viernes, 10 de octubre de 2025

Eslóganes pasadistas: desmontando mitos litúrgicos

Repasemos once frases repetidas hasta el cansancio por los indietristas filolefebvrianos. ¿Son argumentos de peso o mitos que se derrumban al primer soplo de historia? ¿Qué hay detrás de la obstinación por la misa tridentina: amor a la tradición o rechazo a la fe viva de la Iglesia? Cuando la nostalgia se convierte en bandera, ¿no termina siendo un combate contra la misma doctrina católica? Descubramos cómo los pasadistas convierten la tradición en un museo inmóvil, y por qué la verdadera tradición es vida en comunión. [En la imagen: fragmento de "Procesión de Comunión", acuarela sobre papel, 2024, obra de P.F., colección privada].

“In ipsa item catholica ecclesia magnopere curandum est,
ut id teneamus quod ubique, quod semper,
quod ab omnibus creditum est”
San Vicente de Lerins, Commonitorium, 2,6
   
El espejismo de una tradición inventada
   
----------Como todos los días recuerdo en la presentación de este espacio digital, el presente blog se dedica fundamentalmente a la filosofía y teología católicas, al análisis de la actualidad eclesial y a cuestiones de la cultura católica y del diálogo con el mundo. Esporádicamente me refiero también a cuestiones litúrgicas, no sólo de teología litúrgica y sacramental, sino también a problemas de la tradición ritual católica. El problema es que en tales ocasiones suele avivarse la discusión en el foro de comentarios, aunque lamentablemente el nivel filosófico y teológico de algunos interlocutores desciende notoriamente.
----------De hecho, quienes suelen intervenir en esos debates no provienen tanto del área extrema modernista, cuanto del área pasadista filolefebvriana, con frecuencia poco iluminados y de corto alcance filosófico y teológico, cuando no se manifiesta una notoria falta de conocimiento del Catecismo.
----------Lo que sucede frecuentemente es que, en el debate litúrgico contemporáneo, la corriente pasadista de inspiración filolefebvriana se apoya menos en argumentos doctrinales o teológicos o jurídicos que en fórmulas repetidas, convertidas en auténticos eslóganes. Estas expresiones, de apariencia contundente, funcionan como mantras que se repiten sin necesidad de fundamentación, y terminan configurando un universo cerrado, una burbuja autorreferencial y autosuficiente.
----------En ese sentido, más que un pensamiento teológico, frente a esos eslóganes nos hallamos ante una lógica de tipo gnóstico: un círculo de convicciones que se legitiman a sí mismas, absolutamente impermeables a la corrección magisterial y a la tradición viva de la Iglesia. La fuerza de estos eslóganes no radica en su verdad, sino en su capacidad de simplificación y de producir identidad grupal.
----------Por eso conviene desenmascararlos, uno por uno, mostrando su inconsistencia histórica y teológica, y devolviendo la mirada al horizonte auténtico de la tradición católica: la liturgia como don recibido, custodiado y desarrollado orgánicamente en la comunión de la Iglesia, fuente de unidad y no de división.
----------A continuación presento once eslóganes habituales (pero no los únicos) en la retórica pasadista, y mi explicación de cada uno de ellos se desarrolla en tres pasos muy simples: exposición del eslogan, la narrativa que pretende construir y la respuesta histórico-teológica.
   
“La misa de siempre”
   
----------El eslogan, tal como frecuentemente es usado, nos dice “la Misa de siempre”, e identifica el rito tridentino con una supuesta inmutabilidad continua desde el tiempo de los Apóstoles, insinuando que cualquier reforma posterior sería, por definición, ruptura ilegítima.
----------La narrativa que construye consiste en pretender fijar una continuidad absoluta entre la praxis apostólica y el Misal de 1570, presentando el tridentino como criterio único de ortodoxia y tradición, y desacreditando la reforma postconciliar al encuadrarla como “innovación” ajena a la tradición viva.
----------Frente a este eslogan, su desmontaje histórico-teológico es muy simple: la liturgia romana se formó por desarrollos orgánicos y reformas sucesivas (antigüedad tardía, época carolingia, medieval, tridentina, ediciones típicas posteriores). El Misal de san Pío V fue una codificación disciplinar con ajustes de textos y rúbricas, no la “misa apostólica” congelada. La continuidad católica no se identifica con la inmovilidad formal, sino con la transmisión fiel del mismo misterio eucarístico en la comunión de la Iglesia. “Tradidi quod et accepi”: la tradición es transmisión viva, no inmovilismo ritual.
----------Para un tratamiento más completo de este eslogan muy habitual entre los pasadistas, remito al lector a la entrada ya publicada el pasado 2 de octubre.
   
“La misa de San Pío V”
   
----------Este segundo eslogan, tal como se suele usar, nos habla de “la Misa de San Pío V”, como si el Misal promulgado en 1570 fuese obra personal, intocable y definitiva de aquel santo pontífice.
----------La narrativa que los pasadistas construyen para el uso en sus comunidades consiste en presentar ese misal como canon cerrado, fruto de la autoridad de un Papa que lo habría fijado para siempre, de modo que cualquier modificación posterior sería ilegítima (o incluso sacrílega, llegan a decir). De este modo, se pretende conferir al misal tridentino un estatuto de intangibilidad, como si fuese un dogma en sí mismo.
----------Su desmontaje histórico-teológico es claro, pues Pío V no “creó” un rito nuevo ni lo declaró inmutable, sino que codificó el rito romano existente tras su evolución, suprimiendo variantes locales y ajustando textos y rúbricas. Fue una reforma disciplinar legítima, semejante a las que otros papas realizaron antes y después. El mismo misal tridentino conoció ediciones típicas posteriores (Clemente VIII, Urbano VIII, León XIII, Juan XXIII), lo cual muestra que no era un bloque pétreo. La autoridad de la Iglesia, en continuidad con Pío V, ha ejercido siempre la potestad de reformar y ordenar la liturgia para el bien común.
   
“La misa de Bugnini”
   
----------Este tercer eslogan, se usa como argumento reprobatorio, diciendo que “la misa de Pablo VI es la misa de Bugnini”, reduciendo toda la reforma litúrgica al nombre de un solo hombre, Annibale Bugnini, secretario del Consilium encargado de aplicar la constitución conciliar Sacrosanctum Concilium.
----------La narrativa que este eslogan construye consiste en personalizar la reforma para desacreditarla: si la misa reformada fuese “obra de Bugnini”, entonces no sería fruto de la Iglesia ni del Concilio, sino de un individuo sospechoso, presentado incluso como conspirador o masón. De este modo, se pretende sembrar desconfianza hacia la reforma litúrgica en su conjunto, atribuyéndole un origen ilegítimo y casi clandestino.
----------El desmontaje histórico-teológico de este eslogan es inmediato y simple: la reforma litúrgica fue un proceso colegiado, llevado adelante por el Consilium bajo la autoridad de san Paulo VI, en obediencia al mandato del Concilio Vaticano II. Bugnini fue un organizador influyente, pero no el “autor” de la misa. Las decisiones fundamentales fueron tomadas por el Santo Pontífice y refrendadas por su autoridad magisterial en la Iglesia. Reducir la reforma a la figura de Bugnini es una caricatura que desconoce la naturaleza eclesial de la liturgia y el peso del magisterio pontificio. La Misa de san Paulo VI no es “la misa de Bugnini”, sino la misa de la Iglesia, promulgada por el Papa en continuidad con la tradición viva.
   
“La misa de los Apóstoles”
   
----------El eslogan, tal como se usa, nos dice que “la misa tridentina es la misa de los Apóstoles”, identificando el rito codificado en 1570 con la celebración eucarística de san Pedro y san Pablo.
----------La narrativa que los pasadistas construyen con este eslogan consiste en conferir al misal tridentino un aura de origen apostólico directo, como si no hubiera mediado ningún desarrollo histórico ni teológico. De este modo, se pretende blindar el rito contra toda reforma, pues si el Misal de 1962 fuese literalmente “la misa de los Apóstoles”, cualquier cambio equivaldría a traicionar la fe apostólica.
----------El desmontaje histórico-teológico de este cuarto eslogan es obvio: las fuentes más antiguas (Didaché, san Justino Mártir, san Hipólito) muestran que la liturgia apostólica era mucho más simple, con gran diversidad local y sin la estructura rígida del misal tridentino. Obviamente el primer Papa no celebraba su Misa comenzando con “Introibo ad altare Dei”. La plegaria eucarística, la distribución de lecturas, los gestos y las rúbricas se fueron configurando lentamente a lo largo de los siglos, en diálogo con la teología, la disciplina y la pastoral. El rito romano, como todos los ritos, es fruto de un desarrollo orgánico, no de una fijación inmediata en tiempos apostólicos. La verdadera continuidad con los Apóstoles no está en repetir sus formas externas, sino en celebrar el mismo misterio de Cristo en la comunión de la Iglesia. Vale decir, la continuidad con los Apóstoles consiste en celebrar según la misma lex orandi divina pero en la vigente lex orandi ecclesiae.
   
