El famoso diálogo de nuestro Señor Jesucristo con el procurador romano de Judea, Poncio Pilato, aquel coloquio en dramaticas circunstancias cuando Jesus dijo "todo el que es de la verdad escucha mi palabra" (Jn 18,37), está pleno de riquísimas sugerencias que iluminan nuestra conducta moral y, sobre todo, nuestra actitud respecto a la verdad. [En la imagen: fragmento de "Primera estación del Via Crucis", pintura de Gebhard Fugel, de alrededor de 1903, en la Iglesia de Santa Isabel, en Stuttgart].
Agradecimiento a Dios por el peligro evitado
----------A mi edad, ya en el último tramo de mi camino, me doy cuenta de haber pasado toda mi vida queriendo conocer la verdad y ponerla en práctica. Cuando estaba en la secundaria, en los lejanos años '50, recuerdo que mi profesor de literatura (no diré aquí su nombre, sólo oro por él, para que haya podido contarse entre los elegidos por Aquel que es la Verdad) un día en clase enunció solemnemente que "la verdad no existe" y que no hay verdades definitivas, sino que sólo existe lo verdadero. Después supe que esa era la enseñanza de Gianbattista Vico, verum ipsum factum, la verdad es lo que ha hecho el hombre, lo que nosotros mismos hacemos. No existen verdades supra-históricas, sino solamente la verdad de los hechos históricos.
----------Recuerdo bien, como si volviera a sentir lo mismo, que estas tesis me turbaron profundamente, sentí una profunda repugnancia a aceptarlas, quedé desconcertado y escandalizado, también porque me vino la terrible duda de que mi profesor pudiera tener razón. Supe entonces que éstas eran también las tesis de Benedetto Croce, que entonces tenía fama de gran maestro y filósofo.
----------Estas tesis aparecieron en profundo contraste con el modo de pensar que me era habitual, y que hasta entonces vivía en mi ambiente familiar y parroquial y en la escuela a la que había asistido hasta entonces. No hay duda de que la verdad existía. El problema era solo el de conocerla, de ponerla en práctica y no mentir, no equivocarse, ser modestos en los juicios, saber quién tenía razón en las discusiones.
----------Inmediatamente me di cuenta de que aquel profesor mío se contradecía, ya que si sostenía que la verdad no existe, estaba obligado a dar por cierto que la verdad no existe. Se refutaba por sí solo, se refutaba a sí mismo, ya que estaba obligado a negar la verdad en nombre de la verdad. Me complacía el hecho de que al menos admitiera la existencia de lo verdadero, es decir, de la verdad concreta.
----------Sin embargo, me preguntaba, ¿cómo hacemos para decir "esto es verdadero" si no en nombre de la verdad? Razonaba como Sócrates y Platón: si existe lo verdadero es porque existe la verdad. Si no existiera la verdad, tampoco existiría lo verdadero, porque lo verdadero es una participación o aplicación de ella. La verdad abstrae de todos los verdaderos y los incluye a todos. Si ellos no estuvieran en el horizonte de la verdad, tampoco ellos existirían. Por lo tanto, mi profesor no era capaz de dar razón de su admisión de la existencia de lo verdadero, negando lo que necesitaba para sostener la verdad de su tesis.
----------Además, si una cosa es verdadera, lo es para siempre. No es posible que lo que ayer era juzgado verdadero, hoy pueda ser juzgado falso. O uno se equivocaba ayer o se equivoca hoy. Pero la verdad en sí misma, es siempre esa. La verdad está por encima del tiempo, del devenir y de la mutabilidad. No hay ninguna duda que existen cosas mutables. Solo que en este caso nuestro juicio, precisamente para ser verdadero, debe mutar para seguir reflejando el mutar de la cosa. Pero también este juicio, si es verdadero, lo es para siempre.
----------Mi drama interior aumentó cuando me topé con Descartes, que me era presentado como el fundador de la filosofía moderna, y me di cuenta en cambio de todas sus absurdidades y tonterías, como dudar de la veracidad de los sentidos y de la existencia de las cosas externas, confundir mi yo con mi acto de pensar, dudar de lo indudable, decir que yo pienso sin precisar en qué pienso, confundir mi pensar con mi ser, resolver la duda no con la inteligencia sino con la voluntad, sustituir el intelecto por la voluntad, tomar como objeto de la metafísica la autoconciencia en lugar del ente, hacer preceder la autoconciencia al conocimiento de las cosas, en vez de lo contrario, hacer preceder el conocimiento de Dios al de las cosas, en vez de lo inverso, pretender poseer una idea innata de Dios, en lugar de demostrar la existencia de Dios partiendo de las cosas, hacer depender la verdad no de la adecuación del intelecto a la realidad, sino de la decisión de la voluntad.
----------Dios quiso que en esa misma escuela secundaria, en la cual el diablo me había puesto sobre la mesa de torturas, recibiera también luz, claridad, confortación, consuelo y fuerza inmensa de un santo sacerdote, cuyo recuerdo sigue siendo para mí una bendición, mi mismo maestro de religión, quien también era un docto tomista maritainiano. ¡Qué alivio! ¡Qué consuelo! ¡Qué certeza! ¡Qué sentido de mi falibilidad, modestia en las opiniones y valor para difundir y defender la verdad! Era el germen de mi vocación sacerdotal y teológica, que habría de realizar quince años después, en los años setenta.
