¿Cómo es posible que un mismo y determinado ente, supongamos Jesucristo, tenga dos naturalezas no como propiedades esenciales o accidentales del ente, sino como aquello por lo cual ese ente es ese determinado ente? ¿Dos naturalezas no hacen dos entes? ¿Jesús no tiene un único acto de ser? ¿Dos naturalezas no son el presupuesto de dos entes con su propio acto de ser? ¿Dos naturalezas no hacen dos entes diferentes? ¿Cómo hace entonces Cristo para ser un único ente con dos naturalezas? [En la imagen: Maestro de Westfalia, Trono de gloria, una pintura sobre tabla, de alrededor de 1250, Gemäldegalerie, Berlín, Alemania].
"Calamum quassatum non conteret, et linum fumigans non extinguet" (Is 42,3). Blog de filosofía y teología católicas, análisis de la actualidad eclesial y de cuestiones de la cultura católica y del diálogo con el mundo.
sábado, 7 de junio de 2025
Consubstantialem Patri (2/4)
La autoconciencia en lugar de la sustancia
----------Un filósofo contemporáneo que querría concebir la persona abandonando la noción de sustancia, es Joseph Seifert, quien así se expresa: "el ser es persona. La persona como 'yo soy' es por tanto el ser en sentido propio. La metafísica es ciencia de la persona más que ciencia de la sustancia" (Ser y persona. Hacia una fundación fenomenológica de una metafísica clásica y personalista, Ediciones Vita e Pensiero, Milán p.613).
----------Seifert (quien ha enseñado en la Pontificia Universidad Católica de Chile) evidentemente no sabe qué es la analogía del ser y de la sustancia, por lo cual reduce el ente trascendental, que abarca espíritu y materia, al solo ente categorial del espíritu y de la persona. Y no se da cuenta de que las consecuencias de una confusión semejante son desastrosas: si se reduce la materia a espíritu (Berkeley, Hegel), la materia reivindica su dignidad materializando el espíritu (Marx, Comte), por lo cual se llega al evolucionismo schellinguiano y darwiniano, al concepto de la materia eterna y pensante, de la persona como materia y de Dios como historia.
----------La persona es ciertamente el grado más alto del ser, pero la persona no es en absoluto el ser como tal. Si las cosas fueran así, como dice Seifert, la materia sería nada o mera apariencia o ilusión, como la maya india. Pero así como también el idealista debe reconocer que la materia existe, se ve constreñido a sostener que la materia también es espíritu, conciencia y pensamiento.
----------Si la materia fuera no ser, solo el espíritu-ser sería bueno; la materia sería mala y peligrosa, y tenemos a Platón. Pero si la materia es pensante, como dice Locke, la inmortalidad del alma separada del cuerpo es imposible, concebir un espíritu inmaterial es una paparrucha y la metafísica no tiene sentido, como dice Hume.
----------Seifert no tiene en cuenta que la sustancia no es solo la material, sino también la espiritual, hasta el punto de que el Concilio Vaticano I define la naturaleza divina como sustancia. Y la sustancia del Padre del dogma niceno es evidentemente sustancia espiritual, siendo Dios puro espíritu. Así también, cuando el Concilio de Viennes habla de "sustancia del alma racional" (Denz.902), no se refiere ciertamente a una sustancia material.
----------Sustancia significa simplemente subsistente, de tal manera que ya sea que en el subsistir sea una materia o sea una forma pura, esto es accidental. De otra manera, ¿cómo harían los Griegos para hablar de la hipóstasis en la Trinidad, dado que la hipóstasis corresponde a la sustancia? Por lo tanto, la reticencia a hablar de sustancia a propósito del espíritu y de la persona se debe a una noción grosera de sustancia entendida falsamente como materia o reducida a la sustancia química.
¿Qué es lo que quiere decir Hijo de Dios?
----------El concepto de "hijo de Dios" ya está presente en los textos del Antiguo Testamento y también en otras religiones. Pero claramente, en el caso del Antiguo Testamento, se trata de una metáfora, o bien, si es tomado en sentido propio, como en el caso de otras religiones, entonces se trata de las groseras visiones paganas, donde también la divinidad es sexuada. Y en tal caso no hay problema.
----------Pero si estamos hablando en una visión teológica seria, de tipo metafísico, como la del Antiguo Testamento, visión teológica que permanece en el Islamismo y en el Judaísmo, entonces en Dios no hay espacio para el sexo, por lo cual el hablar en sentido propio de un "hijo de Dios", como si Dios engendrara otro Dios, es un pensamiento blasfemo y pagano que rompe el monoteísmo.
----------Ciertamente, si nos reducimos a pensar que para el dogma trinitario de la Iglesia Dios es puramente uno y tres, tal como lo entiende el Corán, entonces se comprende el grito amenazador de los musulmanes contra los cristianos: "¡no digan tres!". Pero precisamente para evitar esta aparente absurdidad la Iglesia distingue: tres personas, una naturaleza. Sin embargo, está claro que aquí es necesario modificar el concepto corriente de persona como sustancia, de lo contrario estaríamos de nuevo como al principio.
----------Es necesario recurrir al concepto de relación subsistente, como ya fue proyectado por san Agustín de Hipona y confirmado por el Concilio de Florencia de 1439. En efecto, relación significa ser-hacia (pros ti), por lo cual nos es útil para expresar el hecho de que las Personas divinas están de varios modos por esencia, no por voluntad, dirigidas las unas hacia las otras o relativas a las otras.
