sábado, 9 de agosto de 2025

La subversiva nostalgia de Peter Kwasniewski (4/4)

En la conclusión de la serie, examino los dos últimos puntos problemáticos que se advierten en las conferencias de Peter Kwasniewski en España: por un lado, el hiperliturgismo como liturgicismo fagocitador de toda la vida eclesial y, por otro lado, las constantes llamadas del conferencista a seguir celebrando según el vetus ordo, invitación que lleva a situarse en las fronteras de la desobediencia a la actual disciplina litúrgica, exhortación al desacato que, ciertamente, no fomenta una renovación litúrgica auténtica sino que, por el contrario, fractura la comunión eclesial que pretende defender. Por último, doy mis conclusiones finales. [En la imagen: el papa León XIV celebra la Santa Misa el martes 20 de mayo de 2025, en la Capilla del Dicasterio para los Obispos].

4. Hiperliturgismo como liturgicismo fagocitador de toda la vida eclesial
   
----------Entiendo por hiperliturgismo (o bien liturgicismo) la actitud que exagera la importancia de la liturgia, convirtiéndola en el centro absoluto de la vida cristiana, frecuentemente en detrimento de otros aspectos esenciales como la evangelización, la caridad o la comunión eclesial. El liturgicismo suele estar caracterizado por: 1. un énfasis extremo en las rúbricas, 2. una desnaturalización de la liturgia, que olvida que ella es signo y medio de comunión entre Dios y los hombres, no un fin en sí misma, 3. un desbalance teológico que, olvidando la doctrina de que la liturgia es “fuente y cumbre” de la vida eclesial (cf. Sacrosanctum Concilium, n.10), la saca de contexto, ignorando que debe estar precedida por la evangelización, la fe y la conversión, y 4. una pérdida de la koinonía sinodal, cuando el celo litúrgico se impone por encima de la comunión fraterna, se corre el riesgo de menospreciar la dignidad de los hermanos y caer en una forma de elitismo espiritual. Que quede claro que este fenómeno es transversal a distintas sensibilidades del vivir cristiano y puede aparecer tanto en ambientes pasadistas como modernistas, dependiendo de cómo se absolutiza la forma litúrgica.
----------En las recientes cinco conferencias de Kwasniewski en tierras de España no son pocos los pasajes en los que se advierte hiperliturgismo. Señalo algunos: “Una vez que nos damos cuenta de que la Misa es ante todo una ofrenda a Dios para Su gloria -una ofrenda de Jesucristo y de nosotros mismos unidos a Él-, la pregunta que nos surgirá no es ‘¿qué puedo obtener yo de ella?’ (aunque podamos obtener mucho, y de hecho lo obtengamos), sino más bien ‘¿qué debo darle Yo a Dios, y cómo puedo dárselo de la mejor manera posible?’. Ordenar nuestra mente y nuestro corazón correctamente hacia Dios es la tarea más básica que tenemos como criaturas, y nos haremos daño a nosotros mismos si no lo hacemos o si lo hacemos de forma negligente” (c.1, p.1): al presentar la Misa como “la tarea más básica” y “el centro” de nuestra vida espiritual, cae en un liturgicismo que corre el riesgo de absolutizar el culto sacramental y menospreciar otras dimensiones esenciales del seguimiento de Cristo, como la evangelización, la caridad práctica y la comunión fraterna.
----------“Así, la Misa es ante todo ofrecerle al Dios trino, en el sacrificio de Cristo, el culto religioso que Le debemos; y se lo ofrecemos por Él mismo, porque Él es digno de ello. La Misa no es ante todo un banquete. Ciertamente, igual que los sacerdotes de la antigua alianza podían participar de la carne de los sacrificios ofrecidos a Dios, también en la nueva alianza la Misa es el sacrificio de una víctima ofrecida a Dios, del cual pueden participar los bautizados en el sacerdocio de Cristo” (c.1, p.1): al usar la expresión "ante todo", el conferencista se mantiene en la ortodoxia, pues ciertamente la Misa es ante todo el sacrificio de Cristo renovado de modo incruento, y sólo por eso banquete anticipo del banquete celestial. Sin embargo, si se atiende al contexto, a los énfasis expresivos y a la insistencia, se advierte una velada y sutil negación de hecho del carácter convivial de la Misa, negando su dimensión de banquete pascual y espacio de comunión fraterna, que puede desembocar en una visión excesivamente clerical y ritualista, donde la Eucaristía deja de ser también fuente de comunidad y misión para convertirse en un acto casi autosuficiente.
