¿Puede subsistir una forma litúrgica que el Magisterio ha declarado superada? ¿Es legítimo seguir celebrando como si el Concilio Vaticano II no hubiera ocurrido? ¿Qué significa custodiar la tradición sin paralizarla? Este artículo examina una expresión introducida por la Carta apostólica Summorum Pontificum (2007), que dio origen a una ficción conceptual posteriormente corregida por la Carta apostólica Traditionis custodes (2021). A pesar de su abrogación jurídica y corrección teológica, persisten discursos paralelos que siguen hablando de una “forma extraordinaria” que ya no existe. La única lex orandi del rito romano es la que ha sido reformada y promulgada según el mandato conciliar. Comprender esto no es una cuestión de preferencias litúrgicas, sino de fidelidad eclesial. Porque la tradición no se conserva congelándola, sino recibiéndola en su forma viva y vinculante. Y la liturgia, lejos de ser una subjetiva opción estética, es expresión concreta de comunión en la fe. [En la imagen: "Consagración Eucarística", fragmento de una acuarela sobre papel, 2023, obra de P.F., colección privada].
“Lo que la Iglesia hace ahora, lo ha recibido de Cristo;
y lo que cambia, lo cambia para que permanezca lo esencial.”
San Agustín de Hipona, Epistulae, 54, 1
“La tradición debe conservarse,
pero se debe abrir camino al progreso legítimo.”
Constitución Sacrosanctum Concilium, n. 21
----------En los últimos años, la persistencia de ciertos discursos litúrgicos —sostenidos incluso por algunos cardenales— ha contribuido a mantener viva una categoría que el Magisterio ha declarado superada: la llamada “forma extraordinaria” del rito romano. Esta expresión, nacida como solución pastoral transitoria, ha sido teológicamente desactivada y jurídicamente abrogada por la autoridad competente. Sin embargo, su uso continúa alimentando una visión paralela de la tradición litúrgica, que no solo desconoce el desarrollo legítimo de la lex orandi ecclesiae, sino que introduce una fractura eclesiológica incompatible con la comunión ritual. En este artículo explico por qué dicha forma ya no existe —ni puede existir— dentro de la estructura litúrgica vigente, y cómo su persistencia discursiva obstaculiza la recepción plena del Concilio Vaticano II.
----------Esta persistencia discursiva no es abstracta ni marginal: se manifiesta en intervenciones públicas de figuras eclesiales de alto rango, cuyas expresiones —aunque diversas en estilo y énfasis— coinciden en sostener una visión paralela de la tradición litúrgica. A continuación, examinaremos cuatro casos representativos que ilustran esta tensión: las declaraciones de los cardenales Koch, Bagnasco, Sarah y Burke.
----------Conviene aclarar, desde el inicio, que no es propósito de este artículo denigrar a las encumbradas figuras del Colegio Cardenalicio que aquí se mencionan. Por el contrario, reconocemos los méritos que han tenido en diversos aspectos de su ministerio y servicio a la Iglesia. Sin embargo, cuando se trata del delicado tema de la liturgia y de la recepción del Concilio Vaticano II, es necesario señalar con claridad los errores conceptuales y las incoherencias doctrinales que, por acción u omisión, contribuyen a la confusión del pueblo de Dios. La corrección fraterna, ejercida con respeto y parresía, es también un acto de comunión eclesial.
Cardenal Koch: la nostalgia como doctrina
----------En una entrevista en el conocido sitio web kath.net del pasado 6 de agosto, el cardenal Kurt Koch, hablando per transennam sobre el uso del vetus ordo, formuló una postura que él mismo había negado hace un puñado de años atrás, y que, a la vez, más años atrás, había afirmado. Por cierto, una curiosa oscilación de Koch, registrada en 2011 y en 2020, cuya historia conviene reconstruir brevemente.
----------Comencemos, entonces. En 2011, apenas cuatro años después del inicio del "paralelismo ritual" —introducido por algunos como aplicación errónea de Summorum Pontificum (SP)— y poco después del documento Universae Ecclesiae (UE) con el cual la Comisión Ecclesia Dei intentaba ampliar las posibilidades de aplicación de aquel motu proprio, tratando de facilitar su acceso, Koch intervenía entonces para subrayar el valor ecuménico y de reconciliación de SP y UE.
