miércoles, 14 de mayo de 2025

La divina misericordia en comparación con la justicia (3/3)

Hoy la Iglesia sabe mejor que en el pasado hasta dónde llega la misericordia de Dios y tiene razones la Iglesia para ser más misericordiosa que en el pasado. Las enseñanzas del Concilio Vaticano II amplían nuestro conocimiento sobre la obra de la misericordia divina en la historia de la humanidad y nos dan una noción de misericordia más rica que en el pasado. Nos enseña a ser más misericordiosos de lo que lo éramos en el pasado. [En la imagen: fragmento de "La expulsión de Adán y Eva del Paraíso", óleo sobre lienzo, 1791, obra de Benjamin West, conservado y expuesto en la National Gallery of Art, Washington DC, USA].

El castigo del pecado
   
----------El término "venganza" es ciertamente antipático, porque hace pensar en un arrebato de odio. Pero el problema es evitar esa injusta venganza que está en el pagar el mal con el mal, y responder al mal con ese bien que puede ser o el justo castigo o el perdón, según que el ofensor no se arrepienta o se arrepienta. Pero incluso el perdón de la culpa no implica necesariamente la remisión de la pena: san Juan Pablo II perdonó a Ali Akgiá arrepentido de su crimen; pero lo mismo tuvo que permanecer en la cárcel.
----------En cuanto a la pena de muerte, el Catecismo de la Iglesia católica (n. 2267) la juzga ya no conforme con la moderna concepción de la dignidad de la persona y del moderno sistema de justicia penal, salvo siempre la facultad de los Estados de decidir según su constitución.
----------El ser justo, para la Sagrada Biblia, puede ser sinónimo de bondad o de santidad. En este sentido, el ser justo incluye la misericordia, por la cual Dios, teniendo piedad del pecador, convierte su corazón, le hace gracia y, aunque no sea merecedor, le perdona sus pecados, haciéndole justo y capaz de merecer, obra, ésta, que es propia de la misericordia.
----------Las penas que Dios nos inflige en el presente camino tienen un propósito correctivo, purificativo y educativo. Él utiliza o las consecuencias en nosotros del pecado original o las de ciertos pecados nuestros o ciertas faltas o injusticias provenientes del prójimo hacia nosotros o la hostilidad que nos viene de las fuerzas de la naturaleza o la misma acción del demonio. En cambio, la pena del infierno es sólo aflictiva, habiendo ya cesado en el condenado la posibilidad de una mejora moral.
----------Dios, bondad infinita, ha creado al hombre para que gozara tanto en el sentido físico como en el espiritual, disfrutara de una vida inmortal y disfrutara eternamente de Él, sumo bien. Por eso la Biblia nos dice que "Dios no ha creado la muerte y no se complace en la ruina de los vivientes" (Sab 1,13). Pero "la muerte ha entrado en el mundo por envidia del diablo" (Sab 2,24).
----------Dios, creando a la persona (hombre y ángel), la ha dotado de una facultad preciosísima, fundada en el intelecto, el libre albedrío, con el cual puede elegir entre el bien y el mal, la justicia y el pecado, Dios o la criatura. La Biblia narra que Dios, habiendo sometido a los ángeles y al hombre a una prueba de fidelidad, algunos ángeles junto con el hombre han desobedecido el mandamiento divino y han sido castigados.
----------Si Dios hubiera querido, habría podido crear hombres y ángeles para que entraran en el estado de gloria, moviendo su voluntad a unirse inmediatamente a Él con un solo acto de libre elección. Pero en cambio Dios ha querido no impedir el ingreso del pecado en el mundo con todas sus consecuencias penales. Y todo ello no sabemos por qué motivo, pero ciertamente motivo sapientísimo.
----------De este modo debemos decir que Dios no ha querido el mal de culpa, sino que ha querido el mal de pena como exigencia de su justicia. Él sin embargo puede quitar por misericordia a quien se arrepiente de algunas penas de esta vida, pero no puede quitar la pena del infierno, porque ella es el justo castigo de aquellos que Le desobedecen, no se convierten, no practican la misericordia y rechazan su misericordia.
----------La Iglesia nos dice que en el infierno hay condenados, aunque no sabemos quiénes son ni cuántos son. Por lo demás, en el Concilio de Trento, siguiendo la doctrina paulina de la predestinación enseña que existen los elegidos y predestinados, y existen los no elegidos y no predestinados (acerca de toda esta temática, consúltese la serie de artículos recientemente publicados: El infierno: existencia y esencia).
----------¿Por qué Dios elige a éstos y no a aquellos? No lo sabemos. Ciertamente, elige a los primeros porque lo merecen y no elige a los segundos porque no lo merecen. Pero también la gracia que es causa del mérito depende de la elección divina. Y por lo tanto estamos de nuevo como al principio. Dios predestina a la salvación, pero no a la condenación. La condenación depende exclusivamente de quién se condena.
----------El Concilio de Trento nos enseña además que no podemos saber por fe si estamos predestinados, sino que solo podemos esperarlo, obrando el bien, lo cual nos da razonable motivos para esperar. Nosotros somos los dueños de nuestros actos voluntarios; ellos dependen de nosotros: si lo queremos, pondremos en práctica lo que queramos y si eso es bueno, haremos una buena acción. Por parte de Dios existe sin duda la voluntad de salvarnos. Entonces, ¿podemos todavía tener temor de no salvarnos?
   
