domingo, 1 de junio de 2025

La lucha contra el tentador (1/)

Habiendo ya presentado días atrás la nueva serie de artículos que dedicaremos al tema de la batalla contra el demonio, doy inicio con este artículo, como había prometido, a la primera parte del trabajo, dedicada a la cuestión específica de la lucha contra el tentador. A ese propósito desarrollaremos hoy tres puntos: 1. Las tres fuentes de la tentación al pecado. 2. La acción de Satanás en el mundo moderno; y 3. La malicia de Satanás ha aumentado respecto al pasado. [En la imagen: fragmento, parte inferior, de "Tentación de San Antonio", panel central, óleo sobre tabla, obra de Hieronymus Bosch o Jeroen van Aken, entre 1495 y 1515, conservada y expuesta en el Museu Nacional de Arte Antiga, Lisboa, Portugal].

Las tres fuentes de la tentación al pecado
   
----------La tradición espiritual cristiana suele recopilar el conjunto de todas las posibles tentaciones al mal en tres grandes principios: a) la "carne"; b) el "mundo"; c) el demonio. 
----------La tentación de la "carne" es la que viene de nosotros mismos: de nuestras inclinaciones al mal, de nuestros vicios, de nuestras debilidades. Puede tratarse de tentación tanto a los pecados "carnales" como a los "espirituales"; es decir, en otras palabras, ya sea a aquellos pecados más vinculados al cuerpo, como por ejemplo la lujuria, la avaricia, la gula; ya sea a los más conectados con la vida del espíritu, como la soberbia, la envidia, la mentira, la hipocresía, la impiedad, y así sucesivamente. 
----------La tentación del "mundo" viene de los hombres, del ambiente humano en el cual vivimos: de nuestros enemigos declarados o de los falsos amigos, es decir, de los hipócritas, de aquellos que quieren seducirnos con falsas doctrinas, que nos empujan a pecar mediante el atractivo de los placeres, de los honores, de las riquezas o cosas de este género; de aquellos que nos oprimen, nos provocan, nos atormentan de varias maneras, volviéndonos difícil o incluso imposible la búsqueda de la verdad o la práctica de la virtud.
----------La tentación del demonio es aquella que interesa a nuestro estudio. Ella tiene una especificidad propia que trato de aclarar. Es cierto que no es fácil de reconocer; pero tampoco es imposible; e incluso es un deber evidentemente presupuesto por la moral cristiana que nos manda expresamente el cuidarnos de las tentaciones del demonio y luchar contra ellas, por ejemplo: "resistan al demonio, y él se alejará de ustedes" (Sgo 4,7); "no se dejen arrastrar al pecado ni permitan que la noche los sorprenda enojados, dando así ocasión al demonio" (Ef 4,26-27); "revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio" (Ef 6,11); "Sean sobrios y estén siempre alerta, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos dispersos por el mundo padecen los mismos sufrimientos que ustedes" (1 Pe 5,8-9).
----------En líneas generales se puede decir que el demonio, siendo una persona, instiga al mal en el modo propio de la persona, es decir sugiriendo a la voluntad objetivos pecaminosos en forma de contenidos inteligibles formulados en proposiciones. El demonio, es decir, de alguna manera, "nos habla", nos sugiere pensamientos o contra la fe o contra la moral. Por lo tanto, no es difícil distinguir la tentación diabólica de los movimientos de la carne y de las sugerencias que nos vienen de los hombres.
----------La dificultad, si acaso, puede ser dada para distinguir sus sugestiones de los pensamientos que surgen de nuestro íntimo. Pero también esta distinción no es imposible: los pensamientos y los impulsos que vienen de nuestro yo los advertimos como nuestros, porque en ellos de alguna manera nos reconocemos: encontramos nuestros vicios y nuestras malas inclinaciones. Además, dependen estrechamente de nuestra voluntad. Por el contrario, los pensamientos sugeridos por el demonio los percibimos como procedentes de otro "yo", distinto del nuestro, es decir, de otra personalidad que, por su propia iniciativa, nos habla, nos propone ideas y proyectos que percibimos como nuevos y extraños a nuestros hábitos e inclinaciones.
----------Las sugerencias del demonio suscitan en nuestro yo una cierta reacción: aunque nuestro yo formula objeciones, el otro "yo", del cual advertimos su presencia, responde de un modo para nosotros imprevisto e inesperado, a veces con mucha insistencia y con un método seductor, aprovechando o haciendo palanca nuestros puntos débiles y nuestras malas tendencias. Un ejemplo típico de esta intervención del demonio puede ser dado por el diálogo de la "serpiente" con Eva, en el famoso relato del libro del Génesis. 
----------Veremos más adelante con mayor precisión cómo reconocer esta presencia del demonio y cómo superar el tentación que es su efecto.
   
