La abolición de la monarquía durante la Revolución Francesa tuvo sus razones últimas no tanto en la voluntad popular de cambiar de régimen; no fue tanto una cuestión de elección de régimen político, sino más bien el efecto del cartesianismo social y, por lo tanto, es la correspondencia exacta de la concepción anárquica de la sociedad que llevó a Lutero a rebelarse contra el Papado. Similares empresas revolucionarias no son simplemente fruto de ideas políticas, sino que suponen una metafísica y una gnoseología subjetivistas, una visión de la realidad en la cual, debido a la elefantiasis individualista del yo singular, se vuelve imposible la realidad social y la función del líder que la gobierna. [En la imagen: fragmento de "La libertad guiando al pueblo", óleo sobre lienzo, de 1830, obra de Eugène Delacroix, conservado y expuesto en el Museo del Louvre, París, Francia].
Dios en mí
----------La modernidad nos propone una profundización sobre cómo cada uno de nosotros se relaciona con Dios en su conciencia. ¿Quién es Dios para mí? ¿Cómo sé que existe en mí? ¿Cómo se me aparece? ¿Cómo Lo veo? ¿Cómo me comporto con Él? ¿Estoy en paz con Él? ¿Qué ha hecho por mí? ¿Soy sincero con Él? ¿He pecado o estoy en gracia?
----------Pero el drama, del cual todavía Lutero y Descartes en ese entonces no eran conscientes, un drama cargado de consecuencias nefastas, fue que esta toma de conciencia, esta operación de excavación en uno mismo, de mirarse dentro, este preguntarse sobre el valor de la propia existencia, del propio actuar y pensar, no siempre se realizaron de manera humilde y sincera, sino también de una forma cerrada, autorreferencial, subjetivista y autárquica, al final asfixiante, de modo que la inmanencia de Dios en el yo, al separarse de la precedente modalidad cristiana realista y creacionista, en los siglos subsecuentes, hasta hoy, se ha transformado, por lógica consecuencia, en el yo que ha tomado el lugar de Dios, de modo que el Tú divino ha desaparecido (Nietzsche dice que Dios ha muerto, Heidegger dice que ha "huido". Pero san Juan dice que el Logos está presente en cada hombre. Todo radica en escucharLo) y solo ha quedado el yo, la llamada "subjetividad" o "yo trascendental" de los idealistas, que querría arrogarse la inmensa tarea de fundar el ser con su pensar, con el trágico resultado que todos conocemos, pero que no todos reconocemos porque a algunos les parece bien así, mientras ven los efectos nefastos, pero no saben remontarse a las causas.
----------Primero con Lutero y luego con Descartes el pensamiento europeo se repliega sobre sí mismo; aunque se registra un desarrollo prodigioso de las ciencias experimentales, la atención de los filósofos y teólogos se desplaza de las cosas y la realidad al yo, de la trascendencia a la inmanencia, de lo objetivo a lo subjetivo, del bien común al bien privado, de lo universal a lo singular. La necesidad de libertad se opone a la obediencia. El deseo de afirmarse conduce a la violencia y a la prepotencia.
----------Todo debe estar en el yo y nada fuera del yo. Esto hace que, obviamente, desaparezcan el sentido social, el servicio al prójimo, la conciencia de ser parte de una comunidad bajo una autoridad que la gobierna, y, por lo tanto, la necesidad de la confianza recíproca y de la confianza en la autoridad.
----------¿Por qué este encerrarse del yo en sí mismo? Se trata, a menudo, de un refugiarse en uno mismo como reacción defensiva ante una vida social traicionera, indisciplinada y conflictiva. Este sumergirse en el propio yo no es en sí mismo algo negativo, no es malo, porque, efectivamente, nuestro yo es una grande y misteriosa riqueza ontológica e intencional, esconde lo que Freud, en el siglo XX, habría de llamar "subconsciente". Oculta un preconsciente instintivo (estudiado por Maritain) donde yacen las inclinaciones fundamentales del espíritu, de la psique y de la vida del sujeto. Este fondo misterioso, centro propulsor de todas nuestras actividades vitales, es lo que la tradición bíblica, literaria y popular llama "corazón" (véase la última encíclica del papa Francisco, que dedicó al Sagrado Corazón de Jesús).
