La tesis de Descartes de que el objeto directo del saber son las ideas y no las cosas, traerá como consecuencia la tesis de la gnoseología idealista alemana de que el objeto del pensamiento no es lo real externo, sino que es el mismo pensamiento; vale decir, que el pensamiento no piensa el ser sino que se piensa a sí mismo, porque el ser es la autoconciencia de ser. [En la imagen: fragmento de "Minerva, diosa de la sabiduría y las artes", pequeña escultura de terracota, obra de Claude Michel, llamado Clodion, del siglo XVIII, conservada y expuesta en el Museo Metropolitano de Arte de New York, USA].
El verdadero objeto de la metafísica
----------Descartes tiene un concepto equivocado de la metafísica. En la metafísica no debo hablar de mí mismo, sino del ente. No debo dar fundamento a mi yo, sino al ente. No debo hablar de mi existencia, sino de la existencia del ente. Objeto de la metafísica no es el yo, sino el ente.
----------En metafísica, no interesa un ente particular, sino el ente en universal, la totalidad del ente, el principio de todo ente. Mi yo me interesa si debo cuidar mi salud o cumplir mis deberes morales. Pero entonces este no es el campo de la metafísica sino de mi conducta personal.
----------La metafísica ciertamente debe establecer el principio más seguro sobre el cual se basa todo nuestro saber. Pero el principio más seguro no es que yo existo. El principio más seguro es que un ente no puede ser y no ser simultáneamente bajo el mismo aspecto, por lo cual todo ente es ese determinado ente y no otro, es decir, el principio de identidad, y que por consiguiente yo no puedo asignar y negar a la vez del mismo ente el mismo atributo. Lo cual es el principio de no-contradicción.
----------El principio de no-contradicción es conexo con el principio de adecuación o de representación. Aristóteles, en efecto, hace notar que el ser y el no-ser se pueden decir según lo verdadero y lo falso.
----------"Por cuanto respecta a las cosas, el ser como verdadero y falso consiste en su estar unidos o en su estar separados" respectivamente en el juicio afirmativo y negativo, "de modo que estará en lo verdadero quien considere estar separadas dos cosas efectivamente separadas y estar unidas las cosas que efectivamente están unidas; mientras que estará, en cambio, en lo falso, aquel que considere que las cosas son de modo contrario a como efectivamente son. Entonces, ¿cuándo es que se hace una afirmación verdadera o bien una falsa? Es necesario examinar qué es lo que entendemos decir con esto".
----------Aquí Aristóteles entiende decir que nuestro pensamiento o nuestras ideas están mensuradas sobre las cosas o sobre los entes. No es, como creía Protágoras, que nuestro pensamiento sea la medida de las cosas, sino que son las cosas las que son la medida de nuestro pensarlas para que estemos en la verdad.
----------Aristóteles, por otra parte, hace la debida precisión de que nosotros, sin embargo, podemos medir o calcular matemáticamente las dimensiones de las cosas, suponiéndolas en todo caso ya existentes independientemente de nosotros. Así pues, el Estagirita prosigue y concluye: "no porque nosotros te pensemos blanco tú eres verdaderamente blanco, sino por el hecho de que tú eres blanco, nosotros, que afirmamos esto, estamos en la verdad" (Metafísica, Libro Theta, c.10, 1051 b 1-5).
----------El realismo nos dice que si tengo una sensación de calor, esa sensación es verdadera si el calentador está caliente. Si tengo una sensación de calor, podrá ser signo de que lo calórico es caliente; y de este modo podré deducir de esta sensación que lo calórico es caliente, pero permanece el hecho de que yo siento el calor porque el calentador está caliente y no es que el calentador está caliente porque yo tengo una sensación de calor. Sino que el calentador está caliente porque ha estado encendido y yo puedo tener una sensación de calor simplemente porque estoy acalorado. El hecho de que el calentador caliente no depende de mi sensación de calor, sino de la energía eléctrica que alimenta el calentador.
----------Para Descartes puedo estar cierto de experimentar una sensación de calor, pero no puedo estar cierto de que ella sea causada por la existencia de un calentador fuera de mí, porque para él, como es sabido, los sentidos engañan, por lo cual no puedo dar por evidente la existencia de cosas fuera de mí, sino que debo demostrarla partiendo de mi conciencia de existir y de poseer las ideas innatas de las cosas y de Dios.
----------Por lo tanto, tres son los principios de la afirmación o del juicio: 1. no se debe afirmar y negar al mismo tiempo (principio de no-contradicción); 2. se deben afirmar o representar las cosas como son (principio de representación o de verdad); 3. porque toda cosa tiene una identidad propia (principio de identidad), no puede ser y no ser simultáneamente. En el plano cognoscitivo nuestras ideas deben ser conformes a las cosas sensibles e inteligibles. Solo en el plano práctico la acción o la obra puede ser conforme a nuestra idea.
