domingo, 30 de noviembre de 2025

El tiempo y lo eterno: la trampa del historicismo

¿Puede la metafísica reducirse al tiempo sin traicionar su vocación de eternidad? ¿No es idolatría pretender que el devenir histórico sustituya al Ser eterno? ¿Qué queda de la esperanza cristiana si el hombre se encierra en lo temporal y olvida lo eterno? ¿No será que, al absolutizar el tiempo, terminamos degradando la dignidad humana al nivel de las bestias? [En la imagen: fragmento de "La creación de los astros", uno de los famosos mosaicos normandos del siglo XII de la Catedral de Monreale, en Sicilia, Italia].

«O aeterna veritas, et vera caritas, et cara aeternitas!»
San Agustín, Confesiones, Libro VII, cap. 10
   
La metafísica fijada sobre el tiempo. El heraclitismo perenne
   
----------El cotidiano Avvenire del pasado 12 de octubre hospeda un artículo de Philippe Capelle-Dumont, del Institut Catholique de París, con el título Ser y tiempo. Repensar la metafísica. Las palabras de presentación suenan así: «la metafísica no busca ya certezas eternas y vuelve a interrogar constantemente el tiempo; no como simple marco del devenir, sino como desafío vivo y terreno común entre ser, revelación y relación». De ello, pues, resulta que el terreno común ya no es el ser, sino el tiempo. Todo en el tiempo, nada fuera del tiempo. Esto no es metafísica sino novelística.
----------«Entre fundamento y trascendencia el tiempo vuelve al centro del pensamiento metafísico». El centro no es el ser, sino el tiempo. «El tiempo funda, en un juego que obliga al humano de otro modo, antes de las determinaciones de la voluntad del hombre». El fundamento de la realidad no es el ser, sino el tiempo. Recordemos que el tiempo es relativo al evolucionar de la materia. Entonces, con ideas de este género, se llega a la conclusión de que la previsión del tiempo es ya metafísica.
----------«La metafísica de la alianza entiende el mundo, los hombres y lo divino sobre una base lingüística que, paradójicamente, trastorna toda conceptualización abstracta: una temporalidad primaria que denuncia toda teorización del tiempo». ¿Qué tiene que ver la alianza con la metafísica? La metafísica no trata de ninguna alianza. Este es un tema bíblico o social. Y no tiene ninguna base lingüística. Esta es la base de la comunicación humana y concierne a la gramática. ¿Y por qué jamás la metafísica debería «denunciar toda teorización del tiempo»? ¿Qué mal hay en teorizar sobre el tiempo? ¿Y por qué jamás la metafísica debería «trastornar toda conceptualización abstracta»? ¿Quiere destruir el concepto con el concepto?
----------Sin embargo, aquello que me parece más interesante entre todas estas extravagancias del artículo sub examine es la tesis según la cual la metafísica consistiría en «un homenaje al tiempo y un homenaje del tiempo». Ahora bien, respondo enseguida que la metafísica no tiene en absoluto como supremo interés el tiempo, sino que su foco principal de interés es el ser. En cuanto a la teología, ella para el articulista sería «ciencia de los fenómenos en cuanto revelados». Observo que existen sí algunos fenómenos que son objeto de revelación, como por ejemplo la humanidad de Cristo o la historia de Adán y Eva, pero pensar que la ciencia de los fenómenos en cuanto tal pueda ser teología, o sea un saber revelado, lleva como consecuencia lógica que, por ejemplo, nosotros sabríamos por divina revelación que el agua hierve a 100°.
----------Es además ridículo pensar que la metafísica no busque ya certezas eternas. Está, en cambio, precisamente en esta búsqueda la dignidad suprema de la metafísica entre todas las ciencias. Hacer girar la metafísica en torno al tiempo quiere decir no haber entendido nada de la metafísica, porque ella es la ciencia que mejor que ninguna otra nos enseña cómo trascender el tiempo para captar lo eterno, es decir, las eternas certezas, que conducen al hombre a la bienaventuranza, como dice san Agustín: «¡Oh eterna verdad! ¡Oh cara eternidad! ¡Oh verdadera caridad!».
----------La dignidad, el aprecio incomparable y la característica propios de la metafísica le vienen precisamente del hecho de que ella responde a la necesidad de lo eterno. Es insuprimible en el ánimo humano el deseo de una verdad, de una bondad, de una vida que no pasan, no mudan, no perecen, no envejecen, no se extinguen.
----------Ciertamente, todas las ciencias experimentales tienen que ver con el tiempo. Mientras que la lógica y la matemática prescinden del tiempo porque prescinden del devenir, pero no tocan lo eterno. Solo la metafísica apunta el ojo sobre lo eterno. ¿Y ahora sucede que nosotros querríamos poner el tiempo como objeto de la metafísica? ¿Pero a quién querríamos hacérselo tragar? La metafísica eleva la mirada de lo temporal a lo eterno, hasta el mismo ser subsistente, que es Dios mismo.
----------No se trata ciertamente de disolver el tiempo en lo eterno, de eternizar lo temporal o de concebir el tiempo como aparición de lo eterno, como hace Severino. El tiempo tiene una indudable dignidad ontológica que le es propia, pero en cuanto creado por lo eterno y ordenado a lo eterno. Si nosotros lo absolutizamos como si fuese Dios, nuestra sed de eternidad permanece insaciada y nuestra dignidad humana se destruye.
