Jacques Maritain ha sido —y sigue siendo— objeto de críticas desde extremos opuestos del espectro eclesial. Por un lado, el modernismo filosófico, que rechaza el realismo tomista y desprecia a Maritain por haber sido su más lúcido defensor en el siglo XX. Por otro, el pasadismo restauracionista, que reduce el tomismo a un esquema rígido y literalista, sin diálogo con el mundo, y que se resiste al impulso renovador del Concilio Vaticano II, del cual Maritain fue, en varios aspectos, un verdadero profeta. [En la imagen: "San Pablo VI y Jacques Maritain", fragmento de acuarela sobre papel, 2023, obra de P.F., colección privada].
“No tenemos aquí ciudad permanente,
sino que buscamos la futura”
Heb 13,14
“La medida del amor es amar sin medida”
San Bernardo de Claraval,
Sermón 83 sobre el Cantar de los Cantares, 4
De la filosofía a la Cátedra de Pedro
----------En días recientes, desde ciertos sectores argentinos, ha resurgido una ola de ataques y distorsiones contra su figura y su legado. No sorprende que los ataques provengan de corrientes ideológicas nacionalistas —o nazionalistas— que rechazan en mayor o menor medida la democracia, desfiguran la doctrina social de la Iglesia y se aferran a lecturas cerradas de autores como Julio Meinvielle, Enrique Díaz Araujo o Carlos Miguel Buela, y de un ecosistema militante que se extiende, con matices y en diverso grado, a nombres como Carlos Sacheri, Mario Díaz Araujo, Rubén Calderón Bouchet, Juan Antonio Widow, Antonio Caponnetto, Héctor Hernández, Juan Carlos Monedero, Alfredo Sáenz SJ, llegando a divulgadores como Javier Olivera Ravasi y otros.
----------No todos exhiben el mismo grado de identificación con la etiqueta señalada, pero comparten un núcleo doctrinal y cultural que los aproxima: rechazo integral de la modernidad como bloque, sin la distinción que hace el Vaticano II; antiliberalismo político y desconfianza u oposición a la democracia representativa; tomismo neoescolástico rígido, sin apertura al personalismo maritainiano; influencia directa o indirecta de Meinvielle como referente doctrinal; y una red de publicaciones, cátedras y conferencias que se retroalimentan y citan entre sí.
----------Estas polémicas antimaritainianas no son nuevas: fueron ya esclarecidas hace décadas por el Magisterio y por el propio Maritain, con rigor y caridad. Pero su reaparición exige una respuesta clara, documentada y serena. Por eso, iniciamos una serie de notas dedicadas a iluminar el pensamiento de Maritain y su recepción en la Iglesia. Comenzamos con un recorrido por su relación con los Papas, desde Pío XI hasta Francisco.
----------Frente a estas distorsiones, vale la pena volver a mirar quién fue realmente Jacques Maritain y qué lugar ocupa en la memoria viva de la Iglesia. Hay pensadores cuya obra trasciende el marco académico para convertirse en verdadera interlocución con el Magisterio. Jacques Maritain [1882‑1973] es uno de ellos: filósofo y teólogo tomista, diplomático, laico profundamente arraigado en la fe, cuya voz ha resonado —de modos diversos— en las palabras y gestos de varios Pontífices del siglo XX y XXI.
----------No tiene por qué haber un motivo particular para recordar a Maritain: siempre resulta oportuno recorrer su presencia, no como un ejercicio de erudición aislada, sino como una lectura teológica de un diálogo fecundo entre la Cátedra de Pedro y un pensador que supo unir fidelidad doctrinal y apertura cultural. Desde Pío XI hasta Francisco, pasando por Pío XII, san Paulo VI y san Juan Pablo II, encontramos en el Magisterio referencias explícitas y gestos significativos que, leídos en conjunto, dibujan un perfil: el de un “mendigo del cielo” que, sin renunciar a la razón, se dejó conducir por la primacía de la contemplación y de la caridad.
----------El itinerario que ahora contemplaremos no es lineal ni uniforme. En algunos casos, como con Pío XI, se trata de afinidades doctrinales y convergencias de principios; en otros, como con Pío XII, de un trato diplomático que revela estima personal; en san Paulo VI, de una amistad intelectual y espiritual que se traduce en colaboraciones concretas; en san Juan Pablo II, de un reconocimiento magisterial que lo propone como modelo de filosofar y de compromiso social; y en Francisco, de una apropiación más íntima, que hace de Maritain un espejo para pensar la verdad, la belleza, el amor y la esperanza.
----------El hilo conductor que proponemos es la imagen evocada por el papa Francisco de los mendiants du Ciel (con antiguos ecos en Léon Bloy): hombres y mujeres que, conscientes de su indigencia radical, viven de lo recibido y lo entregan con generosidad. En este sentido, la lectura de Maritain a la luz del Magisterio no es solo un ejercicio histórico, sino una invitación a vivir hoy esa misma mendicidad del Reino.
Pío XI y las afinidades doctrinales
----------Aunque no existe un cuerpo abundante de referencias directas de Pío XI a Jacques Maritain, sí hay un trasfondo de afinidad doctrinal y de coincidencia en la defensa de la persona humana frente a los totalitarismos y al liberalismo individualista. Maritain, ya convertido al catolicismo y consolidado como filósofo tomista, fue leído y valorado en los ambientes romanos durante el pontificado de Achille Ratti.
----------En la encíclica Quadragesimo anno, del 15 de mayo de 1931, Pío XI formulaba principios que Maritain haría suyos en su reflexión social: “Es completamente falso atribuir a la sola voluntad humana la facultad de disponer de los bienes y de las riquezas, como si no hubiera en ellos más ley que la voluntad del hombre. Por el contrario, todo lo que hay en el hombre, lo que puede y lo que posee, debe ordenarse a Dios” (n.136).