----------Sin embargo, es necesario no sobrevalorar su importancia ontológica, el alcance de sus poderes, la amplitud de sus dimensiones y la sublimidad de sus fines, porque todo ello sigue siendo siempre algo limitado, contingente, mutable, frágil y creado. Por lo tanto, es preciso tener cuidado de evitar el narcisismo, de no hincharnos de soberbia, de no alardear, de no perder de vista la trascendencia de Dios respecto a nuestro yo, nuestra conciencia, nuestro corazón.
----------El Dios en mí de Lutero no es el mismo que el Dios en mí de Descartes. Lutero se sitúa en un plano emotivo y distingue un Deus absconditus, el Padre escondido en los cielos, terrible, iracundo, aterrador, acusador y despótico, de un Deus revelatus, misericordioso, perdonador, confiable, dulcísimo, consolador. Es el Dios encarnado, el Dios-con-nosotros, Jesucristo.
----------Aparece en la cruz "sub contraria specie": condenado mientras el juez es Él, rechazado mientras es glorioso, perdido mientras es el Salvador, pecador mientras es inocente, derrotado mientras es vencedor, abandonado por Dios mientras está unido al Padre. El Dios de Descartes, en cambio, es un Dios puro espíritu y voluntarista, pero Descartes no conoce los tonos trágicos y desesperados de la teología luterana.
----------En el subjetivismo luterano y en el cartesiano desaparecen la percepción y el respeto por el pasado, el legado de las generaciones que nos han precedido y el sentido de la tradición, porque incluso el pasado debe estar en el yo. El futuro ya no es un más allá del yo, sino que también debe estar dentro del yo. Se trata de un fenómeno ambivalente que, por un lado, constituye un progreso cultural, filosófico y moral, que permite conocer mejor el valor de la persona, de la conciencia y del espíritu; pero, por otro lado, implica una regresión, porque se vuelve al antiguo subjetivismo y egoísmo griego de Protágoras: es verdadero lo que a mí me parece verdadero; es bueno lo que es útil para mí.
----------Sin embargo, hay un punto en el que Lutero y Descartes se distancian profundamente, y es acerca del sentido cristiano de la historia. Lutero, profundamente nutrido de lecturas bíblicas y del pensamiento de san Agustín, experimenta como interés personal la historicidad del Dios que se hizo carne para nuestra salvación, aunque luego olvida el contexto histórico que lo había hecho pertenecer a la Iglesia y se separa de ella por un acto de afirmación de su yo subjetivista, que lo conduce al drama de su excomunión.
----------El yo de Descartes, por el contrario, se erige como un absoluto autosuficiente, abstracto y ajeno al tiempo y a la historia, por lo que, aunque permaneció católico, proporciona a Lutero un excelente fundamento teórico para separarse de la comunión con la Tradición, el Papa y la Iglesia.
Descubrimos nuestro yo solo después del contacto con la realidad externa
----------El interés por el yo por sí mismo y el cuidado de la propia voluntad, en la concepción realista del conocer, solo ocurre en segundo lugar, cuando el intelecto reflexiona sobre sus propios conceptos y sobre el yo que los ha producido. En este punto entra en campo de juego la voluntad, porque el pensamiento, habiendo descubierto la entidad de las cosas y del yo, estas realidades le aparecen en su bondad y por consiguiente devienen amables y objeto del querer, hasta la causa primera de lo real que es Dios.
----------Opuesta es la posición de Lutero y de Descartes. En la cuestión de la verdad ellos no confían ni se fían de lo que dice el intelecto, el cual nediante los sentidos le dice al yo cuál es la verdad sobre las cosas, sobre los demás, sobre el yo y sobre Dios. Para ellos la necesidad de verdad no es como en Aristóteles una necesidad absoluta e incondicionada, sino que está conectada con la propia voluntad.
----------El interés fundamental es el interés por el propio yo y por la propia voluntad. Por eso en esta cuestión no quieren dejar decidir al intelecto, sino que quieren decidirlo ellos mismos según su interés personal. El intelecto dice las cosas como son, cosas que no dependen de él sino que son lo que son, por lo cual pide a la voluntad de adecuarse a las cosas y al autor de las cosas que es Dios.