----------Es inevitable referirse a estos principios en el momento en que se piensa, para poder ejercer el pensamiento y para la enunciación de cualquier tesis o la formación de cualquier juicio. Por consiguiente, si el principio del cogito tiene un valor, lo tiene en nombre de estos principios. Por eso la voluntad de Descartes de sustituirlos conlleva la consecuencia de que el cogito se destruye a sí mismo.
----------Descartes, en cambio, se permite afirmar que "el principal y más ordinario error que se pueda encontrar en nuestros juicios consiste en que yo juzgue que las cosas que están en mí, sean semejantes o conformes a cosas que están fuera de mí, pues ciertamente, si considerara las ideas solamente como modos o maneras de mi pensamiento, sin querer reportarlas a otro, muy difícilmente me podrían dar ocasión de error" (Meditaciones metafísicas, Ediciones Alfaguara, Madrid 1977, p.216).
----------Para Descartes es un error creer que nuestras ideas o sensaciones representan cosas fuera de nosotros. Podemos estar ciertos de tener ideas y sensaciones, pero no del hecho de que esas ideas y sensaciones tengan por objeto cosas de las cuales ellas sean fieles representaciones.
----------Es obvio que un juicio es errado si no corresponde a cómo están las cosas, pero es contradictorio afirmar que es un error creer que nuestras sensaciones e ideas de las cosas sean representaciones de las cosas. En efecto, para sostener esta tesis como verdadera, Descartes está constreñido a sostener o a presuponer que ésta su tesis es conforme a las cosas sensibles e inteligibles tal como son.
----------La tesis de Descartes de que el objeto directo del saber son las ideas y no las cosas, traerá como consecuencia la tesis de la gnoseología idealista alemana de que el objeto del pensamiento no es lo real externo, sino que es el mismo pensamiento; el pensamiento no piensa el ser sino que se piensa a sí mismo, porque el ser es la autoconciencia de ser; no, por tanto, el pensamiento del ser, sino solo de lo pensado: en sustancia, la coincidencia del pensar con el ser, que ya está esbozada en el monismo parmenídeo del το αυτο το ειναι και το νοειν (to autó to einai kai to noéin: "La misma cosa es el pensar y el ser".
----------Algunos sin embargo han querido interpretar esas palabras en el sentido de que Parmenides se refería a la identificación intencional del pensamiento con el ser, identificación que es propia del acto cognoscitivo (en ese caso, estaríamos en posiciones realistas), de lo cual ya se da cuenta Aristóteles, cuando observa como para Parménides "lo que el hombre piensa es de la misma naturaleza de sus miembros corpóreos" (Libro Gamma, c.V, 1010 a 24). Y santo Tomás de Aquino, en su comentario a este pasaje, observa que para Parménides "la disposición de los miembros del cuerpo es adecuada a la operación del intelecto" (Comentario a la metafísica de Aristóteles, l.IV, c.V, n.676, Ediciones Marietti, Torino-Roma 1964, p.187).
Las reglas del método de la metafísica
----------1. La búsqueda de la verdad requiere el empleo de todo cuanto ya sabemos, no solo de cierto, sino también de probable. Lo probable debe ser verificado.
----------2. Si tenemos alguna duda, debemos ver si está o no está fundada o justificada. Si se resuelve, bien; si no, paciencia. Pero no puede haber duda sobre los primeros principios de identidad, causalidad y finalidad, porque son absolutamente evidentes y conocidos por todos. Aparecen sin embargo de vez en cuando cosas dudosas, acerca de las cuales se puede discutir y sobre las que, por lo tanto, al menos por el momento, hay que renunciar a tomar posición, por lo cual debemos suspender el juicio. Es importante saber distinguir aquello de lo cual es razonable dudar de aquello sobre lo cual es insensato dudar. Dudar de todo es una hipótesis que se puede tomar en consideración, para descartarla inmediatamente como no ejercitable o impracticable.
----------3. Para llegar a la noción del ente, objeto de la metafísica, se necesitan tres grados de abstracción (al respecto, me permito recomendar la siguiente bibliografía: Benoît-Marie Simon, Esiste un’intuizione dell’essere?, Edizioni ESD, Bologna, 1995, pp. 14-18; J. Maritain, Sept leçons sur l’être, Téqui, Paris 1934, pp. 88-96; Les degrés du savoir, Desclée de Brouwer, Bruges 1959, pp. 427-430: A. Lobato, Ontologia, Pars prima, Apud Pontificiam Univesitatem S.Thomae, Roma 1991, pp. 104-106).
