Hoy no se habla casi nunca de la satisfacción que nuestro Señor Jesucristo ha dado al Padre en lugar nuestro, por nuestros pecados, siendo Él Inocente, sin pecado. Es lo que la teología llama "satisfacción vicaria", un concepto dogmático, un dogma de la Iglesia, que desgraciadamente hoy casi no se predica y no se le explica al Pueblo de Dios, porque -y debo decirlo, aunque me resulte embarazoso- porque no pocos sacerdotes ya no creen en el sacrificio satisfactorio de Cristo en lugar nuestro, es decir, en su satisfacción vicaria, sacrificio que se renueva de modo incruento en cada Misa. Los grandes responsables de esta herejía son Martín Lutero, en el ámbito del luteranismo y, en las huellas de Lutero, Karl Rahner, en el ámbito del catolicismo. [En la imagen: fragmento de la acuarela "Capilla de Posta de Hornillos, Jujuy", obra de Liliana Giaquinto].
¿Qué quiere decir satisfacer a Dios?
----------La palabra "satisfacción" es de uso muy común, por ejemplo: "He tenido muchas satisfacciones de la vida", "estoy satisfecho con esto", para decir: estoy contento. El término satisfacer viene del latín satis-facere, que significa "hacer lo suficiente", pero ¿hacer lo suficiente en qué sentido? ¿Para qué propósito? Para dejar contento, y por lo tanto para dejar satisfecho a alguien.
----------Por eso el verbo satisfacer se usa con el acusativo: satisfacer a alguien. También se puede utilizar con el dativo, por ejemplo: satisfacer las demandas, ir al encuentro de ciertas exigencias. El verbo se utiliza menos en el sentido judicial o jurídico: pagar el fideicomiso o cumplir la pena para honrar la ley y reparar el daño causado, o bien "dar satisfacción a alguien por una ofensa sufrida", de modo que le ofrezca una compensación o indemnización o resarcimiento o reparación. En este caso no se dice satisfacer a alguien, sino satisfacer por alguien o para alguien o por algo.
----------Entonces aquí el satisfacer es, como dice santo Tomás de Aquino, "ofrecer al ofendido lo que él ama igualmente o más de lo que odia la ofensa" (Sum. Theol., III, q.48, a.2). Si yo ofendo a alguien, siento espontáneamente el deseo de reparar o remediar por cuanto he hecho, para así procurarme nuevamente la benevolencia de aquel a quien he ofendido. Si contraje una deuda con alguien, y si soy honesto, siento la necesidad de desendeudarme y pagar lo que debo. Si quiero comprar una mercancía, le pregunto al vendedor cuánto cuesta. Si quiero cumplir una noble empresa, me pregunto cuánto esfuerzo debo poner en ello. Si quiero ver un espectáculo, estoy dispuesto a pagar la entrada.
----------Ahora bien, si yo ofendo a Dios, ¿por qué no debería sentir la necesidad de reparar o darLe satisfacción por el mal que he hecho? Precisamente de este sentimiento nacen los sacrificios cultuales en todas las religiones: ofrecer a Dios algo para tranquilizarLo con respecto a mí y recuperar sus favores, para que me quite el castigo y me devuelva su gracia. El sacrificio de la Misa, en la Iglesia católica, no es otro que el sacrificio a Dios, que Dios mismo nos propone en Cristo como sacrificio agradable al Padre para tenerLo a nosotros propicio y dispuesto al perdón y a la misericordia.
----------Tomar del prójimo, en nombre de su bondad, sin restituir o evitar darle lo debido o pretender del prójimo que hemos ofendido que él soporte y nos perdone sin más ni más como si nada hubiera sucedido, pretender que nos acepte alegremente y supinamente tal como estamos en nuestra maldad sin pestañear, fingiendo que no pasa nada, pretender que el ofendido se quede contento con nosotros de cualquier modo, permanezca dulce y benevolente como antes, ¿no es acaso hipocresía y descaro, no es una burla hacia él, no es un signo despreciable de desfachatez, no es acaso prepotencia y violencia hacia él? Y entonces, ¿cómo y con qué cara podríamos actuar con Dios de esta manera bajo el pretexto de que Él es bueno y misericordioso? ¿Qué habríamos ganado con ello?
----------¿Es el nuestro un discurso serio y honesto o es solo un mezquino expediente para seguir pecando con la esperanza de no ser castigados? ¿Queremos provocar a Dios y pretender que Él no se enoje? Desgraciadamente, es a lo que conducen la ética de Lutero y la de Rahner, convencidos de saber mejor que Cristo y la Iglesia cuán grandes son la bondad y la misericordia de Dios.
