¿Es suficiente llamar, verdaderamente por cierto, a María “Corredentora”, o necesitamos descubrir aún más la profundidad de otro de sus verdaderos títulos: la llena de gracia? La Nota Mater Populi fidelis nos invita a contemplar cómo la Virgen coopera en la obra de Cristo sin perder de vista la unicidad del Redentor. La devoción mariana se purifica cuando reconocemos en ella la primera de los redimidos, la Madre que nos conduce al Hijo. [En la imagen: fragmento de "Madonna del Granduca", óleo sobre tablas, pintado entre 1506 y 1507, obra de Rafael Sanzio, conservado en la Galleria Palatina del Palazzo Pitti, Florencia, Italia].
“She, the Second Eve, had a part
in the work of our salvation,
as the first Eve had a part in our ruin”
San John Henry Newman,
Discourses to Mixed Congregations, XVII
----------La reciente Nota Mater Populi fidelis del Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha suscitado múltiples reacciones. Entre ellas destacan las de ciertos ambientes fundamentalistas, a los cuales algunos publicistas —otrora equilibrados, como el padre Santiago Martín— se han plegado con discursos de tonos dramáticos y casi apocalípticos y casi como invitando a los fieles a la rebelión. Por el contrario, en ámbitos más moderados y auténticamente católicos, la recepción ha sido serena y confiada: se ha preferido acoger la enseñanza del Santo Padre y profundizar en el sentido del título de Corredentora, que, siendo legítimo y verdadero, corresponde a María en cuanto llena de gracia y colaboradora eminente en la obra de Cristo.
----------Entre este segundo tipo de reacciones, el artículo de Mons. Antonio Staglianò en L’Osservatore Romano, titulado L’icona della dissimilitudine, ofrece una lectura autorizada y sugerente. El obispo, actual presidente de la Pontificia Academia de Teología, subraya que la cuestión del título “Corredentora” no es un mero debate terminológico, sino el síntoma de un “fallimento analogico”: el riesgo de aplicar la analogía teológica como simple similitud y de construir paralelismos que oscurezcan la unicidad del Redentor.
----------La reflexión de Staglianò es valiosa, porque recuerda que toda analogía en teología debe partir de la diferencia radical entre el Creador y la criatura. Sin embargo, conviene matizar: la insistencia en la disimilitud no puede hacernos olvidar la semejanza participada, que es también constitutiva de la analogía. Como enseñó el Concilio Lateranense IV: «Inter creatorem et creaturam non potest tanta similitudo notari, quin inter eos maior sit dissimilitudo notanda» (Denz. 806). La desemejanza es siempre mayor, pero la semejanza no desaparece; es real, aunque subordinada. Esta es la principal observación que quisiera hacer al artículo —por cierto substancialmente valioso—de Mons. Staglianò.
----------Aplicado a la Redención aquel principio dogmático enseñado por el IV Lateranense, viene a significar que Cristo es el analogado supremo, fuente única y fontal de la gracia, mientras que los hombres —y en grado eminente la Virgen María, colmada de gracia— participan de modo derivado y graduado en su obra. María, precisamente por haber sido prevenida y colmada de gracia, ocupa el lugar más alto entre los analogados inferiores: su cooperación no oscurece la unicidad de Cristo, sino que la manifiesta en plenitud.
----------Ahora bien, habiendo planteado la tesis, profundicemos en el marco doctrinal del tema que estamos desarrollando: la enseñanza del Lateranense IV y la analogía de la Redención.
----------El Concilio Lateranense IV (1215) estableció un principio que se ha convertido en regla hermenéutica fundamental para la teología. Reitero su enunciado: «Inter creatorem et creaturam non potest tanta similitudo notari, quin inter eos maior sit dissimilitudo notanda» (Denz. 806). Es decir, entre el Creador y la criatura no puede señalarse semejanza alguna sin que deba reconocerse una mayor desemejanza.
----------Mons. Staglianò, en su artículo, aplica este principio al debate sobre el título Corredentora, y dice: «L’analogia autentica, soprattutto in teologia, non è una comoda somiglianza; è un cammino sul crinale di un abisso, dove la dissimilitudine è sempre più grande della similitudine». La analogía, por tanto, no es mera identidad ni paralelismo, sino una tensión entre semejanza y desemejanza.
----------Este axioma no niega la semejanza, sino que la sitúa en su justo lugar: toda similitud entre Dios y la criatura es real, pero siempre subordinada a una diferencia ontológica insalvable. La analogía, por tanto, no es mera identidad ni paralelismo, sino una tensión entre semejanza y desemejanza.