La misericordia
   
----------La misericordia es aquella virtud por la cual la persona, teniendo piedad o compasión por el mísero o el pobre o el sufriente o necesitado o el oprimido arrepentido del mal hecho o que no tiene cómo pagar o no sabe liberarse solo del mal que lo aflige o de su miseria material y espiritual, le perdona o le dona gratuitamente o le remite la eventual deuda satisfaciendo así su necesidad o reintegrándole en salud y bienestar.
----------La misericordia divina remite también el pecado, cosa que no puede hacer la misericordia humana, la cual, en el orden judicial o incluso público o privado, puede perdonar, descontar o hacer gracia solo en el campo de los actos externos, de las infracciones a la ley positiva, de las relaciones sociales, de los delitos y de las penas, pero no de las culpas en foro interno ante Dios.
----------Y esto porque en el campo del pecado y de la culpa delante de Dios el perdón comporta la restitución de la gracia divina perdida con el pecado, cosa que requiere un acto creador, como es el dar la vida a un muerto en sentido espiritual, cosa que solo Dios puede hacer eventualmente por medio del sacerdote.
----------En base a esto la suprema bondad de la persona, aquella por la cual ella aspira al sumo bien, es la piedad o virtud de religión (en este sentido, el Concilio Vaticano II, en la constitución Sacrosanctum Concilium, dice que "la liturgia es la cumbre hacia la cual tiende la acción de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de la que emana toda su virtud", n.10), aquella pietas que ya era conocida a los antiguos Romanos y que se mueve en dos direcciones: hacia lo alto, como culto divino y hacia lo bajo, es decir, hacia los míseros, como misericordia. La piedad hacia Dios y la piedad hacia los pobres son inescindibles y son la expresión del único amor hacia Dios que funda el amor al prójimo.
----------La misericordia se asemeja a esa forma suprema de bondad que hemos visto, la generosidad, con la diferencia de que mientras la generosidad es un acto facultativo que da más allá de las necesidades y de las expectativas del beneficiario, la misericordia es un preciso deber. Y aquí ella se asemeja a la justicia, con la diferencia de que mientras la justicia recompensa por una prestación o un trabajo realizado, la misericordia dona y levanta gratuitamente más allá del mérito al necesitado que no puede levantarse por sí solo.
----------La misericordia ya es conocida por los antiguos Romanos: un corazón para los míseros. Ella era sinónimo de la pietas, que es aquella virtud que induce a honrar la divinidad en cuanto misericordiosa. Los Romanos veneraban incluso una diosa de la Piedad. Ser moderado, no ser cruel con los vencidos: parcere subiectis, como dirá Virgilio. Ya existe el concepto del facere gratiam, en el sentido de perdonar o del condonar.
----------Por lo demás, los antiguos Romanos ya conocen una serie de virtudes, la aequitas, la clementia y la indulgentia, que implican una forma de mansedumbre, un sentido de humanidad y una racionalidad, que sin renunciar, si es necesario, a la severidad, moderan o mitigan las penas y evitan que ellas degeneren en la dureza, en la rigidez y en la crueldad. Se trata de formas superiores, sabias y delicadas de justicia, similares a la que Aristóteles llama epiéikeia, y Tomás epieikeía.
----------Santo Tomás de Aquino (tomando en cuenta varios textos) nos dice que "la epieikeía es superior a la justicia legal, pero no es una virtud cardinal, porque es un suplemento de la justicia legal, que la presupone" (Comentario a las Sentencias, III, D.33, q.3, a.4, q.5, 5m). "La epieikeía es la parte subjetiva de la justicia. Y de ella se dice que es justicia antes que la legal; en efecto, la justicia legal es guiada según el epieikeía. Por esto la epieikeía es casi la regla superior de los actos humanos" (Sum.Theol., II-II, q.120, a.2). "Si se dice que la justicia legal obedece a la ley tanto en cuanto a las palabras, como en cuanto a la intención del legislador, que es más importante, así la epieikeía es la parte más importante de la justicia legal" (Ibid., ad 1m). "La epieikeía es una cierta justicia mejor, o sea que la justicia legal, que observa las palabras de la ley. Porque también ésta es una cierta justicia, no es mejor que cualquier forma de justicia" (Ibid., ad 2m).
