miércoles, 8 de enero de 2025

Diálogo con lectores acerca de la Tradición

No siempre es para mí agradable la tarea de responder en el foro de este blog a las intervenciones de los lectores, pues frecuentemente ellos no están dispuestos a dialogar, y cuando lo están, a veces se sufren las carencias de algunos por no estar munidos ni siquiera de los rudimentos filosóficos y teológicos para llevar adelante un diálogo coherente. Sin embargo, en un artículo reciente, referido a la relación entre la Tradición y la Sede Apostólica, hubo un puñado de lectores con los cuales, a pesar de todo, pudo dialogarse al menos en un clima de mutuo respeto y entendimiento. Con la esperanza de que ese diálogo continúe, extraigo del centenar de comentarios que recibió aquel artículo, algunas decenas de intervenciones, y aquí las republico, por si alguno de esos mismos lectores u otros, quieran continuar dialogando sobre los mismos temas. [En la imagen: fragmento de "Basílica de San Pedro de Roma", óleo sobre lienzo de Julie Wilehlmine Hagen-Schwarz, pintado entre 1851-1854, obra conservada y expuesta en el Museo de Arte de Tartu, Estonia].

Las preguntas y sus respuestas
   
----------Como hago habitualmente en casos similares, publico en letra cursiva el comentario publicado en el foro por el lector, y a continuación mi correspondiente respuesta.
----------1Un artículo que lleva por título "La Tradición y la Sede Apostólica" me invita enseguida a leerlo. Y de hecho leí el artículo publicado con grandes expectativas... sin embargo, y sea dicho con todo respeto, tras una lectura rápida me ha parecido que son los habituales (y un poco trillados) argumentos muy conocidos del padre Filemón de la Trinidad, según los cuales la tradición es, en definitiva, el carajo que se le antoja al Papa de turno. Con buena paz del principio de no contradicción.
----------Respuesta. Un modo de expresarse tan vulgar como el que usted ha usado, no se ajusta a una voluntad que debo presuponer honesta al pretender tratar seriamente de cosas de la Iglesia, sobre todo si la persona afectada es el Santo Padre. Ya he explicado con claridad lo que es la Sagrada Tradición a la luz del dogma y de la doctrina de la Iglesia, por lo cual le invito a releer lo que he escrito donde encontrará la respuesta a su acusación hecha al papa Francisco de manipular la Sagrada Tradición.
----------Repito aquí, de todos modos, lo que ya he dicho en muchas otras ocasiones, también en este blog. Le recuerdo ante todo la diferencia entre Tradición y tradiciones eclesiales. Mientras que para la custodia de la Tradición el Papa goza de un carisma de infalibilidad en virtud del oficio petrino, en cuanto conservador del depósito revelado, por cuanto los contenidos de esta sagrada Tradición son verdades de fe y doctrinas dogmáticas inmutables, en cambio, los contenidos de las tradiciones eclesiales son de variado género y pueden ser introducidos, modificados o abrogados por autoridad del Sucesor de Pedro, siempre que a su prudente juicio lo juzgue oportuno, conveniente o necesario para el bien de la Iglesia. En este plano el Papa no es infalible, pero exige siempre obediencia de los fieles, porque es impensable que mande un pecado o prohíba un deber, en cuyo solo caso el fiel estaría dispensado de obedecer.
----------Las tradiciones eclesiales son de variado tipo, de todos modos siempre concernientes a la práctica y no a la doctrina de la fe. Por consiguiente, se trata de tradiciones culturales, literarias, canónicas, litúrgicas, pastorales, espirituales, populares, consuetudinarias, históricas, hagiográficas, artísticas, etc.
----------Importante es la relación entre la Tradición y el Magisterio pontificio. Los contenidos de este Magisterio son los mismos de la Sagrada Tradición y de las tradiciones eclesiales, junto con las enseñanzas de la Sagrada Escritura, con la adición de cuanto de nuevo cada Papa quiera eventualmente añadir para explicar, ilustrar, explicitar y aplicar en las diversas circunstancias el contenido de la Tradición.
----------2Estimado... [el lector está hablando, en este caso, con otro lector], te hago saber que una lectura rápida no es lo mismo que leer precipitadamente, cosa que yo no he hecho. Más bien parece que el que ha leído precipitadamente mi comentario has sido tú, que me juzgas poseyendo argumentos prejuiciosos e ideologías. ¿Cómo lo pruebas? Pero... si quieres que pregunte con claridad, no tengo problema en hacerlo...
----------Por eso, me hubiera gustado más bien ver en este artículo cómo se sitúa el Padre Filemón de la Trinidad en relación a tantas contribuciones al discurso surgidas en los últimos años, acerca de la infalibilidad pontificia sobre la continuidad o ruptura entre la enseñanza de los Papas anteriores al Concilio, la enseñanza del Concilio y la de los Papas posteriores al Concilio, en lugar de atrincherarse en la estéril contraposición entre progresistas y lefebvrianos, en busca de una síntesis ya probada y derrotada por la historia (y me estoy refiriendo al principio ratzingeriano del progreso en la continuidad).
----------Respuesta. La contraposición entre modernistas y pasadistas es el fenómeno sociológico más relevante, más grave, significativo y lacerante en la escena eclesial desde los años '60 (yo tengo 80 años y lo estoy experimentando en mi piel desde que tenía 20 años), un fenómeno que se está volviendo cada vez menos tolerable y al cual con urgencia cada vez más es necesario encontrar una solución.
----------La síntesis ratzingeriana (progreso en la continuidad) es la correcta y debe ser absolutamente retomada. Lamento que el papa Francisco no haya sido capaz de retomarla por su falta de imparcialidad, siendo demasiado indulgente hacia los modernistas y demasiado severo contra los pasadistas.
----------Sin duda el largo camino sinodal que dio lugar al reciente Sínodo de Obispos ha sido querido por el Papa para obtener unidad, paz, reconciliación y concordia en la verdad y en la diversidad, con el fin de sanar este conflicto que está ante los ojos de todos los observadores, dentro y fuera de la Iglesia. Es necesario que las dos partes dejen de perturbar a los buenos católicos tratando de atraerlos a su lado y poniéndolos los unos contra los otros; los modernistas instrumentalizando las enseñanzas del Papa para sus planes subversivos, los pasadistas ensañándose contra el Papa con la acusación de traicionar la Tradición.
----------Es necesario que las dos partes, indietristas y modernistas, hagan un esfuerzo de mutua comprensión y de diálogo, comprendiendo que por las cualidades propias de cada parte (conservación y progreso) están hechas para complementarse mutuamente, ambas indispensables para el buen desarrollo de la Iglesia en la fidelidad a la inmutable Palabra de Dios y en el crecimiento en la santidad.
----------3Por allí he leído que alguien ha descrito con agudeza el fenómeno de la "Tradición devorada por el magisterio", esta aplanación de la primera sobre el segundo, el Magisterio, al cual el padre Filemón de la Trinidad da por sentado hasta convertirlo casi en una doctrina de fe.
----------Respuesta: Me he encontrado en alguna ocasión con esa frase que usted cita, la de la "Tradición devorada por el magisterio", en boca de una persona conocida en mi ciudad, un oscuro personaje. el cual lamentablemente ni siquiera es católico (aunque él se considere tal), sino más bien un gnóstico diletante y padeciendo multitud de carencias psicológicas, las cuales se manifiestan en sus exteriorizaciones. Desfoga en sus publicaciones ataques de diabólica malicia contra el Papa, ataques e insultos que ni siquiera han estado en boca del mismo Lutero, lo que ya es decir mucho. No sé dónde habrá leído usted esa frase, pero en mi caso, a causa de la fuente en la que se ha originado, esa frase no merece el mínimo respeto.
----------Sin embargo, en benevolencia a la molestia que usted se ha tomado en escribir su comentario, al menos le diré dos palabras sobre el asunto, a modo de refutación.
----------Acusar al Magisterio de haber "devorado la Tradición", en realidad es la acusación de aquel que no ha entendido nada acerca de la función del Magisterio, que es precisamente la de conservar, custodiar e interpretar la Tradición rectamente entendida, es decir entendida como el propio Magisterio la entiende. Creer que el Concilio Vaticano II o las enseñanzas de los Papas del postconcilio o la Misa novus ordo, hayan traicionado la Tradición, quiere decir, como dice el papa Francisco, permanecer en el pasado, estar entre los pasadistas o indietristas,  y cerrados a la novedad del Espíritu Santo.
----------4Tengo verdadera curiosidad de ver cómo, en cuanto filósofo y teólogo que es desde hace varias décadas, el padre Filemón de la Trinidad argumenta su curiosa regla hermenéutica a partir de los textos de Santo Tomás. Me pregunto si, como experimentado académico de teología dogmática, se ha dado cuenta de que para Santo Tomás no existe la prueba del Magisterio; para él las auctoritates son la Escritura y los Santos Padres, y muy raramente menciona a los Papas o a los Concilios.
----------Respuesta. Falso. Conozco a santo Tomás de Aquino desde hace 60 años y sé muy bien cómo están las cosas. Tomás en muchas ocasiones, al demostrar que una proposición es de fe, cita sentencias de Papas. En particular, ya he dicho en otras ocasiones que Tomás reconoce el derecho exclusivo del Papa a introducir un nuevo artículo en el Símbolo de la fe y definir lo que es o no es de fe.
----------El hecho es que en los tiempos en que le tocó vivir a Tomás no existía aún el tratado teológico De Traditione, que nace solamente con la Reforma tridentina y por obra del gran teólogo español Melchor Cano, en respuesta a la negación luterana de la Sagrada Tradición, que Martín Lutero reducía a las temporáneas y caducas tradiciones eclesiásticas o populares más o menos espurias.
----------En Tomás la percepción y el respeto por la Sagrada Tradición se ven en la atención que presta a los decretos de los Concilios y de los Papas y a la enseñanza de los Padres. Es interesante cómo sabe hacer una selección entre tradiciones auténticas y tradiciones espurias y muy difícilmente asume alguna tradición infundada. La misma legislación canónica, en cuanto fundada sobre el Evangelio y sobre decretos de los Papas y de los Concilios, la ve de hecho aunque no nos lo dice, como testigo de la Tradición.
----------Los Medievales conocían bien lo que es la Tradición, cual es el depósito de la Tradición; pero no pensaban en tener un concepto reflexivo, sistemático y científico. Esto era peligroso porque el hombre medieval, a diferencia del moderno al que le complace la revolución, es instintivamente tradicionalista, por lo cual se siente inclinado a acumular las tradiciones, incluso inútiles y obsoletas, sino que bastaba con que fueran tradicionales para que vienieran a ser conservadas. Pensemos solo en la historia del progreso tecnológico: durante siglos y milenios el hombre se ha servido casi siempre de los mismos medios de transporte, de cuidado, de comunicación o de cultivo o de edificación. Aparte de Galileo, el conocimiento tecnológico ha producido más en cinco siglos que lo que había producido en milenios.
----------Pues bien, la obra meritoria de Lutero fue la de haberse percatado de esta plétora de tradiciones y, consecuentemente, de querer liberar a la Iglesia de la masa de tradiciones espurias que se habían acumulado en los siglos, y que cansinamente y mecánicamente, por no decir supersticiosamente, venían arrastrándose hacia adelante, haciendo inútilmente más pesada la vida cristiana, y ahogando la Palabra de Dios bajo un montón de palabras humanas, para no decir de errores verdaderos y propios.
----------Lutero quiso a su modo recuperar la verdadera tradición evangélica, pero descuidó la apostólica y por tanto la función del Papa como custodio de la Tradición apostólica, la Tradición que se manifiesta en las enseñanzas de los Papas y de los Concilios. Pensó que también esta tradición fuera espuria y abusiva y, en cualquier caso, falible. ¿En qué sentido quería Lutero recuperar la tradición? Él la concibió aún a la manera medieval como tradere traditu morale: la predicación viva de la Palabra. Sin embargo, para él la única fuente de la Revelación, como es sabido, es la sola Scriptura, no hay Tradición apostólica y por lo tanto pontificia.
----------Fue necesario esperar al Concilio Vaticano II (Dei Verbum, n.8) para tener una definición dogmática de lo que es la Sagrada Tradición como fuente junto con la Escritura, de la divina Revelación, Tradición y Escritura a su vez confiadas por Cristo a la interpretación del Magisterio Pontificio y Apostólico.
----------5Y, como cultor de la Summa Theologiae, me permito añadir a las auctoritates que cita santo Tomás de Aquino, la eucología clásica, que de vez en cuando aflora sobre todo en los sed contra: para Tomás la fe orada ab immemorabile es lugar teológico.
----------Respuesta. No hay duda.
----------6Y, no he comprobado, pero no me sorprendería que tantas de esas oraciones que santo Tomás de Aquino usa como argumentos hayan caído bajo el cuchillo impío de los reformadores, dado que en ese aborto de un Misal (para decirlo con uno de los autores de la reforma, Bouyer) sobrevive sin cambios solo el 13% de la eucología del Rito Romano auténtico.
----------Respuesta. Hablemos con respeto del Misal del papa san Pablo VI. Este Misal contiene la Palabra de Dios y la Sagrada Tradición del mismo modo que las contenía el Misal de san Pío V o los Misales precedentes. Hago la advertencia de que el Rito Romano auténtico, es decir la esencia de la Misa, permanecerá integralmente hasta el fin del mundo. Si acaso en el novus ordo, suponiendo que sea cierto el dato, pudiera quedar el 13% del rito romano antiguo. No confundamos lo auténtico con lo antiguo. Lo primero es indestructible e inabrogable; lo segundo puede contener partes caducas.
----------Pero también los ritos abandonados, como por ejemplo el vetus ordo, no por ello no abolidos (en cuanto lex orandi de divina institución), como ha hecho presente Benedicto XVI en el Summorum Pontificum, sino que están religiosamente conservados en el tesoro de los ritos precedentes. Así como a nadie en línea de principio se le prohíbe celebrar en el vetus ordo (el motu proprio Traditionis custodes regula la celebración del vetus ordo), a nadie se le prohíbe celebrar en un rito precedente al de san Pío V, siempre que en su momento hubiera sido aprobado por la Santa Sede, y tenga el permiso de su Obispo. Similarmente, como hoy se viaja normalmente con un auto de 2022, a nadie le está prohibido viajar con un auto de 1970 o de 1930, siempre que cumpla con las normas actuales de circulación automovilística.
----------7Pero luego, para poner cuanto menos en duda la legitimidad u obligación de esta "hermenéutica presentista", está toda una reflexión teológica elaborada particularmente por San John Henry Newman, que reconoce el papel del laicado, incluso y sobre todo en tiempo de crisis, respecto a un magisterio -episcopal o papal- desviado o mundanizado (Newman, durante la crisis arriana: "el dogma divino de la divinidad de Nuestro Señor fue proclamado, inculcado, mantenido y (humanamente hablando) preservado mucho más por la Ecclesia docta que por la Ecclesia docens").
----------Reflexión hecha propia también por órganos para-magisteriales, como en el documento de la Comisión Teológica Internacional del 2014 sobre el Sensus Fidei en la Vida de la Iglesia:
----------63. "Alertados por su sensus fidei, los creyentes pueden negar el consentimiento incluso a la enseñanza de pastores legítimos si no reconocen en esa enseñanza la voz de Cristo, el Buen Pastor. 'Las ovejas siguen [el buen pastor] porque conocen su voz. No seguirán a un extraño, sino que huirán de él porque no conocen la voz de los extraños (Jn 10:4-5). Para Santo Tomás, un creyente, incluso sin competencia teológica, puede e incluso debe resistir, en virtud del sensus fidei, a su obispo si este último predica heterodoxia. En tal caso, el creyente no se considera a sí mismo como el último criterio de la verdad de fe, sino más bien, ante una predicación materialmente 'autorizada' que le resulta preocupante, sin poder explicar exactamente por qué, remite su asentimiento y sus llamamientos interiormente a la autoridad superior de la Iglesia universal". (entonces ¿el Padre ve que no estamos precisamente apegados a la manualística de época pacelliana?).
----------Respuesta. Pero lo que usted dice, que es muy correcto, vale hoy como valía en los tiempos de Pío XII, porque se trata de cosas que tocan la esencia inmutable de la Iglesia y en ella el rol del laicado. Y la cita del Evangelio es más que pertinente. Pero con una condición: que se deje fuera al Papa, porque él es el único fiel que desde Cristo tiene la tarea de confirmar en la fe a todos los demás. Por eso todos pueden perder la fe o caer en la herejía, desde el Secretario de Estado al Decano del Sagrado Colegio, hasta el Prefecto del Dicasterio de la Fe. Un Papa, en cambio, puede pecar contra todas las virtudes, pero no contra la fe.
