jueves, 4 de diciembre de 2025

¿María es la única corredentora?

Decir que sólo la Santísima Virgen María es corredentora sería algo así como elevarla a un rango divino, casi a la par de Cristo. Pero la corredención no es un privilegio exclusivo de nadie, sino la participación humana en la obra redentora sostenida por la gracia. María realiza esta cooperación de manera insuperable, pero también nosotros estamos llamados a ser corredentores en la cruz cotidiana. ¿No es acaso la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo y de San Pablo que nuestra vida en gracia nos hace colaboradores de la salvación? [En la imagen: un fragmento de "Virgen del parto", fresco pintado probablemente en 1467, por Piero della Francesca, conservado y expuesto en el Museo de la Madonna del Parto, Monterchi, Italia].

“Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros,
y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo,
en favor de su cuerpo, que es la Iglesia” (Colosenses 1,24)
   
----------El título de Corredentora aplicado a la Santísima Virgen María posee una tradición ilustre y exige precisión teológica para evitar equívocos. La afirmación recta parte de la unicidad del Redentor: Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, realiza la redención en sentido propio y absoluto. La cooperación de las criaturas —María de modo eminente, los fieles de modo participativo— se entiende como colaboración subordinada, sostenida por la gracia, jamás como paridad con la obra divina de Cristo. En este marco, hablar de “corredención” no implica equiparar a la criatura con Cristo, sino reconocer la participación querida por Dios en grados y modos análogos, integrados en la economía de la salvación.
----------Conviene precisar que la corredención no es un privilegio exclusivo de Nuestra Señora, como sí, efectivamente, lo son la maternidad divina, la Inmaculada Concepción o la Asunción, sino un modo de cooperación. La noción de “con-” (co-redimir, colaborar, cooperar) no significa completar lo que Dios no pudiera hacer, sino participar —claro que imperfectamente y solamente por gracia— en lo que el Redentor realiza perfecta y totalmente. Esta cooperación se comprende como ministerio humilde y fiel, una participación instrumental que jamás sustituye ni compite con la causalidad principal de Cristo.
----------La Sagrada Escritura fundamenta esta lógica de colaboración. San Pablo Apóstol se reconoce “cooperador” (synergós) y declara: “me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24). Esta “completación” no toca la suficiencia intrínseca del sacrificio de Cristo; alude a la dimensión histórica-ecclesial de la Cruz, donde los miembros asumen —por gracia— la porción de sufrimiento que, en el tiempo y en la carne, configura la Iglesia al Crucificado. Es la lógica del sacrificio vivo (Rom 12,1), de la muerte al pecado y resurrección en Cristo (bautismo) y del morir a las obras de la carne para vivir en el Espíritu.
----------La impasibilidad divina ilumina un matiz decisivo: Dios, en sí, no sufre; el sufrimiento pertenece al orden creado. Por tanto, cuando Pablo habla de “trabajos que faltan”, remite a la parte humana del misterio de la redención: los innumerables dolores físicos, psíquicos y morales que Cristo no asumió “materialmente” en cada caso concreto, pero que son asumibles por los fieles en unión con su Pasión. Esta oferta de los sufrimientos, unida al sacrificio de Cristo, es cooperación histórica y eclesial, no complemento ontológico de la divinidad.
----------María, en esta economía, ofrece la cooperación suprema: su fiat, su unión inseparable a la Pasión y su gracia singular constituyen la forma más perfecta, insuperable y ejemplar de la cooperación humana a la obra redentora. Su inocencia no la hace modelo de penitencia por culpa propia, pero —en amor vicario y perfecto— asume dolores por nuestros pecados, de modo que su participación ilumina el sentido de “co-redención”: subordinación y comunión, no paridad, ni “función divina”, ni deificación de la criatura.