----------Por consiguiente, es necesario aprender la noción analógica y participativa del ente. Nos resulta necesario partir de la noción del ente individual móvil sensible y cuantitativo, tomada de la experiencia sensible. De ahí que Descartes, que niega la veracidad del sentido, bloquea desde su mismo nacimiento el ascenso del intelecto al ser, dando la ilusión al yo de ser el centro, la totalidad, el principio y el vértice de la realidad. Como ha sido dicho, la metafísica no se pregunta quién soy yo, sino: ¿qué es el ente, tí tò 'ón?
----------4. No se debe tener apresuramiento al juzgar. El ser es objeto de intuición, pero como efecto de un juicio de existencia. También se debe asentir cuando la verdad sensible o inteligible es evidente o demostrada. No hay que dudar de lo que es cierto y evidente.
----------5. No se debe en absoluto dudar de la existencia de la verdad y de la posibilidad de conocerla, porque Dios nos ha creado como hechos para la verdad y capaces de conocerla, por lo cual el rechazo voluntario del concepto de verdad y de la verdad misma es una grave culpa moral y es un pecado de hipocresía y de falsedad, inspirado por el demonio, como resulta de las mismas palabras de Cristo ("Que vuestro hablar sea sí, sí; no, no. El resto pertenece al diablo", Mt 5,37), ese demonio que es el mentiroso por excelencia.
----------6. No debemos demostrar aquello que ya es de por sí evidente al sentido (como por ejemplo la existencia de las cosas materiales), o al intelecto (como por ejemplo el principio mismo del proceso demostrativo, el principio de no-contradicción). Y a la inversa, no debemos dar por evidente lo que debe ser demostrado (como por ejemplo la existencia de Dios).
----------7. Hay que distinguir las cosas de las ideas de las cosas. Las cosas son creadas por Dios; las ideas las producimos nosotros para conocer las cosas. La doctrina de las ideas no sirve para llegar a captar las cosas partiendo de las ideas como objeto inmediato del saber. Sino que sirve para explicar cómo y por qué conocemos las cosas: yo me doy cuenta de conocer esa cosa dada y que está inmaterialmente en mí. ¿Cómo es esto posible? Porque me formo una idea de la cosa, que es una similitud inmaterial de la cosa en mi mente.
----------Este es el discurso sensato que debemos hacer para saber cuál es la relación de nuestras ideas con las cosas. No debemos confundir el medio o el modo del conocer, como el concepto, la idea o el juicio, con el objeto del saber, es decir las cosas, los entes, la realidad.
----------8. No podemos partir de la conciencia de la existencia de nosotros mismos en acto de pensar, por más que ello sea algo indudable, porque a esto llegamos solo partiendo de la experiencia de las cosas sensibles, y reflexionando sobre las ideas que nos hemos hecho, pasando posteriormente a la toma de conciencia de nuestro intelecto que las ha conocido. Solo en este punto podemos llegar a tomar conciencia de nuestro yo pensante (cogito) y existente (sum).
----------9. Para hacer metafísica es suficiente la noción del ente, incluso sin la posesión de la noción del yo, la cual sirve en cambio para la psicología, para la conciencia moral y para regular la propia conducta personal.
Padre Filemón: Me ha venido a la mente (teniendo en cuenta su diálogo con otro lector en la primera parte de este artículo) el episodio evangélico de la adúltera, cuando Nuestro Señor escribe en el polvo en lugar de responder a las preguntas de los fariseos..., un sabelotodo se atrevió a afirmar que Jesús no sabía escribir...(!!!) Por lo tanto, ha llamado a nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, un ignorante.... qué horror... Cristo como hombre era y es una persona culta que creció en el ambiente de la época, siguió la escuela rabínica, etc. etc. Considerado, incluso por sus enemigos, como maestro sabio, dotado de gran sabiduría.... luego, como Dios, obviamente, es Sabiduría infinita.... Además, ¿de quién proviene el don del genio filosófico y teológico, por ejemplo, de un Santo Tomás de Aquino? ¿De quién proviene el don de la genialidad humana, de los grandes filósofos, de los grandes científicos? De Dios..... Por lo tanto, afirmar que Cristo no conoce la filosofía es una herejía verdadera y propia... diría arriana.... Ya que los arrianos negaban la naturaleza divina de Jesús...
ResponderEliminarEstimada Rosa Luisa,
Eliminarlo que usted dice sobre Jesús es ciertamente compartible. De hecho, san Juan dice que Cristo es el Verbo que ilumina a todo hombre y no hay duda de que todos los dones de ciencia y de sabiduría vienen de Él, porque, como dice san Pablo, en Él están escondidos todos los misterios de la ciencia y de la sabiduría.
Una pregunta filosófica: ¿en definitiva, el punto de partida del conocimiento es un acto de fe en la posibilidad de conocer la realidad? Porque demostrar no se puede.
