En esta Cuaresma del Jubilar Año Santo de la Esperanza, buscamos la paz y sabemos que la paz está cercana. Sabemos bien que nos espera la paz eterna y celestial consecuente a la victoria de nuestro Señor Jesucristo sobre Satanás. Negarse a combatir con Cristo no es verdadero espíritu de paz sino lúgubre presagio de eterna guerra infernal, y no nos permite llegar a la paz eterna, esa paz inefable que pedimos a Dios para nuestros queridos difuntos y que preparamos desde ahora para nosotros combatiendo contra el pecado y que pedimos para nosotros a Dios más allá del umbral de la muerte. [En la imagen: fragmento de "Contraste", acuarela de Antonio Aragón, que representa el Parque General San Martín, Mendoza, Argentina].
El ejemplo de Dionisio el Areopagita
----------En este punto puede ser útil una referencia a Dionisio el Areopagita, quien es un gran maestro acerca del hablar y del callar. La difusión de sus obras se produjo recién en el siglo VI, porque anteriormente la mística cristiana, aunque hubiera ya dotado a la Iglesia de grandes maestros, no había alcanzado todavía la elevación suficiente para apreciar en plenitud las enseñanzas de Dionisio.
----------En efecto, la catequesis y la teología mística de los primeros siglos, por obra de los Padres y de los Concilios, están empeñadas en establecer los Símbolos de la Fe y las bases dogmáticas de la doctrina cristiana, sobre todo el misterio cristológico y trinitario. Una vez aclaradas y consolidadas estas bases, entonces tenía sentido la elaboración y la práctica de la teología mística.
----------Fue así entonces que el esoterismo cristiano fue tomado muy en serio por un grandísimo maestro de teología mística, Dionisio el Areopagita, el discípulo de san Pablo Apóstol. El caso fue que Dionisio inculcó a sus discípulos un tal secretismo, que sus sapientísimas enseñanzas teológicas permanecieron secretas hasta que se hicieron de público dominio a partir del siglo VI, suscitando la admiración de diversos Papas, como fueron los casos de san Gregorio Magno, Martín, Agatón y Adriano.
----------El esoterismo de estas enseñanzas místicas cristianas se explica por el hecho de que las obras del Areopagita son precisamente de carácter iniciático, vale decir, para cristianos que ya son maduros en la vida espiritual, pero no de carácter catequético, en cuyo caso no tendría sentido mantenerlas secretas. Sin embargo, quien ha aprendido el catecismo está llamado, si es que Dios le concede la gracia, a dar el paso ulterior de aprender la teología mística. Y es en este punto que puede encontrarse con Dionisio.
----------La predicación o enseñanza de Dionisio, por lo tanto, supone cristianos ya con una instrucción básica, ya convertidos y penitentes, que desean llegar a la perfección y a la santidad, es decir, a la experiencia mística. No es una enseñanza catequética ni tampoco escolástica, es decir la teología silogística, explicativa o deductiva, sino mistagógica, es decir, de iniciación metódica, acompañada por el ejercicio de la caridad, a los misterios inefables, ante los cuales no hay más que gustar y callar.
----------Sucedió entonces que desde cuando las obras de Dionisio se convirtieron en la Iglesia de dominio público hasta hoy son el modelo de la teología mística, de la iniciación a los misterios del cristianismo, son modelo que ha influenciado en todas las grandes escuelas de la espiritualidad cristiana occidental y oriental.
----------Ahora bien, esta mistagogia debe ser distinguida de la catequesis a los niños y a los adultos, que en cambio es la instrucción cristiana inicial y elemental, mediante la cual vienen enseñadas las verdades de fe que componen el contenido de la doctrina cristiana.
----------En todo caso, la advertencia que se puede hacer a los discípulos del Areopagita es haber sobreestimado la preocupación esotérica del Maestro, permitiendo que esas preciosísimas obras, que podrían haber hecho tanto bien, permanecieran ignoradas incluso durante siglos por los mismos Padres de la Iglesia.
----------Por otra parte, el discípulo de san Pablo, embebido en la mística paulina y joannea, por un extraordinario don del Espíritu, ya tenía una alta mística incluso antes de la elaboración de la teología de los Padres.
----------Es una historia que parece increíble, y sin embargo no veo cómo no pueda sino presentarse en los términos en que lo he hecho, mientras que la tesis hoy difundida, con diferentes argumentos, según la cual detrás de Dionisio se escondería un ignoto monje sirio del siglo V, no me parece sostenible, porque deberíamos admitir que el autor de las Obras que están bajo su nombre, obras de las cuales emana una extraordinaria luz de sabiduría, que no pudieron haber sido escritas sino por un santo, sean obras de un impostor.
----------En cuanto al hecho de que en ellas haya conceptos presentes también en las obras de Proclo, más que sostener que Dionisio el Areopagita hubiera tomado de Proclo, prefiero creer con san Máximo el Confesor, que haya sido Proclo quien ha copiado de Dionisio.
El universalismo del Evangelio
----------Ciertamente, en la historia de las religiones los hombres están llamados a hacer una elección entre diferentes maestros o guías en competencia entre ellos, cada uno de los cuales asegura conocer contra los demás el verdadero sentido y propósito de la vida, el verdadero camino de la salvación, de la santidad, de la virtud, de la felicidad o del encuentro con Dios.
----------¿Quién tiene razón? Es necesario con sanos criterios de juicio examinar las pruebas de credibilidad dadas por cada maestro y ver cuáles son los mejores. En la sociedad pluralista y multicultural de hoy, con una inmensa circulación de informaciones y posibilidades de obtener los conocimientos más variados, donde los seductores más refinados tienen campo libre, donde quien debería vigilar o corregir no lo hace, mientras los testigos de la verdad tienen su vida difícil, más que nunca nos encontramos todos, si no queremos vivir con la cabeza en el saco, en la necesidad y en el deber de estudiar, buscar, examinar, confrontar, comparar y elegir con prudencia y cautela, es más necesario que nunca confiar en Dios mismo para que nos ilumine y avente las insidias de los impostores y de los falsos profetas.
----------Por lo demás, el antes mencionado modo de atraer discípulos lo encontramos también en el cristianismo. Y es precisamente este estilo que Cristo hace suyo y pone en práctica frente a nosotros, y es precisamente esto lo que Él manda hacer a sus apóstoles (Mc 3,6), retomando la predicación del Bautista (Mt 3,2).
----------En todas las civilizaciones, sobre todo en el campo político, filosófico y religioso, existen personajes dotados de especiales cualidades, capaces de interesar a la gente en sus ideas, de hacer que cambien de conducta o ideales, capaces de atraer seguidores hacia ciertos valores o en torno también a su propia persona, capaces de hacer discípulos o de atraer a la gente en su seguimiento, así como sucede que muchos abandonan una guía para seguir otra, por lo que surgen discusiones y contrastes acerca del mejor guía o maestro.
----------La obra del mostrar al prójimo no cristiano, siempre con las debidas argumentaciones y pruebas creíbles, que la fe cristiana es la única religión exenta de cualquier tipo de error, la religión que contiene la plenitud de la verdad, que es la mejor forma de religión entre todas a fin de conducir a los hombres a Cristo, es un preciso deber del cristiano, si es verdad que Cristo es el único nombre en el cual Dios quiere que todos los hombres se salven. Esto no quiere decir que también en las otras religiones no haya, en medio de errores y lagunas, verdades salvíficas que provienen de Cristo y conducen a Cristo.
----------Por otra parte, el anuncio evangélico de la proximidad del reino de Dios no significa necesariamente que el reino esté a punto de llegar o que sea inminente o que sea cuestión del presente o de unos pocos años, sino que significa que el reino de Dios está al alcance de la mano, vale decir, es en definitiva fácilmente alcanzable, aunque Cristo nos dice que es necesario entrar por la puerta estrecha.
----------La facilidad está dada por el hecho de que es Dios mismo quien lo quiere con su gracia, por lo cual, si nos ponemos a su disposición y nos comprometemos en la observancia de los mandamientos, el reino vendrá en virtud de su gracia, será un don de su misericordia.
¿Cuál es la paz que está cerca?
