La segunda parte de este artículo continúa la clarificación doctrinal iniciada en la primera entrega, abordando los argumentos con los cuales algunos aún sostienen la ficción de una “forma extraordinaria” del rito romano. Luego de haber analizado expresiones de cuatro Cardenales que contribuyen —por omisión o por nostalgia— a esta confusión, se profundiza aquí en los fundamentos teológicos y eclesiológicos que muestran por qué la única lex orandi vigente es la que ha sido reformada según el mandato conciliar. [En la imagen: "Epíclesis", fragmento de una acuarela sobre papel, 2021, obra de P.F., colección privada].
La invención de la "forma extraordinaria" del rito romano
----------No es sorprendente que, cuando se presentó a la prensa la Constitución Praedicate Evangelium, en marzo de 2022, inmediatamente quedó claro que en el texto, por un error tipográfico, se seguía hablando de "forma extraordinaria" del rito romano, a pesar del hecho de que, el año anterior, el magisterio había procedido a borrar esa expresión con TC. Se advirtió, entonces, que era necesario corregir el texto de aquella Constitución, que evidentemente había sido escrito todavía bajo el régimen anterior y, por lamentable falta de atención, no había sido actualizado. Así que la expresión desapareció del texto final.
----------Sin embargo, en razón de que, como hemos visto en la primera parte de este artículo, en entrevistas recientes todavía hay Cardenales que, pese a todo, siguen utilizando la expresión "forma extraordinaria" o bien, si es el caso que no la utilicen, siguen no obstante alentando la confusión a la cual ella dió lugar, será bueno precisar qué se ha entendido con esa expresión y por qué hoy ya no se puede utilizar.
----------El término "forma extraordinaria del rito romano" (que también puede ser llamado "uso extraordinario del rito romano") es una locución usada en SP, que no tiene ningún precedente en dos mil años de historia de la iglesia y de la teología. No ha sido, ni podía ser, la intención de Benedicto XVI acuñar ese término para el uso al que otros lo destinaron, pero el hecho es que, para hacer "revivir" un uso del Misal que el Concilio Vaticano II ha querido reformar explícitamente, algunos, incluso entre los colaboradores del papa Ratzinger, malinterpretaron ese término para establecer una imposible coexistencia de dos formas (la reformanda y la reformada) pastoralmente contradictorias del mismo rito romano.
----------Por lo pronto, el término "forma extraordinaria" era totalmente nuevo y sin precedentes. Antes de 2007 ningún Papa, ningún Obispo, ningún teólogo, habían hablado nunca oficialmente de "forma extraordinaria del rito romano". La conciencia del hecho de que se trata de una invención puede ayudar a comprender la audacia y la temeridad de la expresión, su inaudita novedad. No estoy diciendo que el papa Benedicto XVI no estuviera en su derecho hacer uso de neologismos (lo que no es inusual en los Papas), sino que me estoy refiriendo a su absoluta novedad a fin de entender el contexto del problema.
----------Ahora bien, podemos preguntarnos, ¿cómo se ha construido tal locución? Creo que el procedimiento de elaboración puede ser reconstruido con bastante verosimilitud. De hecho, a lo largo de la historia el rito romano ha asumido pacíficamente diversas formas: siempre en una sustancial continuidad, ha conocido diversas discontinuidades. Por cierto, me adelanto a algún eventual objetante que quiera contradecir mi discurso: las discontinuidades no son admisibles en lo doctrinal, donde la verdad es inmutable, pero sí que son posibles, legítimas y hasta absolutamente necesarias en lo pastoral-gubernativo-disciplinar, como lo ha reconocido siempre explícitamente la tradición viva de la Iglesia y el Magisterio conciliar.
----------Sobre todo el rito romano ha adquirido, a lo largo de la historia, la exigencia de una progresiva unidad, junto a una cierta diferenciación: época carolingia, gregoriana, tridentina y luego época del Concilio Vaticano II, han determinado un desarrollo orgánico, que en los años 60-80 del siglo XX ha asumido la forma que hoy está vigente. Además hay que tener en cuenta que, de vez en cuando una sola era la forma vigente, y en los traspasos, la forma precedente era, lentamente, y a veces no sin dificultades, suplantada por la forma sucesiva. Esto ha sucedido también en el caso de la última reforma litúrgica integral del rito romano.