----------Podría definir mi encuentro con aquel venerado maestro de religión como experiencia bautismal; desde las tinieblas y del fraude de mi profesor de literatura y de Descartes, a la luz de santo Tomás, de Maritain y del Evangelio, de la tentación a la soberbia y a la hipocresía, a la llamada a la humildad y a la honestidad, del repliegue en mi yo al encuentro con Dios, del nihilismo al gusto por la existencia, de la cerrazón sobre mí mismo a la apertura hacia la realidad, de la desesperación a la esperanza, de la pérdida de mí mismo a la conciencia de mi dignidad, de la sujeción a Satanás a la libertad del hijo de Dios.
----------Comprendí entonces que el problema de la verdad es una cuestión de pureza de alma, de humildad, de fidelidad, de sinceridad, de objetividad, de prudencia, de honestidad y de coherencia, rechazando la soberbia, la arrogancia, la pasionalidad, la protervia, la facciosidad, la mentira, la astucia, la doblez y la hipocresía.
----------Desde aquel entonces comprendí que el verdadero problema, a tal punto como para ocupar toda una vida, ya no era si existe la verdad, sino qué es la verdad, cómo se la encuentra, dónde y de quién se la aprende, cómo se la expresa, cómo se la conserva, cómo se la profundiza, cómo se la comunica, cómo se la anuncia, cómo se la defiende, cómo se demuestra, cómo se la pone en práctica.
La pregunta de Pilato
----------Jesús explica a Pilato en qué sentido Él es rey: rey de un reino que no es de este mundo, por lo cual no ha venido a contrastar el suyo, aunque sí le explica a Pilato que su autoridad le ha sido dada desde lo alto. ¿Pero, quién es ese rey o soberano que declara que su oficio es el de dar testimonio de la verdad (cf. Jn 18,37)?
----------¿Y qué es lo que entiende Pilato? El prefecto romano de Judea, al escuchar estas palabras de Jesús, queda ciertamente sorprendido y pregunta a Jesús qué es la verdad. Pero, veamos, ¿con qué tono lo hace? Probablemente no con sinceridad de intención, porque de lo contrario Jesús, no obstante el dramatismo de las circunstancias, se habría detenido para darle explicaciones.
----------Pero el hecho de que Jesús se calle y no le responda a Pilato es una lección para nosotros, y nos hace comprender que la pregunta hecha por Pilato, aunque en sí misma importantísima, no era la pregunta de quien desea saber, sino la irónica pregunta de un escéptico, que piensa que es una pregunta que no tiene respuesta, como para decir: la verdad no existe.
----------Pero entonces un modo semejante de preguntar no merece respuesta, porque quien pregunta ya tiene a su disposición la respuesta. La pregunta de Pilato tiene, por tanto, el sabor del reproche a Jesús, como diciéndole: ¿eres tan ingenuo como para creer todavía en la verdad? Pilato es un precursor de aquel profesor de literatura en mi secundaria. Es la pregunta de quien está en mala fe y no ama la verdad o desespera de encontrarla. A una persona así, no conviene responderle. Aun poniéndole la espalda contra la pared refutando todas sus tonterías con los más fuertes e inequívocos argumentos, su orgullo rechazaría la evidencia, le impediría reconocer su error y así escuchar y aceptar la respuesta.
----------Pero nos sorprende el comentario que hace Pilato: "no encuentro en él ninguna culpa" (ibíd.). ¿Qué es lo que ha querido decir? Probablemente Pilato no quiere expresar admiración por la inocencia de Jesús. De otra manera no le habría hecho esa pregunta irónica, sino que lo considera un pobre retrasado mental o un visionario o un exaltado, para nada peligroso para su poder. A lo máximo lo considera un pobre buen hombre, un bunóm, como decía mi abuelo materno, un inmigrante piamontés, pero no le viene en absoluto a la mente la idea o la sospecha de encontrarse ante un hombre mediador de lo divino, como muchos en cambio lo consideraban en Judea. Y el hecho es que Jesús en esa circunstancia no realiza ningún milagro.
¿Qué es la verdad?
----------Si consultamos ciertos diccionarios bíblicos bajo la rúbrica "Verdad", experimentamos una penosísima impresión por la atención absolutamente insuficiente y el miserable espacio de dos o tres páginas dado al fundamental y gigantesco tema bíblico de la verdad, en torno al cual gira toda la divina Revelación, todo el destino del pueblo judío, de las religiones y de la humanidad, todo el sentido y el propósito de la Sagrada Escritura, de la historia de la salvación y de la historia de la Iglesia, toda la predicación, la formación, la ética, la filosofía, la teología, la literatura, el arte, la vida, la santidad y la mística cristianas.