----------Anunciar la cercanía del reino quiere decir anunciar la proximidad de esa paz que Cristo nos da poniéndonos en su seguimiento en la lucha contra las fuerzas del mal. ¿Cuál es la paz que está cercana? ¿La paz entre Ucrania y Rusia o la paz escatológica del triunfo final de Cristo? No lo sabemos. Sólo sabemos lo que nos dicen el Apocalipsis y san Pablo:
----------"Cuando se cumplan los mil años, Satanás será liberado de su prisión. Saldrá para seducir a los pueblos que están en los cuatro extremos de la tierra, a Gog y Magog, a fin de reunirlos para la batalla. Su número será tan grande como las arenas del mar, y marcharán sobre toda la extensión de la tierra, para rodear el campamento de los santos, la Ciudad muy amada. Pero caerá fuego del cielo y los consumirá" (Ap 20,7-9).
----------Y recordemos lo que expresa el apóstol san Pablo: "Acerca de la Venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, les rogamos, hermanos, no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen [...]. Porque antes tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre impío, el Ser condenado a la perdición, el Adversario, el que se alza con soberbia contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta llegar a instalarse en el Templo de Dios, presentándose como si fuera Dios. [...] Ya saben qué es lo que ahora lo retiene, para que no se manifieste sino a su debido tiempo. El misterio de la iniquidad ya está actuando. Sólo falta que desaparezca el que lo retiene, y entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor Jesús destruirá con el aliento de su boca y aniquilará con el resplandor de su Venida" (2 Tes 2,1-8).
----------¿Son esos tiempos los que actualmente estamos viviendo? ¿Qué es lo que ahora impide la venida del hombre inicuo? O bien debemos aceptar las famosas palabras de san Juan XXIII cuando desaprobó a aquellos profetas de desventura que anunciaban como inminente el fin del mundo y nos invitó más bien a esperar de la aplicación de los decretos del Concilio Vaticano II un nuevo Pentecostés? ¿Este Pentecostés ha llegado? ¿Cómo es que diez años después del Concilio san Paulo VI se lamentó de que con el Concilio esperábamos una nueva primavera y en cambio ha venido una tempestad?
----------Debemos recordar que el mundo no quiere la paz que Cristo nos dona. Dios quiere más bien que todos los hombres sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad. Sin embargo no todos corresponden a la propuesta divina. Sin embargo, todos saben que Dios existe, incluso los ateos. De hecho, todos tendrán que rendir cuentas un día ante el tribunal de Cristo. Con todo, aún así, algunos no tienen ningún temor del infierno, porque no creen en él. Algunos piensan que Dios no castiga. Otros incluso niegan la existencia de Dios.
----------Ciertamente quien va al infierno no va precisamente porque le guste el infierno. A nadie le gusta el infierno en cuanto tal. Va al infierno quien no quiere estar con Dios en el paraíso del cielo. Eso es lo que quiere el condenado, y por eso, para estar lejos de Dios, acepta el infierno. El impío piensa así: mejor en el infierno, lejos de Dios, que en el paraíso del cielo, en compañía de Dios.
----------No a todos Dios interesa; a algunos no les interesa la cuestión del ser, sino solo las cosas concretas. A algunos no les interesa la causa primera; les bastan las causas de los fenómenos. Algunos incluso dicen que Dios no existe y que Dios es una invención de los curas o de la imaginación de los frustrados y de los infelices.
----------A algunos no les interesa recibir misericordia de Dios porque consideran no haber hecho nada malo de lo que tengan que arrepentirse porque son ateos. No todos aman a Dios, sino que algunos lo odian. Hay quien se somete a Dios, pero también hay quien se diviniza a sí mismo o diviniza al hombre. Hay quien no puede prescindir de Dios, pero también hay quien cree que puede prescindir de Él porque se las arregla por sí solo. Para algunos, el mayor bien del hombre no es Dios, sino el propio hombre.
----------El apóstol san Juan nos dice que, en los hechos, aunque todos somos creados hermanos y debemos amarnos entre nosotros, existen sin embargo hijos de Dios e hijos del diablo. Los hijos de Dios desean vivir en paz con todos, pero los hijos del diablo les hacen guerra.
----------La ética cristiana parece a una primera mirada contradictoria: por una parte tiene un carácter pacífico: anunciar, persuadir, dialogar, testimoniar, argumentar, demostrar, razonar, hacer razonar, amar al enemigo.
----------Cristo mismo, aunque es el príncipe de la paz y el reconciliador del hombre con Dios, es presentado por el Evangelio como "signo de contradicción" y Él mismo afirma haber venido a "traer una espada", poniendo a los familiares por causa suya los unos contra los otros.
----------El hecho es que la ética cristiana, como bien sabemos, prevé una lucha, una batalla, una guerra, un combate contra fuerzas adversarias que son irreductibles, a las cuales es posible impedir de hacer daño solamente con el uso de la fuerza o con el uso de las armas.
----------La moral evangélica requiere ser más fuertes que el enemigo para poderlo vencer en batalla y someterlo. O se vence el pecado o se es vencido por el pecado. Pero es precisamente de este modo que ninguna ética es tan constructora de paz como la ética cristiana, y la misma historia lo demuestra. Suscitadores de divisiones y de guerras son los herejes, cristianos vencidos por el demonio.
----------Nuestro Señor Jesucristo es Aquel que indica a la humanidad lacerada y dividida en sí misma y rebelde a Dios, los caminos, los modos y los métodos de la reconciliación del hombre consigo mismo, del espíritu con la carne, del individuo con la sociedad, del varón con la mujer, del hombre con la naturaleza, de los hombres y de los pueblos entre sí y con Dios.
----------Nosotros los hombres, por cuanto respecta al ideal moral a alcanzar, desde los tiempos del pecado de Adán hasta hoy nos encontramos en esta alternativa: o concebir el ideal moral en su plena elevación; pero entonces debemos honestamente reconocer que no logramos con nuestras fuerzas realizarlo, sin por ello llegar a decir con Lutero que nuestra voluntad no es libre, ya que si es voluntad, es libre; de lo contrario no es voluntad sino el instinto de las bestias.
----------Es cierto que Cristo habla de la posibilidad de ser esclavos del pecado, pero al mismo tiempo Cristo nos recuerda que depende de nosotros guardar los mandamientos. Él se apoya en nuestra buena voluntad y presenta el reino de Dios como objeto de libre elección y de conquista, aunque no ciertamente como prospectiva facultativa sin consecuencias en caso de rechazo. Pero si al rechazo sigue el infierno, queda siempre cierto que la amenaza del infierno no quita la libre voluntad del acto con el cual el pecador se hace merecedor del infierno.
----------Por tanto, nos espera la paz eterna y celestial consecuente a la victoria de nuestro Señor Jesucristo sobre Satanás. Negarse a combatir con Cristo no es verdadero espíritu de paz sino lúgubre presagio de eterna guerra infernal, y no nos permite llegar a la paz eterna, esa paz inefable que pedimos a Dios para nuestros queridos difuntos y que preparamos desde ahora para nosotros combatiendo contra el pecado y que pedimos para nosotros a Dios más allá del umbral de la muerte.
Para quien se obstina deliberadamente en el camino del pecado, el infierno ya está aquí, en esta vida terrenal. Seguramente Dios llama a todos a la conversión, algunos responden otros no. Muchas conversiones son llamativas y magníficas, como ocurrió con San Pablo... para otros la llamada de Dios se hace en el misterio de la conciencia, en la banalidad de lo cotidiano repentinamente inundado por una luz que hace ver las cosas por lo que son, que hace conscientes de los propios pecados en el disgusto inmenso de haber ofendido a Dios... Dios ama a todos, pero solo los pequeños oyen claramente su voz, como Samuel y, aún más, como María... y, por lo tanto, la soberbia, la vanagloria, con su ruido hacen inaudible la voz divina, la ligera brisa del Espíritu... De hecho, el infierno es caótico y ruidoso, y, me temo, bastante concurrido... por tanto el temor de Dios es una gran virtud, un temor, pero basado en la confianza en Él, quien, juez misericordioso, ve perfectamente en nuestras almas.
ResponderEliminarOlvidaba: para María la llamada de Dios es particular y única, para ella que es la Inmaculada Concepción la voz de Dios es clara, límpida, el Creador se alegra ante la única criatura sin mancha original, la Madre del Verbo.