“La misa que santificó a los santos”
    
----------Este eslogan, tal como habitualmente se usa en el proselitismo lefebvriano, intenta decirnos que “la misa tridentina es la misa que santificó a los santos”, con lo cual nos está sugiriendo que la santidad de innumerables hombres y mujeres de la Iglesia se debe en gran medida a la forma ritual con la que dieron culto a Dios.
----------El relato que los indietristas construyen mediante este eslogan consiste en presentar el rito tridentino como superior a cualquier otro rito, porque habría sido el “instrumento privilegiado” de la santidad, el camino hacia la santidad auténtica. Se establece así una relación causal entre la forma litúrgica y la vida de los santos, como si la gracia de Cristo dependiera de un formulario litúrgico particular. De este modo, se pretende desacreditar la Misa de san Paulo VI, insinuando que no podría producir frutos semejantes de santidad. Los lefebvrianos, a este respecto, toman actitudes que no evitan caer en el ridículo: aún desconociendo de hecho la autoridad pontificia para las canonizaciones del postconcilio discriminan entre los nuevos santos a aquellos que han celebrado la misa según el viejo misal y los que la han celebrado según el nuevo (un ejemplo es la devoción que promueven a san Pío de Pietrelcina y no a otros santos del postconcilio).
----------El desmontaje histórico-teológico de este eslogan es claro y hasta parece superfluo explicarlo: la santidad no depende de un rito específico, sino de la gracia de Cristo que actúa en los sacramentos válidamente celebrados. Los santos de los primeros siglos se santificaron con liturgias muy distintas de la tridentina; los santos orientales lo hicieron en ritos bizantinos, siríacos, coptos, armenios, etc., y los santos contemporáneos se han santificado participando de la Misa de san Paulo VI. La Iglesia reconoce múltiples formas legítimas de celebrar la Eucaristía, todas ellas portadoras de la misma gracia. La verdadera continuidad de la santidad no está en la modalidad de un rito particular, sino en la comunión con Cristo y con su Iglesia.
   
“La misa que nunca cambió”
   
----------Este sexto eslogan se escucha habitualmente en la retórica proselitista lefebvriana y filolefebvriana: “la misa tridentina es la misa que nunca cambió”, como si desde su promulgación en 1570 hubiese permanecido absolutamente idéntica e inmutable a lo largo de los siglos.
----------La narrativa que construye consiste en presentar el rito tridentino como un bloque pétreo, fijado de una vez para siempre, y por tanto dotado de una estabilidad que lo haría superior a cualquier otra forma litúrgica. De este modo, se pretende contraponer la supuesta “inmutabilidad” del tridentino a la “mutabilidad” del Misal de san Paulo VI, insinuando que lo que cambia no puede ser auténticamente católico.
----------Su desmontaje histórico-teológico es inmediato: el misal de san Pío V conoció sucesivas ediciones típicas y reformas parciales (Clemente VIII en 1604, Urbano VIII en 1634, León XIII en 1884, san Pío X con la reforma del breviario y del calendario, Pío XII con la Semana Santa, Juan XXIII en 1962). Cada una de estas intervenciones introdujo cambios en oraciones, rúbricas, calendario, lecturas y celebraciones. La liturgia, en cuanto vida de la Iglesia, nunca ha sido estática: se desarrolla orgánicamente bajo la autoridad del Papa y en fidelidad al depósito de la fe. La verdadera continuidad no está en la ausencia de cambios, sino en la custodia del mismo misterio eucarístico a través de formas legítimamente renovadas.
   
“La misa de los mártires”
   
----------Este séptimo eslogan, tal como se usa, nos dice: “los mártires murieron por esta misma misa”, identificando el rito tridentino con la celebración eucarística de los primeros siglos y sugiriendo que la sangre derramada por los mártires sería un sello de legitimidad exclusivo de esa forma ritual.
----------La narrativa proselitista que este eslogan construye consiste en vincular el heroísmo de los mártires con un formulario litúrgico concreto, como si la fidelidad hasta la muerte hubiese estado ligada a la defensa de un misal específico. De este modo, se pretende conferir al rito tridentino un aura de autenticidad absoluta, como si fuese la única expresión por la que los cristianos dieron la vida.
----------Su desmontaje histórico-teológico es claro: los mártires de los primeros siglos murieron por confesar a Cristo y por negarse a adorar a los ídolos, no por defender un formulario litúrgico. La eucaristía que celebraban era mucho más simple y diversa que la misa tridentina, como muestran las fuentes antiguas (Didaché, san Justino, san Hipólito). La sangre de los mártires testimonia la fe en Cristo y en su presencia real en la Eucaristía, no la inmutabilidad de un rito particular. La verdadera continuidad con los mártires está en la confesión de la misma fe y en la comunión con la Iglesia, no en la fijación de una forma ritual.
   
“La misa que nunca fue prohibida”
   
----------Este eslogan, “la misa tridentina nunca fue prohibida”, argumenta contra la abrogación que de hecho se produjo hace sesenta años, insinuando que el rito de san Pío V tendría un derecho perpetuo de celebración, independiente de la autoridad de la Iglesia y de las disposiciones de los Papas posteriores.
----------La narrativa que construye consiste en presentar el misal tridentino como un patrimonio intocable, que ningún pontífice podría limitar o regular y menos aún prohibir. De este modo, se pretende sostener que Summorum Pontificum no fue una concesión pastoral de Benedicto XVI, sino el reconocimiento de un derecho absoluto que habría existido siempre. En consecuencia, cualquier restricción posterior —como las establecidas por Traditionis custodes— sería ilegítima o incluso inválida.
----------Su desmontaje histórico-teológico es claro: la regulación de la liturgia pertenece al Romano Pontífice, que tiene plena autoridad para ordenar, reformar o limitar los ritos en la Iglesia latina. El misal de san Pío V fue promulgado como disciplina eclesial, no como dogma inmutable. De hecho, conoció reformas y ediciones posteriores, lo que muestra que no era un formulario intocable. El motu proprio Summorum Pontificum fue un acto de disciplina pastoral de Benedicto XVI, no el reconocimiento de un derecho perpetuo a celebrar el rito romano según el Misal de 1962; y el motu proprio Traditionis custodes fue igualmente un acto legítimo del papa Francisco, en continuidad con la potestad suprema de gobierno en la Iglesia. La liturgia no es propiedad privada de un grupo, sino bien común de la Iglesia, confiado a la custodia del Sucesor de Pedro.
   
“La misa que expresa mejor el sacrificio”
   
----------El eslogan, tal como se usa, nos dice: “la misa tridentina expresa mejor el sacrificio”, insinuando que el rito de san Pío V sería más fiel a la doctrina católica sobre la Eucaristía, mientras que la Misa de san Paulo VI habría diluido o incluso protestantizado el carácter sacrificial.
----------La narrativa que construye consiste en contraponer dos modelos: por un lado, la misa tridentina como sacrificio propiciatorio ofrecido al Padre; por otro, la misa reformada como simple banquete comunitario. De este modo, se pretende instalar la idea de que la reforma litúrgica habría traicionado la fe católica para acercarse a la sensibilidad protestante, debilitando la centralidad del sacrificio de Cristo.
----------Su desmontaje histórico-teológico es contundente: el Misal de san Paulo VI afirma explícitamente el carácter sacrificial de la Eucaristía en sus oraciones, prefacios y plegarias. La Institutio Generalis Missalis Romani enseña que la misa es memorial del sacrificio de la cruz, en el cual Cristo se ofrece al Padre y la Iglesia se une a su oblación. Las plegarias eucarísticas, tanto la I (Canon Romano) como las nuevas, contienen fórmulas claras de oblación y sacrificio. El Concilio Vaticano II, en Sacrosanctum Concilium y Lumen gentium, reafirmó sin ambigüedad la doctrina tridentina sobre la Eucaristía como sacrificio. La diferencia no está en la doctrina, sino en la expresión ritual: la reforma quiso resaltar también la dimensión de banquete y de participación activa, sin negar el sacrificio. La contraposición es, por tanto, un falso dilema. La Misa de san Paulo VI no es menos sacrificial, sino que integra en equilibrio las dimensiones sacrificial, memorial y comunitaria del único misterio eucarístico.
   
“La misa que nos robaron”
   
----------Este décimo eslogan pasadista, tal como aparece con frecuencia en los medios de difusión pasadistas, es una denuncia: “nos robaron nuestra misa”, presentando la reforma litúrgica de san Paulo VI como un despojo ilegítimo, casi como si la Iglesia hubiera arrebatado a los fieles un bien que les pertenecía por derecho propio.
----------La narrativa que construye es importante para los pasadistas pues genera espíritu identitario. La narrativa consiste en un relato victimista: el pueblo católico habría sido privado de su tesoro más sagrado por decisión de autoridades que actuaron contra la tradición. Se instala así la idea de una ruptura traumática, de una pérdida irreparable, que alimenta la identidad de grupo en torno a la nostalgia y la resistencia.
----------Su desmontaje histórico-teológico es claro: la liturgia no es propiedad privada de un sector de fieles, sino patrimonio común de la Iglesia, confiado a la custodia del Sucesor de Pedro. El Papa, en virtud de su autoridad suprema, tiene la potestad de reformar, ordenar y regular los ritos en la Iglesia latina, siempre en continuidad con la tradición viva. Hablar de “robo” es impropio, porque la liturgia no se posee como un objeto, sino que se recibe como don. La reforma de san Paulo VI no fue un despojo, sino un acto pastoral siguiendo directivas del Vaticano II, que buscaba favorecer la participación consciente y activa de los fieles y expresar con mayor claridad las riquezas del misterio eucarístico. La verdadera actitud católica no es reclamar una “misa propia”, sino acoger con obediencia filial la liturgia que la Iglesia ofrece como sacramento de unidad.

