sábado, 22 de noviembre de 2025

Jacques Maritain y su reflexión sobre la persona (2/3)

¿Qué significa ser persona: individuo sometido a la sociedad o sujeto irrepetible que la trasciende? ¿Es la libertad un simple poder de elegir, o la conquista de llegar a ser plenamente uno mismo en comunión con los otros y con Dios? Cuando la subjetividad se vuelve misterio impenetrable, ¿cómo puede dialogar con la objetividad de las leyes y del bien común? ¿Hasta dónde llega la autonomía humana antes de convertirse en idolatría de sí misma? Abriéndose paso entre las diversas corrientes filosóficas de su tiempo, Jacques Maritain nos obliga a repensar la dignidad de la persona en el corazón de la historia. [En la imagen: Jacques Maritain, fragmento de acuarela sobre papel, 2023, obra de P.F., colección privada].

La libertad de la persona [1939-1941]
   
----------En el período americano Maritain profundiza el análisis de las relaciones intersubjetivas y elabora una filosofía moral que hace de la libertad responsable el fundamento del valor de la persona. En Los derechos del hombre y la ley natural, pone los presupuestos metafísicos para una política democrática, personalista y comunitaria (Les droits de l’homme et la loi naturelle, Editions de la Maison Française, New York 1942, Hartmann, Paris 1945, 1947; VII, pp.617-695. Sobre este tema consúltese también las Nueve lecciones sobre la ley natural, publicadas por Viola póstumamente sobre la base de los apuntes de los estudiantes, Jaca Book, Milano 1985; y luego el texto francés de G. Brazzola sobre la base de los apuntes de Maritain, La loi naturelle ou loi non écrite, Editions Universitaires, Fribourg Paris 1986, XVI, pp.687-918).
----------El hombre es un individuo y una persona: como individuo es una parte de la naturaleza y de la sociedad, pero como persona es un todo superior a la naturaleza y a la sociedad. «La noción de personalidad implica la de totalidad y de independencia; por pobre y oprimida que pueda ser, una persona es, como tal, un todo y, en cuanto persona, subsiste de manera independiente» (VII, p.621).
----------El hombre por naturaleza está llevado a la comunión social, tanto como individuo necesitado de ayuda como persona sobreabundante en generosidad: «Así es social no solamente a causa de las necesidades y de las indigencias de la naturaleza humana, en razón de las cuales cada uno necesita de los otros para su propia vida material, intelectual y moral, sino también a causa de la radical generosidad inscrita en el ser mismo de la persona, a causa de aquella actitud a la comunicación de la inteligencia y del amor, propia del espíritu, que exige ponerse en relación con otras personas» (VII, p.622).
----------La sociedad tiene un bien propio y una obra propia que cumplir, distintos pero no separados de los bienes individuales: «El bien común de la civitas no es ni la simple colección de los bienes privados, ni el bien propio de un todo que (como la especie, por ejemplo, respecto a los individuos, o como la colmena respecto a las abejas) fructifique solamente para sí y sacrifique a sí las partes; es la buena vida humana de la multitud, de una multitud de personas, es decir, de totalidades carnales y espirituales a la vez, y principalmente espirituales, aunque les suceda vivir más a menudo en la carne que en el espíritu. El bien común de la civitas es su comunión en el vivir bien; común, pues, al todo y a las partes, digo de las partes como si fueran ellas mismas todos, puesto que la noción misma de persona significa totalidad; común al todo y a las partes sobre las cuales se derrama y que deben beneficiarse de él» (VII, p.624).
----------La cultura y la religión son valores metapolíticos, que conciernen a la persona en cuanto tal (Religion et culture, Desclée de Brouwer, Paris, IV, pp.193-255). La sociedad puede pedir a un matemático que enseñe matemáticas, porque la enseñanza es una función social, pero no puede pedir al matemático que enseñe este o aquel tipo de matemáticas, porque «las verdades matemáticas no dependen de la comunidad social y conciernen al orden de los bienes absolutos de la persona como tal» (VII, p.629).
