martes, 24 de junio de 2025

La tentación del pasadismo

El pasadismo es actualmente una de las tentaciones con las que Satanás hoy atrae a los fieles cristianos, y el modernismo es la tentación de sentido opuesto. De quienes sucumben a estas tentaciones nacen las dos corrientes extremistas (particularmente el filo-lefebvrismo y el rahnerismo) que hoy se ubican como obstáculos en las orillas o márgenes del caudal central del curso de la Iglesia, que está constituido por los católicos a secas, simples y normales, que viven su fe en nuestro Señor Jesucristo y en la Iglesia tal como Cristo la ha constituido, tratando de hacer viva la sinodalidad a la que últimamente se nos invita a practicar de modo más profundo y en perfecta obediencia a nuestros Pastores. [En la imagen: fragmento de "Cardenal Robert Sarah", óleo sobre lienzo, de 2019, obra de Raúl Berzosa, regalo al cardenal Robert Sarah por su cincuenta aniversario de ordenación presbiteral y cuarenta de consagración episcopal].

Respuestas a un lector
   
----------Un habitual lector de este blog, Sergio Villaflores, residente en la ciudad de Valencia, España, me ha dejado días atrás en el foro de comentarios de este blog (aquí) una serie de textos relativos a una conferencia reciente del cardenal Robert Sarah. El amigo lector ha seleccionado una serie de pasajes de la mencionada exposición que le han preocupado de modo especial, y me ha pedido que los comente o cuanto menos que le transmita alguna opinión de mi parte. Lo hago con gusto, aunque brevemente, y como es habitual, publico los mensajes del lector en letra cursiva y a continuación mis correspondientes respuestas.
----------1. "Estimado padre Filemón: Puesto que en esta ocasión usted nos ha querido iluminar acerca de la Santísima Eucaristía, me animo a proponerle el debate acerca de algunas expresiones recientes del Cardenal Robert Sarah sobre la actual cuestión litúrgica y la que se ha dado en llamar 'guerra litúrgica'. La conferencia del card. Sarah ocurrió en la ciudad italiana de Rovereto, el pasado 24 de mayo. Su desarrollo completo se puede encontrar en Youtube, en el siguiente enlace.
----------Yo sé que usted no está siempre inclinado a tratar estos temas litúrgicos, que no son de su especialidad, más dedicado usted a la teología dogmática, pero confío en que al transcribirle los pasajes que me parecen más importantes, o mejor dicho, pasajes en los que yo personalmente encuentro dudas acerca de lo afirmado por Sarah, confío en someterlos a su juicio, siempre prudente y sensato, para que me brinde su opinión.
----------En la conferencia, el cardenal Sarah trata también otros temas, de modo que incluyo también algunos de esos pasajes, que también me producen preocupación, porque no me parece que las expresiones del card. Sarah reflejen siempre la doctrina de la Iglesia, vale decir, la doctrina de la Iglesia en su estado actual. Sé que usted entiende el italiano, pero me he animado a transcribir al español los pasajes que me interesan. A continuación los transcribo."
----------Respondo: Estimado Sergio: le agradezco por la información, que desconocía. Usted ha hecho bien en señalarme los pasajes de la conferencia del cardenal Sarah que le interesan o le preocupan en particular; los tendré en cuenta y le iré dando mi parecer, o bien algún breve comentario. Sin embargo, he querido escuchar el desarrollo completo de la exposición del ex prefecto del Dicasterio para la Liturgia, a fin de tener conocimiento del contexto de las puntuales expresiones del Cardenal. La transcripción que usted ha hecho al español de los pasajes que a usted le interesan, es buena y refleja bien el modo de decir del Cardenal, y la considero una versión fiel a la lengua italiana, de la cual Sarah no ha manifestado lamentablemente tener suficiente dominio. Esto es necesario tenerlo en cuenta a fin de ser más bien benevolentes con algunas expresiones demasiado rudas del Cardenal, que quizás no ha sabido expresar de modo totalmente fiel en una lengua que no es la suya, los conceptos que ha querido transmitir. Seamos, entonces benevolentes. 