----------Ahora bien, aplicado al misterio de la Redención, este principio dogmático ilumina la relación entre nuestro Señor Jesucristo y los hombres. Cristo es el analogado supremo: el único Redentor, cuya mediación es causal, fontal e hipostática. Los hombres, en cambio, participan de modo derivado y subordinado en su obra redentora. La semejanza existe —pues somos llamados a colaborar en la salvación, a “completar en nuestra carne lo que falta a los padecimientos de Cristo” (Col 1,24)—, pero está siempre fundada en la desemejanza radical: Cristo actúa como Dios hecho hombre, fuente primera de la gracia; nosotros actuamos como criaturas redimidas, instrumentos secundarios de esa misma gracia.
----------En este marco, la cooperación de María Santísima ocupa un lugar único. Ella, colmada de gracia desde su concepción, representa el grado más alto entre los analogados inferiores: su participación en la obra de Cristo es eminente, pero no autónoma. La analogía de la Redención se cumple en ella de manera perfecta, porque su semejanza con Cristo está totalmente fundada en la desemejanza: no es Redentora, sino la primera de los redimidos, cuya plenitud de gracia la hace colaboradora singular en la distribución de las gracias.
----------¿Qué podríamos decir, entonces, acerca de lo que llamaríamos la mariología analógica? Vale decir: María como analogado eminente en la cooperación con Cristo.
----------Mons. Staglianò advierte que el título Corredentora podría nacer de una analogía mal aplicada, que construye un “parallelismo salvifico” entre Cristo y María. Escribe: «L’analogia per similitudine porta istintivamente alla nascita del “parallelismo salvifico”». Señala que el documento del DDF desmonta este título porque oscurecería la diferencia radical entre el Redentor y la creatura. Sin embargo, no podemos estar aquí de acuerdo con lo afirmado por el presidente de la Pontificia Academia de Teología.
----------El diagnóstico de Staglianò puede ser válido en cuanto recuerda que la analogía no puede reducirse a una mera similitud. Sin embargo, conviene precisar: el título de Corredentora no es ilegítimo. Más aún, es próximo a la fe, pues ha sido usado por los Papas en su magisterio ordinario, aunque no pertenezca al primer grado de definición dogmática. La analogía auténtica no elimina la semejanza, sino que la sitúa en tensión con la desemejanza. Como enseñó el Lateranense IV, y debo repetir el principio dogmático: «Inter creatorem et creaturam non potest tanta similitudo notari, quin inter eos maior sit dissimilitudo notanda» (Denz. 806). La desemejanza es mayor, pero la semejanza es real, y esta realidad hay que destacarla.
----------Aplicado a la mariología, este principio dogmático significa que María no es “quasi-Cristo”, pero tampoco una figura irrelevante. Ella es la criatura colmada de gracia, y precisamente por esa plenitud ocupa el grado más alto entre los analogados inferiores en la cooperación con Cristo. Su participación no es autónoma ni paralela, sino derivada y subordinada. Pero es eminente: su Fiat y su presencia al pie de la Cruz muestran la cooperación más perfecta que una creatura puede ofrecer.
----------Mons. Staglianò mismo reconoce esta dinámica cuando afirma: «Maria non “fa” qualcosa di simile a ciò che fa Cristo da una posizione di parità o complementarità. Ella riceve in modo unico e perfetto l’opera di Cristo». Aquí se abre el espacio para la verdadera analogía: María recibe en plenitud la gracia del Redentor y, desde esa plenitud, coopera en la difusión de las gracias.
----------Por eso, la mariología analógica nos permite afirmar que María es el analogado más alto en la cooperación humana con Cristo. No porque comparta su causalidad fontal, sino porque su semejanza participada —fundada en la desemejanza radical— es la más perfecta entre las criaturas.
----------Esto nos lleva a subrayar el necesario equilibrio teológico en el cual debemos enmarcar el tema bajo examen: la tensión entre semejanza y desemejanza.
----------La verdadera analogía no se reduce ni a la pura semejanza ni a la pura desemejanza, sino que mantiene ambas en tensión. El Lateranense IV nos recuerda que toda similitud con Dios implica una mayor desemejanza (Denz. 806), pero esa desemejanza no anula la semejanza, sino que la regula y la purifica.
