El pensar divino no solo es puramente espiritual como el pensar angélico, sino que es un pensar subsistente, coincidente con el mismo ser divino, inmediatamente y originariamente autoconsciente y no de manera sucesiva, derivada y mediada como sucede en nosotros, los seres humanos, para quienes la autoconciencia solo es posible sobre la base de un contacto precedente con las cosas externas. En nosotros la autoconciencia deriva del conocimiento de las cosas. En Dios la autoconciencia es el supuesto o condición de posibilidad de su conocimiento creador de las cosas. [En la imagen: una representación del templo de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de Cuyo, de Villa de Uspallata, Las Heras, de la Arquidiócesis de Mendoza, fragmento de una acuarela sobre papel, 2020, obra de P.F., colección privada].
"Mis pensamientos no son tus pensamientos"
Is 55,8
¿Qué es el pensamiento?
----------El pensamiento en general no es otra cosa que la representación mental o intelectual del ser. Esta representación es idea, si es pensamiento productor del ser o modelo mental del ser; es concepto, si es representación de lo real, recabada de lo real. En el primer caso tenemos el pensar divino y, por participación o por imitación, el pensar humano. En el segundo caso tenemos solo el pensamiento humano.
----------Cosa delicada es la relación del pensamiento con el ser. El ser es ciertamente objeto del pensamiento y el pensamiento supone el ser como ente que piensa. En el acto del pensar se produce una identificación intencional e inmaterial del pensamiento con el ser. «El intelecto en acto - dce Aristóteles- es lo entendido en acto». Cuando estamos en la verdad, lo que pensamos es lo que es. Solo en el pensamiento divino, sin embargo, ser y pensamiento subsistentes, se da una identidad real entre pensamiento y ser.
----------La noción del pensamiento no es originaria, sino que es efecto de una reflexión y de un razonamiento. Esta noción nace cuando nos damos cuenta de que al conocer las cosas que están fuera de nosotros se encuentran en nosotros, evidentemente en un estado de inmaterialidad.
----------Para saber lo que es el pensamiento, tengo que saber lo que es el conocer, tengo que darme cuenta de conocer las cosas, entender por qué las cosas fuera de mí están en mí. Nos damos cuenta entonces de que poseemos una facultad para desmaterializarlas y, por tanto, de la existencia del espíritu. Descubrimos que tenemos un alma espiritual.
----------Es necesario distinguir un pensamiento conceptual de un pensamiento intuitivo. En el pensamiento conceptual, el intelecto capta lo real mediante un concepto. En el pensamiento intuitivo el intelecto capta el objeto inmediatamente. Tanto Dios como el hombre poseen este doble modo de pensar. El hombre forma el concepto recabándolo de cuanto ha comprendido de la cosa conocida. Dios Padre hace proceder de Sí al Logos, el Hijo en identidad de esencia y distinción de personas.
----------La necesidad del concepto está dada por el hecho de que la mente contacta lo real con el pensamiento y la mente tiene la exigencia de que lo real sea conforme al modo de ser espiritual del pensamiento, mientras que el pensamiento siente la exigencia de reflejar la verdad de la realidad y, por tanto, de estar informado por ella.
----------El concepto es precisamente producido por el pensamiento finalizado en la presencia representativa intencional de lo real en el sujeto cognoscente o pensante. En Dios el Concepto, es decir el Logos, es la idea creadora del mundo. En nosotros el concepto es necesario si el objeto debe ser hecho inteligible por la actividad abstractiva del intelecto. En cambio, si el objeto es por sí inteligible, como los datos de conciencia, entonces el intelecto intuye inmediatamente el objeto.
----------En cuanto a la cuestión de la realidad externa, que haya cosas fuera de mí no puede ser objeto de demostración, como creía Descartes, porque la apelación a ellas es el principio de toda demostración, aunque es cierto que, partiendo de esa evidencia, existe un demostrar que se sitúa en el plano de la relación con objetos interiores y espirituales. El pensamiento y lo pensado pueden ser objeto del pensamiento, pero también este demostrar supone el demostrar empírico y experimental.
----------La certeza intelectual ciertamente es más fuerte que la sensible. Pero no es en absoluto la garantía, como creía Descartes. La certeza sensible ya tiene valor por sí misma y si no existiera ésta, no podría existir tampoco la certeza intelectual.
----------La certeza del pensar, por lo tanto, no es en absoluto originaria, sino derivada de la certeza de conocer las cosas. Si puedo estar cierto de lo que hay en mí, es porque estoy cierto de lo que está fuera de mí. Descartes con su cogito ha dado vuelta e invertido el procedimiento normal con el cual nosotros alcanzamos la certeza.
