Terminábamos la publicación anterior contemplando a la persona que sufre, que es gravemente probada, y nos damos cuenta lo difícil que es consolarla y saber encontrar las palabras adecuadas, y nuestras pobres palabras humanas parecen siempre inútiles. Y entonces, advertimos que en esta situaciones sólo queda sin embargo una cosa: Dios. [En la imagen: fragmento de "Procesión religiosa en la época de Rosas", acuarela y gouache sobre papel, 1935, obra de Léonie Matthis].
Nuestra única esperanza es el Señor
----------Sí, en tales situaciones nosotros, enfrentados a nuestra inutilidad, sólo queda Dios. Pero en el mismo momento, nos debatimos, lloramos y decimos: Señor, ¿por qué? El Señor tiene un motivo preciso: para purificar nuestra fe y nuestra esperanza. El Señor nos pone a menudo duramente a prueba, para que aprendamos a tener confianza solo en Él, que es el único que la merece.
----------Entonces vemos que el tener esperanza, ciertamente nos hace aparecer la sonrisa tanto en el alma como en los labios, tal como dijimos, que la esperanza trae coraje. Pero no es la esperanza superficial, la esperanza -me atrevería a decir- anti-teologal, o sea la esperanza propia del optimismo superficial. Que el lector disculpe mi franqueza, pero lo digo de corazón; porque no pronuncio nunca esas dos palabras: optimismo y pesimismo. Ambas son demasiado mundanas para poder ser aplicadas a las realidades cristianas.
----------Pero ocurre que con frecuencia no falta quien quiere acreditar como esperanza un cierto modo de permanecer indiferentes ante el mundo que vivimos, un cierto cerrar los ojos ante lo que sucede. Por ejemplo, se dice: "el mundo efectivamente no va para mejor". Por otro lado, ¿cómo podría ir bien, si está bajo el dominio de ese príncipe que todos conocemos? ¡Acaso no habíamos tomado consciencia de ello! Pues bien, estando el mundo bajo ese nefasto poder, solo es posible salvarse del mundo. Pero el mundo en esta situación no puede sino ir mal. Quien no quiere reconocerlo no es un esperanzado, es solo superficial. Está todo aquí.
----------Y por lo tanto nunca hay que decir: tú tienes visiones demasiado negras, demasiado tétricas, etc., entonces no eres un hombre de esperanza. No, soy un hombre de esperanza, no porque espero en el mundo, sino porque al desesperar del mundo, me aferro a mi única esperanza en el Señor.
----------Pero ahora, ciertamente, después de haber citado al profeta Jeremías, intentaré atenuar las cosas. En efecto, también puede haber una buena esperanza en las creaturas. Pero no entendidas como fin último. Este es el punto. Por tanto, santo Tomás de Aquino dice que como nosotros debemos esperar como sumo bien y fin último solo a Dios y nada más que a Dios, podemos entonces junto con Dios desear y esperar muchos otros bienes menores, que el Señor también nos da, para no abatirnos demasiado.
----------De este modo, podemos confiarnos también de nuestros amigos. Por eso el profeta Jeremías, al exclamar "¡maldito el hombre que confía en el hombre!", no nos enseña una desconfianza hacia todos, una especie de actitud casi paranoica o psicopática. Sino que nos enseña precisamente a confiar en Dios como en la última causa de todo nuestro bien, Dios, el Señor, el Cual afortunadamente se sirve de tantas personas buenas, de tantas circunstancias no solo malas sino también alegres y así sucesivamente. Pero lo que hay que tener siempre presente es que la esperanza tiene su apoyo en Dios y en Dios solo.
María, mujer de la esperanza
----------Ahora bien, una última palabra en esta ya larga reflexión, y antes de ponerle punto final, quiero dedicarla a nuestra Madre, María Santísima. La última palabra sobre la esperanza, la fe y la caridad, es decir, el dinamismo de las virtudes teologales, la extraemos de la figura de María, que es la mujer de la esperanza.