----------Mons. Staglianò insiste en este aspecto cuando escribe: «L’analogia autentica, soprattutto in teologia, non è una comoda somiglianza; è un cammino sul crinale di un abisso, dove la dissimilitudine è sempre più grande della similitudine». Su advertencia es justa: el peligro de un “paralelismo salvifico” oscurece la unicidad de Cristo. Sin embargo, el equilibrio teológico exige reconocer también la semejanza participada, porque sin ella la analogía se convierte en mera negación y pierde su función pedagógica.
----------La analogía de la Redención, por tanto, debe ser entendida como una tensión viva entre la desemejanza radical, pues Cristo es el único Redentor, cuya mediación es causal, fontal e hipostática, y la semejanza participada: todos los hombres, y en grado eminente María, colaboran en la obra de Cristo como instrumentos redimidos y en gracia (en el caso de María, colmada de gracia).
----------Por consiguiente, si se absolutiza la semejanza, se corre el riesgo de una diarquía: María como “quasi-Cristo”. Si se absolutiza la desemejanza, en cambio, se minimiza la cooperación real de la Virgen y de los santos. El equilibrio consiste en afirmar que la semejanza existe y es verdadera, pero siempre fundada en la desemejanza. Y no pensemos que lo de María “quasi-Cristo” sea una mera exageración teórica: en la religiosidad popular, a veces se escuchan expresiones aún más problemáticas, fruto de una catequesis insuficiente. El padre José de Jesús Aguilar Valdés relataba recientemente en su canal de YouTube que, en el santuario del Santo Señor de Chalma, alguien cantaba al Crucificado: «Santo Señor de Chalma / santo la más mejor / que tantito te faltaba / para ser la gran Madre de Dios». Este ejemplo muestra la necesidad urgente de una evangelización más profunda, que ayude a los fieles a comprender la diferencia radical entre Cristo y María, sin por ello negar la cooperación eminente de la Virgen en la obra de la Redención.
----------De tal manera, la mariología analógica muestra que María es el analogado más alto en la cooperación humana, precisamente porque su semejanza con Cristo está totalmente subordinada a la diferencia ontológica que la separa de Él. La tensión entre semejanza y desemejanza no es un defecto, sino la condición misma para hablar de la Redención en términos analógicos.
----------En base a todo lo dicho, y ya para terminar la reflexión, surge con toda naturalidad una conclusión pastoral: la necesidad de una devoción mariana purificada.
----------La reflexión sobre el título de Corredentora no es un mero debate académico. Este debate, al cual nos impulsa el papa León con la Nota del DDF, tiene consecuencias directas en la vida espiritual del pueblo cristiano. La Nota Mater Populi fidelis y el artículo de Mons. Staglianò nos recuerdan que la verdadera devoción mariana se purifica cuando se reconoce tanto la diferencia radical con Cristo como la semejanza participada que hace de María la colaboradora eminente en la obra de la salvación.
----------Mons. Staglianò lo expresa con fuerza: «La sua grandezza non sta nel “fare” qualcosa di simile a Dio, ma nel suo essere la creatura che, più di ogni altra, ha acconsentito a essere fatta, a essere redenta, a essere riempita». La grandeza de María no consiste en colocarse al nivel del Redentor, sino en ser plenamente receptiva a su gracia, hasta convertirse en el signo más transparente de su eficacia.
----------Desde esta perspectiva, la devoción mariana se libera de dos extremos igualmente engañosos: de la tentación del paralelismo, que la presenta falsamente como “quasi-Cristo” y oscurece la unicidad del Redentor; y de la minimización reductiva, que relega a María, también falsamente, a un papel secundario, sin reconocer su cooperación eminente. La verdadera analogía nos recuerda que la Virgen no comparte la causalidad fontal de Cristo, pero sí recibe en plenitud su gracia y, desde esa plenitud, coopera de modo único en la obra de la salvación. Así, la piedad mariana se purifica: no la absolutiza ni la disminuye, sino que la contempla en su lugar propio, como la llena de gracia y la colaboradora más perfecta del único Redentor.
----------El equilibrio analógico nos permite contemplar a María Santísima como aquella criatura colmada de gracia, cuya semejanza participada con Cristo está fundada en la desemejanza radical que la separa de Él. Así, honrar a la Virgen significa reconocer en ella la primera de los redimidos, la Madre que nos conduce al Hijo, la Theotokos Odēgētria que señala la única vía de salvación.