La acción de Satanás en el mundo moderno
   
----------Como ya es conocido por todos los estudiosos de sociología, el período histórico que estamos viviendo, sobre todo a partir de la revolución francesa, presenta, como una de sus principales características, una exaltación muy particular de los valores de la secularidad, correspectivamente a aquello que el sociólogo G. Morra, en el título de un libro suyo, definió "el eclipse del sagrado".
----------En el hombre moderno, que también es un hombre religioso, el comportamiento frente a lo Trascendente y lo Divino evita las formas que podríamos definir "barrocas" y prefiere revestirlo de formas muy cercanas al mundo de la secularidad y de los valores terrenos. Son frecuentes los casos de individuos en los que el comportamiento religioso explícito está totalmente ausente, pero en los cuales se puede suponer la presencia de una religiosidad implícita e indirecta, deducible de una -y a veces heroica- atención a la dignidad de la persona humana y a los valores auténticos de este mundo.
----------Así como sabemos que no se puede dar un auténtico respeto por el hombre sin una verdadera actitud religiosa, al menos implícita e inconsciente, ante el comportamiento de ciertos individuos aparentemente "ateos", pero que sin embargo muestran una clara y valiente atención a los valores del hombre, debemos recabar lógicamente la conclusión de que ellos deben de alguna manera mantener una relación con lo divino y con lo "sagrado", sin que ellos mismos, en primer lugar, se den cuenta.
----------Se sabe, por el contrario, que los períodos históricos precedentes a la revolución francesa, por ejemplo el Medioevo y el Barroco, estuvieron caracterizados por una presencia difundidísima, en todos los ámbitos de lo social y de la cultura, de signos y comportamientos externos propios de la religiosidad. Por eso, Maritain ha podido hablar de "edades sacrales", a diferencia de la nueva era que se abre con la revolución francesa que en cambio subraya los valores y el lenguaje de la "profanidad". Por eso Maritain prevé el advenimiento de una "nueva cristiandad" caracterizada como "civilización cristiana-profana".
----------La acción del demonio se ha adaptado a este profundo cambio en la historia de la mentalidad, de las costumbres y de los modos de expresarse. La realidad del demonio está estrechamente ligada al mundo de la religiosidad y de sus comportamientos típicos. Abriéndose al horizonte de una "sociedad secular", para usar la expresión del teólogo Cox, el demonio ha tenido la astucia de enmascarar su propia identidad -ligada, por de sí, como hemos dicho, al mundo de la religión y de lo sagrado, aunque en antítesis a ello- y de ejercer su acción bajo aquellas formas seculares que son agradables y comunes entre los hombres de nuestro tiempo.
----------Así el demonio ha encontrado la manera de actuar sin ser molestado, sin levantar sospechas y, por lo tanto, de una manera más eficaz. En un período como el nuestro, comúnmente refractario a toda forma de superstición, y un tanto sensible a los valores de la razón, de la ciencia y de la organización social, el demonio actúa indirectamente y larvadamente -pero no menos eficazmente- sobre todo a través de esos valores. 
----------Esto no significa en absoluto que él no continúe actuando, en ciertos ambientes, en su estilo "tradicional" (obsesiones, infestaciones, maleficios, etc.). 
----------Queda, sin embargo, el hecho -creemos- de que en nuestro tiempo debemos dedicar una grandísima atención también a ese nuevo "estilo" al que hemos aludido: un estilo que podríamos definir -como veremos mejor- más espiritual y más sutil, aunque sirviéndose de medios no explícitamente religiosos o sacrales.
   
