Las corrientes vigentes en lo que va del siglo XXI, la imagen de Dios en la actual cultura teológica, la postura de la Iglesia frente a todas estas corrientes, y la pregunta acerca de si el modernismo ha muerto, son otros temas que nos ayudan a delinear cómo debemos orientarnos como católicos en la modernidad. [En la imagen: Seminario San José de La Plata, fragmento de una acuarela sobre papel, 2020, obra de P.F., colección privada].
Las corrientes vigentes en lo que va del siglo XXI
----------Como sabe el lector por lo que ya he dicho en la primera parte de este artículo, toda esta reflexión nace de una charla dominguera con mi sobrino Paolo Fitzimons (administrador de este blog) quien me vino a visitar semanas atrás junto a dos amigos, quienes me plantearon diversas preguntas en torno al itinerario que ha seguido mi formación filosófica y teológica, a fin de darles orientaciones para su crecimiento en la fe y la cultura cristiana en un mundo como el que estamos viviendo en la modernidad. Pues bien, supuesto todo lo dicho hasta aquí, la pregunta que avivó nuestro diálogo fue la siguiente: ¿cuáles de las corrientes de pensamiento anteriores han prolongado su influencia después del cambio de siglo?
----------Pues bien, al respecto hay que señalar que la corriente que sigue aún vigente en la actualidad es la que había surgido en Alemania ya desde los comienzos del siglo XIX, teniendo como principales representantes a Hermes, Günther y Frohschammer, quienes buscaron modernizar el pensamiento católico, aprovechando la contribución que podía venir del idealismo alemán, sobre todo de Kant y de Hegel. La tentativa, privada de una buena base tomista, falló y fue condenada sin reservas primero por Gregorio XVI y luego por el beato Pío IX. Pero los fautores de este movimiento no se dieron por vencidos y, por caminos más o menos subterráneos, al inicio del siglo XX formaron lo que luego fue llamado el movimiento “modernista”, que, como se sabe, fue condenado por san Pío X, aunque esta vez sin que el Papa reconociera ninguna cosa válida en tal corriente de pensamiento, sino de hecho calificándola como la “suma de todas las herejías”.
----------Una vez más es necesario decir que el deseo de los modernistas por modernizar el pensamiento católico en sí no era equivocado. Equivocada y desastrosa fue la falta de sentido crítico hacia la modernidad que les impulsó a sustituir ese criterio tomista, que sabiamente León XIII había recomendado pocos años antes, con los principios erróneos de ese idealismo y fenomenismo con los cuales intentaban confrontarse.
----------Ha sido necesario un san Juan XXIII y el Concilio Vaticano II para que fuera reconocido cuanto había de válido en la instancia de los modernistas y viniera recogido en la doctrina católica, sin por ello aprobar los errores de los modernistas y, en general, los errores del pensamiento moderno.
----------Reproponiendo como había hecho León XIII el uso del criterio tomista, el Concilio Vaticano II ha indicado el camino de la verdadera modernización del pensamiento católico, que no constituye una subversión ni una ruptura con el pasado, sino una sabia evolución mejorativa de la doctrina católica, en la conservación fiel de las perennes y tradicionales verdades de la fe y de la filosofía católicas.
----------Podemos incluso hacer un balance respecto a las corrientes de pensamiento de siglos anteriores que siguen vigentes en este tercer milenio cristiano, tratando de discernir cuáles de estas orientaciones intelectuales han generado resultados positivos para la investigación teológica y para el crecimiento de la fe en el Pueblo de Dios, y cuáles en cambio han insinuado errores y confusión.
----------Pues bien, resultados positivos han surgido indudablemente de la escuela de santo Tomás de Aquino, en cuanto sin embargo ella ha sabido abordar la confrontación comparativa con el pensamiento moderno. Pioneros en este sentido fueron el padre Sertillanges y posteriormente Maritain. El método tomista de estos pensadores ha preparado el discipulado tomista promovido por el Concilio Vaticano II.
