jueves, 24 de abril de 2025

Por una nueva concepción del infierno (1/2)

En la Carta a los Filipenses se dice que Cristo es Señor en el cielo, en la tierra y bajo tierra, si es verdad que "toda rodilla", en esos tres niveles de la creación, se dobla ante Él (Flp 2,10). Por tanto, también los condenados rinden homenaje a Cristo, así como Cristo es también su Señor. Ciertamente esto no sucede en vínculo de amor, y sin embargo sucede en el orden, en el recíproco respeto y según justicia por ambas partes. Cosas buenas son la severidad del Juez y el temor de los súbditos. [En la imagen: detalle del Fresco del Infierno, siglo XV, obra de Francesco Traini, en el Camposanto monumental de Pisa, Italia].

Eliminar las exageraciones
   
----------Como habíamos anunciado, intentamos ahora exponer una nueva concepción del infierno que esperamos pueda responder a las instancias válidas del pensamiento balthasariano, rahneriano, y schillebeeckxiano, así como a ciertas protestas que llegan hoy desde el mundo católico contra una concepción del infierno que se revela ya superada. Es necesario indudablemente recordar que los dogmas de la fe católica contienen verdades inmutables; pero estas verdades, en el curso de la historia, llegan a ser siempre mejor explicitadas y conocidas, y en tal sentido se puede decir que evolucionan. Por otra parte, pueden ser expuestas con argumentos de conveniencia más adecuados a la sensibilidad y a los intereses de cada época.
----------La existencia del infierno, precedida por la concepción veterotestamentaria de los "infiernos" o abismos (el sheol) y, en el infierno, la existencia de los condenados, siempre han sido datos de fe pacíficos y universales en el pueblo de Dios, evidentes ya desde las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo en los Evangelios, acogidos por toda la tradición católica, por los Padres, por los Doctores, por los santos, por los teólogos, por el Magisterio de la Iglesia, hasta nuestros días..
----------Muchos Santos han tenido la visión del infierno, del cual nos han dado diversas descripciones, aptas para impresionar la fantasía. Tales revelaciones privadas pueden ser útiles como confirmación de la convicción de fe, pero no ciertamente como su fundamento.
----------Es sabido, sin embargo, que desde hace algunas décadas a esta parte se ha ido difundiendo en el mundo católico una viva antipatía por el dogma del infierno y sobre todo por la existencia en él de condenados (famosísima es la tesis de Hans Urs von Balthasar del infierno "vacío"), cosas consideradas como incompatibles con la infinita bondad y misericordia de Dios, que a todos quiere salvar. Sucede también que quien admite la existencia del infierno sostiene luego que no sabemos si en él existen o no existen condenados. Quienes piensan así, suelen limitarse a decir que condenarse es posible, pero que no se conoce si existen condenados. Y en cambio la divina Revelación (aunque no contenida en ningún dogma definido), en la interpretación de la Iglesia y en las palabras mismas del Señor, como ya hemos visto, se expresa en contrario: es cierto que los condenados existen, aún cuando no sepamos cuáles y cuántos son.
----------A muchos les repugna la eternidad del infierno, sin que se den cuenta que tal eternidad es cosa lógica: rechazar un bien eterno (Dios), ¿cómo no podría implicar una pena eterna? Otros consideran que Dios debería conceder a los condenados la manera de arrepentirse (como ya sostenía Orígenes), sin darse cuenta que la elección hecha en punto de muerte no puede sino ser irrevocable. En efecto, en el momento en el cual el alma ve claramente qué cosa ella elige como absoluto, cesa la oscilación del libre albedrío vinculada a la falta de visión directa de Dios que era propia de la unión del alma con el cuerpo mortal. Por eso el alma realiza una elección irrevocable por o contra Dios, a semejanza de los ángeles.
----------Por eso en el más allá no existen ya méritos, sino sólo la merced de los méritos, tanto en el bien como en el mal. Por lo demás, los condenados no se arrepienten en absoluto de su propia elección, precisamente porque ha sido una elección: sabían lo que hacían y nadie les ha constreñido. Más bien Dios les impulsaba en sentido contrario. Sabían quién era y lo han rechazado. Sabían lo que iban a enfrentar pero, para hacer la propia voluntad considerándose así "libres", han aceptado las consecuencias.
----------Por eso los condenados no merecen compasión y por otra parte ellos no quieren en absoluto ser compasionados. No consideran tener que ser perdonados porque a su juicio ellos han actuado bien. Santo Tomás de Aquino llegaba a decir que los bienaventurados gozan al ver a los condenados justamente castigados, ciertamente no sacan beneficio por su pena como tal, sino en cuanto en ella se realiza la divina justicia. Análogamente, el cristiano no goza del sufrimiento como tal, sino en cuanto en Cristo tiene valor redentor.
----------Hoy podríamos acaso decir mejor, usando otras palabras, que los bienaventurados gozan moderadamente por la situación de los condenados por el hecho de que también en ellos Dios ha respetado su elección. Ciertamente este complacerse sería aún mayor si los condenados estuvieran salvados. Sin embargo, es necesario recordar que Dios, siendo Todo y la Causa de todo, tiene en sí virtualmente felices también a aquellos que fuera de Dios están en el infierno.
----------Es una sutil tesis de la teología tomista, fundada en el principio metafísico de que la causa debe pre-contener virtualmente en sí el efecto, de lo contrario no se explica cómo podría causarlo, ya que nada da lo que no tiene. Pero Dios, siendo simplicísimo, no puede contener en su divina esencia algo realmente distinto de ella (el efecto creatural). Tomás llega por tanto, por lógica consecuencia y gran audacia especulativa, a decir que la creatura en la esencia divina es Dios mismo. Lo que obviamente no tiene nada que ver con el panteísmo, porque se mantiene siempre que la creatura en sí misma existe fuera de Dios, y por tanto distinta de él.
----------Mi opinión es que la actual reacción contra el dogma del infierno es parcialmente comprensible por el hecho de que por largos siglos, hasta un reciente pasado, se ha insistido mucho, sobre todo en la predicación popular, con una descripción de las penas infernales, en la cual parecía que se hiciera una carrera sobre quién pisaba más el acelerador sobre lo terrible y horrible de los tormentos infernales, desbridando una fantasía que iba más allá de cualquier límite. De aquí -lamentablemente- el pasaje de la idea de un Dios justo a un Dios cruel torturador ha sido fácil.
   
