Frente al buenismo, que degenera en indulgencia vacía o renuncia al rigor justo, este artículo reúne la doctrina tomista sobre la venganza legítima, la ira moderada como energía de caridad y el combate cristiano contra el pecado, para mostrar cómo la severidad informada por la razón y el amor a Dios y al prójimo constituye la manifestación más auténtica de la justicia. [En la imagen: fragmento de "Divino Maestro", acuarela sobre papel, 2025,obra de P.F., representando el frente de la iglesia parroquial Divino Maestro, calle Las Magnolias 241, Las Heras, de la arquidiócesis de Mendoza].
“Vindicta non est ira, sed est iustitia
qua iusta poena subiiciuntur peccatores”
San Agustín, De civitate Dei XIX, 23
La delicada cuestión de la venganza
----------La palabra “venganza” se encuentra aún en el Diccionario de Teología Moral dirigido por el Card. Francesco Roberti (Editrice Studium, Roma 1961), definida en estos términos: “la venganza, en sentido general, significa toda retribución del mal perpetrado con la inflicción de una pena. Cuando esto se hace por motivos buenos y justos, para mantener el orden jurídico-social o la corrección del malhechor, por personas competentes según las leyes, se tiene la vindicatio, que es acto de justicia”.
----------La denuncia de la injusticia puede ser hecha con ira e invocar venganza. El perdón es posible y puede ser un deber solo hacia quien se arrepiente y repara. Dice Tomás: “El movimiento de la virtud apetitiva puede ser racional de dos modos. De un modo, cuando es la razón la que ordena, y así la voluntad es racional, y se llama apetito racional. De otro modo, si acompaña la denuncia de la razón; y así la ira es racional, cuando denuncia la injuria” (Summa Theologiae, I-II, q.46, a.4).
----------Se sobreentiende, como veremos también en los texto de santo Tomás de Aquino, la posibilidad de que exista una venganza injusta, cruel o ilegítima. Pero Tomás no considera para nada que la venganza sea de por sí cosa mala, de evitar o de reprobar en todo caso, como muchos hoy erróneamente creen, porque parten de una idea de la venganza como desahogo rabioso o revancha del odio. De ese modo ellos no se ocupan de que se haga justicia a quienes padecen injusticia.
----------No comprenden que la venganza, ciertamente, en quien ha padecido injusticia, puede ir acompañada de ira, que es una pasión, pero que puede y debe ser moderada por la razón, y sobre todo guiada por la justicia, por el derecho y por la ley. Además de ello, la ira ni siquiera es necesaria. Por ejemplo, el juez puede perfectamente hacer justicia sin estar movido por ninguna ira. Más aún, si ella no existe, es mejor.
----------La justa venganza, observa el Aquinate, que puede ir acompañada de una justa indignación o una justa ira, comporta el hecho de que “el hombre rechaza aquello que lo daña por el hecho de defenderse contra las injurias, para que no le sean lanzadas en el futuro, o bien de aquellas ya recibidas se venga (ulciscitur) no con la intención de hacer daño, sino con el propósito de anular el daño” (Summa Theologiae, II-II, q.108, a.2).
----------El problema de la venganza reside, de hecho, en el riesgo de que la ira se convierta en excesiva y se transforme en odio, lo cual transformaría un acto bueno en un pecado. Dice Tomás de Aquino: “La ira debe ser mantenida bajo control, porque puede crecer y prolongarse en el tiempo más de lo debido, corriendo el riesgo de convertirse en odio”. Observa, en efecto, el Aquinate lo que puede suceder: “Se comienza deseando un mal al prójimo según cierta medida, lo cual hace la venganza razonable; pero luego, continuando la ira, se llega al punto de que se desea el mal del prójimo de modo absoluto, y ello comporta la razón del odio” (Summa Theologiae, II-II, q.34, a.6), es decir, es pecado.
----------La venganza, si no es reglada por la razón, puede ser excesiva o demasiado débil. Vicio por exceso, observa santo Tomás, es “el pecado de crueldad o de sevicia, que excede la medida al castigar" (Summa Theologiae, II-II, q.108, a.2, 3m): la demasiada severidad. Pero también se puede dar el vicio contrario, por defecto, “cuando uno es demasiado blando al castigar” (Summa Theologiae, II-II, q.108, a.2, 3m), la pena demasiado suave. La pena excesiva tiende a desanimar o bien provoca hipocresía o reacciones de orgullo; mientras que la pena demasiado suave no corrige, sino que incentiva el pecado.
----------La primera raíz de la justa venganza, observa santo Tomás de Aquino, es la caridad, que debe ser el alma de todas las virtudes, como bien sabemos. La venganza no está justificada por no sabríamos qué rencoroso livor o despecho contra los pecadores o simplemente contra quien piensa de manera diferente a uno, sino precisamente debe justificarse exactamente por la caridad.
----------En efecto, el amor por el bien, lo cual es propio de la caridad, no puede no tener como equivalente el odio por el mal, y precisamente el odio al pecado, pecado que precisamente la venganza se propone condenar y castigar. Ciertamente el pecado es eliminado sólo por la misericordia divina, pero si el pecador no se arrepiente, no queda más que la justa venganza.
----------De hecho, como explica santo Tomás de Aquino, el amor produce el celo y el celo produce la venganza: “el celo, en cuanto comporta el fervor del amor, importa la primera raíz de la venganza, en cuanto uno venga las ofensas hechas a Dios o al prójimo, ofensas que en virtud de la caridad reputa como hechas a él” (Summa Theologiae, II-II, q.108, a.2, 2m).
----------La venganza final y decisiva, para la Biblia, corresponde a Dios: “Mía será la venganza y el castigo” (Dt 32,35); “A mí la venganza (ekdíkesis)” (Rm 12,19).
----------La bien conocida “ira divina”, como hace notar santo Tomás, no tiene nada que ver con un hecho emotivo, dado que Dios es purísimo Espíritu: “la ira no se predica de Dios como si fuera una pasión del ánimo, sino según el juicio de la justicia, en cuanto Él quiere hacer venganza del pecado” (Summa Theologiae, I-II, q.47, a.1).
----------Santo Tomás de Aquino sostiene la superioridad de la fortaleza sobre la templanza (Summa Theologiae, I-II, q.61, a.4); vale decir, demuestra que es más difícil vencer el miedo que el placer, porque la grandeza de una virtud se mide o por la grandeza del mal que hay que vencer o por la grandeza del bien al cual es necesario renunciar. Ahora bien, mientras la templanza exige vencer la mala tendencia al placer, la fortaleza exige vencer el temor de afrontar el sufrimiento.
----------En la primera se debe estar dispuesto a renunciar al placer; en la segunda es preciso ser capaz de renunciar a la vida. Ahora bien, está claro que la vida es un bien mayor que el placer. Y Tomás cita a Cicerón: “No es conveniente que quien no está subyugado por el temor, sea luego subyugado por la codicia, y quien se muestra invicto ante el trabajo, quede luego vencido por el placer” (De Officiis, cap.20).
La justa ira comporta una moderada agresividad
----------Dice santo Tomás: “El apetito sensible”, que tenemos en común con los animales, “se divide en dos potencias, la irascible y la concupiscible”. Hoy los psicólogos llaman “agresividad” a la irascible y “afectividad” a la concupiscible. “Para evidenciar esto, —continúa santo Tomás— es necesario considerar que en las cosas naturales corruptibles se requiere una inclinación a conseguir lo que es conveniente y a huir de lo que es nocivo, pero también a resistir las fuerzas corruptoras y contrarias, que obstaculizan las cosas convenientes y producen daño”. Ahora bien, la irascibilidad es esa energía “por la cual el animal” (y por tanto también el hombre) “resiste a las fuerzas enemigas, que se oponen a las convenientes y ocasionan daño” (Summa Theologiae, I, q.81, a.2).
----------La ira desempeña una función esencial, aunque solo en circunstancias adecuadas, en la predicación del Evangelio, en la refutación de los errores, en la condena de los vicios, en la corrección y amonestación de los pecadores. Ella puede llegar también al severo reproche, a la dura invectiva, a la amenaza del castigo eterno, como vemos en los profetas. Sus invectivas irritan a los pecadores, aunque los profetas hablen por el bien de los pecadores. Pero los pecadores pueden reaccionar matando al profeta. Así se hacen mártires.
----------Dice Santo Tomás: “La esencia de la fortaleza consiste en la firmeza con la cual uno no cede a las fuerzas que contrastan o se oponen su bien” (Summa Theologiae, I, a.2, 1m). “A la virtud de la fortaleza pertenece remover el impedimento por el cual la voluntad se aparta de seguir la razón. Ahora bien, que alguien sea apartado por algo difícil, concierne a la razón del temor, que implica retroceder ante un mal que presenta dificultad. Y por tanto la fortaleza concierne principalmente a los temores de las cosas difíciles, que pueden hacer retroceder a voluntad de seguir la razón. Ahora bien, es necesario no solo tolerar con firmeza la presencia de las cosas difíciles, frenando el temor, sino también agredir con moderación, es decir, cuando hay necesidad de eliminarlas, para tener seguridad en el futuro” (Summa Theologiae, II- II, q.123, a.3).
----------La justa ira puede, por tanto, comportar una cierta agresividad, que no es falta de caridad, sino, al contrario, es esa energía de caridad que sirve para sacudir la conciencia del sopor del pecado. Se trata de agredir el pecado, no al pecador. Dice santo Tomás: “el hecho mismo de que en el pecador odiamos la culpa y el defecto del bien, concierne al amor por el hermano; es por el mismo motivo, de hecho, que queremos el bien de alguien y odiamos su mal” (Summa Theologiae, II- II, q.34, a.3).
----------Si luego el pecador se irrita o se ofende, está claro que no tiene derecho, pero esta reacción suya está dictada solo por el orgullo y por su corazón endurecido. El pecador puede reaccionar matando al profeta. Así, como ya he dicho, se hacen mártires. El martirio es a la vez expresión máxima de caridad, por la cual el mártir da su propia vida por Cristo, y de fortaleza, que revela su acto más noble no en la agresión, sino en la soportación de la muerte, con tal de no traicionar a Cristo.
----------En general, como dice santo Tomás, “la esencia de la fortaleza consiste en la firmeza con la cual uno no cede a las fuerzas que contrastan con su bien” (Summa Theologiae, II-II, q.34, a.2, 1m). Esta firmeza se puede llevar a cabo en la fuerza de la agresión al mal y al pecado o en la fuerza de la soportación del mal. En este segundo caso, tenemos el martirio, el cual, como dice santo Tomás, “consiste en la debida soportación de los tormentos injustamente infligidos; pero el hombre no debe dar ocasión al otro de actuar injustamente, pero si el otro actúa injustamente, debe moderadamente tolerar” (Summa Theologiae, II-II, q.124, a.1).
El combate cristiano
----------El actuar cristiano posee intrínsecamente un aspecto combativo, agonístico y polémico. Como dice Cristo “los violentos (biastái) se apoderan del reino de los cielos” (Mt 11,12). Obviamente son palabras que deben entenderse correctamente, y no predican ninguna práctica de la violencia, y sin embargo implican un esfuerzo, una lucha, una batalla. Pensemos en la fuerte polémica de Cristo contra los fariseos y los doctores de la ley.
----------Es una lucha contra el mal, contra el pecado y contra Satanás, como dice san Pablo Apóstol en su Carta a los cristianos de Éfeso: “Nuestra batalla no es contra criaturas hechas de sangre y de carne, sino contra los principados y las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en las regiones celestiales” (Ef 6,12).