----------8El hecho de que el interés por la Tradición pudiera polarizar en torno a sí un verdadero y propio movimiento eclesial en contraposición al Papado era impensable...
----------Respuesta. Este movimiento por la Tradición es un fenómeno que ha alcanzado hoy dimensiones nunca antes vistas, pero que nació en el inmediato postconcilio con el movimiento de mons. Marcel Lefebvre. Fue la reacción de una pequeña parte del mundo católico a las que aparecían como novedades modernistas del Concilio Vaticano II, ofensivas a la Tradición. Anteriormente la conducta de los Papas, excepto algunos Papas reformadores, siempre ha tenido una impostación tradicionalista, por lo cual los opositores, especialmente en el siglo XIX, se presentaban como revolucionarios.
----------En el Medioevo, por el contrario, donde todos eran tradicionalistas, la diferencia entre los Papas y los herejes no era tradición-progreso, excepto quizás el caso de Joaquín de Fiore, sino dos modos contrarios de ver la Tradición. En el fondo, también Lutero, aunque contrario a la Tradición apostólica, no pretendía renovar o hacer progresar a la Iglesia, sino ante todo recuperar los orígenes, la verdadera Tradición evangélica, en su opinión ofuscada por el papado. En cambio, con el Concilio se ha inaugurado una serie de Papas progresistas, ciertamente cuestionados por los modernistas, pero sobre todo por los pasadistas.
----------Benedicto XVI seguía subrayando la importancia de la Tradición, pero he aquí que con el papa Francisco el desplazamiento a la izquierda retoma dirección hacia el modernismo, sin obviamente alcanzarlo. Entonces se comprende que con Francisco la reacción tradicionalista nunca haya sido tan fuerte como lo es ahora. Es la aplicación de la ley bien conocida por los sociólogos, según la cual la posición extremista de una parte provoca una reacción extremista contraria de la parte opuesta.
----------9En su pequeña y debida distinción, la conocida historia de Juan XXII demuestra que no era entonces tan impensable.
----------Respuesta. Juan XXII no se había expresado como maestro de la fe, sino como doctor privado y en punto de muerte se retractó del error y se corrigió, y su Sucesor, el Beato Benedicto XI en 1336 definió como dogma de fe lo que el Papa anterior había negado, es decir, la visión beatifica inmediata de la esencia divina inmediatamente después de la muerte en gracia.
----------10Por otra parte, usted, me parece recordar, se ha referido a una falsa renovación con la pretensión de interpretar mejor que el Papa las exigencias de la renovación conciliar. ¿A qué se refiere?
----------Respuesta. Muy simple: lo que no le es permitido al teólogo es la pretensión de interpretar el dato de fe mejor que el Papa. Sin embargo, por cuanto respecta a la manera de realizar las perspectivas pastorales-gubernativas-disciplinares, un consejero suyo o, incluso, cualquier fiel, pueden sugerir al Papa una mejor manera de gobernar la Iglesia. Véase por ejemplo a santa Catalina de Siena.
----------11Porque no creo que un solo tradicionalista en el mundo piense y se mueva con la intención y el fin de "interpretar las exigencias de la renovación" de un Concilio para el cual, por decir lo menos, no tiene una gran estima (también porque ha visto los "grandes frutos" de la renovación).
----------Respuesta. No pienso en absoluto en una cosa así. Sé bien que a los pasadistas no les interesa la renovación sino la Tradición. El interés por interpretar las exigencias de la renovación conciliar es propio de todo buen católico, el cual en este punto se fía, al menos en línea de principio, en la interpretación dada por el Papa. La reforma conciliar ha producido escasos frutos, no por inadecuación intrínseca de las directivas conciliares, sino porque han sido mal interpretadas por pasadistas y modernistas. Los primeros las han rechazado por su apego al pasado; los segundos las han realizado mal o sea en forma modernista.
----------12Queda el hecho, creo incuestionable, que prácticamente cualquier padre conciliar, hoy: puesto ante una "misa tipo" Novus Ordo se arrancaría el talar y los cabellos; puesto ante una "misa tipo" según el Rito Romano Auténtico, por como es celebrado hoy, se complacería de los excelentes resultados obtenidos por la Constitución Conciliar sobre la Sagrada Liturgia.
----------Respuesta. No comparto esta opinión. Si leemos atentamente la Sacrosanctum Concilium, notaremos que se expresan aquellas instancias, exigencias, directivas, que luego han llevado a la Misa novus ordo de 1970. Habiendo propuesto los Padres una reforma del rito de la Misa, es impensable que ellos esperaran la reedición del mismo vetus ordo. Por otra parte, noto que usted sigue confundiendo lo auténtico con lo antiguo, tal como ya le he hecho notar en una de mis respuestas anteriores. Su confusión revela en usted indietrismo.
----------13... circundar y casi enterrar estos valores bajo una plétora de usos, mitos, ritos, creencias, prácticas y tradiciones que al final sofocaron la vida espiritual y la autenticidad evangélica...
----------¿No es un poquito arrogante el permitirnos juzgar tan despectivamente "la vida espiritual y la autenticidad evangélica" de nuestros antepasados? Me parece escuchar los argumentos rancios que a veces se me mueven contra la antigua misa: "pero una vez la gente no entendía nada/iba a misa solo por convención, etc.". Pero me pregunto y le pregunto: ¿tú qué sabes?? ¿Cómo te atreves a juzgar a nuestros padres en la fe? Creo que la humildad y la piedad deberían obligarnos a moderar los tonos y los términos cuando hablamos de nuestros antepasados.
----------Respuesta. Lo que yo he dicho acerca de la cultura medieval popular es muy bien conocido por los historiadores más serios y objetivos, que no se dejan llevar por emociones subjetivas y fantasías pasadistas. Se sabe que solo en el siglo XVII nacen las ciencias históricas, las cuales en los siglos siguientes, hasta el nuestro, iniciarán una obra estrictamente crítica de discernimiento con respecto al pasado, por ejemplo en el campo de la arqueología, de la zoología, de las costumbres de los pueblos, de la hagiografía, de los mitos y de las tradiciones populares. Pensemos en el bien conocido cliché de la "leyenda medieval".
----------14Son incomprensibles sus peanas a Lutero, casi como si fuera un salvador de la Tradición. Por desgracia, ha ido demasiado lejos. Pienso que cualquier historiador serio sería capaz de desenmascarar la inconsistencia de esta apología.
----------Respuesta. Ya he indicado que Lutero (en su pensamiento y en su obra) no carece de aspectos positivos, que deben ser reconocidos; lo cual no quiere decir que uno sea ciego respecto a sus errores contra a la fe y sus pecados, y sus directivas morales a las comunidades guiadas por él. Esto segundo sería un falso ecumenismo. Hoy existe sin duda un falso ecumenismo, que ya no recuerda los errores de Lutero o incluso quiere hacerlos pasar por verdades católicas. Si busca en mi blog encontrará varios artículos acerca de este problema.
----------15De uno de sus artículos he tomado nota que usted ha dicho: "El Papa recaba también de la Tradición artículos de fe y dogmas. Existe, pues, una diferencia entre el contenido de la Tradición y el contenido de la doctrina de fe establecida por el Magisterio de la Iglesia y de los Papas. El Magisterio recaba los dogmas no solo de la Escritura, sino también de la Tradición; pero es necesario que sea una verdadera sagrada Tradición apostólica y no una simple tradición eclesial o popular, por muy antigua y autorizada que fuera".
----------El papa, el papa, el papa. Siempre el papa. ¿Cómo puede un católico vivir sin saber dónde está el papa, qué hace el papa, en qué piensa el papa?
----------Acaso nosotros, los católicos de la era de los medios de comunicación, ¿lograremos salir de esta mentalidad papólatra?
----------Respuesta. Estoy hablando de lo que es exclusiva y principalmente la tarea del Papa. El exceso de culto al Papa es cuando se toma como si fuera magisterio una improvisada externalización suya, un chiste de espíritu, un juicio precipitado, una frase ambigua y cosas de este género.
----------16Por otra parte, ¿acaso el trabajo del Papa es "recabar dogmas"? ¿Parir uno con cada encíclica o constitución apostólica?
----------El querido hombre medieval iba adelante con su vida y con su vida espiritual apenas sabiendo el nombre del papa, y cuando se sabía en el pueblo el nombre del recién elegido en Roma ¡ya reinaba su sucesor!
----------Y gracias a los papas superstar, desde Pío XII al reinante, quien más quién menos, los Obispos no se les alinean más, cuando ellos deberían ser antes que nada órgano ordinario del magisterio (con buena paz de la tan alabada colegialidad episcopal).
----------Respuesta. Estoy de acuerdo. Los últimos Papas a partir de san Paulo VI hablan demasiado. El Papa actual les supera con creces. Debería hablar menos y decirnos esas palabras que solo el Papa puede decir. A duras penas llega a afrontar los temas más difíciles e importantes, vinculados al magisterio pontificio, aquellos temas sobre los cuales esperaríamos la palabra-guía, la palabra magistral, clarificadora y resolutiva.
----------17Padre, usted ha escrito en un artículo referido a este tema de la Tradición... "El argumento de la antigüedad («¡desde hace 2000 años!») tan querido por los pasadistas, no es decisivo. Es necesario verificar si se trata de una verdadera Tradición apostólica. El ingreso de la mujer en el presbiterio, introducido por la reforma litúrgica del Vaticano II, tampoco había ocurrido desde hace 2000 años. Pero eso no quita que no sea compatible con la sagrada Tradición..."
----------Por lo tanto, si he entendido bien: hay que comprobar si las monaguillas son verdadera tradición apostólica. Padre Filemón admite que una porquería como esta nunca se ha visto antes. Pero de alguna manera esto es "verdadera tradición apostólica". Bah.
----------Respuesta. Quiero decir que la Tradición apostólica no es sólo la que ha perdurado desde hace 2000 años, sino también lo que quizás ha sido instituido recientemente por la Iglesia en materia de fe, y se puede atribuir a la Tradición o implícito en la Tradición. Yo no soy un especialista en liturgia, particularmente en lo referido a las ceremonias, pero tengo entendido (puedo equivocarme) que las monaguillas de iglesia no están previstas por las normas litúrgicas, y se trata de un abuso de algunos sacerdotes que quieren hacerse los originales. Diferente es el ministerio femenino de Lectora, instituido en toda regla por la Iglesia.
----------¿Cuál es la diferencia? Que derivan de la Tradición solo aquellas cosas que son instituidas para siempre por la Iglesia. La Tradición no está tan ligada al tiempo, sino a lo eterno, a la palabra de Dios que no pasa. Lo tradicional ligado a la palabra de Dios no pasa nunca; lo tradicional simplemente eclesial tarde o temprano pasa. Si la Iglesia ha instituido el ministerio de la Lectora y no el de las monaguillas, quiere decir que el primero es una explicitación de la Tradición, mientras que el segundo es la invención de algún sacerdote en vena de originalidad. Llegará un día en que ya no se hablará más de monaguillas: pero las mujeres ministro (¡no sacerdotisas!) estarán hasta el fin del mundo.
----------18También ha dicho: "...Lo nuevo introducido por la Iglesia, a bien mirar, si no está implícitamente presente en la Tradición, ciertamente no es contrario..."
----------La exclusión de las mujeres del ministerio activo en el altar es el planteamiento realmente coherente con la lógica de la encarnación del Verbo, Jesús Sumo y Eterno Sacerdote, que ha asumido la carne de un varón, un ser humano de género masculino. El desenvuelto servicio de las mujeres en el altar (o en cualquier otro ministerio activo litúrgico) es sin duda contrario a la tradición apostólica.
----------Respuesta. El ministerio litúrgico de la Lectora no es un "servicio en el altar", el cual está reservado al sacerdote, sino un servicio en el ambón, que es el lugar de la liturgia de la Palabra, antes de la ofrenda del Sacrificio, que constituye lo esencial de la Misa. La liturgia de la Palabra no es todavía la Misa propiamente dicha, sino que es introductoria a la Misa.
----------19Y también: "...porque nada establece la Iglesia de modo dogmático y definitivo o incluso solo en el campo disciplinario, moral o jurídico,  que no sea conforme a la Escritura y a la Tradición..."
----------En el campo disciplinario y jurídico, varias veces en la historia la Iglesia se ha ganado grandes dolores de cabeza. Me pregunto cómo se puede negar esto. De esto no tengo que dar ningún ejemplo en particular.
----------Pero ¿cómo se puede afirmar que también estos errores, disciplinarios o jurídicos, eran de todos modos conformes a la Escritura y a la Tradición? Eran "conformes a la Escritura y a la Tradición" de la misma manera que las posteriores y debidas correcciones?
----------Respuesta. Se dice que las normas disciplinarias y jurídicas son conformes a la Escritura y a la Tradición no en cuanto son deducidas o derivadas de ellas, sino en cuanto con ellas no están en contradicción. Por ejemplo, la pena de muerte o el instituto del Cardenalato o la parroquia o las Órdenes religiosas militares están permitidas por la Escritura y la Tradición (vale decir no están en contradicción con ellas), pero no están fundadas en ellas. Por eso han ocurrido los cambios a lo largo de la historia de la Iglesia.
----------La Iglesia en este campo ciertamente no es infalible y no puede establecer nada definitivo e inmutable, como lo hace en el campo dogmático o moral. En su prudencia pastoral y jurídica, sin embargo, la Iglesia no puede establecer nada imprudente o injusto en las oportunas circunstancias. Sin embargo, con el cambio de las circunstancias lo que antes parecía correcto, puede revelarse injusto y por eso la Iglesia lo abole. Por ejemplo, al prohibir durante largos siglos a la mujer el acceso al ambón, la Iglesia, en las condiciones históricas de entonces, no le ha hecho mal a la mujer. Pero al aparecer clara en el siglo pasado su igual dignidad con el hombre, ha considerado justo conceder a la mujer el acceso al ambón.
----------20Aquí se viene a decir que "el Magisterio es infalible en el distinguir las tradiciones apostólicas de aquellas que son espurias o superadas..."
----------Una hipotética infalibilidad nunca sancionada por ningún dogma, mera opinión teológica del padre Filemón. Pero el problema de fondo es el mismo concepto de Magisterio, ya un oráculo metomentodo que debe poner boca sobre todo: mientras fuera León XIII en sacar una encíclica por semana, todo podía ir bien; pero hoy tenemos a Francisco que nos habla de tractores, invernaderos y hermandades humanas. Imagino que se trate tradiciones apostólicas auténticas.
----------Respuesta. Hablando del Magisterio me refiero al magisterio pontificio, cuya infalibilidad ha sido definida dogmáticamente por el papa Pío IX en el Concilio Vaticano I.
----------El Magisterio de la Iglesia no es más que el poder de enseñar el Evangelio a todo el mundo hasta el fin de los siglos, conferido por Cristo a los apóstoles y a sus sucesores teniendo por cabeza a Pedro y a sus Sucesores.
----------21O sea... la Comunión en boca, la exclusión de la mujer del presbiterio, la negación del doctorado de la Iglesia a la mujer, el celebrante de espaldas al pueblo, el latín en la Misa, los órdenes menores. ¿Quién hace el discernimiento? El Magisterio...
----------Respuesta. ¿Y quién debe hacerlo?
----------22¡Cuánta aproximación y superficialidad! ¿La Comunión en boca es cosa superada?? ¿Filemón recordará que la comunión en la mano es un abuso tolerado por indulto? Silencio sobre todo lo demás, realmente es incomentable.
----------Respuesta. Nadie ha dicho que la Comunión en la boca sea cosa superada. Actualmente o al menos recientemente, la Comunión en la mano ha sido prescrita por la Conferencia Episcopal Argentina como medida higiénica en relación con la pandemia.
----------23"...Lutero en particular se da cuenta de que el católico de su tiempo no solo se basa en la Escritura, sino también en la Tradición; y como no tiene la percepción de la sacralidad de la Tradición cristiana, sino que la ve solo como un hecho humano, si no incluso como un instrumento del Papa para oprimir las conciencias, piensa que es un engaño basar la fe en la Tradición..."
----------¿Pero la de Lutero no era una "instancia de purificación del concepto de Tradición", por otra más "correcta"?
----------Respuesta. Lo que Lutero rechaza es la Tradición en sentido católico, es decir, la Tradición apostólica transmitida e interpretada por el Papa, de lo cual procede el famoso sola Scriptura. Pero, como he dicho, no falta en él la instancia de una purificación de la Tradición, aunque a él no le gusta la palabra "Tradición" porque le recuerda el concepto católico. Sin embargo, se puede decir que lo que para el católico es la Tradición para él no es más que la predicación de la Palabra de Dios, el tradere el Evangelio de generación en generación en su pureza. En este sentido he hablado de una "purificación de la Tradición" en Lutero, es decir purificar la predicación de todo contenido que no sea el de la Escritura.