----------Este principio —la subordinación de todo orden temporal al orden moral y a Dios— es central en Humanismo integral de Maritain. Además, Pío XI defendió con fuerza una democracia auténtica, fundada en la dignidad de la persona y en el orden moral, frente a las dictaduras y a los liberalismos individualistas. Este planteo coincide con el rechazo maritainiano a todo régimen que niegue la primacía de la ley natural y de la caridad política. Como afirmaba el Papa: “La paz de Cristo en el Reino de Cristo... no puede fundarse sino en la verdad, en la justicia y en la caridad” (Ubi arcano Dei, del 23 de diciembre de 1922), principios que Maritain haría suyos al proponer una democracia personalista y comunitaria.
----------En Le Docteur angélique (publicado originalmente en 1929), Maritain hace referencia a la promoción del tomismo impulsada por el Magisterio, y en ese contexto cita a Pío XI recogiendo y a veces parafraseando pasajes de documentos de Pío XI como la encíclica Studiorum ducem, del 29 de junio de 1923, donde el Papa afirma: “Santo Tomás, como nadie, supo armonizar la fe con la razón; por eso la Iglesia lo propone como maestro y guía seguro en los estudios filosóficos y teológicos”. Maritain utiliza este tipo de afirmaciones para reforzar la tesis central de su libro: que el tomismo no es una reliquia académica, sino un método vivo y fecundo para pensar la verdad en diálogo con la cultura contemporánea.
----------Aunque no hubo un encuentro personal documentado entre ambos, es claro que Maritain encontró en el magisterio de Pío XI un respaldo doctrinal a su empeño por articular un pensamiento político cristiano que defendiera la dignidad de la persona y el bien común.
Pío XII y la estima diplomática
----------La relación entre Pío XII y Jacques Maritain fue más directa, marcada por la misión diplomática del filósofo como embajador de Francia ante la Santa Sede [1945‑1948]. El 10 de mayo de 1945, en la presentación de cartas credenciales, Pío XII le dirigió estas palabras: “Nos es grato recibir a un hombre que, por su ciencia y por su fe, ha sabido defender ante las inteligencias contemporáneas la doctrina del Doctor Común de la Iglesia, y que ahora viene a representar a una nación que, en medio de duras pruebas, ha sabido mantenerse fiel a su alma cristiana” (Discurso a Jacques Maritain, Embajador de Francia, 10 de mayo de 1945).
----------En esa misma ocasión, el Papa subrayó la misión de Francia como “hija primogénita de la Iglesia” y expresó su esperanza de que el país, reconstruido tras la guerra, contribuyera a la paz fundada en la justicia y en el respeto de la persona humana: “Opus iustitiae pax: la paz será fruto de la justicia, y la justicia exige el respeto de los derechos imprescriptibles de la persona humana” (Ibíd).
----------Durante su misión, Maritain fue recibido en numerosas ocasiones por Pío XII, participando cotidianamente en su misa privada. El Papa valoraba su defensa de los derechos humanos y su capacidad para tender puentes entre la fe y la cultura contemporánea. Aunque las intervenciones de Pío XII sobre Maritain fueron principalmente de carácter diplomático, revelan una estima personal y una coincidencia en la visión de una sociedad ordenada según la ley moral y abierta a la trascendencia.
San Juan XXIII y las afinidades sin cita
----------San Juan XXIII, en su breve pontificado no menciona a Jacques Maritain por su nombre en documentos oficiales, pero su magisterio social muestra claras convergencias con el pensamiento del filósofo francés.
----------En Mater et Magistra (1961) subraya la dignidad de la persona, la función social de la propiedad y el desarrollo integral, en sintonía con la “nueva cristiandad” maritainiana que asume valores auténticos de la modernidad purificándolos a la luz de la fe.
----------En Pacem in terris (1963) —publicada poco antes de su muerte— se perciben ecos aún más nítidos: fundamentación de los derechos humanos en la ley natural, visión de una autoridad política mundial al servicio del bien común, aceptación de la diversidad de regímenes que respeten la dignidad humana y una democracia de raíz personalista. Son tesis que Maritain había desarrollado en obras como Humanisme intégral, Les droits de l’homme et la loi naturelle y L’homme et l’État.
----------No hubo relación personal conocida ni cita textual, pero sí una sintonía doctrinal: ambos comparten un personalismo cristiano, abierto a la modernidad criba, que inspiró parte del clima intelectual del Vaticano II.
San Paulo VI y la amistad intelectual y espiritual
----------La relación entre san Paulo VI y Jacques Maritain no fue circunstancial ni meramente protocolar: se trató de una amistad intelectual y espiritual que dejó huella en el Magisterio. Montini conocía a Maritain desde los años veinte y había traducido al italiano Tres reformadores, prueba de su aprecio por un pensamiento que, sin renunciar al tomismo, sabía dialogar con la modernidad.
----------El gesto más públicamente visible y significativo de esta sintonía se dio el 8 de diciembre de 1965, en la clausura del Concilio Vaticano II, cuando Paulo VI confió a Maritain la lectura del Mensaje a los hombres de pensamiento y de ciencia. El documento, dirigido “a quienes cultivan las artes y las letras, a los hombres de pensamiento y de ciencia”, afirmaba: “Este mundo en que vivimos necesita belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, es lo que pone alegría en el corazón de los hombres, es el fruto precioso que resiste al desgaste del tiempo, que une las generaciones y las hace comunicarse en la admiración” (Mensaje a los hombres de pensamiento y de ciencia, del 8 de diciembre de 1965).
----------Pero la influencia de Maritain en su relación con san Paulo VI fue también discreta y profunda, no visible a todos. El Credo del Pueblo de Dios, del 30 de junio de 1968, redactado con su colaboración, proclamaba: “Conservamos intacta la fe católica, íntegra y pura, tal como el Señor la confió a Pedro y a sus sucesores, y como nos ha sido transmitida por los Padres y los Concilios” (Credo del Pueblo de Dios, n.1).
----------En la encíclica Populorum progressio, del 26 de marzo de 1967, Paulo VI recogía la noción maritainiana de un desarrollo integral: “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre” (n.14).
