viernes, 26 de septiembre de 2025

Del panteísta Hegel al ateo Marx a través de Feuerbach (1/8)

A todo filósofo cartesiano le falta el sentido del ser, porque está completamente encerrado en sus ideas. Porque para él el ser no es otra cosa que su existir en cuanto pensado por él. El ser es la idea del ser. Por tanto, el ser ya no es reconocido como en sí externo a la autoconciencia, ya no es un real necesitado de ser fundado sobre un Dios externo y trascendente, su creador, sino que es puesto por el yo mismo, así como el yo pone y produce sus pensamientos. [En la imagen: detalle de un "Retrato de René Descartes", óleo sobre lienzo, de un pintor de la Escuela Francesa del siglo XVI, conservado y expuesto en el Musee des Augustins, Touluse, Francia].

"¡Maldito el hombre que confía en el hombre!
¡Bendito el hombre que confía en el Señor!" (Jer 17,5.7)
   
El cogito cartesiano es la raíz del ateísmo moderno
   
----------A raíz del pecado original han quedado en el hombre, instigados por el demonio, la rebelión contra Dios y el malestar de tener que ser guiado por su ley. El hombre quiere regirse por sí mismo según sus propias concupiscencias. El hombre no quiere depender de Dios, sino solo de sí mismo. Por esto quiere escalar el cielo para abatir el trono de Júpiter como Prometeo y los Titanes, o rechaza el temor a los dioses como Lucrecio.
----------El ateísmo moderno nace de una falsificación del dogma de la Encarnación, que es entendido como la posibilidad dada al hombre de devenir Dios porque Dios deviene esencialmente hombre. Son así rotas las fronteras entre Dios y el hombre: lo humano traspasa libremente a lo divino y lo divino se complace en traspasar a lo humano. Atributos humanos y atributos divinos ya no están separados entre sí, sino que se mezclan entre ellos: Dios cambia y sufre; el hombre se crea a sí mismo.
----------El misterio de la Encarnación es todo en beneficio del hombre compuesto de espíritu y cuerpo, porque reúne estos dos componentes puestos en contraste a causa del pecado original. Este misterio, por tanto, muestra cómo el espíritu desciende en la materia y la materia puede elevarse al espíritu. El intelecto ilumina el sentido y el sentido beneficia al intelecto. La voluntad guía la pasión y la pasión da fuerza a la voluntad. La comunión espiritual se expresa en la sensible y la sensible estimula a la espiritual.
----------El misterio de la Encarnación, sin embargo, puede ser malentendido en dos sentidos opuestos: o en sentido ultra-espiritualista, es decir, panteísta, o en sentido materialista. En el primer caso, la materia es ignorada, absorbida y sustituida por el espíritu. En el segundo, el espíritu se materializa en la materia. En el primer caso tenemos un falso teísmo: Dios es el hombre. En el segundo tenemos el ateísmo: Dios no existe, porque el hombre se basta a sí mismo. El hombre mismo es Dios. Por tanto, el idealismo panteísta produce el materialismo ateo. Feuerbach muestra cómo de Hegel sale Marx (P.D. Dognin, Introducción a Karl Marx, Ciudad Nueva, Roma 1972; Maurice Guerry, Iglesia católica y comunismo ateo, Ciudad Nueva, Roma1961).
----------El germen del ateísmo ya está contenido en una concepción inmanentista de la Encarnación. Se parte de un malentendido acerca de la inhabitación de Dios en el alma en gracia, que presupone la trascendencia divina, para derivar de ella un concepto inmanentista de Dios como "Dios-con-nosotros": y así tenemos primero el Dios de Lutero y luego el Dios de Hegel, y más tarde el Gott mit uns de los nazis.
----------Ya no el hombre orientado hacia Dios, sino Dios orientado hacia el hombre. La Encarnación no serviría para conducir al hombre hacia un Dios trascendente, sino que es la operación del hombre que, habiendo descubierto ser Dios, elimina, quita de en medio, "mata" al Dios trascendente (al respecto, el padre Cornelio Fabro publicó un poderoso estudio histórico, Introducción al ateísmo moderno, Studium, Roma, 1964, en el que demuestra las raíces ateas del falso teísmo de Descartes).
----------Y he aquí Nietzsche. El superhombre sustituye a Dios. El hombre ya no necesita de un Dios trascendente, porque se trasciende a sí mismo. Ya más cerca de nosotros, en corrientes vigentes aún hoy, para un Karl Rahner y para los rahnerianos, Dios es el horizonte sin confines y el vértice supremo de la autotrascendencia humana. Para Rahner, como para Hegel, el hombre no es creado por Dios de la nada, sino que es la "auto-extrinsecación" o "auto-alienación" o "auto-comunicación" de Sí al hombre, que a su vez es el ente de la autotrascendencia en Dios como horizonte y plenitud final de la naturaleza humana. Por consiguiente, al fin y al cabo, Dios viene a comunicarse a sí mismo a sí mismo. Es la circularidad hegeliana.