----------En el lenguaje corriente diríamos que se preocupa más por la sustancia que por la forma. Se trata de aquel "Espíritu" que "vivifica", mientras que "la letra mata", del cual habla san Pablo. La epicheia es aquella forma de justicia que es superior a la de los fariseos, aquella justicia superior que es recomendada y practicada por Cristo, justicia superada o mejorada por la misericordia y por la capacidad de discernir cuando es necesario pasar por alto a un valor inferior para salvar uno superior.
----------Objeto de la divina misericordia es, ciertamente, el hombre pecador y sufriente como consecuencia del pecado original, con el fin de salvarlo de la muerte, de mostrarle el camino de la salvación y de la bienaventuranza eterna, de devolverle las fuerzas que había perdido, de purificarlo del pecado, de darle la gracia necesaria para poder obedecer a los mandamientos, de liberarlo del sufrimiento y de la esclavitud a la que lo sometía Satanás, de reconciliarlo con Dios, con el prójimo y con la naturaleza.
----------El hombre con el pecado original había precipitado en un estado de miseria humanamente irreparable con la prospectiva de descender a los abismos después de la muerte. Tenía lo que se había ganado y de lo que Dios le había advertido si pecaba. Dios, en rigor de justicia, hubiera podido, si hubiera querido, dejarlo en aquella miserable condición y nadie podía lamentarse de ello o protestar. Pero Él, infinitamente bueno, ha tenido piedad del hombre y ya después de la caída promete un Salvador.
----------Ahora bien, el plan del Padre al darnos a Cristo no ha sido solo el de levantarnos de la caída y sanar nuestra naturaleza, contentándola con la posibilidad de contemplar a Dios en el cielo, cosa que ya había sido deseada por los filósofos paganos, sino también de constituir al hombre en el estado de hijo de Dios, a imagen del Hijo, movido por el Espíritu Santo, destinado a ver en el cielo cara a cara el Rostro del Dios trinitario.
----------Por lo tanto, el plan de Dios no ha sido solo el donarnos la gracia sanante de la salvación, sino que además -adición de la bondad divina por encima de las propias exigencias de la felicidad natural- el donarnos una vida sobrenatural divina, efecto de una bondad divina superior a la de la misma misericordia y que debe ser atribuida a una generosidad que solo puede ser de Dios.
----------Hoy la Iglesia sabe mejor que en el pasado dónde llega la misericordia de Dios y tiene razones para ser más misericordiosa que en el pasado. Las enseñanzas del Concilio Vaticano II amplían nuestro conocimiento sobre la obra de la misericordia divina en la historia de la humanidad y nos dan una noción de misericordia más rica que en el pasado. Nos enseña a ser más misericordiosos de lo que lo éramos en el pasado.
----------La misericordia divina es infinita, no en el sentido de que Dios, cuando hace misericordia, no ponga un límite, sino en el sentido de que por sí misma es ilimitada, en cuanto que Él no da allí en referencia a una medida prefijada, como sucede en la justicia, sino simplemente a su soberana y generosa discreción.
----------No debemos ocultarnos que la justicia, bajo el aspecto de severidad, y la misericordia, se oponen y se excluyen mutuamente, porque mientras que la justicia inflige o irroga la pena, la misericordia la mitiga o la quita. Por eso algunos se esfuerzan en reducir la justicia a la misericordia o simplemente para evitar lo que les parece una contradicción, niegan que Dios castigue, y afirman que hace siempre y solo misericordia a todos, dejando entonces totalmente sin razón o sin explicación la existencia del dolor, del sufrimiento y de la muerte, cuando uno de los méritos de la divina revelación es precisamente el de explicarnos el porqué del sufrimiento, aunque en último análisis este porqué permanezca misterioso.
----------Y sin embargo, es muy fácil resolver esta aparente contradicción. Basta considerar que Dios castiga a una persona diferente de la que Él perdona: o bien una misma persona es primero castigada y luego premiada. Sería una contradicción admitir que una misma persona es simultáneamente castigada y perdonada. Pero, ¿quién pensaría una cosa de tal género?
   