----------Solo brevemente: fe, esperanza y caridad. En primer lugar, para esperar y amar teologalmente hay que tener ante todo la fe. Incluso aquí hay teólogos que comienzan a negarlo. En cambio, no. Es imposible, porque la Carta a los Hebreos dice que para quien quiere acceder a Dios, la primera condición es que esa persona crea que existe. Y además, nadie puede agradar al Señor, si no cree. Y santo Tomás, naturalmente, está contento de escuchárselo decir a la Escritura, porque creo que se ve confirmado en su correcta convicción, que el intelecto humano es realmente una facultad fundamental. Nuestra misma voluntad, que es estupenda en su amor, no podría amar convenientemente si no conociera el bien que debe amar.
----------Por lo tanto es importante que el intelecto ilumine la voluntad, a fin que la voluntad se mueva a desear, a esperar y a amar. Y así nadie puede tener esperanza en Dios o amor de Dios, si no sabe que Dios es bueno y que Dios es un amigo, que no defrauda y que ayuda. Si no supiéramos que el Señor nos ayudará a conseguir la salvación, seríamos desesperados o inconscientes. Y tampoco tendríamos la verdadera esperanza.
----------Sabemos que ese bien de la salvación es posible para nosotros, no a través de nosotros y de nuestra obra. Sino que sólo es posible con la ayuda de un amigo, que en esta circunstancia es el mismo Señor. Dice también santo Tomás, y son palabras muy bellas, que todo lo que nosotros podemos por obra de nuestros amigos es como si lo pudiéramos nosotros mismos.
----------Porque si uno sabe que cuenta con un amigo, en el cual puede confiar absolutamente, entonces puede ser confiado. De tal manera, más que nunca podemos estar confiados en Dios, porque un amigo humano, aunque sea bueno, puede siempre venir a menos; en cambio Dios es un amigo bueno y omnipotente, que no viene nunca a menos en su amor y en su poder ayudarnos.
----------Entonces, en este sentido, nosotros apoyamos nuestra esperanza en Dios, porque sabemos que el Señor nos ama, y porque sabemos que el Señor nos puede ayudar con su omnipotencia. Y si no supiéramos esto, entonces nosotros no esperaríamos. Y entonces solo a través de la fe, que nos hace conocer estas dos realidades, nos impulsamos a esperar. Respecto a la caridad, es interesante, ante todo el orden del nacimiento de estas virtudes: primero esperamos y luego amamos.
----------Es un poco como ocurre en los asuntos humanos. Si estamos mal y alguna buena persona nos ayuda, entonces nosotros primero recibimos esta ayuda, y luego nos damos cuenta de que esa persona precisamente nos ayuda por un solo motivo: porque nos quiere bien. Y entonces aprendemos que la ayuda, que esa persona nos da, está inspirada por su amor hacia nosotros. Y pienso que no hay alma tan seca y cerrada, que no corresponda al amor que le es dado. Así nace una amistad.
----------Así, de modo similar, ocurre con el Señor. Primero experimentamos la suavidad, la dulzura de los beneficios de Dios. Y luego, poco a poco, aprendemos que el Señor es bueno. Y aprendiendo que el Señor nos ama, también nosotros nos movemos a amarle a Él. Y entonces tenemos la caridad. Y bajo este aspecto, primero está la esperanza, y luego está la caridad.
----------Bajo otro aspecto, sin embargo, y lo hemos dicho bien, la caridad lleva la esperanza a su más completa perfección, sobre todo a esta expansión de la esperanza, que va más allá del deseo de la vida eterna para mí, hasta desear la vida eterna para nuestros hermanos. Es aquello que mueve a san Pablo Apóstol a la esperanza cuando dice: caritas Christi urget nos. La caridad nos impulsa a predicar la Palabra del Señor, para llevar al cielo no solo nuestra alma sino también la de los hermanos.
----------Una última palabra aún, sobre la Santísima Virgen, dulcis in fondo. Es precisamente justo y necesario, como dice el Praefatio, concluir así. Les digo solo estas simples palabras, que la teología nos enseña, y de hecho ya podemos decir que la fe nos enseña. Mientras que Jesús no tenía ni esperanza ni fe, sino que tenía solo el amor; se puede decir claramente que la Virgen es una mujer de fe, de esperanza y de caridad.