----------Pues bien, ¿qué ha hecho la teoría de la “forma extraordinaria”, no ciertamente en la intención del papa Benedicto, sino por la fuerza de los hechos que se han experimentado? Ha paralizado la historia. Justamente al inicio de una -digamos- tercera generación de hijos del Vaticano II, la teoría con la que se ha malinterpretado la "forma extraordinaria" ha intentado bloquear el desarrollo y hacer irreformable la forma precedente a la forma vigente. La forma extraordinaria construye e introduce subrepticiamente un paralelismo estructural de formas, en el cual a una forma “ordinaria”, que es el fruto de la evolución histórica, se le yuxtapone una “forma extraordinaria”, que se pretende dejar inmóvil, fija, intangible, inmune a la historia. Este es el problema de la ambigüedad expresiva de los términos "forma extraordinaria" usada en el motu proprio de Benedicto XVI, ambigüedad que fue astutamente aprovechada por otros para impulsar un paralelismo litúrgico que no entraba (ni doctrinalmente podía entrar) en las intenciones de Benedicto.
----------De modo que la invención de la expresión "forma extraordinaria" —sea que haya surgido directamente de Benedicto o haya sido amplificada por sus intérpretes—, sin embargo, no tiene en cuenta la realidad e introduce una peligrosa ficción. En efecto, esto fue claro desde los primeros meses después de julio de 2007. Se comprendió, de hecho, que un uso extraordinario del rito romano necesitaba puntos de referencia, pero también profundos retoques. El misal de 1962, el rito del matrimonio, de la penitencia o de la unción de 1614, eran textos que respondían a otro ordenamiento jurídico y a una cultura ya no alineada con la historia.
----------Así, por ejemplo, fue famosa, y bastante penosa, la controversia que se planteó enseguida, sobre cuál debía ser la fórmula de la “oración por los judíos” del Viernes Santo a utilizar en la forma extraordinaria: no ya la de 1962, ciertamente, pero tampoco la de 1969. Así, en 2008 se escribió una oración por los judíos como si no fuera 2008, ¡sino como si se estuviera en 1965! Lo mismo ocurrió con el leccionario, con el año litúrgico, con el santoral, etc. Se comprendió que, tal como era, la “forma extraordinaria” no podía estar en la historia, que entretanto había podido ser considerada e integrada, sino solo en la forma ordinaria.
----------Fue así que, en 2020, en plena pandemia del Covid, se llegó al diseño insensato de “reformar el rito extraordinario”, o sea, reformar el Misal de 1962 ¡como si el Concilio Vaticano II no se hubiera convocado también para ello! Fue esta, quizá, la gota que hizo desbordar el vaso, junto con las pretensiones, por parte de los "tradicionalistas" norteamericanos, de celebrar el Triduo Pascual según el rito “supra-extraordinario” precedente no a la reforma del Vaticano II, sino a la de Pío XII. El vaso se colmó y se llegó, en el plazo de un año, a la promulgación de TC, es decir, al fin de la ficción, al fin de la “forma extraordinaria”.
----------Hay que decirlo a clara letra: la forma extraordinaria no existe. El rito romano tiene solo una forma, que con el tiempo evoluciona. Quien quiere estar en la historia, y no vivir en una burbuja, tiene solo una forma con la cual confrontarse, no dos formas paralelas. Una sola es la lex orandi. En esa lex orandi ecclesiae cada uno hará valer sus sensibilidades y sus perspectivas: puede hacerlo, porque la lex orandi ecclesiae que rige después del Concilio Vaticano II es mucho más elástica y dúctil que la precedente.