----------Aquello que distingue al espíritu humano del instinto animal está precisamente en el hecho de que mientras los intereses del animal están encerrados en lo temporal, los del hombre conciernen a lo eterno. No es que el hombre no tenga intereses temporales, se entiende. Pero el mérito del hombre, que lo eleva por encima de los animales, es el de saber ordenar el tiempo a lo eterno. El hombre que es esclavo del tiempo es aquel hombre carnal del cual habla San Pablo, que fracasa en realizar su destino eterno.
----------Nuestro Señor Jesucristo viene justamente a satisfacer esta profunda necesidad de eternidad del ánimo humano, el deseo de un bien incorruptible, de un amor indisoluble, de una vida inmortal, de una fidelidad indefectible, de un alimento perenne, de una seguridad inconmovible, de una habitación estable e indestructible, de un terreno sólido, de un refugio firme, de una riqueza duradera. Todo esto, en sustancia, no es otra cosa que el deseo de Dios, la misma Eternidad subsistente.
----------Si el destino del hombre se resuelve en el tiempo, ¿qué sentido tiene la propuesta cristiana de la vida eterna? Si todo pasa, ¿podremos aceptar a Cristo que nos dice que su palabra no pasa? ¿Es admisible que no digo un católico, sino una persona razonable prefiera el tiempo a la eternidad? ¿Son estas las cosas que se enseñan en el Instituto Católico de París? ¿Se prefiere a Heidegger antes que a Jesucristo?
----------No hay duda de que Dios es el creador del tiempo y de que el mismo destino escatológico del hombre no prescinde de una nueva temporalidad y de una nueva historia. Pero entre decir esto y hacer del tiempo el centro de todos los intereses del hombre media mucho, y se cae ciertamente en el error.
El tiempo no concierne en absoluto a la metafísica, que es ciencia del ente en cuanto ente, del todo por encima del tiempo e independiente del tiempo. La metafísica no rinde ningún homenaje al tiempo, sino a lo eterno. Si acaso, sí, recibe el homenaje del tiempo, así como el de las cosas materiales. Sin embargo, ella apunta al espíritu, que está conectado a lo eterno, por encima de la realidad material inmersa en el tiempo.
----------Si acaso un problema metafísico es el del nexo del tiempo con lo eterno y de la posibilidad de que lo eterno y el ser se manifiesten en el tiempo y en el hombre. Este quizá era el intento de Heidegger cuando escribió Ser y tiempo. Pero su intento fracasó porque Heidegger no fue capaz de trascender al hombre y al tiempo, reduciendo el ser al ser humano en su temporalidad (Dasein).
----------El tiempo no funda absolutamente nada, sino que él mismo se funda en el devenir de las sustancias materiales. Es el ser el que funda el tiempo, no porque sea lo eterno, como cree Severino, sino porque abstrae del tiempo, comprendiendo también al espíritu, que está por encima del tiempo.
----------El tiempo es un accidente de la sustancia material, la cual, con su evolucionar y devenir, comporta un antes y un después, que lo mide y lo mantiene en conexión con su pasado y con su futuro. Ciertamente el tiempo pertenece al horizonte del ser. Existe el ser temporal, pero, como he dicho, el ser en cuanto ser prescinde del tiempo. Este es objeto de la física experimental y de la filosófica.
----------El tiempo presupone el espacio, porque el tiempo es la sucesión medida según el antes y el después de segmentos iguales (minutos, horas, días, etc.) de duración del movimiento físico de los cuerpos en el espacio. El tiempo, por tanto, entra en el objeto de la física y no de la metafísica.
----------El tiempo supone un conjunto de actos psicológicos, que son los siguientes: la percepción del presente, la actividad de la memoria, el recuerdo, el presentimiento, la previsión, la espera, el cálculo, la medición. Y por esto el tiempo es objeto de la psicología.
----------El tiempo está conectado también con el obrar humano. Interesa a la moral. Nosotros obramos en el tiempo, obramos en un contexto temporal, aunque el acto del espíritu sea de por sí instantáneo y supratemporal y abstraiga del tiempo. En el obrar debemos saber calcular la circunstancia de tiempo. No se debe obrar fuera de tiempo o antes del tiempo o cuando la ocasión ha pasado. Existe un tiempo favorable para la salvación, como enseña San Pablo. Debemos saber obrar en el tiempo justo, estar a la altura de los tiempos, no quedar atrás respecto a los tiempos. Por esto el tiempo interesa a la conciencia moral.
----------Debemos ciertamente saber valorar y estimar el tiempo, tenerlo en cuenta, vivir en el tiempo, cuidar del tiempo, pero no hacerlo un ídolo, no hacerlo el absoluto. Dios es inmutable. Debemos saber superar el tiempo para captar lo eterno sin olvidar el tiempo. Cristo es la síntesis del tiempo y de lo eterno.
----------Debemos saber abstraer del tiempo para vivir en el tiempo. El tiempo es relativo a las necesidades del cuerpo, pero no basta para saciar las necesidades del espíritu. Si permanecemos cerrados en el tiempo, si no sabemos ver nada más allá del tiempo, si no sabemos trascender el tiempo para gustar los valores del espíritu, ofendemos nuestra infinita dignidad de personas, permanecemos prisioneros de nuestra animalidad y nos rebajamos al nivel de las bestias.
   