----------A la inversa, la desestima y la incomprensión por el Aquinate, como sucedió en Laberthonniere, en Blondel y en los modernistas, han conducido al pensamiento católico a la órbita del idealismo y del pensamiento protestante con la consecuencia de volver imposible una sana inteligencia del dogma católico, tal como la Iglesia lo enseña y lo interpreta, y de debilitar la fuerza realista de la razón y del concepto mismo de la verdad.
----------Mis interlocutores en la charla a la que aquí me estoy remitiendo, me preguntaron si algunas de estas orientaciones teológicas se han disuelto por sí solas con el pasar del tiempo, y si otras resisten todavía con resultados positivos y negativos. Al respecto, vale tener presente que las corrientes teológicas no se agotan con el transcurso del tiempo tal como envejece un vestido con el uso o amarillea una hoja en otoño, sino que, así como ellas poseen siempre por su esencia una instancia de absoluto, se derrumban y vienen repudiadas a causa de traumas dramáticos que ponen en crisis su absolutez. Ejemplos de corrientes teológicas de este tipo que se han disuelto a continuación de la aplicación política de sus principios son algunas corrientes vitalistas, irracionalistas y nacionalistas, como aquellas que han dado lugar al fascismo y al nazismo.
----------Estas concepciones de la política remitían a una visión global del hombre y de la realidad, por lo cual abrevaban de una teología racista radicada en antiguas concepciones paganas de tipo nacional: la romanidad, para el fascismo, la mitología germánica para el nacismo, no sin enganches y apoyo en el misticismo tibetano e indio, emparentado con el idealismo alemán (cf. los estudios de Rudolf Otto) con el tema de la esvástica, que representa la divina rueda shivaíta, propia del esoterismo masónico, de la generación-destrucción o del eterno retorno y alternarse muerte-vida inescindiblemente conectados. Un exponente de esta visión es Nietzsche.
----------Sin embargo, las teologías, precisamente por este enganche estructural al absoluto, también después de las más grandes tragedias, no mueren nunca del todo, sino que como plantas arrancadas del tronco, mantienen sus raíces, dispuestas a hacer volver a crecer las planta en nuevas modalidades pero siempre desde las mismas raíces. Así por ejemplo para Nietzsche: después que él ha sido el inspirador de la derrumbada tragedia del nazismo, hoy no revive ya el Nietzsche de aquel entonces, y sin embargo él, bajo nuevas modalidades, es también hoy más que nunca actual, dispuesto a generar nuevos frutos de muerte, en el caso que los hombres fueran tan necios, desmemoriados e ignorantes como para no aprender nunca de la historia. En efecto, desaparecido el racismo nacionalista, se mantiene el eterno retorno del superhombre que prometéicamente roba el fuego a los dioses y que “danza en el infierno”.
----------Destino análogo ha signado al pensamiento de Freud. Hay que decir que su mitología -el complejo de Edipo, el instinto de muerte, el pansexualismo, la hegemonía del inconsciente, la teoría de los sueños- actualmente ha muerto, ya que ha mostrado más bien provocar las neurosis antes que resolverlas. Y sin embargo se mantiene la religión del sexo, aún cuando se debe reconocer que Freud no se ha equivocado cuando ha rastreado un influjo de la sexualidad a nivel psicológico y espiritual de la persona, tal como para crear una reciprocidad varón-mujer también a nivel de la persona.
----------Es precisamente sobre este tema acerca del cual ya he publicado algunos artículos en este blog (aunque la serie aún está incompleta, y la retomaré). Al respecto de esta cuestión es necesario remitirse a una enseñanza de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la declaración Persona humana, del 29 de diciembre de 1975. Se ha querido con Freud ver en el sexo el absoluto: ha terminado el modo freudiano de concebir este absoluto, pero se mantiene siempre de otro modo, el de hoy, de ver el absoluto en el sexo: un modo por el cual el hedonismo se desposa con el nihilismo y la ausencia de sentido de la vida. Un nuevo absoluto.