52 comentarios:

  1. Estimado Padre Filemón de la Trinidad,
    Ante todo, me gustaría agradecerle la consideración que ha querido dar a mis reflexiones en su anterior post sobre el tema, opiniones mías que son las de un enamorado de las ciencias teológicas, pero no de un "profesional" como usted. No quiero -ni creo tener los instrumentos para- entrar en polémica con usted. Las mías quieren ser más que nada las pistas para una profundización del discurso, para que éste no se detenga sobre temas o categorías que ya no son capaces de describir la complejidad de lo real.
    Por ejemplo, la misma "contraposición entre modernistas y pasadistas", que usted retoma en su amable respuesta, es, me temo, ya anticuada: 1) sea porque el modernismo ya está dividido en miles de corrientes (muchas a menudo difícilmente reconocibles como cristianas, y mucho menos católicas); 2) sea porque el tradicionalismo, nacido con afán predominantemente litúrgico (aunque la FSSPX nos insiste a menudo en reiterar que su oposición fue ante todo teológica -tanto que durante algunos años continuó utilizando el rito mutilado de 1965-69)-, es hoy en día un fenómeno extrañamente fragmentario -y el presente pontificado ha catalizado ciertamente el proceso- yendo de verdaderos y propios pasadismos de manera (como aquellos hacia los cuales me parecen dirigirse efectivamente varias de sus críticas, con no pocas razones) a paroxismos milenaristas (alimentados por la situación que durante la reciente pandemia ha paralizado al mundo y demasiado a menudo las mentes).
    Por eso insistir en esta contraposición -que sin duda ha tenido su relevancia histórica, en el pasado- me parece ser hoy un esfuerzo estéril e infructuoso, un anacronismo. Es un hablar sin interlocutor real; o un dirigirse a un solo interlocutor individual, cuando en realidad se tiene delante una multitud indeterminada y heterogénea: los tonos, y los contenidos, no pueden sino ser diferentes.
    En este mare magnum del "tradicionalismo", o de los tradicionalismos, se encuentran también corrientes mucho más sanas y equilibradas, en las cuales se están articulando serenamente serias reflexiones sobre las raíces profundas de los males que afligen a la Iglesia visible: entre otros, un sentimiento ultramontanista exagerado y desviado (alguien lo ha llamado el "espíritu -o falso espíritu- del Concilio Vaticano I") y un consecuente ejercicio despótico y exorbitante del poder petrino (ciertamente no prerrogativa de los papas post-conciliares).
    Habiendo dicho esto como presupuesto introductorio, permítame también responder a sus observaciones por interlínea y por partes. Entre hoy y mañana le iré enviando mis comentarios en respuesta a los suyos con los que antes ha querido responder a mis reflexiones.

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    1. Estimado Franco,
      ante todo, me complace su disposición para el diálogo, y sobre todo me reconforta que usted, con realismo y humildad, reconozca no contar con los instrumentos para la profunda discusión sobre los temas planteados.
      Supongo que cuando dice no contar con esos instrumentos, usted se refiere por ejemplo a las mínimas herramientas filosóficas, teológicas, exegéticas y hermenéuticas para un diálogo profundo. Aún así, y presuponiendo esta carencia de su parte, estimo que puedo hacer de mi parte el esfuerzo para hablarle en lenguaje lo más sencillo posible, a fin de que usted me entienda.
      Lo único que le pido, al respecto, es que mantenga este mismo realismo y humildad que usted me ha manifestado con la franqueza que le agradezco, y se lo pido porque es necesaria una actitud de discípulo de su parte al escuchar -si es su voluntad hacerlo ahora- a alguien -no importa que sea yo u otro- que tiene el oficio de teólogo en la Iglesia, y que para eso ha venido capacitándose durante años y que, como es mi caso, ha venido enseñando teología en fidelidad al Magisterio durante cinco décadas.
      Comienzo entonces por responder por puntos a su discurso introductorio:

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    2. 1. No comparto su opinión de que la contraposición "modernistas-pasadistas" ya no sea capaz de describir la complejidad de lo real; y le hago presente que en sus palabras se advierte claramente que los argumentos que usted me ofrece para rechazar tales categorías se resienten de un nominalismo que, obviamente, no alcanza a abstraer lo universal desde lo particular y, en el caso que nos interesa, un nominalismo que no alcanza a distinguir el género "modernismo" o el género "pasadismo", de las diversas especies, o sea, de las diferentes realidades específicas en las que actualmente se realiza hoy tanto el modernismo como el pasadismo.
      Tiene usted toda la razón al observar que tanto el modernismo como el pasadismo (no uso la expresión tradicionalismo, porque puede existir en la Iglesia un sano tradicionalismo) son actualmente realidades muy complejas y diversificadas, pero ni la complejidad ni la diversificación tanto del modernismo como del pasadismo impiden abstraer las notas universales que definen al modernismo por un lado, y al pasadismo (o indietrismo como lo llama el Papa), por el otro.
      Esté atento, entonces a las dos definiciones/descripciones que a continuación le doy:
      (a) A tal respecto, usted debe hacer un esfuerzo por reconocer las características universales del modernismo, que hacen que su definición sea aplicable a todas sus especies y grados. Lo remito para ello a la encíclica Pascendi del papa san Pío X, pero, para hacérselo más fácil, le resumo la definición del modernismo: el modernismo es idolatrar la modernidad al punto de aceptarla como un totum sin discernir sus aspectos negativos y positivos, sus errores y sus verdades, por lo cual el modernista acepta del Evangelio sólo lo que puede ser adecuable a la modernidad, cuando en el fiel católico debería ser al revés, o sea, que el Evangelio funcione cual criterio para discernir en la modernidad aquello que es bueno y aquello que es malo.
      (b) De modo similar, usted debería hacer un esfuerzo por reconocer las características universales de lo que el papa Francisco llama "indietrismo" (y que yo llamo pasadismo o filo-lefebvrismo). Su característica general es su rígido apego a lo pasado en cuanto pasado (sea cual sea el pasado al que se apegue el pasadista: 1054 como los ortodoxos orientales, o 1957 como los lefebvrianos y filolefebvrianos en general, etc.) sin distinguir en ese pasado la Tradición inmutable y viviente respecto de las tradiciones mutables (la primera de institución divina, las segundas de institución humana); con lo que está implicado una total incapacidad por advertir la necesidad del progreso en la Iglesia: de ahí la asimilación que hacen los pasadistas entre los términos de "modernismo" y "progresismo" (de hecho hay un sano progresismo en la Iglesia) y la falsa concepción que tienen los pasadistas acerca de la Tradición, como algo rígidamente anclado en el pasado, sin poder entender que en la Tradición se trata básicamente del "tradere" (transmitir) el Evangelio, Tradición viviente cuyo último estadio es el Papa reinante, como último testigo de la Tradición.

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    3. 2. Por lo tanto, contra lo que a usted equivocadamente le parece, es necesario insistir en señalar esta contraposición entre modernistas vs indietristas, la cual, repito lo que ya he dicho, es el fenómeno sociológico más relevante, más grave, significativo y lacerante en la escena eclesial desde los años sesenta del siglo pasado.
      Insistir en esta contraposición, explicarla a quienes no la comprenden todavía, argumentarla con razones teológicas filosóficas y científicas sociológico-psicológicas, hacerla patente ante las miradas ciegas por estar ideologizadas, no es ningún "esfuerzo estéril e infructuoso", ningún "anacronismo", como usted se equivoca diciendo. Usted manifiesta su error de base nominalista al indicarme que yo no tengo ningún "interlocutor real", o que me dirijo eventualmente a algún "interlocutor individual, cuando en realidad se tiene delante una multitud indeterminada y heterogénea...". En esta expresión suya se advierte precisamente lo que usted con humildad me manifestó en la introducción a sus intervenciones: usted me confesó que carece de instrumentos adecuados para polemizar con un teólogo. Pues bien, precisamente, ahora un teólogo le está diciendo que, debido a su falta de adecuadas herramientas filosóficas, éstas, sus opiniones, se ven claramente afectadas de un nominalismo que le impide abstraer las notas distintivas y universales tanto del modernismo como del indietrismo, por más que hoy sea variada y compleja la burbuja indietrista, y también sea complejo y muy variado el mundillo modernista.
      Siga con humildad mi consejo: le he dado las dos definiciones, la del modernismo y la del indietrismo. Pues bien, usted dice (y con razón) que tanto la realidad del modernismo como la del indietrismo son ambas complejísimas y variadísimas. Y usted tiene razón. Sin embargo, pruebe usted a aplicar a cualquier forma de modernismo o de indietrismo las dos respectivas definiciones que le he dado, y verá que se aplican perfectamente a cualquiera de los modernismos o indietrismos que usted encuentra realizados y presentes en la actual realidad eclesial. Por consiguiente, la categoría de "modernismo" (definida por san Pío X hace más de un siglo) y la categoría de "indietrismo" (descripto por el papa Francisco) no son anacrónicas: son categorías plenamente vigentes de un conflicto más que nunca hoy actual.
      Usted no sabe filosofía ni teología, tal como con franqueza me lo ha dicho; por lo tanto, simplemente yo le he suministrado dos sencillas definiciones, que para usted será fácil aplicar a cualquier forma de modernismo y de indietrismo.

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    4. 3. Respecto al final de su discurso inicial, en primer lugar, insisto en el mal uso que usted hace de la categoría "tradicionalismo", pues no estamos hablando aquí de tradicionalismo in genere, sino de pseudo-tradicionalismo que es en realidad "indietrismo" o "pasadismo", una desviación cismática y herética; mientras que, en cambio, puede existir un sano "tradicionalismo" no cismático ni herético, que es precisamente el de aquel fiel católico que es más sensible a la obra de conservación de la Tradición en la Iglesia, pero que eso no le impide reconocer que tal obra de conservación -absolutamente necesaria en la Iglesia- debe necesariamente complementarse con la obra del progreso, vale decir, progreso en el conocimiento cada vez mejor de la inmutable Verdad revelada, conociéndola con mayor profundidad, esclareciéndola mejor para que sea comprendida en las cambiantes circunstancias históricas, por el hombre de nuestro tiempo, dilucidando verdades implícitas en la inmutable Palabra de Cristo, y poniéndola por obra en la vida cristiana de manera cada vez mejor, obra que seguirá haciendo la Iglesia hasta el fin de los tiempos, lo cual hace legítimo y necesario también la existencia en la Iglesia de un sano "progresismo", a la par del ya mencionado sano "tradicionalismo".
      En segundo lugar, por cuanto respecta a la mención que usted hace del ultramontanismo, aquí no tiene nada que ver, el montanismo o el ultramontanismo aquí no entra para nada, porque se trata de un modo de entender las relaciones entre la Iglesia y el Estado, que hace referencias a otras circunstancias históricas completamente diferentes a las actuales, y a cuestiones que hoy no están en debate.
      En tercer lugar, por cuanto respecta a esas que usted llama "...corrientes mucho más sanas y equilibradas [del tradicionalismo], en las cuales se están articulando serenamente serias reflexiones sobre las raíces profundas de los males que afligen a la Iglesia visible: entre otros [...] el espíritu -o falso espíritu- del Concilio Vaticano I y un consecuente ejercicio despótico y exorbitante del poder petrino...", le hago presente que su expresión "poder petrino" es ambigua, y necesita de la distinción entre (a) el poder petrino en el ámbito de lo doctrinal, ámbito en el cual el Papa goza del carisma de enseñar inequívocamente la Palabra de Cristo con inclaudicable fidelidad, libre de errores, cuando actúa como Maestro de la Fe de toda la Iglesia, y (b) el poder petrino en el ámbito de lo pastoral-gubernativo-disciplinar, ámbito en el cual el Papa, si bien goza de una especial gracia de estado para cumplir bien su misión de Pastor de toda la Iglesia, puede equivocarse y pecar y, en tal sentido, eventualmente puede ejercer despóticamente su poder (como usted dice).