“La misa que nos une a nuestros padres”
   
----------Este último eslogan, tal como se usa, nos dice: “la misa tridentina es la que nos une a nuestros padres”, insinuando que sólo en ese rito se mantendría el vínculo con la fe de las generaciones anteriores, como si la continuidad de la tradición litúrgica dependiera de la repetición literal de un formulario.
----------El relato proselitista que los pasadistas filolefebvrianos construyen consiste en reducir la tradición a la conservación de una forma ritual fija, identificando la fidelidad a los antepasados con la inmovilidad litúrgica. De este modo, se pretende presentar la Misa de san Paulo VI como una ruptura con la herencia recibida, y al Misal tridentino como único garante de la comunión intergeneracional.
----------Su desmontaje histórico-teológico es obvio: la verdadera continuidad con los padres en la fe no se da en la fijación de un rito, sino en la comunión viva con la Iglesia y con el Papa. La tradición no es un museo de formas, sino una transmisión orgánica del mismo misterio de Cristo a través de los siglos. Nuestros padres en la fe celebraron la Eucaristía en formas diversas —desde las liturgias apostólicas hasta los ritos medievales y tridentinos—, y siempre lo hicieron en comunión con la Iglesia. La Misa de san Paulo VI, impulsada por el Concilio Vaticano II, es igualmente expresión de esa misma tradición viva. Lo que nos une a nuestros padres no es un misal particular, sino la fe eucarística compartida y la comunión en la Iglesia de Cristo.
   
Un fundamentalismo sin fundamentos
   
----------Al recorrer estos once eslóganes se advierte que no son piezas aisladas, sino que forman un sistema auto-referencial: cada uno se apoya en el otro, repitiendo con distintas fórmulas la misma convicción de fondo. Todos confluyen en una nota común: el apego idolátrico a un pasado idealizado, convertido en criterio absoluto de verdad. La retórica pasadista no se limita a defender una forma litúrgica; construye un imaginario cerrado en el que la historia se congela y la tradición se reduce a la repetición de un instante privilegiado. Ante la falta de razones doctrinales o teológicas o históricas o jurídicas, los pasadistas construyen una narrativa proselitista basada en consignas, un fundamentalismo sin verdaderos fundamentos.
----------Este mecanismo tiene un aire gnóstico, pues se presenta como un “conocimiento superior” reservado a quienes han descubierto la “verdadera misa”, frente a la supuesta traición de la Iglesia visible e institucional. La liturgia preconciliar se convierte así en bandera de lucha, pero no como fin en sí misma, sino como instrumento de un combate más profundo: la resistencia a la recta doctrina católica, que no queda fijada en un punto histórico, sino que progresa en un mayor y mejor conocimiento de la Verdad inmutable.
----------Para los ortodoxos orientales, ese punto de fijación fue el 1054; para los lefebvrianos, 1958. En ambos casos, se absolutiza un momento de la historia como si fuese la plenitud definitiva, y se rechaza el dinamismo de la tradición viva. La Iglesia, en cambio, confiesa que la Verdad revelada es inmutable, pero que nuestra comprensión de ella crece bajo la guía del Espíritu Santo, hasta alcanzar la plenitud en la patria celestial.
----------Por eso, la oposición pasadista no es simplemente a la Misa de san Paulo VI, sino a la fe de la Iglesia que se sabe peregrina, en camino hacia la Verdad plena. La liturgia reformada no es ruptura, sino expresión de esa misma fe que avanza, fiel al mandato del Señor: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Frente a la lógica del eslogan, cerrada y auto-referencial, la tradición católica se muestra como vida, comunión y progreso, siempre enraizada en el mismo misterio de Cristo, celebrado en la unidad de la Iglesia.
----------Conviene, para cerrar, volver al epígrafe que presidía esta nota: “In ipsa item catholica ecclesia magnopere curandum est, ut id teneamus quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est” (Commonitorium, 2,6). San Vicente de Lerins ofrece aquí un criterio de catolicidad: lo que se cree en todas partes, siempre y por todos. Los pasadistas, sin embargo, manipulan especialmente los términos semper y ab omnibus. Interpretan semper como inmovilidad ritual, como si la tradición fuese la repetición literal de un formulario fijado en un momento histórico, y leen ab omnibus como si se refiriera a un grupo reducido de fieles que se identifican con el rito tridentino. Pero san Vicente no habla de fijismo ni de parcialidad: semper significa la continuidad viva de la fe a lo largo de los siglos, en desarrollo orgánico bajo la guía del Espíritu; ab omnibus no se refiere a una minoría selecta, sino a la universalidad de la Iglesia en comunión con el Papa y los Obispos. La manipulación pasadista convierte un criterio de catolicidad en un eslogan de exclusión. La verdadera tradición, en cambio, es la de la Iglesia que, en todos los tiempos y lugares, transmite la misma fe en Cristo, celebrada en la diversidad legítima de sus ritos y en la unidad de la comunión eclesial.
   
Fr Filemón de la Trinidad
La Plata, 6 de octubre de 2025

51 comentarios:

  1. ¡Ah, los pasadistas! Siempre tan creativos en su pobreza conceptual. Ya no se conforman con repetir estos eslóganes litúrgicos de siempre; ahora amplían el repertorio con nuevas joyas de su retórica fosilizada, nuevas fórmulas mágicas que, al parecer, sustituyen al Magisterio. Así escuchamos hablar de la “Roma eterna”, como si la eternidad de la Iglesia dependiera de las piedras del Gianicolo y no de la fe de Pedro. O de la “Iglesia de siempre”, que en su boca significa la Iglesia congelada en 1958, convenientemente blindada contra cualquier concilio posterior.
    También está la “tradición inmutable”, que curiosamente cambia cada vez que descubren un misal olvidado en un desván, o el latín convertido en “lengua sagrada”, olvidando que fue adoptado precisamente por ser lengua vulgar y comprensible. Y no falta el comodín del “Papa verdadero”, que se invoca cada vez que el Papa reinante no coincide con sus gustos: entonces, o bien se lo ignora, o bien se lo acusa de usurpador.
    La lista sigue: la “fe de nuestros abuelos”, como si la Revelación se hubiera agotado en la catequesis de 1930; la “cristiandad perdida”, nostalgia de un mundo que nunca existió como lo pintan; el “orden natural”, invocado como comodín para justificar cualquier prejuicio cultural; y, por supuesto, la “Iglesia perseguida”, que en su jerga significa simplemente que ya no tienen el monopolio de la sacristía.
    Cada uno de estos eslóganes funciona como un talismán: se lo agita en el aire y se cree que con eso se ha respondido a toda objeción. Pero detrás de tanta consigna no hay teología, ni dialéctica, ni siquiera historia: sólo sofística de baja estofa, altanería disfrazada de fidelidad y, en el fondo, una gnosis burda que confunde la tradición viva con un fetiche de museo.

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    1. Estimado Anselmus,
      agradezco tu intervención, que con la agudeza de la ironía desnuda lo que tantas veces se disfraza de “tradición”. Entiendo que tu enumeración de otros eslóganes pasadistas (además de los ya elencados por mí) no pretende caricaturizar a quienes con sincero amor buscan -aunque anacrónicamente- en el Misal de 1962 un camino de oración, sino mostrar cómo ciertos ambientes lefebvrianos y filolefebvrianos sustituyen la teología por la consigna, la historia por la nostalgia y el Magisterio por fórmulas mágicas.
      Conviene recordar que la Tradición viva de la Iglesia no se reduce a un repertorio de frases hechas, sino que es la transmisión fiel del depósito revelado bajo la guía del Espíritu Santo y del Magisterio. Otro error a la par es confundir, como hacen los pasadistas, esa Sagrada Tradición con tradiciones litúrgicas contingentes. Cuando se absolutiza un eslogan —“Roma eterna”, “la misa de siempre”, “la Iglesia de siempre”— se corre el riesgo de convertir la fe en ideología y la liturgia en fetiche.
      Tu ironía, por tanto, entiendo que cumple una función pedagógica: ayuda a distinguir entre la legítima veneración por las formas heredadas y la idolatría de un pasado imaginado. La verdadera fidelidad no consiste en repetir talismanes, sino en permanecer en comunión con la Iglesia que ora hoy, con Pedro y bajo Pedro, en continuidad real con los Apóstoles.

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  2. Padre Filemón, ¿de dónde saca usted que quienes amamos la tradición y el Misal de 1962 repetimos todas estas frases? Eso es un invento suyo para desacreditarnos.