----------Pues bien, Lutero y Descartes no soportan esta sumisión a la realidad, al objeto. Para ellos la verdad no viene del conocimiento de una realidad fuera de mí independiente de mí, no viene de la conciencia, sino de mi conciencia, de modo que puede ser verdadero para mí lo que es falso para ti. Esta sería la libertad de conciencia, cada uno decide lo que es bueno no en base a una norma moral universal, sino según lo que él decide ser bueno y lo quiere como bueno para él. Lo cual funda en Lutero el libre examen de la Escritura y en Descartes la libertad del actuar moral.
----------Siendo el yo, el sujeto, la conciencia, el interés supremo de Lutero y Descartes, para ellos la verdad ya no será la verdad de la realidad, la verdad objetiva, el lumen publicum de san Agustín, una para todos, sino aquello que aparece al sujeto, la idea de la realidad producida por el sujeto individual, la verdad tal como aparece a la conciencia individual, al yo.
¿Por qué los luteranos han asumido la filosofía de Descartes?
----------Los luteranos se dieron cuenta de la utilidad que podía ofrecer la filosofía de Descartes para dar una explicación racional de las ideas de Lutero. Esto puede parecer a primera vista muy extraño, en atención a la feroz polémica de Lutero contra la razón enemiga de la fe y la apología de la fe que destruye la razón. Pero debemos tener en cuenta dos hechos.
----------Primero, que por mucho que podamos aceptar una doctrina que pone en luz la corrupción, la duplicidad y la soberbia de nuestra razón, nos es imposible renunciar a su necesidad de verdad, por lo cual, por mucho que estemos dispuestos a aceptar que el dato de fe crea dificultades a nuestra razón, no estamos dispuestos a renunciar totalmente a la razón.
----------Los luteranos pensaron entonces resolver este problema haciendo de modo que el mismo dato de fe devenga racional, sin por ello negar la polémica de Lutero contra la razón. Se trataba entonces de modificar el acto mismo de fe, para transformarlo de conocimiento mediado por la razón, como tenemos en la concepción católica, en experiencia inmediata del dato revelado.
----------En otras palabras, la misma Palabra de Dios viene concebida como racional, de modo que ya no se trataba del misterio supraracional en armonía con nuestra razón, revelado por Dios por medio de la Escritura y de la Tradición e interpretado por el Magisterio de la Iglesia, sino de identificar el mismo acto de fe con un acto de nuestra razón, que acoge la verdad divina, que a su vez es racional. Por tanto, para Lutero ya no es necesaria la mediación de la autoridad del Magisterio de la Iglesia para conocer la Palabra de Dios y creer en ella, porque ella misma aparece y se revela directamente en nuestra razón y en la Sagrada Escritura.
----------Este camino de identificación de la razón con la revelación comienza con Kant y culmina con Hegel, de modo que en él la razón sustituye a la fe en el sentido católico; no se da una verdad de fe supraracional, porque no hay nada por encima de la razón. Por eso, si se quiere hablar de fe, ésta no es más que una "figura de la verdad", una dimensión ingenua y popular, precrítica, del saber racional que es visión de Dios y que es la misma filosofía.
----------Así los hegelianos mostraron que la polémica de Lutero contra la filosofía y la razón en el sentido aristotélico ocultaba la superación hegeliana de la religión por parte de la filosofía: la verdadera fe cristiana es la fe racional y filosófica, fe entendida no como mediación conceptual o doctrinal fijada por la autoridad del Papa, a la manera católica, sino como verdad divina interior, de conciencia, como intuición inmediata, sentimiento y experiencia atemática.
----------Estando así las cosas, ¿qué concepto de razón, entonces, mejor que el cartesiano? En efecto la razón cartesiana está concebida de modo que no admite la posibilidad de un saber supraracional de fe, porque ellano toma nada por verdadero que ella misma no sea capaz de ver directamente o dentro o fuera de sí, o de verificar por experiencia, o de calcular exactamente, o de demostrar irrefutablemente. Ella confía solo en sí misma y no acepta nada que se le sea propuesto para creer en base a la autoridad revelante.
----------Al mismo tiempo, la razón cartesiana funciona como si fuera una revelación divina. Para Descartes es el mismo Dios quien nos asegura que esa sensación de ver un árbol en el jardín corresponde a la verdadera existencia de ese árbol en el jardín. ¿Qué mejor conciliación de la razón con la fe, si ya la razón es fe? El fideísmo coincide con el racionalismo.