----------Nótese que en la segunda conferencia copia a carbón la misma frase de la primera ponencia: “Así, la Misa es ante todo ofrecerle al Dios trino, en el sacrificio de Cristo, el culto religioso que Le debemos; y se lo ofrecemos por Él mismo, porque Él es digno de ello. La misa no es ante todo un banquete” (c.2, p.1): al absolutizar de este modo la Misa como ofrecimiento sacrificial (que ciertamente lo es) pero tan por encima de su dimensión de comunión y banquete, se convierte el rito eucarístico en un fin en sí mismo, corriendo el riesgo de reducir la vida cristiana a un strictu sensu litúrgico y descuidar la llamada a la misión, a la caridad y a la fraternidad eclesial, que es lo que de hecho se acaba por advertir en algunas comunidades afectadas del vicio del hiperliturgismo. “Parte de esta ‘densidad’ de la Misa tradicional es el número de acciones simbólicas y objetos que se emplean en su celebración. El sacerdote lleva más vestimentas… En comparación con la Misa moderna, más oraciones, más gestos … hay más elementos que llaman nuestra atención…” (c.2, p.2): dejando de lado aquí el repetido artilugio retórico de Kwasniewski de llamar "tradicional" sólo a la Misa "moderna", es decir, la tridentina, y de llamar "moderna" a la actual Misa, que de hecho es también "tradicional" y menos "moderna" que la tridentina, este énfasis en la acumulación de ornamentos, rituales y “prompts” litúrgicos, tiende a convertir el ceremonial en el eje de la experiencia de fe, antes que la Palabra, los Sacramentos y la comunión fraterna, generando un clericalismo ritualista que puede atrapar la devoción en meros signos externos.
----------“Para que la liturgia sea mariana, para que nos transforme en imagen de María, no debe estar sujeta a la voluntad del celebrante. La liturgia no puede estar llena de opciones, variaciones, adaptaciones, expresiones campechanas, comentarios espontáneos o improvisaciones. Como dijo Joseph Ratzinger: ‘La grandeza de la liturgia radica en su falta de espontaneidad’” (c.3, p.2): absolutizar la “falta de espontaneidad” y prohibir toda flexibilidad en la celebración reduce la liturgia a un ritual rígido que obra por sí mismo, cuando en verdad es signo y medio de comunión: debe permitir también la participación activa, creativa y viva del Pueblo de Dios, sin caer en un clericalismo litúrgico que sacralice los gestos por encima del Misterio. “Es la inflexibilidad de las formas litúrgicas tradicionales lo que les da su indomable poder para moldearnos, cambiarnos, ser nuestro punto de referencia fijo, ser la roca en la que se puede afianzar el ancla de nuestros corazones inquietos. Nosotros, que somos tan inestables y estamos atrapados en nuestras emociones cambiantes y nuestros pensamientos pobres, necesitamos una base inmutable de oración rica y resonante con la piedad y la sabiduría acumuladas a lo largo de los siglos” (c.3, p.3): al presentar la liturgia como “la roca” que todo lo sostiene, se corre el riesgo de ubicarla como el centro único de la vida cristiana, relegando la misión, la caridad y la comunión fraterna a meros accesorios. La Iglesia enseña que la Misa es culmen y fuente de la vida eclesial, pero no debe absolutizarse en detrimento de las demás obras del Evangelio.
----------“Todo esto tiene importantes implicaciones también para la vida familiar. A medida que un niño crece en el seno de la familia, sus padres tienen la grave obligación de educarlo y formarlo en el amor por lo bello, leyéndole buenos cuentos, poniendo buena música, colocando en su entorno obras de arte buenas, creando juntos arte y música, brindándole poemas para que los memorice y, como colofón, asistiendo a una liturgia que sea bella sensiblemente” (c.4, p.5): al convertir el cultivo de lo bello en la “grave obligación” central de la vida familiar, se corre el riesgo de absolutizar la estética sacramental, relegando la formación en la fe, la caridad y la comunión fraterna a un plano secundario y reduciendo toda vida cristiana a un mero acompañamiento artístico de la liturgia. “Como dice Roy Peachey: ‘La derogación de la belleza no es simplemente un error estético: crea una profunda herida en la civilización, una herida que no se puede curar fácilmente. Cuando la sociedad ignora, desestima la belleza, se aleja de la realidad misma’” (c.4, p.6): presentar la belleza como mensajero supremo y equiparar su pérdida con un alejamiento de “la realidad misma” sobredimensiona la función estética de la liturgia, desplazando otras dimensiones esenciales -la Palabra, los sacramentos, la misión- y fomentando un liturgicismo que sacrifica el anuncio evangélico y la comunión eclesial en favor de la mera sensibilización artística.