----------La noción del pensamiento nace cuando aprendemos a distinguir el sentido del intelecto. El materialista, que solo tiene en cuenta las sensaciones y los fantasmas de la imaginación, no sabe qué es el pensamiento. Esta noción nace cuando me doy cuenta de ser capaz de superar la imaginación para formar el concepto, es decir soy capaz de captar una esencia universal abstrayendo de los particulares o detalles, es decir del espacio y del tiempo. Hay por lo tanto en mí una vida inmaterial y espiritual, superior al espacio y al tiempo, superior a la materia. Es la vida del pensamiento, de la reflexión, de la razón, de la conciencia.
----------Es necesario distinguir el pensar del saber o conocer, pero no del mismo modo, como veremos. El saber es un pensar; pero el pensar no es necesariamente un saber. Conozco o sé cuando el objeto es preferentemente real, aunque exista un saber de entes ideales, como en la lógica o en las matemáticas. Pienso en cambio en cosas solo posibles o pensables simplemente no contradictorias.
----------El pensar humano hace uso de los sentidos y es consecuencia del uso de los sentidos. Por eso supone las cosas, de la experiencia de las cuales saca esas imágenes, que iluminadas por el intelecto agente, muestran al intelecto posible la esencia de las cosas. Sucesivamente nuestro pensamiento se eleva por el uso de nociones analógicas, al pensamiento de las cosas espirituales y de Dios.
----------El pensar divino no solo es puramente espiritual como el angélico, sino que es un pensar subsistente, coincidente con el mismo ser divino, inmediatamente y originariamente autoconsciente y no de manera sucesiva, derivada y mediada como sucede en nosotros, para quienes la autoconciencia solo es posible sobre la base de un contacto previo con las cosas externas. En nosotros la autoconciencia deriva del conocimiento de las cosas. En Dios la autoconciencia es el supuesto o condición de posibilidad de su conocimiento creador de las cosas.
El concepto barzaghiano del pensamiento
----------La teología de Barzaghi pone en primer plano la vexata quaestio del enfrentamiento-choque entre realismo e idealismo. ¿Lo ideal es distinto de lo real o coincide con lo real? ¿El pensamiento es distinto del ser o coincide con el ser? La Iglesia ha hecho su elección, optando por el evidente realismo presente en la Biblia y por eso recomienda a santo Tomás como campeón del realismo. Aún recientemente el papa Francisco definió en una breve fórmula la naturaleza del realismo: la primacía de lo real sobre la idea (véanse en este blog mis series de artículos: "El papa Francisco contra el idealismo", "El católico y su obligado realismo", y "De si es admisible en algún punto el idealismo").
----------Puesta la identificación propia del idealismo de pensamiento y ser, derivación del cogito cartesiano, existen, como señala el mismo Kant (en Crítica de la razón pura), dos formas de idealismo: una, que él llama idealismo «material», es decir, la de Berkeley, que implica la reducción del ser al pensamiento (esse est percipi) y su idealismo, que él llama «trascendental», que implica la elevación del pensamiento al ser, es decir, el intelecto se convierte en forma de lo real. Subsecuentemente, con Fichte, se convertirá no solo en forma, sino en posición (setzen) de lo real, hasta culminar en Hegel donde el concepto de la cosa se identifica con la cosa. El pensamiento es ser que se pone a sí mismo.
----------El idealista sabe lo que es la conciencia y tiene la percepción del espíritu. Tiene también la del ser, mientras que con arrogancia e insinceridad menosprecia el conocimiento experimental de la realidad material. En esto él se burla del realista, que la considera verdadera realidad. Pero en realidad el verdadero espiritualista es el realista, que distingue la apariencia subjetiva del ser objetivo y el sentido del intelecto (cf. Summa Theologiae, I, q.85, a.2, donde encontramos la refutación del idealismo), porque en realidad el idealista, tanto el kantiano como el berkeleyano, con toda su exaltación del absoluto, del pensamiento y del espíritu, acaban por confundir el espíritu con la materia y caer en el materialismo. En Kant el hombre se exalta hasta creerse Dios y en Berkeley se hunde en la sensualidad. La materia humillada se venga y el espíritu orgulloso se ciega.
----------Es cierto que el idealismo platónico, tendencialmente dualista, arriesga tanto el rigorismo como el sensualismo por la falta de una justa relación del espíritu con la materia, pero al menos Platón no tiene la arrogancia de los idealistas alemanes y tiene la humildad de reconocer que la idea subsistente no es producto del hombre, sino figura de la divinidad.