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  2. Estimado Padre, usted me ha dicho: "Un modo de expresarse tan vulgar como el que usted ha usado, no se ajusta a una voluntad que debo presuponer honesta al pretender tratar seriamente de cosas de la Iglesia, sobre todo si la persona afectada es el Santo Padre."
    Yo no pienso que una expresión vaga y eufemística como "el carajo que se le antoja al Papa de turno" pueda hoy ser descrita como "vulgar", sino tal vez en el sentido puramente etimológico del término. No es raro ver sacerdotes (algunos de los cuales sé que usted conoce muy bien) usar en público expresiones, por decir lo menos, extremadamente más coloridas y picantes.
    Confío, por tanto, en que de hoc satis.
    Si, en cambio, usted se refería a haber descrito los contenidos de su intervención como "habituales (y un poco trillados) argumentos", esto es solo porque, como mencionaba en mi anterior introducción, creo haberlos visto ya en usted formulados en el pasado, y esperaba encontrar en sus intervenciones una mayor atención a cómo el discurso teológico se ha ido profundizando en los últimos años.
    Por otra parte, mi consideración no quería ir a "golpear" a ningún pontífice, en concreto, y se refería más bien a la proposición teológica en sí misma considerada. Si se la hubiera de adscribir a alguien, la habría referido a un papa Pío IX (al que se le ha atribuido de manera creíble la expresión: "¡la Tradición soy yo!") más bien que a un papa Francisco, quien siempre recoge, inconsciente, los frutos de un ultramontanismo desviado.

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    1. Estimado Franco,
      reafirmo la cualificación que hice a su expresión, sea o no sea rara de escuchar (según lo que usted dice) en algunos clérigos (no ha sido mi caso el haberla escuchado nunca entre mis hermanos sacerdotes).
      A la vulgaridad de su expresión se une -es inevitable advertirlo- destellos de malsana ironía en este y en otros pasajes de sus intervenciones, particularmente dirigidos hacia el Magisterio del Papa y también hacia el rito actual de la Misa.
      Dejo, entonces, constancia de mi cualificación hacia su modo de expresarse, y reitero que no me parece que su estilo presuponga una honesta voluntad de búsqueda de la verdad, particularmente en alguien que, como es su caso, ha confesado ignorancia científica en ámbitos filosóficos y teológicos. Pero no me sorprende su modo de expresarse, ya que, siendo argentino, estoy habituado al talante soberbio que suele aparecer en mis compatriotas, particularmente en laicos católicos de la burbuja indietrista, los cuales hoy, sin tener las debidas competencias académicas, pero valiéndose de la libertad que hoy le dan los medios telemáticos, desfogan toda su arrogante ignorancia e incontinencia verbal en blogs, videos y diversidad de páginas en internet.
      Por cuanto respecta a mis argumentos sobre el tema en discusión, que usted cualifica de "habituales" y "trillados", no los repetiría si tales argumentos no conservaran plenamente su valor de verdad, o si me los hubieran refutado, cosa que hasta el momento nadie ha hecho. Lamentablemente mis interlocutores habitualmente ni siquiera continúan el diálogo cuando les planteo mis argumentos para rebatir sus errores contra la fe (en nuestro caso: contra el Magisterio pontificio). Lo único que hacen es reaparecer de tanto en tanto volviendo a plantear sus mismas herejías, una y otra vez; por lo cual, si es que el administrador del blog no elimina sus mensajes para evitar que lleguen hasta mí, no me queda más que repetirles los mismos argumentos o bien remitirles a los artículos en los que he tratado en profundidad el tema.
      Respecto a mis argumentos, le hago presente mi desagrado hacia su expresión: "esperaba encontrar en sus intervenciones una mayor atención a cómo el discurso teológico se ha ido profundizando en los últimos años", pues no es la expresión que se hubiera esperado humilde y discreta en alguien que me ha hecho conocer sus insuficientes conocimientos teológicos. ¿A qué viene este alarde suyo acerca del "discurso teológico que se ha ido profundizando en los últimos años"? ¿Qué sabe usted de ello? ¿Está informado de ello? Y si lo está, ¿desde cuando sus insuficientes conocimientos teológicos le permiten evaluar debidamente la teología actual? De modo que no puedo menos que hacerle un llamado a la realidad de su condición y a que se ubique debidamente en este diálogo que me permito tener con usted.
      Por cuanto respecta a su ineficaz disculpa de no querer acusar al actual Pontífice, en realidad su ironía empeora las cosas porque conlleva una gravísima ofensa al Vicario de Cristo, en cuanto usted adscribe al beato Pío IX el haber ofrecido a la Iglesia un Magisterio que no estaría en continuidad con la Palabra de Cristo, sino que provendría del "antojo" del Papa que convocó y guió el Concilio Vaticano I.
      Por cuanto respecta a la supuesta expresión "¡la Tradición soy yo!" (suponiendo que sea verídica), pese a ser malsonante, puede ser interpretada en un sentido razonable y aceptable, en cuanto es de fe que cada Papa, durante el período de su pontificado, es el último testigo de la Tradición, y su auténtico intérprete (verísimo) durante su pontificado. Verdad dogmática a la que los católicos no dudamos en creer.
      Por cuanto respecta a su final acusación indebida al papa Francisco, le recuerdo que aquí el ultramontanismo no entra para nada.

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  3. Respecto, Padre, a lo que usted dice tras su introducción "Repito aquí, de todos modos, lo que ya he dicho"...
    Le agradezco que haya expresado de nuevo su pensamiento, que comprendo y en gran parte comparto. Sin embargo, la equiparación que usted hace de la tradición litúrgica con "banales" tradiciones populares o hagiográficas, sin embargo, no me parece legítima. Esto también solo en la medida en que (y usted mismo lo reconoce en su respuesta al pasaje n.5) la lex orandi tradicional es auténtico lugar teológico. Por lo tanto, difícilmente se puede decir que no tiene relación con la doctrina. Es muy fácil recordar aquí el adagio de Próspero de Aquitania: "legem credendi lexstatuat supplicandi" o, popularmente, "lex orandi, lex credendi". Que no es ilegítimo entender no solo como regla de estética o poética litúrgica, sino como real principio de jerarquía entre liturgia y doctrina. Los orientales (fuera o no de la comunión católica) en este punto son ciertamente más coherentes respecto al pesado intervencionismo de los latinos desde San Pío X y Pío XII en adelante.
    En todo caso, el discurso me parece exageradamente centrado sobre la "autoridad del Sucesor de Pedro", a costa de las legítimas diferencias que se deben reconocer a las Iglesias locales y a la autoridad de los distintos Obispos.
    También aquí el tema es complejo, pero me parece captar una reducción del concepto de "Magisterio" al de "Magisterio pontificio", que corre el riesgo de transformar a los sucesores individuales de los apóstoles en poco más que "gerentes locales" de Roma.

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    1. Estimado Franco,
      sus dificultades comprensivas en el ámbito de la teología litúrgica me temo que son las que hacen en usted un buen aporte para inducirlo al indietrismo en el que -es fácil advertirlo- usted está tratando de vivir su fe, claro que equivocadamente.
      Por cuanto respecta a la expresión "lex orandi, lex credendi" que usted me cita, se trata de un antiguo adagio de la tradición cristiana dice que quiere decir que la ley de lo que se ha de rezar es la ley de lo que se ha de creer. A veces se lo expresa de modo ampliado: lex orandi, lex credendi, lex vivendi: la ley de lo que se ora es la ley de lo que se cree y es la ley de lo que se vive. Significa que la oración y la creencia son parte integrante la una de la otra y que la liturgia es fuente también para la teología, la cual se hace culto en la liturgia. Existe por tanto una relación entre culto y fe. Pero, cuidado, no como dice usted, cuando dice: "la lex orandi [el 'tradicional' está demás, y revela su confusión indietrista] es auténtico lugar teológico". No. Es la lex credendi la que se revela lugar teológico cuando se manifiesta en la lex orandi, en cuanto lex orandi divina, no en cuanto lex orandi eclesiais (repase mis artículos en el blog acerca de este tema).

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    2. Históricamente, ese antiguo principio cristiano de la lex orandi lex credendi proporcionó una de las reglas para desarrollar los antiguos credos cristianos, el canon de las Sagradas Escrituras y otros aspectos doctrinales. Debe tenerse presente que en la Iglesia primitiva ha habido tradición litúrgica antes de que hubiera un credo común, y antes de que hubiera un canon bíblico oficialmente sancionado. De modo que las tradiciones litúrgicas (lex orandi) proporcionaron el marco teológico (y doctrinal) para establecer los credos y el canon (lex credendi). Pero hay que tener en cuenta que la relación entre lex orandi y lex credendi va en los dos sentidos: también el desarrollo de la lex credendi, o sea, el progreso en la intelección, explicitación y profundización que la Iglesia va logrando a través de los tiempos de la Palabra de Cristo, tiene razón de causa para la lex orandi (y esto es lo que les cuesta entender a los indietristas). Precisamente este movimiento y nutrición de ida y vuelta de liturgia y fe, de lex orandi y lex credendi, es lo que también nos ayuda a entender la descripción que el Concilio Vaticano II nos da de la Sagrada Liturgia como fuente de donde dimana toda la fuerza de la Iglesia y como culmen de toda la actividad de la misma Iglesia (como expresa la constitución Sacrosanctum Concilium en su número 10).
      De esta manera, teniendo en cuenta tal descripción conciliar de la liturgia, puede decirse que el Concilio Vaticano II ha sido propiamente un concilio litúrgico, pues al ser convocado por la Iglesia para producir una profunda renovación de sí misma a través de una reflexión sobre su misma naturaleza y misión, no podía sino producir también una renovación en la misma Sagrada Liturgia, una reforma litúrgica que, manteniendo inmutable la lex orandi divina, como no podía ser de otro modo, produjera un coherente cambio en la lex orandi eclesialis, como aplicación de ese progreso que la Iglesia experimentaba en su fe, en su lex credendi.
      Por tanto, usted necesita saber apreciar la perfecta continuidad del actual rito romano respecto a sus modalidades precedentes, pues todas ellas son expresiones de la inmutable lex orandi-lex credendi, de derecho divino.

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    3. Por lo tanto, le recomiendo ahondar en la reflexión sobre dos puntos importantísimos:
      1. Por un lado la mutua relación entre lex orandi y lex credendi, relación y alimentación recíproca en ambos sentidos. No hay una primera y una segunda, sino que ambas son co-causas entre sí, la una para la otra, y a la inversa, continuamente, hasta el fin de los tiempos.
      2. La unidad de la Iglesia Una Católica Apostólica y Romana se da en la unidad de la lex credendi que se manifiesta en su culmen en la lex orandi. Esto no quita que a los, digamos, débiles en su fe, pueda permitirse de modo excepcional y transitorio, seguir otra lex orandi eclesialis, con tal que acepten la lex credendi tal cual vige en la Iglesia en la actualidad. Precisamente porque esto no ocurrió desde 2007 con los que siguieron el Misal de 1962, he ahí la razón de la promulgación de Traditionis Custodes.

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    4. Por cuanto respecta a lo que usted a continuación dice:

      "el discurso me parece exageradamente centrado sobre la 'autoridad del Sucesor de Pedro', a costa de las legítimas diferencias que se deben reconocer a las Iglesias locales y a la autoridad de los distintos Obispos. También aquí el tema es complejo, pero me parece captar una reducción del concepto de 'Magisterio' al de 'Magisterio pontificio', que corre el riesgo de transformar a los sucesores individuales de los apóstoles en poco más que 'gerentes locales' de Roma",

      le hago presente que estos diálogos con los lectores han nacido de un artículo en el que precisamente se ha tratado de la "autoridad del Sucesor de Pedro", y es natural que en ello se haya centrado el discurso.
      Ahora bien, si a usted le causa alguna dificultad que un teólogo desarrolle todas las implicancias teóricas y consecuencias para la vida práctica que surgen de la consideración del dogma del Magisterio petrino en la Iglesia, vale decir, del puesto y oficio de Pedro y sus Sucesores en la Iglesia, entonces, querido Franco, usted debe reflexionar seriamente sobre su fe católica, pues el puesto de Pedro y su Magisterio es dogma fundamental en la Iglesia.
      Al respecto, le aconsejo tomar el Catecismo de la Iglesia Católica, y repasar desde el n.880 al n.892.

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  4. En su respuesta al n.1, usted dice: "...para la custodia de la Tradición el Papa goza de un carisma de infalibilidad en virtud del oficio petrino, en cuanto conservador del depósito revelado". También ha dicho que: "el Magisterio es infalible en el distinguir las tradiciones apostólicas de aquellas que son espurias o superadas...", en el n.20, donde usted agrega: "Hablando del Magisterio me refiero al magisterio pontificio, cuya infalibilidad ha sido definida dogmáticamente por el papa Pío IX en el Concilio Vaticano I".

    No niego que pueda ser una proposición defendible y piadosa, pero difícilmente se puede hacer recaer bajo la estricta definición dogmática de la infalibilidad pontificia del primer Concilio Vaticano, que (¡Deo Gratias!) concierne exclusivamente al magisterio extraordinario ex cathedra. Tampoco se puede considerar una ampliación necesaria de la indefectilibilidad de la Iglesia (puesto que lo que es falible es al menos tendencialmente controvertible).

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    1. Estimado Franco,
      pero decídase, ¿usted quiere aprender o quiere polemizar? Porque al principio había dicho que no quería polemizar, pues no tenía los instrumentos necesarios para hacerlo.
      El caso es que estas, sus palabras, son para mí muy preocupantes, en cuanto reveladoras de una mala comprensión suya del Magisterio de la Iglesia, que le inclinan a usted (no sé si conscientemente o inconscientemente) a avecinarse a las posiciones de la herejía lefebvriana, la cual, si bien superficialmente da la impresión de ser una postura que no rebasa el ámbito de la liturgia, sin embargo implica un grave error doctrinal, error contra la fe, que es lo mismo que decir herejía.
      Y digo esto porque los lefebvrianos, empecinados como están, siguiendo a su ciego fundador, en el rechazo total a las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II, lo consideran un Concilio sólo pastoral, no dogmático, y para argumentar de esta manera, ellos creen poderse valer de un argumento ya hace tiempo refutado. Los lefebvrianos dicen que el Vaticano II no es dogmático porque no contiene ninguna solemne definición dogmática ("ex cathedra" dicen, cuando ni siquiera son conscientes de lo que significa "ex cathedra Petri").
      Una excusa que, según ellos los exime de obedecer a un Concilio que, por lo tanto, ellos consideran sólo pastoral, mientras que el único valor dogmático del Vaticano II sería para ellos la repetición sin cambiar jota o tilde de la doctrina de la Iglesia hasta 1957, porque de allí en más, la nuevas ideas doctrinales del Vaticano II y de los Papas del postconcilio están envenenadas por la herejía modernista. Como bien sabemos, se trata de un sofisma de perfecta cuadratura, pues todo Concilio Ecuménico (han sido ya 21 en la historia de la Iglesia) reunido y aprobados sus textos cum et sub Petro, no puede caer en la herejía.