----------En una carta personal de 1965 a Étienne Gilson, también filósofo francés, el papa Montini describía a Maritain como: “Capaz de hacer que los cristianos de hoy, y muchos hombres de buena voluntad, tan a menudo turbados y confundidos, oigan palabras de buen sentido, sabiduría y fidelidad.” Y al día siguiente de su muerte, el 29 de abril de 1973, Paulo VI lo evocó en la Plaza de San Pedro: “Maritain, verdaderamente un gran pensador de nuestros días, maestro en el arte de pensar, vivir y orar. Muere solo y pobre, asociado con los Pequeños Hermanos de Jesús de Foucauld. Su voz, su figura permanecerán en la tradición del pensamiento filosófico y de la meditación católica.” (Alocución del Regina Coeli).
----------Estos textos muestran que para san Paulo VI, Jacques Maritain fue un maestro integral: filósofo tomista abierto a los signos de los tiempos, pensador político-social de hondas raíces cristianas y testigo de la primacía de la contemplación. Su aprecio no fue una adhesión superficial, sino la constatación de que, en medio de las tensiones del siglo XX, siglo luminoso y a la vez atormentado, Maritain había sabido unir fidelidad doctrinal y apertura cultural, sin traicionar ni a la verdad revelada ni a la dignidad del hombre.
San Juan Pablo II y el magisterio propositivo
----------En el extenso pontificado de san Juan Pablo II, Jacques Maritain aparece como referencia constante, tanto en el plano filosófico-teológico como en el social y político. El Papa polaco no se limitó a reconocer su figura, sino que también lo propuso como modelo de un filosofar cristiano capaz de leer los signos de los tiempos y de inspirar un compromiso social arraigado en la dignidad de la persona.
----------Ya en los primeros años de su pontificado, Juan Pablo II recordaba el gesto de Paulo VI de invitar a Maritain al Concilio Vaticano II: “Quisiera recordar que Paulo VI quiso invitar al Concilio al filósofo Jacques Maritain, uno de los más ilustres intérpretes modernos del pensamiento tomista, queriendo también de este modo expresar su alta estima por el Maestro del siglo XIII y, al mismo tiempo, por un modo de ‘hacer filosofía’ que responde a los ‘signos de los tiempos’.” (Discurso a la Pontificia Universidad Lateranense, 16.XI.1979).
----------Además, en un muy recordado discurso a la Orden de Frailes Predicadores, citó a Jacques Maritain, junto a Étienne Gilson, como colaborador ilustre de la revista Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques, reconociendo así su aporte al tomismo vivo y dialogante.
----------La encíclica Fides et ratio, del 14 de septiembre de 1998, lo menciona expresamente al enumerar a los pensadores que han sabido mantener una “relación fecunda entre la filosofía y la palabra de Dios”: “Baste recordar, entre otros, a Jacques Maritain, que supo mostrar cómo la filosofía, fiel a sus principios y abierta a las aportaciones de la fe, puede iluminar los problemas del hombre contemporáneo.” (n.74).
----------En el ámbito social y político, Juan Pablo II lo evocó en varias ocasiones ante personalidades francesas y europeas. En París, ante el mundo de la cultura, afirmó: “Francia ha dado a la Iglesia y a la sociedad hombres que han ejercido una influencia decisiva sobre la vida social de su país y, para algunos, sobre la construcción de Europa. Entre ellos, Jacques Maritain ocupa un lugar eminente” (Discurso en la UNESCO, 2.VI.1980).
----------En Estrasburgo, ante el Parlamento Europeo, el papa Wojtyla citó a Maritain para subrayar que la vida personal y comunitaria no se agota en la política, sino que se plenifica en la caridad: “La vida verdaderamente humana es la de la caridad, y por eso la sociedad tiene como razón de ser el servicio a la persona humana, que posee una dignidad absoluta por su relación directa con lo Absoluto” (Discurso al Parlamento Europeo, 11.X.1988; refiriéndose a Maritain y su libro Humanismo integral).
----------En otra ocasión, sintetizó su pensamiento político con una frase que hizo suya: “La sociedad es una tarea por realizar y un fin por alcanzar” (Discurso al Cuerpo Diplomático, 12.I.1985).
----------Así, para san Juan Pablo II, Maritain fue maestro de filosofía cristiana y de pensamiento político-social, capaz de articular la fidelidad a la verdad revelada con la apertura a los desafíos de la historia. Su magisterio lo presenta como ejemplo de cómo la reflexión filosófica, iluminada por la fe, puede orientar la acción social y política hacia la promoción integral de la persona y el bien común.
Francisco y la apropiación íntima
----------El pontificado del papa Francisco ofrece un tratamiento distinto de la figura de Jacques Maritain. El papa Bergoglio no lo cita con la frecuencia de sus predecesores, ni en documentos de máximo rango, pero cuando lo hace, lo integra en reflexiones de gran hondura espiritual y antropológica. No se trata de un uso ornamental, dado que Francisco asume claves maritainianas para pensar la verdad, la belleza, el amor y el sentido de la vida cristiana. En primer lugar, con su referencia a un “tomismo vivo”.
----------En su Discurso al Congreso Internacional Tomista, en 22 de septiembre de 2016, Francisco retomó una expresión de Maritain para describir cómo debe cultivarse hoy el estudio de santo Tomás de Aquino: “Es necesario promover, siguiendo la expresión de Jacques Maritain, un ‘tomismo vivo’, capaz de renovarse para responder a las preguntas de hoy. De este modo, el tomismo avanza en un movimiento vital ‘sistólico y diastólico’: sistólico, porque es necesario centrarse en el estudio de la obra de santo Tomás en su contexto histórico y cultural, para identificar los principios estructurales y captar su originalidad; diastólico, para dirigirse al mundo de hoy en diálogo, asimilando críticamente lo que es verdadero y justo en la cultura de la época.”
----------En estas palabras, Francisco no enmarca a Maritain en la fórmula conciliar de los “signos de los tiempos” —como había hecho san Juan Pablo II—, sino que adopta la propia categoría del filósofo: un tomismo que respira, que se contrae y se expande, fiel a sus principios y abierto al diálogo con la modernidad.