----------Sin embargo, hay que decir que entre el realismo y el idealismo, a decir verdad, existen gracias a Dios tres puntos de contacto, fuera de los cuales existe una oposición radical: 1. Ambos ponen en primer plano el interés por el ser, pero luego, mientras que el realismo distingue el pensar del ser, el idealismo los identifica. 2. Acuerdan en admitir la identidad intencionada de intelecto y realidad en el acto del pensar o del conocer, pero luego mientras que el realismo los distingue ontológicamente, el idealismo plantea también una identidad ontológica. 3. Ambos admiten que en Dios pensar y ser coinciden, pero mientras el realismo admite esa identidad solo en Dios, el idealismo la afirma en el ser como tal, cayendo así en el panteísmo.
----------La posición de Barzaghi sobre este punto es profundamente incoherente y contradictoria, incluso odiosa para nosotros católicos y realistas. En cambio, como bien se puede entender, gusta a los idealistas y a los modernistas, como por ejemplo también a los rahnerianos, que practican el mismo engaño. Bajo el color de un tomismo más riguroso y modernizado, se trata en realidad de una verdadera y propia burla contra el Aquinate, que le hace afirmar precisamente lo que más odia, es decir, la confusión idolátrica de Dios con el hombre.
----------En efecto, la posición mencionada, por un lado como veremos, es una profesión abierta de idealismo, pero por otro se presenta como campeón del tomismo interpretando el Aquinate en relación con Parménides, Gentile, Severino y Bontadini, y por lo tanto convirtiéndolo en un idealista. Como si esto no fuera suficiente, pero por otra parte con lógica consecuencia, él acusa de ser falsos tomistas a los realistas, que son en cambio los verdaderos tomistas. ¿No se encontrará la manera de remediar semejante descaro?
----------En cuanto al concepto barzaghiano del pensamiento comencemos por citar sus siguientes palabras: «Al mirar dentro de nosotros mismos descubrimos la naturaleza solitaria y omnicomprensiva del pensamiento [...] El entero es todo y por sí mismo. [...] El acto del pensar es intrascendible y por lo tanto omni-inclusivo. [...] Cuando trato de describir el pensamiento como acto o el pensar, no puedo evitar presentarlo como la extensión infinita del ser, que no excluye nada por sí. [...] El pensamiento y el ser son la misma cosa, porque como nada está fuera del ser, nada está fuera del pensamiento. Por eso el pensamiento es la transparencia de todo, es decir del ser, contra el cual está la nada, es decir nada» (Soliloqui sul divino. Meditazioni sul segreto cristiano, ediciones ESD, Bologna 1997, pp.46-47).
----------Es interesante que inmediatamente después informa de cómo le han llamado panteísta. ¿Acaso hay que sorprenderse? ¿Es realmente este nuestro pensar o no es más bien el pensar divino? Rechaza indignadamente la acusación. Pero si lo que dice no es panteísmo, entonces ¿qué es el panteísmo?
----------En efecto, este acto del pensar del cual habla, ¿es un acto de quién? ¿Es un acto nuestro? ¿Es un acto de nuestro pensar? ¿Quién es el sujeto de este pensar? ¿Somos nosotros los que actuamos o ponemos en práctica este pensamiento? ¿Quién cumple este acto del pensamiento? No lo dice. El hecho es que aquí él no da la definición del pensamiento como tal, sino del pensamiento divino. En efecto, para estar en la verdad de las cosas, el pensar de por sí y como tal es intención o representación del ser y por tanto se distingue del ser, que es su objeto. Así es el pensar en nosotros.
----------Él también llama «Entero» al acto del pensamiento. Pero se entiende inmediatamente de qué pensamiento habla: es el pensamiento divino. En efecto, el Entero es «el cuadro especulativo absoluto en el cual procede la fundación de los contenidos, resulta de la eliminación de toda alteridad presupuesta al pensamiento». En el pensar humano lo real es presupuesto al pensamiento. «El Entero es autorreflexivo: la autoconciencia como reflejo absoluto del orden». He aquí, pues, la costumbre habitual de entender el pensamiento como pensamiento divino, de modo que el hombre que piensa es Dios. Recordemos que Pío XII condenó el idealismo en la encíclica Humani generis de 1950. Naturalmente no se refiere al idealismo platónico, admirado y seguido por san Agustín y los Padres de la Iglesia, sino que se refiere al idealismo que, nacido de Descartes, conduce a Hegel y luego al panteísmo y al ateísmo.