----------Ahora bien, Cristo, ¿qué ha hecho en cambio para remediar nuestros pecados? "Él, padeciendo por amor y por obediencia, ha ofrecido a Dios algo más de cuanto habría requerido la compensación de toda la ofensa que le hubiera sido infligida por el género humano. Cristo, en efecto, ofreció como satisfacción la dignidad misma de su vida" (ibid.), la cual, siendo una vida divina, tenía evidentemente el poder de cancelar el pecado y la muerte y restituir al hombre la gracia del Padre dispuesto por misericordia y justicia a perdonar la ofensa.
----------La justicia o plan providencial del Padre hacia nosotros y su gloria, y por tanto para gloria nuestra y para gloria de nuestro Señor Jesucristo, ha importado por tanto la justicia de Cristo hacia el Padre y hacia nosotros con la ejecución fiel del plan del Padre, y, por tanto, su justicia satisfaciente, redentora y reparadora, que a su vez es fundamento de nuestra justicia con respecto al Padre, es decir, de nuestro deber de expiar, satisfacer y reparar. He aquí, entonces, el sacrificio de la Misa.
----------En este sentido el dogma tridentino habla de la satisfacción obrada por Cristo en nuestro lugar, dada al Padre para nuestra salvación: "satisfecit pro nobis", donde ese "pro" no quiere decir solo en nuestro lugar, sino también a nuestro favor. Como enseña el Concilio de Trento, el hombre, "pecando, incurrió por la ofensa de la prevaricación en la ira y en la indignación de Dios y, por tanto, en la muerte" (Denz. 1511).
----------Por supuesto, la ira divina, el enojo de Dios, aquí no es una pasión, al modo de la ira humana, sino que se trata de una metáfora que representa el odio de la voluntad de Dios por el pecado cometido por el hombre. Ciertamente Dios no odia en cambio al hombre, porque Él es amor y bondad infinitos. Sin embargo, en lenguaje bíblico, podemos decir que Dios está airado con el hombre que peca contra Él.
----------En cuanto al "satisfecit pro nobis", Rahner no acepta la interpretación según la cual Cristo ha satisfecho a nuestro lugar, porque enfoca mal la cuestión. Rahner imagina que el dogma tridentino suponga que Cristo libere o exima al hombre de la tarea que se le pide ante Dios y que "sin embargo él no es capaz de realizar" (Ciencia y Fe cristiana, op.cit., p.366.).
----------Pues bien, no hay nada de todo eso. El "pro nobis" tridentino es una verdad de fe que entra en el dogma de la Redención y supone la conciencia de que el hombre después del pecado se ha causado un daño que con sus solas fuerzas no es capaz de reparar. Dada esta incapacidad, Cristo suprime con su poder sanador divino dando en lugar del hombre al Padre esa satisfacción que el hombre por sí mismo no logra obrar. Por lo tanto, Cristo no hace lo que el hombre debería hacer y no hace, como cree Rahner, sino simplemente hace para el hombre y en su lugar, lo que el hombre no es capaz de hacer, lo cual evidentemente es un acto de amor y misericordia y no una humillante sustitución, desresponsabilización o prevaricación, como cree Rahner.
¿Era necesario dar satisfacción al Padre?
----------La interpretación del motivo, del por qué y del propósito de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo como acto satisfactorio de la justicia del Padre ya la había dado san Anselmo de Aosta en su famoso tratado teológico Cur Deus homo. Sólo que Anselmo habla de esta cuestión como si Dios Padre, y por consiguiente Cristo Dios, no hubieran podido actuar de una manera diferente.
----------Anselmo busca, por consiguiente, proponer razones necesarias para la obra de redención. Ahora bien, es verdad que Jesús, hablando de su futuro sacrificio, habla de la necesidad de que así sucedan las cosas y que se cumplan las Escrituras, pero no en el sentido de que el Padre no podía actuar de otro modo, porque el Padre, si hubiera querido, podría haber salvado a la humanidad de otra manera.
----------Dios Padre, según san Anselmo, para defender su honor, fue obligado a querer que el Hijo satisficiera con la pasión y la muerte por los pecados de los hombres. Santo Tomás de Aquino, por su parte, encuentra convenientísimo que nosotros hayamos sido liberados del pecado con un plan divino que comportara un acto de satisfacción al Padre (Sum.Theol., III, q.46, a.1); pero el Padre, si hubiera querido, nos habría podido perdonar también sin exigir tal satisfacción (ibid., a.2).