----------Dice precisamente santa Isabel a María: "Bienaventurada tú, que has creído que se cumplirá en ti la Palabra del Señor". La Virgen Santísima ha creído y ha esperado, ha esperado el cumplimiento de la Palabra del Señor. Ella también se ha apoyado en la Palabra del Señor, como los Apóstoles. Vemos que es un apoyarse, como cuando los Apóstoles, después de una noche que no han logrado pescar nada, sin embargo se animan a decir: "Sobre tu Palabra echamos las redes".
----------Así también Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, está apoyada firmemente en la Palabra. Vemos así la estructura de la verdadera esperanza: "Bienaventurada tú, que has creído en el cumplimiento de una Palabra, que no es humana, sino Palabra de Dios".
----------Ahora bien, vengamos a la eventual objeción del lector: ¿por qué digo que Jesús no tenía fe? Entiendo que dicho así, podría chocar. Pero no. No es que haya sido incrédulo, porque Jesús es perfecto. Nos lo enseña, repito, la fe. Es perfecto, como lo son los bienaventurados en el cielo, porque la teología dogmática nos enseña que el Salvador es, como decían los Antiguos, simul viator et comprehensor.
----------Jesús, en su vida terrenal, estaba a la vez en camino y ya era comprehensor. Ahora, sin embargo, es solo comprehensor. Pero cuando vivía aquí en la tierra estaba en camino hacia el Padre, por ejemplo hacia la resurrección, que aún no se había producido. Pero al mismo tiempo ya era comprehensor, porque su alma, hipostaticamente unida a la divinidad, estaba inundada por la luz de la visión de Dios. Y esto lo cree precisamente la Iglesia. No es opinión de algunos teólogos un poco exagerados.
----------Por lo tanto, en nuestro Señor Jesucristo no había fe, sino que existía la visión beatífica; no había esperanza, sino que ya existía la posesión plena de Dios. El cómo haya sucedido esto, notémoslo bien, es un gran misterio. Y el cómo esto le haya permitido al Salvador probar hasta el fondo la dureza de la pasión sin que ningún sufrimiento se le haya ahorrado, permanece siendo un gran misterio.
----------Santo Tomás de Aquino dedica a este respecto un artículo de la Suma Teológica y después de haber excluido que Cristo haya tenido esperanza teologal, dice: "tuvo sin embargo esperanza respecto a algunas cosas que aún no había logrado. En efecto, aunque Él conocía plenamente todas las cosas, por lo cual se excluye totalmente la presencia en Él de la fe, sin embargo no tenía aún plenamente todas aquellas cosas que concernían a su perfección, por ejemplo la gloria del cuerpo y la inmortalidad, que podía esperar" (III, q.7, a.4).
----------Pero al tratar estos misterios no se deben usar criterios humanos. Algunos dicen que el Salvador para poder sufrir, no podía tener la visión beatífica. No es así. Más bien, algo me induce casi a creer, aunque no llegó a formularlo con la necesaria precisión, que Jesús haya sufrido de hecho más aún, porque ha visto el Rostro del Padre. En otras palabras: Jesús se quedó tanto más afligido, cuanto en la visión bienaventurada veía mucho mejor que nosotros, la grandeza del sumo Bien, que los pecadores rechazan.
----------Sin embargo, querido lector, Jesús no tenía en este sentido ni fe ni esperanza. La fe más grande y la esperanza más grande que jamás hayan existido en un alma, son las de María. Y sin embargo hay que hablar siempre con respeto de la Santísima Virgen, porque ya he dicho que su esperanza es perfecta.
----------Ahora bien, también los discípulos han pedido al Señor: "Señor, aumenta nuestra fe". Y quizás, bajo un cierto aspecto, también la Virgen podría decir: "Señor, aumenta mi fe", en el sentido de un crecimiento interior, porque el Señor siempre puede hacer más, es decir dar más, Él es infinito. Y por eso en ese sentido es posible un crecimiento de la fe en la Santísima Virgen María durante su vida terrena. Pero cuidado con pensar que la Virgen haya tenido por un solo momento una vacilación o un titubeo o un rechazo.