----------Es necesario comprender de una buena vez y por todas que una Iglesia con dos formas paralelas, de las cuales una ha nacido para reformar a la otra, inevitablemente se divide en dos facciones, y este hecho ha sido demostrado por catorce años de irrefutable experiencia, desde 2007 a 2021. Solo una única liturgia común, capaz de hospedar en su interior muchas sensibilidades diversas, puede garantizar un camino de verdadera unidad. Por eso no solo en los documentos oficiales, sino también en las palabras de los cardenales, el uso de la expresión “forma extraordinaria del rito romano” es la señal de una grave incomprensión.
----------La argumentación sobre la cual se basaba esa expresión era un sofisma, mediante el cual se hacía contemporáneo lo que había sido sucesivo, pretendiendo así detener la historia. Salir de esa terminología es un modo de no alimentar ilusiones, y de no construir ficciones que habiliten a alguien a poder pensar que la liturgia pueda ser inmunizada de la historia, de una vez por todas. La liturgia interrumpe la historia, pero permanece siempre necesitada de precisión, de orientación, de sintonización histórica. No con la velocidad de la crónica, sino con el ritmo lento de la conciencia que madura. El rito romano existe en diversas formas históricas, de las cuales solo una es la vigente en cada momento. Así ha sido siempre y así será siempre: una única lex orandi ecclesiae, en evolución legítima, pero sin duplicaciones paralelas que contradigan la comunión eclesial.
Summorum pontificum no ha tenido errores doctrinales
----------Lo más importante a tener presente es que la Carta apostólica Summorum Pontificum no define doctrina de fe ni de moral, ni pertenece al primer o segundo grado del Magisterio. Se trata de un acto de gobierno pastoral-litúrgico-disciplinar, inscrito en el tercer grado del Magisterio, es decir, aquel que regula la disciplina eclesial sin definir doctrina de fe o moral. Por tanto, y como todo documento pontificio, no puede contener error doctrinal formal, porque el Papa no puede enseñar falsedad en materia de fe o moral; pero sí puede contener juicios disciplinares que, con el tiempo, se revelen inadecuados o generadores de confusión.
----------La crítica legítima, por tanto, no se dirige al contenido doctrinal, sino a la coherencia eclesiológica y pastoral de la medida. En ningún momento podría pasar por la mente de un católico acusar al Papa de error doctrinal. Lo que sí procuro hacer aquí es mostrar que la categoría “forma extraordinaria” —aunque jurídicamente válida en su momento— introdujo una categoría teológico-pastoral que con el tiempo se reveló ficticia en su pretensión de paralelismo litúrgico, lo cual fue posteriormente corregido por el mismo Magisterio. Y eso es perfectamente legítimo dentro del desarrollo orgánico de la disciplina litúrgica.
----------Si quisiéramos una formulación teológicamente más precisa, podríamos decir que la decisión contenida en SP, aunque legítima en su momento como medida pastoral, introdujo una categoría litúrgica que, sin ser doctrinalmente errónea, resultó eclesiológicamente problemática. Su posterior corrección mediante TC, catorce años después, no implica juicio doctrinal sobre el Papa anterior (ni podría implicarlo), sino desarrollo legítimo del Magisterio pontificio en su dimensión gubernativa-pastoral-disciplinar.
Custodiar la tradición sin paralizar la historia
----------Tanto las recientes expresiones públicas de cuatro representantes del Colegio Cardenalicio sobre las cuales hemos llamado la atención, como las actuales presiones que el mundillo pasadista está ejerciendo sobre la opinión pública eclesial se fundan en un presupuesto completamente erróneo. Olvidan que la llamada “cuestión litúrgica”, así definida por Romano Guardini en la década de 1920, comienza con una constatación que hoy aparece completamente olvidada y removida, a menudo incluso por los leales defensores de la reforma litúrgica: los católicos de las décadas de 1910 y 1920, si eran lúcidos, reconocían que ya no sabían celebrar su culto a Dios. Todo comienza con esa conciencia y con la necesidad de reconfigurar correctamente una renovada teología de la liturgia y una praxis ritual más auténtica: esto vale tanto para Guardini como para Festugière, para Casel como para Parsch. A fin de responder a esa cuestión litúrgica y, por tanto, a fin de salir de la condición de crisis eclesial que ella determinaba, era necesario trabajar simultáneamente en dos frentes: el de la formación y el de la reforma. En esto el doctor Andrea Grillo tiene razón.