----------Es una lucha para domar las propias malas pasiones y corregir las propias malas inclinaciones. No está excluido el conflicto bélico y el uso de la fuerza. Por esto san Pablo se enorgullece: “He combatido la buena batalla” (2 Tm 4,7), y exhorta al discípulo Timoteo: “Combate la buena batalla de la fe” (1 Tm 6,12).
----------Santo Tomás dedica incluso una cuestión entera de la Summa Theologiae a la “guerra justa” (bellum iustum, Summa Theologiae II-II, q.40) y muestra aprecio por el heroísmo militar de quien muere en combate, calificando tal gesto como signo de gran fortaleza (Summa Theologiae II-II, q.123, a.5), mientras al mismo tiempo considera ilícito al sacerdote prestar el servicio militar (Summa Theologiae II-II, q.40, a.2), tratándose de obra de este mundo, mientras el sacerdote es ministro de Cristo, cuyo reino no es de este mundo (cf. Jn 18,36).
----------Aquí tiene su parte la justa ira y la justa reivindicación. El amor cristiano por el enemigo no excluye tampoco la licitud, en ciertas condiciones, de mover guerra a fuerzas enemigas. Naturalmente, el combatiente no estará movido por odio o espíritu de prepotencia, que estaría en abierto contraste con el amor por el enemigo, sino más bien por el sagrado deber de justicia, con el fin de defender a los oprimidos, el bien común o la patria de un injusto agresor o de un poder opresor.
----------Hoy en día es frecuente la condena absoluta de la guerra, porque ya desde el vamos "guerra" se entiende odio, violencia, masacre, robo y destrucción. Por otra parte, es necesario admitir, en ciertos casos, un uso legítimo de la fuerza y un deber en ello. En este sentido, con santo Tomás, hablamos de una "guerra justa". ¿O preferimos decir que la Policía Federal o la Policía de Mendoza son una organización delictiva?
----------Aquí vemos cómo la ira puede ser expresión de la fortaleza al servicio de la justicia y pueda comportar una justa venganza, sin desviarse en el odio, en el rencor o en la injusta venganza. Lo cual quiere decir, por paradójico que la cosa pueda parecer, que al fin y al cabo, también en la raíz de la guerra justa está la caridad, el amor de Dios y del prójimo, que mandan la defensa o la liberación de la patria y de los oprimidos.
----------Israel tenía bien claro que Dios no puede querer el odio hacia el enemigo; y sin embargo, Dios puede mandar combatir, con una justa ira, por el bien de la patria. De aquí la guerra entendida como deber mandado por Dios: “Combatiremos como el Señor nos ha ordenado” (Dt 1,41). De aquí la seguridad de Moisés dada a su pueblo: “El Señor camina con vosotros para combatir por vosotros” (Ex 14,14). Asegura al fiel el sabio Sirácida: "Combate hasta la muerte por la verdad y el Señor Dios combatirá por tí" (Sir 4,28).
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 18 de agosto de 2025
VUELVE LA MISA DE SIEMPRE AL CORAZON DE LA CRISTIANDAD. TERMINO EL INVIERNO LITURGICO
ResponderEliminarhttps://elwanderer.com/2025/09/08/el-papa-leon-autoriza-nuevamente-la-misa-tradicional-en-la-basilica-de-san-pedro/
Estimado Anónimo,
Eliminarle agradezco la información; pero no entiendo en qué se relacione esa noticia que usted me da con el tema del artículo.
Quedo a su disposición si usted al darme esta noticia deseaba preguntarme algo sobre ello o acerca del tema del artículo hoy publicado.
Perdón que me meta, pero no entiendo, ¿cómo que vuelve la misa de siempre? si es de siempre, cuál vuelve? no entiendo...
EliminarTienes razón Juan, y has visto bien el punto. Pero no quiero lanzarte a bocajarro mi explicación académica de la incoherencia expresada por el Anónimo, pues tomarías mi intervención tal vez como arrogante exposición académica de lo que es o no es la Misa. Sólo te invito a cavar aún más a fondo en la exacta intuición que has tenido. Reflexiona, tú puedes, porque Dios te ha dado la razón para que, apoyada en el buen sentido común, saques las conclusiones lógicas de la contradicción que, con lucidez, acabas de descubrir. Te animo con toda mi alma a hacer este esfuerzo.
EliminarGracias, señora Mencía. Pero una ayudita de su parte no me vendría mal. Le aseguro que no me ofenderé si me explica bien las cosas. Quiero saberlo. Gracias
EliminarEstimado Juan,
Eliminartu pregunta es muy pertinente, y agradezco que la hayas formulado con sencillez y deseo de comprender. La expresión “vuelve la Misa de siempre” es, en realidad, equívoca y doctrinalmente impropia. La Misa no “vuelve” porque nunca se fue: la Eucaristía celebrada según el rito reformado por san Paulo VI es plenamente válida, legítima y fiel a la Tradición viva de la Iglesia. Es la “Misa de siempre” en cuanto actualización sacramental del sacrificio de Cristo, independientemente del misal que se utilice.
Lo que ha ocurrido —como bien señalas con tu intuición crítica— es que el papa León ha concedido un permiso puntual, en el marco del Año Santo, para que un grupo de fieles celebre con el Misal de 1962 en la Basílica de San Pedro. Este gesto no implica una rehabilitación doctrinal del misal abrogado, ni una rectificación de la reforma litúrgica, ni un cambio en la disciplina litúrgica actual de la Iglesia, cuyas más recientes directivas brotan de la Carta Traditionis Custodes del papa Francisco en 2021, con la legislación posterior. El acto del papa León no puede sino comprenderse como lo que es: un acto de paciencia pastoral, como lo fueron en su momento las concesiones de san Paulo VI, de san Juan Pablo II, de Benedicto XVI, y de Francisco, hacia quienes aún no comprenden el valor teológico y eclesial de la reforma litúrgica.
Lamentablemente, algunos sectores que se aferran al Misal de 1962 no lo hacen ni siquiera por razones estéticas o devocionales, sino como expresión de rechazo doctrinal al Concilio Vaticano II y al Magisterio postconciliar. En esos casos, la adhesión al rito abrogado se convierte en estandarte de una postura que roza el cisma y cae bajo sospecha de herejía. Por eso, conviene distinguir entre la legítima sensibilidad litúrgica y el uso ideológico de un rito abrogado.
Gracias por tu pregunta, Juan. Que el Señor te conceda seguir buscando la verdad con humildad y lucidez.
Estimada Domna Mencía,
Eliminarle agradezco sinceramente el modo en que ha acompañado a Juan en su búsqueda de comprensión. Su intervención, delicada y pedagógica, honra el espíritu de diálogo que este blog desea cultivar: no sólo transmitir contenidos, sino formar inteligencias que piensen con rigor y libertad.
Aprovecho para compartirle —con la discreción que merece— que el administrador del blog, mi sobrino Paolo Fitzimons, me ha hecho llegar un mensaje no publicado de un Anónimo, dirigido a Juan, en el que se pretendía explicar la expresión “vuelve la Misa de siempre” mediante una analogía culinaria: decía que una panadería que siempre ofreció medialunas de grasa, y que por un lapso de tiempo ofreció medialunas de manteca, vuelve ahora a ofrecer las de grasa. Y entonces alguien comenta: “vuelven las medialunas de siempre”.
La comparación, aunque pintoresca, revela el escaso poder abstractivo de ciertos pasadistas, que reducen el discernimiento litúrgico a preferencias gustativas, como si el Misal fuera un producto de consumo. Esta superficialidad conceptual —que en algunos casos se asemeja a la de los modernistas, aunque éstos suelen tener mayor sofisticación intelectual— se acompaña de una preocupante falta de obediencia al Supremo Liturgo, el Papa, que en 1969, junto al Episcopado mundial, ofreció a la Iglesia un nuevo Misal como expresión renovada de la misma fe.
Los pasadistas, al igual que los modernistas, terminan subordinando la liturgia no a la obediencia eclesial, sino a su propio Yo subjetivo. En ambos casos, el criterio último no es la comunión con la Iglesia, sino la fidelidad a una sensibilidad personal, convertida en norma. Por eso, su pedagogía, señora Mencía, es tan valiosa: porque ayuda a los lectores a descubrir que pensar bien no es sólo razonar, sino también aprender a obedecer en la verdad.
Le agradezco nuevamente su presencia en este espacio, y quedo atento a seguir dialogando con usted y con todos los lectores que buscan comprender con profundidad y fidelidad.
Juan: usa de tu raciocinio y verás que la frase es correcta.
EliminarMisa de siempre: se refiere a la Misa celebrada según el Misal codificado por San Pío V. La expresión se comenzó a usar como contraposición a la llamada Nueva Misa. Tal vez eres joven, pero hacia fines de la década de 1960 se buscaba todo lo nuevo. También la Misa. Esto impulsado por progresistas entusiastas que vivían pendientes de cualquier novedad.
La Misa de siempre que había sido desterrada por Francisco en modo arbitrario y contrario a la sana piedad y ahora con León se volverá a celebrar en la basílica de San Pedro. La que se celebra desde siempre.
Por eso el anónimo dijo que volvió la Misa de siempre.
Si quieres enredarte en otras disquisiciones eres libre de hacerlo, pero no encontrarás respuesta a tu interrogante.
El Pío Ludovico: lo primero es lo primero, y por eso quiero aclararle que ya me he informado más o menos de la cosa (Lefebvre, y el cuento de la misa de siempre, y bla, bla, bla...). De modo que, con todo respeto, no me meta el perro. Así como yo lo respete a usted, respéteme a mi. Soy católico, y soy católico porque mi maestro es el Papa y mi Obispo, y además los obedezco en lo que me digan, en la medida de mis posibilidades. En cambio usted, por lo que me dice no es católico. Así que aclaremos las cosas. Y lo primero que usted debería haberme dicho es que usted no es católico. No me interesa lo que es, ni me interesa etiquetarlo. Sólo sé que, por lo que me está diciendo, no es católico. Punto.
EliminarEstimado Pío,
Eliminarresponderé punto por punto a las indicaciones que usted le expresa a Juan, y estoy seguro que Juan leerá este mensaje, por lo que mis explicaciones también se dirigen a él. Comienzo entonces:
I. Por cuanto respecta al origen y al uso ideológico de la expresión “Misa de siempre”, lo primero que hay que decir es que esta no es una categoría litúrgica ni doctrinal reconocida por el Magisterio de la Iglesia. Su origen es extrainstitucional, y su uso se ha popularizado en ambientes ligados a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX), fundada por el obispo Marcel Lefebvre, como reacción al Novus Ordo Missae promulgado por San Pablo VI en 1969. Lefebvre y su hermandad cayeron en cisma formal a partir de 1988, y desde entonces han sostenido posiciones doctrinales que han sido calificadas como erróneas o heréticas por diversos documentos pontificios y dicasteriales.
Ahora bien, ¿qué significa realmente “Misa de siempre”? En el lenguaje propio de los ambientes vinculados a la FSSPX, “Misa de siempre” designa la forma litúrgica codificada por San Pío V en 1570, tras el Concilio de Trento, mediante la bula "Quo Primum". Esta forma, conocida como “Rito Tridentino”, fue la expresión normativa del rito romano durante siglos.
Sin embargo, afirmar que esta es “la Misa de siempre” implica una simplificación histórica. El rito romano ha conocido múltiples desarrollos desde la antigüedad: desde las liturgias romanas primitivas, pasando por el uso galicano, hasta llegar a la estandarización tridentina. Incluso el Misal de San Pío V incorporó elementos ya existentes en usos locales, como el de la Curia Romana.