----------La gracia se entiende como participación creada de la naturaleza divina (2 Pe 1,4). Es participación analógica y de semejanza, no unívoca; no confiere “forma divina” ni identidad con la esencia de Dios, sino una cualidad accidental, amisible por el pecado, que habilita a obrar sobrenaturalmente. En virtud de esta gracia, los fieles colaboran libremente: mérito de congruo, virtudes humanas elevadas, buenas obras, ejercicio del libre albedrío sanado, todo en subordinación real a la causalidad principal de Cristo.
----------En teología dogmática es clave afirmar el carácter analógico y participativo de “redención”. No se trata de un concepto unívoco ni monolítico: redimir se dice por grados y analogías según diversa proximidad a la causa principal. La reducción univocista —que vería la redención como absoluto imparticipable en todo sentido— desconoce la intención divina de asociar a la criatura por gracia, causa segunda libre e instrumental. Así, Cristo es Redentor en sentido propio y máximo; María coopera en sentido eminente; los fieles, en sentido participativo, ofreciendo su cruz cotidiana, su amor oblativo y su obediencia filial.
----------La teología de la colaboración o cooperación o corredención, responde a objeciones que niegan toda parte a la naturaleza. El concepto de sola gratia, rectamente entendido, no anula la naturaleza sino que la sana, la eleva y le permite cooperar. Dios no necesita de nosotros; Él quiso libremente incluir nuestra cooperación por misericordia y para nuestra dignificación. La economía sacramental y eclesial de la redención supone miembros que, por el Espíritu, participan en tiempo e historia del único sacrificio, sin añadir nada a su valor intrínseco, pero aplicando sus frutos y configurando la Iglesia al Crucificado.
----------En pedagogía espiritual o teología ascética-mística, la corredención se traduce en gestos concretos, como lo son por ejemplo el cargar la cruz cada día, dar la vida por los hermanos, amar como Él nos amó, perder la vida por Cristo para hallarla, ser el grano de trigo que muere para dar fruto. Este ethos pascual —vivido por la Iglesia en todos sus miembros— manifiesta la comunión real con la Pasión, bajo la guía de María, cuya cooperación eminente no eclipsa sino que ilumina la vocación universal a participar.
----------Una prudencia doctrinal es necesaria: evitar exageraciones devocionales y mariolatrías, credulidades en fenómenos dudosos, o desplazamientos prácticos de la autoridad eclesial hacia supuestos mensajes privados. El título “Corredentora” exige catequesis cuidadosa para disipar equívocos, mostrar su subordinación estricta a Cristo, y preservar la correcta jerarquía entre privilegios de María y su cooperación, ejemplar pero creada. De ahí que la reciente nota doctrinal del Dicasterio de la Fe esté plenamente justificada, y es comprensible la decisión del papa León para pedir que se evite el uso del título de María Corredentora en documentos magisteriales y en la liturgia. Al mismo tiempo el Papa ha impulsado la indagación teológica sobre el tema.
----------En clave antropológica, puede subrayarse la reciprocidad humana: Cristo, varón perfecto, y María, mujer perfecta, manifiestan la complementariedad querida por Dios en la creación, sin confusión de funciones ni mezcla de naturalezas. Esta reciprocidad no altera la unicidad del Mediador ni introduce paridad soteriológica; explica más bien cómo la excelencia femenina de María se integra, como cooperación, en la economía de la redención, permaneciendo criatura plenamente dependiente.
----------La economía de la gracia permanece misteriosa: don creado, no la esencia divina; comunicable por grados, amisible por el pecado, eficaz por los sacramentos. Aun sin penetrar su modo íntimo, la Revelación y la experiencia eclesial atestiguan sus efectos: configuración a Cristo, caridad que se ofrece, perseverancia en la cruz. De ahí que la “corredención” sea un nombre para la participación operativa de la gracia en los miembros, bajo la causalidad de Cristo, que permanece único Redentor y Mediador.
----------La conclusión teológica es clara: la corredención expresa comunión, subordinación y participación de las causas segundas libres en la obra única de Cristo. María coopera de modo eminente e insuperable; los fieles, de modo real y creciente; ninguno en paridad con el Redentor. Rectamente entendida, la corredención es una verdad orgánica de la Tradición que articula Escritura, gracia, méritos de congruo y vida eclesial, y que suscita conversión práctica: unir nuestros padecimientos a los de Cristo, por la Iglesia, en esperanza pascual.