La malicia de Satanás ha aumentado respecto al pasado
   
----------El hombre moderno, como hemos dicho, tiene generalmente una mentalidad de tipo "secular", a diferencia de aquella de tipo "sagrada" del hombre del pasado. Esto no quiere decir que en los hombres de hoy las actividades del espíritu sean menos intensas; al contrario: nunca como hoy el individuo humano, muy a menudo desprotegido por las estructuras sociales, está llamado a asumir por sí mismo la responsabilidad que debe ejercer y las elecciones que debe cumplir.
----------La elección de fe, hoy, está menos favorecida que nunca o condicionada por el ambiente, por la educación recibida, por las instituciones civiles o por las tradiciones, y se convierte siempre cada vez más en el efecto casi exclusivo (aparte de la gracia divina) de una libre y a menudo valiente elección personal, madura, pensada y sufrida: una verdadera conquista del espíritu. Así, por lo demás, debe ser la verdadera fe. Ella no debe ser un simple hecho de costumbre o un fenómeno sociológico, sino que debe ser verdaderamente el efecto de un acto interior y extremadamente libre de la persona, que decide por sí misma ante el Absoluto divino, en la plena conciencia de su propia responsabilidad ante sí misma, ante Dios y ante la sociedad.
----------Por tanto, la fe está hoy revestida de formas más seculares, pero también es más madura, más interior y más espiritual. Hoy más que nunca es el Espíritu Santo quien conduce a los hombres a la fe. Pero a un crecimiento de la santidad corresponde también un crecimiento en la malicia. Nunca como hoy ha estado tan difundido el pecado de incredulidad. El hombre del pasado enfatizaba mucho los valores religiosos; el hombre de hoy los considera poco. El hombre de ayer, naturalmente religioso, pecaba en el modo de practicar la religión cayendo en las diversas formas de la superstición; el hombre de hoy, insensible a la religión, cae en los excesos opuestos del sacrilegio, de la desacralización o profanación, de la impiedad y de la blasfemia. Y si llega a la fe, fácilmente luego la deforma con la herejía o la abandona con la apostasía.
----------Nunca se ha pecado tan gravemente contra Dios como hoy. Se puede decir verdaderamente que se está verificando uno de los signos escatológicos predichos por Cristo: "La abominación de la desolación ha entrado en el lugar santo" (cf. Mt 24,15). La "bestia" de la que habla el libro del Apocalipsis ha abierto la boca "para proferir blasfemias contra Dios, para blasfemar su nombre y su morada, contra todos los que habitan en el cielo" (Ap 13,6): vale decir, contra todos los valores absolutos y trascendentes, metafísicos, morales y religiosos. Es ya conocido por todos que nunca, en la historia de la humanidad, se ha registrado tanto como hoy la difusión del ateísmo y de la ignorancia religiosa.
----------La Iglesia y los hombres de buena voluntad se santifican siempre cada vez más; el mundo, en cambio, deviene, bajo el dominio de Satanás, siempre cada vez más perverso. Crecen el "mysterium salutis" y el "mysterium iniquitatis". Las dos formaciones contrapuestas, para hablar con san Agustín -de la "ciudad de Dios" y de la "ciudad de Satanás"- se están precisando y organizando cada vez mejor para la batalla final prevista por el Apocalipsis. Una especie de "choque de clases" que conducirá a una "revolución" -el juicio universal-, en la cual el triunfo del "proletariado" corresponderá a la victoria de los buenos sobre los malos.
----------El Espíritu Santo actúa más hoy que lo que actuaba en el pasado. Y también Satanás, entonces, ha tomado sus adecuadas medidas. Cuanto más se santifica un alma o una comunidad, tanto más Satanás hace estragos y aumenta la insidiosidad y peligrosidad de sus tentaciones. 
----------Nunca como hoy los hombres han sido tan sensibles a la exigencia de escuchar al Espíritu Santo y de seguir sus inspiraciones; nunca como hoy, no solo monjes y religiosos, sino también muchísimos laicos, someten de tal manera su conducta a la escucha y guía del Espíritu, viviendo esa "filiación divina" y esa santa libertad de aquellos que -como dice san Pablo- "son guiados por el Espíritu de Dios" (Rm 8,14).
----------¿Qué es lo que hace entonces actualmente el demonio? Precisamente instiga a todos los pecados que mayormente se oponen al Espíritu, por ejemplo: la impugnación de la verdad conocida, la desobediencia, la soberbia, la impenitencia, hasta aquello que Cristo llama el "pecado contra el Espíritu Santo", que es la obstinada e inquebrantable negativa a reconocer los propios pecados y a arrepentirse de ellos, poniéndose así en condiciones de no poder recibir el perdón y la misericordia del Padre celestial.
----------La espiritualidad, hoy, es a menudo menos explícita, pero más profunda, más compleja y más vivaz que en el pasado. El progreso en los estudios de psicología nos ha permitido conocer mejor el alma humana, por lo cual, en base a tales conocimientos, las funciones psíquicas del hombre de hoy son mucho más ricas y articuladas que en el pasado. La educación del hombre se ha vuelto entonces más compleja y más gradual. La conquista de la virtud es más laboriosa, pero también más rica en resultados.
----------En tiempos pasados el ateísmo se difundía solo en círculos restringidos; mientras que hoy ha penetrado en las masas. Pero lo mismo ha ocurrido con la espiritualidad: mientras que en el pasado estaba reservada a estrechos ambientes eremíticos y monásticos, hoy se ha difundido, aunque ciertamente bajo modalidades y formas seculares, en vastos ambientes del mundo laical: entre los trabajadores, entre los profesionales, los hombres de la política, los artistas, las madres de familia, la gente del pueblo, los simples niños. Nunca como hoy asistimos a tanta difusión de los dones del Espíritu Santo, del don de la profecía y de la sabiduría, y de muchos y variados carismas extraordinarios. Por tanto, la batalla opone siempre cada vez más claramente dos fuerzas espirituales: la del Espíritu Santo y la del espíritu caído y rebelde a Dios.
----------Como solamente el demonio puede alejar de un alma al Espíritu Santo -sobre todo en las almas consagradas-, así también sólo el Espíritu con sus dones puede vencer la potencia de Satana. Ciertamente, como seres humanos, también estamos hechos de materia, y está fuera de toda duda que en nuestras elecciones, ya sean buenas o malas, nosotros siempre estamos más o menos condicionados por nuestro cuerpo y por el entorno material. Pero debe estar igualmente y aún más fuera de duda que los factores decisivos que pueden influir en el ámbito de nuestra conducta moral no vienen del orden de la materia, sino del orden del espíritu: es el Espíritu Santo, en definitiva, que obra nuestra salvación y nuestra santificación; y es la tentación del demonio la forma de peligro espiritual contra la cual hay que estar más vigilantes. No es del mundo, ni de la carne, sino del demonio que vienen los peligros más graves y más insidiosos para nuestra alma; y es por tanto contra estos peligros que el hombre espiritual debe estar en guardia.

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