lunes, 11 de agosto de 2025

El buenismo es una herejía (2/2)

El buenismo proclama un avance moral sin frenos, donde el mal queda siempre derrotado. Cada acción, pensamiento o palabra se interpreta bajo la suposición de una buena intención inquebrantable. Se confunde la esencia humana, previa a toda elección, con la gracia, cuando ésta es un don gratuito de Dios. Así, se niega la realidad del pecado y se cercena la necesidad del arrepentimiento. [En la imagen: "Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, El Challao, Mendoza", acuarela sobre papel, colección privada].

El buenismo es una mala interpretación del Concilio
   
----------El Concilio, en efecto, ha querido remediar un estilo de excesiva severidad de la Iglesia tanto hacia sus hijos como hacia sus errores y hacia los no-católicos. Con esto, el Vaticano II no ha pretendido en absoluto condenar la severidad como tal, ni imponer a la Iglesia que dejara de usar la severidad, ni negar que Dios, cuando, como y donde crea oportuno, pueda ser o haya sido de hecho severo con los hombres.
----------Queda el hecho de que en sus pronunciamientos pastorales —es decir, al establecer las normas de conducta de los pastores y de los fieles hacia los excomulgados, los errantes, los cismáticos, los herejes, los pecadores, los no-católicos, los no creyentes y los enemigos de la Iglesia— el Concilio, de manera realmente útil y providencial, recomienda buscar y resaltar los aspectos positivos y los puntos de convergencia o posibles acuerdos, y subraya el deber de la benevolencia hacia todos, de la cortesía, de la mansedumbre, de la misericordia, de la comprensión, de la tolerancia y de la apertura al diálogo.
----------El Concilio Vaticano II, ciertamente, no deja de condenar ciertos errores modernos como es el caso por ejemplo del antropocentrismo, el subjetivismo, el secularismo, el laicismo, el indiferentismo, el liberalismo, el laxismo moral, el ateísmo, el materialismo. Pero lo hace en tono genérico, sin dar nombres o precisiones, como una red con mallas tan grandes, que pueden escapar incluso los peces grandes.
----------No así habían hecho hasta entonces los veinte Concilios Ecuménicos precedentes, testigos de la secular sabiduría pastoral de la Iglesia, sino que siempre habían tenido cuidado de precisar los nombres de los errantes y las características del error, precisamente con la intención de proporcionar a pastores y fieles indicaciones claras y unívocas. Así el buen médico no se limita a decir al paciente que tiene un cáncer, sino que le precisa cuál y dónde, con el fin de darle una cura específica.
----------En cambio, las condenas del Vaticano II en su genericidad y abstracción, dan la posibilidad a los astutos de una escapatoria y decir: “yo no tengo nada que ver, no entro en esa condena”. Añádase el hecho de que, en el clima de ilusoria confianza y euforia del postconcilio, casi hubiesen desaparecido las consecuencias del pecado original, el episcopado no intervino para hacer su deber, deber ingrato pero sublime, del padre que corrige al hijo y el juego o mejor la tragedia, ha sido hecha. Y ahora nos encontramos como nos encontramos.
----------El Concilio, que por una parte ha invadido con el lenguaje “pastoral” también argumentos y ámbitos de discurso que se habrían debido tratar con lenguaje filosófico, dogmático o jurídico, luego ha carecido de pastoralidad al faltar en indicar con precisión las enfermedades y las curas. Esto, sin embargo, debe ser dicho alabando al Concilio por sus aperturas doctrinales y el desarrollo de la Tradición, donde, por lo demás, la Iglesia es infalible. Pero en las directivas pastorales un Concilio se puede equivocar, tanto que deba ser corregido por un siguiente Concilio, como demuestran los hechos de la historia.
----------Sin embargo, como todos sabemos, la historia procede con movimientos pendulares. Para remediar un extremo, se cae en el otro extremo. Así ha sucedido con el Concilio: para hacer olvidar las hogueras medievales no se habla nunca de herejía. Para hacer olvidar las guerras de religión, se piensa en resolver todo con los abrazos y un tranquilo y cortés diálogo de salón o sala de conferencias.
----------De los luteranos se reconocen los méritos, pero no se recuerdan los errores. Lutero no es herético, sino un “Reformador”. De los judíos se reconocen y se deploran (¡justamente!) los sufrimientos seculares, pero no se habla nunca de su hostilidad hacia Cristo; de los musulmanes se reconoce que adoran a un único Dios, pero no se dice que para ellos la Santísima Trinidad es una idolatría.
----------El Concilio enseña correctamente que el mundo en sí mismo es bueno y creado por Dios y con él debemos colaborar; pero no se dice que el mundo, en cuanto está bajo el signo de Satanás, debe ser evitado, huido, combatido y vencido. La humanidad es ingenuamente presentada como enteramente sedienta de verdad, de justicia y de Dios. Parece que todos estén dispuestos a escuchar el Evangelio. Parece que el único problema sea el de presentarlo en un lenguaje comprensible, atractivo, adecuado y moderno.
----------A algunos les ha surgido el pensamiento de que las condenas del pasado ya no valen o que los Concilios del pasado se hayan equivocado al pronunciarlas o que hoy nosotros ya no seamos capaces de entender lo que ellos querían decir. Apenas diez años antes del inicio del Concilio, Pío XII había publicado la Humani Generis, en la cual se condenaban muchos errores surgidos en la Iglesia. Pero los errantes estaban muy lejos de haberse corregido. Esto se hizo evidente en el período del postconcilio. Pues bien, el Concilio no dice ni una palabra de esos errores, y esos errores reaparecieron y hasta hoy no ha habido una nueva Humani Generis que los haya condenado. ¿Quizás Pío XII se había equivocado?
----------El Concilio ha ampliado hoy como nunca antes la visión de la Iglesia sobre el misterio de la divina misericordia, debido a que la Iglesia a lo largo de su historia aprende cada vez mejor los espacios de esta misericordia, la cual precisamente en la historia revela cada vez mejor a los hombres su insondable riqueza. Esto naturalmente no quiere decir justificar el buenismo, porque, así como existe un progreso en el conocimiento de la divina misericordia, así también existe un progreso en el conocimiento de la divina justicia.
   