----------En 2020, sin embargo, siempre el mismo cardenal Koch, frente a la experiencia negativa que aquellos nueve años de vida eclesial habían demostrado, incluso contra su entusiasmo inicial, decía cosas muy diferentes. En una declaración expresaba que, a la prueba de los hechos, ninguna coexistencia entre las dos formas rituales podía llevar a la paz. Hablaba de una necesaria reconciliación, pero sin la posibilidad de poder aún esperar en una “paz litúrgica” generada por la convivencia paralela entre las dos formas o usos rituales.
----------He aquí que llegamos a 2025, y las palabras de Koch en el mencionado artículo parecen olvidar totalmente lo que él antes había dicho y luego contradicho, por experiencia negativa. Da la impresión de que el cardenal retoma la solución de 2011, sin integrar plenamente las dificultades que él mismo había reconocido en 2020. La propuesta de reconciliación ritual, aunque bien intencionada, corre el riesgo de reactivar un paralelismo que la experiencia eclesial ha mostrado inviable.
----------Vale aclarar que cuando se pronuncia sobre este punto, respondiendo a una pregunta específica, Koch aclara que no ha hablado con el papa León y que está expresando solo su opinión. Pero nos podemos preguntar: ¿de qué opinión se trata? ¿De la de 2011, sin la experiencia posterior? ¿Es posible haber olvidado catorce años de desilusiones? En efecto, al motivar su posición, él repite la expresión ambigua de SP que había dado origen al sofisma central: lo que ha sido sagrado en el pasado no puede no serlo también hoy (sofisma que nace, como sabemos, de no distinguir claramente entre lex orandi divina y lex orandi ecclesaie).
----------Pero aquí no estamos ante teología, sino ante nostalgia. Con la nostalgia no se administra la Iglesia, sino que se alimentan ilusiones. Sobre todo, llama la atención el borrado de aquella constatación crítica, que el mismo Koch había admitido abiertamente en 2020 y que ahora parece haber sido repentinamente olvidada. Se trataría de “reabrir las puertas”, dice Koch, que Francisco había cerrado. Esta imagen es grave: no parece captar que no se trata ante todo de una cuestión de disciplina, sino de una doctrina sobre el valor comunitario de la liturgia y de la Iglesia que de él deriva. Este olvido parece inexplicable.
----------En definitiva, el cardenal Koch, aunque hablando sobre todo de perspectivas ecuménicas y de la relación entre el papa León y las Iglesias de Oriente, no ha aprovechado la ocasión para referirse a la cuestión que nos ocupa con la debida articulación y precisión, sin simplificar las cuestiones difíciles y sin ignorar las experiencias adquiridas. Si la comunión a mantener fuera la del prejuicio (sobre la pretendida intocabilidad antigua del Misal de 1962), el cometido ecuménico consistiría en meter la cabeza en la arena, como los avestruces: sin memoria, sin libertad y sin lex orandi común que exprese la fe de la Iglesia.
Cardenal Bagnasco: cuando la benevolencia confunde
----------Al igual que el cardenal Koch, otro cardenal resbala sobre la misma cáscara de banana del llamado “rito antiguo”. Esta vez se trata del cardenal Angelo Bagnasco, que en una reciente entrevista, hablando en general del pontificado del papa León XIV, logra un pequeño récord, pues en cuatro líneas de respuesta consigue caer en cinco errores graves, contribuyendo a la mistificación que algunos ambientes reaccionarios pasadistas intentan crear en torno al nuevo Papa sobre el tema de la liturgia. Pero veamos enseguida el texto: transcribo la pregunta del periodista y la respuesta del cardenal.
----------El periodista preguntó: "Entre las iniciativas para reunir y pacificar, ¿incluye también un relajamiento de las restricciones impuestas a la Misa en latín?". Y el Cardenal respondió: "He estado durante varios años en el Dicasterio de las Iglesias orientales, y he verificado que en la Iglesia católica hay más de treinta ritos litúrgicos. Nunca he visto y no veo ahora cómo la forma extraordinaria del rito romano, que es única, como ha aclarado el Papa Benedicto XVI, pueda, como sucede con el rito ambrosiano, crear problemas. No veo ni riesgos ni peligros si las cosas se hacen serenamente y con benevolencia por parte de todos". Examinemos a continuación los cinco errores graves que Bagnasco comete en la breve respuesta, examinando cada uno en detalle:
----------1. Los ritos litúrgicos en comunión con la Iglesia católica son cosa distinta del rito romano, que es el rito propio de la Iglesia católica romana. Bagnasco comienza desde su experiencia en el Dicasterio de las Iglesias orientales. Pero la experiencia de pluralidad de ritos “católicos” no es muy útil cuando se debe hablar del rito romano. Cambiar de tema no es el mayor mérito de una respuesta. Por ejemplo, si te preguntan “¿a qué hora almuerzan en tu casa?” y tú dices que en el edificio donde vives se almuerza entre las 12 y las 14:30 y todos están contentos de comer a horas distintas y se respetan mutuamente, no ayudas mucho a quien hace la pregunta a entender a qué hora debe ir a tu casa (y no a la de los demás). El rito romano no está “en comunión consigo mismo” en el momento en que se duplica en formas distintas, entre sí contradictorias. Ritos católicos y rito romano no son la misma cosa.
