martes, 15 de abril de 2025

Qué es el infierno (2/2)

El infierno no testimonia un "fracaso de Dios", sino un fracaso del hombre. Y Dios está tan interesado en que el hombre haga aquello que quiere, que, a fin de respetar su elección, también está dispuesto a retirar su propuesta de salvación dejando que el hombre con su estupidez se dañe eternamente. [En la imagen: fragmento de "Buenos Aires", acuarela de José Carlos Palacios Gonzalo, colección privada].

¿Cuándo ha comenzado el infierno?
   
----------En primer lugar hagamos una distinción. Por cuanto respecta a los ángeles rebeldes, el infierno ha iniciado inmediatamente después de su pecado, como castigo de su culpa. Mientras que para nosotros, el infierno ha comenzado a existir después de la venida de Cristo, porque el infierno no es un simple genérico rechazo de Dios, sino que es el rechazar a Cristo, o sea un Dios que llega al máximo de la misericordia con el sacrificio de su propio Hijo. La pena del pecado original no fue un rechazo de Cristo, porque Adán y Eva no lo conocían y todavía no había sucedido la Encarnación, sino que existían los abismos o los infiernos: una condición del alma del difunto en la cual él es infeliz y está separado de Dios.
----------En segundo lugar, es necesario distinguir los infiernos del infierno. Los infiernos (en hebreo: Sheol) son el lugar en el cual ha caído la humanidad después de la muerte, con el pecado original. Habla de ello en varias ocasiones el Antiguo Testamento, como por ejemplo los Libros Sapienciales (Sal 6,6; 116,3; Pr 1,12; 7,27; 15,11; 27,30; Qo 9,10; Ct 8,6; Sab 1,14; Sir 14,16; 51,6). Es un lugar temporáneo de miseria, alejado de Dios, pero no sin esperanza, para aquellos que esperan al Mesías y, en general, entre los otros pueblos, para aquellos que esperan de Dios la salvación. Cristo, en efecto, descendiendo a los infiernos, ha liberado a las almas de los antiguos Padres que esperaban al Mesías y a toda la humanidad deseosa de salvación.
----------El infierno, en cambio, es originariamente la pena de los demonios. En él no hay ninguna esperanza de salvación (recordemos el dantesco "lasciate ogni speranza o voi che entrate"). El odio contra Dios es inextinguible. Al infierno sin embargo van también aquellas creaturas humanas que, con la venida de Cristo, lo han rechazado. Así, el pecado del cristiano, después de la muerte, tiene una consecuencia todavía más grave que la de los infiernos, porque se opone a un bien mayor (la gracia de Cristo) que aquel del cual gozaban nuestros primeros progenitores (la gracia edénica). Y esta consecuencia es el infierno, pena inextinguible porque es el rechazo del último y extremo ofrecimiento de salvación hecho por Dios al hombre. Dios en Cristo no habría podido hacer más que cuanto ha hecho (donando sobre la cruz a su propio Hijo) y por tanto el rechazar semejante extremo ofrecimiento no puede más que comportar una perdición irremediable.
----------Nuestro Señor Jesucristo, por consiguiente, viniendo al mundo, libera al hombre justo de los antiguos infiernos; pero si el cristiano se arrepiente del pecado mortal, evita también el infierno. Con la venida de Cristo los infiernos han sido abolidos; sin embargo, para quien no obedece a Cristo, existe ahora el infierno, que, como se ha dicho, es todavía peor. Los justos que antes de Cristo se encontraban en los infiernos, han sido por Él conducidos; los impíos, en cambio, son precipitados en el infierno.
----------Cristo ha descendido a los infiernos, no ha descendido al infierno. Desciende al infierno quien muere en el pecado mortal, pero siendo Cristo el Inocentísimo, puro de todo pecado, es absurdo y blasfemo, como parece pensar Von Bathasar (como ya veremos), que Cristo haya descendido al infierno. Cristo ha hecho propia, para salvarnos, la pena del pecado, no la culpa. De lo contrario no habría podido salvarnos. En efecto, si también el detergente está sucio, ¿cómo podrá limpiar? Si la sal es insípida, ¿cómo podrá dar sabor? Si el médico está enfermo, ¿cómo podrá sanar a los enfermos?
   
El infierno: ¿un fracaso de la obra redentora?
   
