El Santo Evangelio proclamado en la Misa de ayer, quinto domingo de Cuaresma, el pasaje de la adultera no condenada (Jn 8,1-11), es una invitación a reflexionar acerca de la justicia de Dios. Procuraremos hacerlo en un artículo que divido en tres partes. He aquí la primera. [En la imagen: fragmento de "Otoño en Mendoza", acuarela de Beatriz Navarro, del 2010, colección privada].
"Se ha manifestado la justicia de Dios" (Rm 3,21)
Dios quiere que el hombre sea justo con Él
----------El concepto bíblico de justicia (zedaká) implica una virtud por la cual el hombre es justo (zaddìq), en el sentido de ser recto, obrar el bien, ser bueno, santo y perfecto. Así, la virtud de la justicia de por sí no comporta una relación ni con la ley (torah) ni con el prójimo, sino que implica y conduce espontáneamente a esta relación, por lo cual es justo quien practica la ley y da a cada uno lo suyo.
----------Y aquí el concepto bíblico viene a encontrarse con el concepto romano de la iustitia y del jus, es decir del tribuere unicuique suum, el respeto de los derechos de los otros y la reivindicación de los propios. También tenemos la relación con la dikaiosyne griega como virtud de la socialidad o virtud política.
----------Dios, para la Biblia, es justo de por sí, porque es el fundamento de la justicia y el autor de la ley moral en cuanto creador del hombre, ley observando la cual el hombre es justo. Se trata de la ley natural de la cual habla san Pablo en Rm 2,14-15, correspondiente a la lex non scripta, de la que habla Cicerón.
----------Dios es también un justo juez, que juzga según justicia, ecuánime, imparcial, no hace discriminaciones ni acepción de personas, no mira a nadie en la cara. Conoce lo más íntimo de los corazones y las más recónditas intenciones de cada uno de nosotros, mejor que cuanto las conocemos nosotros mismos. He aquí por qué san Pablo, aunque se sienta inocente, no quiere juzgarse a sí mismo, sino que se somete al juicio de Dios.
----------Ahora bien, cuando la Sagrada Biblia habla de "juicio divino", se refiere generalmente a juicio de condena. En este sentido Cristo nos manda no juzgar, o sea, no condenar. No quiere decir que no debamos usar la cabeza. Él nos ha dado la facultad de distinguir lo justo de lo injusto, y de atar y desatar. Quiere prohibirnos en cambio el juzgar con dureza, rigidez, precipitación y pasionalidad, sin la debida imparcialidad, objetividad y ponderación. El confesor participa del mismo poder divino de juzgar el estado de las almas, también en foro interno, en el respeto de los sagrados cánones.
----------Karl Rahner se equivoca cuando dice que el acto de perdonar o de absolver en el confesionario "no debe pensarse como un acto jurídico" (véase Ciencia y fe cristiana. Nuevos ensayos, volumen IX, Ediciones Paulinas, Alba 1984, p.361). En realidad, la administración del sacramento, en nombre y con el poder de Cristo juez tiene un carácter tan jurídico que la confesión administrada sin jurisdicción concedida por la autoridad competente no solo no es lícita, sino tampoco válida.
----------Dios es justo también en el sentido de que distribuye a cada uno lo que necesita según sus necesidades, premia y castiga. La justicia de Dios para la Biblia también se manifiesta en la alianza o pacto (berith) entre Dios y su pueblo Israel. En el horizonte de estas ideas, la justicia divina tiene también un aspecto de dulzura, ternura, misericordia (hesed), compasión (rahamím) y gracia (hanan). En el Nuevo Testamento deviene caridad (kharis), aunque manteniéndola inferior, en cuanto la justicia reclama la idea de la obligación, del deber y de la observancia de la ley, mientras que la kharis reclama la idea del amor generoso, espontáneo y afectuoso.
----------La justicia de Dios, tal como se deriva de la Escritura, tiene dos aspectos: Dios justamente exige que el hombre sea justo con Él, y a su vez Dios es justo con el hombre. Veamos en este artículo cómo Dios es justo en el sentido antes mencionado y, por lo tanto, cuál es el deber de justicia del hombre hacia Dios con particular referencia a la reparación del pecado. Dios perdona, pero al mismo tiempo quiere recibir una reparación y por medio de nuestro Señor Jesucristo nos enseña cómo hacerlo.
