lunes, 6 de enero de 2025

Los errores de Karl Rahner: el magisterio de la Iglesia (2/3)

No es una mayoría, sino que es Cristo quien ha establecido cuáles y cuántas son las verdades de fe. Se supone que los Padres del Concilio en el votar no tienen otra mira sino discutir, comprender y juzgar si una determinada proposición en materia de fe, en determinada circunstancia, deba o no deba ser declarada o definida como de fe. La misma fe nos asegura que, siendo los decretos doctrinales de un concilio infalibles, podrán existir, en el peor de los casos, algunos Padres también herejes -acaso en buena fe-, pero nunca podrá ocurrir que venga proclamada una herejía por el voto de una mayoría. Por eso la hipótesis de Rahner que en un Concilio pueda surgir una mayoría de tipo "escisorio" (o sea cismático, disruptivo) no tiene sentido.

La estafa rahneriana que muchos tienen dificultad en advertir
   
----------Por cuanto respecta, en cambio, a la extensión de la doctrina de la fe que el Magisterio propone para creer a los fieles, también aquí Rahner enseña otra rareza que se avecina a lo absurdo. Rahner dice que la Iglesia no pide a todos los fieles "un asentimiento explícito a cada individual proposición que ella considera que forma parte de su confesión vinculante". Es suficiente que "sus miembros compartan la sustancia fundamental de la confesión cristiana" (Sociedad humana, op.cit., p.128).
----------Hago la observación de que se puede entender perfectamente que, en algunos casos muy puntuales, donde los pastores eventualmente encuentran obstáculos, puede ser prudente no exigir más que eso, pero no se puede elevar a principio una norma ocasional y que debe ser restringida lo más posible, porque todos los hombres están llamados a conocer el Evangelio en su integridad.
----------Pero aquello que en estas expresiones de Rahner sobre todo no tiene sentido es la distinción entre "sustancia fundamental", obligatoria para todos, e "individuales proposiciones" -se supone secundarias, aunque "vinculantes"- pero que, de hecho, son facultativas. Es verdad que el Concilio habla de una "jerarquía de las verdades"; pero está claro que todas ellas son obligatorias y vinculantes.
----------Por cuanto respecta al dogma de la infalibilidad pontificia, Rahner parece negarlo no en el sentido que no lo reconozca, sino en el sentido de que no lo considera un verdadero dogma: "Que bajo determinadas condiciones el magisterio del Papa sea infalible en el definir una cierta verdad, [...] este dogma lo puede garantizar sin duda para todas las definiciones, excepto, sin embargo, para aquella referente a la infalibilidad de este mismo magisterio" (Rahner K, Lohrer M & Lehmann K, Infalibilidad en la Iglesia, Paulinas, Bilbao 1971). Rahner parece querer decir: el dogma de la infalibilidad hace que el Papa sea infalible en todas las definiciones dogmáticas, a excepción de la definición de la infalibilidad.
----------Por cuanto respecta a la autoridad del Magisterio en las definiciones dogmáticas, Rahner dice: "En la constitución Lumen gentium n.25 el Vaticano II dice [...] que las decisiones definitorias deben concretamente ser precedidas por el consenso de fe absoluto, no reflejo y devenido histórico por parte de la Iglesia, y que el carisma específico del magisterio [...] consiste [...] en la convalidación 'infalible' de este absoluto consenso de fe ya presente en la Iglesia" (Nuevos ensayos, vol. IV, op.cit., p.418).
----------Ahora bien, si vamos a leer el pasaje del Concilio citado por Rahner, nos daremos cuenta que en realidad el Concilio no dice lo que Rahner quisiera hacernos creer. El Concilio habla de hecho "infalibilidad de la Iglesia, de la cual el Papa disfruta"; sin embargo el Concilio recuerda también la fórmula de la definición de la infalibilidad pontificia del Vaticano I, donde está dicho que las definiciones pontificias son irreformables por sí mismas y no por el consenso de la Iglesia. Por consiguiente, no debe preceder ningún consenso de la Iglesia a la definición pontificia, aún cuando está claro que la Iglesia no puede no permitir el pronunciamiento papal.
----------El Papa ciertamente convalida y confirma una convicción de fe ya presente en el pueblo de Dios, pero el Concilio no habla en absoluto de un "absoluto consenso". A la inversa, está en el Papa dar certeza definitiva y absolutez a la convicción de fe de los fieles: está en él confirmar la fe del rebaño de Cristo. Si el rebaño de Cristo estuviera ya absolutamente cierto, ¿de qué serviría la confirmación pontificia?