----------“Por esta razón, celebrar la liturgia de una manera que se muestre menos cortesana, menos regia, menos hierática, menos espléndida, es hacerla parecer lo que no es: es hacerla menos veraz, menos celestial, menos real. Celebrada de este modo, se engaña al Pueblo de Dios, que se aleja aún más del encuentro con el Dios verdadero” (c.5, p.4): este pasaje absolutiza la forma “espléndida” de la liturgia como única expresión de verdad y acercamiento a Dios, dejando de lado que el verdadero fin del culto no es la fastuosidad ritual, sino la comunión con Cristo y el servicio a los hermanos. “Una dedicación tan inequívoca a la liturgia sagrada no anula, por supuesto, la necesidad de la oración personal, las obras de caridad fuera de las puertas de la iglesia o los enérgicos esfuerzos de evangelización. Pero tampoco estas cosas pueden sustituir jamás a la liturgia, que sirve como su fin último y de la que derivan su significado” (c.5, p.10): aquí se sitúa la liturgia en un polo absoluto, impidiendo que la oración personal, la caridad y la misión evangelizadora posean un valor autónomo. Sin embargo, la renovación litúrgica conciliar insiste en que la liturgia es “fuente y cumbre”, pero siempre en íntima relación con la fe puesta en obra fuera del templo.
----------En suma, se advierte un marcado contraste entre la exaltación de la liturgia en Kwasniewski y las directrices del Magisterio sobre disciplina litúrgica. El Concilio Vaticano II afirma que la liturgia es “fuente y cumbre de la vida de la Iglesia” (SC n.10), pero aclara que no agota toda la acción eclesial y ha de impulsar la misión evangelizadora y la caridad (SC n.14). Además, el Concilio promueve una “noble sencillez” en los ritos, advirtiendo contra “puros espectáculos” que puedan desconcertar a los fieles (SC n.34).
----------El constante recurso de Kwasniewski en recordar que la Misa es "ante todo" el sacrificio de Cristo renovado incruentamente en el altar, y sólo secundariamente un banquete de koinonía sinodal, afirmación que es en línea de principio correcta en su formulación, sin embargo, por su repetición, por el énfasis que se pone en ella, por los adjetivos con que se la adorna, y por el contexto general del discurso en que se la integra, da la impresión de ser una velada pero sutil insinuación al auditorio de que lo verdaderamente esencial en la vida cristiana es la liturgia, y que todo lo demás, la misión, la caridad y la comunión fraterna, son "secundarios" en el sentido de "optionals", meros accesorios, que podrían estar o no estar en la vida del cristiano.
----------En cambio, el Magisterio reciente profundiza las orientaciones del Concilio: Redemptionis sacramentum denuncia los abusos litúrgicos y advierte contra la “superabundancia de signos” que empañan el misterio celebrado (RS n.4). Summorum pontificum insiste en que las formas ordinaria y extraordinaria del rito romano “se enriquezcan mutuamente”, sin convertirse en reductos aislados (SP n.2). Traditionis custodes encomienda a los Obispos la tarea de corregir los “abusos” y el salvaguardar la unidad litúrgica en sus diócesis (TC n.3). Desiderio desideravi alerta contra todo “ritualismo” que subordine la comunión eclesial a un afán puramente estético o formal (DD nn.16–17). La Instrucción General del Misal Romano prescribe una armonía de signos que favorezca la participación activa y no el exhibicionismo ritual (IGMR n.40).
----------En suma, mientras Kwasniewski exalta la liturgia como fin absoluto, el Magisterio actual la sitúa como fuente y cumbre entre otras realidades eclesiales, mandando equilibrar forma, participación, misión y caridad.
   