----------En definitiva y reiterando de modo sintético: el concepto de María corredentora se vuelve equívoco si la concebimos como única corredentora en el sentido de que sólo Ella sea corredentora y no lo seamos también nosotros, aunque en grado inferior. En tal caso María ya no aparece como una de nosotros, sino que es elevada a una función sobrehumana y divina que la hace aparecer como una diosa.
----------De hecho, decir que sólo Ella es corredentora y no lo somos también nosotros es como decir que Ella en este corredimir desempeña un papel divino por encima de nuestro ser creatural y, por tanto, a la par de Cristo. Ahora bien, el corredimir, en realidad, no es en absoluto un privilegio exclusivo de María como lo son la maternidad divina, la plenitud de gracia, la inocencia, la Inmaculada Concepción y la Asunción al cielo en alma y cuerpo. En comentarios sobre "Mater Populi Fidelis", el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha explicado lo que significa la nota doctrinal al afirmar que el título mariano es "siempre inapropiado". Pero debería ser mejor explicado que el concepto de corredimir es un concepto analógico, no unívoco.
----------Por consiguiente, es necesario distinguir el redimir del corredimir. El redimir es obra única y exclusiva de Cristo, que es Dios. El corredimir, en cambio, es obra humana sostenida por la gracia de la vida cristiana, que consiste exactamente en colaborar con Cristo en la obra de la redención. El cristiano participa subordinadamente, viviendo en gracia, de la misma obra redentora de Cristo.
----------Corredimir, por lo tanto, no quiere decir redimir a la par de Cristo, no quiere decir compartir con Él la obra redentora, porque ésta es obra divina que coincide con la misma divinidad, y la divinidad en su absoluta simplicidad es imparticipable e incomunicable a la criatura.
----------Si San Pedro habla de la gracia como participación de la naturaleza divina, entiende participación en sentido analógico y de semejanza, no en sentido unívoco o cuantitativo. El hombre en gracia no comparte el ser divino y mucho menos se convierte en Dios, sino que es sólo semejante a Dios. Dios, al darnos la gracia, no se comunica a Sí mismo a nosotros, dándonos casi una forma divina —cosa imposible—, sino que sólo crea en nuestra alma una cualidad sí divina, pero accidental y, por tanto, susceptible de perderse con el pecado.
----------Nos dona una participación analógica creada de su naturaleza, y ésta es la gracia que nos hace capaces de colaborar con Cristo, es decir, de ser corredentores. Corredimir significa subordinación a la obra de Cristo, no paridad o compartición. El cristiano está en comunión con Cristo, pero no es idéntico a Cristo.
----------La idea de corredención como actividad del cristiano se deduce fácilmente, como ya he dicho, de tantos enseñamientos de Cristo y de San Pablo. Cuando, por ejemplo, Cristo nos dice que debemos cada día tomar nuestra cruz con Él, cuando nos dice que debemos dar nuestra vida por nuestros hermanos, cuando nos ordena amarnos entre nosotros como Él nos ha amado, cuando dice que quien pierde su alma por Él la encontrará, cuando nos dice que nos ha dado el ejemplo, cuando habla del grano de trigo que, muriendo, da fruto, ¿qué quiere decir sino que nosotros somos corredentores?
----------Cuando San Pablo dice haber sido crucificado con Cristo, cuando nos invita a ofrecer nuestros cuerpos como sacrificio viviente, cuando habla del bautismo como muerte y resurrección en Cristo, cuando nos dice que debemos hacer morir las obras del cuerpo para vivir en Cristo, ¿qué quiere decir sino que somos corredentores?
----------Por lo tanto, podemos decir que la Santísima Virgen María en el corredimir desempeña un papel único, inalcanzable para nosotros, siempre que entendamos tal unicidad no como un privilegio exclusivo que sólo Ella posee, por encima del común de los fieles, sino como la realización más perfecta e insuperable de aquella obra de corredención que todos estamos llamados a cumplir en la imitación de Cristo, por intercesión de María, en la obra de la salvación nuestra y de los hermanos.
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 29 de noviembre de 2025

