertamente, la razón no está excluida. Prepara, dispone, busca motivos de credibilidad. El Concilio Vaticano I enseña: «para que el homenaje de nuestra fe fuera conforme a la razón, Dios quiso que a las ayudas interiores del Espíritu Santo, se unieran los argumentos exteriores de su Revelación, es decir, las intervenciones divinas, cómo son principalmente los milagros y las profecías que demuestran luminosamente la omnipotencia y la ciencia infinita de Dios y son signos muy seguros de la divina Revelación y adecuados a la inteligencia de todos" (Dei Filius, 3; pero también Catecismo 156). Los milagros, el testimonio de los santos, la coherencia del Evangelio, la continuidad de la Iglesia: todo esto tiene un valor. Pero no produce fe, la hace razonable. Es la gran lección que la Iglesia ha custodiado siempre: no confundir los motiva credibilitatis con el fundamento de la fe. Porque el fundamento es la autoridad divina, no un hallazgo arqueológico (por cuanto sugestivo!).
ResponderEliminarEn este cuadro, la Síndone es un signo poderoso. Golpea los sentidos, cuestiona la ciencia, provoca a la razón. Pero sigue siendo, en la definición más sobria de los papas contemporáneos, un "icono del Sábado santo" (Benedicto XVI, 2 de mayo de 2010), un "espejo del Evangelio" (Juan Pablo II, 24 de mayo de 1998). No una prueba, no un dogma, no una certeza histórica definitiva. Usarla como prueba de la resurrección es peligroso: por un lado, porque la investigación científica no ha llegado a un consenso; por otro, porque el cristianismo no se apoya en un trozo de tela, sino en el anuncio de una tumba vacía y de apariciones que ninguna fibra de lino jamás podrá contener (1 Cor 15,3-8). Aquí se juega la distinción entre fe y superstición: la primera confía en Dios, la segunda exige garantías visibles. No es casualidad que la Iglesia nunca haya proclamado la Sábana Santa como una reliquia auténtica del cuerpo de Cristo. La deja al libre discernimiento de los fieles, alentando estudios serios pero sin vincularlos a la fe. Es esta prudencia la que preserva la libertad del acto creyente.
Estimado Diego,
Eliminarpor cuanto respecta a este discurso suyo, estoy sustancialmente de acuerdo, tanto más que usted cita el mismo pasaje del Concilio Vaticano I, que yo también he citado.
Por cuanto respecta a la posición de la Iglesia con respecto a la Sábana Santa de Turín, su título de reliquia del Cuerpo del Señor ha sido reconocido oficialmente por la institución de la Misa en honor de la Sábana Santa por voluntad del papa Julio II en 1506. Véase:
https://sindone.org/vita-di-fede/liturgia/santa-messa/
Lejos de mí hacer de abogado del profesor Antonio Musarra que se defiende muy bien por sí mismo, pero me parece entender que la afirmación que él hace, quiere decir que las "pruebas" de la fe cristiana no se basan ni en la arqueología ni en el culto de las reliquias más o menos auténticas, sino en la credibilidad de los testigos de la Resurrección y en la racionalidad de sus consecuencias. Lo cual creo que es un concepto no muy lejos de lo que afirma el querido padre Filemón de la Trinidad.
ResponderEliminarEstimado Lucio,
Eliminarlo que usted dice es exactamente lo que yo digo. Como he aclarado en mis respuestas al sr. Diego, que parece estar cercano a mi postura, aunque no de modo suficiente. En mi opinión, el Prof. Musarra no está suficientemente actualizado sobre los resultados más recientes de la ciencia, que han constatado que la huella síndontica es provocada por una energía luminosa-calorífica, que no puede ser explicada sino con la potencia divina que emana del Cuerpo de Cristo resucitado. Detenerse a alabar la Sábana Santa como simple icono del Señor, quiere decir bajarla al nivel de los iconos de Rubliov y de las Madonas de Rafael.
Excelente argumentación sobre el valor de la Sábana Santa... me viene a la mente el incipit de la Carta de san Juan, la Sábana santa, a este propósito, confirma ulteriormente la Resurrección y de la Resurrección de Cristo los apóstoles han hecho experiencia verdadera y concreta.... experiencia que aún hoy se nos atestigua y la Sábana Santa, por misericordia divina, nos trae una prueba ulterior. La fe es seguramente fruto de un proceso tan bien ilustrado por usted padre, sin embargo pienso que para cada uno de nosotros hay un momento preciso en el que aparece repentinamente una luz que nos ilumina y que nos hace creer... Una luz que sin embargo debe ser continuamente alimentada por nuestras conversiones diarias....