----------2. La forma extraordinaria ya no existe, desde que el motu proprio SP fue abrogado. Bagnasco usa la expresión “forma extraordinaria” como si fuera una “cosa” claramente identificable. En realidad, él olvida que la “forma extraordinaria” se convirtió en el sofisma argumentativo, jamás usado en 2000 años de historia de la Iglesia, que nació de una expresión ambigua que está en el centro de SP, y que confundió la lex orandi ecclesiae con una supuesta intangibilidad ritual, ignorando que la autoridad litúrgica de la Iglesia incluye también su reforma. De forma extraordinaria se ha hablado, erróneamente desde 2007 hasta 2021, hasta que TC superó el error. Decir que el único rito romano existe en dos formas (una ordinaria y una extraordinaria) es un error histórico y teórico que se paga con la pérdida de la unidad. No existe ninguna forma extraordinaria del rito romano. Hay solo una forma anterior, que el Concilio y la Reforma litúrgica decidieron superar, y hay una forma posterior, que san Paulo VI y san Juan Pablo II hicieron vigente. La reconstrucción con “dos formas paralelas” es un truco para volver irrelevantes la reforma litúrgica y el Concilio. ¿Cómo puede un cardenal no haber comprendido que este error de perspectiva crea división en cada parroquia y en cada diócesis?
----------3. El rito ambrosiano no es el rito romano. Referirse al “rito ambrosiano” como analogatum de la forma extraordinaria es un error histórico, teórico y ante todo geográfico. También el rito ambrosiano, si no estuviera ligado a una historia y a una geografía, sería fuente de división, si mañana un papa decidiera, de modo arbitrario, que todos los bautizados católicos podrían pedir celebrar los ritos romanos en forma ambrosiana. El rito ambrosiano está justificado, en su existencia actual, por la delimitación geográfica que lo caracteriza. Solo así puede ser motivo de riqueza y no de división. La llamada “forma extraordinaria”, en cambio, es desgarradora, porque pretende una validez universal e ilimitada.
----------4. Los problemas se crean inevitablemente, porque una forma ha reformado a la otra y no pueden convivir. Bagnasco dice “no veo problemas”. Pero ¿cómo hace para no verlos? Pongamos algunos ejemplos. SP creaba un paralelismo “extraordinario” para todos los ritos romanos. Por ejemplo, para el matrimonio, decía que se podía celebrar el sacramento en la forma posterior a 1969 pero también en la forma anterior. Es decir, en la forma con dos anillos, pero también en la forma con un solo anillo (el de la esposa). Pero esto no puede ser, porque la reforma de 1969 hizo entrar en la Iglesia la paridad de esposo y esposa también en el gesto del anillo. El rito anterior a 1969 no es la forma extraordinaria del matrimonio, sino la forma vieja y superada del rito del matrimonio, que sigue pensando a la mujer como “subordinada” al esposo. Lo mismo vale para la Misa: el rito de 1962 tiene un leccionario paupérrimo respecto al rito romano de 1970. Y no puede ser confiada a la comunidad individual o al párroco la posibilidad de elegir entre riqueza y pobreza bíblica. Y así podríamos continuar señalando los aspectos doctrinales en que el Misal de 1969 manifiesta un progreso, naturalmente para mejor, respecto a los precedentes misales, el de 1962 y los anteriores. No hay dos formas, sino que existe el único rito en un crecimiento histórico que asume una única forma, vinculante para todos los católicos romanos.