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    2. Ahora bien, afectados como están los lefebvrianos por un erróneo concepto de la Tradición (copiado del pensamiento de mons. Lefebvre, a quien siguen ad litteram), entienden que no es posible el progreso dogmático en cuanto explicación, explicitación, profundización y exposición cada vez mejor de la inmutable Palabra de Cristo (el llamado "depósito de la divina Revelación"), evolución dogmática que la Iglesia desarrolla en el curso de los siglos y hasta el fin de los tiempos, no, ciertamente, enseñando Verdades nuevas que se agregan a las conocidas, pues la divina Revelación ha concluido con la muerte del último Apóstol, pero sí evolución dogmática en el sentido de un mejor conocimiento de la inmutable Verdad revelada, explicitando verdades implícitas (he aquí por ejemplo las doctrinas nuevas del Vaticano II y del magisterio postconciliar) en el inmutable depósito de la Fe.
      Por el contrario, los lefebvrianos entienden a la Tradición como un contenido que formal y literalmente ha sido cerrado definitivamente... pero ¿cuando? ¿en 1950? ¿Pero por qué en 1950? ¿Y por qué no ha sido cerrado en el 325, en Nicea? Con lo cual sería "modernista" el Concilio de Calcedonia del 381... ¿O por qué no ha sido cerrado en 1054, como afirman los ortodoxos orientales?...
      La falsedad del argumento lefebvriano salta a la vista. El afirmar que sólo es dogma lo que se define solemnemente es el fácil e hipócrita recurso de los lefebvrianos para excusarse de obedecer al Concilio Vatican II. Pero el recordado Benedicto XVI les advirtió claramente, que si no aceptaban las "nuevas doctrinas" del Vaticano II, ellos, los lefebvrianos, permanecerían en el cisma, i.e., alejados de la comunión con a Iglesia y con el Papa.

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    3. De hecho, una de las varias expresiones al respecto de Benedicto XVI fue la siguiente (de hecho dirigida indirectamente a los modernistas): "A algunos de los que se muestran como grandes defensores del Concilio se les debe recordar también que el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive" (de la Carta de Benedicto XVI sobre la remisión de la excomunión a los Obispos consagrados por el Arzobispo Lefebvre, 20 de marzo de 2009). Como es fácil observar, la expresión del papa Ratzinger, vale como advertencia tanto para modernistas como para lefebvrianos).
      Fue el papa san Juan Pablo II quien advirtió ya en 1988 el subterfugio cismático lefebvriano y por eso, diez años después, desarrolló la doctrina acerca de la veracidad del Magisterio de la Iglesia en la Carta apostólica Ad tuendam Fidem, de 1998, con la anexa explicación de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
      En definitiva, nadie niega la validez de la doctrina acerca de la autoridad magisterial petrina del Vaticano I, pero el católico de nuestro tiempo no puede reducir a ella su conciencia de fe acerca de este tema, sino que debe completarla con las explicitaciones que sobre ello ha hecho el Magisterio postconciliar.
      Por cuanto respecta a la expresión "ex cathedra Petri", ella sólo expresa la oportunidad en que el Papa habla "desde la cátedra de Pedro", es decir, cuando habla a la Iglesia universal explicando la Palabra de Cristo y confirmando a su rebaño universal en la fe, lo cual ocurre no sólo en los casos de las definiciones solemnes de dogmas (casos rarísimos en la historia de la Iglesia), sino también en toda la predicación del Papa, en las condiciones antes mencionadas.
      Por lo tanto, querido Franco, para corregir sus evidentes errores doctrinales, le aconsejo leer o releer mis artículos en el blog sobre este tema, que han sido ya unos cuantos.

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  5. "Sin duda el largo camino sinodal que dio lugar al reciente Sínodo de Obispos ha sido querido por el Papa para obtener unidad, paz, reconciliación y concordia en la verdad y en la diversidad, con el fin de sanar este conflicto que está ante los ojos de todos los observadores, dentro y fuera de la Iglesia […] Es necesario que las dos partes, indietristas y modernistas, hagan un esfuerzo de mutua comprensión y de diálogo, comprendiendo que por las cualidades propias de cada parte (conservación y progreso) están hechas para complementarse mutuamente, ambas indispensables para el buen desarrollo de la Iglesia en la fidelidad a la inmutable Palabra de Dios y en el crecimiento en la santidad".

    Los procesos para las intenciones sobre todo ex ante, no se hacen; y la buena fe se presume. Pero no puedo pensar que usted crea realmente que entre las aspiraciones en la base del último tour de force sinodal esté la pacificación con la galaxia tradicionalista. Seamos serios. ¿Cómo podemos hacernos ilusiones, con una premisa para este "recorrido" como el motu proprio Traditionis Custodes, que con un golpe de pluma ha destruido aquella paz litúrgica que, con pocas excepciones de extremismos alocados (que hay que decir que se encuentran a la izquierda mucho más de lo que se encuentran a la derecha) en muchos lugares había producido buenos y abundantes frutos, hechos ahora objeto de manifiesto desprecio por parte de la jerarquía?

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    1. Estimado Franco,
      respecto a este otro comentario suyo (igualmente descaminado, y en grado grave, como los anteriores), quiero recordarle que si me estoy tomando el trabajo estos días de responderle con paciencia y de modo generoso, es a causa de la franqueza que me pareció advertir en usted en su primer comentario, en el que me ponía por delante su condición de lego en filosofía y teología y por tanto su intención de no polemizar conmigo, pues usted con sinceridad reconocía que no es capaz de polemizar en teología, sino que su intención era simplemente presentarme sus ideas y opiniones para que yo se las valorara y, eventualmente, se las corrigiera o encaminara.
      De modo que, sin conocerlo a usted personalmente, quiero seguir creyendo que esa su primera manifestación de sinceridad, franqueza y humildad no ha sido, en cambio, hipocresía, porque, a decir verdad, el tono de sus comentarios es el mismo -permítamelo decir por caritativo respeto hacia usted- que el de un arrogante indietrista filolefebvriano, obstinadamente y rígidamente plantado en su ideología sin querer saber nada del actual Magisterio católico.
      De modo que le hago un caritativo llamado a sus iniciales intenciones y propósitos al comenzar este nuevo diálogo conmigo, de lo contrario me veré obligado a solicitar no se le acepten ya sus intervenciones, por lo desubicadas que se manifiestan.

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    2. Pues bien, por cuanto respecta a sus expresiones sobre el reciente Sínodo de los Obispos, revelan en usted prejuicios que son una grave ofensa hacia el Vicario de Cristo, que ha convocado el Sínodo y del Colegio Episcopal que lo ha secundado, junto con los representantes de los diversos estratos del Pueblo de Dios que han participado de este Sínodo, verdadero Sínodo del Pueblo de Dios (no ya sólo Sínodo de Obispos), y esto sea cual sea el valor o utilidad de sus conclusiones, siempre falibles.
      Todo auténtico fiel católico debe presuponer, salvo explícita señal en contrario, la buena intención, no sólo del Santo Padre, sino también de centenares de estos selectos miembros del Pueblo de Dios, los cuales, viniendo de todos los niveles, clero, laicado, religiosos, han llegado a Roma al Sínodo con las mejores aspiraciones para reflexionar sobre, y crecer en, aquello que es obviamente constitutivo de la Iglesia como Pueblo de Dios: su eclesialidad, i.e., su carácter de asamblea, de pueblo peregrino aquí en la tierra hacia el Reino de los cielos, su sinodalidad (caminar juntos), porque sí, ciertamente, Cristo ha querido que su Iglesia tenga una (monos - monarquía) cabeza visible, el Papa; pero eso no quita que exista la democracia en distintos niveles y ámbitos de la vida de la Iglesia, y precisamente sobre eso reflexionó el reciente Sínodo.

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    3. Por cuanto respecta a su preocupación por lo que usted llama la "pacificación con la galaxia tradicionalista", ¿a qué viene tal reducción y focalización de su parte? No hace falta sr intuitivo para darme cuenta que es el foco de su interés, no en cuanto auténtico sano tradicionalista católico (ya le he explicado la ambigüedad del término tradicionalismo), porque sus intervenciones me dan a entender que usted, consciente o inconscientemente, no llega a ser un sano tradicionalista, sino que está inclinado al pseudo-tradicionalismo pasadista o indietrista o filolefebvriano (si es que ya no lo es), y, por lo tanto, usted está en real peligro de cisma y herejía.
      Por cuanto respecta a la frase final de su comentario, donde usted hace una apreciación de sociología eclesial acerca de lo que usted llama la "paz litúrgica", según usted supuestamente conseguida después del 2007, y que ha sido una paz que Traditionis custodes, en el 2021, siempre según usted, vino a destruir, pues bien, desde mi punto de vista mi apreciación sociológica eclesial es completamente opuesta. Y le hago presente que mi apreciación coincide con la apreciación del Romano Pontífice en su motu proprio del 2021, promulgado con el consenso de hecho unánime del Colegio Episcopal (salvo excepciones usuales). Para más detalles de mi pensamiento al respecto, me remito a los numerosos artículos que sobre Summorum Pontificum y Traditionis Custodes he publicado en este mismo blog y que a usted le será fácil encontrar con las habituales herramientas de búsqueda.

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  6. Estimado Padre; me sumo yo también en esta ocasión, para plantearle algunas objeciones a lo que me ha respondido en el post anterior sobre este tema, cuando me ha expresado que: "Acusar al Magisterio de haber "devorado la Tradición", en realidad es la acusación de aquel que no ha entendido nada acerca de la función del Magisterio, que es precisamente la de conservar, custodiar e interpretar la Tradición rectamente entendida, es decir entendida como el propio Magisterio la entiende."

    No niego que su reconstrucción sea internamente coherente con su modo de entender los conceptos de Tradición y Magisterio. La acusación, más que de quien no ha entendido nada del Magisterio o de la Tradición, pienso que viene de quien entiende la Tradición, o el Magisterio, o ambos, de modo diferente a como usted los entiende.
    Sin embargo, su respuesta me parece que se resuelve, en el plano lógico-semántico, precisamente en la mencionada devoración, cuando usted dice:
    - "la función del Magisterio [...] es precisamente la de conservar [...] la Tradición [...] entendida como el propio Magisterio la entiende"; o sea:
    - "la Tradición es lo que el Magisterio entiende por Tradición";
    - por lo tanto "la función del Magisterio es conservar lo que el Magisterio entiende por Tradición";
    - quizás hago un salto lógico más largo que lo debido, pero la impresión tautológica que se puede derivar de ello, en definitiva, es que "la función del Magisterio es conservar el Magisterio".
    Pero también deteniéndose en el "escalón" precedente, no puedo dejar de ver cómo su proposición no puede caer en el nominalismo con respecto al segundo término, el de la Tradición, que se vuelve en buena sustancia totalmente superflua y arbitraria.

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    1. Estimado Arnaldo,
      me complace que usted se decida a continuar el diálogo iniciado en mi publicación anterior. He leído todas sus intervenciones hasta el momento, y se las iré respondiendo en estos días, comenzando por esta primera. Ante todo, le agradezco que me haya aclarado que usted carece de competencia filosófica o teológica. Esto me sirve para no dar por supuesto nada, pero también para poder hablarle con lenguaje simple y llano, no académico, lo más sencillo que me sea posible.

      Pues bien, en primer lugar, reafirmo lo que antes he declarado en cuanto a que acusar al Magisterio de haber "devorado la Tradición" es la acusación de aquel que no ha entendido nada acerca de la función del Magisterio, que es precisamente la de conservar, custodiar e interpretar la Tradición rectamente entendida, es decir entendida como el propio Magisterio la entiende.
      Tal afirmación brota por sí misma del dogma de la autoridad magisterial petrina, brotada de las palabras de nuestro Señor Jesucristo cuando aseguró a Pedro: "confirma a tus hermanos" y "los poderes del infierno no prevalecerán...". Negar tal autoridad magisterial es error contra la fe, y por ende es alejarse de la comunión con el Vicario de Cristo, no pertenecer plenamente a la Iglesia.

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    2. Por consiguiente, estas verdades, que el católico confiesa en su fe no son sólo una reconstrucción internamente coherente con "mi" modo personal de entender los conceptos de Tradición y Magisterio, como usted equivocadamente me objeta, sino todo lo contrario: es tal y como la Iglesia ha entendido desde hace dos mil años y entiende hoy la Tradición y el Magisterio, claro que hoy con mucha más claridad y explicitación que como entendía siglos atrás esta verdad inmutable.
      Si usted entiende a la Tradición y al Magisterio de modo diferente, no las entiende como lo entiende la Iglesia. Me remito al Concilio Vaticano II como la más important explicitación dogmática más reciente sobre este tema, o bien, de modo más sencillo y esquemático, a lo que usted puede encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica.

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    3. Ahora bien, el Magisterio de la Iglesia, cuya manifestación más alta, autorizada e infalible es el Papa, es precisamente el instituto establecido por nuestro Señor Jesucristo, que constituye el último escalón de la Tradición, cada vez mejor explicitada hasta el fin de los tiempos. Ello es lo mismo que decir que cada Papa, durante el período en el cual está a la cabeza magisterial y pastoral de la Iglesia, es el último y más reciente testigo de la Tradición y es su intérprete auténtico, imposible de ser corregido por nadie en el ámbito de lo doctrinal, a causa precisamente de su indefectibilidad en la enseñanza de la Palabra de Cristo.

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    4. Por lo tanto, no hay ninguna contradicción en las afirmaciones que usted señala: la función del Magisterio es precisamente la de conservar, explicar, explicitar y desarrollar cada vez mejor la Tradición entendida como el propio Magisterio la entiende, precisamente porque el Magisterio de la Iglesia es el único intérprete auténtico para entender la Tradición, porque así lo ha instituido Cristo ("confirma a tus hermanos"); de ahi que, como presupuesto a esa tarea de desarrollar la Tradición, la tarea del Papa es establecer lo que es Tradición y distinguirla de lo que no lo es; sin negar todo lo que precedentemente ha establecido el Magisterio de los Papas anteriores (efectivamente, conservando el Magisterio), pero no sólo para conservarlo, sino para desarrollarlo en una siempre mejor y más acabada intelección de la Escritura y de la Tradición, las dos fuentes de la divina revelación, intelección que seguirá desarrollándose hasta el fin de los tiempos.
      Por lo tanto, en el momento que el Papa cumple su oficio magisterial, no existe en su enseñanza nada "superfluo o arbitrario" en el ámbito de la Fe.
      ¿He podido explicarme?

