domingo, 21 de septiembre de 2025

La herejía del buenismo: conclusiones

Llegamos hoy al final de nuestro recorrido, en el cual el lector habrá podido conocer los motivos por los cuales queda absolutamente demostrado que es correctísimo hablar del buenismo como herejía. En esta última breve nota resumiremos de un modo sencillo las conclusiones a cuales, así lo espero, habrá llegado el propio lector por sus propios medios. [En la imagen: templo parroquial Nuestra Señora del Rosario, en Sarmiento 96 de Villa de Tulumaya, Lavalle, Arquidiócesis de Mendoza, acuarela sobre papel, 2020, obra de P.F., colección privada].

Conclusión
   
----------Las herejías atraen a los cristianos por su apariencia de verdad, de razonabilidad o de conveniencia. Otras son aceptadas precisamente en su irracionalidad o absurdidad, porque algunos creen que la fe esté contra la razón. La herejía buenista pertenece a las de la primera especie.
----------En efecto, partiendo de la idea de que Dios es bueno, omnipotente y que quiere salvar a todos(1 Tm 2,4), no se ve por qué no se debería admitir que de hecho Él salva a todos, dado que todos buscan espontáneamente la felicidad y Dios es el fin último y el supremo bien del hombre. No se entiende -dice John Bertrand Russell junto a muchos otros- cómo un Dios bueno podría permitir una pena eterna.
----------Y sin embargo la fe y en el fondo la sana razón, como encontramos en las religiones, nos enseñan que es un hecho el mal con sus consecuencias, y la historia no es una consideración de posibles, sino de hechos.
----------Dios, si hubiera querido, habría podido crear un mundo donde el mal hubiera estado ausente. Si no lo ha hecho, dado que Él es bondad infinita, debe haber tenido un motivo que a nosotros se nos escapa, aún cuando puedan ser alegados motivos de conveniencia, como han hecho san Agustín y santo Tomás (cf. Summa Theologiae, I, q.22, a.2 I-II, q.79; III, q.46, aa.2-3. Jacques Maritain, Dieu et la permission du mal, Desclée de Brouwer, París 1963; la introducción del padre Giovanni Cavalcoli a Il mal, en las Cuestiones disputadas de Santo Tomás de Aquino, vol.VI, Ediciones ESD, Bolonia 2002).
----------Sin embargo Cristo, si bien no nos ha explicado el por qué de la existencia del mal, porque eso está por encima de nuestra comprensión, nos ha desvelado el sentido del mal, vale decir, del pecado y del sufrimiento, y nos ha enseñado cómo liberarnos de él. Por lo tanto, la tesis puesta a circular por Enzo Bianchi, por Schillebeeckx y por otros, aún cuando se autodenominen cristianos, según la cual el sufrimiento no tiene sentido y que por tanto no se puede sacar de él nada de bueno, por lo cual debe ser combatido siempre, en cualquier caso y con todos los medios, sic et simpiciter, es ignorancia del Evangelio y es una gran estupidez, que conduce a la blasfemia, al nihilismo y a la desesperación.
----------El Evangelio nos enseña que el pecado debe, sí, ser absolutamente combatido, pero no el sufrimiento, porque de él Cristo con su cruz ha obtenido la salvación de la humanidad y es la justa pena de los condenados.
----------Por otra parte, es necesario señalar con toda claridad que, para evitar totalmente el buenismo y para poseer la recta fe, no sólo se debe rechazar la idea de que todos los hombres se salvan, sino que también no basta limitarse a sostener la simple “posibilidad” de la condenación. En efecto, éste es un error del infame Catecismo Holandés, que fue hecho corregir por el papa san Paulo VI, quien hizo sustituir esa tesis con el pasaje de Mt 25,31-46, citado por el Concilio Vaticano II y por el Catecismo de la Iglesia Católica, donde aparece claramente el hecho de la existencia de los condenados (cf. Nuevo Catecismo para Adultos, Versión íntegra del Catecismo Holandés, Editorial Herder, Barcelona 1969, pp. 104s, 459s.).