17 comentarios:

  1. Reverendo Padre, yo aprendí desde niño que la Virgen es Corredentora porque tiene por Gracia lo que Dios tiene por naturaleza. Es decir, por voluntad de Dios, es criatura Inmaculada, Virgen, Abogada nuestra en el Juicio y Corredentora. Mi mamá también fue mi catequista, como para otros de mi edad. Ella subrayaba que no podía ser considerada como una Diosa, herejía protestante, precisamente porque criatura de Dios con virtudes particulares confiadas por Él mismo por bondad y justicia. Me han enseñado que todos los católicos siempre y en todas partes han enseñado y creído en estos Santos Misterios. Además de los muchos pronunciamientos eclesiásticos en línea. Entonces, ¿por qué poner dudas? Los modernistas como los protestantes siempre lo han hecho, pero la Iglesia siempre ha respondido con claridad y firmeza, anatemizando las posiciones erróneas. Hoy, sin embargo, algunos parecen más inclinados a reprender a los católicos que a los herejes.

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    1. Estimado Mateo,
      le hago presente, en primer lugar, que la afirmación de que María “tiene por gracia lo que Dios tiene por naturaleza” no es un privilegio exclusivo suyo, sino la condición de todo cristiano en estado de gracia. Sin embargo, en María esta posesión alcanza un grado inigualable, porque sólo Ella es la Llena de Gracia, preservada de toda culpa y totalmente consagrada a Dios.
      En segundo lugar, conviene precisar que la herejía Protestante no consiste en atribuir a María una condición divina —cosa que la Iglesia nunca ha enseñado—, sino más bien en negar su papel de Mediadora de todas las gracias y, por ello, rechazarla como Corredentora. La fe católica, en cambio, reconoce su cooperación singular y eminente en la obra de Cristo, siempre en subordinación y dependencia del único Redentor.
      En tercer lugar, no insinúo ninguna duda acerca de esta doctrina. Siguiendo la concepción tradicional de la corredención, yo la considero una verdad de fe. Pero debe entenderse correctamente: no como un privilegio exclusivo que colocaría a María por encima de todos los fieles, sino como la realización más perfecta e insuperable de aquella colaboración con Cristo a la que todos estamos llamados. María corredime de un modo único, porque su unión con Cristo y su plenitud de gracia la hacen participar en la obra redentora con una perfección que nosotros, marcados por las consecuencias del pecado original, sólo podemos alcanzar en grados inferiores.

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    2. Respuesta magistral, y claridad única.

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    3. Reverendo Padre: comprendo bien el sentido de sus palabras que me parecen correctas. Las del documento de Tucho firmado por Prevost no lo son.

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  2. No, nosotros no somos corredentores. Nadie se atreve a ponerse a la par de María Santísima, bendita entre todas las mujeres. Ella es la Madre de Dios, Madre de la Divina Gracia, omnipotente por gracia.

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    1. Estimada María,
      concuerdo plenamente en que ninguno de nosotros puede ponerse al nivel de la Santísima Virgen, bendita entre todas las mujeres. Ella es la Madre de Dios, la Llena de Gracia, y su cooperación en la obra de Cristo es insuperable. Sin embargo, conviene recordar que tanto nosotros como María hemos sido redimidos por Cristo, único Redentor y Salvador. Sólo Él confiere la gracia santificante que quita la culpa original. María también fue salvada, aunque de un modo singular: preservada de la culpa original en previsión de los méritos de Cristo.
      Una vez recibida la gracia santificante, cada cristiano, como enseña san Pablo, se esfuerza en la carrera hacia el Reino de Dios. En este camino, la Virgen ha llegado primero y de manera perfecta, mereciendo más que todos nosotros gracias a su plenitud de gracia y a su unión inseparable con Cristo. Por eso está por encima de nosotros y nadie puede alcanzar el nivel de su santidad.
      Decir que todo cristiano es corredentor significa reconocer que, en unión con Cristo, podemos colaborar en la obra de la salvación. Pero siempre debe añadirse que nadie puede ser tan perfectamente corredentor como lo ha sido María. Su cooperación es única e insuperable, pero no exclusiva en el sentido de que sólo a Ella pertenezca el corredimir. Si se entendiera así, como un privilegio exclusivo, se desvirtuaría el sentido auténtico de la palabra. En ese caso, como bien ha señalado el Cardenal Víctor Manuel Fernández, sería preferible no usar el término.