----------Dígase de modo similar para el marxismo: todo un armamento ideológico ya ha terminado: revolución, lucha de clase, alienación, capitalismo burguesía, proletariado. Este absoluto ha terminado, pero desde sus cenizas, después de la amarga experiencia del comunismo soviético, ha nacido un nuevo absoluto del comunismo: el comunismo del pensamiento débil, del pacifismo, del buenismo relativista, del relativismo moral, del teísmo ateo, del materialismo espiritualista. Un nuevo absoluto.
La imagen de Dios en la cultura teológica contemporánea
----------¿Cuál es la imagen de Dios que la cultura teológica propone al fiel, de modo más insistente? Esta fue otra de las preguntas de mis contertulios. Al respecto, hay que decir que hoy atrae consensos, en ambientes seculares, como en ambientes católicos, una imagen de Dios nebulosa, viscosa, gelatinosa, anticonceptual y antidogmática, con el pretexto de la mística en el sentido de una notable simpatía por el budismo, por la filosofía india y por la New Age. Se piensa gnósticamente que tal imagen sea más elevada que la propuesta por la Iglesia católica, considerada como abstractamente intelectualista y doctrinaria.
----------O bien, con el pretexto de la Encarnación del Verbo, Dios es visto sólo en relación al mundo y al hombre y su historia, como que el hombre sea el propósito de Dios, como si Dios pudiera tener un fin que no sea Sí Mismo, de modo que su misma divinidad comporta esta relación con el hombre que establece la plenitud o, como se dice, la “concretez” de la misma divinidad. En esta visión el hombre adquiere una absolutez que sobrepasa cuanto legítimamente puede pedir a su finitud creatural: el hombre se convierte en una condición de la existencia misma de Dios, Dios no existe sin el hombre, como que Dios ya no aparece el único centro y el vértice supremo de la realidad, sino que se ve condicionado por otro centro igual de absoluto a Él: el hombre. De modo que al fin de cuentas se dan dos absolutos, el antropocentrismo y el teocentrismo, que crean un insanable dualismo, cuya solución desesperada deviene sólo la confusión entre Dios y el hombre: el panteísmo, si prevalece Dios, o el ateísmo si prevalece el hombre.
----------Otra imagen es la del “Dios que sufre”. Si el dualismo del cual he hablado antes nace de un falso concepto de la Encarnación, este error surge de un falso concepto de la Redención: no es sólo el hombre Jesús el que sufre, sino que es también su divinidad, de hecho algunos llegan a decir, resucitando antiguas herejías ya condenadas por la Iglesia, que sufren también el Padre y el Espíritu Santo, cayendo, a causa de un sentimentalismo totalmente fuera de lugar, en un ridículo que se ve acompañado de la impiedad.
Cuál ha sido la postura de la Iglesia frente a todas estas corrientes
----------La siguiente pregunta surgió inmediata en nuestra conversación: ¿la Iglesia ha demostrado vitalidad y capacidad de gestionar la congestión de orientaciones teológicas que se ha manifestado en las últimas décadas? Es necesario decir que hoy la autoridad eclesiástica a todos los niveles es escasamente capaz, casi siempre por objetiva imposibilidad, a veces por negligencia o connivencia, de gestionar la enorme, poliforme y a menudo caótica proliferación de tendencias teológicas de las cuales estamos actualmente invadidos, resultantes de los influjos más diversos distribuidos en el espacio y en el tiempo. Existe en esto una gran libertad de investigación, de elaboración y de publicación, con la pretensión de etiquetar como “católico” o como “cristiano” a cuanto en realidad no tiene nada o poco que ver con estas venerables denominaciones.