----------La operación llevada a cabo por la Iglesia ha sido entonces la de separar el existir accidental (esse-in) de la relación de su esencia (esse-ad), y la de dar subsistencia y, por tanto, personalidad a la relación.
----------Así también el dogma cristiano de Dios que se une a una mujer para engendrar un individuo humano, que es hombre y Dios, para el Islamismo no es más que mera mitología pagana, porque los islámicos no entienden, como bien aclara el dogma calcedonense, que en Cristo las dos naturalezas permanecen perfectamente distintas y no hay ninguna mezcla o confusión, ni la una deviene la otra ni se transforma en la otra. Sino que una sola es la Persona, engendrada ab aeterno como Dios y en el tiempo como hombre, Hijo de Dios e hijo del hombre, nacido de María, o sea el Hijo de Dios encarnado.
----------Una cosa importante del Concilio de Nicea es que considera a Jesús como Dios de Dios, es decir, Dios Hijo de Dios Padre. Aparecen, por lo tanto, dos Personas de la Santísima Trinidad. El Concilio no explica en qué consiste esta generación y cómo es posible que una Persona divina engendre otra Persona sin evitar el diteísmo y qué sentido puede tener un engendrar en Dios puro Espíritu, donde el sexo no existe.
¿Por qué ha nacido el Islam?
----------Será éste, en el siglo VII el obstáculo puesto por Mahoma a la difusión del cristianismo. Por desgracia, la Iglesia no respondió a la objeción de Mahoma, que en cambio atrajo a muchísimos, hasta el punto de hacer surgir una nueva religión que aún hoy cuenta con cientos de millones de fieles. Si la Iglesia hubiera respondido de inmediato a la objeción de Mahoma, aclarando cómo son las cosas, tal vez la humanidad se habría ahorrado la inmensa tragedia del enfrentamiento sangriento entre cristianos y musulmanes que ha durado siglos y hasta hoy, que incluso aunque no exista un conflicto armado, no hay una clara posibilidad de solución.
----------Está claro, sin embargo, que el Islam también tiene otras raíces y otras motivaciones. Es necesario aquí recordar la situación histórica en la cual ha surgido Mahoma, pues existía un pueblo árabe pobre e ignorante, sumamente explotado y maltratado por el altanero y prepotente Imperio bizantino de los cristianos, cuyos teólogos se vanagloriaban de llamarse genios, por el mero hecho de haberse enredado en infinitas, inútiles, sofisticas y cavilosas discusiones del dogma trinitario. La palabra "bizantinismo" lo dice todo.
----------Se comprende el sentido de humillación que el pueblo árabe sentía frente a la arrogancia de la cultura bizantina, que por su impresionante riqueza, tenía como objetivo someter intelectualmente a los árabes. Se comprende entonces llegados a este punto la gratitud de los árabes hacia Mahoma, que, cual nuevo Moisés, se hizo cargo de la liberación de su pueblo de la esclavitud bizantina.
----------Hombre ciertamente religioso y genial y al mismo tiempo habilísimo organizador, estratega y jefe político, Mahoma creía que los dogmas cristianos fueran adiciones puramente humanas a lo esencial que se encuentra en el Antiguo Testamento y en algunos mitos paganos de su pueblo. Pensó que la religión debía ser liberada de esas adiciones dañinas y ser reconducida a lo esencial, que debía ser el culto al único Dios, la escucha de los profetas y la observancia de los mandamientos divinos. Por consiguiente Mahoma se acercó al hebraísmo, pero, como he dicho, haciendo una síntesis original con la utilización de la precedente religión árabe y sin despreciar también algunos elementos tomados del Evangelio.
----------Pero aquí aparece la diferencia entre Mahoma y el rabinismo: que mientras éste aprobaba el asesinato de Jesús juzgado falso Mesías, impío y blasfemo, Mahoma se sintió impresionado por la figura de Jesús, en la cual vio a un gran profeta, de modo que el Corán reprende a los judíos por matar a Jesús. Claro que también Mahoma pensó que Jesús había exagerado al considerarse a sí mismo como Dios. Y sin embargo, lo ve como su predecesor en la revelación de la verdadera religión. Por eso también los musulmanes como los judíos nunca han entendido el misterio de la Encarnación y la explicación que dio el Concilio de Calcedonia.
Clarificación de la enseñanza nicena
----------Hemos debido esperar a santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, para tener una clara explicación, después de los primeros bosquejos de los Padres de la Iglesia, de lo que significa engendrar en Dios gracias a la referencia que Tomás hace a san Juan, el cual explica precisamente que el engendrar en Dios se debe entender como producción del pensamiento y no en sentido sexual, como sucedía de la unión entre el dios y la diosa de la mitología pagana, de modo que María no es Madre de Dios porque sea una diosa, sino solo en el sentido de que su Hijo es el Dios encarnado, una persona en dos naturalezas. María da a Cristo sólo la humanidad, mientras que la divinidad depende de Dios Padre. Y en efecto el Hijo es el Logos del Padre.
----------Por cuanto respecta al Antiguo Testamento, se habla sí de Dios como padre, del hecho que somos sus hijos y del espíritu de Dios, pero se trata de simples metáforas, que también se encuentran en las otras religiones monoteístas, salvo que entre los politeístas, no hay dificultad para admitir que un dios o una diosa nazca de la unión de un dios con una diosa o una mujer.
----------Pero está claro que aquí estamos en un nivel muy bajo de religión, en la cual está ausente el concepto verdadero y completo de divinidad y a la verdadera divinidad se la ha sustituido simplemente por un personaje de carne y hueso (véase los dioses de Homero), un hombre o una mujer más poderoso que el hombre y feliz de una felicidad de la cual el pobre mortal no puede gozar.