----------Parecería que el infierno comporte un fracaso, al menos parcial, de la obra de redención: se imagina a Cristo como una especie de bombero que, en el tratar de evacuar a las personas de una casa en llamas no llega a hacer salir a todas. Es éste el argumento que condujo a Orígenes a creer que la pena infernal fuera temporánea, por lo cual a su término todos, demonios y condenados, vendrían a ser perdonados. Pero la Iglesia ha condenado semejante opinión. Los condenados primero refutarían la idea de Orígenes, la cual ofendería su orgullo. Su odio es implacable y no desean ningún perdón, que sería un rendirse a Aquel del cual no quieren ya saber nunca más y que creen, en su soberbia, haber derrotado.
----------Por más que esta idea del parcial fracaso de la obra de Cristo y por tanto de la necesidad del "perdón" pueda parecer justa, como que Cristo debiera ofrecer una ulterior "reparación" a la obra cumplida, ella en realidad es falsa. No se debe concebir así la obra divina de la salvación: ella en sí misma es perfectísima y Cristo no podía hacer más que lo que ha hecho. Dado que existen los condenados, la culpa es suya, no de Cristo.
----------De lo contrario viene ciertamente la tentación de creer que ella haya sufrido un parcial fracaso, si existen personas que no son salvadas. Ahora bien, es necesario entenderse bien acerca del concepto cristiano de "salvación", que no debe ser entendido en sentido unívoco con el terreno, usado, por ejemplo, en el caso de un incendio o del hundimiento de una nave, donde se supone que todos quieran salvarse y donde las fuerzas de los socorristas pueden y deberían ser suficientes.
----------Tal cuestión del eventual "fracaso" de la obra de la redención está liga a la otra, que algunos se plantean, los cuales se preguntan quién puede ser tan necio como para querer rechazar una felicidad eterna como para elegirse en cambio una condición de eterna infelicidad. Por tanto, a ambas cuestionas las podemos tratar juntas.
----------Hacemos entonces la observación que según el concepto corriente de salvación, al menos en sentido físico, es absurdo pensar que exista quien (a menos que sea un loco o un suicida), en caso de incendio o de naufragio, no quiera salvarse, mientras que, por otra parte, una perfecta intervención de los socorristas supone que todos se salven. A la inversa, el concepto contrario de salvación prevé la posibilidad de que algunos no quieran salvarse, incluso siendo sanos de mente, mientras que está previsto que el Salvador, aunque omnipotente no salve a todos y no por ello su plan fracase. Es necesario explicar estas aparentes paradojas.
----------Sería absolutamente ridículo que un bombero, acercándose a un pobre desgraciado que está por ser devorado por las llamas en el incendio de su casa o su lugar de trabajo, le preguntara si quiere salvarse o no. Pues bien, Cristo dice a cada uno: "Si quieres la vida eterna, observa los mandamientos", pregunta a cada uno de nosotros si quiere salvarse o bien si no quiere salvarse. Esto debe ponernos ya sobre aviso acerca de la diferencia entre un salvarse terreno y la "salvación" de la cual habla Cristo.
----------Esto no quiere decir que, de algún modo, todo hombre no quiera salvarse; y, en tal sentido, podría decirse que no existe quien no quiera salvarse; sólo que cuando está en juego la cuestión de la salvación eterna, puede suceder que uno tenga un concepto de "salvación" contrario a aquel que Dios le propone. Existe quien le dice a Dios: "No, yo quiero salvarme a mi modo"; pero esto implica en la práctica el infierno, sea que lo quiera o no. Es en este sentido que no todos se salvan y no todos quieren salvarse.
----------Por lo demás, ¿en qué consiste la obra del Salvador? En el proponer a todos la posibilidad de salvarse y en el salvar -como dice el Jesús del Evangelio de san Juan- a "aquellos que el Padre le ha dado", lo que quiere decir evidentemente no todos. ¿Pero por qué esto? No porque Cristo no les ofrezca también a ellos la salvación, sino porque estos no la quieren. Ciertamente que si el hombre se salva es porque no quiere salvarse, aunque Dios le hubiera dado medios suficientes y posibilidades para hacerlo.
----------Nuestro Señor Jesucristo, por lo tanto, cumple perfectamente la voluntad del Padre ("consummatum est"). De parte de Cristo la obra de salvación no fracasa en absoluto. El problema es que en ella existe también la parte reservada al hombre: es aquí que la obra de salvación podría fracasar por culpa del hombre, porque el hombre podría no cumplir la voluntad de Dios.
----------Por consiguiente, el infierno no testimonia un "fracaso de Dios", sino un fracaso del hombre. Y Dios está tan interesado en que el hombre haga aquello que quiere, que, a fin de respetar su elección, también está dispuesto a retirar su propuesta de salvación dejando que el hombre con su estupidez se dañe eternamente.

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