Jacques Maritain se alza como una brújula segura para pensar y vivir la fe en la modernidad. Sin embargo, su propuesta de una nueva cristiandad fue objeto de críticas severas, desde Julio Meinvielle hasta Plinio Corrêa de Oliveira, que la redujeron a una ilusión o a una claudicación frente al modernismo. Lo llamativo es que estas objeciones pasaron por alto la recomendación explícita de los Papas, que vieron en Maritain un profeta para nuestro tiempo, un maestro capaz de unir fidelidad doctrinal y apertura cultural. Esta segunda entrada examina algunas de esas críticas y muestra cómo, lejos de ser una utopía, la nueva cristiandad es un ideal regulativo que orienta la acción cristiana en la historia, evitando tanto el integrismo como el secularismo radical. [En la imagen: fotografía de Jacques Maritain, fecha y lugar desconocidos].
“Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos,
porque velan por vuestras almas como quienes han de dar cuenta;
para que lo hagan con alegría y no quejándose,
pues esto no os sería útil” (Hebreos 13,17)
Ideal regulativo e histórico
----------En sus textos desde mediados de los años treinta, Jacques Maritain insiste en que la nueva cristiandad no debe entenderse como un proyecto utópico ni como un sistema político cerrado. Es, más bien, un ideal regulativo, en el sentido filosófico: una orientación que guía la acción de los cristianos en la vida temporal, sin pretender una realización perfecta ni inmediata. En Humanismo integral, y en textos posteriores, Maritain explica que este ideal es histórico, porque se encarna en las condiciones concretas de cada época, pero también regulativo, porque ofrece un horizonte que nunca se alcanza plenamente. “La nueva cristiandad es un ideal histórico, no una utopía; es un camino que se recorre, no un estado que se posee” (cap. V).
----------Este planteo tiene varias implicaciones cuyas ventajas están a la vista. Por un lado, evita la nostalgia restauracionista: no busca volver a la cristiandad medieval, que pertenece a otra etapa de la historia. Por otro lado, evita el utopismo ingenuo: no promete una sociedad perfecta, sino una orientación hacia el bien común inspirada por el Evangelio. Por otra parte, ofrece un criterio de discernimiento: los cristianos pueden evaluar las instituciones y las prácticas sociales según su conformidad con la dignidad de la persona y la ley natural. Finalmente, mantiene la tensión entre lo temporal y lo trascendente: la nueva cristiandad nunca se confunde con el Reino de Dios, pero lo anticipa y lo testimonia en la historia.
----------Maritain retoma aquí la noción filosófica de “ideal regulativo” y la transforma en clave cristiana. Para Kant, los ideales regulativos orientan la razón sin ser plenamente realizables; Maritain aplica esta categoría a la vida social, mostrando que la nueva cristiandad es un horizonte que guía la acción, sin confundirse con una utopía política. El ideal regulativo es, por tanto, un criterio de orientación práctica: ayuda a discernir, a juzgar y a orientar la acción de los cristianos en la historia.
----------Este carácter regulativo se combina con su historicidad. La nueva cristiandad no es un modelo abstracto, sino un ideal que se encarna en las condiciones concretas de cada época. En nuestro presente —Maritain decía “en el siglo XX”—, esto significa asumir el pluralismo, la democracia y la secularización, sin renunciar a la inspiración evangélica. En otros contextos históricos, el ideal puede tomar formas distintas, pero siempre conserva su función de orientación hacia la dignidad de la persona y el bien común.
----------La fuerza del planteo maritainiano está en la tensión fecunda que mantiene, pues la nueva cristiandad nunca se identifica con el Reino de Dios, pero lo anticipa y lo testimonia en la historia. El Reino de Dios, como bien sabemos, es la Iglesia, pero en germen aquí en su etapa de peregrina. Por lo tanto, la nueva cristiandad es un ideal que anima la esperanza cristiana, sin caer en ilusiones irrealizables. Por eso Maritain puede afirmar que la nueva cristiandad es “profana y laica”, pero al mismo tiempo profundamente cristiana: un camino histórico que se recorre, no un estado definitivo que se posee.
----------En definitiva, la propuesta de Maritain acerca de la nueva cristiandad se sitúa en un punto de equilibrio: suficientemente concreta para orientar la acción política y social, pero suficientemente abierta para adaptarse a las condiciones cambiantes de la modernidad. La nueva cristiandad es, en este sentido, un ideal histórico regulativo, que ofrece a los cristianos un horizonte de acción y discernimiento, capaz de inspirar la vida pública sin caer en restauraciones anacrónicas ni en utopías ingenuas.