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  7. Usted me rebatirá, cietamente, que la Tradición (al menos entendida como Sagrada Tradición) tiene su contenido objetivo, y que "Los contenidos de este (a) Magisterio son los mismos de la (b) Sagrada Tradición y de las (c) tradiciones eclesiales, junto con las enseñanzas de la (d) Sagrada Escritura".

    Aunque yo también, al igual que el Sr. Franco carezco de competencia filosófica o teológica, pues no soy ni filósofo ni teólogo, creo que podría responderle que esto es en realidad un "deber ser", no un "ser" sic et simpliciter; afirmar lo contrario significa o predicar la infalibilidad general de todo el Magisterio (lo que equivale a hacer del Pontífice, en la práctica, un semidios) o admitir el nominalismo de los términos b, c, d.

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    1. Estimado Arnaldo,
      en mi respuesta a su intervención anterior, ya le he dado la respuesta a este segundo discurso suyo, en el que valoro sus conatos filosóficos, empeñosos para alguien que no cuenta con los mínimos instrumentos para hacer filosofía y menos teología.
      Está claro que el Papa, el Vicario de Cristo, no es ningún semi-dios. Una persona que no cuenta con la fe católica podría suponer que nosotros los católicos vemos al Papa com un semi-dios en la tierra, porque esa persona no creyente no comprende, no encuentra la razón, no le entra en la cabeza, lo que nosotros aceptamos con nuestra Fe católica: que un ser humano, con los mismos defectos que nosotros, y pasible de los mismos pecados que cualquier hombre, esté munido de una gracia o carisma que le ha sido dado exclusivamente a él por el Señor: el carisma de la veracidad e indefectibilidad cuando enseña la Verdad de Cristo.
      Pues bien, esto el católico lo sabe por Fe. Punto.
      Si tenemos ocasión de encontrarnos con un no-creyente, o un cristiano no-católico, que piensa que nosotros los católicos veneramos al Papa como un semi-Dios, ante todo recemos por él para que sea iluminado por la fe, y luego intentemos mostrarle que no es así, al mostrarle en qué cosas seguimos las enseñanzas del Papa, y en qué no lo seguimos.
      Efectivamente, el católico cree en la infalibilidad general de todo el Magisterio del Papa, pero ¡atención!, me estoy refiriendo al Magisterio propiamente dicho, es decir, a la enseñanza doctrinal del Papa sobre la Fe cristiana y sobre la vida cristiana, ámbito en el cual el Papa es indefectible en la Fe y en la enseñanza de la Fe. En todo lo demás, cuando habla de filosofía o de teología o de ciencias experimentales, de psicología o sociología científicas, del cambio climático, de política o de economía, etc., es falible como cualquier ser humano, y actúa en el ámbito de lo opinable, o como se suele decir, habla como "doctor privado".

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  8. Pero precisamente en este equívoco me parece caer cuando he leído que usted ha afirmado en más de una ocasión que el Papa: "es el único fiel que tiene la tarea de confirmar en la fe a todos los demás"

    Sin duda el Romano Pontífice tiene esta tarea. Pero precisamente el hecho de que se trate de una "tarea", está implicando que a tal tarea el hombre individual puede cumplirla mal, o no cumplirla en absoluto.

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    1. Estimado Arnaldo,
      no hay ningún equívoco al decir que el Papa es el único fiel que tiene la tarea de confirmar en la fe a todos los demás: es su tarea, su oficio, su rol, que es cumplido indefectiblemente porque así lo ha querido Jesús, para dar unidad de fe a su Iglesia. ¿Y cómo no podría cumplirla indefectiblemente? De acuerdo a las promesas de Jesús ¿cómo no podría ser Pedro la garantía de que lo que cree la Iglesia es la Verdad, la verdadera Revelación que Cristo nos ha donado? El Papa es la garantía de la certeza de nuestra Fe, porque así lo ha querido Cristo, y lo garantiza otorgándole a Pedro ese carisma que ningún otro miembro de la Iglesia tiene. Si Pedro no cumpliera éste su oficio, entonces Jesús nos habría engañado al prometernos lo que nos prometió con total seguridad. Y de sólo pensar esto sería una blasfemia hacia el Señor.

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    2. Puedo conceder algo de cierto en lo que usted dice cuando dice: "tal tarea el hombre individual puede cumplirla mal", pero no se puede aceptar lo que usted dice cuando dice que Pedro puede "no cumplirla en absoluto". Y me explico:
      Por voluntad de Cristo, Pedro no puede dejar de cumplir su tarea, y esto es un deber ser en la Iglesia y lo es: Pedro es el garante de la unidad de fe de la Iglesia, él confirma la verdadera fe cristiana; por ende creer lo que cree Pedro garantiza que nosotros estamos creyendo en Cristo.
      Pero entonces ¿en qué sentido Pedro puede cumplir mal su tarea? Recordemos: la virtud de la Fe de Pedro es indefectible; pero Pedro es falible en cualquier otra virtud, por ejemplo en la prudencia, o en la justicia, y en estos ámbitos puede cometer error moral, es decir, puede pecar... En otros términos: Pedro siempre enseñará la verdadera Fe en Cristo, aunque el modo como la enseña puede no ser del todo siempre virtuoso. Pensemos por ejemplo en el principio de la gradualidad en la transmisión de la verdad cristiana, principio tan caro a san Juan Pablo II. Pensemos también en que Pedro (el Papa) podría faltar a la prudencia y justicia al enseñar una verdad cristiana pero enseñándola sin la debida complementariedad con las otras verdades, como por ejemplo subrayando la misericordia divina sin complementarla con la enseñanza de la justicia divina.
      El Papa podría enseñar una Verdad sin tener debidamente en cuenta el contexto o la capacidad receptiva mayor o menor de su auditoria concreto, etc. Y por lo tanto sin tener debidament en cuenta los términos en los que transmitir en cada tiempo y lugar concreto el Evangelio, los dogmas cristianos, la doctrina católica. ¡Precisamente por eso san Juan XXIII tuvo la providencial iluminación divina de convocar al Concilio Vaticano II! De lo contrario, Pedro no hubiera seguido cumpliendo bien su "tarea".
      ¿A qué me estoy refiriendo? Obviamente a lo que hoy llamamos la pastoral, vale decir, el modo de transmisión del mensaje Evangélico.
      En definitiva: Pedro transmite siempre el Evangelio cuando habla a su Iglesia y actúa como su Maestro en la Fe, la Fe de Pedro no claudica después de Pentecostés. Sin embargo, Pedro humanamente puede faltar en el modo como transmite su fe, pastoralmente, faltando a la prudencia o a la justicia.

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  9. Y también cuando usted, en respuesta al n.7 proclama la sentencia por la que: "Un Papa [...] puede pecar contra todas las virtudes, pero no contra la fe".

    Se trata sin duda de una sentencia piadosa, y muchos teólogos en el pasado no han dudado en considerarla como la más probable... pero no es sin duda un dogma de fe, y en los últimos años no pocos han vuelto a ocuparse de la cuestión del "papa herético", elaborando sobre lo que ya afirmaban en tiempos no sospechosos, entre otros, un Bellarmino, un Suarez, un Cayetano, un Torquemada, un Juan de Santo Tomás (y esto, prestemos atención, no tanto para lanzar anatemas contra el Pontífice Reinante, sino para refutar la repentina deriva del sedevacantismo también frente a las más desconcertantes manifestaciones de éste).

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    1. Estimado Arnaldo,
      ya he respondido a esto en mi comentario anterior.
      Lo afirmado no es una sentencia piadosa, es un dogma de fe. El Papa no puede cometer error contra la Fe, i.e. no puede ser hereje. Quien conscientemente acusa al Papa de ser hereje, ipso facto cae en error contra la fe, cae en herejía.
      En dos palabras: 1. la afirmación de que el Papa sólo es infalible en su magisterio de definición solemne extraordinario (al que se refiere el Concilio Vaticano I); y 2. la tesis según la cual habrían existido Papas heréticos: Liberio en el siglo IV, Honorio en el siglo VII, Pascual II en el siglo XII, Juan XXII en el siglo XIV; son solamente los hipócritas sofismas y subterfugios de los cuales se valen los lefebvrianos en general y los filo-lefebvrianos para negar obediencia al Magisterio del Concilio Vaticano II y de los Papas del postconcilio hasta el Papa actual. La primera tesis errónea ya ha sido corregida con la definida explicitación de la infalibilidad pontificia hecha por san Juan Pablo II en 1998; y la tesis errónea de la existencia de "Papas herejes", además de ser un imposible dogmático, ya ha sido refutada a nivel de la historia de la Iglesia por los historiadores más serios y libres de prejuicios anti-católicos.
      Esto que aquí le estoy recordando lo he explicado muchas veces en este blog, de modo que a mis anteriores artículos me remito. De hecho, estos días se han recibido otras intervenciones de lectores en el foro que han vuelto a las andadas con estas tesis erróneas, según me ha informado el administrador del blog, que han repetidas las tesis erróneas de lefebvrianos y de filo-lefebvrianos, incluso citando expresiones, textos y enlaces a declaraciones del obispo Vigano, del historiador De Mattei, del obispo Schneider, o del padre Olivera Ravasi, etc..., textos a los cuales ya he contestado en otras ocasiones en este blog, y por eso sus comentarios no se han publicado o se han borrado.
      Es comprensible para cualquiera que no puedo estar repitiendo una y otra vez con artículos explicativos para cada obstinado filolefebvriano que vuelve a repetirme los errores que, no sólo yo, sino la Iglesia, ya ha refutado debidamente. De modo que si usted tiene dudas al respecto, vaya a mis artículos sobre el tema.

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  10. En su respuesta al n.4, usted republica su respuesta a una de mis objeciones en su primer artículo, y me dice: "Tomás en muchas ocasiones, al demostrar que una proposición es de fe, cita sentencias de Papas [...] En Tomás la percepción y el respeto por la Sagrada Tradición se ven en la atención que presta a los decretos de los Concilios y de los Papas y a la enseñanza de los Padres".

    Está claro que S. Tomás no era hostil a la autoridad pontificia, y que no era un cripto-anárquico: todo lo que yo quería señalar es que allí donde una rápida referencia a declaraciones magisteriales habría bastado para "cortar la cabeza" a las cuestiones más controvertidas, Tomás prefiere recurrir más frecuentemente al testimonio de los Padres. No hay, en definitiva, esa focalización obsesiva sobre el dictum papal tan típico de demasiado discurso teológico contemporáneo. Pero tampoco hay en Tomás desprecio o indiferencia.

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    1. Estimado Arnaldo,
      estoy substancialmente de acuerdo con esta intervención suya. Por lo tanto: siga el ejemplo de Tomás de Aquino, y sea usted católico, siga el Magisterio de Pedro, no anteponga al Magisterio de la Iglesia sus prejuicios ideológicos, y acepte en su totalidad el Magisterio pontificio, no lo recorte a su complacencia.
      Y además, tenga en cuenta que Tomás escribe tratados de Teología, por lo tanto no puede simplemente repetir lo que dice el Magisterio, sino que lo explica y da fundamentos de lo que cree la Iglesia, encontrándolos en la Escritura y en la Tradición, y lo reflexiona en argumentos de razón.
      Pero aquí éste no es el tema, no es nuestro tema el método de la teología, el cómo se hace la teología; sino que aquí estamos hablando de lo que es el Magisterio indefectible de la Iglesia, columna y fundamento de verdad. ¿Cree en esto usted o no cree en esto? ¿Usted es o no es católico?

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  11. En su respuesta al n.6, también usted refiere una respuesta que me fue dirigida por usted a una de mis intervenciones, y usted me ha dicho: "Hablemos con respeto del Misal del papa san Pablo VI. Este Misal contiene la Palabra de Dios y la Sagrada Tradición del mismo modo que las contenía el Misal de san Pío V o los Misales precedentes. Hago la advertencia de que el Rito Romano auténtico, es decir la esencia de la Misa, permanecerá integralmente hasta el fin del mundo. Si acaso en el novus ordo, suponiendo que sea cierto el dato, pudiera quedar el 13% del rito romano antiguo. No confundamos lo auténtico con lo antiguo. Lo primero es indestructible e inabrogable; lo segundo puede contener partes caducas".

    Querido Padre, en mi conversación diaria con tantos católicos -que piensan diferente a mí; que en su vida no han conocido otra cosa que el rito de 1970; que con esa liturgia, a pesar de todas sus taras, se han santificado probablemente mucho más de lo que lo he hecho yo, que también tuve la suerte y la gracia de encontrar la Misa de los Padres- nunca me permito burlarme gratuitamente o tratar mal al Novus Ordo Missae.
    Pero cuando se trata de una franca discusión teológica, creo que es necesario dejar de lado toda forma de respeto propio del benevolente encuentro humano en favor de la máxima claridad.
    Por otra parte, no he utilizado más que una definición acuñada por uno de los mismos padres del rito reformado.
    El problema es siempre el del nominalismo: el Rito de 1970, desde el punto de vista de la ciencia litúrgica, no puede ser definido "Rito Romano", al menos en el mismo sentido que lo era el rito litúrgico mantenido grosso modo intacto hasta el misal de 1962/1965-69.
    Se puede hablar de un Rito Moderno (Gamber), de un rito paulino (por la autoridad de quien lo creó), de un rito vaticano (por el lugar donde fue inventado) o de un rito bugniniano (por su principal arquitecto), etc. Pero, desde el punto de vista de la ciencia litúrgica, el producto de 1970 tiene muy poco que compartir con el Rito Romano. Salvo admitir que un Papa tenga el poder de hacer, de una cualquier liturgia inventada en un escritorio, por arte de magia, el "Rito Romano". Un Papa que hace esto no es muy diferente de un Papa que declara al Arno como el río de Roma.
    En este sentido el Novus Ordo es un rito inauténtico.
    Nadie niega que contenga una consagración sacramentalmente válida (y que en este sentido contenga "la esencia de la Misa", como dice usted); pero otra cosa es el rito romano en su autenticidad, y otra cosa es "la esencia de la Misa" (de lo contrario, tendríamos que negar que sea esencialmente Misa la divina liturgia oriental, ¿no?).
    Me doy cuenta de que quizás nos divide una cierta distancia semántica, sobre todo en el campo litúrgico.
    En cualquier caso, en este sentido, Traditionis Custodes ha sido por desgracia clarificadora: el Novus y el Romano son dos ritos diferentes; ya desde hace años los comentaristas más atentos se habían dado cuenta de que la de Summorum Pontificum era en realidad una ficción jurídica: muy útil para una fructífera paz litúrgica, pero incapaz de enfrentarse con lo que los ingleses llaman "el elefante en la habitación", el hapax absoluto representado por una liturgia creada sobre un escritorio que pretendería continuar el rito romano precedente, del cual queda, si acaso, solo un cadáver.