5. En las fronteras de la desobediencia a la disciplina litúrgica
   
----------El quinto punto problemático que advierto en las conferencias de Peter Kwasniewski en España es el más grave de todos, pero curiosamente el que menos se puede lograr anclar en pasajes explícitos de sus ponencias. Para decirlo en una sola frase, se trata de la cuestión de saber discernir en qué lado de la frontera entre persuasión y desobediencia se ubica el discurso del publicista norteamericano.
----------En el panorama actual de la liturgia católica, el profesor Kwasniewski se presenta como un defensor apasionado de la "forma extraordinaria" del rito romano. A partir de sus cinco conferencias en España se plantea la cuestión acerca de si su discurso promueve o no una actitud de desobediencia a la normativa litúrgica vigente. Para intentar responder, invito al lector a seguir el hilo de una serie de preguntas con las cuales articularemos un análisis detallado que recorre desde la ausencia de una expresa invitación al desacato hasta las consecuencias prácticas en la vida de los fieles oyentes de estas ponencias.
----------Primera pregunta: ¿existe en estas conferencias un exhorto a desobedecer la disciplina litúrgica. La primera cuestión se centra en si Kwasniewski, con su defensa del vetus ordo, llega a invitar explícitamente a la desobediencia. En sus conferencias no encontramos jamás una frase como “salten la normativa y celebren con el Misal de 1962 aunque esté prohibido”. Su retórica se mantiene en el terreno de la persuasión estética y teológica. Kwasniewski enfatiza la belleza, el silencio y el sentido de lo sagrado que, a su juicio, se han perdido en el Novus Ordo. Sin embargo, nunca emite un mandato directo que contradiga las leyes y decretos eclesiales. Esto lo distancia de un instigador formal de insubordinación.
----------Segunda pregunta: ¿se advierte en las conferencias de Kwasniewski en España algún tipo de inducción o impulso o invitación o exhortación a sus oyentes a preferir asistir al vetus ordo en lugar de al Novus Ordo Missae? Para responder a esta pregunta, al recordar todo lo que hemos examinado, sin duda encontramos elementos retóricos que rozan la desobediencia; puesto que aún sin un llamamiento expreso, su discurso despliega una serie de estrategias que sitúan al oyente en un punto límite. Menciono algunas de esas estrategias: Ensalzamiento sistemático del vetus ordo, pues en todas y cada una de las conferencias contrapone de manera reiterada los “frutos” espirituales del rito antiguo frente a las “fragilidades” del nuevo; y esa comparación constante ejerce una presión moral para preferir lo vetusto. Apelación a testimonios de autoridad: Kwasniewski cita a santos, Papas y teólogos tradicionalistas para legitimar la forma extraordinaria, y el argumento de autoridad sugiere que quien no adopte el vetus ordo incurre en una deficiencia de fidelidad. Narrativa de pérdida y urgencia, pues tienegran protagonismo la idea de que el Novus Ordo Missae ha despojado a la Iglesia de su misterio y sacralidad. Esa percepción de “agresión litúrgica” impulsa a los oyentes a buscar refugio en la forma antigua sin cuestionar su licitud.
----------Tercera pregunta: esta tercera pregunta que nos hacemos tiene resonancias más amplias, y remite a cuestiones teologico-morales que tienen que ver con los temas de la hipocresía, del fariseísmo y, en general de la auténtica vida eclesial del católico. Pues bien, esta tercera pregunta podríamos formularla en los términos de: ¿cuáles son los límites y fronteras de la desobediencia?
----------Aunque el discurso de Kwasniewski no es directamente insubordinador, traza fronteras difusas, y las señalo: Clima de urgencia moral: la insistencia en el declive espiritual crea en el oyente la sensación de una emergencia que justifica la acción autónoma. Delegación de la decisión al fiel: el conferencista emplea fórmulas como “ustedes sabrán discernir” o “sientan la llamada”. Esta estrategia transfiere la responsabilidad de la licitud al oyente. Ambigüedad calculada sobre permisos: no especifica dónde y cuándo el vetus ordo es legítimo, lo cual deja un espacio amplio para que cada fiel indague por su cuenta sin verificar la autorización eclesial. Tensión entre estética y obediencia: el peso estético y antropológico del rito antiguo se convierte en un factor decisivo que entra en conflicto con el imperativo de obediencia litúrgica.
----------Cuarta pregunta: ¿cuáles son, entonces, las consecuencias prácticas en la comunidad? A esta última pregunta de nuestro hilo discursivo, la respuesta es fácil e incluso aparece obvia. La retórica limítrofe de Kwasniewski no queda en el plano teórico; acarrea efectos reales: Búsqueda informal de celebraciones extraordinarias con el vetus ordo: los grupos de fieles contactan a comunidades tradicionalistas sin confirmar el respaldo diocesano. Tensiones con la autoridad local: Obispos y presbíteros perciben presiones de fieles que consideran ilegítimo el Novus Ordo y exigen misas "vetusordianas". Redes paralelas: se multiplican las celebraciones marginales, organizadas al margen de la estructura oficial, erosionando la unidad litúrgica y sobre todo la comunión eclesial. Dilemas de conciencia: algunos creyentes viven en conflicto interno, cuestionando si su preferencia estética justifica la desobediencia o pone en riesgo su comunión eclesial.
----------En definitiva, Kwasniewski no ofrece un manual de insubordinación litúrgica, pero su defensa apasionada del rito preconciliar traza un entorno moral que empuja a muchos fieles hacia la desobediencia de facto. La sutileza de su invitación reside en la tensión que crea entre el afecto por lo antiguo y la fidelidad a las normas vigentes. Entre persuasión y mandato, su discurso se ubica en una frontera estrecha donde cada oyente asume la iniciativa, a menudo sin detenerse a verificar la licitud de sus actos. Esa dimensión velada convierte su contribución en un fenómeno relevante para entender los desafíos de la unidad litúrgica en la Iglesia hoy.
   