----------Por cuanto respecta a la formación de los decretos doctrinales de los concilios ecuménicos, Rahner recuerda que ellos han sido emanados sobre la base de una votación. Esto es verdad; pero luego él se expresa como para dar la impresión de que la adhesión de fe de los fieles tenga que depender de las decisiones de la mayoría. Dice: "Desde el Concilio de los Apóstoles hasta el Vaticano II problemas de doctrina han sido puestos a votación y la votación ha representado el modo con el cual han sido tomadas decisiones vinculantes para la conciencia de la fe de todo miembro de la Iglesia" (ibid., p.422).
----------Ahora bien, es necesario notar que en realidad la Iglesia no decide lo que es de fe en base a una mayoría de votos, de manera que lo que queda en minoría no sería verdad de fe o incluso sería herejía. Las votaciones no sirven para decidir qué cosa es y qué cosa no es de fe, sino sólo para juzgar de la oportunidad o no de proclamar en un cierto modo y en un cierto momento alguna proposición que es en sí misma de fe o a lo máximo para entender si una proposición de fe es o no para definirse como de fe.
----------No es una mayoría, sino que es Cristo quien ha establecido cuáles y cuántas son las verdades de fe. Se supone que los Padres del Concilio en el votar no tienen otra mira sino discutir, comprender y juzgar si una determinada proposición en materia de fe, en determinada circunstancia, deba o no deba ser declarada o definida como de fe. La misma fe nos asegura que, siendo los decretos doctrinales de un concilio infalibles, podrán existir, en el peor de los casos, algunos Padres también herejes -acaso en buena fe-, pero nunca podrá ocurrir que venga proclamada una herejía por el voto de una mayoría. Por eso la hipótesis de Rahner que en un Concilio pueda surgir una mayoría de tipo "escisorio" (o sea cismático, disruptivo) no tiene sentido (ibid., p.425). Puede suceder en conciliábulos no aprobados por el Papa.
----------Aquello que acaso puede suceder en la Iglesia, y es lo que está sucediendo hoy, es que un movimiento herético -por ejemplo los actuales neo-modernistas- consiga con medios desleales y a fuerza de mentiras, aprovechando la falta de vigilancia de los pastores, conquistar un gran prestigio y poder no sólo en el pueblo, sino también en ambientes de la Jerarquía (pensemos en algunos otros momentos dramáticos de la historia de la Iglesia, como la difusión del donatismo en la época de san Agustín de Hipona o la misma difusión del luteranismo después de su inmediato surgimiento); pero que los modernistas puedan algún día maniobrar un concilio ecuménico, para así hacerle avalar sus herejías, esto es simplemente impensable, y el temor o la hipótesis de que ello pueda suceder sería automáticamente un pecado contra la fe.
----------Por tanto aquellos lefebvrianos que consideran que la doctrina eclesiológica del Vaticano II sea herética, no se percatan de caer ellos mismos en la herejía, aunque se hagan paladines de la doctrina de san Pío X o de santo Tomás. Diferente es el caso de los decretos disciplinares o pastorales de un concilio: ellos pueden también tal vez ser equivocados o inoportunos o imprudentes o provocar, acaso de modo preterintencional, fenómenos lamentables. Corresponderá eventualmente a un concilio subsecuente poner remedio.
----------Así, por ejemplo, el Concilio Vaticano II indudablemente ha puesto remedio a la excesiva severidad que se había difundido después del Concilio de Trento, pero a la vez, moviendo el fiel de la balanza en sentido opuesto, ha dado de algún modo, sobre todo a causa de la falsa interpretación del modernismo buenista, la ocasión a un clima de permisivismo que hoy nos está preocupando. Probablemente será necesario otro concilio para hacer retornar una cierta disciplina y una cierta concordia doctrinal.
----------De todos modos, aunque el Concilio Vaticano II haya sido un concilio profundamente progresista, innovador, es además de ello, como todo otro concilio que lo ha precedido, un eximio testigo de la Tradición. De modo que quien ve modernismo en el Vaticano II se deja engañar por la interpretación de los modernistas o bien encuentra dificultades para entender lo nuevo. No hace falta que yo vuelva a aclarar por qué motivo progresismo no es lo mismo que modernismo (digan lo que digan, aquí en Argentina, el obispo Aguer o el padre Olivera Ravasi, que en esto, pobres obstinados ciegos, se separan del Magisterio).