----------5. Los riesgos y los peligros no dependen de la serenidad o de la benevolencia, sino de la confusión. El último error del cardenal Bagnasco es quizá el peor: hacer depender todo de la benevolencia y de la serenidad. Esta es la última mistificación. La forma extraordinaria, en cuanto concepto abstracto, nace como contestación a la reforma litúrgica. Asumir en el mismo plano las dos formas es un modo de negar aquella historia, que llevó a la Iglesia de Roma primero al Concilio y luego a la Reforma que el Concilio impuso a la Iglesia, como un deber de verdad y de autenticidad. No puede haber benevolencia hacia quien atenta contra el camino eclesial y piensa hacer accesorio lo que es central. Por eso afirmar la única lex orandi, como hizo el papa Francisco en 2021, es el único modo de eliminar la confusión que había surgido en 2007, con la pretensión de un paralelismo de formas entre sí contradictorias. Afirmar la única lex orandi no es una imposición disciplinar, sino una clarificación doctrinal: la forma extraordinaria del rito romano no existe.
----------En conclusión, si las cosas imprecisas son escritas por una periodista poco preparada y muy interesada, como es el caso de Diane Montagna, o por cualquier individual sacerdote que de hecho puede estar muy ideologizado, como hemos visto en notas recientes, la cosa puede tener su gravedad, pero es de todos modos la expresión de una periodista y de grupos de presión o de un sacerdote intoxicado por ideología. Mucho más grave es que haya cardenales que digan cosas equivocadas y que piensen decirlas en el ejercicio de su ministerio. A estos cardenales debemos decir: muchos otros pastores, muchos teólogos y el pueblo de Dios saben reconocer la verdadera preocupación por la unidad de la mistificación que habla de unidad solo para dividir. Frente a palabras irresponsables no se puede callar y es necesario desenmascarar abiertamente los prejuicios que se esconden detrás de aparentes palabras de sentido común. La parresía eclesial ayuda a no confundir, a no seguir cantos de sirena, y a no ilusionar a nadie con que la unidad se pueda promover permitiendo a alguien ignorar formalmente el Concilio Vaticano II. Un catolicismo en 2025 sin Vaticano II es una ilusión que sobre todo un cardenal no debería poder permitirse jamás, ni siquiera bajo tortura.
Cardenal Sarah: ¿acoger sin discernir?
----------Recientemente, el 12 de septiembre pasado, apareció una entrevista al cardenal Robert Sarah, en ocasión de cumplir sus 80 años, publicada en el diario italiano L’Avvenire. Una de las preguntas del periodista fue la siguiente: "El papa Francisco ha intervenido varias veces sobre la Misa en rito antiguo, o mejor dicho sobre el uso del Misal de 1962. ¿Hace falta acercarse a quienes están ligados a esta modalidad celebrativa?".
----------Y el cardenal Sarah respondió: "En la Iglesia todos los bautizados tienen ciudadanía, si comparten el Credo y la moral consecuente. A lo largo de los siglos, la diversidad de ritos celebrativos del único sacrificio eucarístico nunca ha creado problema a la autoridad, porque era clara la unidad de la fe. Es más, considero que la variedad de los ritos en el mundo católico es una gran riqueza. Un rito, además, no se compone en el escritorio, sino que es fruto de estratificación y sedimentación teológico-cultural. Me pregunto si se puede 'prohibir' un rito ultramilenario. Finalmente, si la liturgia es también una fuente para la teología, ¿cómo prohibir el acceso a las 'fuentes antiguas'? Sería como prohibir el estudio de san Agustín a quien quisiera reflexionar correctamente sobre la gracia o sobre la Trinidad".
----------Como el lector puede advertirlo fácilmente, el cardenal Sarah, además de repetir uno de los errores del cardenal Bagnasco, confundiendo la llamada "forma extraordinaria" con un rito diverso al rito romano, habla de un rito "ultramilenario" (“prohibido”), en el caso específico, el rito romano en su versión de 1962. Sin embargo, aquí hay que plantear con franqueza una primera observación: el rito romano en su versión de 1962 no ha sido prohibido, sino reformado en obediencia a lo decidido por el Concilio Vaticano II en la constitución Sacrosanctum Concilium. Y frente a lo que Sarah expresa al final de su respuesta, hay que responder que los libros litúrgicos de 1962 pueden siempre ser utilizados como fuentes también para la teología, como son fuentes los textos de san Agustín, y el estudioso notará, entre otras cosas, que en algunos aspectos (en su lenguaje verbal y no verbal) el Misal de 1962 no expresa la mejor eclesiología del Concilio Vaticano II.