Estimada Rosa Luisa,
Eliminarcomparto plenamente lo que usted dice, y que son cosas muy importantes para nuestra vida.
La paz es una utopía
ResponderEliminarNunca ha existido y nunca existirá.
EliminarEs necesario que las guerras ocurran ... palabra de Dios.
EliminarLa mejor exégesis es la historia misma.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarusted como católico debería saber que la paz perfecta de la humanidad será aquella de la cual gozarán los resucitados en la Jerusalén celestial. Sin embargo, siempre como católico, debería saber que Cristo nos ha dado a nosotros los católicos su paz, que tiene como efecto el inicio de su realización en la Iglesia Católica. Ciertamente, mientras vivamos en esta vida mortal siempre habrá guerras, porque todos sufrimos las consecuencias del pecado original y por eso la Iglesia admite aún hoy la legitimidad de una guerra de defensa con armas convencionales. Por lo demás, le recuerdo que estamos en el Año Santo de la esperanza. Con las premisas anteriores, ¿qué podemos o debemos esperar sino en un crecimiento de la presencia de la paz de Cristo en este pobre mundo afligido por las miserias y por la guerra?
La paz que Cristo nos ha dado es la paz interior, y usted debería saberlo.
EliminarIntentar endulzar las palabras de Cristo es del todo inútil. "Oiréis hablar de guerras y de rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que esto suceda, pero aún no será el fin. Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino; habrá hambre y terremotos en varios lugares; pero todo esto no será más que principio de dolores".
EliminarComo he dicho, la historia es la exégesis de las palabras de Cristo.
EliminarLas guerras en el mundo en este momento son 56 y la invasión israelí de Gaza y la rusa de Ucrania son solo los más conocidos de una larga lista de conflictos.
EliminarEl año santo no detendrá las guerras, al mundo no le importa nada del año santo.
EliminarCristo no es un idealista. Es la verdad.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarindudablemente, la paz exterior nace de la interior. Estoy de acuerdo en que la paz importante es la paz interior, es decir, la paz de la conciencia, la conciencia de estar en paz con Dios y con el prójimo. Sin embargo, esta paz no puede ser auténtica si al mismo tiempo no nos esforzamos por la construcción de la paz con nuestro prójimo y a nivel social y, por tanto, si no nos esforzamos en hacer nuestra parte para la solución de los conflictos, aunque también fueran conflictos bélicos.
Las predicciones del Señor, que usted me cita, las conozco muy bien. Sin embargo, no son fáciles de interpretar y lamentablemente pocos teólogos tratan temas de este tipo.
Por otra parte se oye hablar de videntes que prevén en muy poco tiempo el desencadenamiento de temibles fuerzas catastróficas, que deberían preparar el fin del mundo. A este respecto, estos mensajes no muestran pruebas convincentes de credibilidad. En este punto podemos preguntarnos qué podemos hacer.
Como ya le he dicho, lo más sabio que hay que hacer es escuchar la voz del Papa, quien, como usted sabe bien, ha tenido de Cristo la tarea de guiar a la humanidad a la verdadera paz mesiánica. Esto significa que, para nosotros los cristianos, esta paz mesiánica comienza ya ahora por el ejercicio de la caridad fraterna.
Además, el Papa ha convocado este Año Santo de la esperanza, precisamente porque el objeto de esta esperanza debe ser precisamente la paz. Como ya le he dicho, es verdad que solo en la Jerusalén celestial no habrá más guerras, pero esto no nos impide esperar que las numerosas guerras en curso podrán disminuir gracias a la mayor presencia del Espíritu Santo, obtenida por nuestra oración y la credibilidad de nuestro testimonio cristiano.
Estimado Padre Filemón,
EliminarEl primero de todos los vicarios de Cristo es la conciencia.
La paz está solo en el Cielo.
EliminarLa esperanza es diferente de la ilusión.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminar¿acaso pretende usted conocer a Jesucristo mejor que el Papa? El Evangelio nos enseña claramente que la paz celestial es la maduración final de una paz interior y exterior, que puede y debe comenzar a ser construida desde ahora, aunque en un mundo que conoce la guerra, sostenidos por la esperanza que Cristo nos da en la venida progresiva del Espíritu Santo, que guía a la plenitud de la verdad y de la paz.
Si usted ve en este mundo solamente la presencia de las guerras y no hace las consideraciones que le he propuesto antes, basadas en el Evangelio, usted espera en vano también la paz celestial, porque nadie puede merecer esta paz, si no trabaja por esta paz desde la vida presente.
No hay cristianos de serie B, cada uno tiene su carisma.
Eliminar"No, no hay cristianos de serie B, no, cada uno tiene su carisma personal y también comunitario". Palabras del Papa Francisco
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarestoy de acuerdo en que cada uno tiene su carisma, pero no entiendo a qué se refiere cuando habla de cristianos de serie B. Puedo tal vez avanzar una interpretación. ¿Esta manera suya de expresarse hace referencia al hecho de que en la Iglesia hay católicos deseosos de sobresalir sobre los demás, como por ejemplo los modernistas?
Estimado Padre: como habitual lector de este blog, le estoy sumamente agradecido por sus artículos y por sus respuestas en este foro, en fin, por todos sus esfuerzos, pero es inútil discutir con el Sr. Jorge D., está a la vista, solo se pierde tiempo.
EliminarEs útil en cambio para nosotros, porque sirve para entender por qué Cristo llama bienaventurados a los que trabajan por la paz, y no solo se refiere al futuro porque quien vive el Evangelio recibe ya aquí mucho...
Estimado Sergio,
Eliminarel problema del discutir con una persona como el lector al que usted se refiere no es tanto el de confrontarse con sus ideas particulares, porque, aparte de las cosas que se pueden aceptar, él refleja una cierta corriente eclesial que une los opuestos del indietrismo con el modernismo.
De todos modos sabemos cuánto insiste el papa Francisco en la búsqueda del diálogo, por lo que creo que es bueno con sujetos como él hacer todo lo posible, salvo cuando se puede notar una insistencia en posiciones que ya han sido refutadas. Llegados a este punto es bueno interrumpir el diálogo, con la esperanza de que se pueda practicar en otros campos o temas.
Estimado Padre, estoy de acuerdo con usted, yo no estoy a favor de la paz a cualquier precio porque nunca existirá de ese modo, sino que debemos comprometernos a toda costa para tratar de llegar a ella y luego confiar en nuestro Señor.
EliminarQue es exactamente lo contrario de no hacer nada con el pretexto de que las guerras siempre existirán..
Estimado Sergio,
Eliminarestoy totalmente de acuerdo con lo que usted dice. Los llamados pacifistas, que rechazan totalmente el uso de las armas, acaban favoreciendo la violencia de los matones. No cabe duda de que los conflictos deben resolverse por vía diplomática y de conformidad con el derecho internacional. Por desgracia, la parte contraria no se convence a través del diálogo. Suponiendo que esta parte no sea respetuosa del derecho, la parte que defiende el derecho puede legítimamente recurrir al uso de la fuerza, siempre que ello dé esperanza de victoria. Está claro que hay que hacer todo lo posible para edificar una convivencia pacífica, adoptando los métodos de la cultura, de la justicia pacífica y del respeto recíproco y, para los creyentes, con la fe en Dios y el amor al prójimo.
Estimado Jorge,
ResponderEliminarusted como católico debería saber que la paz perfecta de la humanidad será aquella de la cual gozarán los resucitados en la Jerusalén celestial. Sin embargo, siempre como católico, debería saber que Cristo nos ha dado a nosotros los católicos su paz, que tiene como efecto el inicio de su realización en la Iglesia Católica. Ciertamente, mientras vivamos en esta vida mortal siempre habrá guerras, porque todos sufrimos las consecuencias del pecado original y por eso la Iglesia admite aún hoy la legitimidad de una guerra de defensa con armas convencionales. Por lo demás, le recuerdo que estamos en el Año Santo de la esperanza. Con las premisas anteriores, ¿qué podemos o debemos esperar sino en un crecimiento de la presencia de la paz de Cristo en este pobre mundo afligido por las miserias y por la guerra?