Por consiguiente, es problemático el uso de esta expresión. ¿Por qué? En primer lugar, porque presupone una ruptura entre el rito tridentino y el Novus Ordo, cuando el Magisterio ha afirmado explícitamente que no hay contradicción doctrinal entre ambos. Benedicto XVI, en "Summorum Pontificum" (2007), reconoció la validez y santidad de ambas formas del rito romano, llamando “forma extraordinaria” al rito tridentino y “forma ordinaria” al de Paulo VI. Esto no implicaba ni implica ningún paralelismo litúrgico, porque la única lex orandi ecclesiae, o sea la única ley de la Iglesia universal (la de rito romano) es actualmente la Misa celebrada con el Misal promulgado por san Paulo VI en 1969, mientras que el Misal de 1962, abrogado al promulgarse el nuevo en 1969, sólo es permitido usarlo por especial permiso del Papa o del propio Obispo. Como reafirmó el papa Francisco en Traditionis Custodes, art. 1: "Los libros litúrgicos promulgados por los santos pontífices Pablo VI y Juan Pablo II […] constituyen la única expresión de la lex orandi del rito romano.”
En segundo lugar, el uso de la expresión "Misa de siempre" es problemático porque se convierte en una etiqueta ideológica que descalifica injustamente la reforma litúrgica postconciliar, insinuando que habría sido impulsada por “progresistas entusiastas” y no por el discernimiento legítimo del Magisterio en continuidad con la tradición viva de la Iglesia.
En suma, la expresión “Misa de siempre” no es neutra ni inocente: conlleva una carga ideológica que exige ser desentrañada con rigor histórico y fidelidad eclesial.
II. Por cuanto respecta a la supuesta “arbitrariedad” del papa Francisco y el regreso de la Misa tridentina a San Pedro.
EliminarLa afirmación de que el Papa Francisco “desterró” la Misa tridentina “en modo arbitrario y contrario a la sana piedad” requiere una clarificación seria y documentada. No sólo por respeto a la verdad histórica, sino por fidelidad al Magisterio y a la comunión eclesial. Lo haré por orden:
1. ¿Qué hizo realmente el Papa Francisco? En julio de 2021, el Papa promulgó la Carta apostólica Traditionis Custodes, que regula el uso del Misal de 1962, anteriormente denominado "forma extraordinaria" del rito romano). Este documento no “prohíbe” la Misa tridentina, sino que reafirma que los libros litúrgicos promulgados por san Paulo VI y san Juan Pablo II constituyen la única expresión de la lex orandi (ecclesiae) del rito romano. El Papa delega a los obispos la responsabilidad de autorizar celebraciones según el Misal de 1962, siempre que los grupos que lo soliciten reconozcan la validez y legitimidad de la reforma litúrgica postconciliar.
2. ¿Es esto “arbitrariedad”? No. Es ejercicio legítimo del ministerio petrino, en continuidad con el Concilio Vaticano II y con la preocupación pastoral por la unidad de la Iglesia. Francisco no actuó por capricho, sino en respuesta a informes de obispos que señalaban que el uso del rito tridentino, en algunos casos, se había convertido en bandera de rechazo al Concilio y al Magisterio vivo.
3.¿Y qué hay del regreso de la Misa tridentina a San Pedro? En septiembre de 2025, se ha anunciado que se celebrará nuevamente la Misa según el Misal de 1962 en el altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, según entiendo, en una peregrinación de un grupo de fieles "pasadistas", como suelen denominarse aquellos que reivindican formas anteriores a la reforma litúrgica. Este hecho no contradice a la Carta "Traditionis Custodes", sino que muestra que, bajo condiciones claras y en comunión con la Sede Apostólica, la forma extraordinaria puede tener lugar incluso en el corazón de la Iglesia. Vale decir que la celebración de la Misa con el Misal de 1962, en la Basílica de San Pedro, será celebrada en tal ocasión de modo puntual y de modo excepcional, no normal, sino por especial autorización pontificia, en el marco de una solicitud concreta y bajo condiciones determinadas. No se trata de un “retorno triunfal” ni de una “derogación” de la actual disciplina litúrgica posterior a Traditionis Custodes, sino de una celebración autorizada, en contexto litúrgico y pastoral específico.
En definitiva, la celebración puntual del rito de 1962 en San Pedro no contradice la disciplina vigente, sino que la confirma: toda forma litúrgica, para ser legítima, debe estar en comunión con el Papa y con la Iglesia universal. La fidelidad litúrgica no se mide por la antigüedad del rito, sino por la obediencia al Magisterio que lo regula.
III. En tercer lugar, y ya de modo más teológica y doctrinal, podríamos preguntarnos ¿existe una “Misa de siempre”? La respuesta a esta pregunta requiere al menos una breve reflexión eclesiológica.
EliminarPues bien, la expresión “Misa de siempre” sugiere una forma litúrgica fija, inmutable, que habría sido celebrada sin alteraciones desde los tiempos apostólicos. Esta idea, aunque comprensible desde la devoción personal o el imaginario piadoso que puede habitar en la conciencia de muchos fieles, no se sostiene ni teológicamente ni históricamente. Señalo articuladamente las razones:
1. La liturgia, tal como viene enseñando la Iglesia desde siempre y mucho más claramente en las últimas décadas, es tradición viva, no un fósil ritual. Y ello es así porque la Iglesia no concibe la liturgia como una pieza arqueológica de museo de ciencias naturales, sino como una realidad viva, que crece y se adapta a los tiempos pero siempre en fidelidad al depósito de la fe. San Juan Pablo II lo expresó con claridad: “La liturgia es tradición viva de la Iglesia” (Vicesimus Quintus Annus, 1988). No se trata de conservar formas por nostalgia, sino de celebrar el Misterio Pascual en cada época con autenticidad y profundidad.
2. Existe una legítima y comprensible evolución del rito romano. Desde los primeros siglos, la Eucaristía ha conocido múltiples formas: desde las liturgias domésticas apostólicas, pasando por los usos galicanos, ambrosianos, mozárabes, hasta la estandarización tridentina. El Misal de San Pío V (1570) no “inventó” la Misa, sino que codificó una forma ya existente, excluyendo variantes locales. Pero incluso ese Misal fue revisado varias veces (e.g., las varias reformas litúrgicas parciales decretadas por los papas Clemente VIII, Urbano VIII, San Pío X, Benedicto XV, Juan XXIII).
3. ¿Qué significa “siempre” en teología sacramental y litúrgica? En teología sacramental y litúrgica, “siempre” no se refiere a una forma ritual específica, sino al contenido esencial de la Misa, o sea, a la lex orandi divina: el sacrificio eucarístico, la presencia real, la comunión con Cristo. Como ya lo he explicado en varias ocasiones, distingo "lex orandi divina" para hacer referencia a la ley instituida por Cristo para celebrar los sacramentos, y "lex orandi ecclesiae" para hacer referencia a la ley humana, o sea a la ley instituída por el Papa para celebrar concretamente la lex orandi divina en cada sacramento. Por consiguiente, tanto el rito tridentino como el Novus Ordo celebran el mismo Misterio. Lo que cambia es la forma, no el fondo. Por eso Benedicto XVI pudo afirmar que “lo que era sagrado para las generaciones anteriores sigue siendo sagrado y grande también para nosotros” (Carta a los obispos, 2007), sin negar la legitimidad de la reforma litúrgica. Dicho de otra manera: esa expresión de Benedicto se refería a la lex orandi divina, no a la lex orandi ecclesiae. Sin que ello implique una equiparación normativa entre formas, sino el reconocimiento de su valor espiritual en la historia de la Iglesia.
4. Por último, advirtamos el riesgo de absolutizar una forma. Llamar “Misa de siempre” a una forma concreta puede derivar en una forma de absolutización ritual, cercana a una idolatría litúrgica, donde se confunde la forma con el contenido. La Iglesia, en su sabiduría, ha evitado canonizar una única forma ritual como “la única válida”. De hecho, existen múltiples ritos legítimos: bizantino, maronita, ambrosiano, etc.
En suma, la expresión “Misa de siempre” no puede sostenerse como categoría teológica ni como afirmación histórica. La liturgia es tradición viva, y su forma concreta está siempre sujeta al discernimiento del Magisterio. Absolutizar una forma es olvidar que lo esencial es el Misterio celebrado, no el molde ritual que lo contiene.
IV. Por cuanto respecta al modo irónico y arrogante con que el (conocido) Anónimo (esta vez alias "El Pío Ludovico") no eludió dirigirse, me gustaría decir algo acerca del raciocinio, la disquisición y el deber de pensar teológicamente. Tu comentario, Anónimo, apela al “raciocinio” como criterio suficiente para validar la expresión “Misa de siempre”, y desaconseja a Juan que se “enrede en disquisiciones”. Esta postura merece una respuesta, no sólo por respeto al interlocutor, sino por fidelidad al pensamiento cristiano, que nunca ha despreciado la razón ni el debate teológico.
EliminarHagamos una pregunta: ¿Qué lugar tiene la razón en la fe? La Iglesia no propone una fe irracional ni fideísta. Como enseña el Concilio Vaticano I, “la fe no es un sentimiento ciego de religión, sino un asentimiento racional a la verdad revelada” (Dei Filius, cap. III). San Juan Pablo II lo reafirmó en Fides et Ratio (1998): “La fe y la razón son como dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”.
¿Y qué lugar tiene la disquisición, a la cual tú, Anónimo, te refieres? La disquisición teológica —el análisis, la distinción, la argumentación— es parte esencial del pensamiento cristiano. Desde los Padres de la Iglesia hasta santo Tomás de Aquino, la teología ha sido una labor de inteligencia iluminada por la fe. Por consiguiente, descalificar la disquisición como “enredo” es desautorizar siglos de reflexión eclesial. La razón bien usada es aliada de la fe, no su enemiga.
De lo que acabo de explicar surge claramente nuestro deber de responder con profundidad, y no como lo has hecho tú, como suele ser habitual en tus intervenciones, Anónimo. Juan ha hecho una pregunta legítima, que merece una respuesta seria. No basta con decir “usa tu raciocinio” como si la evidencia fuera autoevidente (lo es sólo para quienes están ideologizados subjetivamente, en una actitud cercana al elitismo gnóstico, que presume poseer una verdad sin necesidad de mediación racional ni eclesial). La historia litúrgica, la teología sacramental y el Magisterio requieren estudio, no intuición. El tono de tu respuesta, Anónimo, sugiere que no hay más que decir. Esa actitud puede tener cabida en círculos cerrados o ideologizados a la manera gnóstica, pero no en el ámbito eclesial, donde el diálogo respetuoso y la búsqueda de la verdad son siempre bienvenidos. Como enseña 1 Pedro 3,15: “Estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza”.
Pensar teológicamente no es un lujo ni una distracción: es un deber de todo creyente que busca comprender y vivir con mayor profundidad el Misterio que celebra. En este blog, ese deber se traduce en diálogo, estudio y fidelidad a la Iglesia. Por eso, responderemos a Juan —y a todos nuestros lectores— con argumentos, no con consignas.
V. A modo de conclusión, nos podemos preguntar: ¿cómo hablar de la Misa con verdad, sin ideologizarla?
EliminarPues bien, la celebración de la Eucaristía es el corazón de la vida cristiana. Por eso, hablar de la Misa exige reverencia, precisión y comunión con la Iglesia. No basta con etiquetas como “de siempre” o “nueva”, que son las etiquetas que le puso Lefebvre, y que desde entonces comenzaron a circular en ambientes poco dispuestos al discernimiento teológico, y en discursos carentes de fundamento eclesial: lo que importa es la verdad del Misterio celebrado y la fidelidad al Magisterio que lo custodia.