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    1. Estimado Arnaldo,
      como le he dicho, usted confunde lo auténtico con lo antiguo. Y esta otra intervención suya, me mueve a dirigirle un fraterno y firme apercibimiento hacia la incorrección en la que usted vive su fe católica. Quiero suponer que usted no es del todo consciente de lo que ha escrito, porque en el caso de que tenga cabal consciencia y voluntad acerca de sus expresiones, entonces no habría más remedio que cualificarlo de "indietrista", cual es la calificación del Santo Padre para quienes se encuentran en estado de cisma y herejía por su indebido apego al pasado que los vuelve negadores del Magisterio de la Iglesia y desobedientes a sus directivas pastorales.
      En primer lugar, me sorprende que usted no haya recibido con la debida humildad mi reconvención a tratar con respeto la actual liturgia de la Iglesia, cuyo actual Misal Romano, es uno de sus instrumentos, que merece todo nuestro respeto. Se me hace difícil comprender cómo usted, si es que se cree católico, puede estar tranquilo en su conciencia, volviendo a faltar el respeto a la actual liturgia de la Iglesia, calificando de "taras" a alguno o algunos de sus contenidos.
      La Misa actual es también "la Misa de los Padres", como usted llama a la preconciliar. La Misa actual es también la Misa de los Apóstoles, la Misa actual es también la Misa de siempre, la Misa actual es también la Misa tradicional, porque en sus instituciones eclesiásticas (vale decir, en los humanos cambios que, como es obvio, van teniendo los ritos y ceremonias a través de la historia de la Iglesia) es plenamente respetuosa de lo divinamente instituido por Jesucristo.
      Francamente hablando, explíqueme ¿cómo no se puede ver hipocresía en sus dichos cuando luego de esas ofensas a la liturgia actual, usted dice con descaro que no usted se permite a sí mismo "burlarse gratuitamente o tratar mal al Novus Ordo Missae"? ¿Y no lo está haciendo explícitamente?
      Y en la discusión teológica, que es lo que usted quiere (a pesar de que me dijo que usted no tiene competencia para discutir ni de filosofía ni de teología), le estoy hablando con "la máxima claridad", y como tantas veces he explicado: la Iglesia es siempre respetuosa de la lex orandi divina (instituida por Jesucristo), que es lex credendi; mientras que la lex orandi eclesialis, por más que estemos obligados a obedecerla, es de mera institución humana, contingente, falible, modificable (como lo han sido todas las modalidades precedentes del Rito romano, y entonces ¡no idolatremos el Misal del preconcilio!, que por algo el Concilio ha querido uno nuevo).
      ¿No se da cuenta, usted, de la necedad que expresa (aunque disculpable, porque proviene de un lego en la materia), cuando afirma que la Misa actual "no puede ser definido Rito Romano, al menos en el mismo sentido que lo era el rito litúrgico mantenido grosso modo intacto hasta el misal de 1962/1965-69"?
      Con tamaña estupidez, ¿nos va a venir a hablar ahora de que la "Misa de siempre" está sólo en el Misal de 1962? ¿Es consciente de la necedad que usted expresa?
      Ante tal estupidez, que hasta los mismos cismáticos lefebvrianos hoy ya tienen vergüenza en repetir, lo único que cabe de mi parte es hacerle un firme llamado a la fe católica y a la obediencia al Magisterio.
      Hacia usted, en definitiva, yo siento la misma compasión que siento ante todos los pasadistas, pobres espíritus que, en lugar de afrontar la vida real, con sus luces y sombras, con sus riquezas y defectos, con sus posibilidades y peligros, prefieren habitar en la mohosa pero a su juicio segura paz de un museo.

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  12. Padre Filemón, en otra de sus respuestas (citada aquí en el n.8) usted me dice: "Benedicto XVI seguía subrayando la importancia de la Tradición, pero he aquí que con el papa Francisco el desplazamiento a la izquierda retoma dirección hacia el modernismo, sin obviamente alcanzarlo. Entonces se comprende que con Francisco la reacción tradicionalista nunca haya sido tan fuerte como lo es ahora. Es la aplicación de la ley bien conocida por los sociólogos, según la cual la posición extremista de una parte provoca una reacción extremista contraria de la parte opuesta".

    Al margen del optimismo que ya parece ampliamente injustificado sobre el movimiento hacia el modernismo "sin obviamente alcanzarlo" por parte (imagino) del magisterio ordinario y no infalible del Santo Padre; me siento estar de acuerdo con usted en la observación latu sensu sociológica: uno de los grandes límites del "tradicionalismo" es ser, o haberse convertido en, un movimiento de mera respuesta, de reacción a la degradación en la parte visible de la Iglesia.
    Esto era inevitable y necesario, digamos, a principios de los años 70: Mons. Lefebvre insistía en que, al formar sacerdotes, no hacía más que lo que se hacía antes del Concilio.
    Pero, con el tiempo, me parece que una gran parte de este movimiento se ha dejado definir demasiado por los errores a los que se oponía, privilegiando el ser "tradicionalistas católicos" al ser "católicos tradicionales". Por un lado, esto ha llevado a ciertos manierismos en las formas (para dar un ejemplo, que no se ajusta a todas las realidades tradicionalistas, ¿dónde está escrito que un sacerdote debe usar una vestimenta con 150 cm de encaje?) y fijismos pedagógicos y doctrinales (referencia predominante a una guía anticuada y, no pocas veces, superada -con lo cual no quiero decir que el nivel medio de educación en los seminarios "ordinarios" sea más alto).
    Alguien en tal sentido me habló de una cierta realidad de la galaxia tradicionalista como "detenida en los años 50', tanto en lo bueno como en lo malo".
    Por otro lado, la oposición tanto a los pasajes más problemáticos de los textos conciliares, como a las divagaciones del magisterio de los pontífices del postconcilio, como a las manifestaciones más desagradables del pontífice reinante, ha llevado a menudo a esa "reacción extremista contraria" que usted menciona: indisponibilidad respecto a las formulaciones conciliares ortodoxas o a algunas profundizaciones legítimas implementadas por la enseñanza de los pontífices del postconcilio; y, para dar un ejemplo actual, tengo la impresión de que la adhesión acrítica e incondicional de Francisco a la reciente campaña de vacunación durante la pandemia (además de ser incoherente con las declaraciones de la CDF por las que se podría haber deseado -lo sé- una llamada a la elaboración de vacunas desarrolladas sin ninguna problematicidad ética) ha terminado por confirmar y corroborar la intención de tantos fieles "tradicionalistas" a no vacunarse ni siquiera a ver en la vacuna un "bautismo satánico" (si lo hace ese papa feo y malo, ¡tiene que ser por fuerza algo feo y malo!). Simple, es evidente. Pero está claro que si un animal es encerrado y maltratado, inevitablemente se irrita. La casi ubicua hostilidad hacia el mundo tradicionalista es, creo, lo que más alimenta esos excesos, esas paranoias y esas reacciones desmesuradas a las cuales luego se aferran con demasiada facilidad los propios perseguidores. Creo que aquí estaba la mejor intuición de Benedicto XVI en vista de la paz litúrgica: normalizando la liturgia tradicional, ponía las bases para un discurso más sereno y menos marcado por una (comprensible) hermenéutica de la sospecha. Lástima que muy pocos obispos lo hayan seguido por este camino.

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    1. Estimado Franco,
      al igual que el común de los pasadistas, usted cae en el error de confundir progresismo con modernismo. El modernismo, como ya he explicado, es una herejía que idolatra la modernidad y no discierne en ella defectos y virtudes, aceptándola como un todo y convirtiéndola en criterio para tomar del mensaje de Cristo lo que conviene a la modernidad, cuando debería ser al revés: el católico es quien valora los aspectos positivos de la modernidad, conformes al Evangelio, pero rechaza sus errores y aspectos negativos.
      El progresismo es otra cosa: para el auténtico católico el progresismo es la actitud que lo induce a buscar cada vez más una mejor intelección del mensaje de Cristo, explicitarlo cada vez más profundamente, sacando todas las virtualidades en él contenidas. Por eso en la Iglesia, junto al deber de conservación de lo "tradito" (la tradición) existe el deber del progreso, que le es implícitamente necesario a la tradición, para que sea viviente y encarnada en la cambiante historia de la Iglesia.
      Habiendo dicho eso, usted entonces podrá comprender que cuando yo he hablado de "movimiento hacia el modernismo" me estoy refiriendo a la actitud, nacida particularmente en el papa san Juan XXIII de hacer lo que san Pío X no había hecho, esto es, reconocer las válidas instancias de los modernistas, las instancias verdaderamente católicas, que deben ser distinguidas de sus errores. Pío X hizo bien en condenar al modernismo en cuanto herejía, pero le faltó reconocer sus instancias positivas. Para ello se debió esperar al Concilio Vaticano II, el cual, es el exacto y necesario complemento a la encíclica Pascendi.
      Por cuanto respecta a su crítica al pseudo tradicionalismo lefebvriano, naturalmente es válida, aunque lamentablemente usted no logra superar el error lefebvriano de no distinguir la Tradición y las tradiciones, vale decir, el depósito de la divina Revelación transmitido a través de sus dos fuentes, la Escritura y la Tradición, de las meras tradiciones humanas (como por ejemplos las diversas modalidades contingentes y transitorias, del Rito Romano).
      Está claro que en su comentario se notan más y más las notas indietristas de su enfoque de la fe católica, con la usual arrogancia lefebvriana y filolefebvriana que trata despectivamente el Concilio Vaticano II y el magisterio de los Papas del postconcilio.
      Por cuanto respecta a la que usted considera "paz litúrgica" lograda con Summorum Pontificum de Benedicto XVI, le señalo una vez más que la única "paz litúrgica" en la Iglesia católica surgirá de la obediencia de los fieles católicos a celebrar cultualmente su fe en la Santa Misa sirviéndose del único Misal actual, el del Rito romano según la modalidad iniciada por san Paulo VI y las modificaciones habidas en los pontificados posteriores. La única lex orandi eclesialis, como ha establecido el papa Francisco, es la que debe ser obedecida por todos los católicos del rito romano (único rito católica universal).

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  13. En el n.9 usted respondió a una de mis objeciones diciendo que "Juan XXII no se había expresado como maestro de la fe, sino como doctor privado..."

    Sin duda. Y, sin embargo, parece que lo hizo en su predicación ordinaria (corríjame si me equivoco). En todo caso, esto bastó para que se creara una cierta resistencia en el seno de la curia romana respecto a sus proposiciones heterodoxas, aunque aún no formalmente heréticas. Yo no quería discutir acerca de si se trataba de herejía o no, sino solo señalar un caso histórico en el que efectivamente hubo una cierta resistencia organizada a la enseñanza de un pontífice romano, a partir de algo percibido como un depositum doctrinal que era visto por aquellos que se le oponían, como atacado, y un movimiento que tuvo tanto éxito que obtuvo la retractación del Pontífice. Ciertamente, una resistencia infinitesimal con respecto a la actual: pero cualquier analogía es útil solo hasta cierto punto (lo mismo sería válido para el caso de la crisis arriana).

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    1. Estimado Franco,
      efectivamente, usted se equivoca al juzgar aquella intervención del papa Juan XXII como magisterial. El Papa, cualquier Papa, no puede jamás caer en herejía.
      Curiosamente, la herejía de pensar que el Papa puede ser hereje, es una herejía común a modernistas y pasadistas. Los primeros, porque son historicistas y no creen en la validez de los dogmas, y la tesis les sirve para afirmar que los Papas se equivocan y no son infalibles. Los segundos, porque rechazan el Concilio Vaticano II y el Magisterio pontificio desde 1957 en adelante. Entre los modernistas: Hans Küng, entre los pasadistas, el italiano Roberto de Mattei (y en nuestro país, el padre Olivera Ravasi). Pero no son los únicos. Una vez más hay que decir que quien afirma, conscientemente de lo que está diciendo, que el Papa es hereje, cae ipso facto en herejía.
      Para el caso de los modernistas: en su volumen sobre la infalibilidad pontificia, Küng, aunque produciendo una enorme erudición histórica, llega a conclusiones erróneas por sus razonamientos engañosos y falta de adecuado criterio de juicio, confundiendo el verdadero magisterio doctrinal con contingentes decisiones pastorales, estas sí falibles, mutables, revisables, abrogables y rectificables, pero no ciertamente el magisterio doctrinal, el cual, una vez que se ha expresado, ya nunca se retracta. Los casos más pertinentes, como el del papa Liberio, el del papa Honorio y el del papa Juan XXII, siempre los habituales que son citados por los negadores de la infalibilidad, han sido resueltos hace mucho tiempo por los historiadores.
      Para el caso de los pasadistas, sus falsos razonamientos y sofismas son más conocidos, y ya me he referido muchas veces a ellos, por lo que no repetiré aquí los argumentos que refutan sus dichos.

      En base a cuanto he dicho, vale recordar una vez más, que el Papa es el único cristiano que puede pecar contra todas las virtudes, pero no contra la fe, ni puede perderla, por lo que no puede ser formalmente hereje, es decir, sostener conscientemente, voluntariamente, maliciosamente y obstinadamente la herejía presentándola como verdad de fe. Los casos famosos de los papas Liberio, Honorio y Juan XXII, vienen citados por algunos para sostener que de hecho han existido Papas herejes. Pero históricamente se demuestra que ellos no han querido sostener ex cathedra su error. Con respecto al caso del papa Honorio véase: J.V.De Groot, Summa apologetica de Ecclesia catholica ad mentem Thomae Aquinatis, Ratisbonae 1906, pp.626-634. Respecto al papa Juan XXII, consúltese: Andrea Vaccaro, Il dogma del paradiso, Edizioni PUL, Roma 2005.

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    2. Si lo que dijo Juan XXII en su propia capilla pontificia no puede considerarse magisterio ordinario del Papa, entonces no me doy cuenta cuáles serían las condiciones para que haya magisterio ordinario. Para mí no existen dudas, el papa Juan XXII en aquella ocasión cayó en formal herejía.