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    1. Estimado Anónimo,
      me alegro que usted, en cuanto sano tradicionalista, no repita tales eslóganes, y tenga un recto aprecio por el Misal de 1962, el cual, sin embargo, ya no está vigente, sino que ha sido superado por el nuevo Misal Romano surgido en 1969.
      Sin embargo, su crítica entiendo que afecta a mi argumento, pues veo que no lo ha comprendido.
      Yo no he dicho que todos los fieles que aman el Misal de 1962 repitan necesariamente esos eslóganes.
      Lo que he señalado es que en ciertos ambientes lefebvrianos y filolefebvrianos circulan con frecuencia estas fórmulas, que sustituyen la argumentación seria por consignas. Mi intención no es desacreditar a nadie, sino mostrar que la tradición viva de la Iglesia no se reduce a frases hechas, sino que se custodia en la comunión con el Magisterio y en la obediencia a la Iglesia que ora hoy.

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    2. No existe eso de ¨liturgia superada¨. Es un embuste suyo.

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    3. Estimado Anónimo,
      en primer lugar, permítame corregir un lapsus de redacción en mi respuesta anterior: donde escribí “su crítica entiendo que afecta a mi argumento”, debí decir “su crítica entiendo que no afecta a mi argumento, pues veo que no lo ha comprendido”.
      En cuanto a su objeción sobre la expresión “liturgia superada”, conviene precisar el sentido. No he querido decir que la liturgia anterior carezca de valor o haya sido abolida en cuanto lex orandi divina. Lo que afirmo es que, en el plano de la lex orandi ecclesiae, el Misal de 1962 ha sido jurídicamente sustituido por el Misal Romano promulgado en 1969 y sus ediciones posteriores, que constituyen hoy la forma ordinaria de la celebración en la Iglesia latina. En este sentido, el Misal antiguo ha sido “superado”: no porque sea falso o inválido, sino porque ha cedido su lugar como norma común de la Iglesia, al nuevo Misal que la autoridad apostólica ha considerado mejor para el hoy, más adecuado para el tiempo presente.
      De ahí que la expresión “superada” no sea un embuste; no es una mentira disfrazada con artificio, un engaño urdido con apariencia de verdad, sino una forma de indicar la continuidad en la tradición litúrgica: lo que permanece es la sustancia sacramental instituida por Cristo (inderogable), mientras que lo que cambia es la concreción ritual y disciplinar que la Iglesia, con autoridad apostólica, ordena en cada época. Así se custodia la fidelidad a la tradición viva y la comunión con la Iglesia que ora hoy.

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    4. El uso del término ¨superado¨denota su hegelianismo. Los orientales celebran liturgias de 8, 10 y 12 siglos, que han atravesado decenas de concilios. Nadie diría que estàn ¨superadas¨. Las liturgias no se superan. Es elemental.

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    5. Estimado Anónimo,
      comprendo su preocupación, pero en todo diálogo debemos buscar entender al interlocutor en el concepto que nos quiere transmitir con sus palabras. Si usted tiene dudas acerca del concepto que expreso con alguna de mis palabras, entonces interrógueme acerca de qué es lo que quiero decir, antes de replicarme en base a un malentendido, como ocurre en este caso. De no hacer esto en nuestros diálogos cometeríamos usted y yo la necedad de estar discutiendo por meras palabras.
      Ahora bien, su réplica me permite precisar una vez más. Cuando hablo de que el Misal de 1962 ha sido “superado”, no empleo el término "superado" en clave hegeliana ni filosófica, sino en sentido estrictamente jurídico y eclesial, lo que, en definitiva, tiene alcance pastoral: ha sido sustituido como lex orandi ecclesiae por el Misal Romano promulgado en 1969 y sus ediciones posteriores, que constituyen hoy la forma ordinaria de la liturgia latina.
      Las liturgias orientales que usted menciona no han sido “superadas” porque en sus Iglesias no se ha promulgado un nuevo ordo que sustituya al anterior. En cambio, en la Iglesia latina sí se ha dado esa reforma, fruto del Concilio Vaticano II y de la autoridad apostólica. Por eso el Misal de 1962 conserva su valor como expresión válida de la lex orandi divina, pero ya no es la norma común de la Iglesia.
      De ahí que la palabra “superado” no signifique que la liturgia antigua sea inválida o despreciable, sino que ha cedido su lugar como regla ordinaria de la oración eclesial. Esa es la diferencia entre continuidad sacramental y evolución disciplinar, y es lo que asegura la fidelidad de la Iglesia a la tradición viva.

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    6. Sigue con el embuste. No existe documento alguno donde la liturgia tradicional haya sido derogada o suplantada por la nueva. Esto lo ha repetido Ratzinger infinidad de veces. Del mismo modo que la sanción del Novus Ordo no abrogó infinidad de ritos o usos que siguen vigentes en Occidente (la misa mozárabe, el uso dominico, el uso de sarum, el uso de Braga, el rito maronita y tantos otros). El Novus Ordo es el rito común y ordinario, pero la Iglesia no deroga ritos. Y ciertamente el rito antiguo es distingo, cualitativa y litúrgicamente, del nuevo. El nuevo no es una reforma, es un rito distinto.

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    7. Estimado Anónimo,
      respondo a su intervención punto por punto, con ánimo de clarificar y evitar malentendidos. Le pido mantener el respeto; la descalificación no sustituye la argumentación.
      1. Por cuanto al término “embuste” y su acusación personal, le hago presente, en primer lugar, el aspecto del tono y la forma: el llamar “embuste” a una precisión técnica no aporta razones de su parte. Si usted considera erróneo el uso del término “superado”, muestre por qué en el plano jurídico-litúrgico sería impropio, sin atribuir dolo. Espero entonces su argumentación. En segundo lugar, respecto al sentido del término “superado”: no lo empleo en clave hegeliana ni como desprecio, sino, como ya le he dicho, en sentido jurídico-pastoral: una forma ritual cede su lugar como norma común al ser reemplazada por otra promulgada.
      2. Por cuanto respecta a su afirmación “No existe documento que derogue o supla la liturgia tradicional”, además de hacerle presente que la tradición litúrgica llega hasta el Misa actual, y que por eso es también y sobre todo liturgia tradicional, usted debe tener presente la distinción entre abrogación y sustitución, pues la abrogación explícita no es la única figura. En liturgia opera también la sustitución normativa: una edición típica y su orden de celebración pasan a ser la forma ordinaria y común, desplazando el uso anterior como regla general (canon 20 del CIC). Y también debe tener presente el concepto de lex orandi eclesial: la lex orandi divina permanece; lo que cambia es la lex orandi ecclesiae (formas, rúbricas, calendario, oraciones, distribución de lecturas, etc.) según la autoridad apostólica. Decir “sustituida” describe este hecho jurídico, aun sin una cláusula de “abrogación total”.
      3. Por cuanto respecta a su afirmación “Ratzinger lo ha repetido infinidad de veces”, le hago presente que usted debería tener una lectura equilibrada, pues una cosa es Ratzinger como teólogo o doctor privado y otro cosa en Ratzinger como Papa (y esto sólo hasta el momento en que se hizo efectiva su dimisión). Es cierto que el entonces Cardenal Ratzinger valoró la continuidad y habló de no oposición esencial entre misales. Pero eso no niega la vigencia normativa del Misal reformado como forma ordinaria, ni convierte la coexistencia en equiparación jurídica plena. Por otra parte debe tener en cuenta usted la distinción entre continuidad y co-normatividad: la continuidad teológica no implica paridad normativa. Una cosa es reconocer valor, otra es definir cuál es la regla común hoy para la liturgia.

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    8. 4. Por cuanto respecta a su afirmación de que “El Novus Ordo no abrogó infinidad de ritos o usos occidentales”, le hago presente que las familias litúrgicas distintas (rito mozárabe, dominico, ambrosiano, de Braga, etc.), son ritos o usos con estatutos propios y competencias claras. Su supervivencia no prueba que el misal romano anterior conserve la misma vigencia normativa en el rito romano. Por lo demás, en el
      rito romano específico, la autoridad definió una forma ordinaria común. La existencia de otros ritos no afecta esa determinación en su propio ámbito.
      5. Por cuanto respecta a que “La Iglesia no deroga ritos”, aquí estamos hablando de "formas" o "modalidades" del rito romano. En este ámbito, el de la lex orandi ecclesiae, o sea el de la disciplina litúrgica, rigen la prudencia y la autoridad: la Iglesia, con prudencia, puede reordenar, reformar y limitar usos litúrgicos; y, cuando corresponde, puede también abrogar. Aun sin abrogación explícita, puede restringir y sustituir como norma común. También está el ámbito de la pastoral y disciplina: un ambito que no desvaloriza el rito precedente; sino que lo sitúa en otro régimen de uso (no ordinario, con condiciones, según determine la autoridad).
      6. Por cuanto respecta a su afirmación de que “El rito antiguo es distinto; el nuevo no es reforma, es otro rito”, tal aserción, debo decirle con franqueza, incurre en grave oposición doctrinal y lesiona a la unidad eclesial, debilitanto o anulando la comunión con el Vicario de Cristo. Existe continuidad sustancial: la sustancia sacramental o lex orandi divina (materia, forma, ministro, intención) y la estructura eucológica básica muestran continuidad. Cambiar calendario, lecturas, oraciones y rúbricas (lex orandi ecclesiae) es una reforma del mismo rito, no la creación ex nihilo de otro rito distinto a nivel ontológico. Por lo tanto, se trata de una diferencia legítima: que existan diferencias sensibles no implica ruptura de rito; indica evolución disciplinar dentro del mismo patrimonio romano.