Por lo tanto, la Misa no es una bandera ideológica. Tanto el rito tridentino como el Novus Ordo son formas legítimas de celebrar el mismo sacrificio eucarístico. No son “versiones” ni “opciones políticas”, sino expresiones litúrgicas de una misma fe. Ideologizar la liturgia —ya sea desde el tradicionalismo o desde el progresismo— es una forma de instrumentalizar lo sagrado. Como enseñó Benedicto XVI, “la liturgia no vive de improvisaciones, sino de una forma que ha crecido en la fe y en la oración de la Iglesia” (Discurso a los obispos franceses, 2008). Nótese que he dicho tradicionalismo y progresismo, que son dos sensibilidades espirituales legítimas y necesarias en la Iglesia. No he dicho pasadismo y modernismo, que son sus corrupciones cismáticas y heréticas.
Por otra parte, la comunión eclesial debe ser el criterio rector. El criterio para discernir sobre la liturgia no es la preferencia personal, sino la comunión con la Iglesia. Esto implica aceptar la autoridad del Papa y de los obispos, y reconocer la validez de las reformas litúrgicas aprobadas por el Magisterio. Como recordó Francisco en Traditionis Custodes, “para defender la unidad del Cuerpo de Cristo, me veo obligado a revocar la facultad concedida por mis predecesores” cuando esa facultad se usa para dividir.
Por ende, debemos acoger la riqueza litúrgica sin nostalgia ni desprecio. La Iglesia es rica en formas litúrgicas. El rito romano tiene dos formas; pero también existen otros ritos orientales y occidentales, todos válidos y venerables, en cuanto expresión de la lex orandi divina, aunque puedan estar abrogados en la Iglesia, al regir una única lex orandi ecclesiae en cada rito. El amor por las modalidades rituales ya abrogadas por la disciplina vigente es legítimo, siempre que no implique rechazo del Concilio Vaticano II ni del Magisterio actual. La abrogación litúrgica no desvaloriza el contenido teológico, sino que regula su uso pastoral. Como enseñó san Paulo VI: “La Misa renovada es expresión de la misma fe, pero con lenguaje más accesible para el hombre moderno” (Audiencia general, 19 nov. 1969).
En definitiva: verdad, comunión y formación litúrgica. La liturgia no es campo de batalla, sino fuente de comunión. Hablar de la Misa exige más que consignas: exige formación, fidelidad y caridad. La expresión “Misa de siempre”, aunque cargada de afecto para muchos fieles, no puede sustituir el discernimiento teológico ni el respeto por la autoridad eclesial.
Como último responsable de este blog, me veo en la responsabilidad de ofrecer a nuestros lectores no sólo respuestas, sino caminos de comprensión. La tradición litúrgica de la Iglesia es rica, compleja y viva. No se reduce a una forma, ni se agota en una época. Es el Misterio Pascual celebrado en la historia, bajo la guía del Espíritu Santo y del Magisterio.
A quienes todavía están apegados al rito tridentino, los invito a vivirlo en comunión plena con la Iglesia. A quienes han comprendido los valores y los méritos, a la vez que la necesidad del Novus Ordo Missae, los exhorto a celebrarlo con reverencia y profundidad. Y a todos, los convoco a pensar, a dialogar, a formarse. Porque sólo así la liturgia será, verdaderamente, “de siempre”: no por su forma, sino por su fidelidad al Misterio que nos salva.
Estimadísimo padre Filemón de la Trinidad: ¡¡Gracias!! Por mi parte agradezco semejante atención deparada a mi humilde pregunta. Ya lo he leído de corrido todo, pero volveré a releerlo... Las cosas parecen estar muy claras. Si tengo alguna pregunta que hacerle se la haré. Gracias nuevamente!
EliminarEstimados P. Filemón y Juan:
Eliminarmi respuesta es una descripción de los hechos. A qué se refiere la expresión Misa de siempre o por qué se dice que vuelve. Eso preguntó Juan y eso respondí.
No se entiende por qué mi respuesta denotaría que no soy católico. Que Francisco la prohibió y León la permitió son hechos concretos. Francisco no permitió en la Basílica de San Pedro que ni siquiera por excepción que sea celebrada en torno a la peregrinación de los grupos Summorum Pontificum. León lo permitió. Luego si lo permitirá más veces o no, lo sabremos en el futuro.
Luego, toda la explicación teológica del P. Filemón es muy clara. Pero no era la pregunta que hizo Juan, o al menos como la formuló Juan. Pero se nota que el celo por las almas del P. Filemón caló más profundo y comprendió la verdadera duda de Juan que ni él mismo supo expresar. Pero que luego satisfizo buscando por su cuenta, según él mismo relata.
Me alegra ver como madrugan Paolo y el P. Filemón. Yo puse un comentario anoche y hoy antes de las 4 de la mañana ya estaba publicado. Enhorabuena. Al que madruga Dios lo ayuda.
Estimado Pío,
Eliminargracias por tu comentario. Es cierto que Juan fue directo al advertir que en determinadas circunstancias no hay señales de catolicismo, y también es cierto que su razonamiento es teológicamente válido: en la Iglesia, la pertenencia no se define por autopercepción, sino por comunión efectiva con el Papa y el Obispo. Quien decide no obedecerlos —en doctrina, disciplina y liturgia— no está en plena comunión con la Iglesia, aunque piense que lo está. Esto no es juicio personal, sino principio eclesiológico básico.
Respecto a tu afirmación de que “Francisco la prohibió y León la permitió”, conviene recordar que ningún Papa prohíbe la Misa, sino que regula su forma ritual. Traditionis Custodes establece que la única expresión normativa del rito romano es la forma reformada. Las celebraciones según el Misal de 1962, cuando se autorizan, lo son por excepción, no por derecho propio. Que León haya permitido una celebración puntual no implica una revocación de esa norma, sino una aplicación pastoral bajo condiciones específicas.
Y sí, madrugamos. En mi caso, y a mi edad, es ya por reflejo automático. No es el caso de Juan, pues creo que no es argentino. Me alegra que valores el servicio que prestamos.
Mucho valoro el servicio prestado, gracias.
EliminarDe lo que yo escribí no se puede colegir ninguna cuestión relativa a mi pertenencia o menos a la Iglesia. Me quejé de un tipo de celebración que Francisco prohibió y que León permitió. Será por una vez, será por más veces. Ya lo veremos.
De ahí a determinar que no soy católico, que es lo que Juan afirmó "lo primero que usted debería haberme dicho es que usted no es católico", parece totalmente exagerado.
Por supuesto que el ser católico no es una mera autopercepción, como tampoco lo es la mera percepción subjetiva de otras personas sobre una tercera.
Estimado Pío,
Eliminares importante distinguir entre la autopercepción de pertenencia y la pertenencia efectiva a la Iglesia. Como bien dices, no basta con que uno se declare católico: lo decisivo es la comunión con el Papa y con el Obispo, en doctrina, disciplina y liturgia. Y esa comunión no se verifica sólo en lo que se dice, sino en lo que se sostiene y se practica. ¿Manifiesta ser católico lo que dices cuando hablas de la Iglesia, del Papa, de la liturgia? ¿Manifiesta ser católico lo que practicas? Respóndete a ti mismo.
Ahora bien, cuando se afirma que “Francisco la prohibió y León la permitió”, se está insinuando una contradicción entre dos decisiones pontificias que no pueden compararse como si fueran normativas simultáneas. Francisco fue Papa, como lo es León, pero la autoridad litúrgica vigente es la del Papa actual. Toda celebración autorizada bajo condiciones específicas responde a esa autoridad presente, no a una supuesta continuidad paralela.
Traditionis Custodes regula el uso del Misal de 1962, y cualquier celebración autorizada bajo condiciones específicas no implica una revocación de esa norma, sino su aplicación pastoral. Presentar esa regulación como “prohibición injusta” o como “arbitrariedad” no es simplemente una opinión: es una deslegitimación del Magisterio vigente.
En este blog no etiquetamos personas, pero sí clarificamos principios. Y el principio es este: quien decide no obedecer al Papa y al Obispo en materia litúrgica, doctrinal o disciplinar, no está en plena comunión con la Iglesia, aunque lo afirme. Esto no es exageración, sino eclesiología básica.
Seguimos abiertos al diálogo, siempre que se dé en fidelidad a la verdad y en comunión con la Iglesia. Porque sólo desde ahí el pensamiento católico puede ser fecundo.
Estimado P. Filemón:
EliminarProhibición injusta o arbitrariedad no es deslegitimar el el magisterio, porque esa prohibición no fue un acto de magisterio sino una decisión. No me referí a Traditiones custodes sino a que el grupo que participa de la Peregrinatio ad Petri Sedem pudiera celebrar la Misa según esa modalidad en la basílica de San Pedro. Puedo pensar que fue injusta y arbitraria o no. Tengo motivo para pensar que lo fue al ver que el nuevo pontífice la ha autorizado.
Habría faltado a la disciplina si hubiera desobedecido o si hubiera llamado a la desobediencia. Cosa que no hice. Solamente me alegré que se haya suplicado nuevamente lo que antes se hubo negado y ahora se obtuvo una respuesta favorable.
Serán casos distintos. Puede ser. Yo los veo muy similares.
De todos modos no me parece que esa opinión mía haga dudar de mi pertenencia a la Iglesia.
Estimado Pío,
Eliminarpara responderte con claridad, conviene abordar cada punto que planteas de manera ordenada. Respondo, entonces, por partes:
1. Por cuanto respecta a tu afirmación de que calificar la decisión como “prohibición injusta o arbitraria” no sería deslegitimar el Magisterio: es importante tener presente que la calificación de una decisión pontificia como “injusta” o “arbitraria” no es neutra, especialmente cuando se parte de tu afirmación inicial de una supuesta “Misa de siempre” —expresión que, como ya he explicado, no está rectamente entendida. Tal afirmación, en directa y explícita oposición a la reforma conciliar, ha sido sostenida en términos filo-lefebvrianos por varios líderes del grupo organizador y colaboradores de esta peregrinación.
Coincido contigo en que no se trata de un acto de magisterio doctrinal. Sin embargo, sí constituye una expresión del magisterio pastoral y disciplinar del Papa, que orienta la vida litúrgica de la Iglesia. Juzgar esa decisión como arbitraria implica poner en duda el discernimiento legítimo de quien ejerce la autoridad suprema en materia litúrgica. Y eso, aunque no se formule como desobediencia explícita, sí constituye una forma de relativización del Magisterio.
De hecho, en las expresiones públicas de los organizadores y colaboradores del Cœtus Summorum Pontificum, se constata —explícita o implícitamente— una desvalorización, desprecio o incluso rechazo de la validez teológica y eclesial del Novus Ordo Missae. Esto no es una mera preferencia ritual: es una postura doctrinal que compromete la comunión plena con el Magisterio vivo de la Iglesia.
2. Por cuanto respecta a tu afirmación de que no te has referido a Traditionis Custodes: en realidad, no es posible no referirse a esa Carta Apostólica, porque es precisamente la que rige la actual disciplina litúrgica, y la que está en la base de toda decisión relativa a la autorización —o no— de celebraciones según el Misal de 1962 en la Basílica de San Pedro.