La cuestión del historicismo
   
----------Sabe verdaderamente estimar y respetar la historia no quien hace de ella la totalidad de lo real o la convierte en un ídolo como el historicismo, sino quien la ve y la vive como fundada en lo eterno y orientada a lo eterno. El tiempo, los personajes, los hechos y los eventos del pasado o del presente y el juicio sobre ellos son asunto de la historia, no de la metafísica.
----------Viceversa, quien no ve nada por encima de la historia, como el historicista, es precisamente aquel que no sabe apreciar el verdadero valor de la historia, la cual encuentra su sentido y significado propio en su relación con lo Eterno, es decir, con Dios.
----------El historicista confunde la verdad con lo verdadero. O sea, rechaza la verdad en nombre de lo verdadero. El historicismo tiene su iniciador en Gian Battista Vico (véase su famosa obra La ciencia nueva), con su famoso lema verum, ipsum factum. Vico consideraba que aquellas cosas que nosotros conocemos bien son las acciones que nosotros mismos o los otros realizan (factum), es decir, los eventos y los hechos de la historia. Este concepto fue desarrollado por Fichte, el cual, sobre la base del cogito cartesiano, le dio un sentido metafísico en el sentido de hacer coincidir el ser con el hacer o con el obrar (tun). Schelling reforzó la carga ontológica del principio de Fichte sosteniendo que el yo se pone a sí mismo por un acto de la voluntad. A completar la metafísica historicista llegó Hegel, para el cual, como es sabido, el Ser no es otra cosa que la autoposición libre del Espíritu que se mueve a sí mismo en la historia (el dominico Angelo Zacchi desarrolló una buena crítica al historicismo en su libro Il nuovo idealismo italiano de B. Croce e G. Gentile, Francesco Ferrari Editore, Roma 1925. Existe una doble forma de historicismo: la idealista que culmina en Hegel y la materialista de Marx).
----------Esto no es equivocado; solo que Vico olvidaba que, si es verdad que nosotros estamos espontáneamente inclinados al conocimiento de lo verdadero, es decir, del hecho concreto, sin embargo nuestra profunda aspiración es la de conocer aquella verdad por la cual es verdadero todo verdadero, aquella verdad en nombre de la cual juzgamos lo que es verdadero; en suma, aquella verdad absoluta a la cual nuestra mente aspira sumamente, el conocimiento del principio universal de todo verdadero, que es la misma verdad subsistente de Aquel que dijo de Sí: «Yo soy la verdad».
----------No confundamos, pues, la metafísica con la historia, de lo contrario empobrecemos la metafísica y quitamos a la historia su fundamento y su fin. Existen cosas que mudan y cosas que no mudan. Lo relativo muda en relación con lo absoluto que no muda. Lo mudable depende de lo inmutable. Si no existiese lo inmutable, como ya observaba sabiamente Aristóteles, no existiría tampoco lo mudable. Reducir todo al devenir o a lo mudable quiere decir destruirlos. Pero la verdad tampoco está en reducir todo a lo eterno, como hace Severino, porque de ese modo él se ve obligado a reducir el devenir a lo eterno, destruyendo lo eterno.
----------Heráclito y Parménides, entre sí, están en los antípodas. Pero precisamente con ello mismo se reclaman recíprocamente, porque tanto uno como otro tocan dos aspectos esenciales del ser que se reclaman mutuamente. Reducir todo al devenir es lo mismo que reducir todo a lo eterno. Que lo eterno sea devenir (Severino) o que el devenir sea eterno (Hegel) es la misma cosa.