      En conclusión: el núcleo y origen de nuestro intercambio ha sido en torno al término forma “superada”, que aquí, lo repito, significa “sustituida como norma común” o lex orandi ecclesiae en el rito romano, sin negar valor ni validez al misal anterior en cuanto a lex orandi divina.
      Si desea continuar dialogando sobre la cuestión, le recuerdo que le he replicado en 6 puntos, que el honesto debate implica que a su vez, si usted desea proseguirlo con honestidad, debe responderlos. En tal sentido, le invito a que proponga criterios jurídicos y litúrgicos (formas de promulgación, régimen de uso, autoridad competente) en lugar de descalificaciones. Así avanzamos en claridad y comunión.

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    9. ¡Ah, qué curioso espectáculo!… atribuir a “hegelianismo” el uso del término “superado” es, por decirlo suavemente, un equívoco… El padre Filemón no anda filosofando en la dialéctica del espíritu absoluto, sino recordando un principio jurídico‑pastoral tan elemental como el canon 20 del CIC… El Misal de 1962 cedió su lugar como norma común al de 1969, y eso no lo inventó Hegel, sino la autoridad apostólica…
      Quien quiera discutirlo, que muestre dónde la Iglesia ha declarado que dos ediciones típicas del mismo rito romano pueden coexistir como normas ordinarias… Mientras tanto, acusar de “hegelianismo” no es argumentar: es, sencillamente, marear la perdiz… y ya sabemos que la perdiz, cuando se la marea demasiado, termina por aburrirse y echar a volar… Como hechan a volar los que aquí no pueden argumentar contra lo que les han refutado...

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  3. Padre Filemón, no discuto los argumento que usted presenta contra esos eslóganes; pero si se trata de un artículo serio, debería al menos indicar de dónde han sido tomados, porque de lo contrario parece que se los inventa para ridiculizar.

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    1. Estimado Milo,
      comprendo la sensatez de su observación, que merece una respuesta de mi parte.
      No he pretendido inventar consignas para ridiculizar a nadie, sino recoger expresiones que circulan de modo habitual en ambientes lefebvrianos y filolefebvrianos, tanto en publicaciones como en foros y conversaciones, en homilías y en conferencias. Precisamente porque son fórmulas repetidas una y otra vez, funcionan como eslóganes, vale decir, sustituyen la argumentación seria por frases hechas.
      Mi propósito no es caricaturizar, sino mostrar que la tradición viva de la Iglesia no se reduce a consignas, sino que se custodia en la comunión con el Magisterio y en la obediencia a la Iglesia que ora hoy.
      Le aseguro que podría (si el tiempo me lo permitiera) volver a encontrar las citas, los vídeos, los artículos, en lo que he hallado repetidas veces los once eslóganes que aquí he elencado. De hecho, hace pocos años atrás, el tiempo doloroso de la pandemia del Covid, que nos mantuvo recluídos, nos permitió acceder a las transmisiones de misas, sermones, conferencias por las redes telemáticas. Todo ese material subsiste en su mayor parte en internet, y no es difícil encontrar en todo ese material, los eslóganes que yo he citado (que no son los únicos).
      Precisamente, hubiera caído en la ridiculización de personas, de pastores y de fieles laicos que han repetido tales consignas. Mantuve silencio sobre esas personas (no sólo pertenecientes al ámbito cismático lefebvriano, sino también al ámbito católico pasadista). No había ni necesidad ni utilidad de revelar identidades que pudieran sentirse ofendidas al ser citadas e incluso las obstinara aún más en sus errores.

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  4. Soy amante de la antigua liturgia romana, pero debo reconocer que todas las expresiones citadas por el padre Filemón las he escuchado y leído por quienes se llaman defensores de la Misa tradicional.
    Ahora bien, la cuestión es el valor que tienen.
    Porque también he escuchado y leído otro tipo de expresiones por antagonistas de los anteriores que dicen verdaderas herejías.
    El problema en este caso es quién lo dice. Y de ahí la relevancia de la cita.
    Si yo me paro a la salida de una parroquia cualquiera y le pregunto a quienes salen de ella preguntas del catecismo puedo llegar a escuchar cualquier cosa. Incluso herejías materiales.
    Si me pongo a ver videos, blogs puedo encontrar de todo.
    En este caso quién lo dice es importante, porque no es lo mismo un bloggero que el superior de un instituto religioso.

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    1. Estimado Ludovico,
      comprendo su matiz, pues ciertamente no es lo mismo una frase dicha al pasar por un fiel mal catequizado que una consigna repetida por un superior religioso. La autoridad de quien habla confiere un peso distinto a las palabras.
      De todos modos, no comparto su valoración acerca de las supuestas “herejías en los atrios”, pues estimo más alto el sensus fidelium del pueblo de Dios.
      Ahora bien, el punto de mi artículo no era elaborar un catálogo de autores ni jerarquizar responsabilidades, sino mostrar que tales expresiones circulan y funcionan como eslóganes, sustituyendo la argumentación seria por fórmulas mágicas. Que se las encuentre en blogs, en conferencias o en homilías no cambia su naturaleza retórica: son consignas que empobrecen el discernimiento.
      Precisamente por eso evité citar nombres (aunque bastaría recordar que varios de estos eslóganes comenzaron a difundirse con Lefebvre y sus seguidores, incluidos los actuales superiores de las comunidades surgidas de aquella fractura). No se trataba de personalizar ni de ridiculizar, sino de analizar un fenómeno discursivo que afecta a la comprensión de la tradición. La cuestión de fondo no es “quién lo dice”, sino qué valor tiene lo que se dice y si contribuye o no a custodiar la comunión eclesial.

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    2. Padre Filemón... cómo cansan estos lectores que aparecen con un alias y luego con otro... y siempre son el mismo... especializado en marear la perdiz cuando ya le han refutado todas sus objeciones... Quédese tranquilo, que la tesis de su artículo permanece y permanecerá incólume: los pasadistas se basan en eslóganes que repiten como loros... precisamente porque los loros no piensan... carecen de argumentos...

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    3. Estimada Rosa Luisa,
      le agradezco su aliento. La imagen del loro es expresiva: repetir consignas sin razonar no es custodiar la tradición litúrgica, sino empobrecerla. Con mayor razón si hablamos de algo más alto aún: la sagrada Tradición.
      La verdadera traditio no consiste en repetir sonidos, sino en transmitir con fidelidad viva lo recibido, en comunión con la Iglesia que ora hoy. Por eso, aunque algunos cambien de alias o de máscara, lo que permanece es la pobreza de argumentos, y el silencio cuando, en generoso diálogo, respondo a sus objeciones sin hallar correspondencia.
      Y lo que permanece también, como usted bien señala, es la tesis: la liturgia no se defiende con eslóganes, sino con razones enraizadas en la fe y en la obediencia eclesial. Reafirmo lo dicho: los pasadistas, en general, no dialogan apoyados en la razón, en el magisterio o en el derecho canónico, sino en eslóganes que ellos mismos han creado y repiten de modo autorreferencial.

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  5. Creo que la utilización del término “superado” por parte del padre Filemón, atribuido como adjetivo calificativo al Misal de 1962, está plenamente justificada.
    Es cierto que no se encuentra en los documentos litúrgicos papales una fórmula explícita que diga que un misal anterior ha sido “superado”. El Magisterio suele hablar de sustitución, reforma, renovación o promulgación de una nueva edición típica. Sin embargo, algunos teólogos y liturgistas sí han empleado expresiones cercanas a “superado” para indicar que un misal anterior ha cedido su lugar como norma común.
    En el Magisterio papal, san Pablo VI, al promulgar el Misal de 1969 (Constitutione Apostolica Missale Romanum, 3 de abril de 1969), no utiliza la palabra “superado”, pero sí declara que el nuevo Misal Romano sustituye al anterior como norma de la celebración en el rito romano. La fórmula es: “Statuimus ut Missale Romanum a Nobis nunc recognitum in posterum in locum veteris substituatur” (“Establecemos que el Misal Romano ahora revisado sustituya en adelante al antiguo”). Aquí está la clave: el término técnico es substituatur, no superado, pero el efecto jurídico es el mismo.
    Por su parte, san Juan Pablo II, en la Constitución Apostólica Vicesimus quintus annus (1988), habla de la reforma litúrgica como “una etapa de la tradición viva de la Iglesia” y de la necesidad de acogerla como la forma ordinaria. Tampoco usa “superado”, pero sí insiste en que el Misal reformado es la expresión normativa de la lex orandi.
    Benedicto XVI, en Summorum Pontificum (2007), evita la palabra “superado” porque su intención era permitir un uso extraordinario del Misal de 1962. Habla de “dos formas del mismo rito romano”. Justamente por eso, los lefebvrianos suelen citarlo contra la idea de “superación”.
    En la teología y la liturgiología, Josef Andreas Jungmann, uno de los grandes liturgistas del siglo XX, al describir la reforma posconciliar, habla de que el Misal de 1970 “ha reemplazado” (ersetzt) al de 1570 y sus ediciones posteriores. Pierre Jounel y otros miembros del Consilium emplearon expresiones como “ha dejado atrás” o “ha sido sustituido” para referirse al Misal de 1962.
    En castellano, el Manual completo de liturgia de Juan Manuel Martín-Moreno SJ (Edición de apuntes de liturgia, 2019), así como otros manuales de seminario en Hispanoamérica, utilizan expresiones como “el Misal de 1962 ha quedado superado por la reforma de Pablo VI” para explicar la sustitución normativa. Aquí el término superado se entiende en clave pastoral y jurídica, no filosófica, para indicar que un misal anterior ya no es la norma común.
    En conclusión: no hay un Papa que haya escrito literalmente “el Misal anterior está superado”. Pero sí hay documentos (como Missale Romanum de san Pablo VI) que declaran que el nuevo Misal sustituye al anterior como norma. Y hay manuales de liturgia en castellano que usan la palabra superado en este mismo sentido, lo cual confirma que el padre Filemón no inventa nada ni incurre en hegelianismo, sino que se mueve en la línea de la teología litúrgica ordinaria.