La distinción de las dos naturalezas
----------El Antiguo Testamento sabe bien que existe un único Dios, pura sustancia espiritual, por lo tanto persona, que nada tiene que ver con la generación sexual. El Antiguo Testamento define y distingue muy bien los atributos propios de la naturaleza humana de los atributos de la naturaleza divina.
----------La naturaleza humana es finita, temporal, compuesta, creada, ignorante, fabricadora, contingente, cambiante, pasible, frágil, pecable, creada. La naturaleza divina es infinita, eterna, simple, increada, omnisciente, omnipotente, creadora, inmutable, impasible e inocente.
----------Dios, creador de todo, está por encima de todo y no hay nada que le esté a la par y que no dependa de Él o que sea parangonable a Él. No hay otro Dios fuera de Él. Es por tanto impensable otro Dios, que sea al mismo tiempo hombre, junto y a la par del Dios Padre y creador.
----------Excepto que por desgracia los Judíos aún hoy no han entendido -es el "velo sobre sus ojos", del que habla san Pablo- que Cristo no es otro Dios distinto y junto al único Dios, el Dios Padre del Antiguo Testamento y de Moisés, el ipsum Esse subsistens. Sino que Jesús es el único Dios como el Padre es el único Dios, porque Jesús y el Padre no son dos dioses, sino el único Dios. Por lo tanto, el monoteísmo está perfectamente a salvo.
----------Claro que existe, sin embargo, una grave dificultad que debemos resolver: nuestro Señor Jesucristo es evidentemente ese determinado ente individual con su propia esencia y su propio acto de ser, como sucede para todo ente. En nuestra experiencia común todo ente tiene su propia naturaleza, que es una sola, o sea la naturaleza de ese ente. Puede tener varias facultades o cualidades o propiedades, todas emanantes de él. Pero su esencia o naturaleza no es una propiedad suya del mismo modo que esos accidentes. Esa determinada naturaleza no es más que aquel poder ser tal, que, actuado por el acto de ser tal, constituye esencialmente ese determinado ente con esa determinada naturaleza y con su propio acto de ser.
----------Ahora bien, nos preguntamos: ¿cómo es posible que un mismo y determinado ente, aquí Jesucristo, tenga dos naturalezas no como propiedades esenciales o accidentales del ente, sino como aquello por lo cual ese ente es ese determinado ente? ¿Dos naturalezas no hacen dos entes? ¿Jesús no tiene un único acto de ser? ¿Dos naturalezas no son el presupuesto de dos entes con su propio acto de ser? ¿Dos naturalezas no hacen dos entes diferentes? ¿Cómo hace entonces Cristo para ser un único ente con dos naturalezas?
----------Respondemos que el acto de ser de Cristo es ciertamente uno solo, como para todo ente, Dios incluido, y es el acto de ser de la Persona divina, con su propia naturaleza divina. Ahora bien, el acto de ser en la Persona no es más que el acto de subsistir. Por lo tanto, así como la naturaleza humana de Cristo no tiene su propia subsistencia humana, si no tendríamos el absurdo de dos personas, así tampoco tiene un propio acto de ser, sino que le viene comunicado por la Persona del Verbo, al cual está hipostáticamente unida.
----------En otras palabras, como la naturaleza humana de Cristo subsiste gracias a la subsistencia del Verbo, así su humanidad ejerce el acto de ser gracias al acto de ser del Verbo. Así vemos cómo la unidad de ser en Cristo, no obstante las dos naturalezas, es ciertamente misteriosa, y por eso es objeto de fe, pero no ofende en absoluto a las exigencias de la razón y a los principios de la metafísica.
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Estimado padre Filemón,
ResponderEliminarMe sorprendió su siguiente declaración:
"...el Corán reprende a los judíos por matar a Jesús".
Siempre había creído que la religión de los islámicos negaba que aquel, que consideran el profeta más importante después de Mahoma, hubiera muerto en la cruz.
De Wikipedia transcribo lo siguiente:
"Sobre la figura de Jesús en particular el Corán recuerda doctrinas gnósticas y docetistas, sosteniendo que en la cruz habría sido sustituido por un doble o con un simulacro, solo aparentemente dotado de vida."
Y se lee en el Corán: "...y por haber dicho: 'Hemos matado al Cristo, Jesús hijo de María, Mensajero de Dios', cuando ni lo mataron ni lo crucificaron, sino que alguien fue hecho a sus ojos semejante a Él (y en verdad aquellos cuya opinión es divergente sobre este tema, ciertamente no dudan ni tienen ciencia de esto, sino que siguen una conjetura, que, por cierto, ellos no lo mataron, pero Dios lo levantó hacia sí, y Dios es poderoso y sabio."
(Corán, IV:157-158)
Estimado Raúl,
Eliminarla cuestión que usted me plantea es muy interesante, de primera importancia en el diálogo con los musulmanes y también con los judíos. He leído el Corán varias veces y recuerdo perfectamente lo que he dicho, aunque no puedo citar el pasaje.
Comprendo muy bien la dificultad que usted me plantea, con lo que he leído yo, citándome un pasaje del Corán. Pero lo que he dicho y el pasaje que me cita no se excluyen mutuamente. En efecto el pasaje citado por usted dice simplemente que en la cruz no estaba el cuerpo real de Jesús, sino, siguiendo una doctrina gnóstica docetista, había un solo cuerpo aparente, mientras que el verdadero cuerpo de Jesús fue asunto a cielo por Dios.