----------Observemos que si hay un pensar que coincide con el ser, éste no es el pensar como tal, no es el pensamiento como pensamiento, que nosotros también actuamos, sino que es el pensamiento en las condiciones divinas, es ese pensar que solo Dios actúa en cuanto Dios. Con su definición del pensamiento es evidente entonces que él atribuye al hombre el pensamiento divino. Y ¿qué es esto sino panteísmo? Es pues una forma de insinceridad que él se presente como panteísta sin querer reconocer que es panteísta. ¿Por qué no lo reconoce abiertamente? Probablemente porque sabe que es un error.
----------Pero entonces quisiéramos preguntarle: ¿en qué consiste este error? ¿Qué es el panteísmo? Lo define san Pío X en la Pascendi (nn. 18 y 40). Consiste en no aceptar una revelación divina externa, es decir la exterioridad o trascendencia del ser respecto al pensamiento, sino el sostener la inmanencia del ser divino en el pensamiento humano, o sea en decir que el pensamiento humano es intrascendible, precisamente como dice Barzaghi.
----------¿Qué otra definición del panteísmo nos puede dar? Como veremos, él profesa el idealismo. ¿Pero sabe que el idealismo lleva al panteísmo? ¿Cree acaso con estas ideas que es realista? ¿Cree que es tomista? Como veremos, él quisiera interpretar a Tomás en sentido idealista. Pero es una operación leal?
----------Por lo demás, él acepta el panteísmo cuando hace suya esta sentencia de Plotino, que es una excelente expresión sintética del panteísmo de origen parmenídeo: «Todo está en todas partes y todo es todo y cada individuo es todo» (citado en La fuga. Ejercicios de filosofía, Ediciones ESD, Bologna 2010, p.145).
----------Es verdad que reconoce que «nuestro pensar no se identifica absolutamente con Dios» (Soliloquios, op. cit., p.52) y que «nuestro pensamiento, visto en sí mismo, es la sombra de Dios» (ibid., p.53). Pero luego en el mismo lugar reafirma su concepción divinizada del pensamiento: «El pensamiento es pensamiento de las cosas; cuando es pensamiento de sí mismo, parece pensamiento de nada; y sin embargo es pensar, siempre en acto, eterno, solo» (ibid.). El pensamiento «encuentra en sí mismo su propio tesoro» (ibid.).
----------Por lo tanto estamos como al inicio. Es necesario decir que el pensamiento como fin para sí mismo, eterno, vastedad ilimitada, pensamiento satisfecho de sí mismo y de la propia soledad no es en absoluto el pensamiento humano, sino solo el divino.
----------Nunca se le ocurre concebir el pensamiento como potencia de pensar, como pasaje de pensar en potencia al pensar en acto, lo que demostraría que también el pensar humano es verdadero pensamiento, sino que siempre habla, a la manera de Gentile, de pensamiento como acto, como acto puro, cosa que de por sí pertenece solo a Dios. Él habla más bien de pensamiento como «facultad humana», pero para él se trata de una visión grosera, no filosófica, «cosmológica», es decir materialista y «psicológica» o animalista del pensamiento.
----------Él identifica pensamiento y ser porque no distingue lo pensable de lo pensado en cuanto pensado, es decir ente mental. En efecto, el pensamiento se distingue del ser precisamente porque existe un ser no pensado. Para él, en cambio, el ser es el ser pensado. Todo es pensado. No existe un ser no pensado.
----------Sostiene en efecto que no existe un ser no pensado por nosotros, porque en el momento en el cual lo pienso deviene pensado. Excepto que se equivoca. ¿Dónde está el sofisma? En el hecho de que es cierto que lo no pensado se vuelve pensado en mi mente a nivel de representación, pero en sí mismo, fuera de mi mente, en la realidad, lo no pensado continúa existiendo y como tal no pensado. Y se quedará para mí como no pensado hasta que haya descubierto su existencia y lo haya conocido. De lo contrario puedo pensarlo solo como no pensado y se convierte en pensado solo en mi concepto, pero no en la realidad.
----------Lo no pensado es un dato real y objetivo para la mente humana, un dato innegable que atestigua la limitación del humano pensamiento. Creer que no existan cosas en las cuales no pensamos, a menos que sea un chiste, es una fanfarronada intolerable. Es más bien el efecto de un refinado sofisma idealista. De hecho, incluso cuando pienso en el todo o en la totalidad o en lo absoluto, esto no quiere decir que no exista fuera de mí una infinidad de cosas por mí ignoradas.