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    1. Estimada Domna Mencía,
      le agradezco mucho su intervención tan bien documentada. Ha puesto de relieve, con precisión, lo que yo mismo quería subrayar: que el término “superado”, aplicado al Misal de 1962, no es un invento personal ni un desliz hegeliano, sino una manera legítima de expresar, en clave pastoral y jurídica, lo que el Magisterio ha dicho con otras palabras —substituatur, renovación, reforma— y lo que la teología litúrgica ha explicado con expresiones equivalentes.
      Su referencia a los manuales en castellano es particularmente valiosa, porque muestra que el lenguaje de "superación" no es extraño a la enseñanza ordinaria en seminarios y facultades, siempre entendido en el sentido de que un misal deja de ser la norma común al ser promulgada una nueva edición típica.
      En definitiva, como usted bien concluye, no se trata de categorías filosóficas ajenas, sino de la lógica interna de la tradición litúrgica: una tradición viva que progresa en continuidad, y que custodia la comunión precisamente sustituyendo lo que ya no es norma por lo que la Iglesia, con autoridad apostólica, ha promulgado como tal.
      Le agradezco sus datos informativos en un área que no es mi especialidad. Mi competencia es la filosofía y la teología dogmática, y desde esta base no encuentro ninguna dificultad, absolutamente ninguna, en afirmar que -digamos- así como las primeras versiones del Misal tridentino han sido superadas por las versiones posteriores, del mismo modo su última versión, el Misal de 1962, ha sido superado por el Misal de 1969.

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  6. Padre Filemón, usted podrá dar todas las vueltas que quiera… pero el solo hecho de usar la palabra “superado” ya lo delata… Eso es puro hegelianismo, puro modernismo disfrazado… La verdadera tradición no se “supera”, se conserva… Y quien habla de “superar” la liturgia antigua, aunque lo niegue, está pensando como los modernistas…

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    1. Estimado Anónimo,
      veo que usted insiste en repetir etiquetas —“hegeliano”, “modernista”— como si fueran argumentos. Calificarme con esos adjetivos, ¿es para usted argumentar? ¿Podría, entonces, indicarme si cuenta con alguna formación filosófica, teológica o canónica? ¿O hasta qué nivel de la enseñanza común ha llegado?
      Le hago presente que las meras palabras —por más coloridas y tintineantes que sean, o por fuerte que usted las grite en sus descalificaciones— no sustituyen a las razones. Y son precisamente las razones las que cualifican la esencia humana: animal rationale.
      Pues bien, le repito: cuando empleo el término “superado” lo hago en sentido jurídico‑pastoral, conforme al canon 20 del CIC y a la fórmula de san Pablo VI en Missale Romanum (substituatur).
      Si usted quiere discutir, muestre dónde la Iglesia ha declarado que dos ediciones típicas del mismo rito romano pueden coexistir como normas ordinarias. Mientras tanto, limitarse a lanzar acusaciones no es argumentar: es, sencillamente, marear la perdiz.

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    2. Tranquilamente los usos de más de 200 años coexistían con el Rito Romano codificado por S. Pío V. Usted lo sabe y se hace el distraído. Esta totalmente corroído por la ideología modernista, en forma ¨moderada¨, que ha destruido la liturgia en Occidente.
      "Salvo que en tales Iglesias, a partir precisamente de una institución inicial aprobada por la Sede Apostólica o a raíz una costumbre, esta última o la propia institución hayan sido observadas ininterrumpidamente en la celebración de Misas por más de doscientos años. A esas Iglesias, de ninguna manera les suprimimos la celebración instituída o acostumbrada"

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    3. Estimado Anónimo,
      veo que ahora cita usted la cláusula de la bula Quo primum (1570) sobre los usos de más de doscientos años. Pero conviene precisar: esa excepción se refería a ritos o usos propios de Iglesias particulares —dominicano, cartujo, ambrosiano, entre otros—, no a ediciones anteriores del mismo Misal Romano. El Misal de san Pío V no convivió como “norma común” con otro Misal Romano paralelo: sustituyó al anterior, salvo en esos usos legítimamente reconocidos.
      Lo mismo vale para el Misal de 1962: no es un “uso local” con doscientos años de antigüedad, sino una edición típica del Misal Romano, que fue sustituida por la promulgación de san Pablo VI en 1969 (substituatur).
      En cuanto a sus acusaciones de “modernismo”, le reitero: sus etiquetas no constituyen argumentos. Si quiere discutir, muestre dónde la Iglesia ha declarado que dos ediciones típicas del mismo rito romano pueden coexistir como normas ordinarias. Me temo, sin embargo, que su formación parece limitarse a repetir consignas. Yo le hablo desde la competencia de la filosofía y la teología, con más de cinco décadas de docencia; usted, en cambio, parece hablar desde los eslóganes de la comunidad pasadista a la que se adscribe.

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    4. Usted habla desde los prejuicios ideológicos sesentistas. Benedicto XVI perfectamente decretó la coexistencia de dos ritos romanos, uno ordinario y otro extraordinario. No hace falta imponer la supresión de una liturgia excepcional, probada durante generaciones, a expensas de una liturgia artificial, elaborada por una comisión.

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    5. Estimado Anónimo,
      veo que, en vez de aportar argumentos que respondan a lo que yo le digo, ahora ha incrementado sus acusaciones, y esta vez me acusa de “prejuicios sesentistas” y apela a Benedicto XVI.
      Pues bien, yo le seguiré aportando precisiones que no pueden ser refutadas: le hago presente la siguiente distinción. En Summorum Pontificum (2007), Benedicto XVI no habló de “dos ritos romanos”, sino de dos formas del único rito romano: la ordinaria (Misal de 1970) y la extraordinaria (Misal de 1962). Por lo tanto, no hay ninguna coexistencia de dos ritos ordinarios, como resulta evidente. Lo que usted equivocadamente entiende como coexistencia fue una concesión o permiso pastoral, no una declaración de igualdad normativa.
      La norma común sigue siendo el Misal promulgado por san Paulo VI y confirmado por sus sucesores. El Misal de 1962 quedó como uso extraordinario (y, por tanto, no ordinario, como es en la actualidad), precisamente porque no es ya la edición típica vigente.
      En cuanto a su descalificación del Misal reformado como “artificial” y “elaborado por una comisión”, le recuerdo lo que ya en otras ocasiones le he dicho a usted mismo y a otros lectores: que el Misal de san Paulo VI fue promulgado por la autoridad apostólica, en continuidad con el Concilio Vaticano II, y por tanto goza de plena legitimidad. Reducirlo a “producto de una comisión” es desconocer la naturaleza misma de la promulgación litúrgica: lo que hace norma no es el proceso de redacción, sino la autoridad de la Iglesia que lo aprueba y lo impone.
      Le reitero: si quiere dialogar, aporte argumentos, muestre dónde la Iglesia ha declarado que dos ediciones típicas del mismo rito romano pueden coexistir como normas ordinarias. Mientras tanto, repetir acusaciones ideológicas no es argumentar: es volver a marear la perdiz. ¿Me entiende lo que le acabo de decir? Mucho me temo que ni siquiera hace el esfuerzo por comprenderlo.

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    6. Y le hago una advertencia, tenga mucho cuidado en su descalificaciòn de la liturgia tradicional, o como la quiera llamar. No sea cosa que esté persiguiendo fieles unidos a ella. No sería la primera vez que un fariseo cree que da gloria a Dios persiguiendo cristianos.