Proyección actual
----------La propuesta de Jacques Maritain sobre la nueva cristiandad no se limita a un contexto histórico ya superado. Aunque nació como respuesta a la crisis de la modernidad en el siglo XX, conserva una notable vigencia actual frente a los desafíos de la cultura contemporánea. Su fuerza reside en que no es un modelo cerrado, sino un ideal regulativo capaz de inspirar la acción cristiana en contextos históricos diversos.
----------En primer lugar, su pedagógica insistencia en la distinción de órdenes sigue siendo un criterio indispensable para evitar tanto el clericalismo como el secularismo radical. En sociedades donde la religión es marginada del espacio público, Maritain ofrece un modelo de presencia cristiana que respeta la autonomía de lo temporal sin renunciar a la inspiración evangélica. Esta distinción ha sido recogida explícitamente por el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes, de 1965, que afirma la legítima autonomía de las realidades temporales, pero también su apertura a la luz de la fe.
----------En segundo lugar, su visión de una cristiandad profana y laica resulta especialmente pertinente en un mundo plural y globalizado como el que actualmente vivimos. La fe no se impone como poder político, sino que actúa como fermento cultural y ético, capaz de transformar las instituciones desde dentro. Aquí se anticipa la noción de “laicidad positiva” que hoy se defiende en diversos ámbitos eclesiales: una laicidad que no excluye la religión, sino que reconoce su aporte a la vida pública. Reitero que la expresión “laicidad positiva” es una categoría interpretativa actual, no un término literal de Maritain.
----------En tercer lugar, el personalismo realista de Maritain ofrece un antídoto contra las ideologías contemporáneas que reducen al hombre a mero consumidor o engranaje económico. Frente al utilitarismo, el tecnocratismo o el nihilismo posmoderno, la inherente dignidad trascendente de la persona, vinculada a la ley natural, sigue siendo un fundamento sólido para la ética social y política. Este personalismo ha inspirado documentos como la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, en cuya redacción Maritain tuvo un papel indirecto aunque esencial como asesor intelectual, y sigue siendo referencia en debates actuales sobre bioética, justicia social y derechos fundamentales.
----------Finalmente, su apertura al pluralismo y la democracia anticipa debates actuales sobre el papel de los cristianos en sociedades pluralistas. Maritain muestra que es posible participar en la vida democrática sin caer en el relativismo, orientando las instituciones hacia la verdad y el bien común. Esta visión ha influido en la doctrina social de la Iglesia, por ejemplo en la encíclica Centesimus Annus de 1991, de san Juan Pablo II, que defiende la democracia como forma legítima de gobierno, siempre que se funde en valores objetivos.
----------En definitiva, la nueva cristiandad propuesta por Maritain se presenta hoy como un ideal regulativo fecundo, capaz de inspirar el diálogo entre fe y cultura, y de ofrecer criterios para una política y una ética social que sean profundamente humanas y cristianas. No es utopía ni nostalgia del pasado, sino una propuesta que interpela el presente y abre caminos para el futuro: en la defensa de la dignidad humana, en la construcción de sociedades pluralistas, en la búsqueda de un equilibrio entre autonomía temporal e inspiración espiritual. En este sentido, la nueva cristiandad sigue siendo una brújula para el cristiano contemporáneo, llamado a ser fermento evangélico en la historia sin nostalgia restauracionista ni ilusiones utópicas.
Julio Meinvielle: acusación de modernismo y pacto con el liberalismo
----------El sacerdote argentino Julio Meinvielle [1905–1973] fue uno de los críticos más severos de Jacques Maritain en América Latina. En obras como De Lamennais a Maritain, Crítica de la concepción de Maritain sobre la persona humana y De la Cábala al progresismo, lo acusó de haber caído en el modernismo y de haber pactado con el liberalismo político. Para Meinvielle, la apertura de Maritain hacia la democracia y el pluralismo equivalía a una traición a la tradición católica y a una claudicación frente al espíritu moderno. Su juicio se apoyaba en la convicción de que la única forma legítima de Cristiandad era la sacral medieval, donde la política y la religión estaban unidas en un mismo orden.
----------Meinvielle sostenía que admitir la convivencia social entre verdad y error en un régimen plural implicaba relativizar la verdad y ponerla en paridad con el error. Interpretaba la defensa maritainiana de la democracia como una concesión al liberalismo doctrinal, incompatible con la fe católica, y veía en el personalismo un desplazamiento desde la metafísica clásica hacia una antropología que habilitaba concesiones políticas inaceptables. Su crítica, más que un análisis filosófico-teológico matizado, reflejaba una opción integrista que identificaba toda apertura a la democracia con modernismo.