ResponderEliminarEstimada Rosa Luisa,
Eliminarestoy plenamente de acuerdo con sus consideraciones.
Y añado: dado que nada sucede por casualidad, ya que la Historia está en las manos de Dios, Rey y Creador del universo, no creo que sea una casualidad, precisamente, que la Sábana haya estado en manos de los Templarios.... aquellos antiguos caballeros todavía hoy son figura de los cristianos que en todo momento deben luchar contra las potencias del mal, en otras palabras la lucha espiritual que afrontamos con las armas de la fe. ¿Y si la Sábana Santa fuera un incentivo real y concreto para recordarnos que, mientras estemos en el exilio, debemos siempre luchar sin rendirnos con la ayuda de Dios?
ResponderEliminarEstimada Rosa Luisa,
Eliminartodavía se está discutiendo acerca de quién ha sido el propietario de la Sábana Santa durante ese período de 150 años, durante el cual se perdieron sus rastros. Las dos hipótesis que se disputan entre sí el honor de haber poseído esta reliquia del Señor, como usted sabrá, son por un lado la hipótesis que dice que perteneció a un noble linaje francés, lo que explicaría el hecho de que reaparezca en Francia. Pero la otra hipótesis, que a usted le gusta, tiene ciertamente su atractivo, del cual ya he hablado. Es decir que parece más lógico pensar que un objeto sagrado de tal valor haya sido custodiado dignamente, más que por una familia noble, por más piadosa que tal vez fuera, por una orden religiosa. En cuanto a la pregunta que nos surge espontáneamente: ¿por qué los Templarios la han mantenido oculta? Como ya he dicho, no excluyo la hipótesis de una forma de esoterismo o de una interpretación distorsionada de las palabras del Señor: "No den las cosas santas a los perros".
Avvenire ya está cometiendo demasiados errores. ¿No es que son un poco comunistas?
ResponderEliminarEstimado Esteban,
Eliminarel diario italiano Avvenire es un periódico que alterna valores católicos con expresiones de tipo modernista, por lo cual le confieso que su lectura a veces me llena de alegría, y a veces, en cambio, de indignación. Evidentemente, su redacción está compuesta por elementos contradictorios. Lo que sorprende es la ausencia de un control por parte del episcopado, el cual en estas condiciones no hace una buena figura, no queda nada bien. Hay que tener paciencia.
Yo, de todos modos, manteniendo una arraigada costumbre de los años en que viví en Italia, lo leo todos los días y no me faltan las satisfacciones.
En cuanto a la sospecha de influencia comunista, yo preferiría decir de influencia modernista, ya que se notan también influencias de tipo protestante y de tipo cientista.
Gracias Padre. Usted siempre preciso. Pero los fieles no todos tienen la preparación que tiene usted, y un periódico puesto así crea confusión. Si creara confrontación podría ser útil pero siempre hay solo una versión de los hechos y desvía a los lectores hacia posiciones no católicas. Y donde hay confusión sabemos que hay maldad. El dejar hacer hace pensar que el mal se propaga en los planos superiores.
EliminarUsted nos enseña la paciencia en esta eterna batalla. Gracias y saludos
Estimado Esteban,
Eliminarsé muy bien que con Avvenire se necesita mucha paciencia. Sin embargo es el único diario católico que existe en Italia, país católico que, en muchos sentidos actúa como guía para la Iglesia universal, porque allí el Papa es el Primado. Le invito a ejercitar esa paciencia, porque también hay que saber pasar sobre sus errores y apoyarlo en los aspectos positivos.
Para mí las reliquias de los Santos son fanatismo; nosotros tenemos el Dios vivo y verdadero en el sagrario. Entonces, que más queremos?
ResponderEliminarEstimada Mary,
Eliminaradmiro su fe en la Eucaristía, que es el más grande de los misterios de la fe. Sin embargo, le recuerdo que la fe, aun siendo don de Dios, está preparada por signos de credibilidad, entre los cuales están las reliquias de los Santos, testigos del Señor. Y ¿qué reliquia más importante podemos imaginar de esa huella milagrosa, que el Señor muerto y resucitado ha dejado para nosotros o para suscitar la fe o para confirmarla?
Hay otro punto delicado que me parece hay que considerar, estimado Padre. En algunos ambientes se ha llegado a hablar de la Sábana Santa como objeto no solo de veneración, sino incluso de adoración. Aquí, el error se convierte en grave: la adoración (latria) corresponde solo a Dios (Catecismo, 2132), no a una sábana, aunque hubiera estado en contacto con el cuerpo de Jesús. Las reliquias se veneran, las imágenes se honran, pero solo Dios se adora. Confundir estos niveles significa deslizarse en un culto impropio, que no sirve a la fe sino que la distorsiona.