----------A menudo en la actualidad, se oye hablar de la misericordia de Dios, pero lo cierto es que de la justicia poco se habla, si no para reconducirla a la misericordia, dando casi la impresión, haciéndolo así, de querer insinuar que siendo la justicia lo contrario de la misericordia, es mejor no hablar de la justicia. Sin embargo, no se puede negar que Dios sea justo juez y remunerador de los justos y de los injustos.
----------Lo mismo ocurre con el atributo de la ira divina, que no se menciona nunca o casi nunca, aunque está presente de varias maneras en numerosísimos pasajes de la Escritura. En la actual visión buenista, Dios nunca se aira, es siempre y solo misericordia y ternura, perdón y compasión. ¿Cómo es posible que no entendamos que en Dios la ira y la misericordia corresponden exactamente a la oposición entre el bien y el mal, la justicia y el pecado, la diversidad de las elecciones humanas de quien elige por Dios y quien elige contra Dios? Ciertamente, Dios ofrece la gracia a todos. Pero a aquellos a quienes Dios no les interesa, ¿acaso creen que Dios les da la gracia a la fuerza? Y sin gracia, ¿qué es lo que puede hacer el hombre?
----------Sucede así que al aparecer las calamidades naturales y al aparecer todas las infinitas formas del sufrimiento humano, los buenistas no saben qué decir, no pudiendo sentirlas una expresión de la ternura divina, cuando sería precisamente en esas coyunturas que la revelación cristiana nos da la luz resolutiva y tranquilizadora, tan solo con que nos decidamos a acoger con fe el misterio de la Cruz, con su propia temática de la expiación, del sacrificio, de la reparación y de la satisfacción.
----------Es necesario, por otra parte, recordar que si Dios no castigara el pecado, no sería misericordioso, sino que sería injusto. Su misericordia no consiste en dejar impune el pecado, porque eso sería aprobarlo, cosa imposible a la bondad divina. Sin embargo, indudablemente su misericordia implica que Él tolere y sea paciente con quien peca por fragilidad.
----------Si, en cambio, permite que el inocente sea golpeado por la desgracia, esto no es injusticia, porque esa persona, aunque inocente, sufre al menos las consecuencias del pecado original, y también es misericordia, porque al mismo tiempo Dios da al desventurado la gracia suficiente para unirse a la pasión de Cristo y salvarse.
----------Ciertamente la bondad divina no se limita a premiar a quien ha actuado bien o a compensar la buena labor cumplida, sino que también dona gratuitamente de su propia iniciativa y sin medida más allá de las expectativas y de los deseos; la misericordia divina dona más allá del mérito y previene la misma posibilidad de merecer, ella dona la gracia que induce al pecador al arrepentimiento y lo hace capaz de merecer el paraíso del cielo. Pero esto significa que la misericordia divina actúa junto con la justicia, lo cual hace al pecador capaz de expiar y de satisfacer en Cristo por los propios pecados y pagar sus propias deudas.
----------La misericordia de Dios Padre perdona nuestras deudas y ofensas no porque nosotros seamos servidores inútiles u obreros holgazanes, sino porque ya las ha pagado su Hijo, aunque no por eso estamos exentos del deber de llevar nuestra cruz cotidiana en unión con la de Cristo.
----------Por lo demás, si el Padre ha querido satisfacción por la ofensa sufrida por el pecado, ¿acaso ha carecido aquí de misericordia? ¿Podía haber sido más bueno si hubiera hecho como si nada hubiera pasado? Algunos, que se creen más misericordiosos que Dios, consideran que Dios en lugar de exigir reparación o restitución o sacrificios expiatorios, como hubiera hecho un agente del fisco o un acreedor tacaño o un ofendido quisquilloso, podía cerrar un ojo y dejarlo pasar. Después de todo, ¿qué había perdido con nuestro pecado? ¿De qué cosa le habíamos privado? ¿Qué le habíamos hecho a Él? ¿Acaso no lo tiene todo por sí mismo? ¿Era el caso de estar tan enojado como para castigar con la muerte? Se trata de expresiones antropomórficas para hacernos entender que en realidad, al pecar, no le hacemos daño a Dios, sino a nosotros mismos.