----------Es claro que Severino es exagerado en su reacción al historicismo y a la idolatría del devenir y de la historia. Pasar de un extremo al otro no aprovecha en nada y nos deja en los mismos problemas de antes. No es, por tanto, con su eternalismo monista parmenídeo que Severino nos libera del historicismo, sino que se requiere aquella visión equilibrada y comprensiva que es dada por la metafísica aristotélico-tomista, con la distinción entre el Dios necesario, inmutable y eterno y el mundo contingente, mudable y temporal.
----------Negar la existencia de lo eterno y absolutizar el tiempo es la necedad del historicismo, que, si ha tenido algún mérito en hacernos apreciar el valor sapiencial de la historia (véase de Maritain, Para una filosofía de la historia), vuelve luego ciegos a los valores perennes del espíritu, de la moral y de la religión, privados de los cuales el hombre se degrada al nivel de las bestias, y es más, en hacer el mal se vuelve todavía más cruel por el hecho, como observa Aristóteles, de usar aquella razón que los animales no poseen.
----------Quien, pues, asume y practica ideas de este género, quien es víctima de esta mentalidad materialista que pone al mundo, realidad temporal, en la cumbre de todo y lo hace un ídolo en lugar del Dios eterno, frustra evidentemente la necesidad de absoluto, vital y fundamental en el hombre, el cual, aun siendo un ente histórico y temporal, sin embargo encuentra su bienaventuranza solo en la visión y en la posesión de lo Eterno (por desgracia, la influencia del historicismo se nota en algunos teólogos católicos contemporáneos, como por ejemplo Walter Kasper, El Absoluto en la historia en la última filosofía de Schelling; Bruno Forte, La Trinidad como historia; Jesús de Nazaret: Historia de Dios. Dios de la historia).
----------Ciertamente debemos vivir en el presente, no en el pasado, apreciar lo moderno, y saber encontrar nuestras raíces en el pasado, para conservar las sanas tradiciones; no querer conservar, en cambio, un pasado ya superado, mientras podemos esperar que resurja aquella vida que se ha apagado.
----------La temporalidad no dice necesariamente corruptibilidad: nosotros cristianos esperamos la futura resurrección gloriosa del cuerpo que, sin embargo, está ligado al tiempo. Por esto, para nosotros cristianos no es absurdo esperar una temporalidad feliz que no tendrá fin[7], por lo cual nos viene ganas de hablar casi de una temporalidad eterna. ¿La vida eterna prometida por Cristo no incluye también el cuerpo? ¿Y el cuerpo no incluye también el tiempo y la historia?
----------El término hebreo olám significa inmediatamente un «tiempo larguísimo» (véase por ejemplo Sal 23,6). La fórmula latina in saecula saeculorum está tomada de la expresión hebrea olam, que significa también edad, eón o largo período. El aevum latino corresponde al griego aión, traducido por algunos con «eón».
----------Ligados como estamos a la imaginación, es comprensible imaginar la eternidad haciendo referencia al tiempo y a la duración sucesiva. Pero debemos aprender a sobrepasar el tiempo (sin olvidarlo) si queremos comprender y gustar la superioridad del espíritu sobre el cuerpo y sobre la materia. Recordemos que Dios es Espíritu y que nuestra alma es espíritu. Somos sí corpóreos, pero hechos para el espíritu. Es allí donde encontramos la felicidad.