El error de Mahoma, por lo tanto, no consiste en reconocer que Jesús fue asunto al cielo por Dios, sino en considerar con los docetistas que el cuerpo de Jesús, al no ser un cuerpo real, no estuvo sujeto a la muerte. Entonces aquí entendemos que para el Corán hablar de un sacrificio de Jesús por nuestra salvación no tiene ningún sentido, ya sea tanto porque sostienen que Jesús no murió como porque niegan la divinidad de Cristo.
En la primera homilía pronunciada en la Santa Misa pro Ecclesia, el Papa León XIV dijo:
Eliminar“Y hay también ‘contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido únicamente a una especie de líder carismático o de superhombre’, y esto ‘no solo entre los no creyentes’ —subraya León XIV— ‘sino también entre muchos bautizados, que terminan viviendo’, lamentablemente, ‘un ateísmo de hecho’.”
Palabras muy pertinentes, aunque neciamente cuestionadas por el autodenominado teólogo Vito Mancuso.
Ahora me pregunto: si entre los bautizados, entre quienes se definen genéricamente, culturalmente... cristianos, considerar que Jesús fue solo un sabio, un líder, un superhombre pero no el Hijo de Dios y Dios mismo, constituye un “ateísmo de hecho”... ¿por qué no se podría aplicar la misma consecuencia a un musulmán, dado que también lo considera solo un profeta?
Quien se profesa cristiano pero no cree que Jesús sea la segunda Persona de la Santísima Trinidad cae en la más grave contradicción, pues niega en lo profundo aquello que pretende profesar, ya que un Dios Padre sin Cristo (y/o sin el Espíritu Santo) no es el verdadero Dios, y por lo tanto se convierte en un “ateo de hecho”. Pero, ¿no es también esta, de algún modo, la condición del islámico que sí profesa la fe en el único Dios de Abraham, pero rechaza considerar la filiación divina de Jesús?
A la luz de las palabras del Papa León, me resulta aún más difícil aceptar el pasaje de la Nostra Aetate: “La Iglesia también mira con estima a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres”, y lo que ha seguido, como la Declaración de Abu Dhabi.
Que los musulmanes crean en un Dios “único”, en cuanto monoteístas, es correcto, pero decir que su Dios, que no ha enviado a Su Hijo a morir en la cruz para redimirnos, es “el mismo” Dios en el que creemos nosotros... me parece casi blasfemo: la Trinidad, Jesucristo y el Espíritu Santo no son “opcionales” que puedan eliminarse de Dios, y lo que queda seguiría siendo el mismo Dios para cristianos, islámicos y judíos.
Me parece que en este punto los tradicionalistas no están del todo equivocados.
Estimado Raúl,
Eliminarla convicción acerca de la divinidad de Cristo en los cristianos nace de su fe, por lo cual, si ellos voluntariamente abandonan tal fe, no pueden estar sin culpa. Cuando el papa León habla aquí de ateísmo, evidentemente no habla de ateísmo especulativo, sino de ateísmo práctico. En efecto, quien comete pecado, de hecho no reconoce el primado de Dios en su vida y esto equivale a negar su existencia.
Diferente es el caso del musulmán, quien ciertamente está llamado a creer en Cristo, pero por causas independientes de su voluntad es fácil que él niegue la divinidad de Cristo, no de manera maliciosa, sino simplemente por ignorancia. En este caso está excusado y por otra parte sigue creyendo en Dios. En estas condiciones puede llegar a una fe implícita y por tanto salvarse.
El discurso del Concilio Vaticano II debe ser interpretado de la manera correcta. Cuando el Concilio dice que las tres religiones monoteístas adoran al mismo Dios Uno, Providente y Creador del mundo, se refiere a la existencia objetiva de Dios y no a las ideas o conocimientos sobre Dios propios de las tres religiones.
Le hago una comparación muy simple, que ayuda a entender. La luna evidentemente es siempre la misma para los cristianos, para los judíos y para los musulmanes. O se puede decir así, el conocimiento que el hombre tiene hoy de la luna es diferente del que tenía en el Medioevo, pero la luna es siempre tal.
Volviendo al discurso teológico, el Concilio nos quiere decir que no es que haya un Dios Trinitario para los cristianos y un Dios no Trinitario para los judíos y los musulmanes. Dios en Sí Mismo es el Dios Trinitario. ¿Qué es lo que cambia entonces? ¿Qué hay de diferente? No es que haya tres Dioses, uno para los cristianos, uno para los judíos y uno para los musulmanes, sino que hay tres teologías: aquella que es la más completa, que es la de los cristianos, que saben que Dios es Trinitario; y aquella de las otras dos religiones, que no han recibido directamente la revelación del Dios Trinitario.
Estimado padre Filemón,
EliminarComprendo perfectamente su discurso y aprecio su valor. Sin embargo, aún me queda cierta perplejidad.
Intentemos sintetizar de forma lógica ese pasaje de Nostra Aetate (corríjame si me equivoco). Analicemos el siguiente primer silogismo.
Primer silogismo:
- Premisa mayor:
El verdadero y único Dios es la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), revelada por Jesucristo, el Hijo del Padre hecho hombre, que murió en la cruz para nuestra redención y resucitó.
- Premisa menor:
Los musulmanes creen que Dios no es la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) revelada por Jesucristo, el Hijo del Padre hecho hombre, que murió en la cruz para nuestra redención y resucitó.
- Conclusión:
Los musulmanes no creen en el verdadero y único Dios.
