martes, 6 de mayo de 2025

Concepciones erróneas del infierno: Schillebeeckx (2/2)

Lo que en cualquier caso y mayormente salta a la vista en la concepción que Edward Schillebeeckx se hace del castigo de los malvados es que no se trata en absoluto del infierno tal como es concebido por el dogma católico. [En la imagen: ilustración para el XXXIV Canto del Infierno, de la Divina Comedia de Dante Alighieri, miniatura de Priamo della Quercia, siglo XV].

Bienaventurados y condenados objeto de la divina providencia
   
----------En el pasaje que citábamos al final de la publicación anterior, se nota el aprecio de Schillebeeckx por la "ira divina por un mal desmesurado", por la injusticia contra el prójimo, que supone la injusticia hacia Dios, cosa que no se nota en el buenista Rahner. Pero el castigo, ciertamente terrible no es aquel previsto por la divina revelación y que muestra en definitiva la bondad divina más allá de la justa severidad. A Schillebeeckx, la punición eterna le parece cosa "blasfema", debido a que no se da cuenta de lo que implica el rechazar a Dios. Tal castigo, en cambio, es del todo lógico y está previsto también en otras religiones: es evidente que la pérdida de un bien eterno, cual es Dios, no puede sino ser una perdición eterna. Por otra parte, nosotros estamos hechos para lo absoluto: nuestro destino, por consiguiente, no es la elección entre lo absoluto y lo relativo, sino entre el verdadero y el falso absoluto, entre una eternidad feliz y una eternidad infeliz.
----------En lo expuesto por Schillebeeckx no está el mal que entra en Dios, como en el hegelismo (y en Rahner), sino que tenemos el Dios -el verdadero Dios bíblico- que se lanza contra el mal, pero de un modo que no corresponde a la verdadera enseñanza bíblica. El Dios de Rahner se destruye a sí mismo; el Dios de Schillebeeckx destruye a la creatura. En el buenismo rahneriano todo hombre es bueno porque lo es también el pecador. En el buenismo schillebbeckxiano todo hombre es bueno porque los pecadores son anulados.
----------En cuanto a los bienaventurados, ellos no son perturbados por la eventual visión de los condenados, porque saben que Dios les ha contentado permitiéndoles seguir su camino, camino por ellos libremente elegido. Ciertamente las consecuencias no son agradables, pero ellos sabían por anticipado a qué cosa habrían de salir al encuentro, y lo mismo lo han aceptado, aún cuando estarán lejos de Dios y de los bienaventurados.
----------Los bienaventurados, por consiguiente, en los condenados no ven otra cosa que un aspecto diferente de la divina Providencia donde, en lugar de mostrar, como en el paraíso del cielo, la prevalencia de la misericordia, viene mostrada la prevalencia de la justicia. En el cielo resalta en primer plano la voluntad de Dios; en el infierno la voluntad del hombre. No hay ningún motivo por tanto para perturbarse, sino sólo alabar el orden de la divina Providencia, de la bondad, de la justicia y de la misericordia.
----------Por lo tanto, aquello que en cualquier caso y mayormente salta a los ojos en la concepción schillebeeckxiana del castigo de los malvados es que no se trata en absoluto del infierno tal como es concebido por el dogma católico. Schillebeeckx se deja influenciar por la visión veterotestamentaria de la destrucción de los impíos por parte de Dios, sin darse cuenta que en aquel contexto se trata de una simple imagen popular prefigurativa del infierno, totalmente inadecuada con el concepto dogmático cristiano, aunque este concepto sea revestido ciertamente de imágenes, pero imagen diferente del sheol primitivo, y que será enseñado por Cristo y subsecuentemente interpretado por la Iglesia.
----------Santo Tomás de Aquino hace notar que si Dios quisiera podría anular a la creatura, pero no lo hace en virtud de su bondad. Esto entonces quiere decir que, si no anula a los malvados es porque los ama, tal como dice Cristo del Padre celestial, que "hace llover sobre los buenos y sobre los malvados". De aquí se debe deducir que Dios ama también a los condenados del infierno y a ellos provee con justicia y amor.
----------La concepción que Schillebeeckx se hace de la doctrina católica de la coexistencia de los bienaventurados y de los condenados, por la que parece ver en una metrópolis las barracas de los miserables a pocos cientos de metros de las lujosas torres de los ricos, está marcada por un imaginario totalmente inadecuado. La parábola evangélica del rico epulón nos da en cambio alguna idea acerca de cómo se podría concebir por medio de imágenes esta coexistencia, que obviamente no puede implicar una cercanía espacial, dado que el "abismo" que separa los dos mundos, abismo no tanto espacial, cuanto moral-trascendental, tratándose de la oposición más radical que pueda concebirse entre dos mundos humanos: aquel de los que han elegido eternamente por Dios y aquel de los que han elegido eternamente contra Dios. Y sin embargo, como se deriva de la misma parábola, no es del todo imposible el diálogo entre aquellos dos mundos, porque se trata también siempre de dos regiones del mismo universo humano, dos elecciones opuestas que el hombre individual puede hacer, bajo las alas de la providencia del mismo Dios, justo y misericordioso.
----------Aparte que es de fe que los malvados no son anulados, y por tanto es una herejía sostener lo contrario, muy claros y bellos son los motivos de conveniencia de esta disposición de la infinita bondad divina, la cual tiene tanto respeto por su creatura, que continúa amándola y siendo providente con ella, no obstante su ingratitud, permitiendo que ella continúe por la eternidad volviéndose contra Dios sin arrepentirse para nada aquella mente y aquella voluntad que Él ha creado y que de por sí han sido hechas para contemplarlo y alabarlo eternamente y encontrar en ello la verdadera felicidad.
----------Son por lo tanto totalmente impropias las imaginaciones de aquellos (incluso autores piadosos de otros tiempos) que creen que los condenados, arrepentidos de cuanto han hecho viendo las consecuencias, rompen en lamentos de este tipo: "¡Pobre de mí! ¡Qué es lo que he hecho! ¡Si hubiera sabido!". No, lo sabían, aunque ciertamente no en esa medida, pero si pudieran, volverían a hacerlo de nuevo. Mejor -dicen ellos- en el infierno sin Dios que en el cielo con Dios. Mejor obedecer a uno mismo que obedecer a Dios. El tormento de los condenados no es ni el remordimiento ni el arrepentimiento, sino la conciencia de la frustración radical de la propia naturaleza, hecha de por sí para Dios y sin embargo privada de su verdadero bien.
----------Dios tiene respeto por el libre querer del hombre, cualesquiera que sean sus elecciones. Él aprecia su elegir; no necesariamente el contenido de tal elección. Sin embargo, si tal contenido es el infierno, no se puede decir que Dios lo aprecie, sino que lo condena.
----------De tal modo Dios, también en el lugar que más le es contrario, hace triunfar el bien sobre el mal y vence para siempre al pecado, ya que los condenados -hombres y demonios- están, sí, fijos en el odio contra Dios por toda la eternidad, pero al mismo tiempo ya no pecan, porque el tiempo del mérito ha terminado y el sujeto está establecido para siempre en la elección que él ha hecho de un absoluto conforma a su voluntad.

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