----------Ahora bien, ¿qué quiere decir trabajar en la formación y en la reforma litúrgicas? El desarrollo del movimiento litúrgico, que intentaba responder a la cuestión litúrgica, atestigua una primacía del camino de la formación al menos hasta la década de 1940, pero, primero con Pío XII y luego con el Concilio Vaticano II, se manifiesta el paso necesario, entre 1965 y 1988, con la reforma del conjunto del marco de los Ordines rituales. Sin embargo, con el final del segundo milenio, aparece clara la necesidad de volver, gracias a la reforma de los ritos, a la conciencia de su insuficiencia, con una clara reanudación de la primacía de la formación: formación no tanto referida a la liturgia, sino por parte de la liturgia. Así aparece claro que la reforma es necesaria, pero no suficiente: esto conlleva una posibilidad de avance, pero también una tentación de nostalgia y de ilusión de que el pasado tuviera la fórmula mágica de la liturgia eclesial.
----------Si se observa bien la historia de los últimos veinticinco años, se nota, como consecuencia de ello, un grave desfase: el final de la primacía de la reforma ocurre con el final del segundo milenio, pero la clara asunción de una nueva tarea de formación aparece solo con la carta Desiderio desideravi del papa Francisco, un año después de promulgado TC. ¿Qué ha sucedido en esos 20 años entre 2000 y 2021? El magisterio litúrgico ha atravesado una crisis de orientación y una fase de regresión pastoral: Liturgiam authenticam (2001), Redemptionis sacramentum (2004) y Summorum pontificum (2007) son textos clave de esta desorientación, no por errores doctrinales, sino por haber promovido una visión defensiva o reactiva de la liturgia, centrada en el control y no en la formación. La liturgia vuelve a ser considerada como ocasión de abusos, no como oportunidad de aprender nuevos usos. El hecho es que, en este contexto, SP ha sido el documento más problemático en cuanto a sus consecuencias teológicas, institucionales y pastorales, al haber introducido una categoría litúrgica que favoreció un imposible paralelismo ritual y debilitó la recepción de la reforma.
----------Todo ello ha llevado a una situación actual fácilmente constatable en la cual no pocos fieles han tomado la actitud de negar la Reforma litúrgica. De hecho, SP parece negar la cuestión litúrgica, desmentir el movimiento litúrgico y vaciar de autoridad la reforma litúrgica. ¿En qué sentido? Muy simple: si se puede ser católico romano continuando a celebrar como si el Concilio Vaticano II nunca hubiera existido, se sale de la tradición, no sólo de la tradición litúrgica, sino mucho más grave, de la Tradición a secas, en sentido teológico, es decir, de la transmisión viva de la fe en comunión con el Magisterio. Porque la tradición permanece viva solo si sabe aún progresar. Si se paraliza el progreso, volviéndolo superfluo, se bloquea la vida de la Iglesia. Solo si se sale de esta competencia desleal entre dos formas paralelas y pastoralmente contradictorias del mismo rito, se vuelve significativa y valiosa una nueva fase de formación. La ideología de la “paz litúrgica” es un sofisma peligroso: no se hace paz litúrgica autorizando a considerar opcional la reforma litúrgica. Esto solo alimenta la guerra.
----------El último documento que ejemplifica la representación gravemente distorsionada de la tradición litúrgica que acabo de recordar es aquel Juicio Conclusivo —meses atrás rescatado del cesto por la periodista Diane Montagna— que el papa Francisco, con una prudencia pastoral que Benedicto XVI, en su momento, no aplicó con igual firmeza, descartó en 2021 para escribir y promulgar TC. La custodia de la Tradición (y también de la tradición litúrgica) no puede soportar de ningún modo un régimen paralelo entre formas rituales pastoralmente contradictorias. Quien considera esto como una solución carece de lógica teológica, institucional y pastoral, pues quiere afirmar ciegamente una identidad, sin consideraciones eclesiales suficientes.