¿La premisa mayor es verdadera? Sí.
¿La premisa menor es verdadera? Sí.
¿La conclusión presenta una desviación lógica respecto a las premisas? No me parece.
Pero si esto es así, la conclusión del silogismo debe ser necesariamente verdadera.
Si usted me objetara que la premisa mayor es verdadera solo para nosotros los cristianos, pero no para los musulmanes, ya que no poseen (y no tienen culpa de ello) la misma comprensión de Dios que tenemos nosotros, pero aun así nosotros y ellos creemos en el único Dios, tendríamos este segundo silogismo:
Segundo silogismo:
- Premisa mayor:
Tanto los cristianos como los musulmanes creen en el verdadero y único Dios.
- Premisa menor:
Los cristianos, a diferencia de los musulmanes, creen que Dios es la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), revelada por Jesucristo, el Hijo del Padre hecho hombre, que murió en la cruz para nuestra redención y resucitó.
- Conclusión:
La Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), la encarnación del Hijo en Jesucristo, su muerte en la cruz para nuestra redención y su resurrección, son aspectos no esenciales del verdadero y único Dios, y por lo tanto secundarios, no afectan la verdadera naturaleza de Dios.
Si ambas premisas de este segundo silogismo fueran verdaderas, entonces su conclusión también lo sería.
Pero esta conclusión es para nosotros inaceptable y lógicamente contradice la premisa mayor del primer silogismo, que hemos afirmado como verdadera.
Por lo tanto, en este segundo silogismo debe haber un defecto.
¿La premisa menor es verdadera? Sí, de hecho, es la unión de las dos premisas del primer silogismo, que hemos dicho que son ambas verdaderas.
Entonces, inevitablemente, la premisa mayor es la que falla, es decir, no es cierto que tanto los cristianos como los musulmanes crean en el verdadero y único Dios.
Conclusión:
Me pregunto, ¿cómo es posible que, al representar de forma lógica lo que se afirma en ese pasaje de Nostra Aetate, siempre haya algo que no funcione perfectamente?
Ejemplo metafórico 1:
EliminarEl Padre Filemón y yo nos encontramos en un espacio abierto y, en un momento dado, vemos a lo lejos a un hombre que se acerca.
Tanto él como yo creemos haberlo reconocido como alguien llamado Mario Rossi, es decir, una persona única e irrepetible cuyo nombre es Mario y apellido Rossi, a quien ambos hemos tenido la oportunidad de conocer personalmente.
Raúl dice: “Ese hombre es Mario Rossi y lleva una chaqueta azul”.
El Padre Filemón dice: “Sí, ese hombre es Mario Rossi, pero lleva una camisa celeste”.
En realidad, el hombre que se está acercando es, efectivamente, el único Mario Rossi que conocemos, solo que cada uno de nosotros atribuye características diferentes a su vestimenta. Podemos decir que ambos creemos, correctamente, que ese hombre es el Mario Rossi que conocemos, tal como es en realidad, aunque no estemos de acuerdo sobre su apariencia exterior.
En conclusión, en ese momento, tanto el Padre Filemón como yo creemos (que vemos) al único y verdadero Mario Rossi que conocemos. Y, de hecho, así es. Las diferencias en la apariencia exterior que creemos ver son completamente secundarias, diría que incluso irrelevantes.
Ejemplo metafórico 2:
EliminarLa misma situación de antes: un hombre se acerca hacia nosotros.
Yo creo reconocerlo como el mismo Mario Rossi de antes. Usted, en cambio, cree reconocerlo como otra persona que conoce, llamada Dario Bianchi.
Raúl dice: “Ese hombre es Mario Rossi”.
El Padre Filemón responde: “No, ese hombre se parece a Mario Rossi, pero es Dario Bianchi”.
En la realidad, existe un único individuo llamado Mario Rossi y un único individuo llamado Dario Bianchi. Se parecen, pero ontológicamente no pueden ser "la misma" persona, pues esto violaría el principio de no contradicción. Entonces, ¿quién es realmente el hombre que se acerca? ¿Mario Rossi o Dario Bianchi?
Cuando el sujeto se acerca lo suficiente, reconozco mi error y digo: “Tenía razón usted, Padre Filemón. Aquel que yo creía que era Mario Rossi y que efectivamente se le parece, en realidad no es Mario Rossi”.
En conclusión, no hay duda de que, en la realidad externa a nosotros dos, existe un único y verdadero Mario Rossi, así como existe un único y verdadero Dios. Pero yo, anteriormente, creí erróneamente haber visto a Mario Rossi y denominé como "Mario Rossi" a alguien que se le asemejaba, pero que ontológicamente no era Mario Rossi.
Si, en estos dos ejemplos, sustituimos a Mario Rossi por Dios, a Raúl por "el musulmán" y a usted por "el cristiano", podemos notar que el primer ejemplo representa lo que Nostra Aetate intenta transmitir: tanto el musulmán como el cristiano ven/creen en el mismo, único y verdadero Dios, aunque le atribuyan características diferentes.
Pero, ¿y si el segundo ejemplo fuera más cercano a la realidad? Es decir, si yo/el musulmán, convencido, denomino como Mario Rossi/Dios a alguien que, en verdad, no es el único y verdadero Mario Rossi/Dios, sino solo alguien que se le asemeja.
En este sentido, podríamos decir que el Dios en el que creen los musulmanes, debido a sus características de monoteísmo, creador, misericordioso, etc., se asemeja al único y verdadero Dios. Se parece, sí, pero no es el mismo único y verdadero Dios, que no puede prescindir de ser la Santísima Trinidad.