EliminarEntiendo que tu comentario se centró en la negativa —en su momento— a autorizar dicha celebración. Sin embargo, esa negativa no fue una decisión aislada, sino una aplicación concreta de la disciplina establecida por Traditionis Custodes. Por tanto, aunque no la hayas mencionado explícitamente, el contexto litúrgico y normativo en el que se inscribe esa negativa es inseparable del motu proprio. No se puede evaluar la decisión sin considerar el marco magisterial que la sustenta.
Además, no puedo dejar de referirme a las expresiones públicas de líderes y colaboradores del Cœtus Summorum Pontificum, quienes se han manifestado reiteradamente no sólo en contra de Traditionis Custodes, sino también en abierta oposición a la reforma litúrgica y, de hecho, a los documentos del Concilio Vaticano II. Esta actitud se inscribe directamente en los motivos que fundamentaron la decisión disciplinar del papa Francisco, tal como él mismo lo explica en su carta a los obispos que acompaña el motu proprio. Es público y verificable que el espíritu que moviliza al Cœtus SP es de oposición abierta a TC y al Concilio, lo cual no puede considerarse como una legítima diversidad dentro de la comunión eclesial. Esto indica que habría motivos más que suficientes para prohibir tal celebración de ese determinado grupo, en SP. El papa León, como un gesto de benevolencia que lo honra, ha considerado permitirlo, con gran misericordia, seguramente en pos de que este grupo pueda algún día llegar a apreciar los valores de la reforma litúrgica.
3. Por cuanto respecta a que este grupo “simplemente pide celebrar la Misa en San Pedro”: debe quedar claro, ante todo, que la solicitud de celebrar según el Misal de 1962 —ya sea en la Basílica de San Pedro o en cualquier otro lugar— no constituye un derecho automático para ningún grupo de fieles ni para ningún sacerdote. Se trata de una petición que debe ser discernida pastoralmente por la autoridad competente, en función de la disciplina vigente y de la comunión eclesial. El hecho de que en un momento se haya negado y luego autorizado no implica contradicción, sino aplicación diferenciada según criterios pastorales, contextuales y prudenciales.
EliminarEn segundo lugar, es razonable suponer que el papa León y sus colaboradores en el área litúrgica conocen bien el perfil del grupo solicitante —vinculado al Cœtus Summorum Pontificum—, que ha manifestado reiteradamente, en sus canales oficiales, una postura crítica hacia la reforma litúrgica y hacia el Concilio Vaticano II. Esa actitud no es irrelevante: condiciona el discernimiento pastoral y afecta directamente la comunión eclesial. Por eso insisto: no estamos ante una mera cuestión disciplinar o litúrgica, sino ante un problema que involucra elementos de fe, es decir, elementos dogmáticos.
No parece cosa menor, entonces, que el Santo Padre autorice una celebración litúrgica a un grupo que se ha expresado públicamente en términos de abierta reacción contra el Concilio. Corresponde al juicio prudencial del Papa —y sólo a él— discernir cuándo aplicar la severidad y cuándo la misericordia. Pero ese discernimiento no puede ser desligado del contexto doctrinal que rodea la petición.
4. Por cuanto respecta a tu afirmación de que no has llamado a la desobediencia:
EliminarConviene volver al inicio de este hilo, pues afirmar —fuera de contexto, sin argumentos fundantes y en tono provocativo— que “ha vuelto a San Pedro la Misa de siempre” no puede considerarse, precisamente, una invitación a la obediencia a la disciplina litúrgica vigente. Esa expresión, cargada de implicaciones ideológicas, no sólo ignora el marco normativo actual, sino que sugiere una reivindicación que se sitúa en tensión con el Magisterio litúrgico del Papa.
Si es cierto que nunca has llamado explícitamente a la desobediencia —ni en comentarios públicos, ni en blogs, ni en publicaciones, ni en escritos ni conferencias de ningún tipo— lo valoro. Pero lo cierto es que tu afirmación inicial trasunta otra imagen: la de una celebración entendida como “retorno” frente a una supuesta injusticia, lo cual refuerza una narrativa de resistencia más que de comunión.
De todos modos, conviene recordar que la comunión eclesial no se verifica únicamente en la obediencia formal, sino también en la adhesión interior al Magisterio doctrinal y pastoral. Y cuando se sostiene públicamente que ciertas decisiones del Papa son arbitrarias, o que la reforma litúrgica es teológicamente inferior, se está promoviendo —aunque sin intención directa— una cultura de resistencia que erosiona la unidad eclesial. La fidelidad a la Iglesia no se mide sólo por lo que se evita, sino por lo que se afirma.
5. Por cuanto respecta a tu pertenencia —o al modo y grado de tu pertenencia— a la Iglesia: no resulta evidente desde el inicio de este intercambio, ya que tu expresión inicial no refleja lo que se entiende por filial obediencia al Papa, que es característica esencial de un fiel católico. La pertenencia plena a la Iglesia no se define únicamente por la participación en los sacramentos ni por la ausencia de sanciones canónicas. Se verifica en la comunión efectiva con el Papa y los obispos, en doctrina, disciplina y liturgia.
EliminarCuando se sostiene públicamente una postura que contradice el Magisterio doctrinal o el magisterio pastoral vigente —aunque se mantenga la obediencia formal— esa comunión queda objetivamente comprometida. No se trata de emitir juicios personales, sino de clarificar principios eclesiológicos. Y el principio es este: pensar con la Iglesia implica acoger su enseñanza, también cuando se expresa en decisiones pastorales que regulan la vida litúrgica. La comunión no se mide sólo por lo que se evita, sino por lo que se afirma y sostiene en fidelidad al Magisterio vivo.
Por último, estimado Pío, quería referirme a la segunda expresión de tu intervención inicial. ¿Terminó el “invierno litúrgico”? Una expresión tuya que revela más de lo que dice. Has afirmado, y con tono celebratorio, que “terminó el invierno litúrgico”, en referencia a la autorización de una Misa según el Misal de 1962 en la Basílica de San Pedro. La frase, aunque breve, condensa una carga ideológica que merece ser examinada con seriedad.
EliminarHablar de “invierno litúrgico” no es simplemente usar una metáfora poética. Es adoptar una narrativa que descalifica el período posterior al Concilio Vaticano II como una época de decadencia, ruptura o empobrecimiento espiritual. Es sugerir que la reforma litúrgica —aprobada por san Pablo VI, confirmada por san Juan Pablo II y defendida por el Magisterio vivo— fue un error histórico que ahora se corrige. Y eso no es pensar con la Iglesia: es resistirla.
El papa Francisco, en Traditionis Custodes, ha enseñado que los libros litúrgicos reformados constituyen “la única expresión de la lex orandi del rito romano”. Esta afirmación no es una opinión personal, sino una enseñanza magisterial que orienta la vida litúrgica de la Iglesia en fidelidad al Concilio Vaticano II. La carta que acompaña el motu proprio advierte que el uso del Misal de 1962 ha sido instrumentalizado por grupos que “niegan la validez de la reforma litúrgica”. Y esa instrumentalización no se da sólo en lo que se celebra, sino en cómo se habla de lo que la Iglesia enseña.
Decir que “terminó el invierno litúrgico” no es simplemente celebrar una autorización puntual. Es presentar la reforma como una imposición que ahora se revierte. Es insinuar que la liturgia renovada fue un paréntesis infeliz. Es, en definitiva, una forma de resistencia doctrinal que compromete la comunión eclesial, aunque se mantenga la obediencia formal.
La comunión con la Iglesia no se verifica sólo en lo que se hace, sino en lo que se afirma. Pensar con la Iglesia implica acoger su enseñanza, también cuando se expresa en decisiones pastorales que regulan la vida litúrgica. Y eso incluye reconocer que la primavera litúrgica no está en el pasado idealizado, sino en la fidelidad al Magisterio vivo.
Estimado Padre. Gracias por su extensa respuesta.
EliminarLa mitad no va dirigida a mí.
No sé quien escribió eso. Yo solamente me limité a explicarle a Juan una cuestión semántica.
Luego lo que siguió.
Sigo pensando que en MIS dichos no hay nada que me muestre como no perteneciente a la Iglesia.
Sobre los peticionantes: entiendo que su cabeza fue el cardenal Burke. Y entiendo que si no estuviera en plena comunión el Papa nos lo habría hecho saber, por la relevancia pública que tiene.
A lo que voy es que yo me hago cargo de mis palabras. No de las ajenas.
Agradezco su preocupación por mi salud espiritual. Lamento que me confunda con otra persona. Ya tengo bastante con mis pecados para incorporar pecados ajenos.
Yo voy al Vetus Ordo si es posible y si no lo es voy a la Misa parroquial según el actual modo en castellano. Donde yo vivo no hay Misa en latín.
Estimado Pío,
Eliminaren mi primera intervención contigo respondí punto por punto a lo que habías dicho en tu intervención de ayer a la noche. Lamento haber unido y vinculado a lo que tú firmas como "El Pío Ludovico", con lo que al inicio de este hilo se escribió como de un "Anonimo".
Ahora bien, me permito, sin ánimo de personalizar ni de atribuirte intenciones que no hayas declarado, volver sobre tus propios dichos —los que tú mismo reivindicas como tuyos— para examinar si efectivamente no contienen elementos que comprometan la comunión eclesial.
En tu primera intervención, la del 10 de septiembre a las 22:31 (y a la que respondí punto por punto), afirmas lo siguiente: “La Misa de siempre que había sido desterrada por Francisco en modo arbitrario y contrario a la sana piedad y ahora con León se volverá a celebrar en la basílica de San Pedro. La que se celebra desde siempre.”
Esta afirmación, que presentas como una mera “cuestión semántica”, no es neutra. En ella se afirma: Que el Papa Francisco “desterró” la celebración del rito de 1962, Que lo hizo “en modo arbitrario”, Que esa decisión fue “contraria a la sana piedad”, Y que la Misa que vuelve es “la que se celebra desde siempre”.
Estas expresiones no son meramente descriptivas ni semánticas. Son juicios doctrinales y pastorales sobre una decisión pontificia que se inscribe en el marco de Traditionis Custodes, documento magisterial que regula la disciplina litúrgica vigente. Calificar esa decisión como “arbitraria” y “contraria a la sana piedad” implica, objetivamente, poner en duda el discernimiento legítimo del Papa en materia litúrgica. Y afirmar que la Misa del Misal de 1962 es “la que se celebra desde siempre” —en contraposición implícita al Novus Ordo Missae— supone desvalorizar la reforma litúrgica aprobada por san Pablo VI y confirmada por san Juan Pablo II.
¿Qué es lo que está en juego? La comunión con la Iglesia no se verifica sólo en la obediencia formal, sino también en la adhesión interior al Magisterio. Cuando se afirma públicamente que una decisión del Papa es arbitraria y contraria a la piedad, y se presenta la reforma litúrgica como una ruptura, se está objetivamente en contradicción con el Magisterio vivo. No se trata de juzgar tu intención subjetiva (ni podría hacerlo), sino de clarificar el contenido objetivo de tus palabras.
Por eso, debo decir que sí, efectivamente sí, hay en tus dichos elementos que comprometen la comunión plena con la Iglesia, al menos en el plano doctrinal. No porque lo diga Juan, ni porque lo diga yo, sino porque lo exige el principio eclesiológico de sentire cum Ecclesia, que incluye pensar, hablar y celebrar en comunión con el Magisterio vigente.
Estimado Padre:
Eliminarese párrafo que cita de mi primer mensaje depende obviamente del primer párrafo en el que le digo a Juan el significado del mensaje que él decía no entender: a qué se refiere esa expresión "Misa de siempre".