----------Maritain, sin embargo, deja claro en Humanismo integral, y textos posteriores, que su propuesta no es un pacto con el liberalismo, sino una civilización temporal inspirada por el Evangelio. Afirma que la nueva cristiandad no será una cristiandad de institución política, sino de inspiración evangélica, subrayando que la fe no se relativiza, sino que se encarna en las formas históricas de la modernidad. Su apertura al pluralismo no significa aceptar el error, sino reconocer que la verdad puede convivir con la libertad en una sociedad democrática. La libertad civil para el error no implica derecho moral al error ni paridad ontológica entre verdad y falsedad.
----------Frente a la acusación de pacto con el liberalismo, Maritain distingue entre democracia cristiana, fundada en la verdad objetiva y en la dignidad de la persona, y democracia liberal, fundada en el relativismo. Su propuesta es la primera, no la segunda. Reconoce el valor histórico de la cristiandad medieval, pero insiste en que no puede ser restaurada: la nueva cristiandad es un ideal histórico regulativo, adaptado a las condiciones contemporáneas, suficientemente concreto para orientar la acción política y suficientemente abierto para encarnarse en contextos diversos. Conviene aclarar, sin embargo, que cuando Maritain califica de cristiana a la democracia que propone, no está refiriéndose a lo que más tarde se configuró en varios países como partido de la democracia cristiana. Que determinados partidos se hayan manifestado inspirados por esta doctrina no significa que Maritain los haya promovido, ni tampoco que tales partidos respondieran fielmente a la propuesta maritainiana. Su noción de democracia cristiana es filosófica y teológica, no partidaria, y apunta a un orden temporal iluminado por el Evangelio y fundado en la dignidad trascendente de la persona.
----------En definitiva, la crítica de Meinvielle desfigura la propuesta maritainiana y la reduce a una caricatura. Maritain ofrece un modelo tomista y realista que respeta la verdad y la ley natural, pero busca nuevas formas de encarnación histórica. Su pensamiento no es modernista ni liberal en el sentido peyorativo que le atribuye Meinvielle, sino una tentativa de fidelidad creativa: discernir en la modernidad lo que puede ser asumido y ordenado al bien común, sin nostalgia restauracionista ni concesiones relativistas.
----------Resulta sorprendente que Meinvielle, sosteniendo desde los años treinta esta crítica contra Maritain, no se haya retractado ni siquiera cuatro décadas después, ya pasado el Concilio Vaticano II, cuando Pío XII, Juan XXIII y Paulo VI —en continuidad con el Magisterio de la Iglesia— dieron claras enseñanzas a todo el Pueblo de Dios de que la misión eclesial debía asumir también la tarea de evangelizar la democracia y el pluralismo, realidades que forman parte de nuestro mundo contemporáneo. Por lo demás, no se puede entender el eco que ha tenido, incluso hasta hoy, esta caricaturesca crítica de Meinvielle —que en realidad combate contra un hombre de paja— si no se comprende que existió y sigue existiendo en la Argentina una minoría sedicente católica, pero en realidad nacionalista y con perfiles ideológicos cercanos al nazifascismo.
Leopoldo Eulogio Palacios: la Nueva Cristiandad como espejismo
----------El filósofo español Leopoldo Eulogio Palacios [1906–1975], conocido por sus estudios sobre Pascal y por su defensa de una visión tradicional de la cristiandad, fue otro de los críticos destacados de Jacques Maritain. En diversos escritos y conferencias, Palacios calificó la propuesta de la nueva cristiandad como un “espejismo filosófico”, una ilusión que no podía sostenerse ni en la realidad histórica ni en la lógica doctrinal. A juicio de Palacios, el proyecto maritainiano era un ideal abstracto, incapaz de encarnarse en la historia, una utopía, y además ambiguo en su formulación, pues oscilaba entre la fidelidad a la tradición y la concesión a la modernidad. Palacios desconfiaba del pluralismo que Maritain aceptaba como dato de hecho de la sociedad contemporánea, interpretándolo como una renuncia a la unidad doctrinal de la cristiandad. En el fondo, y para expresarlo con franqueza, su crítica se apoyaba en una nostalgia restauracionista: Palacios consideraba que la única cristiandad auténtica era la medieval, y que cualquier intento de “nueva” cristiandad era ilusorio.