----------Consideremos también las referencias de Francisco a la belleza, el arte y la fe. En su Carta sobre el lugar de la literatura en la formación de los sacerdotes, del 20 de enero de 2023, Francisco citó una correspondencia entre Jean Cocteau y Maritain: “Como Jean Cocteau escribió a Jacques Maritain: ‘La literatura es imposible. Debemos salir de ella. No sirve intentar salir a través de la literatura; solo el amor y la fe nos permiten salir de nosotros mismos’. Sin embargo, ¿podemos realmente salir de nosotros mismos si los sufrimientos y las alegrías de los demás no arden en nuestros corazones? Aquí, yo diría que, para nosotros como cristianos, nada de lo humano nos es indiferente.” La cita revela un punto central: para Francisco, como para Maritain, la belleza y el arte solo alcanzan su plenitud cuando se abren al amor y a la fe.
----------Otro habitual tema maritainiano es el del amor por encima de la inteligencia. En su Mensaje al Presidente de Francia con motivo de la Cumbre de París sobre Inteligencia Artificial, el 11 de febrero de 2024, Francisco retomó otra sentencia maritainiana: “Les pido que den por supuesto el principio expresado tan elegantemente por otro gran filósofo francés, Jacques Maritain: L’amour vaut plus que l’intelligence (El amor vale más que la inteligencia, Réflexions sur l’intelligence, 1938).” Aunque la atribución bibliográfica que aquí hace Francisco pueda ser discutida, el Papa argentino la emplea para subrayar que la técnica y el saber solo son verdaderamente humanos cuando están ordenados por la caridad.
----------Y por último quisiera referirme a una expresión muy sugestiva: “Mendigos del cielo”. En su Homilía del Miércoles de Ceniza, el 14 de febrero de 2024, Francisco ofreció una de sus referencias más personales a Maritain: “Aprendamos de la oración a descubrir nuestra necesidad de Dios o, como Jacques Maritain lo expresó, que somos ‘mendigos del cielo’ (mendiants du Ciel), y así fomentar la esperanza de que más allá de nuestras fragilidades hay un Padre que nos espera con los brazos abiertos al final de nuestra peregrinación terrena.” La expresión, tomada de la biografía de Jean‑Luc Barré y de textos del propio Maritain, se convierte aquí en clave de lectura de la vida cristiana: una existencia marcada por la conciencia de la propia indigencia y por la esperanza en el abrazo final del Padre.
----------En fin, no es muy difícil advertir que se trata de una lectura teológica: el papa Francisco no se limita a citar a Jacques Maritain; lo incorpora como compañero de camino en su magisterio. El “tomismo vivo” es su método para buscar la verdad; la apertura del arte al amor y a la fe, su criterio para discernir la belleza; la primacía del amor sobre la inteligencia, su brújula ética; y la condición de “mendigos del cielo”, su autodefinición espiritual. En él, Maritain deja de ser solo un filósofo de referencia para convertirse en un espejo donde el Papa refleja su propia comprensión de la vocación cristiana.
Un itinerario que sigue abierto
----------El recorrido por las referencias pontificias a Jacques Maritain —desde las afinidades doctrinales con Pío XI, pasando por la estima diplomática de Pío XII, la amistad intelectual y espiritual con san Pablo VI, el magisterio propositivo de san Juan Pablo II y la apropiación íntima de Francisco— revela algo más que una serie de menciones históricas. Lo que emerge es un diálogo vivo entre la Cátedra de Pedro y un pensador laico que supo, con humildad y firmeza, servir a la verdad, a la belleza y al bien común.
----------En cada Papa, Maritain fue leído desde un ángulo distinto: Pío XI lo habría reconocido como aliado en la defensa de la persona frente a ideologías reductivas. Pío XII lo trató como embajador y testigo de una Francia fiel a su alma cristiana. San Paulo VI lo llamó “maestro en el arte de pensar, vivir y orar”, confiándole gestos y textos de alto valor simbólico y doctrinal. San Juan Pablo II lo propuso como modelo de filosofar y de compromiso social arraigado en la dignidad absoluta de la persona. Francisco lo asumió como compañero de camino en la búsqueda de un “tomismo vivo”, (en oposición al preconciliar, anquilosado y literalista), en la primacía del amor sobre la inteligencia y en la conciencia de ser “mendigos del cielo”.
----------Esta última imagen, evocada por el Papa argentino, condensa la radicalidad maritainiana: vivir de lo recibido, sabiendo que nada nos pertenece sino para ser entregado; caminar en la inestabilidad aparente de quien no se aferra a nada que no sea el Reino; aceptar que toda obra, por noble que sea, es parcial y provisional, porque la meta está más allá.
----------En palabras de Francisco: “Aprendamos… que somos ‘mendigos del cielo’… y así fomentar la esperanza de que más allá de nuestras fragilidades hay un Padre que nos espera con los brazos abiertos al final de nuestra peregrinación terrena” (Homilía del Miércoles de Ceniza, 14 de febrero de 2024).
----------Esta es, quizá, la lección más profunda que el itinerario de Maritain y su recepción pontificia nos deja: la vocación cristiana no se agota en un estado de vida ni en una obra concreta, sino que es una llamada total a la verdad, a la belleza y al amor, vivida en clave de mendicidad confiada.
----------Que este repaso no quede como un ejercicio de archivo, sino como una invitación a dejarnos modelar por las Aventuras de la Gracia que impulsa a darlo todo y a esperar todo, hasta que el Padre diga: Satis est.
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 30 de agosto de 2025
Sorprende que no haya mencionado a Benedicto XVI... ¿Acaso era anti-maritainiano?
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarmi respuesta es no, Benedicto XVI no fue “anti‑maritainiano”. Simplemente, en su magisterio no encontramos referencias nominales a Jacques Maritain, ni en encíclicas ni en discursos de alto rango.
Acerca de lo que usted plantea, vale tener presente su formación y su marco intelectual, que fueron otros —más agustinianos y patrísticos, con fuerte impronta de la teología alemana contemporánea—, y Ratzinger no pasó por el tomismo neoescolástico que Maritain revitalizó.