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarel punto de partida del conocimiento es el primer contacto sensible con las cosas. En este punto el intelecto comienza a funcionar espontáneamente y entra en juego el proceso ideativo, con el cual el sujeto comienza a pensar y da inicio al conocimiento intelectual.
Todo esto ocurre espontáneamente ya en lo interno del seno de la madre en los últimos tiempos. En este punto funciona solo la sensibilidad, mientras que el intelecto comienza a funcionar dentro del primer año de vida, cuando el niño empieza a hablar. Aquí no tiene nada que ver la fe, no entra para nada la fe, sino que se trata simplemente de la experiencia de la actividad espontánea e insuprimible de los poderes cognitivos.
Estimado Padre,
ResponderEliminarhe leído con interés su artículo. Me asombra cómo el idealista pueda creer que la realidad es prácticamente producida por su propio pensamiento y cómo pueda dudar de sus sentidos. Me parece que esta posición lleva a no pocas paradojas. Por ejemplo: ¿existen tantas realidades como son los hombres? Si cada hombre piensa que la realidad reside en su propio pensamiento, debe ser forzosamente así. Otro ejemplo más práctico, diría que podría ser el color del semáforo, si cada uno tiene su propia luz, podría suceder que algunos interpreten el rojo en lugar del verde con evidentes efectos catastróficos. Pero, por supuesto, esto no es así; ¿no debería ser una prueba convincente de que el idealismo carece de base? ¿Cómo resuelven los realistas estas contradicciones evidentes? Sin tener en cuenta que las evidencias científicas nos muestran claramente que Dios creó leyes para gobernar el universo que actúan independientemente del ser humano.
Saludos cordiales,
Angel
Estimado Ángel,
Eliminarusted debería considerar el hecho de que los idealistas no son tan chitrulos como para confundir su imaginación con la realidad, porque en este caso tendrían necesidad de ser internados en el loquero, como personas que sufren alucinaciones. Esto quiere decir que el idealista sabe muy bien utilizar el realismo para las cosas materiales que le interesan, como por ejemplo cobrar el sueldo, que cobra en moneda real, no en moneda pensada.
Su confusión del pensamiento con el ser no se refiere a las exigencias de la vida cotidiana, sino que afecta al plano de la metafísica, de la teología y de la gnoseología, donde el idealista considera su yo como la determinación o finitización o aparición fenoménica y empírica del Yo Absoluto o del Pensamiento Absoluto idéntico al Ser Absoluto, es decir, prácticamente Dios. Por eso el idealismo implica el panteísmo.
Por cuanto respecta al problema de la veracidad de los sentidos, también en este plano el idealista sabe bien cómo maniobrar y desempeñarse, porque a su voluntad sabe utilizar muy bien el realismo, en lo que se refiere al conocimiento de las cosas materiales.
En cambio, el escepticismo en el campo del sentido lo utiliza cuando el idealista hace de filósofo, imaginándose a sí mismo como idéntico al Yo Absoluto. Está claro que de esta manera uno puede permitirse dudar de los sentidos, ya que es evidente que el Yo Absoluto es puro espíritu, que no tiene absolutamente necesidad de recurrir a la experiencia sensible para actuar la propia Autoconciencia.
Ahora bien, ¿cómo se refuta el idealismo?
Pues bien, sabemos que ya lo ha hecho Aristóteles con Protágoras: se trata de demostrar que también el idealista, para sostener como verdadera su propia doctrina, está obligado a recurrir al realismo, es decir, a una concepción de la verdad como adecuación a lo real, mientras que el idealista tendría la pretensión de que lo real sea producido por su pensamiento.
Por consiguiente, el idealista se refuta a sí mismo y no es necesario refutarlo desde fuera. Se trata de una especie de suicidio del pensamiento, porque el idealista para sostenerse a sí mismo se basa en ese principio realista, que él querría negar con su idealismo.
Estimado Padre: ejemplo de las laceraciones entre cristianos me parece que es la situación de los lugares santos en Tierra Santa, cuyo uso se divide entre las diferentes Iglesias cristianas según el llamado "statu quo" definido por los gobiernos en el 800 para cerrar las hasta entonces continuas luchas y escaramuzas (litigios que llegaban hasta los golpes) entre las diferentes formas de cristianismo. Quizás cuando acabemos con estas peleas podamos ponernos como ejemplo para los demás.
ResponderEliminarEstimado Pedro,
Eliminarciertamente es doloroso tener que constatar las peleas entre fieles de diferentes religiones precisamente en el lugar sagrado que ha visto la sepultura del Cuerpo del Señor.
Sin embargo, lo que nos da algún consuelo es que al fin de cuentas todos quieren honrar a Nuestro Señor, aunque ciertamente esta no es la mejor manera. Pero podemos pensar que Nuestro Señor, teniendo compasión por los litigantes, mira a la buena voluntad de todos en querer amarlo por encima de todo.