----------Tomemos como ejemplo la autorizada Enciclopedia de la Biblia, editada en seis gruesos volúmenes por Elle Di Ci y Torino Leumann en 1971, obra eruditísima y riquísima en datos históricos y positivos geográficos, toponímicos, sociológicos, religiosos, étnicos, cosmológicos, arqueológicos, biográficos, artísticos, filológicos y jurídicos, pero carente por cuanto respecta a la información acerca de los conceptos antropológicos, psicológicos, morales, sapienciales y teológicos.
----------Si en ese diccionario consultamos la voz "Verdad", figuran las siguientes palabras: "Según los Griegos, cuya concepción es compartida por nosotros, la verdad consiste en la conformidad del pensamiento o de la palabra con la realidad; y también el ser mismo en cuanto se revela al espíritu (a-lethés), "no oculto"; por esto el Ser supremo es la suprema verdad. La concepción judía de la verdad, en cambio, es muy diferente; es existencial, en cuanto que se basa fundamentalmente en la experiencia".
----------Pues bien, debemos hacer la observación que la noción de verdad es una noción espontánea de la mente. Por lo tanto, esta misma noción espontánea de la mente humana está presente también en la Sagrada Escritura. No existe un específico concepto bíblico de la verdad. La Escritura simplemente supone esta noción universal, propia de la razón natural, por más que sea griega o judía o semítica.
----------Ahora bien, es cierto que el término hebreo emet expresa etimológicamente la idea de firmeza, solidez, estabilidad, fidelidad, mientras que, con un perfil diferente, es el término griego alétheia el que sugiere la idea de la no-latencia y por lo tanto del manifestarse, de la aparición y del revelarse. Sin embargo, también la Sagrada Escritura concibe la verdad como revelación, apokálypsis, de lo cual viene el término apocalipsis, mientras que lo verdadero puede ser también lo oculto, el misterio, lo secreto.
----------La etimología hebrea de la palabra "verdad" sugiere la idea de verdad como lo que da seguridad, aquello de lo cual te puedes confiar, lo que no te engaña, lo que te hace estable, aquello sobre lo cual te puedes apoyar, lo que no se derrumba, lo que no se corrompe, sino que permanece para siempre, eternamente. Podemos pensar en la imagen de la roca, de la luz o del cielo estrellado. Es una idea de verdad claramente ligada al ser, a la realidad, a la persona, más que la idea griega de la desvelación, que indica una relación a nosotros. Son todos atributos divinos y también existe un interés nuestro, aunque noble, como es el del ver y saber.
----------Por cuanto respecta a la tesis de la mencionada Enciclopedia Bíblica según la cual la "concepción hebrea de la verdad es existencial y se basa fundamentalmente en la experiencia", podemos responder que es una tesis correcta, pero que también es insuficiente, porque la verdad está también conectada con la cuestión de la esencia y no se basa sólo en la experiencia, sino también en el razonamiento.
----------Debemos decir entonces que aquí el redactor de la entrada "Verdad" de esta Enciclopedia trabaja en el ámbito de la fantasía, fantasea. Basta leer la Escritura para darse cuenta de la parcialidad de su tesis. La mente del hagiógrafo funciona como la mente de cualquier persona razonable, judía o no judía, para quien la verdad no tiene que ver sólo con la existencia, sino también con la esencia, no sólo con la experiencia, sino también con la razón, no sólo con las cosas humanas, sino también con la realidad divina.
----------El error de estos diccionarios es que no se dan cuenta de la universalidad de la noción de verdad. Tratan esta noción básica de la mente como si fuera una particularidad étnica o lingüística. Ahora bien, es necesario decir que no existe un modo propio, griego o hebreo o semítico de concebir la esencia de la verdad, diferente el uno del otro, así como existen vocablos diferentes para expresar el concepto de verdad, así como no existe un modo griego o hebreo o semítico de hacer las cuentas del gasto o de calcular la altura de una montaña.
"Comprendí entonces que el problema de la verdad es una cuestión de pureza de alma, de humildad, de fidelidad, de sinceridad, de objetividad, de prudencia, de honestidad y de coherencia, rechazando la soberbia, la arrogancia, la pasionalidad, la protervia, la facciosidad, la mentira, la astucia, la doblez y la hipocresía".
ResponderEliminarEstimado padre Filemón, gracias por estas palabras.
Además, al leer hasta el final, me complació que usted haya concluido esta primera parte considerando la manera de calcular las cosas, es decir la matemática (elemento precioso de nuestras conversaciones en Messenger y por lo cual le estoy infinitamente agradecido) como un útil elemento de comparación con la verdad. No es que la matemática sea en sí misma verdad, pero por su innegable propiedad se acerca mucho a la definición de ella. Cuando pienso que el Papa es también un matemático, percibo como una sensación de gran satisfacción.
Estimado Horacio,
Eliminarme alegra que comparta lo que digo a propósito de la verdad. Las matemáticas ciertamente ayudan a la razón para la claridad, para la precisión y para la demostración, aunque su objeto no trasciende los límites de la imaginación y por tanto del espacio-tiempo, por lo cual la ciencia matemática no es suficiente para hacernos comprender la esencia del espíritu, que es el campo de la persona, de la moral y de la religión.