Esencia del buenismo
   
----------La herejía del buenismo es una concepción herética de la bondad del hombre y, por consiguiente, de la bondad de su obrar moral. Es una herejía, es decir, una tesis contraria a la verdad de fe, en cuanto va en contra del concepto revelado o de fe de la bondad del hombre y de su actuar. De hecho, según la fe un hombre es bueno y se salva cuando está en gracia de Dios. Pero, siempre según la fe, no todos están en gracia y por lo tanto no todos se salvan. En cambio, la tesis herética sostiene que todos los hombres están en gracia, por lo cual todos son buenos y se salvan.
----------El buenismo es una falsa bondad. La actitud del buenista es aparentemente dulce y cortés, finge comprensión, liberalidad y misericordia, pero tiene “veneno de áspid bajo los labios” (Sal 140,4), y, como es un vil, apuñala por la espalda, carente del coraje de enfrentar al adversario a cara descubierta, detenido como está por la conciencia de no tener válidas razones para atacarlo, sino de estar movido sólo por la envidia.
----------La persona buena, en cambio, no teme reprochar a cara descubierta, porque sabe afrontar al adversario caballerosamente, con claridad y lealtad, según las reglas, con franqueza, segura y fuerte en su derecho, sabiendo tener la razón de su parte y, en caso de derrota, le queda la paz de su propia conciencia y de su criterio de haber cumplido con su deber.
----------El buenismo, por otra parte, no admite que todo hombre privado de la gracia nazca con una culpa heredada por generación de una pareja primitiva realmente existente en tiempos remotísimos, Adán y Eva, como narra el Génesis. Este relato es considerado por los buenistas, que sostienen el poligenismo, como un mito etiológico para explicar la existencia del pecado en el mundo. El bautismo, dicen ellos, no confiere la gracia, sino que es signo de la gracia ya existente.
----------Los caracteres de la herejía del buenismo son los siguientes. En primer lugar, todos están en gracia desde el nacimiento (“a priori”, “originariamente”, “ya desde siempre”), y tienen la experiencia inmediata de Dios (“experiencia trascendental atemática pre-conceptual originaria”). Todos aspiran o tienden (“autotrascendencia”) a Dios, incluso los ateos, tal vez sin saberlo (“cristianos anónimos”), y lo eligen irreflexivamente (“opción fundamental”) a nivel de experiencia originaria. Incluso quien parece ateo, en realidad es creyente.
----------Todos, por lo tanto, están en buena voluntad y tienen recta intención. Si existe el pecado, se lo comete sin saberlo o sin quererlo, convencidos de hacer el bien. El pecado es siempre y de todos modos perdonado. No existen hombres malos o condenados en el infierno.
----------Una bien manifiesta característica del buenismo es el misericordismo, por el cual la misericordia fagocita la justicia. Según el misericordismo, la Sagrada Biblia, cuando habla de “justicia” divina, siempre se refiere a la misericordia. El buenismo extiende indebidamente a toda la Escritura el significado de la justicia divina que ésta efectivamente tiene en Rm 3,21.
----------Otra característica del buenismo es el perdonismo, para el cual no existen pecados que no sean perdonados, incluso si el pecador no está arrepentido. El rechazo de perdonar es siempre pecado. Hago la observación, en cambio, que tal idea quita su razón de ser al poder de las llaves, al cual Jesús se refiere cuando habla de "pecados no remitidos" (Jn 20,23) o del "pecado contra el Espíritu Santo" (Mc 3,29).