Dicho esto, hay afinidades de fondo: defensa de la dignidad de la persona, centralidad de la verdad como fundamento de la libertad, y una visión de la ley natural que no es ajena al personalismo cristiano. Pero -al menos en lo que yo conozco- no hay constancia de cita directa ni de uso explícito de sus categorías.
Interesantísimo repaso. No conocía tantas referencias de Francisco a Maritain. Gracias por la claridad y por la documentación.
ResponderEliminarEstimado Polo,
Eliminargracias por su comentario y por asomarse a este blog. Me alegra que el repaso te haya resultado útil: las referencias del papa Francisco a Maritain son menos conocidas de lo que uno imagina, y vale la pena ponerlas sobre la mesa. Ojalá nos siga usted acompañando en esta serie, porque en las próximas entregas probablemente aparecerán también cómo otros Papas lo han leído y citado… y cómo responder a quienes critican a Maritain desde distintos frentes.
Para algunos de nosotros, para mí sin duda, defender a Jacques Maritain hoy es defender la fidelidad al Magisterio y al Concilio Vaticano II leído en continuidad... Para otros, citarlo es un capricho de nostálgicos de los años 50‑60, aferrados a un sueño conciliar que habría terminado en fiasco...
ResponderEliminar¿Estamos ante un pensador cuya voz sigue iluminando a la Iglesia del siglo XXI..., o ante un símbolo de una época que ya no tiene nada que decirnos?...
Maritain sigue siendo una brújula segura… y defenderlo hoy es, para mí, defender la fidelidad a la Iglesia y al Concilio bien entendido…
EliminarO… quizá sea aferrarse a un mapa viejo que ya no conduce a ninguna parte. Los tiempos cambiaron, y ese optimismo conciliar que Maritain encarnaba terminó en fiasco. ¿No será hora de buscar referentes más actuales?
EliminarMaritain fue el caballo de Troya con el que se coló en la Iglesia el veneno de la modernidad. Su llamado ‘personalismo’ no es más que liberalismo disfrazado, y su influencia en el Concilio Vaticano II abrió la puerta a décadas de confusión doctrinal. El tomismo que defendemos no necesita ‘respirar’ ni ‘dialogar’ con el mundo: necesita ser fiel, sin concesiones, a la escolástica pura de Trento y de León XIII. Todo lo demás es claudicación. No me sorprende que hoy lo reivindiquen quienes todavía sueñan con una ‘nueva cristiandad’ que nunca existió.
EliminarQuerido Progresista… y querido Don Benja… me parece que, desde extremos opuestos, terminan coincidiendo en algo: en no querer escuchar lo que Maritain sigue diciendo hoy… Uno porque lo cree superado, el otro porque lo cree traidor… Y sin embargo, ahí están sus páginas, tan vivas como cuando las escribió… defendiendo la dignidad de la persona, la verdad que libera, la fe que dialoga sin miedo… No es nostalgia, es fidelidad… y la fidelidad no pasa de moda…
EliminarRosa Luisa: no es que no quiera escuchar a Maritain, es que lo escuché demasiado en los años de euforia conciliar, y lo que vino después no fue precisamente la primavera que nos prometían. Hoy el mundo y la Iglesia tienen otros desafíos, y seguir citando a Maritain me suena a quedarse en un museo de ideas bonitas pero ineficaces.
EliminarRosa: usted habla de fidelidad, pero yo le hablo de pureza doctrinal… Maritain abrió la puerta a compromisos con el mundo que han debilitado la fe de generaciones. Ese ‘diálogo’ que tanto usted defiende ha sido la excusa para diluir la verdad. No es cuestión de modas, es cuestión de no traicionar la herencia recibida.
EliminarProgresista… dices que escuchaste demasiado a Maritain en los años de euforia conciliar… pero me pregunto si lo escuchaste de verdad… o si solo oíste caricaturas y frases sueltas… porque quien lo lee con rigor descubre que no vendía ‘primaveras fáciles’, sino que advertía sobre las sombras de la modernidad tanto como sobre sus luces… Lo que llamas ‘museo de ideas bonitas’ es, en realidad, un arsenal de principios que siguen siendo incómodos para todos los extremos… y por eso algunos prefieren declararlo obsoleto antes que enfrentarse a su verdad…
EliminarDon Benja… usted habla de pureza doctrinal como si fuera una pieza de museo que se guarda bajo vidrio… pero la fe no es un fósil, es un organismo vivo… y el tomismo que usted defiende, si no respira, se asfixia… Maritain no traicionó a Santo Tomás: lo defendió de quienes lo reducen a un esqueleto sin carne ni sangre… El diálogo que tanto desprecia no es concesión, es misión… y cerrarse al mundo no es fidelidad, es miedo… miedo a que la verdad, al salir a la plaza, siga siendo verdad…
EliminarDigamos la verdad, aunque duela: Maritain es un fenómeno de posguerra, un social demócrata cristiano, un canonizador del orden atlantista yanqui-europeo. Olvidarlo es lo que corresponde. Después nos dicen pasadistas, Maritain pertenece al pasado remoto...
EliminarEstimada Rosa Luisa,
Eliminarsu pregunta es la que atraviesa todo este debate, y su respuesta personal deja bien claro que no se trata de nostalgia, sino de criterio. Maritain no es un souvenir de los años 50‑60, sino un pensador que supo leer la tradición y el presente con la misma fidelidad. Su libro "La persona y el bien común", por ejemplo, sigue ofreciendo claves para pensar la relación entre fe, cultura y vida pública sin caer ni en el repliegue pasadista ni en la disolución modernista.
Esperemos que la voz de Maritain siga iluminando, y eso dependerá, en gran parte, de si estamos dispuestos a escucharlo sin prejuicios, y a dejar que nos incomode, como incomodó a todos los extremos en su tiempo.
Estimado Progresista,
Eliminarel problema de su imagen del “mapa viejo” es que usted confunde el papel con el territorio. Maritain no trazó un itinerario coyuntural para los años '60 del siglo pasado, sino que señaló coordenadas permanentes: la dignidad de la persona, la primacía de la verdad, la apertura de la fe al diálogo sin renunciar a lo esencial.