Estimado Raúl,
Eliminarestá claro que Dios es el Dios Trinitario y sabemos igualmente bien que los musulmanes reconocen la existencia de Dios, pero se niegan a admitir el Misterio de la Santísima Trinidad.
Ahora bien, ¿qué es lo que hace el Concilio Vaticano II? Hace una operación totalmente legítima, porque reconoce que nosotros cristianos y musulmanes reconocemos la existencia de Dios y adoramos al único Dios verdadero.
Con todo esto queda claro que para el Concilio nosotros los cristianos, que sin mérito poseemos en Cristo la plenitud de la verdad, es decir sabemos que Dios es Santísima Trinidad, tenemos el deber de esforzarnos por conducir a nuestros hermanos musulmanes a la fe en Cristo.
Este discurso del Concilio supone la distinción entre la religión natural y la religión revelada. Nosotros y los musulmanes sabemos que Dios existe y lo adoramos en base a la religión natural, que todos los hombres, en cuanto seres razonables, pueden practicar. En esto consiste la fraternidad universal, de la que hablaba el Papa Francisco y que ha sido reconocida en la convención de Abu Dhabi.
Los cristianos no practicamos solamente una religión natural, sino que hemos recibido de Dios la gracia de acoger también esa religión sobrenatural, que fue fundada por Cristo.
Ahora bien, los musulmanes están privados de esta religión. ¿Tienen culpa? ¿No tienen culpa? Hay que ver caso por caso, porque hay quien no cree por malicia y hay quien no cree porque de buena fe no tiene razón para creer.
En este punto se sitúa nuestro trabajo de evangelización y aquí hay que conectar la Nostra Aetate con el decreto Ad Gentes, que enseña lo que debemos hacer para difundir el Evangelio entre los no cristianos.
Estimado Raúl,
EliminarHe dicho y repetido que el ser trinitario coincide con el mismo ser divino. Pero también he recordado cómo el Concilio Vaticano II admite la verdad de la religión natural, reconociendo que nosotros y los musulmanes, en base a la razón, sabemos que Dios existe. Hay que distinguir el ser divino, que coincide con la Trinidad, del conocimiento que tenemos de Dios.
Esta distinción permite al Concilio admitir que los musulmanes conocen al verdadero Dios, aunque no sepan, o no quieran saber, que el verdadero Dios es trinitario.
Puedo añadir que Dios ha querido hacerse conocido por todos los hombres en base a la simple razón natural, pero que luego, después del pecado original, ha querido por su misericordia agregar al conocimiento natural de Dios ese saber sobrenatural, que es objeto de la revelación cristiana.
El hecho de que el musulmán, como ser razonable, sepa que Dios existe, puede acompañarse con su ignorancia, culpable o no culpable, del hecho de que Dios es trinitario. Por lo tanto, nos corresponde a los cristianos iluminarlo sobre este punto.
El hecho de que los musulmanes, debido a la educación familiar recibida y a la tradición geocultural en la que arraigan sus raíces, puedan no ser responsables de haber rechazado el cristianismo, no nos autoriza, por ello, a realizar una operación de reduccionismo sobre el único y verdadero Dios, aun cuando el propósito en sí sea bueno, al abrazar fraternalmente a los creyentes de otras religiones.
EliminarNuestro Señor no nos dijo: “Yo, junto con otros, soy el camino, la verdad y la vida. Hay más caminos, además del mío, para llegar al Padre”, sino: “Jesús le dijo: ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí’” (Jn 14,6).
Nadie está autorizado a “corregir” las palabras de Jesucristo, ni siquiera el Papa.
Afirmar que cristianos y musulmanes creen en el único y verdadero Dios significa decir que Alá coincide fundamentalmente con la Santísima Trinidad, o que “Alá” y “Santísima Trinidad” son simples nombres que los hombres habrían dado al único y verdadero Dios, minimizando o incluso anulando las enormes diferencias de sustancia teológica que subyacen tras esos nombres.
Como siempre sucede cuando se comienza a ceder en una cuestión de principio, el agujero se amplía cada vez más hasta convertirse en un abismo, porque se cae en lo que los anglosajones llaman the slippery slope (la pendiente resbaladiza), en la que uno se ilusiona con poder frenar la caída… Y así, después de Nostra Aetate, llegaron los encuentros interreligiosos de Asís de 1986 bajo Juan Pablo II, en los que la estatua de Buda fue colocada sobre el Sagrario de la Iglesia de San Pedro, y los indios pieles rojas prepararon sus calumet de la paz sobre el altar de la Iglesia de Santa María la Mayor; la entronización del ídolo pagano de la Pachamama en el Vaticano bajo Francisco; la Declaración de Abu Dabi, hasta las palabras del propio Francisco según las cuales todas las diferentes religiones son “caminos” para llegar a Dios.
Lo que Nostra Aetate había reservado solo a las religiones abrahámicas terminó, de algún modo, extendiéndose a todas las demás, incluidas las paganas.
Después, lamentarse porque en nuestras celebraciones eucarísticas, así como en las reflexiones de tantos teólogos católicos, el sacrificio de Cristo en el Gólgota y en la Santa Eucaristía se atenúa cada vez más, se oscurece o se sustituye por una “mesa de comunión, banquete comunitario”, “memoria pascual, memoria de la Última Cena”... resulta inútil, porque la cruz de Cristo se vuelve cada vez más incómoda de comprender, y, en el fondo, aunque no se tenga el valor de admitirlo explícitamente, se plantea la pregunta: “En definitiva, si uno se salva también creyendo en otras religiones e incluso si no cree en absoluto... ¿era realmente necesario que Jesús sufriera de ese modo en la cruz?”.