La providencia está presente también en el infierno
   
----------Para remediar esta situación actual, que indudablemente pone en peligro el dogma del infierno y resquebraja la confianza en la bondad divina, la solución no es por cierto la de los buenistas, según los cuales el infierno no existe, sino que es la de corregir la mencionada concepción, que no ha tenido nunca el aval del Magisterio de la Iglesia, el cual se limita a una gran sobriedad.
----------Es más, precisamente la cosa a hacer según mi parecer, es la de poner en luz en la pena del infierno, y sobre todo en la condición del alma condenada, algunos aspectos que hasta ahora han permanecido en la sombra y que en cambio son tales para hacernos mirar este dogma con serenidad, aunque con temor, sin verlo en contraste con la bondad divina. Obviamente no se trata de decir: después de todo, incluso si voy al infierno, no pierdo mucho. Un discurso de este tipo sería extremadamente absurdo e irresponsable. Es obvio que hay que seguir temiendo el infierno y que a nadie se le puede aconsejar de ir.
----------En cuanto al dogma, éste dice indudablemente que el infierno es el lugar de pena eterna de las almas que han muerto en estado de pecado mortal. Tal pena o castigo conlleva la privación de la visión beatífica (poena damni) y la pena del fuego (poena sensus). Verdad próxima a la fe es que el condenado está fuera de la Iglesia y por consiguiente no está unido a Cristo en el amor; sin embargo continúa perteneciendo a la humanidad, mantiene la dignidad ontológica de persona (aquí debemos señalar que aquellos que definen a la persona como "relación de amor", evidentemente niegan que los condenados sean personas) y permanece bajo el dominio de Cristo Señor Rey del universo. El condenado del infierno no es una bestia, no es un diablo, no es un monstruo: es un ser humano, que como tal, se debe continuar respetando, ya que Dios su Creador lo respeta primero y lo sigue respetando. En cuanto al "fuego" eterno, no es una simple metáfora, sino que es verdadero fuego, aún cuando sólo misteriosamente análogo al fuego comúnmente conocido.
----------Santo Tomás de Aquino sostiene que también el condenado es de algún modo objeto de la divina misericordia, no siendo castigado tanto cuanto merecería. Esta idea de Tomás nos da inspiración para ver el infierno en una luz menos espantosa y más conforme a la infinita bondad de Dios. Una primera consideración a hacer, en efecto, es que toda creatura, en cuanto existe, es buena y amada por Dios. Dios ama aquello que crea porque Él es bueno y no puede sino producir lo bueno, por tanto no puede producir sino algo amable. Ciertamente el mal existe y es odioso, pero no viene de Dios. Dios, por tanto, toma cuidado de CADA creatura y la gobierna con amor y justicia. Esto vale también para los condenados del infierno.
----------El condenado, aunque creado para amar a Dios, no lo ama, pero Dios continúa amándolo. El condenado no quisiera esto, pero después de todo no le desagrada, porque por más que él sea perverso, su misma naturaleza sigue inclinada hacia Dios, aunque sea naturaleza frustrada en esta inclinación. Ciertamente, odiando a Dios, se odia también a sí mismo en cuanto es su creatura; pero al mismo tiempo sigue apegado a su propia voluntad, que también ha sido creada por Dios, aunque sólo en cuanto voluntad y no en cuanto rebelde. Y Dios, manteniendo en el ser al condenado, evidentemente conserva en el ser su voluntad. Tenemos por tanto aquí, en cierto modo, un punto de encuentro entre Dios y el condenado.
----------Por tanto, es necesario pensar que, aunque los condenados estén sometidos a justa pena, Dios, conservándolos en el ser, no puede no proveer sobre ellos con sabiduría y bondad, respetando la dignidad de su persona en su inteligencia y en su voluntad. Por otra parte, se debe tener presente que, siendo Dios causa primera de todo ente, este último debe pensarse de algún modo pre-contenido virtualmente en Dios. Si entonces tal ente ha sido creado, él existe también en sí, fuera de Dios. Pero todo ente en Dios coincide con la esencia divina y es por tanto perfectísimo. Se puede por tanto hipotetizar que también los condenados, aunque condenados fuera de Dios, en cuanto existen virtualmente en la esencia divina, tienen en esta esencia esa beatitud que no tienen fuera de Dios.
----------En la Carta a los Filipenses se dice que Cristo es Señor en el cielo, en la tierra y bajo tierra, si es verdad que "toda rodilla", en esos tres niveles de la creación, se dobla ante Él (Flp 2,10). Por tanto, también los condenados rinden homenaje a Cristo, así como Cristo es también su Señor. Ciertamente esto no sucede en vínculo de amor, y sin embargo sucede en el orden, en el recíproco respeto y según justicia por ambas partes. Cosas buenas son la severidad del Juez y el temor de los súbditos.

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