----------Finalmente, digamos algo acerca de la única lex orandi y el ya muy viejo sofisma de Siri y Lefebvre. Al respecto, el camino litúrgico del futuro puede tener como base la única lex orandi. Quien tiene pasión por el latín puede usar la Editio Typica de los Ordines vigentes, como muy bien lo ha dicho el papa León en su primera entrevista oficial, recién publicada. Quien en cambio quiere escapar hacia el pasado, no solo en la lengua, sino también en los textos, pretendiendo usar los Ordines que el Concilio y su recepción han decidido reformar, debe asumir la responsabilidad de tomar el camino de la puerta de salida, no por supuesto de "la Iglesia en salida", sino del salir de la Iglesia. Tal como hizo, en su momento, Marcel Lefebvre, mostrando claramente que su problema no era la liturgia, sino la Iglesia y su relación con el mundo y con la historia.
----------Y hay que recordar que fue precisamente ese obispo cismático, justo después del Concilio, quien retomó aquel argumento, que quince años antes ya había sido introducido por el cardenal Giuseppe Siri, de Génova, con ocasión de la primera gran reforma litúrgica: la de la Vigilia Pascual, promovida por Pío XII. Dijo Siri en aquella ocasión: “Si el Papa decide una reforma (de la Vigilia Pascual o del Misal), que la haga recomendable, pero no obligatoria. De modo que quien quiera, pueda continuar como si nada hubiera pasado.”
----------¿Este argumento —primero de Siri, luego de Lefebvre— querría hoy ser propuesto como “regla” de la paz litúrgica? ¿Podríamos acaso confiar en estos sofismas vacíos y arrogantes? ¿Y no ha hecho muy bien el papa Francisco en rechazarlos de raíz, estando esos sofismas aún pesadamente presentes en ese Juicio Conclusivo que pretendía vaciar ideológicamente una encuesta sobre SP, volviéndola superflua?
----------En definitiva, es a todas luces evidente que la cuestión litúrgica no ha terminado, y precisamente por eso, la tarea de defender la unicidad de la lex orandi ecclesiae no es cuestión de sacristías, sino ejercicio precioso de razón teológica, fidelidad al Magisterio y comunión eclesial.
El papa León y la liturgia: lo que no puede, lo que no hará
----------En estos primeros meses de pontificado, el papa León se ha referido más bien poco y nada a aquellos sectores que, tras seis décadas, todavía continúan apegados al Misal de 1962, rechazando de hecho la reforma litúrgica conciliar. Su silencio no parece ser omisión, sino prudencia. Y su visión mistagógica de la liturgia —expresada en el discurso del 14 de mayo de 2025 a las Iglesias orientales— parece trazar una línea clara: la liturgia no es decorado ni preferencia, sino expresión viva de la comunión eclesial.
----------Ahora bien, ¿qué puede y qué no puede hacer el Papa en esta materia? En principio, su potestad sobre la vida litúrgica es plena, pero no arbitraria. No puede —ni Benedicto pudo— establecer un régimen de coexistencia paralela entre formas pastoralmente contradictorias del mismo rito, porque eso vulneraría la unidad ritual y la recepción del Concilio Vaticano II. SP y TC no se focalizan en definir doctrina, y el paralelismo que se le atribuyó a SP fue más fruto de presiones internas que de una voluntad magisterial explícita.
----------Ahora bien, ¿podría el papa León volver atrás una reforma litúrgica, como sueñan los pasadistas? En teoría sí, porque no se trata de verdad dogmática, sino de disciplina. Pero en la práctica, hacerlo implicaría negar la existencia misma del Concilio y contradecir la unanimidad del Colegio Episcopal que lo ha recibido. Por eso, lo que está en juego no es la libertad abstracta del Papa, sino la fidelidad concreta a la tradición viva.