Que el postconcilio haya tenido crisis y desviaciones, en eso estoy de acuerdo con usted, pero tal cosa no invalida el núcleo de ese “optimismo” —que en Maritain no era ingenuidad, sino esperanza teologal—. "La persona y el bien común", por ejemplo, no prescribe modas políticas, sino principios que siguen siendo brújula en cualquier época.
Los referentes “actuales” que busquemos serán sólidos solo si beben de esas fuentes. Cambiar de nombres sin cuidar los principios es, ese sí, un viaje sin mapa.
Estimado Don Benja,
Eliminarla imagen del “caballo de Troya” es sugerente, pero no se ajusta a la realidad histórica. Maritain no introdujo “veneno” alguno: defendió, desde el tomismo, la primacía de lo espiritual frente a cualquier ideología, y lo hizo mucho antes del Vaticano II. Su personalismo no es liberalismo disfrazado, sino la afirmación —clásicamente tomista— de que la persona es anterior al Estado y está ordenada a un bien común que la perfecciona, no que la absorbe.
En su libro "La persona y el bien común" (de 1947), obra que es referencial en el tema que aquí se discute, Maritain explica con claridad que el bien común no es la suma de intereses individuales, pero tampoco un absoluto que aplaste a la persona. Esa visión, lejos de diluir la verdad, la protege de dos extremos: el individualismo y el colectivismo.
El “tomismo que respira” que usted rechaza no es concesión, sino fidelidad creativa: es el mismo principio que llevó a León XIII a aplicar a su tiempo la doctrina de Santo Tomás en las encíclicas Aeterni Patris y Rerum novarum. Un tomismo que no dialoga con el mundo corre el riesgo de convertirse en pieza de museo, incapaz de iluminar las preguntas reales de las personas. En este blog ya he mencionado a varios representantes de ese tomismo. Olivera Ravasi, aunque por sus discursos no puede ser considerado filósofo sino divulgador, se inscribe también en esa forma de hacer tomismo ya superada, y esto es, por si fuera necesario, una prueba más de su rechazo al Concilio Vaticano II, no sólo a sus doctrinas, sino también a sus directivas pastorales, las cuales, aunque sí puedan ser disentidas, eso no quita que deban ser obedecidas.
Por último, por cuanto respecta a la “nueva cristiandad”: Maritain nunca propuso restaurar la cristiandad medieval, sino inspirar una sociedad plural donde la fe pueda impregnar la cultura sin imponerse por la fuerza. Que ese ideal no se haya realizado plenamente no lo convierte en inexistente, sino en tarea pendiente.
Estimada Rosa Luisa,
Eliminarusted, con su segunda intervención, ha puesto el dedo en la llaga: cuando dos extremos tan distintos coinciden en desoír a un autor, suele ser porque ese autor toca un nervio vivo. Maritain incomodó en su tiempo —y sigue incomodando— porque no se dejó encasillar.
Insisto en hacer referencia aquí a "La persona y el bien común", libro que no es un manifiesto de moda, sino una reflexión que sigue iluminando cómo la dignidad de la persona y el bien común se reclaman mutuamente.
La fidelidad que usted menciona no es inmovilismo, sino la virtud de permanecer en la verdad mientras se avanza. Y eso, como bien dice, no pasa de moda, aunque a algunos les resulte más fácil etiquetar que escuchar.
Estimado Progresista…,
Eliminarentiendo que asocies a Maritain con el clima de entusiasmo del postconcilio, pero confundirlo con esa “euforia” es como juzgar a Santo Tomás por los manuales escolares que lo simplifican. Maritain no prometió primaveras fáciles: advirtió sobre las sombras de la modernidad tanto como sobre sus luces, y propuso criterios para discernirlas.
Vuelvo a citar aquí el libro "La persona y el bien común": no es un álbum de ideas bonitas: es un tratado sobre cómo articular la dignidad de la persona y el bien común en cualquier época, también en la nuestra. Que los desafíos de hoy sean distintos no hace obsoletos esos principios; al contrario, son brújula para no perderse en la niebla.
Un museo conserva piezas muertas; Maritain, en cambio, ofrece herramientas vivas, que se demuestran tales siempre que uno se decida a usarlas.
Estimado Don Benja,
Eliminarrespondiendo ahora a su segunda intervención, debo decirle que la pureza doctrinal no se mide por el grado de aislamiento del mundo, sino por la fidelidad a la verdad en cualquier circunstancia. Maritain no “abrió la puerta” a compromisos espurios: abrió ventanas para que la luz de la verdad iluminara también fuera de los muros eclesiales.
Maritain deja claro que el diálogo no es concesión, sino exigencia de la caridad: se trata de ofrecer la verdad íntegra allí donde el hombre vive, piensa y sufre. Confundir diálogo con dilución es desconocer que Cristo mismo habló con samaritanos, publicanos y paganos sin rebajar un ápice el Evangelio.
La herencia recibida no se traiciona cuando se la comparte; se traiciona cuando se la encierra bajo llave por miedo a que se desgaste. La fe no se debilita por salir al encuentro: se debilita cuando se repliega y deja de ser fermento en la masa.
Rosa Luisa, en sus siguientes intervenciones, ha puesto sobre la mesa algo que no conviene pasar por alto: tanto el progresismo desencantado como el pasadismo rígido tienden a construir caricaturas de Maritain para no tener que enfrentarse a su pensamiento real. Y ese pensamiento, como ella recuerda, no fue ingenuo ni traidor, sino exigente y profundamente enraizado en la tradición viva.
EliminarSu libro "La persona y el bien común" (obra central en el tema que aquí se debate) sigue siendo un buen antídoto contra esas simplificaciones: ahí está, negro sobre blanco, un tomismo que respira y que no teme salir a la plaza, precisamente porque confía en que la verdad, al exponerse, no se debilita, sino que se muestra más luminosa.