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    2. Estimado Padre: usted se equivoca. El ser corredentora de María Santísima es precisamente un privilegio, solo suyo, como ser Inmaculada y Madre de Dios. Como Eva fue causa de ruina para toda la humanidad, así María Santísima es causa de salvación para toda la humanidad; este poder le ha sido dado por Dios.

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  3. Lo que dice Filemón ha sido refutado por numerosos teólogos del pasado y se siente en sus palabras un pizca de modernismo.

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    1. Estimado Franco,
      le agradecería que precisara cuáles son, según usted, las afirmaciones de mi discurso que habrían sido refutadas por teólogos, santos o papas del pasado, y en qué sentido se encontraría en ellas “una pizca de modernismo”. La claridad exige que las objeciones se formulen con fundamento, indicando textos y argumentos concretos.
      Permítame recordar que desde hace décadas sostengo en mis publicaciones la doctrina católica en plena fidelidad al Magisterio de la Iglesia y a la enseñanza de los santos, y que me he manifestado siempre como adversario del modernismo. La noción de corredención que expongo no es una innovación, sino la misma que se encuentra en la tradición escolástica y en la enseñanza constante de la Iglesia: Cristo es el único Redentor, María coopera de modo eminente e insuperable, y los fieles participan en grados diversos por la gracia.
      Asimismo, acepto y enseño el Magisterio Pontificio en continuidad con la reforma del Concilio Vaticano II, que no contradice la tradición, sino que la desarrolla y la aplica a nuestro tiempo. Por ello, lejos de insinuar novedad sospechosa, mi exposición busca mostrar la riqueza de la doctrina tradicional en su sentido más auténtico y fiel.

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  4. Para evitar confusión (es mi humilde opinión) prefiero usar el apelativo de cooperadora, de alto grado, porque todas las personas han sido y somos cooperadores.

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    1. Estimado Antonio,
      comprendo su preferencia por el término “cooperadora”, pero conviene precisar que no es un concepto bíblico. San Pablo emplea más bien la expresión “colaborador” (synergós), que significa participar en la obra redentora de Cristo. La palabra “cooperador”, en cambio, puede dar la impresión de un trabajo en igualdad de condiciones con quien opera, lo cual no corresponde a la subordinación absoluta que caracteriza nuestra participación en la obra de Cristo.
      El término “colaborador” es, en sí mismo, profano y puede aplicarse a cualquier relación humana. Por ejemplo, también de Vance se puede decir que es un colaborador de Trump. Lo decisivo es aclarar qué tipo de colaboración realiza el cristiano con Cristo. En otras religiones también se habla de colaboración con Dios, pero la colaboración cristiana es única: consiste en unirse a la Pasión y a la obra redentora de Cristo, reproduciendo en sí mismo su actividad y su entrega, como enseñan numerosos pasajes del Evangelio y de las cartas paulinas.
      Por eso es necesario distinguir entre redimir y corredimir. Redimir es obra divina exclusiva de Cristo, que nos confiere la gracia santificante y nos abre el cielo por estricta justicia (de condigno). Corredimir, en cambio, es obra humana sostenida por la gracia, en la que podemos merecer por conveniencia (de congruo) la participación en la vida eterna. En este sentido, todo cristiano está llamado a ser corredentor, aunque siempre en subordinación a Cristo.
      María ocupa en esta obra corredentora un lugar único e inalcanzable, por su plenitud de gracia y su unión inseparable con Cristo. Pero al mismo tiempo es una cristiana como nosotros, redimida por Cristo como nosotros. San Pablo VI lo expresó con acierto al decir que María es la criatura más cercana a nosotros y, al mismo tiempo, la más cercana a Dios.

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  5. Toda la Iglesia es corredentora, María lo es por excelencia, ¡la primicia después de Jesús, el primer Fiat de la humanidad a la propuesta de salvación del Señor! Debe, sin embargo, reconocerse en María un quid pluris, un primado, una excelencia, porque, de lo contrario, dirigirse a María o dirigirse a Santa Flavia Domitilla o a san Charbel- con todo respeto y devoción - ¡se convierte en la misma cosa! ¿O no? María como parte de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, debe tener un primado en coherencia con el hecho de ser preservada del pecado y asunta al Cielo!