----------Lo que sí puede —y debe— hacer el Papa es discernir con justicia y prudencia pastoral qué actitud tomar frente a los fieles aún apegados al Misal de 1962. La libertad concedida por Benedicto en 2007 se reveló imprudente. La firmeza de Francisco, en cambio, sentó una base irrefutable: el Misal de 1962 no puede ser usado como estandarte de oposición al Vaticano II. Quizá haya que afinar los modos, pero no retroceder en el principio. Porque la custodia de la tradición no consiste en tolerar ficciones, sino en sostener la comunión.
----------Por eso no sorprenden las declaraciones del papa León en su primera entrevista oficial, recogidas en el libro León XIV: ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI, pues confirman esta orientación. Al referirse al Misal de 1962, el Pontífice reconoce que se trata de uno de los temas “más complejos y polarizados” en la vida de la Iglesia, y lamenta que la liturgia haya sido utilizada como “herramienta política” por ciertos sectores. Aunque admite que algunas celebraciones deficientes del rito reformado alejaron a algunos fieles, subraya que una liturgia bien celebrada según el Vaticano II no debería generar distancia espiritual. “Estamos en la ideología, ya no estamos en la experiencia de la comunión de la Iglesia”, afirma con claridad. Estas palabras no sólo prolongan la denuncia de Francisco en TC, sino que parecen trazar el horizonte pastoral de León: no se trata de reabrir un régimen de coexistencia, sino de sanar las heridas provocadas por su instrumentalización.
La forma extraordinaria del rito romano no existe
----------En conclusión, la lamentable expresión “forma extraordinaria del rito romano”, introducida por SP, malinterpretada e instrumentalizada, ha sido jurídicamente abrogada y teológicamente corregida por el Magisterio posterior. De modo que el persistir en su uso —como lo hacen algunos sectores, incluso Cardenales— no es fidelidad a la Tradición (y tampoco a la tradición litúrgica), sino resistencia a la recepción legítima del Concilio Vaticano II y a la evolución orgánica de la lex orandi, tal como ha sido confirmada por el Magisterio reciente.
----------La tradición litúrgica no es un archivo congelado ni una opción entre estilos celebrativos, sino que es el cauce vivo por medio del cual la Iglesia expresa su fe, su eclesiología, su comunión fraterna y su culto a Dios. Pretender que la reforma litúrgica sea opcional, como si se tratara de una subjetiva preferencia estética o de una concesión pastoral, equivale a negar su autoridad y su necesidad.
----------La coexistencia paralela de dos formas pastoralmente contradictorias del mismo rito no es paz litúrgica, sino fractura eclesial. Y el sofisma de considerar “recomendable pero no obligatoria” una reforma litúrgica —como lo propusieron Siri, Lefebvre y hoy algunos sectores nostálgicos del uso litúrgico de 1962— ha sido justamente rechazado por el papa Francisco, en nombre de la unidad ritual y de la custodia auténtica de la Tradición.
----------Hoy la única lex orandi del rito romano es la que ha sido reformada y promulgada según el mandato conciliar. Quien ama la Tradición (también la tradición litúrgica), la recibe en su forma viva, no la congela en una edición pretérita. Afirmar que “la forma extraordinaria del rito romano no existe” es una afirmación teológica, institucional y pastoral que protege la comunión de la Iglesia y la verdad de su culto.
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 19 de septiembre de 2025
La reforma litúrgica como ordenamiento de la Iglesia para el rito romano es un hecho. De eso no caben dudas.
ResponderEliminarLa diversidad de ritos latinos u orientales trae inquietudes en un reducido grupo de fieles que desean participar de la liturgia con los viejos formularios del rito romano.
De hecho algunos ritos latinos terminaron cediendo en favor del rito romano. Permaneció más que nada el rito ambrosiano el cual también fue reformado en la misma sintonía que el rito romano.
Summorum Pontificum había abierto la puerta también a la celebración de otro ritos latinos según la vieja forma litúrgica. Así hay un puñado de dominicos que celebran con su propio rito. Pero en todos los casos se trata de celebraciones esporádicas.