Estimado Anónimo,
Eliminarsu comentario es breve, pero condensa un conjunto de etiquetas que merecen ser examinadas con calma. Reducir a Jacques Maritain a “fenómeno de posguerra”, “socialdemócrata cristiano” y “canonizador del orden atlantista” no es un juicio histórico, sino un eslogan. Y los eslóganes, aunque suenen contundentes, suelen ser malos sustitutos de la verdad. Le respondo por puntos:
1. Por cuanto respecta a su cualificativo de “Fenómeno de posguerra”, debo hacerle presente que Maritain no es un producto de la posguerra. Cuando en 1945 fue embajador de Francia ante la Santa Sede, ya llevaba más de dos décadas de obra filosófica y teológica: Art et scolastique (1920), Antimoderne (1922), Primauté du spirituel (1927), Humanisme intégral (1936)… y, sobre todo, La personne et le bien commun (1947), que recoge reflexiones anteriores y sistematiza su visión personalista y comunitaria. Este libro —central para entenderlo— fue escrito antes de que existiera la OTAN y antes de que se consolidara el orden bipolar de la Guerra Fría. Encerrarlo en la etiqueta “posguerra” es ignorar que su influencia comenzó ya en el pontificado de Pío XI y se proyectó en Pío XII.
2. Por cuanto respecta a su afirmación de “Socialdemócrata cristiano”, debe usted tener en cuenta que Maritain defendió la democracia, sí, pero no cualquier democracia: hablaba de “democracia personalista y comunitaria”, fundada en la ley natural y en la dignidad de la persona, no en el relativismo ni en el parlamentarismo de partido como fin en sí mismo. Quien confunde eso con socialdemocracia parlamentaria simplemente no ha leído sus textos, o los lee con anteojeras ideológicas. En La persona y el bien común deja claro que la persona es anterior al Estado, pero que el bien común es más que la suma de intereses individuales: es el bien de la comunidad en cuanto comunidad, ordenado a la perfección moral y espiritual de sus miembros. Esto no es socialdemocracia: es tomismo vivo.
3. Por cuanto respecta a su acusación de “Canonizador del orden atlantista”, es evidente que usted no tiene presente que Maritain no fue un ideólogo de bloques geopolíticos. Su defensa de los derechos humanos y de la cooperación internacional no se subordinó a Washington ni a Bruselas: se subordinó a la ley natural y al Evangelio. Que sus propuestas coincidieran en algunos puntos con políticas occidentales de la época no significa que fueran dictadas por ellas. De hecho, fue incómodo para todos los bandos: para los totalitarismos, para los liberales puros y para los nacionalismos cerrados. En La persona y el bien común y en El hombre y el Estado (1951) insiste en que la comunidad política debe estar abierta a una autoridad internacional orientada al bien común universal, algo que no encaja en la lógica de poder de ningún bloque.
Estimado Anónimo,
Eliminarahora bien, respecto a las etiquetas y las reacciones, es curioso —y usted mismo lo confirma— que los pasadistas reaccionen con irritación cuando se les llama así, del mismo modo que los modernistas rechazan la etiqueta. Ambos extremos prefieren presentarse como “los verdaderos fieles” y negar que su posición sea parcial. Pero las etiquetas, cuando se usan con precisión, ayudan a describir tendencias reales: el pasadismo es la reducción de la tradición a un pasado idealizado, incapaz de dialogar con el presente; el modernismo, la disolución de la tradición en la moda del momento. Maritain incomoda a ambos porque no cabe en ninguno de esos moldes.
Pues bien, le he respondido con argumentos a sus afirmaciones sin el fundamento de los debidos argumentos. Lo cual quiere decir que con su intervención usted no dialogó, sino que gritó desde su terraza. ¿Quiere empezar a dialogar? Entonces lo que tiene que hacer es responder a estos argumentos que le he ofrecido. No hay otro modo de hacerlo.
Finalmente, ¿por qué responde a su intervención si usted no ha dialogado? ¿Por qué simplemente no opté por no tenerla en cuenta y eliminarla o pedirle al administrador que borre sus gritos vacíos de contenido? Pues bien, no le contesto para convencerlo a usted —quizá no sea posible en este formato, sino tomando un café juntos en la peatonal—, sino para que quienes leen sepan que hay respuestas. Que no se traguen la caricatura que usted les muestra. Que sepan que Maritain no es un fósil ni un agente de la OTAN, sino un pensador tomista que sirvió a la Iglesia con fidelidad y lucidez, y que sigue ofreciendo herramientas para pensar la fe en el mundo de hoy. "La persona y el bien común" sigue siendo, a casi ochenta años de su publicación, un texto de referencia para entender la relación entre la persona, la comunidad política y el bien común en clave cristiana.
En definitiva: olvidarlo no “corresponde”; lo que corresponde es leerlo, entenderlo y, si se quiere criticarlo, hacerlo con argumentos y no con etiquetas.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarAnónimo: le borré su mensaje porque contenía alusiones demasiado directas a una persona en concreto y porque en todo caso no hacía al tema aquí discutido. Pero usted dice verdad: ese youtuber ha mostrado afinidades nazis, habiendo difundido los videos de los que usted habla.
EliminarPaolo Fitzimons (administrador del blog)
Estimado Anónimo,
Eliminarsé muy bien a quien usted se refiere. En efecto, yo también he comprobado que en ese canal de youtube en ocasiones se ha hecho apología del nazismo. Pero Paolo ha hecho bien en eliminarle su comentario, por hacer demasiado concretamente las atribuciones personales, identificando con claridad a ese youtuber. Evitemos eso.
Sin embargo, sería muy útil, al menos para los demás lectores, que usted pudiera compartirnos sus criterios de juicio para discernir cuando una postura puede ser tildada fundadamente de "nazi". Si usted no hace atribuciones e identificaciones personales concretas, publicaremos su mensaje, que seguramente será de mucha de utilidad.
He leído con atención lo que aquí se ha dicho… y me permito aportar una perspectiva quizá menos habitual en estas discusiones. Como historiadora de la liturgia, he aprendido que la tradición viva de la Iglesia no se agota en fórmulas políticas ni en nostalgias de época: se alimenta de la contemplación y de la vida espiritual. En ese sentido, el matrimonio Maritain —Jacques y Raïssa— no solo pensaron la democracia personalista o el tomismo vivo; también exploraron, con hondura, la mística cristiana, la experiencia de la gracia, la belleza como camino hacia Dios.