ResponderEliminarEstimado Diego,
Eliminarsi la Síndone ha sido reconocida por la Iglesia como reliquia del Cuerpo del Señor, crucificado y resucitado, esto significa que es la huella del Cuerpo y de la Sangre del Señor, evidentemente objeto de nuestra adoración, así como nosotros adoramos la Santa Cruz.
Esto quiere decir que la Sábana Santa, en cuanto sábana, marcada por el Cuerpo y la Sangre de Cristo, evidentemente no es objeto de adoración, pero nos da un motivo visible para elevar nuestra mirada de fe a la adoración del misterio de Cristo.
Y además: presentar la Sábana Santa como "proyección luminosa" del cuerpo resucitado, como si una energía misteriosa hubiera impreso su imagen, corre el riesgo de transformar la resurrección en un fenómeno físico, casi de laboratorio. Pero la resurrección no es un proceso químico: ¡es un acto creativo de Dios, que devuelve la vida transfigurada (Catecismo, 646)! Reducirla a energía significa empobrecerla.
ResponderEliminarEstimado Diego,
Eliminarla descripción que he hecho acerca de la misteriosa oxidación de la tela sindonica hace referencia a estudios recientes de carácter científico. Le remito sobre todo al siguiente enlace:
https://www.lastampa.it/vatican-insider/it/2012/03/12/news/l-immagine-della-sindone-frutto-di-una-radiazione-1.36492792/
El hecho de que estamos ante un cuadro experimental, que interesa a la química y a la física, presenta un gran interés, porque, según la narración evangélica, confirmada por el Magisterio de la Iglesia, el Cuerpo del Señor resucitado era perceptible al tacto, a la vista y al oído.
Por tanto, no es de extrañar que, en el momento de la resurrección, el Cuerpo de Cristo, unido hipostáticamente a la Persona del Verbo, haya emanado una energía física milagrosa, propia del Cuerpo resucitado y originada por la potencia divina, como ocurrió en el episodio del Tabor.
Por cuanto respecta a su tesis del acto creativo de Dios, debo decir que no tiene fundamento, porque el acto divino de la resurrección no implica ninguna creación, sino solo la manifestación del esplendor de la gloria de Cristo, previamente oculta en su vida mortal desde el momento de esta manifestación, manteniéndose definitivamente en la gloria de Cristo a la derecha del Padre.
No por casualidad la Iglesia prefiere hablar de la Sábana Santa como un signo que "remite", no como una prueba que "demuestra".
ResponderEliminarEstimado Diego,
Eliminarse puede decir ciertamente que la Sábana Santa remite al misterio de Cristo, como prueba de credibilidad, pero indudablemente no demuestra en absoluto el misterio de Cristo, porque éste es solo objeto de la fe.
¿Qué podemos decir entonces? Que la Sábana Santa tiene un valor inmenso, si es custodiada en su justo orden: no fundamento de la fe, sino "ayuda" a la fe (Catecismo, 164); no prueba de la resurrección, sino "icono" -aunque, desde una perspectiva histórica y, por lo tanto, inmanente, el término puede (debe) ser discutido- que actualiza el misterio; no objeto de adoración, sino "signo" que remite a la adoración de Dios. Es esta distinción la que salva a la fe de ser reducida a superstición y a la ciencia de ser forzada a decir lo que no puede decir. La apologética es útil, pero no sustituye al anuncio. Los signos son preciosos, pero no sustituyen a la autoridad de Dios. La Sábana Santa puede hacernos contemplar el sufrimiento y la muerte, puede empujarnos al silencio y a la oración. Pero la fe nace en otra parte: en la escucha del Evangelio (Pablo es muy claro: Rm 10,17), en el encuentro con el Resucitado, en la comunidad que lo testimonia. Es allí donde se decide si creer o no creer. Todo lo demás -telas, imágenes, energías- sigue siendo un margen sugestivo, pero nunca decisivo. Es bueno recordarlo, para no confundir la señal con la realidad que indica.
ResponderEliminarEstimado Diego,
Eliminarla Sábana Santa de Turín es ayuda a la razón para prepararla para recibir la luz de la fe. Sin duda no es fundamento de la fe, sino solo un hecho que induce a creer. Fundamento de la fe es la Palabra de Dios, que revela su Misterio.
La Sábana Santa no es una prueba de la resurrección de Cristo, porque estas pruebas ya nos han sido dadas por los relatos evangélicos. Si acaso es un documento histórico de importancia única, que sin embargo, ante el misterio de la irradiación del que he hablado, ante el escrutinio de la ciencia más avanzada, induce ciertamente a considerar que esa misteriosa irradiación fue provocada por el instante en que Cristo resucitó.