----------En esta perspectiva, el primer derecho de la persona humana es la libertad de conciencia. «Frente a Dios y a la verdad, ella no tiene derecho de escoger a su gusto cualquier camino, debe escoger el verdadero camino en cuanto esté en su poder conocerlo. Pero frente al Estado, a la comunidad temporal y al poder temporal, ella es libre de escoger su vida religiosa a su riesgo y peligro» (VII, p.671).
----------El pluralismo, para Maritain, es por tanto una connotación de la sociedad democrática, pero no es una filosofía, porque sería relativismo y se negaría la verdad, como sucede en la filosofía política de Hans Kelsen (cfr. los escritos recogidos en Le philosophe dans la cité, Alsatia, Paris 1960, XI, pp.9-130).
----------Esta trascendencia de la persona sobre la sociedad es también una consecuencia de la subsistencia y de la inmortalidad del alma. Maritain, en De Bergson a Tomás de Aquino (De Bergson à Thomas d’Aquin, Ed. de la Maison Française, New York 1944, Hartmann, Paris 1947, VIII pp.9-174), analiza a nivel de conocimiento intuitivo y de conocimiento filosófico la naturaleza de esta inmortalidad de la persona. «No-ser es un sinsentido para la persona» (VIII, p.55), y el hombre instintivamente, a través de una conciencia espontánea y concomitante, capta «una experiencia de Sí suprafenoménica; una experiencia no conceptualmente formulada, sino prácticamente vivida por el intelecto» (VIII, p.53), como es fácilmente constatable en los pueblos primitivos, que viven en un clima mental crepuscular dominado por la imaginación.
----------El conocimiento filosófico requiere certezas que deben ser demostradas: la inteligencia humana, aunque extrínsecamente condicionada en su funcionamiento por el cuerpo, es en su ser intrínsecamente libre del cuerpo, porque su actividad intelectual es inmaterial. De este hecho se deduce la inmortalidad del alma; el hombre aspira a ser inmortal como hombre en carne y hueso, pero solo la religión puede responder a esta pregunta: la hindú con la doctrina de la metempsicosis, la cristiana con el dogma de la resurrección de la carne.
----------Pero el destino de la persona humana se juega en la historia, porque el hombre no nace libre, nace libre para liberarse y se convierte en libre solo a través de la educación y la cultura, y es responsable hacia sí mismo, hacia los otros, hacia Dios.
----------En Por una política más humana (Principes d’une politique humaniste, Editions de la Maison Française, New York 1944, Hartmann, Parisi 1945, VIII pp.177-355), Maritain describe el proceso de liberación de la persona, constatando que la libertad no consiste tanto en el acto de la elección cuanto en el acto del existir, y define esta libertad como una libertad de espontaneidad: «Ella no implica la ausencia de necesidad, sino solamente la ausencia de coerción. Es el poder de actuar en virtud de la propia inclinación interior y sin sufrir coacción impuesta por un agente externo» (VIII, p.189). Una gaviota que vuela libremente sobre el acantilado es más libre que un hombre que se emborracha.
----------En el hombre esta libertad no es un dato sino una conquista, porque el hombre está dotado de libre albedrío, por lo cual en él la libertad de espontaneidad se convierte en una libertad de independencia. «Cuando la libertad de espontaneidad cruza el umbral del mundo del espíritu y se convierte, así, en la espontaneidad de una naturaleza espiritual, ella deviene, hablando propiamente, libertad de independencia; por eso, entonces, ella no consiste solamente en seguir la inclinación de la naturaleza, sino en ser o en hacerse activamente ella misma el principio suficiente de su operación, es decir, en poseerse, en perfeccionarse y en expresarse como un todo indivisible en el acto que viene producido» (VIII, p.189).