¿Qué es precisamente lo eterno?
   
----------La repugnancia hacia lo eterno depende de un concepto equivocado de lo inmutable. Puesto que la vida es movimiento, creemos que lo inmutable sea algo estático y muerto. Ahora bien, es necesario distinguir el cambio del movimiento. El cambio es alteración de esencia. El movimiento es ciertamente expresión de la vida. Un cadáver no se mueve. El fuego, ciertamente, se mueve, pero no tiene las cualidades superiores de la vida. Un triángulo no se mueve.
----------Ahora bien, lo eterno no excluye en absoluto el movimiento, sino que excluye la propia extinción, la pérdida o el cambio de la propia esencia, de la propia identidad y del propio ser, porque dura para siempre. Es un fuego que no se apaga. Típica expresión de lo eterno es la sabiduría. Ahora bien, «La sabiduría es el más ágil de todos los movimientos» (Sab 7,24). Cristo compara el espíritu, específica expresión de lo eterno, al viento.
----------Para percibir el tiempo bastan los sentidos. También el animal tiene la percepción del tiempo. En cambio, para captar lo eterno es necesario abstraer de lo concreto y del devenir sensible, lo cual supone la obra del pensamiento. Por esto solo el hombre y no el animal sabe captar lo eterno. Quien da más importancia al tiempo que a lo eterno, se fatiga en elevarse de la imaginación al pensamiento.
----------En cambio, la inmutabilidad del espíritu, que es suma vida, significa firmeza y robustez, tanto que la Biblia compara la inmutabilidad del espíritu, o sea de lo eterno, a la roca. Cuando Cristo dice que debemos fundar nuestra casa sobre la roca, con aquella imagen entiende el espíritu y por tanto lo eterno. Pero al mismo tiempo Cristo compara el espíritu al viento. ¿Qué hay más móvil que el viento? Este es el misterio del espíritu y de la vida. Por esto la Biblia dice que Dios, puro espíritu y eternidad, no cambia.
----------No se debe hacer un ídolo ni del pasado (Lefebvre), ni del presente (Heidegger), ni del futuro (Moltmann). Se trata de vivir en el presente, memoriosos del pasado y progresar hacia el futuro aprendiendo de las lecciones del pasado; no romper con un pasado todavía actual, mirar al pasado, del cual podemos sacar lección para el presente y para el futuro; conservar lo bueno y estar proyectados con esperanza en el futuro, evitando tanto el indietrismo como el modernismo, para progresar con fidelidad a lo eterno y con atención al tiempo.
----------Ciertamente se puede imaginar una temporalidad de duración infinita, un eterno devenir, una historia sin fin. Así podemos imaginar la duración eterna de la vida gloriosa de los resucitados. La Jerusalén celeste y el pueblo hebreo tendrán un espacio y una historia eternos. Eternidad no significa necesariamente estaticidad. El movimiento de la vida puede ser eterno.
----------Existe un futuro también para las almas de los difuntos en espera de la Parusía, cuando reasumirán su cuerpo. Existe un futuro para ellas también en consideración de su progreso en la bienaventuranza, al menos según la opinión de San Gregorio de Nisa, aquella que él llama epéktasis, que significa expansión, dilatación, explicitación, evolución.
----------Ciertamente el espíritu humano en este mundo evoluciona en el tiempo. De aquí la posibilidad y la realidad de la historia, pero esto sucede solo porque el espíritu humano es forma del cuerpo. El espíritu angélico tiene una duración que le es propia, pero no es temporal porque no tiene cuerpo.
----------Esta duración, como explica santo Tomás (Sum. Theol., I, q.10, aa.4-6), a diferencia de la duración temporal, que, conectada con la existencia de los cuerpos, tiene un inicio y un fin, tiene un inicio pero no tiene fin y es propia del alma espiritual y del ángel. Ella es llamada «eviternidad». Ella, según santo Tomás (In IV Sent., D.49, q.1, a.2, q.la 3, 4m), excluye toda mutación en acto, pero no en potencia. En cambio, la eternidad la excluye también en potencia.
----------Mientras el tiempo, ligado al cuerpo, tiene un pasado y un futuro, lo eviterno, como lo eterno divino, no tiene ni pasado ni futuro (ibid., I, q.10, a.2, 4m). La duración divina eterna no tiene ni inicio ni fin. Además, mientras la duración temporal y la eviternidad son una sucesión de instantes, la duración eterna está toda en el instante sin sucesión de actos.
   