----------Ahora bien, el Concilio de Trento retoma ciertamente de san Anselmo la doctrina del valor satisfactorio de la muerte de Cristo, pero presenta tal satisfacción solamente como un simple dato de hecho, sin decir el Concilio en absoluto, como había pretendido san Anselmo, que Dios no podía actuar de otra manera, en esto aceptando Trento evidentemente el posibilismo de Tomás de Aquino.
----------El Concilio de Trento, sin embargo, reconoce que Dios ha querido que el hombre volviera a ser amigo suyo y he aquí que actúa ese plan de reconciliación del hombre con Él, que es el plan de la redención obrada por el Hijo. Permaneciendo en la metáfora de la ira, digamos que el sacrificio satisfactorio del Hijo aplaca la ira divina, se vuelve propicio al Padre y le da adecuada satisfacción, como dice el Concilio de Trento:
----------"Su amadísimo Hijo Unigénito, Nuestro Señor Jesucristo, mientras éramos enemigos (Rom 5,10), por la excesiva caridad con que nos ha amado (Ef 2,4), con su santísima pasión nos ha merecido la justificación y satisfizo al Padre por nosotros" (Denz.1529).
----------Así como el Padre ha movido la voluntad humana del Hijo a cumplir la obra redentora, así mueve la voluntad del cristiano a asociar sus propios sufrimientos a los de Cristo para la remisión de los pecados, para la expiación de las culpas, para satisfacer la justicia del Padre.
----------Por eso Dios no ha querido dejar impune la culpa del hombre y ha querido sí perdonar, pero al mismo tiempo ha querido que el Hijo con su sacrificio le diera satisfacción en lugar del hombre, incapaz de dar satisfacción por la gravedad de la culpa cometida.
----------No ha perdonado al Hijo, que sin embargo era inocente, tratándolo como si hubiera sido un pecador, y ha perdonado al pecador gracias al sacrificio del Hijo inocente. Con todo, Dios, en su misericordia, ha querido que el hombre, aunque deudor insolvente, pudiera tener el orgullo de concurrir con sus obras buenas, para su propio rescate en unión de caridad con Cristo.
----------Sin embargo, si Dios posee todo -uno puede preguntarse- ¿cómo podría ser privado de algo como para exigir la restitución? Si Dios es puro espíritu, ¿cómo podría enojarse para ser aplacado y propiciado por los sacrificios? Si Él es alegría infinita, ¿cómo podrá lamentarse por las ofensas sufridas y exigir satisfacción? Si Él es impasible, ¿qué podría padecer por la acción de una criatura? Si es clemente y misericordioso, perdona y otorga gracia, ¿cómo podría al mismo tiempo exigir que se le pague la deuda? Si Él es llevado al perdón, ¿cómo puede al mismo tiempo castigar?
----------Santo Tomás de Aquino hace notar que Dios muestra mayor misericordia precisamente dando al hombre la posibilidad de darLe satisfacción, de expiar, de reparar, de pagar la deuda del pecado, de redimirse, antes que absolviendo y perdonando sin exigir compensaciones. Porque es por misericordia que el Padre nos concede reparar nuestros pecados y colaborar con Cristo para nuestra salvación.
----------Es cierto que de por sí el donar por gracia y el exigir compensación se excluyen mutuamente. Nadie puede adquirir una mercancía simultáneamente de forma gratuita y desembolsando dinero, porque son dos cosas que se excluyen recíprocamente: si obtengo gratis, no pago; si pago, quiere decir que no obtengo gratis. Si Dios exige, entonces no dona. Si dona, no exige. Parece evidente.
----------Y en cambio aquí existe un equívoco o malentendido porque muchos no se dan cuenta, que aquí el pagar y el recibir gratuitamente no se excluyen entre sí, sino que están juntos, porque se ponen sobre dos planos morales diferentes: el acto reparador que yo cumplo, para la participación a una Misa, viene al mismo tiempo de Dios y de mi obrar. Está claro que la gracia que recibo al participar en la Misa es don gratuito de Dios, ¿de lo contrario qué gracia sería? Pero el participar en la Misa es obra mía y en este sentido doy satisfacción al Padre, valiéndome obviamente de la gracia de Cristo.
----------Es del hecho de no ser capaces de disolver esta aparente contradicción que nace la tesis protestante de la salvación sin los méritos de las obras buenas, entre las cuales las obras penitenciales, satisfactorias y los sacrificios, de manera especial la Santa Misa.
Es un blog bellísimo. Gracias, Padre Filemón.
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