----------Este fenómeno sería saludable y benéfico si tal inmenso material fuera dominado, purificado y ordenado por una visión de fe perfectamente sana y ortodoxa, fiel al Magisterio de la Iglesia, a la Escritura y a la Tradición, según las indicaciones del Concilio Vaticano II. Pero por el contrario, lamentablemente, tal fenómeno crece desordenadamente, como una especie de neoplasia, por una germinación interna, incontrolada y autónoma, alimentada por principios mundanos y anti-evangélicos, que terminan por falsificar ese progreso y enriquecimiento teológicos que se cree realizar.
----------Por otra parte no tendría sentido, como proponen ciertas corrientes ultratradicionalistas (vale decir, pasadistas o indietristas o filolefebvrianas), retornar a la situación anterior al Concilio Vaticano II, porque se debe reconocer que esta gran cantidad de información y de datos -obtenidos gracias a un inmenso trabajo de investigación- de los cuales hoy podemos disponer sobre otras culturas, religiones y filosofías diversas y contrarias a aquellas de la tradición cristiana, de por sí, es cosa buena.
----------La desgracia está dada por el hecho, como decía, que este material frecuentemente no está iluminado y seleccionado por una plena visión de la verdad católica, la cual por otra parte hoy es rara, también por el hecho paradojal y escandaloso que aquellos que se esfuerzan por recordar los valores esenciales y tradicionales de la fe, tal vez con el fin de operar un examen crítico de dicho material, vienen a ser hostigados, obstaculizados o incomprendidos o acusados de ser personas amargas y superadas, precisamente por aquellas fuerzas o por aquellas autoridades que deberían apoyarlos y sostenerlos en este frecuentemente ingrato y sin embargo necesario trabajo tendiente a la difusión de la verdad evangélica y a la salvación de las almas.
¿Ha muerto ya el modernismo?
----------La otra pregunta que se me hizo fue realmente interesante: en la congestión de voces de la cual he hablado, existe también quien ha declarado que ya el modernismo ha muerto. ¿Qué se puede pensar de semejante afirmación? Por lo pronto hay que decirlo a clara letra: el modernismo no ha muerto en absoluto, sino que, como decía Maritain ya en 1966 en su libro Le Paysan de la Garonne, el modernismo es hoy una pulmonía en comparación con el resfrío de la época de san Pío X. Aquellos que dicen que ha muerto son precisamente los modernistas, los cuales quisieran tener buen juego para actuar sin ser molestados y sin levantar sospechas. Sólo aquellos que conocen bien la historia de la teología no caen en esta trampa.
----------Ahora bien, hay que tener presente que ciertamente el modernismo de hoy es diferente de aquel de los tiempos de san Pío X, ante todo por el hecho de que a los temas del modernismo de aquella época se le han agregado muchos otros, aunque el papa Sarto ya llamara a ese modernismo la “suma de todas las herejías”. En efecto, mientras al fin de cuentas los errores que en aquel entonces se necesitaba eliminar venían del kantismo y de la exégesis bíblica de la cual había tenido origen (en el fondo se trataba del viejo protestantismo), hoy, en cambio, se agregan influencias provenientes también del idealismo alemán más maduro, del marxismo, de la tradición empirista anglosajona, del freudismo, del existencialismo, de la fenomenología, del hinduismo, de las antiguas filosofías paganas, de la masonería, del judaísmo, y del islamismo.
----------Por consiguiente, hoy aún se puede hablar de modernismo porque todavía está presente su esencia, que es la misma que hace un siglo, más allá de la forma particular que él asumió en los tiempos de san Pío X. ¿Y cuál es esta esencia? Es un modo equivocado de entender lo moderno. Debemos ser modernos, si con esta palabra entendemos no tanto el estar de moda, que esto es vanidad, sino el estar actualizados y el recibir aquellas novedades que constituyen un progreso. Moderno viene de modus: poseer un modus, término del cual viene “modestia” y “moderación”, según cuanto decía sabiamente Horacio: est modus in rebus: ese equilibrio, esa medietas que retoma el dicho aristotélico in medio stat virtus y era un valor de la antigua Roma: espíritu de conciliación, de reciprocidad, de armonía y principio de belleza.