¿Hay tiempo en el mundo de los resucitados?
   
----------Un interés especial presenta lo que podrá ser la naturaleza del tiempo en la futura tierra de los resucitados. ¿Habrá un pasado que ya no es? ¿Habrá un futuro que todavía no es? Si el bienaventurado tendrá la visión de Dios en un mundo que ha alcanzado su perfección final, ¿el tiempo correrá todavía con la característica que tiene aquí abajo de comportar un no-ser-más y un no-ser-todavía?
----------¿Este no-ser es compatible con un mundo plenamente realizado donde no hay ningún defecto? ¿Donde no falta nada? ¿No valdrá entonces la idea de Severino según la cual todo es eterno? ¿No será que el bienaventurado tendrá delante de los ojos como presente todo lo que ha sido y todo lo que será, de modo que diga: nada ha sido y nada será y todo es ahora?
----------¿Es posible que en el mundo futuro desaparezca algo y esté ausente algo que debe todavía suceder? ¿No está la presencia de todas las cosas? ¿Dios no ha terminado de crear? ¿Algo de lo creado viene a menos? ¿No está la presencia de todos los acontecimientos? ¿No está la realización de todo lo posible? ¿No está el cumplimiento de todo lo que puede cumplirse? ¿Existe todavía el paso de la potencia al acto? ¿Hay todavía algo imperfecto o algo que pasa? ¿No estamos delante de un cielo y de una tierra que no pasan y que son definitivamente estables e incorruptibles? ¿No está el volver a ser de lo que ya ha sido? ¿No está la recuperación de lo que se había perdido?
----------¿Se podrá admitir que también en el cielo se verificará el paso del no-ser al ser y del ser al no-ser, que aquí abajo es normal, pero es tan aborrecido por Severino? ¿No será que allá arriba se verificará la idea de Severino de la existencia actual de todo lo posible? ¿Es todavía admisible una duración y una sucesión de actos o, como pensaba Parménides, todo está en acto, todo es uno, un único acto y ahora?
----------Ahora bien, estas son propiedades exclusivas de la esencia divina. Por tanto, si fuese verdadera la hipótesis de la que se trató arriba, deberíamos admitir el panteísmo, que identifica a Dios con el mundo. Pero sabemos que el panteísmo es falso. Y, por tanto, debemos admitir que también en el cielo quedará la distinción entre el Dios eterno y el mundo mudable. Lo que para nosotros ahora permanece misterioso es cómo será el tiempo cuando nada se pierde y nada se espera porque todo se posee. La fe recuerda el pasado, la esperanza espera el futuro. Pero, como nos enseña san Pablo, la única que permanece es la caridad.
   
Un llamamiento
   
----------Repaso todos los días con gusto Avvenire, en su versión on line. Encuentro en este cotidiano italiano muchas noticias y artículos útiles y bien hechos que nos ayudan en nuestra vida católica, en la comunión eclesial y en nuestro crecimiento cultural. Pero de vez en cuando noto otros artículos que podrían figurar bien en una hoja luterana, masónica o comunista. De ello quedo sorprendido y amargado.
----------La Iglesia católica está ya acechada, hostigada e insultada por sus enemigos. ¿Qué sentido tiene tomar sus armas para combatir a la Iglesia en un periódico cotidiano de inspiración católica? ¿Dónde está la coherencia? ¿Dónde está el buen sentido? El deber de este cotidiano es el de ayudar a los lectores en el discernimiento, de defenderlos de la agresión y de rechazar las acciones enemigas.
----------Está claro que el periódico debe poner a los lectores en grado de conocer las tendencias de su propio tiempo, a fin de asumir lo positivo, pero el periódico debe también ponerlos en guardia contra las insidias escondidas y ayudarlos a distinguir el trigo de la cizaña. No debe hacer de caja de resonancia de las ideologías dominantes o de megáfono del impostor de turno, sino promover la sana doctrina, ofreciendo contribuciones, trayendo ejemplos de teólogos o de hombres de cultura verdaderamente ejemplares.
----------De este modo Avvenire cumplirá válida y fructuosamente con su misión institucional en comunión con la Iglesia y para el bien de la Iglesia, así como para el progreso de la cultura y el bien de la sociedad.
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 25 de octubre de 2025

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