Conclusiones finales
   
----------Llegados al momento de concluir este artículo, es útil recordar el punto de partida: una lectura minuciosa de las cinco conferencias de Peter Kwasniewski en España. A partir del análisis realizado, invito al lector a formular dudas u objeciones con pleno conocimiento de causa.
----------Durante el examen de las ponencias de Kwasniewski, hemos identificado cinco ámbitos de controversia: 1. Apego exclusivista al vetus ordo y menoscabo del Novus Ordo Missae. 2. Perfil de soberbia y auto-referencialidad que implica rasgos gnósticos. 3. Esteticismo litúrgico, con una valoración de la belleza por encima de lo doctrinal o pastoral. 4. Hiperliturgismo, al considerar la liturgia como fin exclusivo de la vida eclesial. 4. Desobediencia a la disciplina litúrgica, al fomentar el uso exclusivo del rito antiguo sin autorización.
----------Más allá de cada punto aislado, estas actitudes confluyen en una visión del rito antiguo como reducto de “pureza” y “autenticidad” que, en la práctica, fractura la comunión eclesial y subordina la fe a una forma ritual.
----------Una objeción que podría surgir a la vista de los cinco puntos problemáticos detectados es: ¿estas cinco limitaciones son reales o fruto de un prejuicio? Al revisar detenidamente cada conferencia, comprobamos que estos puntos se repiten y se articulan coherentemente a lo largo de todo el discurso de Kwasniewski. No se trata de frases aisladas, sino de un patrón intencional y sistemático que emerge en sus textos.
----------Volviendo aunque sea telegráficamente al análisis realizado, hemos detectado: 1. Exclusivismo ritual: denigración constante del Novus Ordo y llamado a “volver sólo al rito antiguo”. 2. Gnosticismo: dualismo materia/espíritu, visión de un conocimiento sacramental reservado y soberbia auto-referencialidad. 3. Esteticismo: la belleza y lo sensorial como criterio principal de eficacia litúrgica. 4. Hiperliturgismo: reducción de la misión eclesial a un culto permanente. 5. Llamados velados y sutiles a la desobediencia: exhortaciones explícitas e implícitas a celebrar únicamente según el vetus ordo.
----------La franca y honesta conclusión es que todas esas limitaciones están plenamente respaldadas por el discurso y ancladas en el texto de las conferencias. No responden a prejuicios de mi parte, sino a un patrón de discurso que Kwasniewski ha construido de forma intencionada y sistemática. Reconocerlo no es un ejercicio de suspicacia injustificada, sino un análisis textualmente fundado.
----------Naturalmente, todo lo que hasta aquí hemos reflexionado acerca de estos puntos problemáticos en las conferencias de Kwasniewski no carece de serias implicaciones eclesiales y disciplinarias. El impacto de esta ideología litúrgica en la comunión y misión de la Iglesia, es de gravedad manifiesta. 1. La comunión eclesial resulta fracturada al situar al Novus Ordo fuera del “corazón de la Iglesia”. 2. La autoridad es cuestionada: las exhortaciones directas e implícitas a eludir la normatividad de Traditionis custodes y a ignorar la competencia episcopal rompen el principio de obediencia jerárquica y obran contra la disciplina de la lex orandi. En suma se trata de un claro desafío a la autoridad diocesana y a la Santa Sede, vulnerando la única lex orandi ecclesiae establecida. 3. Creo que lo más grave es que la misión es marginada: al convertir la liturgia en eje exclusivo, se disminuye el impulso evangelizador, la acción social y el testimonio caritativo que manifiestan el rostro de Cristo vivo en el mundo.