La apologética, como he dicho, no reemplaza el anuncio, pero lo prepara y lo hace creíble. Ciertamente la fe no nace de la visión de la Sábana Santa, sino de la escucha de la Palabra de Dios, y sin embargo la Sábana Santa dispone nuestro ánimo a escuchar la Palabra de Dios.
Ciertamente nosotros decidimos si creer o no creer ante el testimonio de los Evangelios, pero la decisión concerniente a la fe puede ser razonable solo si previamente o de manera concomitante consideramos el valor de las pruebas de credibilidad, entre las cuales está la Sábana Santa de Turín.
Padre Filemón, usted sabe muy bien que le sigo cotidianamente, y le sigo precisamente porque me siento muy en sintonía con todo cuanto usted dice, considerando que es usted un fiel testigo del Evangelio en comunión plena con el Magisterio vivo de la Iglesia. Pero sabe también que, honestamente, le planteo con respeto cuando tengo algunas dudas o diferencias. Esta vez mis vacilaciones se centran en el punto en el que usted se refiere a los Templarios en relación con la historia de la Sábana Santa. Para decirlo brevemente, y quizás de un modo brusco -del que espero que usted me disculpe- la considero una postura más que histórica fantasiosa, traída de los pelos.
ResponderEliminarEstimado Sergio,
Eliminarsoy consciente de que algunos historiadores niegan que los Templarios tuvieran la Sábana Santa. Sin embargo yo, aunque no soy historiador, prefiero tener una opinión diferente. Y ahora le expongo los motivos que justifican mi opinión.
En 1204 los Templarios, participando en la IV Cruzada, se entregaron a graves saqueos en Constantinopla, donde era conservada la Sábana Santa. En esta ocasión la Sábana Santa desapareció y durante un siglo y medio no se supo nada de ella.
Uno podría preguntarse el porqué del largo silencio, del cual he hablado arriba. Es posible, aparte de la posibilidad de que algunos documentos se hayan perdido, que los Templarios hayan hecho uso de la Sábana Santa en una forma impropia y esotérica. Ahora bien, sabemos cómo el esoterismo empuja a la práctica de una forma de silencio malsano sobre la conservación de valores supremos, de los cuales nos consideramos custodios, con una actitud de desprecio hacia los profanos.
"Aproximadamente un siglo y medio después de su llegada a Francia, probablemente gracias al Barón Othon de la Roche, el Sacro Lino volvió a hacer hablar de sí mismo no muy lejos de Ray-sur-Saône, precisamente en Lirey, donde el caballero Geoffroy de Charny se casó con una descendiente directa del Barón, Jeanne de Vergy. La noble mujer habría llevado en dote la Sábana Santa en el momento de su matrimonio, transfiriendo así la reliquia a las manos seguras de otro cruzado”. Vea al respecto el siguiente enlace:
https://casarealedisavoia.it/sindone-storia-europea/
En este punto podemos preguntarnos cómo es que esta noble mujer y su familia estaban en posesión de la Sábana Santa. ¿De quién pueden haberla recibido? En coherencia con mi hipótesis de que el Sagrado Lino estaba en posesión de los Templarios, no se puede excluir que la reliquia haya sido donada a esta familia, a través de algunas manos, por un ex templario.
Alrededor de 1350 aparece en las manos del noble Geoffroy I conde de Charny, quien con la autorización del legado pontifico, Card. Pietro di Santa Susanna, construyó una iglesia colegiada en Lirey, donde se exponía la Sábana Santa. Mientras tanto los Templarios, como se sabe, habían sido suprimidos por el Papa Clemente V con la bula Vox in excelso el 22 de marzo de 1312 en el Concilio de Vienne.
En 1453 se reconoce oficialmente a la Casa de Saboya la posesión de la preciada reliquia. De esta manera la Sábana Santa, propiedad de la Casa de Saboya, en 1983 fue donada por testamento por Humberto II a San Juan Pablo II.
Entre las acusaciones infamantes y ciertamente falsas lanzadas contra los Templarios, durante el famoso proceso que llevó a su supresión, estaba la de que adoraran un ídolo llamado Bafometto.
Ahora bien, algunos historiadores avanzan la hipótesis bastante razonable de que en realidad se trataba precisamente de la Sábana Santa, doblada para que se pudiera ver solo el Rostro. Una acusación tan infamante no podía agradar a Felipe el Bello, para empujar al Papa a suprimir a los Templarios? ¿Qué cosa más odiosa se podía imaginar, sobre todo en la Edad Media, tan rica en religiosidad, que la adoración de un ídolo abominable?