----------El buenismo crea en el ánimo una falsa confianza en Dios, que vuelve demasiado seguros de la propia salvación. El buenista está convencido que Dios está de tal manera inmanente en su conciencia, como para rozar el panteísmo. Esta falsa confianza en Dios hace perder el santo temor de Dios (Summa Theologiae, II-II, q.19) impulsando a tratarlo como alguien que está a la par, tal vez incluso con sentido de superioridad, que puede desembocar en la magia y en el gnosticismo.
----------Esta falsa confianza hace perder la reverencia que le es debida al Altísimo y el culto debido al Misterio, por lo cual genera una liturgia manipuladora, privada de sacralidad y el celebrante termina por asemejarse a un cocinero, que cada vuelta inventa una nueva comida para sus clientes.
----------El Catecismo Romano del Concilio Tridentido, exhorta a meditar sobre el Día del Juicio universal, del cual habla Mt 25, porque él da esperanza a los buenos y atemoriza a los malos. Esta meditación, en efecto, “tiene una eficacia inmensa para refrenar las malas pasiones del alma y apartar a los hombres de los pecados. Y así se lee en el Eclesiástico: ‘En todas tus acciones acuérdate de tus novísimos, y nunca jamás pecarás’ (Sir 7,40).
----------Pues, a decir verdad, apenas habrá alguien que se deje arrastrar tan locamente hacia el pecado, a quien no detenga, llamándole a la práctica de la pedad, el pensar que ha de llegar un día en que habrá de dar cuenta ante el rectísimo Juez, no sólo de todas sus obras y palabras, sino hasta de los pensamientos más recónditos.
----------El justo, por el contrario, debe excitarse más y más, y resolverse con suma alegría a practicar el bien, aunque pase la vida en la miseria, deshonrado y perseguido, cuando vuelve la consideración a aquel día en que, después de los combates de esta miserable vida, se le declarará vencedor en presencia de todos los hombres, y, recibido en la Patria Celestial, será ensalzado con los honores divinos y ciertamente eternos. Por consiguiente, lo que resta es exhortar convenientemente a los fieles a que se procuren un modo de vivir rectamente y a que se ejerciten en todos los actos de piedad, para que puedan esperar con mayor tranquilidad de ánimo aquel día grande del Señor, que está próximo, y desearle con grandes ansias, como corresponde a sus hijos” (Parte I, capítulo VII, Editorial Santa Catalina, Buenos Aires 1950, p.62).
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 20 de agosto de 2025

2 comentarios:

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    1. Estimado lector,
      éste y sus demás comentarios han sido eliminados, como usted bien sabía que ocurriría. Mire, Arnaldo (o como prefiera llamarse bajo los distintos alias que suele emplear): parece que este foro le sirve de simple pasatiempo antes del almuerzo. Comprendo que para usted la burla o la ofensa fácil sean un hábito, como lo muestran con frecuencia sus escritos y publicaciones.
      Lo único que lamento es que sus intervenciones puedan llegar al joven que modera este blog con cariño y buena voluntad apostólica. Cuando soy yo quien las encuentra, no hay problema: a mis más de ochenta años estoy sobradamente acostumbrado a las miserias que todos arrastramos dentro de la Iglesia (aunque quizá usted debería preguntarse si se siente dentro o fuera de ella a estas alturas).
      Si al escribir piensa en mí, fracasa: como ya le digo, estoy habituado a encontrar de todo. Pero le invito a pensar en quien modera este espacio, un joven que sí puede sentirse herido o escandalizado. Y usted bien sabe lo que Nuestro Señor ha afirmado acerca de quienes escandalizan a los pequeños.
      Respecto a la objeción planteada por usted, su respuesta la tiene en mis artículos, por supuesto.

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