----------El hombre debe conquistar su ser hombre, debe pasar de la persona que es por naturaleza a la personalidad que se convierte por cultura. La libertad de independencia presenta diversos grados. Dios es el Ser en el cual la libertad está en el grado supremo: «Dios es la personalidad en acto puro y la libertad de independencia en acto puro; es tan personal que su existencia es su mismo acto de conocer y de amar; y es tan independiente que, causando todas las cosas, permanece sin embargo absolutamente sin causa, siendo su esencia su mismo acto de existir» (VIII, p.190).
----------El hombre, en cambio, debe hacerse personalidad realizando sus aspiraciones a la libertad, que se manifiestan en dos direcciones: una socio-política, según las aspiraciones connaturales de la persona en cuanto persona humana, y una religiosa, según las aspiraciones trasnaturales de la persona en cuanto persona. Maritain analiza estos dos tipos de aspiraciones. «Las aspiraciones connaturales tienden a una libertad relativa y compatible con las condiciones de aquí abajo; y el peso de la naturaleza material les inflige, desde el inicio, una terrible derrota». «Las aspiraciones trasnaturales de la persona tienden a una libertad sobrehumana, a la libertad pura y simple» (VIII, p.191), que es propia solo de Dios.
----------Tanto en el plano político como en el plano religioso hay una falsa y una verdadera liberación del hombre. En el plano político la primera consiste en la afirmación de la absoluta individualidad, la segunda en el reconocimiento del derecho y del bien común; en el plano religioso la primera consiste en pretender ser dios para sí mismo en la absoluta autonomía, la segunda en reconocerse criatura de Dios aceptando la gracia liberadora.
   
La subjetividad de la persona [1942-1959]
   
----------En el Breve tratado de la existencia y del existente (Court traité de l’existence et de l’existant, Hartamm, Paris 1947, IX, pp.9-140), Maritain afronta el nudo central de la persona, es decir, su subsistencia, que es la estructura de la persona y califica su originalidad irrepetible, por la cual cada persona es un universo en sí mismo. «Santo Tomás llama suppositum a lo que nosotros llamamos sujeto. La esencia es lo que una cosa es, el supuesto, el sujeto, es quien tiene una esencia, quien ejerce la existencia y la acción, quien subsiste. Nos encontramos aquí con aquella noción metafísica, que procura la migraña a tantos estudiantes, y contra la cual tropiezan todos aquellos que no han comprendido el verdadero fondo, existencial, de la metafísica tomista: la noción de subsistencia» (IX, p.65).
----------Maritain se pregunta: «¿Por qué sorprenderse de que los espíritus que aman la facilidad reputen vana sofisticación escolástica, rompecabezas chino, las elucidaciones de Cayetano y de Juan de Santo Tomás, que nos muestran cómo la subsistencia se distingue al mismo tiempo de la esencia y de la existencia y nos la describen como un modo sustancial? Concedo que el estilo de sus disertaciones parece llevarnos muy lejos de la experiencia en el tercer cielo de la abstracción. En realidad, sin embargo, se trataba de hacerse una noción objetiva del sujeto mismo, de alcanzar objetivamente, en el análisis ontológico de la estructura de lo real, las propiedades por las cuales el sujeto es sujeto y no objeto, y trasciende, o más bien supera, en profundidad todo el universo de los objetos» (IX, pp.66-67).
----------En una nota Maritain precisa que «la existencia no es solamente recibida, como si gracias al ser se tuvieran solo esencias recortadas fuera de la nada, como cuadros colgados en un muro, sino que es también ejercida. Y esta distinción entre la existencia en cuanto recibida y la existencia en cuanto ejercida es central para la teoría filosófica de la subsistencia» (IX, p.67).
----------Ahora bien, para ejercer la existencia se requiere el supuesto, o la persona, es decir, la subjetividad, que nada añade a la esencia pero «la constituye como un en sí, una interioridad frente a la existencia, de modo que ella pueda hacer suyo aquel acto de existir que la trasciende y para el cual está hecha» (IX, p.67).
----------Aquí el existencialismo de santo Tomás se manifiesta en toda su extensión, porque «¡Dios no crea esencias a las cuales daría como último retoque la subsistencia para hacerlas existir! Dios crea sujetos, o supuestos existentes, que subsisten en la naturaleza individual que los constituye, y que derivan su naturaleza de la influencia creadora como su subsistencia, su existencia y su actividad» (IX, p.69).