----------Ciertamente la modernidad no es un absoluto. Lo moderno no es siempre necesariamente lo mejor; se supone que lo sea, pero no está siempre dicho que lo sea, porque puede ser también peor respecto a lo pasado. En ciertos casos se necesitaría recuperar un pasado precioso que hemos perdido. Siendo un fenómeno humano, en lo moderno normalmente, especialmente si es complejo como en nuestro caso, existe lo bueno y lo malo. Lo moderno no debe ser asumido en bloque, no debe ser idolatrado, como si lo verdadero estuviera en el hoy y lo falso estuviera en lo pasado, sino que debe ser evaluado con espíritu crítico sobre la base de un criterio inmutable de juicio, que no puede ser la misma modernidad, fenómeno simplemente histórico y por lo tanto pasajero y relativo al tiempo. El tiempo, como ya enseñaban Platón y san Agustín de Hipona, no se juzga en base al tiempo (de lo contrario caemos en el desaprobado relativismo o historicismo), sino en base a lo eterno, a lo inmutable y a lo absoluto, que para nosotros los cristianos es la Palabra de Dios, y en base a visiones teológicas fundadas sobre esta Palabra, como por ejemplo el sistema del Aquinate.
----------Lo cierto es que el modernismo ha fracaso, y el hecho es que fracasa porque carece del mencionado discernimiento crítico y carece de él porque no asume lo correcto, que le estaría dado por la guía que le ofrece el Doctor Communis Ecclesiae, como el mismo Concilio Vaticano II prescribe. Esta es la esencia del modernismo de hoy y de ayer, y por eso es bueno hablar hoy también de modernismo, aún cuando hayan cambiado las concepciones filosóficas y teológicas que le han dado origen. A este respecto cae oportuno señalar el debate actual en torno a la interpretación del Concilio Vaticano II, como he hablado en varias ocasiones y también en la serie de artículos publicada en este blog. Aquí me limito a exponer brevemente el status quaestionis.
----------No hay duda que el Concilio Vaticano II ha querido cumplir de la manera correcta lo que el modernismo hizo de modo equivocado: asumir críticamente en el cristianismo la modernidad, por lo tanto no asumir toda la modernidad sólo porque es modernidad, como hicieron los modernistas, sino asumir de la modernidad lo bueno a la luz del Evangelio. Ahora bien, el papa san Juan XXIII permitió que en el Concilio estuvieran presentes algunos teólogos que en precedencia habían mostrado síntomas de modernismo.
----------El papa Juan -en mi opinión- con su amplio corazón (pero tal vez un poco ingenuo) quiso mostrarse magnánimo, dándoles a ellos una chance que reconocía cuanto de válido existía en sus instancias, pero también esperando ciertamente que ellos, en tanta bondad de parte suya, vieran también un implícito llamado a corregirse, tanto más que nada hubieran podido hacer, si se hubieran obstinado en sus errores, contra ese Espíritu de Verdad que habría de gobernar el Concilio, especialmente en sus conclusiones.
----------Y en cambio ellos, derrotados por los documentos finales del Concilio, derrotados en sus errores, aún cuando sus instancias positivas habían sido aprobadas, con obstinada soberbia, después del Concilio, comenzaron a esparcir sus errores modernistas, dando a entender que ellos, habiendo participado en las labores del Concilio, tenían plena competencia para hablar. En este punto ha habido una grave negligencia en el Colegio Episcopal, el cual habría debido oler el gravísimo peligro e intervenir inmediatamente para hacerlos callar y poner las cosas en su lugar. Lo que lamentablemente no ha sucedido.
----------El clima de buenismo, que ya desde entonces comenzaba a difundirse, hizo temer a los obispos que una intervención suya habría parecido un retorno a la severidad del preconcilio y que eso habría sido contrario al espíritu del Concilio. Fue así que sólo el Papa, tocado en su conciencia de la fe, desde entonces hasta hoy ha seguido aclarando y defendiendo, por otra parte de modo más bien débil, el verdadero sentido del Concilio, pero, no sostenido por el Episcopado, no ha podido evitar el actual renacimiento del modernismo que ha lanzado a la Iglesia a una grave crisis de fe con el pretexto de la renovación conciliar.