----------Maritain, sin embargo, responde por adelantado a esta objeción en Humanismo integral y otros textos, al insistir en que su propuesta no es una utopía, sino un ideal regulativo histórico. Afirma que “la nueva cristiandad es un ideal histórico, no una utopía; es un camino que se recorre, no un estado que se posee” (cap. V). Con ello subraya que no se trata de un espejismo, sino de una orientación práctica que guía la acción cristiana en la modernidad. Reconoce las dificultades históricas y la imposibilidad de una realización perfecta, pero sostiene que el ideal regulativo es necesario para discernir, juzgar y orientar la acción. Frente a la acusación de ambigüedad, su propuesta es clara: distinguir los órdenes, respetar la autonomía de lo temporal y mantener la primacía de lo espiritual. Y frente a la nostalgia medieval, insiste en que la cristiandad sacral de la Edad Media fue valiosa, pero pertenece a otra etapa histórica; la nueva cristiandad es distinta, adaptada a las condiciones de la modernidad, profana y laica, pero inspirada por el Evangelio.
----------La crítica de Palacios refleja más una resistencia cultural y política a la modernidad que un análisis filosófico riguroso. Al considerar la nueva cristiandad como un espejismo, reduce la propuesta maritainiana a una ilusión, sin advertir su carácter regulativo y práctico. En realidad, Maritain ofrece un modelo realista, capaz de dialogar con la modernidad sin perder la fidelidad a la verdad. Su pensamiento no es una utopía irrealizable, sino una brújula que orienta la acción cristiana en la historia, evitando tanto la restauración imposible de la cristiandad medieval como la claudicación frente al secularismo radical.
----------Sorprende que Palacios, al reducir la nueva cristiandad a un “espejismo”, no haya tomado en cuenta que el Magisterio, especialmente en el Concilio Vaticano II y en las enseñanzas de san Paulo VI, subrayó la necesidad de evangelizar también las realidades temporales de la democracia y el pluralismo. Aquí debemos hacer la misma crítica que a Meinvielle: su objeción se mantiene en un horizonte restauracionista y desconoce la orientación pastoral de la Iglesia (no carente de elementos doctrinales dogmáticos, como por ejemplo en las declaraciones Nostra aetate y Dignitatis humanae y en el decreto Unitatis redintegratio), que no ve en la modernidad un espejismo, sino un campo de misión. La Iglesia no rechaza la modernidad como un totum, sino que nos invita a discernir en la modernidad sus aspectos valiosos, que deben ser aceptados y aprovechados, y sus aspectos negativos, que deben ser rechazados, de modo que la misión cristiana se ejerza en el corazón mismo de la historia contemporánea.
Enrique Díaz Araujo: la “cristiandad liberal” como quimera
----------El pensador mendocino Enrique Díaz Araujo [1930–2021], abogado e historiador, dedicó buena parte de su obra a criticar la concepción maritainiana de la nueva cristiandad. En su libro Maritain y la Cristiandad Liberal, de 1999, sostiene que la propuesta de Maritain es un “sueño de la razón”, una ilusión que confunde la verdadera cristiandad —al decir de Díaz Araujo— con una adaptación liberal. Según Díaz Araujo, Maritain habría sustituido la cristiandad auténtica por una “Cristiandad liberal”, es decir, una civilización fundada en el pluralismo y la democracia moderna, principios que él consideraba incompatibles con la tradición católica. Para este autor, a quién pude conocer, tratar y dialogar sobre estos mismos temas, la nueva cristiandad era una quimera incapaz de realizarse en la historia, porque se apoyaba en fundamentos doctrinales ambiguos y en concesiones a la modernidad que debilitaban la unidad de la fe. Su crítica reflejaba una postura política integrista, que rechazaba toda forma de democracia como ilegítima y veía en el pluralismo una renuncia a la primacía de la verdad objetiva.
----------Maritain, sin embargo, distingue explícitamente entre la “cristiandad liberal” y la “nueva cristiandad”, y ofrece abundante argumentación sobre ello. La primera, fundada en el relativismo y en la autonomía absoluta del individuo, es rechazada por él sin matices. La segunda, en cambio, es una civilización temporal inspirada por el Evangelio y fundada en la dignidad trascendente de la persona. En Humanismo integral afirma que “la nueva cristiandad no será liberal, sino cristiana; no será fundada en el relativismo, sino en la verdad” (cap. IV). Con ello deja claro que su propuesta no es una concesión al liberalismo doctrinal, sino una tentativa de encarnar la verdad en las formas históricas de la modernidad. Su defensa del pluralismo y de la democracia no se apoya en el relativismo, sino en la ley natural y en la dignidad de la persona, que exige respeto y participación en la vida política. La nueva cristiandad, lejos de ser una utopía, es un ideal regulativo: orienta la acción cristiana en la historia, aunque nunca se realice plenamente, y mantiene la primacía de lo espiritual sobre lo temporal, evitando tanto el clericalismo como la secularización radical.