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    7. Estimado Anónimo,
      recibo su “advertencia” con calma. Pero le aclaro: señalar que el Misal de 1962 ha sido jurídicamente sustituido por el de 1970 no es “descalificar la liturgia tradicional” (pues el Misal de 1969/70 forma parte de la misma tradición litúrgica de la Iglesia), ni mucho menos “perseguir fieles”. Es simplemente exponer lo que la Iglesia misma ha establecido en sus documentos.
      La verdadera persecución no consiste en recordar la norma litúrgica, sino en descalificar a quienes, en comunión con el Magisterio, procuramos explicar con rigor lo que la Iglesia enseña. Comparar esto con la actitud de los fariseos que perseguían a los cristianos es no sólo injusto, sino una tergiversación de la historia y de la Escritura.
      Yo no persigo a nadie: dialogo, argumento y cito las fuentes. Si usted quiere debatir, hágalo en ese mismo plano. Confundir la exposición de la doctrina con persecución no es diálogo: es, sencillamente, marear la perdiz.

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    8. Esta ciego
      No se puede hacer nada.
      Abra los ojos

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    9. Estimado Anónimo,
      cuando alguien, en lugar de responder con razones, se limita a lanzar frases como “está ciego” o “abra los ojos”, lo que hace es confesar implícitamente que no tiene argumentos. Ese es exactamente su caso, como en otras ocasiones ya ha ocurrido en este foro: su patrón ha sido siempre el mismo, o insultar o huir; y ahora, sencillamente, hace ambas cosas a la vez.
      La fe y la liturgia no se sostienen con insultos ni con imperativos vacíos, sino con razones enraizadas en la Escritura, la Tradición y el Magisterio.
      Yo no necesito que usted “me abra los ojos”: los tengo bien abiertos a lo que la Iglesia ha enseñado y promulgado. Lo que sí echo en falta es que usted abra los suyos a la evidencia de los documentos y a la lógica de la tradición viva, y como auténtico católico —que supongo usted quiere serlo— comience a obedecer lo que la Iglesia le pide.
      Mientras tanto, repetir insultos no es dialogar: es, sencillamente, la confesión de que se huye de la discusión.

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    10. Los fariseos también estaban ciegos y perseguían a los creyentes. Usted con sus expresiones de que la liturgia que aman miles de creyentes está abrogada o derogada los está persiguiendo. Conviértase. Ultima advertencia.

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    11. Estimado Anónimo,
      usted me lanza, no sé si con pretensión de seriedad o con simple comicidad, una “última advertencia” y me compara con los fariseos que perseguían a los creyentes de los primeros años de la Iglesia. Pero permítame devolverle la pregunta: ¿quién está persiguiendo a quién? ¿El que, en comunión con el Vicario de Cristo, recuerda lo que la Iglesia ha promulgado, o el que, desoyendo al Magisterio, repite consignas infundadas y acusa de ceguera a quien no se somete a su ideología? ¿No se da cuenta de que usted es quien persigue a Cristo en su Cuerpo místico, que es la Iglesia, y a los miles de millones de católicos que se unen a Él en la Eucaristía, en una misma oración ritual?
      Sí, los fariseos estaban ciegos y perseguían a los creyentes en Cristo. Pero aquí ocurre lo contrario de lo que usted insinúa: con sus intervenciones reiteradas, carentes de diálogo y cargadas de condenas, usted no defiende la fe, sino que se opone a la autoridad legítima de la Iglesia. Y al hacerlo, no persigue a un adversario ideológico, sino a un creyente que —como tantos millones de católicos— vive su fe en obediencia al Papa y a la liturgia que la Iglesia ha establecido como norma.
      Sus intervenciones no me fastidian a mí, que estoy para escuchar y responder, sino a los demás lectores que leen comentarios carentes de argumentos y llenos de autorreferencia y subjetividad. Con sus intervenciones usted lo que hace es manifestar no sólo su falta de fe en la Iglesia y en el Papa, sino también una explícita desobediencia cismática y una ignorancia —no ya teológica, sino catequística— que caracteriza a buena parte del pasadismo.
      Mis expresiones no son invenciones personales: son reflejo fiel de lo que la Sede Apostólica ha declarado. El Misal y el Ritual que usted “ama” han sido jurídicamente abrogados y sustituidos por el nuevo Misal y el nuevo Ritual, que no son “una opción más”, sino la forma ordinaria de la lex orandi de la Iglesia.
      Y esa liturgia no la aman “miles”, como usted dice refiriéndose a los confundidos como usted, sino miles de millones de fieles católicos en todo el mundo, que son católicos precisamente porque están unidos a la Santa Sede.
      Le reitero: conviértase, sí. Pero no a la nostalgia de un pasado que ya no volverá, sino a la obediencia viva que nos une a la Iglesia de hoy.

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    12. Nadie pretende perseguir a los fieles que celebran el rito ordinario, no me psicópatee. Es usted el que persigue a los que estan unidos al tradicional. Es usted el que se empeña en la aprobación de un rito que nunca ha sido abogado.

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    13. Estimado Anónimo,
      cuando alguien ya no tiene argumentos, recurre a la descalificación personal y a frases sin fundamento. Usted habla de un “rito que nunca ha sido aprobado”, como usted mismo dice equivocadamente: le recuerdo que el Misal de san Pablo VI fue promulgado por la autoridad apostólica y es la forma ordinaria de la lex orandi de la Iglesia. Eso no es psicopatía: es fidelidad y obediencia.
      ¿Persigo al “rito tradicional”?… ¿Qué “tradición” litúrgica se ha fabricado usted a su medida? ¿La misma que Lefebvre improvisó contra la Iglesia? Hay miles de millones de católicos que vivimos el rito tradicional romano en su versión de 1969 y posteriores revisiones, hasta la actualidad, y que seguramente seguirá siendo revisado para ajustarse a los tiempos y vivir en el tiempo presente.
      Si quiere dialogar, aporte razones. ¿Es usted capaz de ello? Mientras tanto, repetir insultos no es diálogo: es simple ruido, y usted mismo queda expuesto ante todos los demás lectores, que lo conocen bien y no pueden dejar de sorprenderse ante semejante muestra de carencia racional.

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  7. Padre Filemón,
    quiero reconocerle la justicia de lo que ha expuesto. Sus expresiones no denotan en absoluto ignorancia de la historia ni de la teología de la liturgia; al contrario, muestran claridad dogmática y fidelidad eclesial.
    Lo que sí sorprende —y entristece— es constatar cómo ciertos pasadistas, aun manifestando un interés casi obsesivo por la liturgia, acaban cayendo en un hiperliturgismo vacío, incapaz de sostenerse en la historia de la liturgia, en la teología litúrgica o incluso en las más elementales normas canónicas sobre disciplina litúrgica. Esa carencia, que raya en lo absurdo, se hace patente en intervenciones como la del Anónimo: frases hechas, consignas repetidas, eslóganes que no nacen de la Tradición viva de la Iglesia, sino de las penurias teológicas del obispo Lefebvre, bien conocidas por todos.
    Y lo más grave es que esos mismos eslóganes, convertidos en muletillas, son repetidos por sus seguidores como si fueran palabras sagradas, cuando en realidad no son más que un eco ideológico, desconectado de la obediencia y de la comunión eclesial. No por casualidad han caído en el cisma y la sospecha de herejía desde hace decenios.

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    1. Estimada Domna Mencía,
      agradezco profundamente sus palabras, que no sólo me honran, sino que iluminan con claridad el trasfondo de estas polémicas. Usted ha señalado con acierto que el verdadero problema no es el amor a la liturgia —que siempre es legítimo y fecundo—, sino el hiperliturgismo ideológico, que se disfraza de celo pero carece de raíces en la historia, en la teología y en la disciplina de la Iglesia.
      Efectivamente, los eslóganes repetidos como mantras no son expresión de Tradición viva, sino de una tradición paralela, nacida de carencias doctrinales y sostenida en la desobediencia. Y como usted bien apunta, no es casual que esa deriva haya desembocado en fractura eclesial.
      Su intervención ayuda a que los lectores comprendan que la verdadera fidelidad a la liturgia no consiste en absolutizar una forma pasada, sino en vivir en comunión con la Iglesia que ora hoy, unida al Papa y a la Sede Apostólica.

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    2. Esa Domna Mencia es un avatar suyo no nos engañe Filemón que ya estamos grandecitos.

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    3. Estimado Víctor,
      su comentario no aporta nada al tema tratado y, en cambio, pretende deslegitimar la intervención de otro lector de este blog reduciéndola a un “avatar inventado”. La señora Domna Mencía hace relativamente poco tiempo ha aparecido en este foro, y a ella respondo como a todos, incluyéndole a usted, aunque por el tenor de sus intervenciones bien podría dejar de hacerlo.
      De todos modos le aclaro una vez más, como tantas veces en el pasado: este foro es coral, participan diversas voces, y la moderación de los comentarios no está en mis manos, sino en las de un colaborador, Paolo Fitzsimons. Yo no fabrico interlocutores: respondo a quienes escriben con nombre propio o con seudónimo, pero siempre lectores reales.
      Si usted no está de acuerdo con lo que Domna Mencía ha escrito, refútelo con argumentos. Lo que no es aceptable es descalificar a la persona insinuando que no existe. Esa actitud no es diálogo, sino sospecha gratuita. Estoy seguro de que la señora Domna Mencía sabrá hacerse oír por sí misma.
      Le invito a usted, pues, a volver al tema de fondo, si es que quiere aportar algo a este foro: los eslóganes pasadistas y su contraste con la enseñanza de la Iglesia. Hasta ahora usted no ha aportado argumentos; confío todavía en que alguna vez logre demostrar su capacidad racional.