No debemos hacernos ilusiones.
EliminarEstimado Jorge,
EliminarJesucristo nos pone efectivamente ante la dolorosa realidad de la existencia de las guerras, que es consecuencia del pecado original y de nuestros pecados personales, pero al mismo tiempo nos ayuda a esperar contra toda esperanza. ¿Qué significa esto? Que la esperanza cristiana tiene por objeto un bien, que está por encima de lo que humanamente se puede esperar.
Constatando la presencia de 56 guerras (aunque quizás son muchas más), se desespera realmente que la paz sea posible. Pero en este punto usted debe dar prueba de su fe, porque cuando yo le cito la esperanza que nos ofrece Jesucristo, no me hago ninguna ilusión y no soy un idealista, porque creo en la palabra de Cristo, quien nos asegura que si nosotros le obedecemos, nos da esa paz mesiánica, que solo Él puede darnos.
La paz mesiánica está sólo en el cielo.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarya te he explicado, siguiendo la doctrina de san Pablo y la del Concilio Vaticano II, que la paz mesiánica, o sea, la celestial, es la plenitud de esa paz que Cristo nos trae ya ahora y comienza a dar frutos, a los que san Pablo llama las primicias del Espíritu. Indudablemente en la vida presente hay que luchar por la conquista de esta paz; pero ésta crece en la medida en que nos ejercitamos en las virtudes y sobre todo en la caridad.
Parece que el Sr. Jorge D. vive una dieta de nihilismo mesiánico por lo cual no sirve de nada trabajar por la paz...
EliminarPodría alistarse e ir a luchar, pero... este es el paraíso de los musulmanes...
Sergio: usted no entiende nada de mí.
EliminarEstimado Sergio,
Eliminarmi impresión es que Jorge reúne el pesimismo preconciliar acerca de la posibilidad de edificar la paz en esta tierra con el escatologismo optimista modernista. Se diría que él, ante los conflictos existentes hoy en la Iglesia, no ha logrado encontrar ese verdadero equilibrio que solo nace de una recta interpretación del Concilio Vaticano II y, careciendo de espíritu de síntesis, reúne tesis opuestas sin darse cuenta de la contradicción.
¿Y qué hay de Cristo?
Eliminar"Entonces oiréis hablar de guerras y de rumores de guerra. No os alarméis; es necesario que todo esto suceda, pero aún no es el fin. Se levantará pueblo contra pueblo, y reino contra reino; habrá hambre y terremotos en muchos lugares; pero todo esto es el principio de los dolores."
EliminarRepito: la exégesis perfecta es la historia.
Eliminar"Sí y "no todavía"
EliminarSi no entiendes o no quieres entender ... es tu problema.
EliminarYo hice mi parte.
EliminarJorge: Repito una vez más, lo que sucederá en el futuro no podemos saberlo, a nosotros se nos da hacer todo lo posible para vivir hoy, amar a Dios y amar al prójimo, este es el mandamiento supremo.
EliminarHacer la guerra va en contra de este mandamiento.
Y el que se esconde detrás de las profecías para no hacer nada está profundamente equivocado.
Cristo lo sabe y ya lo ha dicho.
EliminarSergio: No conoces el Catecismo, ni la Doctrina Social Católica.
EliminarDijo San Juan Pablo II: "Nosotros no somos pacifistas".
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarpor cuanto respecta a las previsiones de Cristo acerca de los signos del fin del mundo, podemos pensar efectivamente en un conflicto nuclear. O bien podemos pensar en la misma batalla escatológica de Apocalipsis cap. 20, en la cual las fuerzas del bien reunidas en torno a Cristo derrotarán a las fuerzas del mal reunidas en torno a Satanás.
Estoy de acuerdo en que la historia es útil para interpretar cuanto Cristo nos revela en el plano de la salvación. Pero precisamente la historia de la Iglesia testimonia un largo y fatigoso camino humano que da como efecto una posibilidad cada vez más eficaz de construir la paz. Un punto culminante de este proceso de reconciliación de la humanidad es dado por los documentos del Concilio Vaticano II, que nos indican medios aún mejores para la edificación de la paz, sin excluir por ello la posibilidad de guerras con armas convencionales en los casos en que las negociaciones se revelen ineficaces.
El "ya y el no todavía", al que usted se refiere, es un lema muy bonito de Comunión y Liberación, que hace de sigla incluso a una colección de libros de Jaca Book. El lema significa que la paz de Cristo ya ha venido al mundo, pero aún no ha llegado a su plenitud, que será en la patria futura.
Por cuanto respecta al pacifismo, es necesario entenderse sobre la palabra. Hay un pacifismo cobarde, hipócrita y oportunista, que rechaza absolutamente el uso de cualquier arma, dejando así el campo libre a los prepotentes para atacar a los débiles. Y hay otro pacifismo, si queremos llamarlo así, que es el efecto de aquellos constructores de paz de los cuales Cristo dice que son bienaventurados. Y está claro que este pacifismo no solo es lícito, sino que también es un deber y naturalmente no excluye el eventual uso de la fuerza que Cristo mismo admite.
"Ya y todavía no" se refiere a la escatología. " Donde está la realidad de la Resurrección, donde está Jesús Resucitado y vivo, el Viviente, allí ya es escatología. Nosotros estamos en el eskhaton, porque estamos dentro de la realidad de la resurrección, estamos en relación con Cristo resucitado". Guido, obispo.
EliminarEstimado Jorge,
EliminarSan Pablo dice efectivamente que nosotros, como bautizados, ya hemos resucitado con Cristo, pero aquí Pablo no se refiere a la resurrección del cuerpo, que tendrá lugar en la Parusía, sino a esa resurrección interior de la muerte del pecado, que tiene lugar con el Bautismo. Tan cierto es que Pablo, inmediatamente después de decir que hemos resucitado, nos exhorta a buscar las cosas de arriba. Lo que implica una distinción entre las cosas de aquí y las de allá. Las cosas de aquí abajo son nuestro camino terrenal, que termina con la muerte. Las cosas de allá arriba son la plenitud final de esa vida de gracia, que debemos vivir desde ahora. Entonces en este sentido se podría decir que la escatología ya está presente, aunque hay que precisar que el eskhaton va más allá de la situación presente y lleva a cumplimiento en el fin del mundo esa resurrección interior, que comienza con el Bautismo, mientras que al mismo tiempo traerá consigo la resurrección del cuerpo.
"Hoy estarás conmigo en el cielo" ... y dos 🙂
Eliminar"Donde está la realidad de la Resurrección, donde está Jesús Resucitado y vivo, el Viviente, allí ya es escatología. Nosotros estamos en el eskhaton, porque estamos dentro de la realidad de la resurrección, estamos en relación con Cristo resucitado". Guido, obispo de Tortona.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarcon esas palabras Jesús no se refiere a la perspectiva de que el buen ladrón resucite inmediatamente después de la muerte, porque muy probablemente han tomado el cuerpo de la cruz y lo han depositado en un sepulcro. Jesús se refiere al hecho de que el buen ladrón estará en el paraíso con su alma, pero que es un alma separada del cuerpo, porque la resurrección del cuerpo solo tendrá lugar en el fin del mundo. Ahora bien, ten en cuenta que el Concilio Lateranense IV de 1215 dice que nosotros resucitaremos al fin del mundo con el cuerpo que tenemos ahora. Por lo tanto, imaginar que el buen ladrón resucitó inmediatamente después de la muerte implicaría la creación por parte de Dios de una especie de duplicado, es decir, otro cuerpo, algo simplemente ridículo además de ser herético.
Estimado Jorge,
ResponderEliminarconviene que releas lo que ya te he escrito:
¿Acaso pretendes conocer a Jesucristo mejor que el Papa? El Evangelio nos enseña claramente que la paz celestial es la maduración final de una paz interior y exterior, que puede y debe comenzar a ser construida desde ahora, aunque en un mundo que conoce la guerra, sostenidos por la esperanza que Cristo nos da en la venida progresiva del Espíritu Santo, que guía a la plenitud de la verdad y de la paz.