----------Por lo demás, si se hace un concilio, será bueno porque hay algo nuevo para decir, de lo contrario podría bastar el repetir los concilios precedentes, como hacen los Ortodoxos orientales, que están detenidos todavía en la doctrina dogmática del siglo VIII, con el pretexto de la inmutabilidad del dogma. Pero yo quisiera preguntarles a ellos: ¿y por qué la Iglesia no ha permanecido detenida en el concilio de Jerusalén? Entre modernismo y ultra-conservadurismo debe existir una posición de equilibrio. Y es la de la Iglesia Católica.
----------Otra idea equivocada de Rahner, a pesar de que se presenta como innovador y progresista, es que en el futuro el Papa ya no proclamará dogmas: "En el futuro, las decisiones doctrinales auténticas y aún más las definitorias no serán tanto una articulación nueva o un desarrollo de la antigua doctrina cuanto sobre todo la resuelta defensa de ella contra el error" (Nuevos ensayos, vol. IV, op.cit., p.432). Dice Rahner en otro lugar: "En el futuro ya no existirán más -por motivos histórico-culturales que no tienen nada que ver con una estrategia ni una táctica ecuménica- decisiones papales 'ex cathedra' que vayan más allá de una reafirmación de la sustancia fundamental (continuamente renovada y que responda a la situación histórica) del cristianismo del futuro" (Teología de la experiencia del Espíritu, op.cit., p.691).
----------Sorprende, al leer los textos rahnerianos antes citados, con cuánta seguridad Rahner se permita tan suelto de cuerpo proclamar cambios o dar personales interpretaciones en un campo doctrinal que corresponde o a la fe o al Magisterio, saliendo de los límites de su competencia de teólogo.
----------Llegados a este punto nos preguntamos: ¿por qué razón en el futuro el Papa no debería proclamar ya nuevos dogmas? ¿Por motivos "histórico-culturales"? ¡Es impensable que el Sucesor de Pedro, fortalecido, con el Espíritu Santo, en el mandato de Cristo, con el cual él vence las potencias de las tinieblas y guía a la Iglesia a la plenitud de la verdad hasta el Retorno del Señor, es impensable que él se deje frenar en ésta su misión en la cual está prontamente dispuesto a dar la vida, por motivos "histórico-culturales", como lo podría hacer un político o un sindicalista al calcular si promover una ley o hacer una huelga!
----------Hay que notar además, que Rahner no excluye alguna cualquier renovación; sin embargo, no la pone -y aquí se revela su mentalidad modernista- en la adición de explicitaciones y nuevos conocimientos que no tocan la sustancia inmutable del dato revelado, sino que parece poner el cambio en la misma sustancia, la cual no es vista como válida en sí misma independientemente de las situaciones históricas, sino al contrario, como que obligatoriamente "debe responder a las situaciones históricas", como si fuera la historia la que cambia el Evangelio y no el Evangelio el que cambia la historia.
----------Por otra parte, no está mal que retomemos aquí, después de haberlo señalado anteriormente, otra idea de Rahner, esta vez sin duda herética, siempre relativa a la relación Magisterio-fieles, según la cual no es el Magisterio el que viene a determinar autorizadamente e infaliblemente los contenidos de la fe para proponer a los fieles, quienes por su parte deben recibirlos con espíritu de fe y de obediencia; sino que es una supuesta "fe efectiva" (evidentemente expresión de la fe preconceptual trascendental) del pueblo de Dios, que tiene la función de hacer conocer a los Obispos los contenidos de la fe (siempre naturalmente en conceptos mutables), mientras que los Obispos tienen el cometido importante de tomar nota de esta "fe efectiva", prestando atención para interpretarla exactamente y para custodiarla concienzudamente.
----------Rahner se prepara el terreno con la siguiente afirmación: "La consciencia del individual cristiano no es y no puede ser el simple eco, el espejo y la imagen refleja y la reproducción de la doctrina eclesial oficial" (Nuevos ensayos, vol. V, op. cit., p.363). Aquí tenemos un ejemplo del modo rahneriano de proceder: cuando quiere sustituir un dato de la Iglesia con una sola idea, y no desconcertar al lector proponiéndosela inmediatamente, Rahner comienza por decir que no es sólo el dato de la Iglesia, sino también la cosa que él propone (por lo demás en contradicción o como arbitraria adición al dato). Este método permite a Rahner engañar al lector que no conoce a fondo sus escritos, en cuanto el paso inicial no parece desviarse de la ortodoxia. De aquí nace la dificultad que tienen muchos para darse cuenta de las herejías de Rahner, mientras que en el paso final él revela claramente su pensamiento.
----------En la tercera parte de este artículo terminaremos de explicar esta estafa rahneriana.