----------Cuando no se sabe cómo armonizar la razón con la fe, sino que se ve una opuesta a la otra, la única manera es confundirlas o identificarlas entre ellas. Y así es como del irracionalista fideísta Lutero surge el racionalista fideísta Descartes, a su vez seguido por el racionalista absoluto y panteísta Hegel.
----------En el fondo Lutero y Descartes no hacen más que retomar la oposición de los primeros siglos entre Pelagio y Tertuliano: Pelagio, que considera la gracia no como sobrenatural y gratuita, agregada a la naturaleza, sino como una conquista y un premio de la naturaleza porque para él la fe es una razón plenamente desarrollada, un saber no mediato sino inmediato de Dios, y Tertuliano, precursor de Lutero, por el cual Tertulliano, en virtud de su odioso principio credo quia absurdum, la gracia no perfecciona la naturaleza, sino que supone su negación o destrucción. Será ésta la "naturaleza totalmente corrupta", de la que hablará Lutero.
Consecuencias sociales
----------De este modo, si Lutero concibe la ética cristiana como sujeción a la gracia de una razón irracional, Descartes entiende la ética como la fuerza de una voluntad racional que asegura al hombre su perfección sin necesidad de la gracia, que socorra y sane la naturaleza, elevándola al orden divino sobrenatural.
----------Para Lutero, la gracia basta sin la naturaleza. Para Descartes, la naturaleza basta sin la gracia. Pero siempre estamos en lo mismo. Así como los dos oponen fe y razón, naturaleza y gracia, también las confunden, llegando a decir lo mismo: la razón es la fe y la naturaleza es gracia.
----------Tanto en Lutero como en Descartes existe una voluntad de poder que solo se manifestará plenamente en el siglo XIX con Nietzsche. Al estar centrados sobre el propio yo, hay una voluntad de imponer su propio yo y sus propias ideas a los demás. Descartes argumenta, pero de manera capciosa, queriendo convencernos de que no encontramos a Dios como causa de las cosas y de nuestro propio yo percibido por los sentidos, sino como idea innata en nuestra autoconciencia. Lutero quiere hacernos creer, sin darnos ninguna prueba, que él descubrió la verdad del Evangelio contra el Papa porque se lo dijo Jesucristo en persona.
----------Lo que nos atrae en nuestra miseria como hijos de Adán pecador es el hecho de que Lutero, en la búsqueda de la salvación y de los bienes celestiales, nos propone un camino amplio y cómodo, aprovechando nuestra tendencia a evitar esfuerzos, fatigas y sacrificios, a salir de nosotros mismos para servir a los hermanos, a hacer prevalecer el espíritu sobre la carne.
----------Lutero nos asegura que en una de sus visiones -pero, ¿cómo podemos creerle?- Cristo le prometió salvarlo y que, por lo tanto, se salvarán todos aquellos que crean que son salvados, sin importar si han pecado. ¿Cristo puede engañar? Pero, sobre esta gravísima cuestión, ¿no sería mejor confiar en lo que la Iglesia católica ha dicho desde siempre con muchos argumentos razonables e infinitas pruebas de credibilidad? Esto es, ella nos dice que es cierto que el paraíso del cielo es don de la gracia, pero precisamente ¡nos concede la gracia para poder ganárnoslo con las buenas obras, sin las cuales no hay paraíso del cielo!
----------Tanto en Lutero como en Descartes, la sociedad no es un bien común, sino una pluralidad de yo absolutos, quot capita, tot sententiae, sin que aparezca ya un principio de unidad, sin valores comunes y universales. Ya no está el Papa, no existe el Magisterio de la Iglesia, no existe la Sagrada Tradición, sino que, como dice Lutero, "cada cristiano es Papa". Lo mismo ocurre con Descartes: los otros existen como relativos al yo. Pero es obvio que, si todos razonamos así, podemos imaginar fácilmente adónde va a parar la convivencia humana.
----------De la filosofía de Descartes y de la teología de Lutero es imposible recabar un concepto de sociedad o comunidad, y por lo tanto, de Iglesia. El rechazo luterano del sacramento del Orden y del oficio de Pedro no nace tanto de una falsa interpretación del Nuevo Testamento, sino que tiene como antecedente una visión ockhamista, probablemente inconsciente, de la organización de la convivencia humana, según la cual, dado que lo real es el individuo, y puesto que la comunidad está compuesta por muchos individuos, solo se percibe el bien concreto, particular y privado del individual yo, y no se logra captar el valor del bien común, del bien público, porque falta la percepción de lo universal, es decir, del unum in multis, por lo cual deviene imposible la unificación de lo múltiple. Tenemos así una colección desordenada y casual de individuos sin que se sepa por qué se llama "una" ni qué es lo que la hace ser una.