De la Antigua a la Nueva Alianza
   
----------Al sustituir la Nueva Alianza a la Antigua Alianza, Dios ha incrementado su misericordia. Ciertamente Él ha manifestado su misericordia desde cuando en el paraíso del Edén había prometido a la pareja pecadora un Salvador. Y son muchas las manifestaciones de la misericordia divina en el Antiguo Testamento, además de las nobles enseñanzas sobre ella.
----------Sin embargo no hay necesidad de basarnos en el antiguo hereje Marción o en Martín Lutero, si afirmamos que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios aterrador, no digamos cruel, pero ciertamente sí de una severidad que hoy, después de dos mil años de cristianismo, nos deja ciertamente desconcertados. Es claro que ciertas imágenes veterotestamentarias del Dios castigador encendido de ira pertenecen a la cruda y burda concepción propia del hagiógrafo más que reflejar la Palabra de Dios.
----------Ciertamente en el Antiguo Testamento Dios muestra su benevolencia y misericordia con la elección de Israel, enseñando sus mandamientos, suscitando justos y profetas, haciendo milagros y prodigios; ciertamente recomienda la misericordia, la piedad y el socorro de los míseros, de los pobres y de los sufrientes, porque Él mismo es piadoso y misericordioso.
----------Ciertamente la revelación de su bondad tiene un culmen en la persona de Moisés. Lo que consuela es la espera del Mesías. La perspectiva después de la muerte tiene algunos destellos de eternidad, pero pesa la triste predicción de descender al inframundo. Se diría casi que son más optimistas Platón con la contemplación de las Ideas y Aristóteles con la contemplación del sumo Bien.
----------Por supuesto, la justicia punitiva no desaparece con el Nuevo Testamento. Esta es la herejía de los buenistas y de los misericordistas. Es más, el Dios del Nuevo Testamento, más misericordioso que el del Antiguo, es sin embargo más exigente y por lo tanto más severo, y tiene razón, como argumenta de modo apremiante y estricto la Carta a los Hebreos:
----------"Si después de haber recibido el pleno conocimiento de la verdad, pecamos deliberadamente, ya no hay más sacrificio por los pecados. Sólo resta esperar con terror el juicio y el fuego ardiente que consumirá a los rebeldes. El que viola la Ley de Moisés, es condenado a muerte irremisiblemente por el testimonio de dos o tres testigos. Piensen, entonces, qué castigo merecerá el que pisoteó al Hijo de Dios, el que profanó la sangre de la Alianza con la cual fue santificado y ultrajó al Espíritu de la gracia" (Heb 10,26-29).
----------Por eso, si Cristo descendiendo a los infiernos libera a los justos que Lo esperaban, ascendiendo al cielo a la derecha del Padre instituye sin embargo el infierno, que es castigo mucho más grave que los antiguos infiernos, si es verdad que es pecado más grave rechazar un bien mayor. Ahora bien, la propuesta de la Nueva Alianza es mejor que la de la Antigua, por lo cual es justo que quien rechaza la Nueva sea castigado más severamente, aunque es verdad que la misericordia de la Nueva Alianza es mayor porque, mientras en la Primera Alianza Dios se limitaba a conceder su gracia, en la Nueva Alianza Él nos ha dado a su propio Hijo y al Espíritu Santo, con la perspectiva de ver en el cielo a la Santísima Trinidad, beatitud inefable ignorada por el Antiguo Testamento.

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