----------La verdadera devoción mariana, entonces, no multiplica títulos que todavía pueden permanecer ambiguos hasta tanto no sean suficientemente esclarecidos, sino que se centra en la humildad gloriosa de María, que nos repite: «Hagan todo lo que Él les diga» (Jn 2,5). En esa obediencia filial se purifica nuestra fe y se fortalece nuestra comunión con Cristo, único Redentor.
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 15 de noviembre de 2025

Estimado padre Filemón,
ResponderEliminarhe leído y releído atentamente el artículo de monseñor Antonio Staglianò. Enseguida compruebo que él tiene en principio en cuenta el principio dogmático que usted cita, del Lateranense: "la disimilitud es siempre más grande que la similitud". Sin embargo, me da la impresión que mons. Staglianò inmediatamente se dedica a una crítica a mansalva del "instinto que lleva a forjar el término Corredentora". Aunque se cuida bien de decir que sólo si se lo aplica "de modo ingenuo" "construye una analogía por similitud", sin embargo, luego pasa a aplicarle la crítica de "querer domesticar el misterio", que el papa Francisco aplicó correctamente al gnosticismo. No creo que sea un proceder muy académico.
Staglianò dice que la aplicación ingenua del término de Corredentora a la virgen, minimiza la disimilitud entre Cristo y María. Pero yo creo que él, parejamente, minimiza la similitud.
ResponderEliminarEs cierto que él lo que critica es simplemente una "analogía por similitud", así la llama, que tiende a ir olvidando la disimilitud con lo divino. Así, según él, la “Corredentora” "se convierte en la estación terminal de una analogía mal aplicada". Pero por otro lado habla de lo que él llama la "analogía invertida", que es la que reconoce la disimilitud entre lo humano y lo divino, pero que él parece, a mi entender, absolutizar, dejando de lado la similitud. ¡Por eso es analogía!, porque es ambas cosas, similitud y disimilitud.
Creo que Staglianò se mantiene, debo reconocerlo, perfectamente en la ortodoxia, y en el recto concepto de "corredención". Sin embargo, y no sé si alcanzo a expresarlo correctamente, creo que su modo de presentar la noción deja muy obscuro el aspecto de similitud.
Luego valoro la acentuación que el Obispo hace de la Maternidad espiritual de María, pero me cuesta reconocer que sea, como él dice "la única similitud posible después de haber afirmado la disimilitud". ¿Esto implica negar toda similitud en la co-redención?
ResponderEliminarAunque, en mi modesto entender, debo reconocer que Staglianò parece tener toda la razón cuando dice que la “Mediación Participada” de María "es un oxímoron que confirma la regla: la misma expresión “mediación participada”, usada por el documento (n. 28), es un oxímoron que custodia el misterio. Si la mediación es por definición única de Cristo, hablar de “mediación participada” es un modo de decir". Pero la realidad está sumamente alejada, es sumamente disímil, porque Cristo es el único Mediador.
Finalmente, creo que Staglianò se apresura al decir que el título de Corredentora debe ser "abandonado". No veo que esa sea la decisión del Papa, desde el momento que el Papa, a través de su DDF sólo dice que no es oportuno usarlo, porque los tiempos no están maduros. De hecho no lo ha abandonado, nos impulsa a una mayor clarificación teológica de lo que signifique la corredención.
ResponderEliminarLuego Staglianò sugiere que "Corredentora" es un título ambiguo. Yo no tengo problemas con esto. Lo es. Pero ¿acaso "Redentor" no es un título también ambiguo? ¡Por eso necesita ser explicado!
En definitiva, creo que hay que decir: bienvenidos sean los artículos como el de mons. Staglianò, o como los suyos, porque está claro que... los tiempos no están maduros... y a esto nos impulsa el Papa León: a seguir reflexionando con profundidad teológica sobre todo esto.
Por eso entonces: ¿¿a qué viene tanto alboroto de los conservadores?? ¿Qué es lo que ha dicho León más allá de lo que había dicho Francisco? Por el contrario, el papa Francisco parecía querer dar un corte a las discusiones, diciendo casi María no es Corredentora... y había que explica lo que el Papa quería decir... Ahora Benedicto es más moderado en el decir... no es oportuno... Pero en el fondo, los dos dicen lo mismo: debemos clarificar aún muchas cosas acerca del significado de la corredención, y todavía el Pueblo de Dios debe estar más convencido, en toda su amplitud, acerca de la verdadera corredención, como para que sea promulgado el quinto dogma mariano.