----------Una pregunta más, antes de poner el punto final a nuestro artículo. ¿Puede considerarse un modelo auténticamente católico el testimonio de alguien que, como Peter Kwasniewski, declara lealtad al Magisterio y reconoce la validez del Novus Ordo Missae, pero en la práctica los rechaza? Mi evaluación es que no. La auténtica catolicidad no admite una división entre palabra y acción; exige vivir la comunión eclesial de modo coherente y obediente al Papa y a los Obispos en unión con él.
----------Se advierte en el profesor Kwasniewski la aceptación verbal de la actual disciplina litúrgica coexistiendo con el rechazo práctico: el compositor estadounidense profesa fidelidad al Magisterio y al Novus Ordo, pero impulsa a sus oyentes a ignorar sus normas y a preferir exclusivamente aquella forma del Rito Romano expresada en el superado Misal de 1962. Esta brecha entre lo que se enuncia y lo que se practica constituye una hipocresía retórica que erosiona la credibilidad de su pretensión de catolicidad.
----------Se notan tres dimensiones de esa hipocresía litúrgica: 1. Desobediencia manifiesta a Traditionis custodes, aún proclamando lealtad. 2. Exclusivismo litúrgico del Misal de 1962 que niega la complementariedad entre aquellas dos "formas" de la Misa establecidas por Summorum pontificum, pese a afirmar defenderlas. 3. Fractura de la comunión eclesial mientras se elogia la unidad de palabra.  
----------El efecto sobre la comunión eclesial es notorio. Esta marcada hipocresía -profesar obediencia al Magisterio y al mismo tiempo alentar el desacato- revela el corazón de la fractura eclesial que Kwasniewski provoca. La franca comunión católica no es compatible con un doble discurso.
----------En conclusión: la duplicidad entre la fidelidad declarada y la desobediencia practicada impide reconocer a Peter Kwasniewski como auténticamente católico (esto sea dicho, salvada su buena fe, que remitimos al juicio de Dios, ámbito en el que no puedo ni debo inmiscuirme). Su postura litúrgica, más que fomentar la unidad en la diversidad legítima de formas, resquebraja la comunión de la Iglesia.
----------Un verdadero amor a la riqueza de la tradición católica no se evidencia en el rechazo de una forma litúrgica ni en la exaltación excluyente de otra, sino en la capacidad de acoger la diversidad del rito romano como reflejo de la unidad de la fe. La liturgia, de hecho, es fuente fértil de comunión y misión: su autenticidad se mide en la caridad concreta que brota del templo hacia los hermanos y los alejados.
----------Recuperemos el asombro litúrgico sin caer en pasadismos que rompan vínculos; celebremos con belleza y rigurosidad, sin olvidar que la verdadera renovación se construye en la comunión, la obediencia y el servicio. Con este horizonte, la Iglesia seguirá ofreciendo al mundo el misterio vivo del Cuerpo de Cristo, en todas sus expresiones litúrgicas y en el corazón de cada creyente.
----------La liturgia es expresión fiel y viva de la fe y signo de unidad en la Iglesia. Cualquier aproximación que instrumentalice la forma de celebrar para generar exclusividad o ruptura jerárquica no puede sino debilitar el testimonio común de los fieles. En este sentido, la plena obediencia disciplinar y el enriquecimiento del Novus Ordo Missae con las formas antiguas del rito romano constituye el camino más fiel a la tradición apostólica y a la voluntad de comunión que brota del Concilio Vaticano II y de los sucesores de Pedro.
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 3 de agosto de 2025

10 comentarios:

  1. Querido Padre Filemón,
    como su permanente discípulo y cotidiano seguidor en el blog, le agradezco de corazón este estudio tan lúcido y valiente. Su equilibrio entre fidelidad al Magisterio y caridad pastoral ilumina con hondura nuestra comprensión de la liturgia, y me anima a seguir profundizando en la tradición con renovado entusiasmo.