----------Por otra parte, la misericordia omnipotente de Dios hace, sí, ciertamente, que el hombre sea justo, es decir, la misericordia divina justifica al hombre (Rm 3,21) y en esto Dios es al mismo tiempo sumamente justo. En este caso, pero solo en este caso, la misericordia coincide con la justicia. Pero de aquí no se debe tomar pretexto, como hizo Martín Lutero, para olvidar todas las veces que la Escritura distingue la justicia de la misericordia, y para cancelar o borrar la justicia en nombre de la misericordia. Una misericordia que perdona a los opresores que oprimen a los débiles, ¿qué clase de misericordia es?
El plan de Dios Padre
----------El Padre por medio del Hijo, nuestro Señor Jesucristo, nos ha revelado lo que debemos hacer para volver a la paz con Él, para remediar el mal que hemos hecho y que nos hemos hecho, para reavivar su gracia, para obtener el perdón. El mensaje del Padre que Cristo en nombre del Padre nos comunica no es, como cree Rahner siguiendo en ello a Lutero, que el Padre nos perdona y nos da su gracia sin que se requiera ninguna satisfacción, sacrificio, reparación o expiación.
----------No es verdad, como sostiene Rahner (Curso fundamental sobre la fe, Herder, Barcelona 1998, p.331), que "Dios ama de manera originaria y sin motivo al pecador". Dios ama al pecador a condición de que se arrepienta y por lo tanto existe un motivo muy preciso por el cual Dios ame al pecador o lo salve. Dios ama al pecador arrepentido, no al que no se arrepiente, aunque siga amándolo como su creatura. Dios ama al pecador haciéndole justo, y esto es justicia divina. Pero la justicia divina es también el castigo del pecador obstinado.
----------Ciertamente, Dios ama al pecador originariamente e incondicionadamente en cuanto es creador del hombre y en cuanto el pecador es su creatura. Así Dios ama también a los condenados del infierno; pero no los ama en cuanto que pecan, porque Dios no ama la injusticia. Dios, en cuanto justo, ama a los justos y por esto justifica al pecador; pero por consiguiente no ama al pecador que ha pecado y no se arrepiente, es decir, al pecador en cuanto tal, en estado o en acto de pecado; más bien está airado, es decir, está enojado con él; sino que ama, perdonándolo y justificándolo, sólo al pecador que, aun permaneciendo en la condición de pecador, está arrepentido, infundiendo en su corazón la gracia del arrepentimiento.
----------Por lo tanto, Dios ama a todos, bienaventurados y condenados, en cuanto que son sus creaturas, y es justo con todos justificando al que se arrepiente y castigando al que no se arrepiente. De hecho no todos se arrepienten, porque hay algunos que no aman a Dios, hay algunos a los que el perdón divino no les interesa y consideran que no necesitan ningún perdón, y por lo tanto no todo hombre acoge la gracia del perdón.
----------Dios, por lo tanto, ofrece a todos el perdón. Sin embargo, sólo salva a algunos, vale decir, sólo salva a aquellos que acogen la gracia del perdón y Lo aman. Esto es así porque Dios nos ha constituido libres, y por lo tanto deja que cada uno de nosotros tenga la facultad de amarlo o de no amarlo. Por eso da la gracia a quien le ama y no obliga a amarlo a quien decide no amarlo.
----------Si, por tanto, Dios predestina y escoge a aquellos que lo aman y se salvan, no hace daño a los demás, de hecho los contenta, les satisface en su voluntad de rechazarlo, sin por lo demás tener que responder de las lógicas consecuencias penales de sus actos, de las cuales ellos son los únicos responsables. Porque si, en efecto, la alegría eterna está para cada hombre en amar a Dios, ¿cómo no puede ser pena eterna el odiarlo? Sin embargo, si algunos están contentos así, son libres de elegir.
----------Estando así las cosas y teniendo en cuenta el plan de salvación del Padre, para obtener la gracia del Padre, debemos llevar la cruz con nuestro Señor Jesucristo, aceptar las penas de esta vida en descuento de nuestros pecados; los sufrimientos que pueden ser alejados, deben ser alejados, pero las penas que no podemos eliminar o que son el precio de la virtud o la prueba del amor, deben ser buscadas, amadas y acogidas con obras de penitencia, amar y adorar a Jesús crucificado, imitar su pasión, vivir el sufrimiento como él lo ha vivido, morir con sus mismos sentimientos y sus intenciones, dar al sufrimiento el significado que Él le ha dado, ofrecer nuestra vida como sacrificio de amor al Padre por nuestra salvación y la del prójimo, rendir culto al Padre con la ofrenda del sacrificio de la Misa. Eso quiere decir ser cristianos.