Si ves en este mundo solamente la presencia de las guerras y no haces las consideraciones que te he propuesto antes, basadas en el Evangelio, entonces esperas en vano también la paz celestial, porque nadie puede merecer esta paz, si no trabaja por esta paz desde la vida presente.
Estimado Jorge,
ResponderEliminartambién te vuelvo a preguntar algo, repitiéndote un mensaje anterior, que no me has respondido: estoy de acuerdo en que cada uno tiene su carisma, pero no entiendo a qué te refieres cuando hablas de cristianos de serie B. Puedo tal vez avanzar una interpretación. ¿Esta manera tuya de expresarte hace referencia al hecho de que en la Iglesia hay católicos deseosos de sobresalir sobre los demás, como por ejemplo los modernistas?
Las palabras del Papa Francisco que ya le cité, son claras.
EliminarTe las reescribo: "No, no hay cristianos de serie B, no, cada uno tiene su carisma personal y también comunitario".
EliminarEl desarme también es una utopía.
EliminarPuedo permitirme la parresia... tú no.
EliminarCada uno tiene su carisma.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarno tengo problemas en aceptar esas palabras del Papa. Podríamos decir que algunos católicos, como los modernistas y los lefebvrianos, se consideran de serie A. En cambio los que no siguen estrictamente sus ideas son de serie B.
Por cuanto respecta al desarme, si por desarme te refieres al nuclear, te recuerdo que desde la época del Concilio Vaticano II los Papas insisten en la necesidad inmediata de implementar el desarme nuclear bilateral.
Está claro que un objetivo así no es fácil de alcanzar. Sin embargo, debemos pensar que las potencias atómicas tienen ese mínimo de sentido común para entender que en un eventual conflicto atómico toda la humanidad sería destruida.
Por lo tanto, no es una utopía a la que debamos renunciar. Es decir, no se trata de una meta imposible, sino de una meta a la que debemos acercarnos, aun conociendo su dificultad.
El desarme es una no-posibilidad.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminartengo la impresión de que tú confundes la parresia con la arrogancia.
Es tu impresión.
Eliminar"Forjarán sus espadas convirtiéndolas en hoces, sus lanzas en podaderas ..." En el cielo.
EliminarLas guerras siempre estarán aquí.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarusando la palabra "impresión" he querido usar contigo una palabra de amabilidad, pero en realidad deberías haber entendido que el mío es un verdadero y propio llamado fraterno, una invitación como hermano tuyo, cristiano.
¿En qué sentido? Que he notado que tú sistemáticamente contradices lo que te expongo sobre la doctrina de la Iglesia. Así que tu problema no es el de la parresia, sino ante todo el de escuchar dócilmente lo que te digo, pues no te estoy dando mis opiniones, sino que lo que te digo te lo digo en nombre de la Iglesia y del Magisterio de la Iglesia. Es en este punto que estás llamado a ejercitar la parresia, haciéndote verdaderamente testigo de comunión eclesial.
Las armas puras ... de hecho la tecnología producirá más mortandades.
EliminarSoy un católico convencido y mi conciencia me impediría contradecir la doctrina católica.
EliminarSi buscas un pretexto para desterrarme o prohibirme comentar, evita la hipocresía.
EliminarTú no toleras que te condradiga. ¿Pero quién te crees que eres?
EliminarEres un pobre pecador, como todos.
EliminarToma lo que te he dicho como corrección fraterna.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarpor cuanto respecta a las armas más mortíferas, creo que es mejor esperar en el desarme.
Me agrada que te profeses católico y declares tu intención de no contradecir la doctrina católica. Entonces, si vuelves a leer con atención las cosas que te he dicho, te darás cuenta de que reflejan precisamente la doctrina católica, entendiendo por catolicismo lo que está regulado por el Catecismo de la Iglesia Católica y no por el de los lefebvrianos y el de los modernistas.
Por cuanto respecta a la hipocresía, pues bien, si hay algo que odio es la hipocresía y si piensas que en algún punto yo me he manifestado contigo como hipócrita, por favor demuéstramelo, de lo contrario harás menos en callarte, porque hablando como hablas ofendes a las personas, y recuerda que la acusación de hipocresía es muy grave y no debe hacerse a la ligera, como estás haciendo tú.
Por cuanto respecta a lo demás que dices, yo no tengo ningún problema en que otros contradigan mis opiniones, mientras sean mis meras opiniones, pero no acepto que se contradiga a la doctrina de la Iglesia, es decir, a lo que enseña el Magisterio de la Iglesia.
Y por cuanto a ser pecador, lo sé muy bien y perfectamente, y más de lo que piensas, ya que todos somos pecadores. Discutir contigo es un ejercicio de humildad, que me lleva a practicar la caridad de la verdad.
Ya te lo he dicho: la ilusión no tiene nada que ver con la esperanza. (Incluso los guardias suizos están armados.)
EliminarSolo la disuasión ha funcionado.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarhace ya bastante tiempo que te estoy recordando esas verdades de fe que conciernen a la escatología. Si eres católico deberías tomarlas en consideración. El hecho de que consideres esas verdades de fe como ilusiones, me produce una gran perplejidad sobre la autenticidad de tu fe católica.
Por cuanto respecta al uso militar de la fuerza, yo en el pasado incluso he sostenido la posibilidad de una guerra justa, limitada naturalmente al uso de las armas convencionales. Estas tienen un poder disuasorio. Pero quisiera preguntarte: ¿qué poder disuasivo podría tener una OTAN con armas atómicas contra Rusia, cuando la propia Rusia posee un armamento atómico superior, mientras que la UE sabe perfectamente que no tiene defensa contra un posible ataque de Rusia? Estas consideraciones las hace ya el Concilio Vaticano II. Tú en cambio piensas como si estuviéramos todavía en el siglo XIX. Por lo tanto, para salir de esta situación angustiosa, no hay otra solución más que la de escuchar las palabras del papa Francisco, quien desde hace tiempo exhorta a las dos partes en conflicto a dejar inmediatamente de luchar y llegar a negociaciones, continuando la obra del desarme atómico acordado.
¿A qué escatología crees que me refiero?
EliminarLee y aprende:
http://www.fondazioneratzinger.va/content/dam/fondazioneratzinger/contributi/Quale%20escatologia%20per%20Gesu%27%20di%20Nazaret%20-%20card.%20Ravasi.pdf
Lee también esto y aprende:
https://www.internetsv.info/ULife6.html
Estimado Jorge,
Eliminarte agradezco los documentos que me envías, con los pensamientos del Card. Ravasi y del Card. Biffi. Sin embargo, como ya te he dicho, yo me baso en la escatología enseñada por la doctrina de la Iglesia Católica. No son mis opiniones, sino lo que enseña el Magisterio de la Iglesia.
Por tanto, si tú me dices que soy yo el que debo aprender, dado que lo que te he expuesto es precisamente esta doctrina de la Iglesia, entonces lo que realmente ocurre es que tú me das a entender que eres tú quien debe aprender, desde el momento en que contradices mi pensamiento, que, como te dije, no son opiniones mías, sino que mi pensamiento se basa en la doctrina de la Iglesia y sobre todo en el Catecismo de la Iglesia Católica.
Por lo que me dices he notado que tú, sobre este tema, juntas el pasadismo preconciliar con la escatología modernista.
Jorge: el desarme ya se ha implementado en los años 70 y 80 con excelentes resultados...
EliminarUn desarme gradual, incluso la reducción del 30 por 50 o 70% puede ser muy positivo.
Por supuesto, uno puede encerrarse en una habitación y no hacer nada pero eso no es cristiano...
Estimado Sergio,
Eliminarle agradezco por esta noticia, de la que no sabía su alcance. Este hecho nos alienta y hace más autoritativos los continuos llamamientos de los últimos Papas a las potencias atómicas para realizar de común acuerdo un desarme nuclear total, salvo la necesidad de las armas convencionales considerando el hecho que la humanidad, como consecuencia del pecado original, registra en sí misma fuerzas contrapuestas, donde es necesario discernir quién tiene razón y defender si es necesario esta razón con el uso justo de la fuerza.
Estimado padre Filemón,
Eliminarcomo le dije al Sr. Jorge, lo que sucederá en el futuro no podemos saberlo, a nosotros se nos da hacer lo máximo posible para vivir hoy, amar a Dios y amar al prójimo, este es el mandamiento supremo.