----------Se advierte que el cardenal Sarah apela a una visión amplia y tradicional de la liturgia como patrimonio espiritual y cultural. Sus afirmaciones se apoyan en tres pilares: 1. Ciudadanía eclesial: todos los bautizados tienen lugar en la Iglesia si comparten el Credo y la moral. Esto es cierto, pero sólo en parte, porque no es suficiente, pues ¿qué pasa con la obediencia que el católico debe a las directrices pastorales del Papa y de su propio Obispo? 2. Diversidad ritual como riqueza: Sarah reivindica la pluralidad de ritos como expresión legítima de la unidad en la fe. Sin embargo, extrapola la coexistencia de ritos históricos (como los orientales) a la coexistencia de formas dentro del mismo rito romano, lo cual es erróneo desde el punto de vista litúrgico y eclesiológico, pues el Misal de 1962 expresa una forma antigua del rito romano que ha sido corregida y mejorada por el Misal de 1969 y modificaciones posteriores. 3. Valor teológico de las fuentes antiguas: Sarah equipara el acceso al Misal de 1962 con el estudio de los textos de san Agustín de Hipona, sugiriendo que prohibir su uso sería como cerrar el acceso a una fuente teológica. Esta analogía, aunque retóricamente eficaz, confunde el plano celebrativo con el plano académico, dos cosas muy distintas.
----------Si bien el tono usado por el cardenal Sarah en su respuesta es respetuoso, plantea una objeción implícita a la reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II, al sugerir que el rito de 1962 es “ultramilenario” y que prohibirlo sería injusto o anti-teológico. Si los Padres conciliares hubieran considerado esas dos cosas, parece decir Sarah, jamás debieron plantearse crear un nuevo Misal. Vale decir, la afirmación del cardenal Sarah está a todas luces ignorando que el rito romano fue reformado por el papa san Paulo VI —no suprimido— y ha sido reformado en obediencia al mandato conciliar.
----------No se trata de descalificar al cardenal, pero sí de corregir con firmeza sus graves errores: 1. En esta cuestión ante todo es necesaria la precisión histórica: el rito de 1962 no ha sido prohibido como rito, sino superado como forma litúrgica vigente, en obediencia al mandato conciliar. No se trata de una supresión arbitraria o antojadiza, sino de una evolución legítima. 2. Se debe hacer una distinción entre fuente y forma actual, entre uso académico y uso litúrgico: se reconoce que los libros de 1962 pueden ser estudiados como fuentes teológicas, pero no pueden ser usados como forma litúrgica normativa, porque la liturgia no es un museo, sino una expresión viva de la fe eclesial. 3. Se debe afirmar que un Misal no es sólo rito, forma ceremonial, rúbrica, sino que existe implícita una doctrina sobre la Iglesia, que legítimamente ha evolucionado, por supuesto sin cambiar la verdad inmutable sobre la Iglesia, pero manifestando una mejor comprensión de ella. Vale decir, el lenguaje —verbal y no verbal— del rito de 1962 no expresa la eclesiología del Concilio Vaticano II. No se trata solo de sensibilidad estética, sino de coherencia doctrinal y teológica.
----------Mientras el cardenal Sarah habla desde una supuesta pastoral de acogida a quienes están personalmente apegados al uso del Misal de 1962, incurre en una extrapolación errónea que puede desorientar a los fieles respecto a la naturaleza del rito romano y su evolución. ¿Se puede acaso acoger sin más ni más el apego litúrgico de quienes implícitamente rechazan lo que el Concilio Vaticano II enseña? Por ende, a la supuesta pastoral de acogida del cardenal Sarah debemos responder desde una teología y doctrina eclesial del desarrollo, que si bien no niega el valor histórico y teológico de cualquier rito antiguo, sin embargo reubica su uso en el plano académico, pero no en el plano litúrgico vigente. Vale decir, es cierto que la liturgia es fuente de teología; pero ¿cómo debe vivirse esa fuente representada por el Misal de 1962? No como forma vigente, sino como referencia histórica, útil para el estudio, pero no para la celebración. Porque la lex orandi actual del rito romano es la que ha sido reformada y promulgada según el mandato del Concilio Vaticano II.
Cardenal Burke; la ficción de la intangibilidad litúrgica
----------Como cuarto caso ejemplificativo, el incluir en este elenco al cardenal Raymond Burke podría ser considerado una redundancia, dado el bien conocido perfil extremadamente pasadista de este purpurado, cuyas expresiones han sido instrumentalizadas por sectores cripto-cismáticos para justificar su resistencia al Magisterio del Concilio Vaticano II y de los Papas del postconcilio. Pero, dado que sus ecos se han extendido al mundo de habla hispana, conviene poner en claro, una vez más, el perfil de su extremo pasadismo.