Si no existe justicia, tampoco existe misericordia
----------Aquellos que razonan de este modo y creen que pueden decirle a Dios que podría haber sido más bueno, deberían darse cuenta de que, si llegan a esa conclusión, hay algo mal en su razonamiento. Y es el hecho de que no saben apreciar la justicia divina, que va junto con la misericordia, por lo cual si no hubiera justicia, tampoco habría misericordia, la cual levanta al mísero dándole justamente lo que le corresponde y aún más.
----------Pero, ¿por qué existe el mísero? Porque existen las consecuencias del pecado original, aun cuando el mísero personalmente no haya pecado, como Job. ¿Pero el pecado no merece castigo? ¿El pecado original ha quedado impune? No castigar el pecado no es misericordia, sino injusticia. Si nosotros obtenemos misericordia es porque ha habido alguien que ha pagado por nosotros y éste es Cristo.
----------Ahora bien, aclaremos un punto. Aunque se hable de "ofensa" a Dios, respecto a ello tengamos también presente que el desobedecer a Dios no le hace ningún daño a Dios, sino solo a nosotros, porque conlleva intrínsecamente como consecuencia necesaria la muerte, porque sus mandamientos son mandamientos de vida y por lo tanto es lógico que el que no los observe muera. Y por otra parte es lógico que Dios, fundador de la ley moral, sea juez de nuestro obrar y por consiguiente absuelva a los inocentes y condene a los culpables, y siendo el dueño de la viña, pague a los viñadores al final del día.
----------La metáfora del Dios airado no significa propiamente que Dios la tiene contra nosotros, porque incluso cuando pecamos Él continúa amándonos, porque Él es por esencia Amor. Somos nosotros que nos hemos airado con Él, que no lo amamos y lo odiamos. Seamos sinceros; los malos somos nosotros, no es Él.
----------Por lo tanto, incluso cuando decimos que con el sacrificio de la Santa Misa aplacamos su ira o nos Lo propiciamos, es un modo de decir antropomórfico para decir que Él nos devuelve su gracia y somos nosotros los que nos reconciliamos con Él y no es Él quien se reconcilia con nosotros. Él es siempre benevolente con nosotros, incluso cuando nos castiga. Por supuesto, el cambio no ocurre en Dios sino en nosotros, aunque la Biblia se complace en usar dicho lenguaje antropomórfico.
----------Esto es precisamente lo que es necesario comprender. También la justicia punitiva (vale decir, la que justicia que castiga) es bondad y amor. Y también puede ser misericordia porque Él es clemente y no nos castiga tanto como merecemos. Si la justicia depende de una buena voluntad y el amor es acto de la buena voluntad, está claro que la justicia es amor y bondad. Y si la justicia también implica el castigo, entonces está claro que el justo castigo también es amor. Esto es lo que los buenistas deberían entender.
----------Aclaremos que la justicia divina que hoy crea dificultades a muchos no es la que nos hace justos, honra los derechos humanos, retribuye a los buenos, satisface las necesidades, premia a los virtuosos, pone orden en las cosas humanas y en la sociedad, quita las injusticias y crea la igualdad, endereza lo que está torcido, repara lo que ha sido destruido, guía la justicia humana y los gobernantes, sino que la justicia que les crea dificultades a los buenistas y misericordistas es la justicia vengativa o punitiva, que castiga y condena a los pecadores, que derrota a los enemigos, les crea dificultades la justicia reivindicativa que exige reparación y la justicia coercitiva, que sanciona la infracción de la ley, da satisfacción al ofendido por el mal recibido.
----------Dios es justo también en el sentido de que quiere que el hombre sea justo con Él. Por eso el Padre ha querido que el Hijo expiara en la cruz la culpa que el hombre había cometido con respecto a Él. Es cierto que la justicia implica una relación con el otro. Pero también es justicia querer que los demás sean justos con nosotros.
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