Hacer la guerra va en contra de este mandamiento.
Y el que se esconde detrás de las profecías para no hacer nada está profundamente equivocado.
Estimado Sergio,
Eliminarsus palabras, de modo general, me encuentran de acuerdo. Solamente a propósito del problema de la guerra quisiera hacerle presente la distinción que ya hice entre la guerra convencional y la guerra atómica. La primera puede ser necesaria, con la debida moderación, considerando el hecho de que en la vida presente la humanidad vive en una situación de conflictividad, por lo cual, si se produce un conflicto, la parte lesionada que está del lado de la ley tiene facultad para el uso militar de la fuerza para detener al enemigo en su acción. Lo que está absolutamente prohibido es el uso de armas atómicas.
Estimado Jorge,
Eliminarel Card. Biffi, durante algunas décadas sostuvo la teoría herética de la resurrección inmediata, es decir inmediatamente después de la muerte y no al fin del mundo. En un artículo posterior, publicado en el Osservatore Romano, el Card. Biffi, con mucha humildad y honestidad, corrige su error.
Padre, o yo no me he dado cuenta, o usted se olvidó de citármelo, pero no veo el enlace a ese artículo del cardenal Biffi.
ResponderEliminarEl artículo del cardenal Biffi al que se refiere el padre Filemón es éste:
Eliminarhttps://www.vatican.va/news_services/or/or_quo/cultura/205q04a1.html
Catecismo de la Iglesia Católica: 1022 Cada hombre desde el momento de su muerte recibe en su alma inmortal la retribución eterna, en un juicio particular que pone su vida en relación con Cristo, por lo cual o pasará por una purificación, o entrará inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, o será condenado de inmediato y para siempre.
EliminarCIC 1023 Los que mueren en la gracia y amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven «tal cual es» (1 Jn 3,2), «cara a cara» (1 Cor 13,12).
EliminarLa verdad sobre el juicio particular, que ocurre inmediatamente después de la muerte, ya está presente en el Antiguo Testamento. Por ejemplo: "Es fácil para el Señor, en el día de la muerte, retribuir al hombre según su conducta" (Sir 11,26).
EliminarPara el Nuevo Testamento te recuerdo lo que dijo Jesús en la palabra del rico epulón y del pobre Lázaro: "Un día murió el pobre, y fue llevado por los ángeles junto a Abraham. También el rico murió y fue sepultado. Estando en el inframundo entre los tormentos..." (Lc 16,22-23).
Como se ve, la retribución se presenta como ocurrida inmediatamente después de la muerte y esto supone el juicio.
Por lo demás, las frecuentes llamadas que Cristo dirige a sus discípulos sobre su repentina e inesperada venida en la cual pedirá cuentas de su propia vida suponen claramente esta verdad.
En la carta a los Hebreos se afirma explícitamente: "Y como para los hombres está establecido que mueran una sola vez, después de lo cual viene el juicio" (Hb 9,27).
Cristo al buen ladrón: "En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso".
EliminarCristo resucitado nos muestra cómo es nuestro cuerpo en el cielo.
EliminarPablo afirma que serán cuerpos espirituales.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminaren los años en que el cardenal Biffi sostenía la tesis de la resurrección inmediata del cuerpo, afirmaba la coincidencia del juicio particular con el juicio universal. Ahora bien, sé muy bien que en el juicio particular, es decir, en el momento de la muerte, cada hombre recibirá de Dios o la recompensa o el castigo. Pero la cuestión no es ésta, es decir, la del juicio particular. El error del cardenal Biffi, como ya he dicho, era el de sostener que la resurrección del cuerpo no se producirá en ocasión del juicio universal, es decir, en la Parusía de Cristo, precisamente porque, como él mismo decía explícitamente, el juicio particular coincide con el universal. Es decir, afirmaba que la resurrección del cuerpo ocurre inmediatamente después de la muerte. ¿Me he explicado?
El cardenal Biffi corrigió su error en el artículo citado por L'Osservatore Romano, como ya he indicado anteriormente: el artículo de L'Osservatore Romano, del 6 de septiembre de 2009, donde indica que el mismo artículo, el 9 de septiembre habría salido en el cuarto número de 2009 de la revista bimestral de la Universidad Católica del Sagrado Corazón "Vita e Pensiero".
Estimado padre, Gracias por permitirme esta conversación, sé que esta hora en su país no es muy cómoda. Discúlpeme las molestias, pero le agradezco su disposición, pues tenía mucha necesidad de hablar con usted de estas cosas.
EliminarLo que en primer lugar quiero decirle es que el cardenal Biffi no afirmaba la coincidencia del juicio particular con el universal.
"Hoy estarás conmigo en el cielo"
EliminarYa le he dicho de observar las fechas del art. de Ravasi y el de la entrevista.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminardebo hacerte presente que es falso decir que el card. Biffi "no afirmaba la coincidencia del juicio particular con el universal". De hecho, tengo en este momento en mis manos un texto mío de 1997, en unos apuntes para clases, en donde yo reporto estas textuales palabras del cardenal Biffi: "Si uno sale de la dimensión temporal entra inevitablemente en la eterna, donde no se da ninguna sucesión de momentos y por lo tanto no se puede dar ninguna espera. Según esta hipótesis, no existiendo más allá del tiempo dimensión temporal, cada hombre a su muerte se encuentra ya en acto de ser eternamente juzgado, con un juicio que es al mismo tiempo particular y universal: particular, porque concierne el valor de las personas individuales, universal, porque nadie se le puede sustraer y porque toda la humanidad aparecerá simultáneamente juzgada".
Ahora bien, ¿dónde está el error de Biffi? En el hecho de que él pasa por alto la diferencia entre el evo, la eternidad y el tiempo (véase Santo Tomás, Sum. Theol. I, q.10, a.5).
¿Qué significa esto? Que después de nuestra muerte es verdad que nuestra alma ya no está en el tiempo, porque no anima más el cuerpo, pero esto no quiere decir que no exista una duración propia de las sustancias espirituales, como también para los ángeles.
Por lo tanto, Biffi se equivoca al decir que el alma entra en la eternidad. La eternidad, como explica Santo Tomás, es un atributo exclusivamente divino.
En cuanto al Card. Ravasi, te ruego que me cites los pasajes interesantes, motivando tu elección.
"Nosotros imaginamos muy a menudo que las almas, una vez que se han desprendido del cuerpo, vagan o están en sueño...
ResponderEliminarSi después de la muerte hay Cristo, uno se encuentra con Cristo inmediatamente. El valor de un hombre depende de su cercanía o distancia del arquetipo, del modelo dado a la humanidad, que es Cristo. En el momento de la muerte, cuando los ojos se cierran, los ojos se abren y se ve si uno está cerca o lejos de Cristo: este es el juicio.
¿El juicio es entonces dado por Cristo en ese momento?
Por supuesto, porque Él es la medida.
Entonces, ¿el juicio es inmediato?
El juicio es inmediato.
Y el Juicio Final, ¿qué es?
El juicio universal podría ser un falso problema: en el sentido de que, si es cierto que más allá del tiempo no hay tiempo, no es muy importante distinguir el juicio particular y el juicio universal como si estuvieran temporalmente separados. Es decir, ambos se constituyen en el único instante que es el de la eternidad."
"El buen ladrón acoge a Dios cuando la vida está por terminar y así su vida comienza de nuevo; en el infierno del mundo ve abrirse el paraíso: «Hoy conmigo estarás en el paraíso» (v. 43). He aquí el prodigio del perdón de Dios, que transforma la última petición de un condenado a muerte en la primera canonización de la historia". Papa Francisco
ResponderEliminarEstimado Jorge,
Eliminarpor cuanto respecta a las palabras del papa Francisco obviamente estoy perfectamente de acuerdo. ¿Pero por qué motivo me las citas? Ya te he explicado lo que el Señor quiere decir al Buen Ladrón. Y ciertamente también el Santo Padre estaría de acuerdo con lo que te he dicho.