----------La crítica de Díaz Araujo, al identificar la nueva cristiandad con la “cristiandad liberal”, desfigura la propuesta maritainiana y la reduce a una caricatura. En realidad, Maritain ofrece un modelo tomista y realista, capaz de dialogar con la modernidad sin renunciar a la verdad. Su pensamiento no es un “sueño de la razón”, sino una brújula que orienta la acción cristiana en la historia, discerniendo lo que puede ser asumido y ordenado al bien común, sin nostalgia restauracionista ni concesiones relativistas.
----------Resulta igualmente llamativo que Díaz Araujo, al identificar la nueva cristiandad con una “cristiandad liberal”, no haya reconocido que los Papas del postconcilio (incluídos anteriores, como Pío XII y Juan XXIII) insistieron en la legitimidad de una democracia fundada en la verdad y en la dignidad de la persona. Aquí debemos hacer la misma crítica que a Meinvielle: la lectura ideologizada que hace Díaz Araujo desconoce la orientación de la Iglesia, que no se limita a directivas pastorales, sino que incluye enseñanzas doctrinales de carácter vinculante, como las contenidas en Dignitatis humanae y Gaudium et Spes. El Magisterio distingue con claridad entre el relativismo liberal, que debe ser rechazado, y la democracia de inspiración cristiana, que puede y debe ser evangelizada. Al pasar por alto esta distinción, la objeción se convierte, para desgracia de Díaz Araujo, en una caricatura que combate contra un hombre de paja y pierde de vista la enseñanza viva de la Iglesia, que invita a discernir en la modernidad lo que es valioso y lo que debe ser purificado.
Otros críticos
----------Además de los críticos argentinos y españoles ya mencionados, la propuesta de Jacques Maritain sobre la nueva cristiandad recibió objeciones en otros contextos, especialmente en Europa y América Latina. Estas críticas, aunque diversas en sus matices, comparten un rasgo común: nacen más de una opción política integrista o restauracionista que de un análisis filosófico-teológico stricto sensu.
----------En Francia, Louis Salleron [1905-1992] acusó a Maritain, en sus comentarios a Humanismo integral, de abrir la puerta al liberalismo al defender la democracia y el pluralismo. Para él, la aceptación de la convivencia plural equivalía a una concesión doctrinal. Como hemos dicho, Maritain, sin embargo, distingue con claridad entre democracia cristiana, fundada en la verdad y en la dignidad de la persona, y democracia liberal, fundada en el relativismo. Su propuesta no es concesión al error, sino encarnación del Evangelio en formas modernas, donde la libertad civil se ordena al bien común sin paridad moral entre verdad y falsedad.
----------Otro crítico francés, Joseph Desclausais, de menor relevancia, cuestionó la viabilidad de una “cristiandad profana”, interpretándola como secularización de la fe. Vuelvo a observar que Maritain aclara que la nueva cristiandad no es secularismo, sino una civilización temporal inspirada por el Evangelio, en la que lo espiritual conserva su primacía y lo temporal mantiene su autonomía relativa. La distinción de órdenes, lejos de diluir la fe, preserva su integridad y evita tanto el clericalismo como la secularización radical. La propuesta maritainiana no sustituye la verdad revelada por un consenso humano, sino que busca encarnar la inspiración evangélica en las estructuras históricas de la modernidad.
----------En Brasil, Plinio Corrêa de Oliveira [1908-1995], en sus escritos sobre la crisis de la civilización cristiana, interpretó la nueva cristiandad como una “tercera posición” ilusoria entre la cristiandad medieval y el liberalismo moderno. Según él, cualquier intento de síntesis era inconsistente y condenaba a la Iglesia a una indefinición. Maritain, sin embargo, no busca una tercera vía indefinida, sino una síntesis realista: una civilización moderna, plural y democrática, pero orientada por la verdad objetiva, la ley natural y la dignidad de la persona. Su propuesta es un ideal regulativo histórico que guía la acción cristiana en la historia, sin pretender una realización perfecta, pero ofreciendo criterios claros para discernir y orientar la vida social.