----------Por su parte, Benedicto XVI, sin negar obviamente el aspecto de novedad de las doctrinas conciliares, ha subrayado repetidas veces, como por lo demás lo hicieron también los otros Papas del postconcilio, su continuidad con el Magisterio precedente, y de otro modo no hubiera podido ser, dado que la doctrina católica, aunque sujeta a ser siempre mejor conocida, es en sí misma inmutable e infalible.
----------Así, el papa Ratzinger desconcertó a los modernistas, los cuales, siendo historicistas, desprecian la continuidad. En cuanto a los tradicionalistas, muchos de ellos, aquellos más vecinos a los lefebvrianos, vale decir, los que hoy llamamos pasadistas o indietristas o filolefebvrianos, permanecieron todavía escépticos e incrédulos durante todo su pontificado, creyendo que el Papa sólo los quería serenar con esas palabras; pero los más impulsivos negaron (si bien con dolor) la existencia de dicha continuidad.
----------En esta cuestión, la situación se agravó durante el pontificado de Francisco, quien fue demasiado permisivo con los modernistas y excesivamente severo con los pasadistas, para colmo sin profundizar en la enseñanza de su inmediato predecesor acerca de la continuidad doctrinal del Concilio Vaticano II.
----------En realidad esta continuidad existe y no podría no existir, tratándose de doctrina, siempre en progreso intelectivo. En efecto, el Concilio Vaticano II no es sólo pastoral, sino también doctrinal. El problema hoy es demostrar claramente esta continuidad. Es lo que busco hacer en este blog, pero recuerdo que el buen católico, aunque no vea claramente tal continuidad, está de cualquier modo obligado, como católico, a permanecer firme en las aserciones del Papa, pues él no puede equivocarse en esto y mucho menos engañar.
Fr Filemón de la Trinidad
18 de septiembre de 2025
El problema es que no se ha profundizado verdaderamente el Concilio y en cambio se buscó llevarlo más allá de lo que el Concilio propuso o se pretendió hacer como si no hubiera existido. Los Papas han estado muy solos en esta cruzada de aplicar el Concilio en la vida de la Iglesia.
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarle agradezco su comentario, que recoge con lucidez al menos una de las claves que pueden hacernos comprender las raíces de la crisis postconciliar. En efecto, los Papas han debido cargar con una cruz particular: la de aplicar el Concilio en la vida de la Iglesia, encontrándose muchas veces solos frente a dos tentaciones opuestas. Han sido Papas crucificados, que han tenido que mostrar con su vida no a Cristo Rey, sino a Cristo pobre y crucificado.
Por un lado, quienes pretendieron llevar el Concilio más allá de sí mismo, como dice usted, forzando sus textos y su espíritu hasta convertirlos en plataforma de un “magisterio paralelo”, sostenido por corrientes neomodernistas y por poderosos intereses culturales y económicos.
Por otro lado, quienes actuaron como si el Concilio no hubiera existido, refugiándose en un pasadismo filolefebvriano que, en nombre de la Tradición, termina negando la legítima continuidad de la Iglesia, o sea termina negando la auténtica Tradición.
Ambas posturas, aunque opuestas en apariencia, coinciden en lo mismo: desfigurar el verdadero rostro del Concilio y dejar a los Papas en la intemperie, como pastores crucificados, obligados a proclamar una y otra vez el depósito de la Revelación frente a incomprensiones de signo contrario.
El camino católico, en cambio, es el de la recepción fiel del Concilio en continuidad con la Tradición viva de la Iglesia. Ni más allá, ni como si no hubiera existido: simplemente en la obediencia confiada al Espíritu Santo que guía a la Iglesia en cada época.