----------Comencemos por recordar que inmediatamente después de la promulgación de TC, Burke lanzó un comunicado oficial el 22 de julio de 2021, apenas seis días después de la promulgación del motu proprio de Francisco, y afirmaba: “¿Puede el Romano Pontífice jurídicamente abolir la Misa en la forma extraordinaria? La plenitudo potestatis del Romano Pontífice es el poder necesario para defender y promover la doctrina y la disciplina de la Iglesia. Sin embargo, no es un ‘poder absoluto’, lo que incluiría el poder para cambiar la doctrina o para erradicar una disciplina litúrgica que ha estado viva en la Iglesia desde el tiempo del Papa Gregorio Magno, e incluso antes”. Y añadía: “Aquellos que están unidos al Usus Antiquior, lo que el Papa Benedicto XVI llamó la forma extraordinaria del rito romano, están profundamente descorazonados por la severidad de la disciplina que el motu proprio impone, y ofendidos por el lenguaje que emplea para describirlos”.
----------La inmediata reacción contestataria del Cardenal ante la nueva directriz litúrgica del Romano Pontífice, a decir verdad, en sí misma no sorprendió a casi nadie. Sin embargo, lo que en mi caso no dejó de maravillarme fue la manifestación de ceguera y monumental vacuidad argumentativa de aquel texto, revelador de una gruesa ignorancia teológica y dogmática. Sin embargo, pese a su absoluta carencia de argumentos razonables, Burke no ha cambiado de parecer ni de discurso en estos últimos años.
----------Así, por ejemplo, en abril de 2024, en declaraciones al grupo italiano Fede e Cultura, replicadas luego por otros medios pasadistas, el Cardenal se refirió explícitamente a la llamada “forma extraordinaria” del rito romano, expresando lo siguiente: “Esta forma del rito romano ha sido una bendición extraordinaria a lo largo de muchos siglos”, dijo Burke sobre el llamado Usus Antiquior. Y prosiguió: “Si la intención de Traditionis custodes y otros documentos que la siguieron era desalentar o disminuir el atractivo de la santa liturgia según el Usus Antiquior, diría que tuvo exactamente el efecto contrario.”
----------Estas afirmaciones testimonian que Burke sigue utilizando la expresión “forma extraordinaria” después de su supresión oficial, y que además cuestiona la legitimidad jurídica del Papa para abolirla, lo que constituye una postura doctrinal errónea respecto al oficio del Romano Pontífice.
----------¿Hace falta aclarar que estas declaraciones de Burke son doctrinalmente insostenibles? Al seguir hablando de “forma extraordinaria” después de su supresión magisterial, el Cardenal incurre en una contradicción eclesiológica: sostiene la coexistencia paralela de formas dentro del mismo rito romano, lo cual ha sido explícitamente corregido por TC. Además, al cuestionar la legitimidad jurídica del Papa para reformar la disciplina litúrgica, se opone al Magisterio e introduce confusión entre los fieles. Su postura, aunque en las vestes de una supuesta fidelidad tradicional, termina erosionando la unidad ritual, debilitando la recepción del Magisterio y comprometiendo la comunión eclesial que la liturgia está llamada a expresar.
Aclaración antes de seguir adelante
----------Conviene aclarar que el término pasadismo —o indietrismo, según la expresión empleada por el papa Francisco— no es un adjetivo despectivo ni una etiqueta antojadiza. Se trata de una categoría doctrinal precisa, que toca también el ámbito dogmático moral y describe una postura teológica que absolutiza formas del pasado, resistiendo su evolución legítima en la vida de la Iglesia. En este sentido, el calificativo pasadismo o pasadista tiene un valor similar al que el papa san Pío X dio al término modernismo o modernista: no como insulto, sino como diagnóstico eclesiológico, dogmático y moral.
----------Aplicado a las ideas sustentadas por los cuatro cardenales mencionados, el término se refiere específicamente a su postura ante la lex orandi ecclesiae, y no necesariamente a otras dimensiones doctrinales. Sin embargo, esto no quita que sea cierto que muchos pasadistas litúrgicos en la actualidad comparten también ideas originariamente lefebvrianas en otros ámbitos del dogma y la doctrina, lo que explica que en ciertos casos se hable de filolefebvrismo o de católicos filolefebvrianos: no por pertenencia formal a las comunidades lefebvrianas, sino por afinidad conceptual con una visión de la tradición que se opone a su desarrollo orgánico.
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