Si la Iglesia no encuentra el valor de revisar algunos aspectos problemáticos del Vaticano II, y aún más del llamado post-Concilio, creo que el catolicismo se protestantizará cada vez más, y las contradicciones entre progresistas y tradicionalistas se exacerbarán aún más.
Estimado Raúl,
Eliminarla correcta comparación no es la suya, sino la que yo le propongo, permaneciendo en la modalidad de su comparación.
Los dos conocemos a Mario Rossi, solo que yo sé que le ha nacido un hijo y usted no lo sabe. ¿Qué significa eso? Puede ser una buena representación de la diferencia entre lo que nosotros sabemos de Dios y lo que los musulmanes no saben.
Ciertamente nosotros, los cristianos, que conocemos el Misterio trinitario, vemos que los musulmanes lo niegan. En este punto no podemos no decir que ellos están en el error. Sin embargo, también debemos reconocer que, con su razón, saben que Dios existe, pero por desgracia no tienen la fe cristiana. No está excluido que Dios les dé a ellos una fe implícita.
Por lo tanto debemos reconocer que desde el punto de vista de la razón natural están en la verdad, pero en cuanto a la revelación cristiana la niegan, tengan o no tengan culpa.
Estimado Raúl,
Eliminarel Concilio no hace ningún reduccionismo: dice claro y redondo que debemos anunciar el Misterio trinitario a todo el mundo, por lo tanto a los musulmanes incluidos, pero no hay que confundir el decreto Ad Gentes con la declaración Nostra Aetate. Este segundo documento es solo el punto de partida para pasar a la aplicación del Ad Gentes. Sin embargo, tampoco el objetivo del primer decreto es siempre fácil de aplicar, porque no siempre es fácil ponerse de acuerdo con los musulmanes sobre los atributos del único Dios.
La declaración Nostra Aetate efectivamente pone en evidencia los puntos que tenemos en común, pero para introducir a los musulmanes a aceptar la revelación cristiana, primero habría que corregir ciertos errores de su teología natural. El papa Benedicto XVI en Ratisbona ha aludido a la concepción musulmana voluntarista de la divinidad. Pero desgraciadamente, como sabemos, hubo en el mundo islámico una violenta reacción. El papa Francisco, al ver esta reacción, prefirió detenerse en los puntos en común y pasar por alto los errores.
Ningún católico normal se atreve a decir que Aláh es la Santísima Trinidad o que la Santísima Trinidad es un nombre añadido a Aláh. De hecho, cuando decimos Aláh, nos referimos ciertamente al único Dios en el que también nosotros creemos, pero como he dicho, en la concepción islámica de Dios hay errores. Por lo tanto, lo primero que hay que hacer es enseñar a los musulmanes todos los verdaderos atributos de Dios.
Si con el nombre Aláh, un musulmán que ha alcanzado una correcta teología natural, quiere decir lo que nosotros llamamos Dios, en este punto también el musulmán, si es iluminado por la fe, reconocerá con nosotros que Dios es Trinidad, es decir será capaz de entender que Dios es uno y trino, Uno en la naturaleza y Trino en las personas.
Estimado Raúl,
Eliminarla doctrina de Nostra Aetate no es en absoluto un principio peligroso, que puede llevar a consecuencias cada vez más graves, como ocurrió con el pensamiento de Lutero y Descartes, de los cuales al final surgieron el nazismo y el comunismo, sino que esta declaración conciliar pone un criterio muy preciso que consiste en reconocer los puntos teológicos en común existentes entre las tres religiones monoteístas.
Quien se atiene a este criterio no corre ningún peligro de indiferentismo, porque se trata de verdades objetivas e indiscutibles propias de la religión natural.
Por cuanto respecta a las famosas Jornadas de oración de Asís, una reflexión subsecuente, hecha por el mismo san Juan Pablo II, llevó al cese de estos encuentros bastante discutibles.
Lo que fue muy diferente fue la convención de Abu Dhabi, porque se ha mantenido estrictamente dentro de los límites fijados por Nostra Aetate.
Estimado Raúl,
Eliminarsé que la moral protestante o genderista o modernista o secularista, es más cómoda que la católica, con las austeridades que ella conlleva por el hecho de que nos pide participar en el sacrificio de Cristo. Sin embargo, si somos honestos, debemos reconocer francamente que el mensaje y el ejemplo de Cristo poseen una credibilidad y una pureza doctrinal y moral que superan a la de las otras religiones. Por eso, quien se da cuenta de esta superioridad del catolicismo sobre las otras confesiones cristianas y sobre las otras religiones, efectivamente está obligado a seguir a la Iglesia católica, aunque esto cueste más. Pero está claro que nos espera ya desde esta vida el céntuplo que Jesús nos ha prometido y la beatitud en la vida futura.
La tarea que deberá asumir el nuevo Papa será la de una plena y auténtica realización de las doctrinas conciliares, como ha tratado de hacer el papa Francisco. En cuanto a la pastoral, ya Benedicto XVI dijo que en parte podía ser discutida. Se refería a una cierta tendencia buenista o demasiado optimista, que ha causado el actual laxismo y una falsa concepción de la misericordia, que confina en la complicidad y connivencia con el pecado.
Estimado Padre Filemón,
ResponderEliminarle agradezco la atención que ha dedicado a mis comentarios.