Vea también este texto de Ratzinger-Benedicto XVI: https://www.gliscritti.it/antologia/entry/945
Eliminar"En lugar de un futuro indeterminado [Jesús] pone su «hoy»" dice Benedicto.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarcon ese "hoy", Jesús se refiere al alma del Buen Ladrón que irá al Paraíso, pero evidentemente el cuerpo permaneció en el sepulcro y resucitará al fin del mundo.
Le transcribo a continuación escritos sobre el tema, del padre Angelo Bellon:
ResponderEliminar1. "El Paraíso, más que un lugar, es un estado en el cual uno está perfectamente unido a Dios.
Para la unión con Dios se le proporciona el lumen gloriae, que hace proporcional ver a Dios (que está en el orden sobrenatural) y gozar de Él.
En el Dictionaire de Théologie catholique (XIII,1331) se lee: "En ninguna de las definiciones de la Iglesia relativas al Paraíso, al Purgatorio y al Infierno se puede encontrar alusión alguna a un lugar".
Es suficiente recordar que Dios está fuera del espacio y del tiempo, y que quien entra en el Paraíso entra en Dios.
2. El paraíso revelado por Jesucristo no tiene nada que ver con el paraíso musulmán.
Nuestro paraíso consiste en la plena comunión con Dios.
Los musulmanes, debido a la trascendencia de Dios, no hablan del paraíso como una comunión con Dios, sino como una prolongación de la vida material presente, donde se excluye todo sufrimiento.
3. La comunión de vida y amor con la Santísima Trinidad, en el paraíso se prolonga con la comunión con la Bienaventurada Virgen María, con los ángeles y con todos los santos.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice que esta perfecta comunión "se llama 'el cielo'. El cielo es el fin último del hombre y la realización de sus aspiraciones más profundas, el estado de felicidad suprema y definitiva" (CCC 1024).
4. Es cierto que el paraíso en la Sagrada Escritura a veces se describe con imágenes materiales, como por ejemplo: "El Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un banquete de comidas abundantes, un banquete de excelentes vinos, de alimentos suculentos y de vinos refinados" (Is 25,6).
ResponderEliminarA este respecto el biblista padre Giuseppe Girotti comenta: "El banquete en la Biblia y en el oriente simboliza las delicias más exquisitas, la felicidad. Los rabinos comparaban el mundo actual con un vestíbulo que conduce a la sala del banquete, es decir, a la felicidad del cielo.
En este versículo comúnmente los autores ven simbolizadas las delicias que los Santos degustarán en el paraíso y de las cuales los fieles tienen como un preámbulo en la eucaristía".
Los teólogos con una palabra dicen que este banquete corresponde a la visión beatífica de Dios, que es un estado de vida en el que no falta nada.
5. Juan Pablo II en una de sus catequesis sobre el paraíso dijo: "En el marco de la Revelación sabemos que el "cielo" o la "bienaventuranza" en la que nos encontraremos no es una abstracción, ni siquiera un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la Santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre que se realiza en Cristo resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo" (21 de julio de 1999).
ResponderEliminar6. Luego añadió: "Hay que mantener siempre una cierta sobriedad en la descripción de estas 'realidades últimas', porque su representación sigue siendo siempre inadecuada. Hoy el lenguaje personalista logra decir menos impropiamente la situación de felicidad y de paz en la que nos establecerá la comunión definitiva con Dios" (Ib.).
No debemos olvidar nunca lo que dijo San Pablo: "Las cosas que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni nunca entraron en el corazón del hombre, Dios las ha preparado para los que le aman" (1 Cor 2,9).
P. Angelo Bellon
Estimado Jorge,
Eliminarte agradezco la transcripción de estos textos.
Ahora bien, en primer lugar digamos que es cierto que la dogmática católica no nos presenta como verdad de fe la existencia del paraíso, del purgatorio y del infierno desde el punto de vista del lugar, pero esto no quiere decir que la teología no sepa deducir de alguna manera la existencia de un lugar por así decirlo trascendental, análogo al lugar propio de este mundo.
Es necesario tener presente que el lenguaje de la Escritura y de la Iglesia utiliza expresiones que remiten nuestra mente a un lugar, como por ejemplo "ir", "bajar", "subir a", "entre nosotros y vosotros hay un abismo" (parábola del rico epulone). Es evidente que aquí se necesita un concepto de lugar. ¿Pero qué queremos decir con lugar?
Nos referimos a un lugar en el cual la sustancia espiritual finita se encuentra en el horizonte del ser, que en este caso es el cielo o el infierno o el purgatorio. Ciertamente hay que excluir de manera absoluta una localidad vinculada a nuestro espacio empírico actual.
Solamente Dios es completamente independiente de la localidad, porque no es un espíritu finito, sino un espíritu infinito, el cual por su naturaleza está en el cielo, en la tierra y en todos los lugares. Todo este discurso nos lleva evidentemente a renunciar a un concepto unívoco de tiempo y lugar, como algo material, y a concebirlo como una realidad analógica adecuada a la vida del espíritu.
El cielo, el purgatorio y el infierno son estados del alma.
EliminarLee primero al cardenal Ravasi: "Breve historia del alma" ... luego hablamos.
EliminarY esto que publicó Pierangelo Sequeri:
Eliminarhttps://www.avvenire.it/agora/pagine/immortalita-dell-anima-e-giudizio-universale-escatologia-sequeri
Y este otro de Francesco Cosentino:
Eliminarhttps://www.famigliacristiana.it/articolo/cosa-succede-a-corpo--e-anima-subito-dopo-la-morte.aspx
Es Profesor ordinario de Antropología teológica y escatología en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Urbaniana
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarte repito lo que ya te he dicho acerca de mi método en este blog, vale decir, mi método de exponer y de responder a lad dudas, comentarios u objeciones de los lectores.
Dado que este es mi blog, tengo el derecho a trabajar según un método que yo he establecido, porque lo considero sumamente conveniente para los propósitos que me he fijado en este blog.
Por el contrario, tú me propones lecturas de textos, sobre los cuales crees que hay críticas a mi pensamiento.
Ahora bien, según mi método, no me corresponde a mí leer esos textos, sino que, como te he dicho, te corresponde a ti extraer de esos textos las frases que, en tu opinión, son contrarias a lo que yo digo. Solo en este punto, si haces lo que te digo, puedo responderte.
Estimado Jorge,
Eliminarciertamente cuando muera entenderé lo que ahora no entiendo. Pero yo, escuchando el Magisterio de la Iglesia, comprendo desde ahora lo que en el momento de mi muerte comprenderé en plenitud. Tú, en cambio, evitas escuchar lo que la Iglesia te dice ahora y que te permitiría comprender desde ahora lo que comprenderás plenamente en el momento de tu muerte. Pero si te niegas a empezar a entender ahora, siguiendo a la Iglesia, pones en riesgo también el entendimiento final que podrás tener en el momento de tu muerte. Paz y bien.
Por eso me parece conveniente que te recuerde algunas de mis intervenciones anteriores, para que las vuelvas a leer con más serenidad:
ResponderEliminarEstimado Jorge,
ResponderEliminardebo hacerte presente que es falso decir que el card. Biffi "no afirmaba la coincidencia del juicio particular con el universal". De hecho, tengo en este momento en mis manos un texto mío de 1997, en unos apuntes para clases, en donde yo reporto estas textuales palabras del cardenal Biffi: "Si uno sale de la dimensión temporal entra inevitablemente en la eterna, donde no se da ninguna sucesión de momentos y por lo tanto no se puede dar ninguna espera. Según esta hipótesis, no existiendo más allá del tiempo dimensión temporal, cada hombre a su muerte se encuentra ya en acto de ser eternamente juzgado, con un juicio que es al mismo tiempo particular y universal: particular, porque concierne el valor de las personas individuales, universal, porque nadie se le puede sustraer y porque toda la humanidad aparecerá simultáneamente juzgada".
Ahora bien, ¿dónde está el error de Biffi? En el hecho de que él pasa por alto la diferencia entre el evo, la eternidad y el tiempo (véase Santo Tomás, Sum. Theol. I, q.10, a.5).
¿Qué significa esto? Que después de nuestra muerte es verdad que nuestra alma ya no está en el tiempo, porque no anima más el cuerpo, pero esto no quiere decir que no exista una duración propia de las sustancias espirituales, como también para los ángeles.