Arbitraria y contraria a la sana piedad es mi opinión sobre esa decisión del Papa Francisco. Se puede evaluar si lo que escribí es acertado, lo que no puede negar es que lo que Francisco no permitió en 2024, León lo permite en 2025. Evidentemente ambos Papas manteniendo claramente la misma doctrina, no mantienen la misma decisión disciplinar. A diferencia de un año no se ve en qué cambiaron las circunstancias, más que el cambio de Papa. Supongo que eso fue lo que movió al cardenal Burke a solicitarlo.
Y no veo en qué mi opinión mancille mi pertenencia a la Iglesia.
Cuando se usa la expresión "más papista que el Papa" no aclaro que "papista" es una expresión despectiva para los católicos.
No le busquemos el pelo a la leche. El contenido de mis palabras no niega el magisterio de la Iglesia.
Se debe sentire cum Ecclesia sea en la Misa en castellano como en el vetus ordo como en el rito oriental. Por alguna razón existen en la Iglesia y por alguna razón hay congregaciones religiosas que tienen el vetus ordo como propio.
Me entristeció cuando Francisco prohibió la celebración en la basílica de San Pedro y me alegra que León haya tomado esta medida para la peregrinación de este año.
No creo que mi alegría sea injusta ni que mi tristeza haya sido injusta.
Mire, don Pío, no me líe. Usted dice que no niega el Magisterio, pero llama “arbitraria” a una decisión del Papa y habla de “la Misa de siempre” como si la otra no valiera. Eso no es pensar con la Iglesia, eso es pensar por su cuenta. Y si usted se entristece cuando el Papa decide algo, y se alegra cuando otro lo revierte, según su gusto, entonces su comunión no está con la Iglesia, sino con su preferencia.
EliminarAquí en Galicia decimos: “Quen non quere caldo, dúas cuncas.” Pues eso: si quiere ser católico, sea católico entero, no a medias. Porque a medias no se está ni en la fe ni en la mesa.
Vuelvo a este hilo con el mismo espíritu con que respondí a Juan al comienzo: buscando claridad, comunión y respeto por la verdad. He leído con atención las intervenciones posteriores, y me permito decir —con toda caridad— que algunas expresiones que se han sostenido aquí no ayudan a pensar con la Iglesia, sino más bien a pensar contra ella.
EliminarDecir que el Papa Francisco actuó “arbitrariamente” o “contra la sana piedad” no es una opinión litúrgica: es un juicio doctrinal sobre el discernimiento del Sucesor de Pedro. Y eso, aunque se diga con tono moderado, no es compatible con el sentire cum Ecclesia. La tristeza por una decisión papal puede ser legítima si nace de la incomprensión; pero si se funda en la idea de que el Papa ha “desterrado la Misa de siempre”, entonces no estamos ante una emoción, sino ante una postura que contradice el Magisterio.
Y sobre el Vetus Ordo: claro que hay congregaciones que lo celebran, pero lo hacen por indulto, no porque sea un rito vigente como los orientales. No confundamos lo que existe por excepción con lo que constituye la lex orandi de la Iglesia.
No escribo como experta, ni como autoridad. Sólo como una mujer católica que ama la Iglesia, que ha vivido muchas reformas, y que sabe —por experiencia y por fe— que la comunión no se construye desde la nostalgia, sino desde la fidelidad al Magisterio vivo.
Estimado Juan,
Eliminarsu intervención honra nuestro foro; y aprovecho éste, mi segundo diálogo con usted, para darle la bienvenida a nuestro blog, y decirle que nos sentiremos honrados siempre con su presencia y sus aportes.
Su comentario no sólo es rico en claridad sino que también usted señala algo que es esencial —la comunión con la Iglesia no se mide por preferencias, sino por fidelidad al Magisterio— sino también en modo de decir: directo, sin vueltas, y con esa sabiduría popular que en Galicia se condensa en refranes que valen más que muchos tratados de filosofía o teología.
La frase “si quiere ser católico, sea católico entero” no es una ocurrencia: es una síntesis teológica. Porque la fe no se vive por mitades, ni se negocia según el gusto litúrgico. Y como bien lo dice usted, entristecerse por lo que el Papa decide, y alegrarse cuando otro lo revierte según el propio paladar, no es comunión: es selección.
Gracias por decirlo con respeto, con firmeza, y con sentido eclesial. En tiempos donde muchos confunden la libertad de expresión con la libertad de contradicción, su palabra ayuda a pensar con la Iglesia, no sólo sobre ella.
Sin embargo, habiendo dicho esto, conviene añadir un matiz necesario. Porque si bien las expresiones de Pío Ludovico en este hilo del foro bordean el límite de la comunión doctrinal, no podemos afirmar sin más que niegue el Magisterio. Al menos, no lo hace explícitamente, como sí ocurre en ciertos sectores modernistas o lefebvrianos. Y eso, aunque no baste, tampoco es irrelevante.
Hay personas que, aun entendiendo el Magisterio de modo parcial o manipulándolo según sus preferencias, se sienten regladas por una norma externa. Y esa referencia —aunque distorsionada— puede ser el punto de partida para un diálogo fecundo. Por eso, con esta clase de interlocutores fronterizos, es necesario ejercer una prudencia firme, una diplomacia clara, y una pedagogía que no confunda la caridad con la condescendencia.
La comunión no se impone, se propone. Y a veces, se construye desde el borde, si hay voluntad de volver al centro, o al gran caudal del río eclesial, como decía el papa Francisco.
Estimada Domna Mencía,
Eliminarle agradezco por su palabra clara, fiel y profundamente eclesial. Ha dicho usted con sencillez lo que muchos callan por prudencia mal entendida: que la comunión no se construye desde la nostalgia, sino desde la obediencia al Magisterio vivo.
Su intervención honra la inteligencia de la fe y la experiencia de quien ha vivido reformas sin perder la pertenencia. Y en este foro, su voz no sólo aporta luz, sino también serenidad. Seguimos, entonces, caminando juntos, en fidelidad y en comunión.
Querido padre Filemón: Ya que ha permitido a otro lector plantear temas no conexos con el del artículo hoy publicado por usted, me permito darle otra noticia, esta tampoco demasiado alentadora.
ResponderEliminarA propósito del escritor Antonio Socci, el conocido periodista italiano, usted hace tiempo había señalado auspiciosos cambios, dejando de lado acerbas críticas al papa Francisco, que se parecían a las de los cismáticos lefebvrianos.
Creo que ahora debemos volver a rezar por él..., porque la conversión que había tenido, cambiando su posición hacia el Vicario de Cristo, ahora se ve que le ha durado poco... Por desgracia ha vuelto a las críticas de antaño al pontificado de Francisco. Parece que para Socci, León XIV es más Vicario de Cristo que lo que lo era Francisco...
Estimado padre Serafín,
Eliminarhe leído en el blog de Socci la comparación que hizo, el 7 de agosto, entre Juan Pablo II, Francisco y el Papa actual.
Me parece demasiado severo hacia Francisco, aunque es cierto que Francisco no ha logrado trabajar por la paz en la Iglesia, como lo había hecho el papa Wojtyla y lo estaba haciendo Benedicto.
Además, Socci es poco claro al nombrar a las dos facciones actualmente en conflicto, que es bueno llamar con los términos de pasadistas y modernistas. El progresismo no es un defecto, sino una cualidad, porque progresar es un deber preciso.
Al carecer de esta claridad, Socci es en consecuencia incapaz de proponer los caminos de la reconciliación. A este respecto todo el Pueblo de Dios debe sentirse implicado en esta urgente e inaplazable obra de pacificación, la cual implica la determinación de los lados positivos de los dos partidos, aspectos positivos que se complementan entre sí, ya que por un lado encontramos la tradición y la conservación y por otro tenemos la novedad y el progreso.
Ahora estos valores están hechos a propósito para complementarse entre sí y por lo tanto es nuestro deber poner todos los esfuerzos en promover esta síntesis.
En cuanto al papa León, me parece que se está moviendo bien, ya que retoma los valores del papa Bergoglio, pero algunas señales nos hacen entender o esperar que él, con la ayuda del Espíritu Santo, logrará mejor que el Papa anterior trabajar por la paz y la unidad de la Iglesia, en la escuela del gran san Agustín.
Bueno, ya estoy de vuelta.
ResponderEliminarLo que se publicó, quedó publicado. Ya no se toca nada.
Pero lo que no se va a publicar, no se va a publicar.
Y sí, ya sabemos quién volvió al ruedo con varios disfraces. Viejo conocido.
Gracias a los que sostienen el foro con altura.
Seguimos.
Estimados El, Pío, Ludovicus y Anónimo,
ResponderEliminarrespondo por puntos.
1. - "ese párrafo que cita de mi primer mensaje depende obviamente del primer párrafo en el que le digo a Juan el significado del mensaje que él decía no entender: a qué se refiere esa expresión "Misa de siempre"."
Respondo: Las intervenciones iniciales están claramente hiladas. El Anónimo lanzó su consigna —“VUELVE LA MISA DE SIEMPRE AL CORAZÓN DE LA CRISTIANDAD. TERMINÓ EL INVIERNO LITÚRGICO”—, Juan preguntó con legítima confusión, y tanto una lectora como yo le respondimos con claridad. Luego intervino usted, Pío Ludovico, ignorando esas respuestas y apoyando abiertamente la afirmación inicial. Por eso le dice a Juan: “usa de tu raciocinio y verás que la frase es correcta”, y luego desarrolla su apoyo: “Misa de siempre... como contraposición a la llamada Nueva Misa... impulsado por progresistas... desterrada por Francisco en modo arbitrario y contrario a la sana piedad... la que se celebra desde siempre.”
No se trata de una aclaración semántica, sino de una toma de posición doctrinal.
2. "Arbitraria y contraria a la sana piedad es mi opinión sobre esa decisión del Papa Francisco. Se puede evaluar si lo que escribí es acertado, ... Y no veo en qué mi opinión mancille mi pertenencia a la Iglesia."
Respondo: La pertenencia plena a la Iglesia se discierne en dos dimensiones inseparables: la fe y la caridad. La unidad de fe implica la aceptación íntegra de la Revelación, tal como es custodiada y explicitada por el Magisterio, en continuidad infalible y siempre mejor hasta el Papa actual. La unidad de caridad implica la obediencia efectiva al Papa y al propio Obispo diocesano.
Desconociendo su identidad y trayectoria, no puedo juzgar su catolicidad personal. Pero sí puedo decir que sus expresiones —especialmente el apego al vetus ordo como contraposición al rito vigente— no manifiestan esa unidad de fe y caridad que constituye la comunión eclesial. Y eso, vivas donde vivas, supone una distancia objetiva respecto al Magisterio.
3. "El contenido de mis palabras no niega el magisterio de la Iglesia. Se debe sentire cum Ecclesia sea en la Misa en castellano como en el vetus ordo como en el rito oriental. Por alguna razón existen en la Iglesia y por alguna razón hay congregaciones religiosas que tienen el vetus ordo como propio."
ResponderEliminarRespondo: Te hago presente que una cosa son los ritos legítimos de la Iglesia —como los orientales, que tienen estructura, jurisdicción y reconocimiento propio— y otra muy distinta las modalidades del rito romano. El rito romano tiene una única forma legal vigente, que constituye la lex orandi ecclesiae, expresión cultual de la unidad de fe y caridad.
El vetus ordo, sea el Misal de 1962 o el de san Pío V, no tiene hoy el mismo estatus canónico ni doctrinal que el Novus Ordo Missae. Ha sido abrogado en cuanto lex orandi ecclesiae (aunque no en cuanto expresión de la lex orandi divina), y por eso, en 2025, según la actual disciplina eclesial, vigente ininterrumpidamente desde 1969, sólo se puede "sentire cum Ecclesia" en el rito reformado.