Lo que parece extraño es pensar contra lo que escribió Benedicto XVI que lo que fuera santo para el pasado no lo sea para estos tiempos.
Pueden coexistir ambos usos. Se le podrá poner el nombre que se quiera. K. Gamber llamaba rito antiguo / rito moderno, proponiéndolos como 2 ritos distintos ya que el Misal de Pablo VI parecía más un Misal creado ex novo y no tanto la reforma del antiguo.
El Papa León anunció que tiene intención de mantener un diálogo con los files interesados. Él decidirá los tiempos de ese diálogo y decidirá cuando lo considere oportuno qué hacer al respecto.
Ya dio un principio de solución con la celebración según el actual Misal en lengua latina, aunque dejó la puerta abierta a escuchar a quienes insisten en el uso de los viejos formularios.
Estimado lector,
Eliminarrespondo a su intervención por puntos:
1. “La reforma litúrgica es un hecho.”
Respondo: Exacto. Y el artículo parte de esa certeza: la única lex orandi del rito romano es la reformada según el Concilio Vaticano II.
2. “La diversidad de ritos trae inquietudes en un reducido grupo.”
Respondo: La diversidad de ritos orientales o latinos es legítima porque son tradiciones distintas. Lo que no es legítimo es duplicar el rito romano en dos formas paralelas, porque eso rompe la unidad de la Iglesia latina.
3. “Algunos ritos latinos cedieron; permanece el ambrosiano.”
Respondo: Justamente: el ambrosiano subsiste por su historia y geografía propias. No es comparable con el intento de mantener en paralelo un misal superado dentro del mismo rito romano.
4. “Summorum Pontificum abrió la puerta…”
Respondo: Fue una medida pastoral transitoria. Pero la experiencia mostró que generó división. Por eso el Magisterio corrigió esa ficción en Traditionis custodes.
5. “Lo que fue santo en el pasado…”
Respondo: Nadie niega la santidad de lo pasado. Pero la santidad de un rito no implica su vigencia normativa. La Iglesia custodia la tradición viviéndola en su forma actual, no congelándola.
6. “Pueden coexistir ambos usos… Gamber hablaba de dos ritos.”
Respondo: Como he explicado abundantemente en este artículo y en otros, y como ha demostrado la experiencia desde 2007 a 2021, la coexistencia no es posible dentro de un mismo rito. La Iglesia reconoce un único rito romano en su forma vigente. Hablar del Misal de 1962 como de un "rito", sólo vale a nivel académico, no a nivel de actual lex orandi ecclesiae.
7. “El Papa León abrirá diálogo…”
Respondo: Probablemente, dado su acentuación en la naturaleza sinodal de la Iglesia. Pero diálogo no significa retroceso. Significa acompañar pastoralmente, sin reabrir un paralelismo que la Iglesia ya descartó.
8. “Principio de solución: Misal actual en latín.”
Respondo: Exactamente, y el Papa no ha dicho nada nuevo en esa entrevista. El Misal vigente en latín es la vía legítima para quienes estén afectos al latín, sin recurrir a formularios abrogados. Eso sí, dependiendo de lo que disponga el Obispo diocesano, porque la única Iglesia plena, a nivel de Iglesia local, es la Iglesia diocesana, no la comunidad parroquial.
En conclusión: mi artículo no discute la historia de ritos ni la sociología de grupos, sino un punto doctrinal: la “forma extraordinaria” fue una ficción ya superada. Hoy la única lex orandi del rito romano es la reformada y promulgada según el Concilio Vaticano II.
La autorización para celebrar la Misa tradicional en la Basílica Vaticana es todo un signo de apertura de parte del Papa León.
ResponderEliminarLos progres se quieren morir. Pensaron que habían sepultado el vetus ordo. Lo que han sepultado son las prohibiciones de Bergoglio.
Esa Basílica fue edificada para el rito romano tradicional y la Misa tradicional volverá a esa Basílica.