Por lo tanto, Biffi se equivoca al decir que el alma entra en la eternidad. La eternidad, como explica Santo Tomás, es un atributo exclusivamente divino.
En cuanto al Card. Ravasi, te ruego que me cites los pasajes interesantes, motivando tu elección.
Estimado Jorge,
ResponderEliminaren vez de contar las veces que te he repetido lo dicho, esfuérzate por entender lo que he dicho y verás que bastaría una sola vez. Si no, explica tú lo que significan las palabras del Señor: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Estimado Jorge,
ResponderEliminarpor cuanto respecta a las palabras del papa Francisco obviamente estoy perfectamente de acuerdo. ¿Pero por qué motivo me las citas? Ya te he explicado lo que el Señor quiere decir al Buen Ladrón. Y ciertamente también el Santo Padre estaría de acuerdo con lo que te he dicho.
Estimado Jorge,
ResponderEliminarcon ese "hoy", Jesús se refiere al alma del Buen Ladrón que irá al Paraíso, pero evidentemente el cuerpo permaneció en el sepulcro y resucitará al fin del mundo.
¿Y donde debería estar el cuerpo sino en el sepulcro? 😂
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarte he dicho esta cosa obvia para hacerte entender que la teoría de la resurrección inmediata del cuerpo es una fantasía absurda, precisamente por el hecho de que para nosotros, en el momento de nuestra muerte, nuestra alma abandona el cuerpo, que queda sin vida. Si el alma tuviera que reasumir su propio cuerpo inmediatamente, Dios tendría que crear una especie de cuerpo astral o de doble, de tal manera que este doble debería estar en el paraíso, mientras que el cuerpo original estaría en la tumba.
En cuanto a nuestra alma, si está preparada, va al cielo. Entonces el alma del buen ladrón, habiendo dejado su cuerpo aquí en la tierra, subió al paraíso. ¿Qué significa esto? Que para el buen ladrón, en el momento de su muerte su cuerpo no resucitó inmediatamente y ascendió al cielo, como durante décadas ha sostenido el Card. Biffi, porque, en cuanto a los cuerpos humanos, de estos cuerpos en el cielo solo está el de Jesús y María. El error de la resurrección inmediata también es sostenido por Rahner y por muchos otros teólogos.
Estimado Jorge,
ResponderEliminaren primer lugar digamos que es cierto que la dogmática católica no nos presenta como verdad de fe la existencia del paraíso, del purgatorio y del infierno desde el punto de vista del lugar, pero esto no quiere decir que la teología no sepa deducir de alguna manera la existencia de un lugar por así decirlo trascendental, análogo al lugar propio de este mundo.
Es necesario tener presente que el lenguaje de la Escritura y de la Iglesia utiliza expresiones que remiten nuestra mente a un lugar, como por ejemplo "ir", "bajar", "subir a", "entre nosotros y vosotros hay un abismo" (parábola del rico epulone). Es evidente que aquí se necesita un concepto de lugar. ¿Pero qué queremos decir con lugar?
Nos referimos a un lugar en el cual la sustancia espiritual finita se encuentra en el horizonte del ser, que en este caso es el cielo o el infierno o el purgatorio. Ciertamente hay que excluir de manera absoluta una localidad vinculada a nuestro espacio empírico actual.
Solamente Dios es completamente independiente de la localidad, porque no es un espíritu finito, sino un espíritu infinito, el cual por su naturaleza está en el cielo, en la tierra y en todos los lugares. Todo este discurso nos lleva evidentemente a renunciar a un concepto unívoco de tiempo y lugar, como algo material, y a concebirlo como una realidad analógica adecuada a la vida del espíritu.
"Paradójicamente la muerte no existe, sino que se pasa de vida a Vida, sin solución de continuidad"
ResponderEliminarEstimado Jorge,
Eliminarefectivamente la liturgia tiene esta frase: "Vita mutatur, non tollitur", pero ¿a qué se refiere la liturgia diciendo esto? No a cualquier vida mortal sobre esta tierra, sino a la vida de gracia vivida por el buen cristiano, quien en el momento de la muerte pasa efectivamente de la vida a la Vida, porque no hace más que obtener en plenitud lo que ha comenzado a poseer desde ahora. Sin embargo, debes estar muy atento al hecho de que existe una vida física mortal y una vida espiritual inmortal.
El alma humana es inmortal. Sin embargo esa vida que hace vivir el alma de modo cristiano es la vida de gracia, que es una vida sobrenatural que se añade a la vida natural del alma, por lo cual, si falta la vida sobrenatural, podemos decir que el alma está como muerta, es decir muerta espiritualmente y viva ontológicamente.
De hecho sabes bien como la moral habla de "pecado mortal". En este caso, no es que muera el alma en sentido ontológico. Desde este punto de vista sigue viviendo, es decir, existiendo, pero pierde la vida de gracia, que puede recuperar con la penitencia. Si en cambio desgraciadamente se encuentra en estado de pecado mortal en el momento de la muerte, continúa existiendo como alma, pero siendo privada de la gracia, va al infierno. En este lugar hay vida, pero ¿qué vida es?
Todo esto significa que es falso decir que la muerte no existe. Tanto es así que, como bien sabemos, san Pablo nos dice que con el bautismo pasamos de la muerte a la vida. Si la muerte no existiera, la vida cristiana no tendría sentido. ¿De qué muerte habla san Pablo en ese pasaje? Es la privación de la gracia de Dios, que es participación de la misma vida divina, como dice san Pedro.
Si no existiera la muerte física, tampoco se podría hablar de resurrección del cuerpo. Que la muerte no existe es una idea característica de la filosofía de Severino y de la filosofía india, porque, según estas concepciones, todo vive y todo es eterno, por lo cual, lo que nosotros llamamos muerte no es un paso del ser al no ser, porque, como dice Severino, El ser no puede no ser, sino que es simplemente la desaparición de una vida que permanece, pero que nosotros ya no vemos. Ahora bien, una concepción de este género confunde a Dios con el mundo y, en lo que se refiere a nuestra vida moral, es profundamente ilusoria, porque nosotros de manera presuntuosa podemos considerarnos siempre vivos, mientras que en cambio tal vez hemos muerto en el sentido de carecer de gracia.
Solo existe la muerte biológica. ¿Cómo haces para no entender?
EliminarEstimado Jorge,
Eliminartu pregunta me hace entender que eres tú el que no entiende la doctrina de san Pablo sobre la muerte espiritual del alma, como consecuencia del pecado original, muerte de la cual el alma resucita vivificada por la gracia bautismal.
Además, ten en cuenta que en el Apocalipsis la "segunda muerte" no es otra cosa que la eterna muerte espiritual, que es el infierno. Ciertamente aquí el término muerte no significa un no-ser más, como en la muerte física, y tampoco se opone a la inmortalidad ontológica del alma, sino que aquí el término "muerte" significa un estado de oposición a la voluntad de Dios, propia del pecado mortal, oposición que priva al alma de esa vida sobrenatural, que es la vida de gracia.
"Cada hombre desde el momento de su muerte recibe en su alma inmortal la retribución eterna, en un juicio particular que pone su vida en relación con Cristo, por lo cual o pasará por una purificación, o entrará inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, o se condenará inmediatamente para siempre" (CIC 1022).
ResponderEliminar¡Esta es la fe de la Iglesia!
EliminarEstimado Jorge,
Eliminaren el texto que has citado, el Catecismo habla del juicio particular, pero el punto a aclarar es que el juicio particular está separado por una duración eviterna, que terminará con el juicio universal.
En otras palabras, el juicio universal no es simultáneo al juicio particular, sino que es posterior según una duración que los teólogos llaman eviternidad, que es una duración distinta tanto del tiempo como de la eternidad.
Se trata de la duración de las sustancias espirituales, las cuales, al no tener materia, están por encima del tiempo, pero, al no ser Dios, no tienen la característica de la eternidad que pertenece solo a Dios y que caracteriza a la divinidad.
Es cierto que Jesús nos promete la vida eterna, pero con eso no quiere decir que nos convirtamos en Dios. Aquí, por "vida eterna" Jesús entiende la plenitud final de la vida de gracia, que es creada por Dios para nosotros, gracia que es participación análoga de la naturaleza divina.