2 comentarios:

  1. Con qué derecho califica a Monseñor Aguer como ¨pobre obstinado ciego¨? Usted es un impresentable.

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    1. Estimado Anónimo,
      puedo comprender lo que usted me dice en la brevedad de sus dos frases, y comprendo también los motivos de los que puede brotar su encendida aunque inargumentada apología de mons. Héctor Aguer. También en este blog hubo ocasión, repetidas veces, de citar con elogios al emérito obispo de La Plata, por importantes y válidas intervenciones suyas en pasados años acerca de la vida religiosa en nuestro país.
      Sin embargo, en estos últimos años hubiéramos podido citar a mons. Aguer prácticamente cada semana, pero no precisamente para elogiarlo, sino para señalar sus errores ante el eventual público que pudiera quedar confundido con su prédica indietrista y acerbamente contraria al magisterio del actual Pontífice, con críticas en ámbito doctrinal, sede en la que al fiel católico (laicos, sacerdotes, obispos...) no le es posible criticar al Vicario de Cristo. Sin embargo, y a pesar de iniciar varias veces borradores para tales artículos, no los he finalmente publicado, por benevolencia ante un Obispo muy confundido, pertinazmente confundido, por motivos que entendemos demasiado humanos y comprensibles, como me parece que están a la vista de todo honesto observador.

      Ahora respondo a sus dos breves frases:
      Por cuanto respecta a mi derecho de escribir lo que escribí, ese derecho me lo da mi condición de teólogo, que me habilita para escribir sobre la fe católica rectamente entendida según razón. En un artículo referido a la concepción del magisterio en Karl Rahner, he tenido ocasión de indicar, una vez más, a aquellos que confunden (quizás en buena fe) o intencionalmente homologan (con expresa intención) dos conceptos que son distintos: "modernismo" y "progresismo". Para ilustrar tal confusión, cité a dos personas que obran tal confusión de términos/conceptos. De ahí mi cita de Aguer.
      Ahora bien, me gustaría que usted argumentara sobre este tema (la confusión que algunos hacen entre progresismo y modernismo), cosa que usted no ha hecho. Si dialogáramos sobre este tema, es probable que usted se diera cuenta de los errores en los que (repito: sobre este tema) obstinadamente ha caído Aguer. Y me pongo a su disposición para el caso que usted quiera iniciar tal diálogo.
      Por cuanto respecta a mi calificativo de "pobres obstinados ciegos" para las dos personas citadas (aunque usted sólo ha defendido a una de ellas) conlleva adjetivos plena y rectamente comprensibles: "pobres" porque seguramente ambos viven en un contexto personal que no los vuelve suficientemente libres para darse cuenta de su error, "obstinados" porque salta a la vista de cualquiera que siga sus intervenciones públicas para advertir la pertinacia con la que machacan sobre dos o tres ideas pasadistas siempre las mismas, y "ciegos" porque es obvio que su mirada está cerrada a la luz de la verdad que infaliblemente brota de la cátedra del Vicario de Cristo en su propio ámbito infalible: la doctrina de Fe (dejando de lado carencias y pecados humanos que los han tenido todos los Papas).
      Por cuanto respecta a su calificativo de "impresentable" a mi dirigido, lo puedo comprender sin dificultad: para los ambientes del indietrismo o actual filo-lefebvrismo, que critica al Concilio Vaticano II y a los Papas del postconcilio acusándolos de modernistas, alguien como yo, que pretende poner en su lugar tanto al neo-modernismo como al difundido filo-lefebvrismo, sería un impresentable, no cuajaría con su obstinación con las ideologías en las que están desgraciadamente inmersos, y de las que ruego día a día al Señor se vean liberados.

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