----------Si se piensa que lo múltiple se unifique por sí solo, eso es un error. Y esto parece ser precisamente el pensamiento de Lutero y Descartes. ¿Todo en torno al yo? Pero, ¿con qué derecho el yo se arroga este poder? Como ya observaba Aristóteles, si no existe uno que gobierne, no es posible la unidad de una comunidad ni la satisfacción de los intereses comunes. Pero el uno debe estar antes que los muchos; no puede surgir de los muchos, porque ellos, de por sí, solo expresan multiplicidad. Ahora bien, las Iglesias no son la Iglesia y la Iglesia no es simplemente un conjunto de Iglesias particulares. Es el uno el que produce la unidad de lo múltiple y no a la inversa. Son las Iglesias las que han nacido de la Iglesia de Jerusalén y no a la inversa.
----------En Descartes tenemos lo mismo, con la diferencia de que aquí lo múltiple es una multiplicidad de ego sum, es decir, de individuales yo absolutos, sin que haya posibilidad de una naturaleza humana universal creada por Dios, donde los individuos no sean más que una actuación concreta de la especie. Solo bajo esta condición es concebible la comunidad humana. Y también aquí se plantea nuevamente la necesidad del factor unificante, que no puede ser otro que la unicidad del jefe, el cual debe poseer la autoridad necesaria para su oficio. Pero para la razón cartesiana, es imposible el concepto de autoridad, por lo cual, desde la visión cartesiana, ¿cómo no resultará la anarquía en lugar del orden social?
----------La abolición de la monarquía durante la Revolución Francesa tuvo sus razones últimas no tanto en la voluntad popular de cambiar de régimen; no fue tanto una cuestión de elección de régimen político, sino más bien el efecto del cartesianismo social y, por lo tanto, es la correspondencia exacta de la concepción anárquica de la sociedad que llevó a Lutero a rebelarse contra el Papado.
----------Similares empresas revolucionarias no son simplemente fruto de ideas políticas, sino que suponen una metafísica y una gnoseología subjetivistas, una visión de la realidad en la cual, debido a la elefantiasis individualista del yo singular, se vuelve imposible la realidad social y la función del líder que la gobierna.
----------La relación entre razón y fe pone en juego el concepto de autoridad, tanto magisterial como gubernativa. La autoridad es la cualidad de una persona que, por su competencia en una determinada materia, merece ser creída y obedecida. El mensaje o el mandato que ella comunica es objeto de fe, pero razonable, es decir, no demostrable racionalmente, y sin embargo acorde con la razón, o sea acompañado y respaldado por garantías aceptables o pruebas de credibilidad.
----------Se presupone, en suma, la armonía entre razón y fe. En estas condiciones, el maestro o el líder tiene derecho a ser creído, escuchado y obedecido. Si, en cambio, no cumple con las condiciones mencionadas, el mensaje o el mandato pierde su credibilidad, por lo cual su imposición se convierte en violencia y abuso de autoridad, lesivo para la libertad y ofensivo para la razón del oyente o del súbdito.
----------Ahora bien, ¿qué sucede en la concepción luterana y cartesiana de la autoridad? En el caso de Lutero y de Descartes, suponemos respectivamente el fideísmo, que niega la razón, y el racionalismo, que niega la fe. Por lo tanto, es imposible la relación fe-razón necesaria en la dinámica normal de la autoridad. Esta entonces se deteriora y deviene violencia e imposición, porque Lutero no reconoce que el mensaje o el mandato debe ser razonable, mientras que Descartes pretende que el mensaje o el mandato no sea creíble, sino demostrable.
----------El luterano obedece de manera sumisa a un mensaje irracional y a un mandato despótico; el cartesiano obedece no porque confíe en el maestro o en el superior, sino porque se le ha demostrado racionalmente el valor del mensaje o del mandato. Lutero, que creía liberar a los cristianos de la tiranía del Papa, imponía sus doctrinas de manera tiránica. Los jacobinos, alimentados por el racionalismo cartesiano, pensaron, en el curso de la Revolución Francesa, en afirmar la libertad frente a la tiranía mediante el régimen del terror.
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