4. - "Me entristeció cuando Francisco prohibió la celebración en la basílica de San Pedro y me alegra que León haya tomado esta medida para la peregrinación de este año. No creo que mi alegría sea injusta ni que mi tristeza haya sido injusta."
Respondo: Ya he expresado mis reservas respecto a la catolicidad de la peregrinación en cuestión, y me remito a las expresiones filolefebvrianas no sólo de sus líderes, sino también de sus habituales colaboradores (que supongo las debes conocer perfectamente bien). Estoy convencido de que la Sede Apostólica ha concedido este indulto como gesto de benevolencia y misericordia hacia hermanos que aún tienen dificultades para acoger las reformas litúrgicas del Concilio —e incluso el propio Concilio.
La justicia eclesial no se ejerce simultáneamente en todas sus formas, sino alternativamente: a veces con severidad, a veces con misericordia. Esta vez, el Papa ha optado por la misericordia. Pero eso no convierte la excepción en norma, ni la concesión en reivindicación.
Leo con atención las intervenciones del hilo, y agradezco especialmente al padre Filemón por su claridad doctrinal y por la paciencia con que ha sostenido el diálogo. En tiempos donde las palabras se cargan de ideología, es necesario volver a los principios: la comunión eclesial no se construye desde preferencias litúrgicas, sino desde la adhesión plena al Magisterio, en doctrina, disciplina y culto.
EliminarLa expresión “Misa de siempre” no es una categoría teológica, sino una fórmula que ha sido usada —y muchas veces abusada— para contraponer la reforma legítima de la Iglesia con una visión parcial del pasado. Y si bien es legítimo que algunos fieles se sientan más edificados por ciertas formas litúrgicas, eso no puede convertirse en criterio de verdad ni en bandera de resistencia.
La Iglesia, en su sabiduría, ha concedido ciertos permisos litúrgicos como gesto pastoral, no como reconocimiento doctrinal. Confundir la excepción con la norma, o la misericordia con la reivindicación, es perder de vista el principio de unidad que sostiene la liturgia como expresión de la fe común.
Sergio Villaflores (Valencia, España)
Padre Filemón:
EliminarGracias por aclarar todo con tanta paciencia.
Yo ya lo intuía, pero usted lo explicó como hay que explicarlo.
Así sí se entiende. Así sí se puede seguir.
Gracias de verdad.
Querido padre Filemón, leí todos estos comentarios, y aprendí mucho. Le agradezco su paciencia y su generosidad de buen maestro.
EliminarSi me permite un bocadillo: no me cabe en mi cabeza que una peregrinación a Roma que siga llamándose 'summorum pontificum' no sea un verdadero reto al Papa cuando lo que hoy debe obedecerse es 'traditionis custodes'
Padre Filemón: gracias por decir lo que hay que decir, y por decirlo como hay que decirlo...
EliminarNo es fácil hablar claro sin herir, y usted lo hace con elegancia y verdad...
Yo también me alegro cuando hay misericordia, pero más me alegro cuando hay claridad...
Y usted nos ha dado ambas cosas...
Herminia, querida: No, no tiene nada que ver hoy en la Iglesia hacer una peregrinación a Roma bajo el estandarte de *Summorum Pontificum*. Eso ya fue. Ya está. Ya se cerró.
EliminarY si alguien quiere seguir vendiendo esa estampita, que sepa que está vendiendo nostalgia, no doctrina.
Que la encabece Burke no es casualidad. Es sintomático. León —que todavía no ha dicho ni mu en serio, porque no ha soltado ni una encíclica programática— le tiró un caramelito de limosna, como quien le da una hostia no consagrada al que quiere volver todo a 1962.
Y ahí van, los Olivera Ravasi, los Peretó, y toda la cofradía del “invierno litúrgico”, creyendo que el permiso pastoral es victoria doctrinal.
No lo es.
Traditionis Custodes sigue vigente. Y Summorum Pontificum no fue dogma, fue disciplina. Y la disciplina cambia. Lo que no cambia es la comunión.
Y si estos peregrinos no quieren saber nada con TC, entonces que respondan ellos si son católicos. Yo no los voy a etiquetar. Pero tampoco me voy a tragar el cuento.
La unidad no se construye con gestos simbólicos a los que no les sigue doctrina. Si León quiere unidad —y ojalá quiera— que empiece por no tocar nada. Porque la continuidad no se grita, se vive.
Y si no, que no nos vendan humo litúrgico con incienso de 1962.
Estimado Sergio,
Eliminaragradezco su intervención, que ha sabido expresar con sobriedad y profundidad una preocupación que compartimos muchos: el uso ideológico de la liturgia como forma de resistencia al Magisterio. Fue lo que el papa Francisco subrayó en su Carta a los Obispos adjunta a Traditionis Custodes, como motivo principal para la nueva formulación de la disciplina litúrgica. Me permito prolongar su reflexión, porque lo que señala —la manipulación del Misal de 1962 como bandera doctrinal— no es un fenómeno marginal, sino una manifestación de una tensión más profunda: la dificultad de ciertos sectores para recibir plenamente el Concilio Vaticano II.
A sesenta años de su clausura, el Concilio sigue siendo objeto de interpretaciones parciales, rechazos explícitos o adhesiones condicionadas. Algunos lo diluyen en nombre de una modernidad sin raíces; otros lo recortan en nombre de una tradición sin desarrollo. Pero el Concilio no es una opinión teológica ni una etapa negociable: es un acto del Magisterio supremo, y por tanto, norma de comunión.
La reforma litúrgica no fue una concesión a los gustos contemporáneos, sino una expresión cultual de una eclesiología renovada, centrada en la participación activa, la unidad de rito y la inteligibilidad del misterio. Resistir esa reforma en nombre de una “Misa de siempre” es, en el fondo, resistir la eclesiología del Concilio. Y eso, aunque se diga con tono piadoso, constituye una contradicción doctrinal. Los lefebvrianos proclaman explícita y abiertamente estos errores; los que siguen sus ideas, los filolefebvrianos, las adornan de modo hipócrita para ocultarse y protegerse.
Como bien señala usted, Sergio, confundir la excepción con la norma, o la misericordia con la reivindicación, es perder de vista el principio de unidad que sostiene la liturgia como expresión de la fe común. En ese sentido, tanto el modernismo como el pasadismo se revelan como obstáculos para la plena actuación del Concilio: uno por diluir la identidad, el otro por fosilizarla.
La Iglesia no camina hacia atrás ni hacia adelante según las nostalgias o las urgencias de cada época: camina hacia Cristo, guiada por el Espíritu, en fidelidad al Magisterio. Y ese Magisterio, hoy, se expresa en la reforma litúrgica, en la sinodalidad bien entendida, y en la comunión con el Papa —no con el Papa idealizado, sino con el Papa real.
Estimado Juan,
Eliminarle agradezco sus buenas palabras, y me alegro que mis escritos le sean de utilidad y crecimiento en la fe.
Querida Herminia,
Eliminargracias por tu palabra, siempre atenta y bien orientada. Tu “bocadillo” no es menor: toca un punto delicado que merece ser pensado con serenidad y fidelidad.
Pues bien, una peregrinación que se presenta bajo el nombre de "Summorum Pontificum", cuando el marco normativo vigente ya no es el motu proprio de 2007, sino que es "Traditionis Custodes", plantea ciertamente una tensión. No tanto por el hecho de que se celebre el rito de 1962 —que sigue siendo permitido en ciertos casos— sino por el uso simbólico del nombre, que puede interpretarse como gesto de resistencia o como reivindicación de una etapa superada.
La Iglesia no prohíbe la memoria, pero sí advierte contra las lecturas ideológicas del pasado. Y cuando un grupo sigue viviendo y actuando en torno a una fórmula que ya no expresa la disciplina litúrgica vigente, corre el riesgo de convertir la excepción en bandera, y la nostalgia en postura doctrinal. Por lo tanto, mi parecer es que el colectivo Summorum Pontificum debería hacer algo a ese respecto.
Como bien señalas, lo que hoy debe obedecerse es Traditionis Custodes. No porque invalide lo anterior, sino porque lo reubica en el marco de una única lex orandi ecclesiae, en continuidad con la reforma litúrgica y con la eclesiología del Concilio Vaticano II. En ese sentido, mantener el nombre de "Summorum Pontificum" para ese colectivo, y como emblema, puede ser leído —aunque no siempre lo sea— como un reto simbólico al Papa actual.
Por eso, tu intuición es justa y correcta: no se trata de juzgar intenciones, sino de discernir signos. Y en la vida eclesial, los signos tienen peso. La comunión no se construye sólo con fidelidad interior, sino también con gestos que expresen esa fidelidad en lo visible.
Estimada Rosa Luisa,
Eliminarle agradezco sus buenas palabras, tan claras como generosas. La comunión necesita misericordia, sí, pero también necesita verdad, y a veces severidad, pues misericordia y severidad son las dos manos de la justicia. Y cuando ambas se encuentran en la verdad, como usted bien dice, el diálogo se convierte en formación.
Seguimos caminando con esa doble fidelidad: al corazón y a la doctrina.
Estimado El Amurallado,
Eliminarsu voz —aunque combativa— aporta una lucidez que no conviene desoír. Hay en su diagnóstico una intuición justa: la liturgia no puede convertirse en instrumento de reivindicación ideológica, ni en refugio de nostalgias que desdibujan la comunión. Y en ese sentido, es cierto que la apelación simbólica al motu proprio Summorum Pontificum, que rigió la disciplinalitúrgica respecto al vetus ordo desde 2007 a 2021, en el contexto actual, puede leerse como gesto de resistencia más que de fidelidad.
Sin embargo, conviene distinguir entre la crítica legítima y la descalificación global. El Magisterio no se construye sobre caricaturas, ni la comunión sobre sospechas. Que ciertos sectores se agrupen en torno a una disciplina litúrgica que hoy ya no está vigente en la Iglesia no implica necesariamente que todos sus miembros rechacen el Magisterio; algunos lo hacen por confusión, otros por apego, y otros —quizá los menos— por convicción doctrinal errada. Pero en todos los casos, el discernimiento pastoral exige prudencia, no sólo firmeza.
La continuidad en la reforma eclesial no se verifica en la repetición de formas, sino en la fidelidad al principio que las anima. Y ese principio —como bien se ha dicho en este hilo— es la comunión con el Magisterio vivo, no con el Magisterio idealizado. Traditionis Custodes no niega la validez del rito anterior en cuanto lex orandi divina, pero sí reordena su lugar en la vida de la Iglesia: no es la norma litúrgica, sino su excepción a modo de permiso o benevolente indulto para aquellos a quienes todavía les cuesta aceptar la reforma del Concilio Vaticano II. O sea, se trata de una excepción respetable, transitoria sí, y que llegará algún día que deberá cerrarse, pero respetable todavía. Y hacer este tipo de excepciones no es ruptura, sino ejercicio legítimo de la autoridad que custodia la unidad.
Coincido, por tanto, en que la unidad no se grita: se vive. Pero también se cultiva, incluso con quienes aún no han comprendido del todo lo que significa vivirla. Y en ese cultivo, la firmeza doctrinal debe ir acompañada de una pedagogía paciente, para que la verdad no se convierta en trinchera, sino en camino.