----------De esta manera, el ateísmo tiene dos posibles salidas o desembocaduras lingüísticas: o la de abolir la palabra "Dios", en cuanto remite a algo que no existe, o la de usar la palabra "Dios" para referirla al hombre. Feuerbach y Marx todavía la usan. Los ateos de hoy la han abolido completamente.
----------Ahora bien, debemos recordar, en cambio, la distinción fundamental entre materia y espíritu, entre los visibilia y los invisibilia del Credo cristiano. El ser se sitúa en dos planos: uno es el finito, inferior, material, lo humano; y otro infinito, espiritual, superior, lo divino. La materia tiene origen en el espíritu, aunque en el hombre ella aporte beneficio al espíritu: mens sana in corpore sano.
----------En la Encarnación no es verdad que Dios se vuelva hombre y el hombre se vuelva Dios. El ser no es como un globo que se infla y se desinfla. Dios permanece Dios y el hombre permanece hombre. Solo que humanidad y divinidad se unen permaneciendo distintas en la única persona de Cristo. El atreptos, el "sin mutación" del dogma calcedonense, es inviolable, y negarlo es herejía.
----------La auténtica concepción de la Encarnación supone una visión unitaria, claro que sí, pero al mismo tiempo participativa del ser, no monística, totalitaria y unívoca. Es erróneo creer que el ser o está todo o no está nada. No, existe también el ser parcial, el ser por participación. Este es el ser humano.
----------No existe solo lo absoluto, sino también lo relativo, que es relativo a lo absoluto. Sin embargo, lo relativo no debe ser absolutizado, como si fuese relativo a sí mismo. Por lo tanto, la dualidad espíritu-materia no es un "dualismo" que deba ser eliminado. Si en el estado de naturaleza caída se encuentran en contraste entre sí, la Redención de nuestro Señor Jesucristo enseña cómo reconciliarlos según el plan originario de la creación. Para obtener la unión no hay que caer en la confusión, sino reconstruir el modelo edénico quebrado por el pecado añadiendo el modelo escatológico propuesto por Cristo.
----------Por ello se puede decir sin duda que la antesala del ateísmo contemporáneo es la cristología elaborada por Hegel, cristología según la cual en Cristo la naturaleza humana se identifica con la naturaleza divina. Por lo tanto, el hombre es Dios. Feuerbach y Marx sacan de esto las lógicas consecuencias: si entonces el hombre es ya en sí mismo Dios, no es necesario ningún Dios creador por encima de él; y quien piense esto, ofende la dignidad humana superponiendo sobre el hombre un amo celestial que no existe y que sirve solo a los patrones para atemorizar a los obreros con vanos escrúpulos, engañarlos con vanas esperanzas, mantener el status quo y oprimir y explotar a la clase trabajadora.
----------Detrás del actual misericordismo de un Dios que salva a todos y aprueba y bendice a todos, se esconde el ateísmo dado por un falso Dios que no ejerce justicia y deja que el fuerte aplaste al débil sin castigar al primero ni liberar al segundo. Reaparece actualmente de este modo el falso Dios de los ricos, contra el cual no se levanta tanto Marx, sino sobre todo la Virgen del Magnificat.
----------Es preciso notar además que tanto la antropología hegeliana como la marxista tienen su fundamento en el cogito cartesiano y en el yo luterano. Descartes proporciona el principio de la autoconciencia; Lutero, el principio del Dios-conmigo. Hegel conjuga los dos principios y concluye: yo tengo conciencia de ser Dios, o inversamente: Dios en mí tiene conciencia de ser hombre.
----------El cogito es puro espíritu, res cogitans, mi yo, que se opone a la materia o al cuerpo, res extensa. El yo, según Descartes, deduce la existencia y la cognoscibilidad de la realidad material externa a partir de la autoconciencia. El pensamiento se materializa al plantear la existencia de la materia. La materia en el yo es materia pensada, es idea de la materia, es espíritu. El ser material deriva de la autoconciencia humana. Pero al mismo tiempo, el ser material se trasciende en la autoconciencia del yo.
----------Debemos tener presente que el Dios cartesiano es un Dios pensado a priori, una idea innata, que tiene subsistencia real extramental en virtud de su ser pensado. Es Dios quien revela al yo la existencia objetiva de la realidad material externa y la posibilidad de la mente de captar la verdad de estas cosas. Dios, sin embargo, es todavía puro espíritu, creador del espíritu y de la materia.