----------A menudo tendemos a humanizar demasiado a Jesús y a arrastrar demasiado a la Inmaculada en las manchas de nuestra vida no inmaculada. Vemos así como la fe es cuestión de un dulce equilibrio. Digo dulce, porque todo está lleno de ese pius credulitatis affectus, de ese enamoramiento de la verdad de Dios, que nos lleva a respetar todos los matices de la santa fe.
----------Ahora bien, es necesario decir que también la Virgen ha conocido la oscuridad de la fe y la oscuridad de la esperanza, es decir, el no poseer todavía. Pero vivió todo esto con una perfección absoluta, a diferencia incluso de los más grandes Santos. En la Virgen había siempre un apoyarse completo y confiado en el Señor.
----------Para ir ya finalizando, creo adelantarme a la interpretación de los lectores y a sus probables preguntas, si termino dilucidando algunas cuestiones. Por ejemplo: tengamos cuidado también con decir, como a veces no pocas personas suelen decir, también respecto a nuestro Señor Jesucristo, cuando se consideran algunos ejemplos de la vida de Jesús: "pero sí, claro, pero Él era Dios"... Esto, en realidad, es un bonito monofisismo, como si Jesús, para ser Dios, no pudiera también ser plenamente hombre.
----------Ciertamente, hombre perfectísimo. Y sin embargo, hombre, realmente hombre. Y entonces, es necesario decir esto: ciertamente no podemos imitar a Jesús en su divinidad y a la Virgen en el privilegio de su Inmaculada Concepción y de su Divina Maternidad. Esto no es repetible.
----------Hay algunos que dicen que nuestro Señor Jesucristo ha sufrido tentaciones que Él no pudo evitar. Pero la diferencia es esta: que mientras nosotros, que hemos conocido la mancha del pecado original y de nuestros pecados personales, podemos ser tentados también desde dentro, por nuestra pobre humanidad, es decir, por lo que los Antiguos llamaban las tentaciones de la carne, la lujuria depravada, de esto en Jesús y en la Inmaculada Virgen no había ni una sombra. Afortunados ellos, en realidad. Pero también nosotros, en la recapitulación final de todas las cosas, estamos llamados a esto en la resurrección futura.
----------Sin embargo, tanto Jesús como su Santísima Madre podían y fueron tentados aún más que nosotros, precisamente por las tentaciones externas. Es decir Jesús no podía ciertamente sentir tentaciones que vinieran de su humanidad, porque ella era perfecta. Pero ha experimentado la enemistad del demonio más que cualquier otro hombre. Y esto es realmente terrible. El demonio nos subestima como sus adversarios, mientras que en Jesús, ha intuido enseguida que allí había alguien que lograría vencerlo.
----------Por lo tanto, ciertamente nuestro Señor Jesucristo ha sufrido tentaciones mucho más graves, pero desde fuera, desde su exterior, es decir, precisamente las tentaciones diabólicas, y también quizás del mundo. Y diciéndolo mejor: sin quizás, porque una tentación proveniente del mundo es por ejemplo cuando la multitud que ha presenciado el milagro de la multiplicación de los panes quiere hacerlo rey. Generalmente, como así se dice, la fuente de tentación es triple: la carne, el mundo y el diablo.
----------Ahora bien, nuestro Señor Jesucristo y su Madre Santísima, no tenían en absoluto tentaciones internas, sino solo las que provenían del exterior, sobre todo las del demonio. ¡Y cómo! Por ejemplo, piénsese en Getsemaní, piénsese también en lo que la Virgen debía vivir en ese momento en el que el Señor mismo la llamó a la maternidad divina. Piénsese en todo ese drama, que la Escritura no describe.
----------Piénsese en la delicadeza con la que la Virgen amaba también a su esposo. Es todo aquello que se ponía en el plano humano, precisamente como pregunta angustiosa. Todo esto la Virgen lo ha experimentado. Pero no por su defecto personal, interior, sino como una situación que venía desde fuera.
----------Y con estos dispersas puntualizaciones, podemos dar por terminada nuestra reflexión.
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