¡Enhorabuena!
Estimado lector,
Eliminarla autorización de una celebración puntual en la Basílica Vaticana no significa reinstaurar un régimen de “dos formas” del rito romano. El papa León, aún en la improvisación de una entrevista informal y lejos de su función magisterial, ha sido claro: la única lex orandi vigente es la reformada según el Concilio Vaticano II.
En cuanto a lo demás, el reducir la cuestión a un pulso entre “progres” y “tradicionalistas”, o peor aún, entre modernistas y pasadistas, es un error de perspectiva. La liturgia no es bandera de partidos, sino expresión de la comunión de la Iglesia.
Decir que la Basílica “fue edificada para el rito tradicional” es una simplificación: fue edificada para la celebración de la liturgia de la Iglesia de Roma en cada época. Hoy, esa liturgia es la reformada y promulgada tras el Concilio.
El artículo que aquí comentamos no discute permisos ocasionales, sino la categoría misma de “forma extraordinaria”, que fue una ficción ya corregida por el Magisterio. Por eso, más allá de entusiasmos o lamentos, lo decisivo es esto: no existen dos formas paralelas del rito romano. La tradición se custodia en su forma viva, no en ficciones que dividen.
Resultó que toda la persecución instrumentalizada por el Papa Francisco se desvanece. Falta recorrer mucho camino, pero es un comienzo.
ResponderEliminarAunque León XIV no parece interesado en lo personal a este tema, sí lo está en su corazón de pastor. Más no se le puede pedir. Con que de a poco frene el barco en el rumbo equivocado ya es un logro. Luego otros podrán volver al rumbo correcto que no debió ser abandonado.
Estimado lector,
Eliminarle respondo por puntos:
En primer lugar, el hablar de “persecución” para referirse a una decisión magisterial del Papa Francisco es un despropósito. Traditionis custodes no persiguió a nadie: corrigió una ficción pastoral que había generado división. Llamar persecución a un acto de gobierno legítimo es tergiversar la realidad.
En segundo lugar, el decir que el papa León “frena un barco en rumbo equivocado” es aún más grave: supone que el Concilio Vaticano II y la reforma litúrgica fueron un error. Esa afirmación no es una opinión legítima dentro de la comunión católica, sino una negación de la Tradición viva recibida y confirmada por el Magisterio.
Me interesa sobre todo indicarle que el artículo que aquí comentamos no trata de simpatías personales hacia un Papa u otro, como parece ser el foco de su interés, sino de un punto doctrinal: la “forma extraordinaria” del rito romano no existe. Fue una categoría transitoria, ya abrogada. La única lex orandi del rito romano es la reformada y promulgada según el mandato conciliar.
Por tanto, no se trata de esperar que “otros vuelvan al rumbo correcto”, como si la Iglesia hubiera errado durante sesenta años. El rumbo correcto es el que la Iglesia ya ha tomado: custodiar la tradición en su forma viva, no congelada en un misal pretérito.
En conclusión: la comunión no se construye con relatos de persecuciones imaginarias ni con nostalgias ideológicas, sino con obediencia al Concilio, fidelidad al Papa y participación en la única liturgia común de la Iglesia de Roma.
Estimados lectores,
ResponderEliminareste foro no es un campo de batalla entre facciones, sino un espacio de formación y comunión. La Iglesia no se divide en “nosotros” y “ellos”: todos los bautizados compartimos la misma fe, los mismos sacramentos y la obediencia al mismo Magisterio.
Presentarse como parte de un grupo en oposición a otros dentro de la Iglesia contradice el sentido mismo de la comunión eclesial. La liturgia, en particular, no es una bandera ideológica ni un estilo opcional, sino la expresión concreta de esa comunión en la única lex orandi del rito romano, reformada según el Concilio Vaticano II.
Invitamos a todos los lectores a intervenir con respeto, centrando sus aportes en el tema del artículo y evitando etiquetas o divisiones que no edifican. La comunión no se construye con trincheras, sino con fidelidad al Evangelio, al Concilio y al Papa.