ResponderEliminarPor eso me sorprende que unos lo despachen como ‘fósil conciliar’ y otros como ‘traidor modernizante’. Ambos extremos miran solo una parte del cuadro. Quien reduce a Maritain a un episodio político de posguerra ignora que *La persona y el bien común* es, ante todo, una meditación sobre la dignidad humana a la luz de la ley natural y de la caridad. Y quien lo acusa de diluir la verdad en el diálogo olvida que su diálogo nace de la certeza de la verdad, no de la duda.
En la liturgia aprendemos que la Iglesia respira con dos pulmones: la fidelidad a lo recibido y la apertura a la acción del Espíritu en el presente. Maritain, con sus luces y sombras, intentó precisamente eso: custodiar el depósito de la fe y, al mismo tiempo, hablar a su tiempo sin miedo. Tal vez, antes de etiquetarlo, convendría leerlo también desde su dimensión contemplativa… porque ahí se entiende mejor por qué su pensamiento sigue interpelando a creyentes de hoy, más allá de banderas y trincheras.
Estimada Domna Mencía,
Eliminaragradezco su intervención que nos ha recordado algo que en medio de la refriega ideológica suele olvidarse: Maritain no se agota en el plano político ni en las etiquetas de moda. Su pensamiento nace de un humus espiritual y contemplativo —compartido con Raïssa— que da sentido a su personalismo y a su “tomismo vivo”.
Traer a la discusión la mística, la gracia y la belleza como camino hacia Dios es devolver a Maritain a su terreno propio, y es también un antídoto contra las simplificaciones de quienes lo reducen a “fósil conciliar” o a “traidor modernizante”. Volviendo al libro que no me canso de citar, porque es central en el debate que hemos emprendido, me refiero a "La persona y el bien común", esta obra se entiende mucho mejor cuando se lee desde esa raíz contemplativa: ahí se ve que su diálogo con el mundo no nace de concesiones, sino de la certeza de la verdad que se ofrece.
Quizá este sea el punto de encuentro que necesitamos: mirar a Maritain con los dos pulmones de la Iglesia, como usted dice, para que su voz siga siendo fecunda más allá de banderas y trincheras.
Ese libro que usted cita lo desmintió el gran pensador tomista Charles De Koninck en su brillante trabajo ¨Sobre la primacía del bien común, contra los personalistas¨. Debería leerlo para acabar con la farsa maritaniana y su criminal distinción entre individuo y persona, fuente paradójica del totalitarismo democrático
EliminarEstimado Anónimo:
Eliminarantes de entrar en el fondo, conviene precisar un dato histórico que suele pasarse por alto. El ensayo de Charles De Koninck, "De la primacía del bien común contra los personalistas", se publicó originalmente en 1943 en francés, y en español en 1952. En cambio, "La persona y el bien común" de Jacques Maritain es de 1947. Esto significa que el texto de De Koninck es anterior al libro de Maritain y, por tanto, no fue escrito como respuesta directa a él —que aún no existía—, sino como una crítica general a ciertas corrientes personalistas de la época.
Por cosiguiente, si bien es cierto que en el clima intelectual de los años '40 del siglo pasado había debates intensos sobre cómo articular la relación entre persona y bien común en clave tomista, y que De Koninck veía con recelo algunas interpretaciones que, a su juicio, reducían el bien común a la suma de bienes privados. Pero presentar su ensayo como “refutación” de "La persona y el bien común" es, como usted puede advertir, anacrónico y descontextualiza el intercambio.
Ahora bien, entrando en el contenido de su comentario: reducir a Maritain a una “farsa maritaniana” o acusar de “criminal” su distinción entre individuo y persona no es un juicio filosófico, sino una consigna. Y las consignas, aunque suenen contundentes, suelen ser malas sustitutas de la verdad. De otra manera: lo que usted dice acerca de "farse..." o de "criminal", en lugar de hablar de Maritain, mi sospecha es que son dos etiquetas que están hablando de usted, pues no me da mayores argumentos para pensar de otra manera.
Sin embargo, yo le daré argumentos para que usted trate de dejar las etiquetas y las ideologías a un lado, y haga un esfuerzo por discernir la verdad.
En "La persona y el bien común" (1947), Maritain distingue entre: 1. Individuo: en cuanto parte de un todo material y biológico, sujeto a las necesidades de la especie y de la sociedad. 2. Persona: en cuanto sujeto espiritual, dotado de dignidad propia, abierto a Dios y al prójimo, llamado a un destino trascendente.
Esta distinción no es un invento suyo ni una concesión al liberalismo: hunde sus raíces en santo Tomás de Aquino, que ya diferenciaba entre el hombre como individuo de una especie y como persona subsistente en una naturaleza racional.
De Koninck temía que ciertos personalismos —no necesariamente el de Maritain— terminaran subordinando el bien común a los intereses privados. Maritain, por su parte, afirmaba que el bien común es más que la suma de bienes individuales, pero que está ordenado al bien de las personas concretas, porque el bien común auténtico perfecciona a cada persona en cuanto tal. No son posiciones simétricas, pero tampoco caricaturas opuestas: hay matices y puntos de convergencia que se pierden cuando se reduce el debate a etiquetas.
Por eso, más que “acabar” con una supuesta farsa, lo fecundo es leer a ambos —De Koninck y Maritain— con rigor, en su contexto histórico y doctrinal, para comprender qué entiende cada uno por bien común y cómo articula su relación con la persona. Solo así se evita que un debate filosófico serio se degrade en consignas ideológicas.
En definitiva: "La persona y el bien común" no es la fuente de un “totalitarismo democrático”, sino un intento —plenamente tomista— de salvaguardar la primacía del bien común sin anular la dignidad de la persona. Y el ensayo de De Koninck, leído en su contexto de 1943, es una contribución valiosa a ese mismo debate, no un acta de defunción del pensamiento de Maritain.