----------Téngase presente que para el buenista el bien es real, mientras que el mal es sólo una apariencia. Todo es bueno, todo se resuelve en el bien, no en virtud de un "sacrificio redentor", sino por fuerza de la misma esencia de la realidad. Por lo tanto, el buenismo es un panteísmo implícito.
----------Sin embargo, el buenismo admite un Dios, en el cual existe también el mal, porque el buenista, con todo su énfasis sobre el bien, no sabe concebir un bien absoluto sin el mal.
----------Para el buenista, que en el fondo debemos decir claramente que es un hegeliano tal vez sin saberlo, no hay bien sin mal. Precisamente él, que niega la existencia del infierno, es en el fondo un espíritu envidioso y sospechoso, que termina por ver el mal donde no existe.
----------El mal, como está expresado en los textos del padre Pierre Teilhard de Chardin, es el precio de la evolución. Entra en la estructura de la realidad. El mal concurre dialécticamente al bien, y por lo tanto es bueno que haya mal. Como para el obispo Bruno Forte, también Dios sufre o, como dicen algunos, "está al lado del sufrimiento". Pero no para quitarlo, sino porque el sufrimiento es divino.
----------Existe un buenismo rousseauniano y un buenismo luterano. En el primero el hombre es bueno por naturaleza y es corrompido por la sociedad; en el segundo el hombre es corrupto por naturaleza y es inocente por gracia. El primero niega el pecado original; el segundo lo concibe como concupiscencia invencible. El primero exalta tanto la libertad hasta el punto de producir la anarquía; el segundo niega tanto el libre albedrío como para producir la dictadura. Al final ni en el uno ni en el otro, el hombre es absolutamente bueno: en el primero se salva porque obra el bien, mientras que para el segundo el hombre se salva sin las obras.
----------Existe un buenismo iluminista o progresista, para el cual el hoy es siempre mejor que el ayer. El bien avanza imparable; el mal retrocede inevitablemente. El bien nunca es vencido por el mal, sino que siempre vence al mal. Incluso aquellos que parecen malos, en realidad son buenos, si no conscientemente o “categorialmente”, al menos inconscientemente, “trascendentalmente” o de todos modos están en buena fe.
----------Cualquier hecho o acción o pensamiento o palabra deben siempre interpretarse en bien, benévolamente, por más que nos parezca lo contrario. Siempre es necesario suponer en sí mismos y en el otro la buena intención. Si lo que hace el otro no parece que sea un bien, en realidad es un bien para el otro y por lo tanto es un verdadero bien, porque no existen criterios conceptuales, abstractos, “categoriales” universales, fijos y objetivos para nuestro juicio. Como universal sólo está la experiencia trascendental, que todos poseen y no pueden no poseer, porque constituye la esencia del hombre.
----------En definitiva, la herejía del buenismo confunde aquello que en el hombre existe necesariamente en cuanto constitutivo de su ser, y que por lo tanto antecede a su elección y no puede ser objeto de elección, pues no puede faltar, es decir, la naturaleza con sus facultades, con aquello que, aunque necesario para la salvación, es sin embargo contingente, en cuanto pudiendo y debiendo ser objeto de elección, puede, en virtud del libre albedrío, tanto ser elegido como no ser elegido, ser acogido como ser rechazado, estar presente como estar ausente, puede faltar o puede no faltar, puede ser poseído y mantenido con la fidelidad, como ser perdido y destruido con el pecado, lo que es precisamente la gracia.
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 30 de julio de 2025

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