----------Estas críticas europeas y latinoamericanas adicionales muestran que la resistencia a Maritain no fue solo doctrinal, sino también cultural y política. Los críticos temían que la apertura al pluralismo y a la democracia implicara una claudicación frente a la modernidad. En realidad, Maritain ofrece una propuesta tomista y realista, que distingue claramente entre secularismo y cristianismo, y que busca encarnar la fe en las condiciones históricas de la época. Su pensamiento no es una concesión al liberalismo ni una utopía irrealizable, sino una brújula que orienta la acción cristiana en la historia, evitando tanto la nostalgia restauracionista como la claudicación relativista.
----------Las objeciones de Salleron, Desclausais y Corrêa de Oliveira muestran la misma dificultad que hemos señalado en Meinvielle, Palacios y Díaz Araujo: se mantienen en un horizonte restauracionista o integrista y desconocen la enseñanza del Magisterio. Aquí debemos hacer la misma crítica: la Iglesia, especialmente en el Concilio Vaticano II, no se limitó a dar orientaciones pastorales, sino que ofreció también enseñanzas doctrinales de gran peso vinculante para todos los fieles católicos, como en Unitatis redintegratio, Nostra aetate y Dignitatis humanae. Estas enseñanzas afirman que la misión cristiana debe ejercerse en el corazón mismo de la historia contemporánea, evangelizando las realidades temporales de la democracia y el pluralismo. Al ignorar esta orientación, las críticas se reducen a un rechazo ideológico que no hace justicia a la propuesta maritainiana ni a la voz autorizada de la Iglesia.
Síntesis interpretativa
----------El recorrido por los críticos de la concepción maritainiana de la nueva cristiandad —argentinos, españoles, europeos y latinoamericanos— permite advertir un rasgo común: la mayoría de las objeciones no brotan de un análisis filosófico o teológico stricto sensu, sino de una opción política frente a la modernidad. En muchos casos, la crítica se formula desde una nostalgia restauracionista, que identifica la única cristiandad auténtica con la medieval y rechaza cualquier intento de adaptación a la modernidad. En otros, se manifiesta un rechazo frontal al pluralismo y a la democracia, interpretando la apertura maritainiana como claudicación, sin distinguir entre democracia de inspiración cristiana y democracia liberal. También se advierte una confusión doctrinal, que reduce la propuesta de Maritain a un “pacto con el liberalismo”, sin advertir que él mismo rechaza explícitamente la “cristiandad liberal”. En conjunto, estas objeciones reflejan más una postura ideológica integrista que un examen filosófico riguroso.
----------Ahora bien, lo que resulta llamativo es que tales críticas parecen ignorar o minimizar el hecho de que los Papas recomendaron calurosamente a Maritain. San Paulo VI lo reconoció como maestro y colaborador en documentos de gran peso, y san Juan Pablo II lo citó expresamente en Fides et ratio y en discursos de alcance universal. No se trata únicamente de directivas pastorales, sino también de enseñanzas doctrinales de carácter vinculante, como las contenidas en la constitución Gaudium et Spes, en el decreto Dignitatis humanae, y en las declaraciones Unitatis redintegratio y Nostra aetate. La recomendación pontificia no puede ser desestimada sin riesgo de caer en desobediencia y contestación al Romano Pontífice. El seguimiento del Papa como guía en lo pastoral y doctrinal forma parte de la comunión eclesial, y por ello la crítica ideologizada que desoye esta orientación se sitúa en tensión con la obediencia filial debida al Magisterio.
----------Frente a estas objeciones, Maritain ofrece una propuesta tomista y realista. Distingue claramente los órdenes espiritual y temporal, defiende la autonomía relativa de lo temporal iluminada por la verdad del Evangelio, sitúa a la persona humana en el centro vinculada a la ley natural y a su dignidad trascendente, reconoce la legitimidad del pluralismo y de la democracia siempre que estén orientados por la verdad y la justicia, y propone un ideal regulativo histórico, no una utopía ni una claudicación. La nueva cristiandad aparece, así, como una propuesta que busca encarnar la fe en las condiciones históricas de la modernidad, evitando tanto el integrismo como el secularismo radical. Las críticas, aunque severas, revelan más bien la dificultad de aceptar un modelo que rompe con la nostalgia medieval y abre un camino nuevo en la relación entre fe y cultura, en continuidad con la orientación magisterial de la Iglesia.

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