Quisiera hacer solo una última consideración sobre este tema.
Usted escribió:
"El hecho de que el musulmán, como ser racional, sepa que Dios existe, puede acompañarse con su ignorancia, culpable o no culpable, del hecho de que Dios es trinitario".
No estoy de acuerdo: la "ignorancia" del musulmán respecto al hecho de que Dios sea uni-trino no me parece el término apropiado. No es que, en el caso de que el musulmán llegue a conocer, incluso del modo más adecuado, la Santísima Trinidad, pueda proceder a "implementar" su Alá, atribuyéndole en su ser las tres relaciones subsistentes, etc., ni tampoco podría luego introducir la encarnación del Hijo y su muerte en la cruz. La teología (si así queremos llamarla) islámica niega con todas sus fuerzas la posibilidad de una evolución, incluso mínima, en tal sentido. De hecho, usted mismo lo recordó al citar el coránico "no digáis tres".
En la práctica, un islámico que intentase "adaptar" a Alá los misterios de la Santísima Trinidad y de la Encarnación tendría que desmantelar tanto la concepción actual de Alá que, de esta, además del monoteísmo, solo quedarían algunos elementos, algunas semillas de verdad. En otras palabras, debería cambiar la concepción islámica de Dios por la cristiana, cambiar, repito, no hacer evolucionar gracias a nuevos conocimientos adquiridos. En resumen, tendría que convertirse al Cristianismo. Y precisamente el cambio de concepción de Dios, es decir, el paso de la concepción islámica a la cristiana, certifica, en mi opinión, que la primera era otra distinta respecto a la última, es decir, que el Dios de la concepción islámica es otro respecto al Dios de la concepción cristiana: no son, en este sentido, el "mismo" Dios, en cuanto a la concepción de Dios, por muchas similitudes que puedan existir y aunque luego, fuera de las mentes humanas, haya un único y verdadero Dios.
Por lo tanto, en mi opinión, era plenamente compartible lo que los pontífices hasta Pío XII, es decir, los anteriores al Concilio, habían afirmado sobre las otras religiones, y es decir, que contienen semillas de verdad y, en particular, respecto a los otros dos monoteísmos abrahámicos, el Judaísmo y el Islam, estas semillas de verdad compartidas con el Cristianismo son ciertamente mayores en cantidad y calidad respecto a otras religiones como, por ejemplo, el Hinduismo o el Confucianismo. Se podía haber detenido ahí, pero el Concilio Vaticano II, sin duda animado por nobles intenciones, quiso ir más allá, llegando, sin embargo, a una formulación, como la de Nostra Aetate, que sesenta años después del final del Concilio resulta hoy de todo menos pacífica dentro de la cristiandad, e incluso en ocasiones causa división y continuos debates.
Estimado Raúl,
Eliminarel musulmán que, gracias a la fe, llega a reconocer que Dios es Trino, evidentemente corrige la concepción que anteriormente tenía de Dios, la cual implicaba la convicción de que la Trinidad sea una absurdidad.
Ciertamente, ellos llaman Aláh a Aquel que es Dios, pero, como he dicho, se equivocan en algunos atributos. En este punto, algunos cristianos consideran que sería bueno que el musulmán, al convertirse, dejara de llamar a Dios con el nombre de Aláh y lo llamara Dios, porque en el nombre "Dios" tenemos todos los atributos adecuados que encontramos también en la teología de santo Tomás.
Estimado Raúl,
Eliminarestá claro que uno de los fines de la evangelización es trabajar por la conversión de los musulmanes.
Dicho esto, como ya le he dicho, la concepción islámica de Dios en su conjunto es buena, salvo algunos defectos. Usted mismo podría intentar hacer una comparación entre los atributos divinos en santo Tomás y en el Corán y verá que hay casi una plena correspondencia.
Si hay una concepción de Dios que debe ser reconstruida de principio a fin, es la de los modernistas, por lo cual cabe decir que los musulmanes están más cerca del cristianismo que los modernistas.
Estimado Raúl,
Eliminarya le he dicho que, desde el punto de vista de la teología natural, hay pocas correcciones que aportar, y tal vez por eso la declaración Nostra Aetate no habló de ellas, sino que solo citó las verdades que tenemos en común.
Está claro, entonces, que este documento no debe tomarse aisladamente, de lo contrario caemos en ilusiones y en la superficialidad y facilonería. En cambio, es necesario completarlo con el conocimiento de los errores, por lo cual en la evangelización de los musulmanes, cuando se trata de teología natural, es necesario reconocer lo positivo y tratar de corregir lo negativo.
Estimado Raúl,
Eliminarel Concilio Vaticano II no hizo otra cosa que darnos a conocer mejor aquellas semillas de verdad de las que ya hablaban los Padres de la Iglesia. En estos siglos, el conocimiento de la teología islámica por parte de los teólogos católicos ha mejorado, y todo esto ha favorecido la perspectiva de su conversión.
Por lo tanto, retroceder respecto a lo que el Concilio nos enseña sobre el islam sería como abandonar la medicina actual para volver a la del siglo XVI.
En cuanto a los conflictos sobre la declaración Nostra Aetate, es cierto que existen, pero la culpa no es de ese documento, el cual doctrinalmente es totalmente correcto, como no podía ser de otro modo. La culpa es, por un lado, de los modernistas, que ignoran los errores del Corán y malinterpretan Nostra Aetate, y por otro lado, de los reaccionarios (los pasadistas) que por lo general creen que el Corán es un cúmulo de blasfemias.