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    3. Estimado Anónimo,
      reitero que acusar al Papa de hereje produce ipso acto sospecha de herejía en quien expresa tal acusación. Y reitero también que el reavivamiento en las últimas décadas de "la cuestión del Papa hereje", es simplemente el débil subterfugio de modernistas y pasadistas, entrambas corrientes a una, para eximirse de seguir el Magisterio del Concilio Vaticano II y de los Papas del postconcilio, aunque por diversos motivos: los modernistas porque son historicistas y no creen en la veracidad de los dogmas, y los pasadistas por su vicioso apego al pasado que les impide asumir el progreso en el conocimiento de la Palabra de Cristo y la vida cristiana.
      Ahora bien, es cierto que se dieron oscilaciones doctrinales en los papas Liberio († 366), Honorio I († 638), Juan XXII († 1334), corregidas pronto a través del subsiguiente Magisterio de la Iglesia, que es la "casa de Dios, columna y fundamento de la verdad" (1 Tm 3,15). Ciertamente, el presupuesto es que esto sucede rarísimamente.
      Por cuanto respecta a los casos de los tres Papas mencionados, en cualquier serio tratado de apologética se encuentra la solución de estos casos, ciertamente no fáciles. Aquí podemos decir brevemente que estos Papas, efectivamente, han tenido, sí, alguna expresión ambigua o heterodoxa. Pero resulta de la seria indagación histórica que ellos en aquellas circunstancias no ejercieron ni libremente (Liberio) ni convenientemente (Honorio) ni intencionalmente (Juan XXII) el ministerio petrino como maestros de la fe. El primero, porque estaba abatido por una notoria postración moral, el segundo por descuido, el tercero actuaba como doctor privado. Los Papas posteriores aclararon lo ocurrido y proclamaron la recta doctrina.

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    4. Pero lo expresado por Juan XXII ¿era o no era magisterio ordinario?

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    5. Estimado Felipe,
      a su pregunta, ya formulada por un lector anterior, y ya respondida, no puede menos que repetirle lo que ya he dicho, o pedirle que relea mis respuestas.
      En cualquier caso, considere que cuando el Papa ejerce su oficio de Maestro de la Fe, vale decir, ejerce su magisterio, y siempre lo ejerce ex cathedra Petri (porque ese es su oficio y por eso es Sucesor de Pedro, en la cátedra episcopal y universal que Pedro fue el primero en ocupar), puede también expresar alguna sentencia que no corresponda a su oficio de Maestro de la Fe, sino que lo hace sólo en cuanto opinión personal, o como doctor privado.
      Respecto al papa Juan XXII [1316-1334], es cierto que le fue lanzada en ese mismo siglo XIV la acusación de algunos teólogos de haber caído en la herejía en el campo de la escatología, pero se trataba de una opinión que el Papa había pronunciado como doctor privado.
      Ha habido no obstante algunos poquísimos casos de Romanos Pontífices que han sucumbido momentáneamente a amenazas; pero es evidente que tal acto suyo, extorsionado, ha sido ajeno a su responsabilidad personal, tanto es así que, después de recuperada su libertad, ellos mismos han anulado el acto inválido. El caso más difícil es precisamente quizás el de Juan XXII quien, en algunas de sus homilías, sostuvo que las almas de los difuntos poseen la visión beatífica sólo en el fin del mundo. Es cierto que no existía ningún dogma en este sentido; pero la materia de fe habría debido ser clara por la Tradición y la Escritura.
      Después Benedicto XII pensó en 1336 en definir dogmáticamente la visión beatífica como acto del alma inmediatamente después de la muerte. Con Juan XXII tenemos el caso de un apego indiscreto a la propia opinión, aún cuando el Papa se retractó en punto de muerte. Aquí, en cualquier caso, el carisma de Pedro sale indemne, porque el Papa se detuvo en el "videtur" y no quiso dar ninguna definición.
      Esto no quiere decir que el Papa no pueda tener opiniones personales sobre cuestiones teológicas discutidas o sobre doctrinas teológicas inciertas y que, por lo tanto, no pueda errar en este campo. Cuando, en cambio, como Maestro de la fe, trata en las más variadas circunstancias, niveles, formas o modalidades, de temas que atañen directa o indirectamente a la fe, es decir, las enseñanzas de Cristo, la divina Revelación o el Símbolo de la fe o dogmas ya definidos, el Papa no puede errar, o sea es infalible, porque si errara significaría que Cristo no mantiene sus promesas, que sería cosa blasfema solo con pensarlo.
      Por eso, otra cosa importante que hay que decir, es que entre la consistencia de la fe del obispo, aunque esté unido al Papa, y la del Papa, en cierto sentido existe un abismo, así como existe un abismo entre lo falible (la fe del obispo) y lo infalible (la fe del Papa), incluso si al Papa hoy más que nunca le gusta actuar colegialmente con los obispos y el colegio de obispos cum Petro y sub Petro. Pero el hecho es que el Papa es infalible "ex sese", por sí mismo, independientemente de los obispos, en cuanto es principio y garante de su infalibilidad. Y la historia lo demuestra.
      La actual crítica anti-católica, tanto modernista como indietrista, ha hecho que recientemente haya resurgido vivamente esa mencionada errónea tesis según la cual habrían existido Papas heréticos: Liberio [352-366] en el siglo IV, Honorio [625-638] en el siglo VII, Pascual II [1099-1118] en el siglo XII, Juan XXII [1316-1334] en el siglo XIV. Pero la apologética ha demostrado desde hace mucho tiempo que estas no han sido verdaderas herejías. Estos historiadores (por nombrar hoy a dos siempre muy ocupados en sonar sus trompetas en los medios: Piero Vassallo y Roberto de Mattei, cuyos errores lamentablemente ha repetido mons. Athanasius Schneider) vienen de hecho a llevar agua al molino de personajes no solo discutibles sino probadamente heréticos, muy diferentes entre sí, pero todos sustancialmente negadores de las prerrogativas de infalibilidad de la fe del Romano Pontífice, como por ejemplo Martín Lutero, Hans Küng y Marcel Lefebvre.

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  14. A otra de mis intervenciones, usted Padre Filemón afirmó: "Sé bien que a los pasadistas no les interesa la renovación sino la Tradición. El interés por interpretar las exigencias de la renovación conciliar es propio de todo buen católico, el cual en este punto se fía, al menos en línea de principio, en la interpretación dada por el Papa..."

    Mire, esta referencia mía, como la siguiente relativa a la "Misa tipo", no quería ser más que una provocación para señalar cómo, paradójicamente, el movimiento tradicionalista (aunque con las debidas distinciones y con todos sus límites) encarna en general mucho más las sanas instancias del último Concilio que lo que lo hace el hoy ubicuo laxismo progresista.

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    1. Estimado Franco,
      en mi rechazo a su nueva intervención prácticamente no necesito aportar argumentos.
      ¿No le parece ridículo sostener que el actual indietrismo o pasadismo pueda "encarnar en general mucho más las sanas instancias del último Concilio", cuando, por su misma definición, el indietrismo rechaza las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II que, de hecho, se expresan cultualmente en la Misa actual?
      Y por favor, no siga hablando de "tradicionalismo", porque como ya le he explicado, el único sano tradicionalismo católico es el que acepta las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II y el magisterio y la pastoral de los Papas del postconcilio hasta el Papa actual. Ya le expliqué que lo que usted llama tradicionalismo, en realidad es falso tradicionalismo, o sea, pasadismo o indietrismo, en definitiva, pseudo tradicionalismo anti-católico, porque, como ha dicho el papa Francisco, y es una obviedad, quien no acepta el Concilio Vaticano II no puede ser considerado católico.
      Lo que usted llama "laxismo progresista" existe, ciertamente, pero es el actual neo-modernismo, no el auténtico progresismo católico, que es el manifestado por el Concilio Vaticano II en su interpretación auténtica dada por los Pontífices del postconcilio. No confunda las nuevas doctrinas del Concilio con las falsas interpretaciones del Concilio dadas por los modernistas, incluyendo el actual buenismo o laxismo o misericordismo.

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  15. Padre Filemón, en cuanto a la observación que me hace en su n.12: "Si leemos atentamente la Sacrosanctum Concilium, notaremos que se expresan aquellas instancias, exigencias, directivas, que luego han llevado a la Misa novus ordo de 1970".

    Demasiados son los autores que en infinitas ocasiones han señalado la distancia abismal entre las indicaciones de Sacrosanctum Concilium -documento ciertamente no exento de compromisos y ambigüedades, hay que decirlo- y la posterior revolución litúrgica. Creo que sería suficiente para reconocerlo una lectura intelectualmente honesta de la constitución. Me limito a señalarle, entre las infinitas intervenciones, esta del estimado Guido Ferro Canale, muy ilustrativa también en lo que se refiere al tema de la participación activa de los fieles en el rito, mucho más realizada hoy en las misas tradicionales que en aquellas N.O.
    https://chiesaepostconcilio.blogspot.com/2021/09/partecipazione-pia-consapevole-e-attiva.html?m=1&utm_source=pocket_mylist

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    1. Estimado Franco,
      reitero mi afirmación de que en la Sacrosanctum Concilium se expresan aquellas instancias, exigencias y directivas que han llevado a la Misa novus ordo.
      Es cierto que ha habido "demasiados autores" que han sostenido lo contrario, pero todos ellos son representantes de la órbita indietrista, apegados al vetus ordo, vale decir, pasadistas filolefebvrianos.
      Por último, quisiera sugerirle que para cualquier próxima intervención suya, no añada enlaces a otros sitios webs, porque en tal caso sus intervenciones no serán publicadas. Salvo cuando yo mismo eventualmente le pidiera me indicara un determinado enlace web a partir de alguna información dada por usted, que yo necesitara cotejar.

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  16. Usted también me ha respondido: "...las monaguillas de iglesia no están previstas por las normas litúrgicas, y se trata de un abuso de algunos sacerdotes que quieren hacerse los originales. Diferente es el ministerio femenino de Lectora, instituido en toda regla por la Iglesia. [...] Si la Iglesia ha instituido el ministerio de la Lectora y no el de las monaguillas, quiere decir que el primero es una explicitación de la Tradición, mientras que el segundo es la invención de algún sacerdote en vena de originalidad. Llegará un día en que ya no se hablará más de monaguillas: pero las mujeres ministro (¡no sacerdotisas!) estarán hasta el fin del mundo. [...] El ministerio litúrgico de la Lectora no es un "servicio en el altar", el cual está reservado al sacerdote, sino un servicio en el ambón, que es el lugar de la liturgia de la Palabra, antes de la ofrenda del Sacrificio, que constituye lo esencial de la Misa. La liturgia de la Palabra no es todavía la Misa propiamente dicha, sino que es introductoria a la Misa".

    Estimado padre, le envidio por no estar super-aggiornado y al día de todas las locuras que se propagan desde Roma. ¡A menudo pienso lo bueno que sería vivir como un buen católico medieval, sin tener que tomar demasiado cuidado en ello! Ciertamente ganaría tiempo y salud mental.
    Por desgracia, me corresponde informarle que con el Motu proprio Spiritus Domini, el Papa Francisco ha pretendido extender a las mujeres el acceso no solo al ministerio del lectorado, sino también del acolitado, o sea del servicio en el altar, Desde siempre y sin excepción reservado a hombres como lo quiso ser Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. En fin, Francisco ha institucionalizado las monaguillas! Cosa aún más grave, si se parte de una visión de las órdenes menores no superficial y degradante como la de Ministeria Quaedam de Pablo VI.
    Me permito apenas señalarle que el papel que asigna al canto/lectura de la Escritura en el ámbito de la Sagrada Liturgia parece, a primera vista, excesivamente reductor. Alguien ha hablado de "reduccionismo neo-escolástico" en referencia a esta vivisección del rito global en sus componentes: muy pocos esenciales, otros serenamente descartables. Útil quizás desde el punto de vista descriptivo/teológico-sacramental, pero perjudicial desde el punto de vista de la ciencia litúrgica. Por desgracia, esta distorsión es alimentada por el fastidioso didactismo del leccionario postconciliar, que amontona páginas y páginas de la Sagrada Escritura, olvidando entre otras cosas la poderosa pedagogía de un leccionario cíclico anual: El efecto final es que la presencia de la Sagrada Escritura en la Misa N.O. se resuelve, en el mejor de los casos, en la inspiración para una lección de catecismo rebuscada en la homilía. Nada más lejos de la concepción tradicional (común a occidente y oriente) de la presencia de la Sagrada Escritura en el rito de la Misa, que sea parte integrante con función, si es lícito decirlo así, de sacramental.

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    1. Estimado Franco,
      para serle absolutamente franco, respecto al tema que usted aquí toca (y que de hecho pertenece al ámbito de la lex orandi eclesialis, de institución humana, mutable, contingente y transitoria), debo modificar mi parecer anterior, tras haber reflexionado un poco más profundamente sobre el asunto.
      Ante todo le agradezco que me haya recordado la información acerca del Motu proprio Spiritus Domini, con el cual el papa Francisco ha extendido a la mujer el acceso no solo al ministerio del lectorado, sino también del acolitado, o sea del servicio en el altar.
      Y debo decirle ahora que no tengo ninguna dificultad con ello. Al fin de cuentas, ¿no le es permitido desde hace tiempo a la mujer el ministerio extraordinario de la Eucaristía, vale decir, de la distribución de la Eucaristía, que tantas mujeres no sólo ejercen durante la liturgia de la Misa, sino también y sobre todo en la asistencia a los enfermos? Si la mujer puede acceder a tal servicio, y que tantas mujeres en el mundo prestan con tanto espíritu de sacrificio y de amor por los enfermos y los que sufren, ¿por qué motivo no se les podría acceder al servicio del altar en el acolitado, si ya pueden acceder a ser ministros extraordinarios de la Eucaristía?
      Por cuanto respecta a su rechazo pasadista al Novus Ordo Missae manifestado en su crítica al nuevo Leccionario, no hace falta que yo argumente nada, dada la ridiculez de lo que usted afirma. Es una obviedad para toda honesta inteligencia y es de sentido común, el hecho de que una de las mejoras del Novus Ordo Missae respecto a la modalidad abrogada del Misal Romano, es la mayor abundancia de los textos escriturísticos que se ofrecen a la meditación de la Asamblea celebrante.

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  17. Finalmente, le ha respondido al Sr. Arnaldo: "Nadie ha dicho que la Comunión en boca es cosa superada".

    Feliz de verle reconsiderar lo dicho, porque en realidad en su intervención contaba entre las tradiciones que, al parecer del Magisterio, se han revelado superadas, precisamente la Comunión en boca. Reconocerá que la comunión en la mano como se practica hoy -ha sido más correctamente definida "comunión digital" (tomar la santa partícula con los dedos más o menos como lo haría con una patata)- es algo que, además de no haberse visto nunca en toda la historia de la Iglesia y ser el principal imputado de la disolución de la piedad eucarística, habría hecho repugnar al mismo Martin Lutero.

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    1. Estimado Franco,
      reitero que no he dicho que la Comunión en boca sea cosa superada; se trata de una modalidad de Comunión Eucarística tan legítima como la Comunión en mano.
      Por cuanto respecta a su expresión, me parece ridícula y ofensiva: ¿por qué motivo para usted, si un fiel laico recibe en su mano el Cuerpo del Señor, lo hace "como lo haría con una patata"? ¿Entonces para usted también, el fiel sacerdote presidente de la Asamblea eucarística que toma en su mano el Cuerpo del Señor, lo hace también "como lo haría con una patata"?...

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