----------El falso teísmo de Descartes nace de una falsa espiritualidad que en realidad genera el egoísmo y provoca el ateísmo. Como es sabido, Descartes postula el principio de su filosofía, que es su famoso cogito, por el cual yo no extraigo la verdad sobre las cosas y sobre Dios partiendo de la experiencia sensible de la realidad externa o de mi propio yo físico, sino de mi autoconciencia, vale decir, de la conciencia que tengo de pensarme a mí mismo pensando mi pensamiento.
----------Esta concepción es errónea, porque confunde el efecto con la causa y por lo tanto cae bajo el famoso reproche de "necedad" pronunciado por la Sagrada Escritura contra aquellos que a partir de las cosas sensibles no saben remontarse a su suprema causa divina (Sab 13,1-9). Si yo soy causado, como constato por la toma de conciencia de mi ser, ¡no puedo considerar que mi creador exista en virtud del hecho de que lo pienso yo mismo, con mi pensar creado! ¡Yo me volvería la causa de Dios! ¡Entonces Dios soy yo y Dios es sólo un producto de mi pensamiento! ¡Más bien es la idea que tengo de Él la que he recabado del hecho de que, habiéndome encontrado causado, lo pongo como causa de mi ser!
----------En cambio, para Descartes yo llego a saber que Dios existe no partiendo del conocimiento del mundo externo y aplicando inductivamente el principio de causalidad que me lleva al descubrimiento de Dios como causa primera y creador del mundo, sino en el momento en que pienso mis ideas, me doy cuenta de tener la idea de Dios y, puesto que la esencia divina implica su subsistir, de eso deduzco que Dios existe, sin preguntarme en absoluto cómo es que esta idea de Dios existe en mí y sin ser tocado por la duda de que poseo esta idea porque, quizás inconscientemente, ya he descubierto inductivamente que Dios existe y he comprendido que, para ser Dios, en Él la esencia debe coincidir con la existencia. Tenemos aquí entonces un círculo vicioso para demostrar aquello que ya se da (inmotivadamente) por descontado.
----------Pero este procedimiento ilusorio que me lleva a ponerme a mí en lugar de Dios, mediante un falso teísmo, no puede nacer sino de la soberbia, esa soberbia que precisamente me hace insoportable tener un Señor por encima de mí que me dicta lo que debo ser o hacer y lo que no debo ser o hacer. Además, está claro que este ponerme a mí en el puesto de Dios manteniendo la idea pero no la realidad de Dios, evacua la virtud de la piedad o de la religión, ya que ¿qué culto podría rendir a una simple idea que, al fin de cuentas, está oculta en mi simple yo? ¡Tendría que rendirme culto a mí mismo! Ridículo.
----------Pero el hecho es que el método cartesiano supone, como es sabido, que yo no extraigo el concepto de una cosa del contacto sensiblemente tenido con esa cosa, sino que yo afirmo que esa cosa existe fuera de mí porque ya tengo el concepto de ella, por lo cual yo, con mi acto de concebir esa cosa, pongo el ser de esa cosa.
----------Por lo tanto, al final, como Fichte dedujo bien del cogito cartesiano, no es Dios quien crea las cosas fuera de mí independientemente de mí, sino que, por el contrario, soy yo quien, poniendo mi yo, en mi autoconciencia, en mi cogito, pongo el ser de las cosas, de las cuales tengo la idea anticipada ("a priori"). Y si esa cosa es Dios, se sigue la consecuencia de que puedo afirmar que Dios existe no porque tenga pruebas de ello por la realidad externa, sino simplemente porque lo pienso a priori, y tengo el concepto de Él.
----------Entonces cabe preguntarse, al final, si es Dios quien me crea o si soy yo quien existo ya por mí mismo y en virtud de mí mismo, es decir, de mi autoconciencia. La respuesta es que, dado que soy yo quien concibe la esencia de Dios y dado que Dios es un pensamiento mío, entonces soy yo quien crea a Dios, es decir, doy ser a mi concepto de Dios. He aquí el dogma fundamental del idealismo: el ser es el ser pensado. Basta pensar para que el ser sea. Basta tener un concepto de Dios para poder decir que Dios existe en la realidad.
----------Pero, ¿cómo es que se produce este error? Porque al cartesiano le falta el sentido del ser, porque está completamente encerrado en sus ideas. ¿Y esto por qué? Porque para él el ser no es otra cosa que su existir en cuanto pensado por él. El ser es la idea del ser. Por tanto, el ser ya no es reconocido como en sí externo a la autoconciencia, ya no es un real necesitado de ser fundado sobre un Dios externo y trascendente, su Creador, sino que es puesto por el yo mismo, así como el yo pone y produce sus pensamientos.

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