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    1. Una caridad pastoral bárbara, dice que Kwasniesky no es católico. Qué sinverguenzas

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    2. Sergio Villaflores10 de agosto de 2025, 4:01

      Ernesto: concuerdo contido.

      Anónimo: Quisiera aclarar que el artículo en cuestión no afirma que el señor Kwasniewski no sea católico, sino que señala que su testimonio público de fe no es católico en cuanto se sitúa fuera de la comunión eclesial que reconoce al Papa como supremo Maestro de la Fe, Pastor universal y Supremo Liturgo de la Iglesia, junto con los Obispos en comunión con él. A mi criterio, la FSSPX podría invitar tranquilamente a dar sus conferencias al señor Kwasnieski, porque sus ideas no difieren en nada de las de los lefebvrianos, que sabemos que no son católicos, sino cismáticos y sospechosos de herejías.
      En cambio, sus escritos parecen arrogarse la potestad de juzgar por encima del Papa, lo cual contradice el orden querido por Cristo para su Iglesia.
      La verdadera caridad pastoral consiste también en decir con misericordia al hermano que se equivoca, que efectivamente está equivocado; callar ante el error no sería amor, sino indiferencia.
      Por último, no olvidemos que quien establece las condiciones para ser católico, o sea estar en plena comunión con la Iglesia Católica es el Papa, no cualquier autor o comentarista, por muy erudito que sea.
      Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    3. Anónimo: "sinvergüenzas" son los que quieren ser católicos a su manera, y se llaman "católicos" sin ser en realidad católicos. Los católicos tenemos al Papa como Maestro, Vicario de Cristo, y como Pastor, a quien obedecemos, y a nuestro Obispo diocesano. Los que quieren vivir su fe de la manera que se les antoja, en contra del Papa, no son católicos, por más que se quieran llamar así.

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    4. Querido Ernesto,
      te agradezco sinceramente tus palabras y, sobre todo, la perseverancia con que sigues estas reflexiones. Deseo que encuentres en ellas un aliento para amar más la liturgia y ahondar en la tradición viva de la Iglesia, lo cual es, para mí, motivo de alegría y responsabilidad. Como sabes, la fidelidad al Magisterio y la caridad pastoral no son metas opuestas, sino dos luces que, juntas, guían nuestro servicio y nuestra oración. Sigamos, pues, aprendiendo de la liturgia como de una escuela siempre abierta, en la que Cristo mismo es Maestro y alimento.

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    5. Estimado Anónimo,
      le agradezco que participe y exprese su parecer. Permítame sin embargo aclarar que en el artículo no he emitido juicio sobre la pertenencia eclesial de ninguna persona, sino que he analizado ideas y afirmaciones a la luz de la doctrina y de la disciplina litúrgica de la Iglesia.
      La “caridad pastoral” no excluye la firmeza en la exposición de la verdad, pero tampoco se identifica con ataques personales.
      Por eso le invito a que, si encuentra alguna expresión que considere imprecisa, la señalemos y la revisemos juntos, de modo que el diálogo siga siendo esclarecedor para todos.

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    6. Estimado Sergio,
      gracias por intervenir con la voluntad de precisar el sentido del artículo y de recordar el lugar singular del Papa en la comunión eclesial. Coincido en que la verdadera caridad pastoral incluye corregir con misericordia, y que no es amor dejar pasar el error como si fuera irrelevante.
      Permítame, sin embargo, matizar dos puntos para que el intercambio siga siendo provechoso:
      1. Por cuanto respecta a las personas y las ideas: podemos —y a veces debemos— mostrar que ciertas afirmaciones no son coherentes con la fe católica vivida en comunión con el Romano Pontífice y los obispos. Pero conviene reservar las calificaciones personales (“no católico”, “cismático”) a quienes tienen la autoridad competente y los datos para declararlas, y más bien centrarnos nosotros en el discernimiento de las proposiciones, no de las conciencias.
      2. Por cuanto respecta a la finalidad del diálogo: el señalamiento de lo que contradice el orden querido por Cristo debe ir siempre acompañado de la invitación a volver a él. Así, quien lee no siente que se le cierran las puertas, sino que se le indica con claridad la entrada.
      Gracias de nuevo por su aporte; si cuidamos juntos estos matices, lograremos que la firmeza en la doctrina y la caridad en el trato se den la mano.