----------Y aquí no vale distinguir el pensar del saber. Es claro en efecto que lo no pensado es lo desconocido y viceversa. Entonces no puedo decir que no conozco lo no pensado, pero lo pienso. Si no es pensado ciertamente no es conocido. No es el conocer que deriva del pensar, como cree Barzaghi en la secuela de Descartes, sino que es el pensar y el reflexionar que deriva del conocer. El punto de partida del saber no es yo pienso, sino yo conozco. Existe para nosotros un pensar o intuir no conceptual e incluso metaconceptual, pero no existe un pensar preconceptual. Esto es precisamente solo de Dios.
----------Precisemos que el hecho de que yo piense lo no pensado no quita su objetividad extramental, no quita su realidad. De otro modo transformaría mi mente en la mente divina, para la cual sola no existe nada que no se haya pensado, porque todo es efecto de su pensamiento. Pero entonces estamos otra vez con el panteísmo.
----------Así Barzaghi acusa al realista de contradecirse porque admite la existencia de un pensado no pensado. Según él el realista admitiría la existencia de un pensado no pensado, lo que es efectivamente absurdo. Pero el error está en él. En realidad es el idealista quien se contradice porque por un lado, al considerar que es verdad lo que dice, está obligado a considerar que su pensamiento sea adecuado al ser y, por tanto, está obligado a distinguir el pensamiento del ser, mientras que por otro lado quiere identificar el pensamiento con el ser.
----------Esto depende del hecho que carece de la consideración del ser pensable, que es el ser presupuesto al pensamiento, independiente del pensamiento y regla del pensamiento. Dice en efecto que «lo pensable es ya de suyo un pensado en acto» (La inseidad redentora de la creación. Lógica anagógica y metafísica de la Redención, en Divus Thomas, N.37, 2003, p.233). Ahora bien, esto vale solo para el pensamiento divino, acto puro de pensar subsistente. Pero para nosotros lo pensable existe como realidad pensable antes de ser pensada por nosotros, admitido que lo sea. Lo pensable para el idealista es solo lo no-contradictorio, lo que también está bien, pero es demasiado poco, porque aquí estamos solo en el plano de lo posible, es decir, de lo realizable. En cambio lo pensable para nosotros es ante todo lo real externo, cuya posibilidad está fuera de toda duda, porque si existe es signo de que podía existir.
----------Afirma así acoger la «lección del idealismo», según el cual «lo entero del ser es perfectamente inmanente a la pura transparencia del pensamiento» (La mirada de Dios. Nuevos ensayos de teología anagógica, Edizioni ESD, Bologna 2012, pp.275-276). Sin embargo, esto solo se aplica a Dios. Si lo aplicamos al hombre, tenemos el típico immanentismo panteísta.
----------Como se sabe, el idealista considera con arrogancia y desprecio, como ingenua y acrítica, la concepción realista del pensamiento. De modo similar el auténtico viticultor, que conoce el buen vino, mira con desprecio el vino hecho artificialmente con aditivos. Y lo bello es que se jacta entonces de comprender a fondo, más que los mismos realistas, el verdadero sentido de la gnoseología tomista, de modo similar a Rahner; una interpretación idealista a la luz del pensamiento de Severino.
----------En su desprecio del realismo él está influenciado por su maestro Bontadini (véase: La potencia obediente del intelecto agente como clave de bóveda de la relación fe-razón, en Angelicum, 2, 2003, p.282), quien estaba justamente preocupado por asegurar la conveniencia del ser con el pensamiento, pero creía que esta era asegurada solamente por el idealismo porque confundía la exterioridad del ser al pensamiento con un supuesto distanciamiento, que es absolutamente contrario al verdadero realismo. Es en el error donde el ser se vuelve extraño al pensamiento; pero en la percepción de la verdad del pensamiento, el pensamiento es conforme al ser. Sin embargo, para asegurar tal conformidad no es en absoluto necesario identificar el pensamiento con el ser, acto que es exclusivamente propio del pensamiento divino.
----------La obra que aborda extensamente la cuestión del pensamiento es Philosophia. El placer de pensar (ediciones El Polígrafo, Padua 1999). Pensar ciertamente da placer, como lo hacen todas las actividades naturales de nuestra vida. Sin embargo el placer de pensar no es un fin en sí mismo. El pensamiento es funcional a su objeto. El placer de pensar depende del placer de la cosa en la que pensamos. Pensar en una desgracia inminente no es nada agradable. Pensar en Dios es la felicidad más grande. Ahora bien, él se detiene exclusivamente a tejer las alabanzas de la belleza del pensar, pero también de manera exagerada, hasta el punto de asimilar el pensar a Dios mismo. Es lo que él llama idealistamente «autoconciencia».

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