Quiero agradecer sinceramente al padre Filemón por sus explicaciones tan claras, tan bien fundamentadas y tan necesarias. En medio de tantas voces que confunden, sus intervenciones han sido como una luz que ordena el pensamiento y devuelve la paz. No sólo por la precisión doctrinal, sino por el modo en que articula fe, caridad y comunión eclesial.
ResponderEliminarMe ha ayudado especialmente su distinción entre los ritos legítimos y las modalidades del rito romano (que ya venía explicando desde antes), y su recordatorio de que la comunión no se verifica sólo en lo que se celebra, sino en cómo se piensa y se habla de lo que la Iglesia enseña. Esa pedagogía es la que necesitamos: firme, paciente, sin concesiones al relativismo ni a la nostalgia ideológica.
Gracias, padre, por sostener el nivel del foro y por ayudarnos a pensar con la Iglesia, no sólo desde la norma, sino desde el corazón creyente.
Domna Mencía: concuerdo en un todo con usted.
EliminarSergio Villaflores (Valencia, España)
Estimada Domna Mencía y estimado Sergio,
Eliminarles agradezco sus buenas palabras, que no sólo me animan, sino que me confirman en el propósito de este blog: pensar con la Iglesia, desde la doctrina y desde el corazón creyente.
Su lectura atenta y su discernimiento sereno son parte de esa comunión que buscamos sostener, incluso en medio de voces disonantes. Seguimos caminando con fe, claridad y esperanza.
Con todo respeto, y desde mi modestísima opinión de católico de a pie, quisiera decir algo sobre esta tan mentada “unidad” que se dice que es el lema del Papa León. Si es verdad que ese es el propósito de su pontificado —porque, a decir verdad, todavía no ha salido ninguna encíclica programática, y todos se desesperan por decir lo que hará este Papa, pero nadie sabe nada de nada—, pues bien, si lo que se busca es unidad, entonces lo primero sería cambiar lo menos posible. Porque la unidad no se construye con gestos nuevos, sino con continuidad.
ResponderEliminarFrancisco buscó aplicar a fondo el Concilio Vaticano II. Lo mismo hicieron Pablo VI, los Juan Pablo y Benedicto. Y lo mismo debe hacer León. No hay que inventar nada. Hay que seguir.
¿Y qué pasa con Traditionis Custodes? Nada. ¿Qué va a pasar? TC no cambió la doctrina insita en Summorum Pontificum. A lo sumo cambió lo disciplinar: el permiso que era amplísimo se hizo reducidísimo. Pero la doctrina es la misma. En su doctrina, SP y TC se continúan. Lo que no se continúa es el entusiasmo de algunos que no quieren saber nada con TC. Y me refiero —con todo respeto, pero con claridad— a esta manga de... perdón, a estos católicos de la peregrinación SP, que no aceptan lo que la Iglesia enseña hoy. ¿Son católicos? Que lo respondan ustedes. Yo ya me lo respondí a mí mismo.
Por eso digo: si León quiere dar muestras de unidad, que empiece por no cambiar nada. O lo menos posible. Porque la unidad no se grita, se construye. Y se construye desde la fidelidad.
Bueno, sí, pero que León permita la peregrinatio SP está diciendo que la Iglesia es "de todos, todos, todos", pero todos ubicaditos como el Papa los ubica... Mientras el Novus Ordo Missae reina en millones y millones de parroquias del mundo, y brilla en Roma, bueno... ahí va un caramelito para Burke y las viudas de 1962...
EliminarEstimado fiel preocupado: He leído con atención su intervención, y comparto en gran medida el espíritu que la anima: fidelidad al Papa, rechazo de los extremos, y deseo de comunión eclesial sin concesiones ideológicas. Coincido también en que la unidad no se construye con gestos aislados ni con rupturas innecesarias, sino con continuidad doctrinal y disciplina prudente.
EliminarPermítame, sin embargo, señalar un matiz que puede enriquecer su reflexión. Usted afirma que Summorum Pontificum y Traditionis Custodes “se continúan en su doctrina”. Es cierto que ambos documentos reconocen la validez del rito de 1962, pero no lo hacen desde el mismo principio eclesiológico. SP lo presentaba como una forma “extraordinaria” del rito romano, casi en pie de igualdad con el Novus Ordo. TC, en cambio, lo sitúa como una concesión pastoral, subordinada a la unidad litúrgica y al discernimiento episcopal.
La diferencia no es sólo disciplinar, sino también teológica: TC reubica el vetus ordo en el marco de una única lex orandi, y lo hace en continuidad con la reforma litúrgica postconciliar. Por eso, aunque la doctrina sobre la validez del rito no cambia, sí cambia el modo en que se lo integra en la vida de la Iglesia.
En cuanto al Papa León, coincido en que aún no ha hablado con voz propia. Y en ese silencio, conviene no proyectar deseos ni temores. La unidad que se espera de él no será fruto de gestos simbólicos, sino de decisiones que confirmen la comunión en torno al Magisterio vivo. Y eso, como usted bien dice, exige cambiar poco, o cambiar con sabiduría.
Estimado Fiel,
Eliminaragradezco sinceramente su intervención, que expresa con honestidad y respeto una inquietud compartida por muchos: cómo se construye la unidad eclesial en tiempos de transición pontificia.
Coincido en que la unidad no se impone por gestos espectaculares, sino que se cultiva en la continuidad. Y esa continuidad —como bien usted señala— no consiste en repetir fórmulas, sino en sostener el principio que las anima: la fidelidad al Magisterio, en doctrina, disciplina y culto.
Ahora bien, conviene afinar un punto: el motu proprio Summorum Pontificum de 2007, y el motu proprio Traditionis Custodes, de 2021, no se contradicen doctrinalmente por supuesto (no podía ser de otro modo). Existe entre ambos una continuidad doctrinal, como corresponde a todo documento del Magisterio. Lo que cambia es el marco disciplinar y pastoral. SP fue una medida generosa (quizás demasiado generosa por parte de Benedicto XVI, y a decir verdad, en mi opinión, una medida imprudente, como se reveló años después), orientada a integrar ciertos grupos en la comunión eclesial; TC, en cambio, reordena esa concesión en función de la unidad litúrgica, reafirmando —con claridad doctrinal— que el rito romano vigente es el Novus Ordo Missae, la "forma ordinaria" o la lex orandi ecclesiae.
La idea de una “coexistencia paritaria” entre dos formas del rito romano no puede atribuirse directamente a Benedicto XVI (pues toca un punto doctrinal en el que el Papa no puede fallar), sino más bien a ciertos sectores que promovieron esa lectura desde la Comisión Ecclesia Dei y la Congregación para el Culto, influenciados por grupos filolefebvrianos. Benedicto, en su formulación, nunca negó la unicidad de la lex orandi ecclesiae; simplemente permitió de modo exageradamente benévolo una forma extraordinaria (el Misal de 1962) como gesto pastoral. Francisco, en 2021, ha reafirmado ese principio de la unicidad de la lex orandi ecclesiae, con claridad doctrinal: la unidad de fe y culto se expresa en un solo rito romano.
Por eso, la fidelidad al Magisterio no consiste en aferrarse a lo que fue permitido en otro contexto, sino en acoger lo que hoy se propone como camino común. Y respecto a los fieles que participan de la denominada "peregrinación SP", conviene ejercer prudencia: algunos pueden estar sinceramente confundidos, otros sinceramente apegados. Etiquetarlos como “no católicos” no ayuda a construir comunión. La pregunta no es si lo son, sino si están dispuestos a vivir su adhesión en obediencia al Magisterio vivo.
Estimado Anónimo,
Eliminarvaloro su comentario, el cual, con tono irónico, señala una realidad pastoral: la Iglesia es de todos, sí, pero no de cualquier modo. La expresión “todos, todos, todos”, que ha rodado popularizada por el papa Francisco, por supuesto no implica relativismo, sino apertura ordenada, donde la comunión se verifica en la obediencia al Magisterio.
Si el papa León permite ciertos gestos, lo hace como pastor, no como ideólogo. Y si hay “caramelitos”, como usted dice, conviene recordar que la misericordia no es complicidad, sino pedagogía. Y la pedagogía, como muy bien sabemos los docentes y guías espirituales, a veces pide benevolencia misericorde, y a veces pide severa husticia.
Pero también es cierto que el rito romano vigente —el Novus Ordo Missae— no necesita caramelos: es lo que Benedicto llamó la forma ordinaria y normal del rito romano, la única, la única lex orandi ecclesiae en la actualidad, y su vigencia no se mide por números, sino por comunión.
Seguimos pensando con la Iglesia, incluso cuando algunos gestos requieren interpretación más que reacción.
Estimado padre Serafín,
Eliminarle agradezco su intervención, que la veo ponderada y orientada a la comunión. Coincido en su diagnóstico general: la unidad eclesial no se construye desde gestos aislados ni menos desde las rupturas, sino desde la continuidad doctrinal y la prudencia disciplinar.
Permítame, sin embargo, afinar un punto que usted presenta como diferencia teológica (¿debo entender doctrinal?) entre Summorum Pontificum y Traditionis Custodes. En realidad, no hay ruptura doctrinal entre ambos documentos, como corresponde a todo acto del Magisterio. La doctrina permanece: el rito de 1962 es válido, pero no constituye una forma paralela ni equivalente del rito romano. Esa idea de “dos formas” —ordinaria y extraordinaria— "en paralelo valor" y en "paritaria coexistencia", no puede atribuirse directamente a Benedicto XVI, sino más bien a ciertos sectores que promovieron esa lectura desde instancias como la Comisión Ecclesia Dei y el dicasterio del Culto, influenciados por grupos filolefebvrianos.
Benedicto XVI, en su formulación, nunca negó la unicidad de la lex orandi ecclesiae (ni hablar de la lex orandi divina!); simplemente permitió una forma anterior como gesto pastoral, tal como la había permitido san Paulo VI y san Juan Pablo II, y lo haría también Francisco. Pero la diferencia está que Francisco, en Traditionis Custodes, ha reafirmado con claridad doctrinal que el Novus Ordo Missae constituye la única expresión vigente del rito romano, la única; cosa que, por supuesto, ya estaba presente en Summorum pontificum, pero no tan explícito como lo está en Traditionis custodes. Lo que cambia, por tanto, no es la doctrina, sino el marco disciplinar y pastoral, en función de la unidad litúrgica y del discernimiento episcopal.
Anónimo, Pío, Ludovicus y El... que ya sabemos:
ResponderEliminarNo se te publicaron los mensajes porque, como ya te dije, acá al menos hay que juntar dos ideas de modo racional.
Repetir estribillos y consignas no es argumentar.
Y este foro no es para eso. Hacé un esfuerzo y veremos...
Seguimos.
Paolo Fitzimons (moderador del blog)
Naturalmente, acompaño la decisión de Paolo, que no busca excluir, sino cuidar el nivel del foro. Yo diría cuidar el rostro católico de este foro. Pues pensar con la Iglesia exige más que repetir fórmulas: exige articular ideas, discernir principios, y sostener el diálogo con argumentos.
EliminarCuando eso falta, no se trata de censura, sino de responsabilidad editorial.
Seguimos abiertos al intercambio, siempre que ayude a formar, no a confundir.
Lamentablemente el interlocutor al que se le censuran los mensajes, venía repitiendo sus frases vacías de argumentación y de sentido católico. Puse mi mayor esfuerzo en brindarle todas las explicaciones posibles, pero es el caso típico de aquel que no busca la verdad con su inteligencia iluminada por la fe, sino que quiere construirla con su voluntad movida por su ideología. En estos casos, lo correcto es no permitir que continúe con sus consignas.