----------Esta subsistencia se convierte en plena subjetividad solamente en la persona. «Subiendo poco a poco la escala de los seres, se encuentra uno con sujetos de existencia y con supuestos de una complejidad interna cada vez más profunda, cuya individualidad está cada vez más concentrada e integrada, y cuya acción manifiesta una espontaneidad cada vez más perfecta, desde la actividad simplemente transitiva de los cuerpos no vivientes hasta la actividad inmanente-larvada de la vida vegetativa, inmanente de modo patente en la vida sensitiva, perfectamente inmanente en la vida intelectiva» (IX, p.70).
----------Sobre esta base Maritain considera el dinamismo intrínseco al acto moral: «La verdad del intelecto práctico se entiende en general, no ya por conformidad al ser extra-mental, sino al recto apetito, porque el fin no es ya conocer lo que es, sino hacer existir lo que todavía no es. El acto de elección moral está tan individualizado al mismo tiempo por la singularidad de la persona de la cual emana, y por la del contexto de las circunstancias contingentes en que tiene lugar, que el juicio práctico en que se expresa puede ser recto solo si actualmente el dinamismo de mi querer es recto y tiende a los bienes auténticos de la vida humana» (IX, p.56).
----------En efecto, la sabiduría práctica, la prudencia, es una virtud moral e intelectual al mismo tiempo: «En el silogismo práctico, la premisa mayor, que enuncia la regla universal, habla solo al intelecto; pero la premisa menor y la conclusión cambian de plano y son proferidas por el sujeto entero, cuyo intelecto es arrastrado hacia los fines existenciales, a los cuales, en razón de su misma libertad, sus poderes de apetición están actualmente sujetos» (IX, p.57) No se trata de aplicar una regla, sino de inventar un orden en el hic et nunc de las condiciones existenciales en que debe ponerse un acto.
----------Esta subjetividad de naturaleza y de valor de la persona humana es un misterio personal; y no es cognoscible: «La subjetividad en cuanto subjetividad no es conceptualizable, es un abismo incognoscible —incognoscible por modo de noción, de concepto o de representación, por modo de ciencia, cualquiera que sea, introspección, psicología o filosofía» (IX, p.72).
----------Cuando conocemos a los sujetos por medio de la intelección los objetivamos, perdiendo su subjetividad individual. Es posible una intuición de la subjetividad a través de una intuición existencial, que no nos revela ninguna esencia, pero en el supraconsciente del espíritu nos pone en comunión con los otros sujetos. Se trata de un «conocimiento por modo de inclinación, de simpatía, o de connaturalidad, no por modo de conocimiento» (IX, p.73), como sucede en el conocimiento práctico, que juzga los hechos morales; en el conocimiento poético, que en la intuición-emoción creadora capta la objetividad a través de la subjetividad; y en el conocimiento místico de los santos. «Pero en ningún caso el conocimiento de la subjetividad en cuanto tal, por más que sea real, es un conocimiento por modo de conocimiento, es decir, por modo de objetivación conceptual» (IX, p.74).
----------Así el hombre es como prisionero de dos imágenes de sí, una subjetiva por intuición existencial y una objetiva por conocimiento intelectual, que no son superponibles ni conciliables. «Oscilo bastante miserablemente de la una a la otra. Si me abandono a la perspectiva de la subjetividad, absorbo todo en mí y, sacrificando toda cosa a mi único, estoy ligado al absoluto del egoísmo y del orgullo; si me abandono en la perspectiva de la objetividad, soy absorbido por el todo, y disolviéndome en el mundo, traiciono mi único y renuncio a mi destino. Y solo desde lo alto la antinomia puede ser resuelta. Si Dios existe, el centro es Él, no yo» (IX, p.77).