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    4. Estimado Víctor,
      no soy un avatar: soy Domna Mencía (tengo mis razones para no dar mi nombre verdadero), doctora en Historia medieval, vecina de Godoy Cruz en Mendoza, madre de cuatro y abuela de nueve. Coordino el grupo de liturgia en mi parroquia del barrio, y mi biblioteca conviven Regino de Prüm y el Manual del Catequista Rural. Conozco a unos cuantos intelectuales pasadistas mendocinos, que se les dan de "muy católicos" y guardo sobre ellos una opinión crítica, siempre expresada con prudencia. Pero en el fondo: podría decir que saben menos del Catecismo que mis niños de la Primera Comunión.
      Si le incomoda lo que escribo, refútelo con argumentos. La sospecha sobre la identidad ajena es un recurso pobre: desvía el foco y empobrece el diálogo. No sé los demás, pero yo aquí discuto ideas, no fantasmas; fidelidad eclesial, no conspiraciones.
      Le invito a volver al tema: los eslóganes pasadistas frente a la historia y la teología de la liturgia. Ahí, con textos y razones, nos encontraremos.

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    5. Estimada Domna Mencía,
      le agradezco su intervención clara y valiente. Como a usted le es fácil comprobar, en este foro también tenemos la posibilidad de ejercitarnos en la sexta obra de misericordia espiritual. Sepa disculpar la irrespetuosidad y desubicación de ciertos lectores. Mi intención es responder a todos los comentarios que el moderador me hace llegar, pero a veces yo mismo elimino algunos, aunque mi primer impulso es siempre responderlos, por irrespetuosos o maleducados que sean. A veces, como en casos recientes, esta decisión se muestra evidentemente como un error.
      Aprovecho esta ocasión de comentar su intervención para decirle y decir a todos los que me leen, que la verdadera identidad de un comentarista no se mide por el nombre que firma, sino por la solidez de sus argumentos y la fidelidad a la comunión eclesial, es decir, por su catolicidad.
      En este foro no discutimos fantasmas ni teorías conspirativas: discutimos ideas, historia y, en el caso presente, teología de la liturgia. En ese terreno, Domna Mencía, su aporte es siempre bienvenido, porque ayuda a los lectores a distinguir entre la Tradición viva de la Iglesia y los eslóganes pasadistas que pretenden suplantarla.
      Invito a todos los participantes a seguir en esta línea: con textos, razones y fidelidad eclesial. Sólo así este espacio seguirá siendo un lugar de formación y comunión.

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  8. ¡Ah, Víctor, qué descubrimiento! Resulta que en este foro no hay lectores, sino un teatro de títeres: Filemón mueve los hilos, Paolo hace de apuntador, y Domna Mencía es apenas un muñeco de ventrílocuo. ¡Qué alivio! Así no hace falta refutar argumentos: basta con decir que todos son inventados.
    Pero cuidado: si seguimos por esa senda, pronto sospechará que usted mismo es un “avatar” creado por Filemón para darle réplica a Filemón. Y entonces, ¿quién quedará en pie? Quizás sólo el eco de sus propias sospechas.
    En fin, mientras algunos se entretienen con teorías de conspiración, otros seguimos leyendo y discutiendo ideas. Y eso, créame, es mucho más divertido que andar cazando fantasmas.

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    Respuestas
    1. Efectivamente, hay mucho avatar inventado. Es una forma, legítima pero engañosa, de darle densidad a un foro que se desvanece.

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    2. Estimado Víctor,
      usted insiste en hablar de “avatares inventados” como si este foro necesitara densidad ficticia para sostenerse. Le aclaro una vez más: aquí participan lectores reales, con nombre propio o con seudónimo, y la moderación de los comentarios asegura esa autenticidad. Usted mismo es una patente prueba de ello: ha intervenido ya como “Anónimo” o con otros alias, y ahora lo hace con el de “Víctor Funes”, como me lo acaba de aclarar el moderador, que ha resuelto mantener su intervención.
      Ahora bien, para aclararle y hacerle mirar este humilde espacio como lo que es: lo que da densidad a este blog no son conspiraciones imaginarias, sino los argumentos, las referencias y la fidelidad a la enseñanza de la Iglesia, sobre las cuales usted no quiere discutir ni argumentar luego que le son refutadas sus objeciones sin fundamento. Usted insulta o huye; no ha mostrado otra actitud, ni honesta ni racional.
      Si este foro tiene tan escasa densidad, entonces ¿para qué nos visita una y otra vez, uno y otro día, diciendo siempre lo mismo, manifestando las mismas carencias, los mismos mantras, las mismas taras, incluso los mismos giros redaccionales? ¿No es este para usted un blog despreciable? No puedo pensar otra cosa, a la luz de sus intervenciones. ¿Para qué nos visita todos los días, o casi, como me lo asegura el moderador de este foro?
      El que nos siga visitando es lo que me sugiere mantener la esperanza de que el pabilo siga humeante también para usted. Por eso, si quiere seguir visitándonos, si quiere aportar, hágalo en el plano de la fe común, de la catolicidad —que es comunión con el Papa y con su magisterio— y con la reflexión filosófica y teológica que aquí desarrollo. Si lo hace en este plano, ¡siempre será bienvenido! En cambio, repetir sospechas, insultos o consignas no es diálogo: es desviar la atención del tema de fondo y empobrecer la comunión.

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    4. Nota de moderación
      Dejamos constancia de que los mensajes del alias “Víctor Funes” (que viene comentando en este foro, en esta entrada y en otras, actuales y pasadas, bajo distintos alias, y que es un personaje identificado en ámbitos lefebvrianos y filolefebvrianos) han vuelto a aparecer, esta vez con expresiones ofensivas y obscenas, no solo contra el autor de este blog y los demás lectores, sino contra la Iglesia misma, como ya se había manifestado en comentarios anteriores.
      Este espacio está pensado como un taller coral de formación y discernimiento en comunión con la Iglesia. Por eso, no se publican comentarios que utilicen lenguaje ofensivo, injurioso o irrespetuoso hacia la Iglesia, sus pastores o los demás participantes.
      La corrección fraterna y la crítica constructiva son bienvenidas cuando nacen del amor a la Iglesia y se expresan con caridad. Pero los insultos, las descalificaciones y las expresiones vulgares no tienen lugar aquí, porque no ayudan al diálogo ni a la edificación de la comunidad.
      Invitamos a todos a participar con respeto, claridad y fidelidad, para que este foro siga siendo un espacio de comunión y de crecimiento en la fe.

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    7. ¡Ah, Víctor, qué hallazgo! Resulta que este foro no es un espacio de lectores, sino un videojuego poblado de avatares inventados. Filemón crea a Domna Mencía, Paolo inventa a Ludens, y quizá hasta usted mismo sea un personaje secundario en esta trama. ¿No lo ha pensado?
      Total, usted ya vive en una burbuja; y al tigre, ¿qué le hace otra más?
      Pero cuidado: si seguimos su lógica, pronto descubriremos que todos somos avatares de todos, y que el único lector real es… usted. ¡Qué soledad tan densa la suya!
      Mientras tanto, los demás preferimos seguir discutiendo ideas: mucho más interesante que andar cazando hologramas.

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    8. Estimado Anselmus,
      agradezco su intervención irónica, que ha sabido mostrar con humor lo absurdo de las sospechas sobre “avatares inventados”. En efecto, cuando se agotan los argumentos, se recurre a imaginar conspiraciones, como si este foro fuera un teatro de títeres o un videojuego.
      Pero lo que aquí nos convoca no son fantasmas ni hologramas, sino la reflexión seria sobre la liturgia y la fidelidad a la Iglesia. Su ironía, bien medida, ayuda a que los lectores comprendan que detrás de esas sospechas no hay razones, sino ruido.
      Invito a todos a seguir en la línea que usted mismo señala al final: discutir ideas, confrontar textos, y dejar de lado las teorías conspirativas que nada aportan a la comunión eclesial.

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    9. Estimado Víctor,
      como usted puede suponer, se le han eliminado éste y otros mensajes —algunos bajo distintos alias— con los que viene a entorpecer la lectura y el diálogo de tantos lectores católicos de recta intención.
      Le reitero: deje de lado los insultos, las expresiones vulgares y sus intentos de “marear la perdiz” cuando no puede responder a las respuestas que se le dan, o de huir en silencio cuando queda en evidencia su falta de argumentos.
      Aquí respondo a todas y cada una de las objeciones que se me plantean en el marco de cada publicación. No eludimos la sana dialéctica: la favorecemos, y lo hemos demostrado repetidas veces. Nunca he rehuído responder a las objeciones, como de hecho usted lo ha hecho, de lo que constan repetidos testimonios en este foro.
      Por otra parte, no admitiremos sus ya repetidos intentos de suplantar la identidad de otros lectores ni de atribuirles opiniones que no han expresado.
      Este foro existe para el diálogo serio, la formación y la comunión. Si quiere participar, hágalo en ese plano, mientras tanto seguiremos eliminando sus intervenciones.

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