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    7. Estimado Dino,
      gracias por subrayar la importancia de la obediencia al Papa y a nuestro obispo, que es nota esencial de la comunión católica. Ese recordatorio es valioso en un tiempo en que, a veces, se quiere vivir la fe al margen de quienes Cristo ha puesto como pastores.
      No obstante, para que nuestra corrección sea eficaz y verdaderamente fraterna, conviene expresar con claridad qué aspectos concretos de una enseñanza o postura se oponen a la comunión, y dejar a la autoridad competente el juicio definitivo sobre las personas. Así evitamos que quien nos lee perciba nuestra intervención como un cierre o una etiqueta, y en cambio vea en ella una invitación a volver a la plena unidad.
      Sigamos procurando que la firmeza en lo esencial y la mansedumbre en el trato se acompañen mutuamente, como lo pide el mismo Apóstol: “La verdad en la caridad” (Ef 4,15).

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  2. Muchos de los teólogos de este foro frecuentemente opinan sobre quién es miembro de la Iglesia o no, sobre las posibilidades de salvación eterna de cada uno de los enemigos, etc. Hasta Filemón a veces los censura porque son demasiado celantes.
    El Concilio Vaticano II propone la Iglesia como Communio, no tanto una cuestión jurídica. Eso hizo que los tratados De Ecclesia cambiaran su impostación.
    Para que alguien esté fuera de la Iglesia, la misma Iglesia debe así declararlo. Es cierto que la Iglesia tal vez no se entere si en Villa Carlos Paz alguien dijo una herejía. Pero para poder decirle a alguien hereje material habrá que indicar con precisión cuál fue la herejía que pronunció.
    Todo eso fue denunciado por Jesús en Mt. 7, 1-5.
    Viva la diversidad y el poliedro que proclamaba Francisco. La Iglesia es para todos y todos contribuyen.
    Abrazo a todos en Cristo que no excluye a nadie.

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    1. Estimado Anónimo,
      respondo a su intervención siguiendo con orden los puntos que usted aborda. En primer lugar, ¿cómo se establece quién pertenece a la Iglesia y quién no pertenece a ella? Existen varios criterios.
      Según un primer criterio se trata de ver si el sujeto bajo examen acepta toda la doctrina de la Iglesia. Si no lo hace, al menos exteriormente, demuestra que no pertenece a la Iglesia.
      El segundo criterio se añade al anterior, que no es el criterio decisivo, porque uno puede pertenecer a la Iglesia sin saberlo. En este campo el juicio está reservado a Dios. Y éste es el criterio decisivo.
      Y luego existe un tercer criterio, que es dado por la autoridad de la Iglesia, la cual, cuando lo juzga oportuno o necesario, excomulga a algún fiel que demuestre no estar en comunión con la Iglesia. Pero aquí la Iglesia no es infalible, porque puede excomulgar a quien no lo merece y puede evitar excomulgar a quien merecería ser excomulgado.
      Por cuanto respecta a la "posibilidad de salvación eterna de cada uno de los enemigos", no es necesario que se pronuncien los teólogos, porque ya se ha pronunciado la Iglesia y querríamos decir Cristo mismo, cuando nos recuerda que todo pecador tiene la posibilidad de arrepentirse.
      Estoy de acuerdo en reconocer que para afirmar que alguien es materialmente herético hay que contestarle con precisión cuáles son las proposiciones heréticas en las cuales ha caído.
      Por cuanto respecta al pasaje de Mateo, Jesús nos advierte contra la hipocresía de querer parecer ortodoxos haciendo que el hermano de fe haga la figura del hereje, cuando el primer hereje es él.
      Nadie cuestiona el valor de la diversidad y del pluralismo en la Iglesia, siempre que esta diversidad y este pluralismo no se conviertan en un pretexto para sustraerse a la aceptación de aquellas verdades, creyendo solo en las cuales uno puede pertenecer a la Iglesia.
      Es verdad que Cristo no excluye a nadie de la salvación, pero siempre y cuando éste permita a Cristo salvarlo obedeciendo sus mandamientos y aceptando la doctrina de la Iglesia.

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