----------Solo Dios puede comprenderme y hacerme justicia, porque «Él me conoce enteramente en cuanto sujeto. Estoy presente a Él en mi misma subjetividad; Él no tiene necesidad de objetivarme para conocerme» (IX, p.79). Los hombres, todos los otros sujetos, me conocen solo como objeto e ignoran mi subjetividad; no pueden con su inteligencia penetrar y juzgar mi inagotable profundidad.
----------Habiendo llegado a este punto, entonces Maritain se plantea el problema de cómo puede ser conciliable esta subjetividad impenetrable con la objetividad de las reglas sociales de la vida política. En su libro La persona y el bien común (La personne et le bien commun, Desclée de Bouwer, Paris 1947, IX, pp.167-237), retomando la distinción entre individuo y persona, Maritain encuentra la solución en dos textos de santo Tomás de Aquino: «Cada persona individual se refiere a la comunidad entera como la parte al todo» (Summa Theologica, II-II, q.61, a.1) y «El hombre no está ordenado a la comunidad política según todo sí mismo y según todo lo que hay en él» (Summa Theologica, I-II, q.21, a.4) (IX, p.214).
----------Por lo tanto, el hombre como individuo está enteramente subordinado a la comunidad, que puede exigirle incluso el sacrificio de la vida por el bien común; pero como persona subordina a sí la sociedad, porque los valores culturales y religiosos propios de la persona trascienden la vida política. El hombre es enteramente social, pero no según todo sí mismo.
----------La historia está así animada por dos movimientos: uno horizontal, hacia la realización de una sociedad capaz de liberar a la persona humana y de tratar a cada hombre como un todo; y uno vertical, que concierne al destino trascendente del hombre, que solo en Dios puede encontrar su plena realización en la visión beatífica.
----------Maritain, en la subordinación de la persona a la sociedad y a la objetividad de las leyes del Estado, recupera una cierta subjetividad social, en el sentido de que el Estado es solo la organización administrativa de la sociedad, que se ha constituido en cuerpo político, mientras que el alma de este cuerpo social es el pueblo, es decir, una persona moral, que tiene una historia propia, una biografía propia, por lo cual el genocidio de un pueblo es un delito contra la humanidad.
----------En El hombre y el Estado (Man and the State, University of Chicago Press, Chicago 1951, L’homme et l’Etat, Presse Universitaire de France, Paris 1953, IX, pp.471-736), Maritain estudia la formación del cuerpo político: «La sociedad política, querida por la naturaleza y realizada por la razón, es la más perfecta de las sociedades temporales. Es una realidad concreta y enteramente humana, que tiende hacia un bien concreto y enteramente humano, el bien común. Es una obra de la razón, nacida de los oscuros esfuerzos de la razón, liberada del instinto, e implicando esencialmente un orden racional; pero no pura razón, del mismo modo que no lo es el hombre. El cuerpo político está hecho de carne y de sangre, tiene instintos, pasiones, reflejos, un dinamismo y estructuras psicológicas inconscientes, y todo este conjunto está sometido, si es necesario, por medio de la coerción legal, al imperativo de una idea y de decisiones racionales. La justicia es la condición primaria para la existencia del cuerpo político, pero la amistad es su verdadera fuerza animadora. El cuerpo político es el todo. El Estado una parte, la parte dominante de este todo» (IX, p.491).
----------Este pueblo no es soberano porque se haya hecho soberano, como pretendía Rousseau, sino que es soberano porque ha recibido de Dios la autoridad de gobernarse. Maritain precisa que el pueblo es libre de gobernarse según las leyes que el cuerpo político intente darse, en el respeto del derecho natural, que precede a la voluntad del pueblo y deriva de la ley eterna de Dios. Solo en sentido relativo el pueblo es soberano.
----------Los iluministas confundieron el ejercicio de este derecho con la posesión de este derecho. Maritain añade: «El derecho del pueblo a gobernarse procede de la ley natural; y de modo semejante el ejercicio de este derecho está sujeto a la ley natural. Si la ley natural es suficientemente válida para dar este derecho fundamental al pueblo, es también válida para imponer sus preceptos no escritos en el ejercicio de este derecho. Una ley no es justa por el solo hecho de que exprese la voluntad del pueblo. Una ley injusta, aunque exprese la voluntad del pueblo, no es ley» (IX, p.534).