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    1. Estimado Melchor,
      usted ha señalado un aspecto muy importante. En efecto, toda la Iglesia participa de la obra redentora de Cristo y, en ese sentido, puede llamarse “corredentora”. María, sin embargo, lo es por excelencia, pues su fiat constituye el primer consentimiento humano a la propuesta de salvación del Señor y su unión inseparable con Cristo la coloca en un lugar único.
      La diferencia entre la mediación universal de María y la mediación particular de los santos es decisiva. María es mediadora de todas las gracias, porque su cooperación está vinculada directamente a la obra redentora de Cristo y se extiende a toda la Iglesia. Los santos, en cambio, ejercen una mediación subordinada y circunscrita al carisma que Dios les ha confiado: san Charbel en la vida monástica y penitencial, santa Domitila en el testimonio martirial, y así cada uno según su vocación.
      Por eso, dirigirse a María no es lo mismo que dirigirse a cualquier otro santo. Ella posee un primado y una excelencia que derivan de su preservación del pecado original, de su plenitud de gracia y de su Asunción gloriosa al cielo. María es la criatura más cercana a Dios y, al mismo tiempo, la más cercana a nosotros, como enseñó san Pablo VI. En ella se cumple de manera eminente la vocación corredentora de la Iglesia, y su mediación universal ilumina y sostiene la mediación particular de todos los demás santos.

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  6. La lógica nos lleva a decir que si María es redentora con Jesús (y esto es lo que significa corredentora), entonces también Jesús es "redentor con" María, es decir "corredentor'. Pero esto no es absolutamente cierto. Por eso se ha escogido usar la palabra cooperadora, o colaboradora de Jesús a la Redención. Y sí, todos los discípulos de Jesús son también cooperadores de la Redención.

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    1. Estimado Miguel,
      el término corredentora no significa en absoluto que María sea “redentora con Jesús”, como si ambos compartieran en igualdad la obra de la salvación. La redención es obra exclusiva de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y sólo Él confiere la gracia santificante que quita la culpa y abre el cielo.
      El corredimir, en cambio, designa la cooperación humana sostenida por la gracia. Es una participación subordinada en la obra redentora de Cristo, nunca un complemento en paridad. El cristiano en gracia no actúa al mismo nivel que Cristo —lo cual sería caer en un panteísmo absurdo—, sino que participa de su obra por la gracia que Él mismo otorga, como ha dicho también el Card. Víctor Manuel Fernández.
      María realiza esta cooperación de manera eminente e insuperable, por su plenitud de gracia y su unión inseparable con la Pasión. Los fieles, en grados diversos, también colaboran en la obra de Cristo, ofreciendo sus sufrimientos y obras en comunión con Él. Por eso la palabra corredentora, rectamente entendida, expresa subordinación y participación, nunca equivalencia con el Redentor.

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  7. La sangre de su hijo, que redimió al mundo, fue la de la Virgen María, que no conoció varón.
    Por eso es la Corredentora. Antes de ser Madre, la Santísima Virgen María sufrió un mar de dolor, el dolor de las ofensas a Dios Creador.
    ¡Su aflicción ha sido inconmensurable!

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    1. Estimado Pablo,
      sus palabras sobre los sufrimientos de la Santísima Virgen son verdaderas y conmovedoras. Ninguna criatura humana ha participado tan íntimamente en los dolores redentores del único Salvador divino como lo hizo María. Su unión inseparable con la Pasión de Cristo, desde el fiat inicial hasta el Calvario, la convierte en la corredentora por excelencia.
      En efecto, la sangre que Cristo derramó en la Cruz es también la que recibió de María, y en este sentido su maternidad virginal se vincula misteriosamente con la obra de la redención. Pero más aún, su corazón inmaculado sufrió un mar de dolor por las ofensas contra Dios, y esa aflicción inconmensurable la hizo participar de manera única en la obra redentora.
      Por eso, ninguna criatura humana ha realizado con tanta perfección la actividad corredentora como María, y con toda propiedad la Iglesia puede llamarla Corredentora, siempre en subordinación al único Redentor.

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