----------La importancia de la subjetividad es señalada por Maritain también en la estructuración de la conciencia moral, que en su dinamismo se desarrolla en la conciencia religiosa. En efecto, en las Nueve lecciones sobre las primeras nociones de la filosofía moral (Neuf leçons sur les notions premières de la philosophie morale, Téqui, Paris 1951, IX, pp.739-939), analiza la psicología del acto moral en su inicio, cuando un niño, en el supraconsciente del espíritu, advierte que una cosa no es justa porque es mandada, sino que es mandada porque es justa en sí misma.
----------Es necesario, en efecto, distinguir entre las prohibiciones propias de un cierto grupo social y los preceptos propios de la ley moral. En un cierto momento de su vida un niño reconoce que el bien debe hacerse porque es bien (orden del valor, orden de especificación) y decide vivir según ese bien (orden del fin, orden de ejercicio). En ese momento, y en cualquier otro momento semejante de la vida, el hombre realiza un acto de libre elección y orienta su vida al fin último, por más insignificante que sea el objeto de la elección misma.
----------De esta dialéctica inmanente del acto de libertad derivan tres implicaciones: a) el niño distingue entre el bien y el mal, «motivación que trasciende todo el orden de los deseos y de los apetitos empíricos» (IX, p.866); b) reconoce la existencia de una norma, que debe regular los actos humanos; c) reconoce la existencia de un bien, que vale por sí mismo y es el fin último de la vida: «desde el origen el acto mismo, más allá de su objeto inmediato, tiende a Dios como bien separado, en el cual el agente moral, lo sepa o no, hace consistir su propio fin último» (IX, p.868).
----------Todo esto acontece en el acto de elección, aunque no sea expresado por el niño conceptualmente. Entran aquí en juego las condiciones socio-culturales: si el niño ha tenido una educación religiosa, inicia su vida moral con un acto de amor de Dios; si no ha tenido una educación religiosa, «él no piensa explícitamente en Dios ni en su propio Fin último, pero queriendo el bien por amor del bien, él se ordena implícitamente, como a su propio Fin último, a Dios inconscientemente conocido y amado, en virtud del dinamismo interno de este acto de elección» (IX, p.870); y también este niño realiza tal elección en virtud de la gracia divina y tiende a su último fin gracias a la caridad teologal.
----------Pero para comprender mejor la profundidad de estos dinamismos psicológicos es necesario remitirse a la noción de inconsciente como Maritain la ha formulado en La intuición creadora en el arte y en la poesía (Creative Intuition in Art and Poetry, Pantheon Book, New York 1953; X, pp.101-601), cuando precisa: «Existen dos especies de inconsciente, dos grandes reinos de la actividad psicológica lejana del estado de conciencia: el preconsciente del espíritu en sus fuentes vivas y el inconsciente de la materia, instintos, tendencias, complejos, imágenes y deseos reprimidos, recuerdos traumáticos, que constituyen un conjunto dinámico, cerrado y autónomo. Querría designar la primera especie de inconsciente con el nombre de espiritual, o, por amor de Platón, inconsciente o preconsciente musical; y la segunda con el nombre de inconsciente automático, o inconsciente sordo —sordo al intelecto— y existente en un mundo propio, distinto del intelecto; podríamos también decir, en sentido del todo general, dejando de lado toda teoría particular, inconsciente freudiano. Estas dos especies de vida inconsciente están en estrecha relación y en continua comunicación una con la otra; en la existencia concreta ellas de ordinario se mezclan y se entremezclan en modo más o menos grande; y yo creo que nunca —excepto en algún raro ejemplo de suprema purificación espiritual— el inconsciente espiritual obra sin que el otro esté presente, aunque sea en mínima medida. Pero son esencialmente distintos y de naturaleza completamente diversa» (X, pp.217-218).

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