----------2"El primer pasaje de la conferencia del cardenal Sarah que me interesa es el siguiente: “Mi certeza de hombre, de cristiano, de sacerdote, de sucesor de los apóstoles, es consecuencia y expresión de lo que en la vida he experimentado y que la Iglesia en su santidad siempre ha afirmado, y es que Cristo es la única ruta: ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida’. Cristo es el único salvador. La Sagrada Escritura y la Santa Tradición nos recuerdan que nadie más nos salva. No hay otro nombre dado a los hombres bajo el cielo en el que se establezca que podamos ser salvos. No podemos decir que todas las religiones llevan a Dios. No es posible. Contradice a Cristo. Es el único salvador. Es la única ruta que lleva a Dios. […] ‘Dios ha amado de tal manera al mundo como para darle a su único Hijo para que quien crea en Él tenga la vida eterna’. […] Sabemos que nuestra ayuda está en el nombre del Señor. La entera tradición de la Iglesia enseña que Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, es el único salvador del hombre y que en nadie más hay salvación. ¿Quién, fuera de los confines visibles del cristianismo, llega a la salvación? Siempre y sólo por el mérito de Cristo en la cruz. Y no sin una mediación de la Iglesia. La Iglesia es necesaria para la salvación. Si decimos que no hay salvación sin la Iglesia, no hay salvación sin Cristo, porque la Iglesia es la continuación de Cristo”."
----------Respondo: Estimado Sergio, antes de empezar a comentar cada uno de los pasajes en concreto de la conferencia del cardenal Sarah, que usted me ha sugerido, debo decir con franqueza que me ha sorprendido la escasa o más bien inexistente línea discursiva y falta de orden expositivo, a decir verdad dando la impresión de ser una charla improvisada o apenas apuntada previamente. Y esta sorpresa es mayor porque, en definitiva, la exposición consistía en un avance introductorio al último de sus libros publicados, lo que en teoría convertiría en más fácil el discurso, tan sólo con recorrer el índice de capítulos del libro.
----------Por cuanto respecta a este pasaje en concreto, ¿cómo no estar en pleno acuerdo con las afirmaciones del cardenal Sarah acerca del puesto de nuestro Señor Jesucristo como único Redentor del género humano? Sin embargo, sabemos bien que esta verdad, acerca de Cristo único Salvador del género humano, no se contradice con la verdad de que las demás religiones sean también, de modo participado, caminos hacia Dios, en cuanto contienen valores y verdades, gérmenes de salvación, que brotan de Cristo y hacia Cristo tienden.
----------Por lo cual, lo menos que puede decirse es que la presentación que Sarah ha hecho del núcleo de la verdad soteriológica cristiana, es parcial. Y aún más, su frase: "No podemos decir que todas las religiones llevan a Dios. No es posible. Contradice a Cristo", si se la toma fuera de contexto, debe ser rechazada en cuanto falsa. ¿Acaso Sarah niega la doctrina católica al respecto, que remonta a los Santos Padres, y que ha sido ulteriormente esclarecida por el Concilio Vaticano II? Personalmente no me inclino a pensarlo; aunque en estos tiempos en que los errores filo-lefebvrianos han penetrado todos los sectores de la Iglesia al igual que los errores modernistas, incluso en el colegio cardenalicio, no me sorprendería.
----------3. "Inmediatamente, el Card. Sarah sigue diciendo: “La encíclica Redemptor Hominis de marzo de 1978 del Papa San Juan Pablo II y la Declaración Dominus Iesus del año jubilar 2000, son dos documentos fundamentales del Magisterio de la Iglesia sobre este tema. El primero es el documento con el que ha abierto San Juan Pablo II su propio pontificado, […] casi el programa de su pontificado, y reasumiendo cuánto la Iglesia misma ha madurado en el curso de los siglos como consciencia de sí misma y del propio objetivo. El otro documento es emanado de su congregación para la doctrina de la fe presidida por el card. Ratzinger con la especial aprobación siempre de San Juan Pablo II. Es un documento que representa el fundamento del diálogo ecuménico en la verdad, porque sin la verdad no puede haber un diálogo [...]".
----------Respondo: Dos observaciones acerca de este pasaje. En primer lugar, los dos documentos citados por el cardenal Sarah, la encíclica Redemptor Hominis del papa san Juan Pablo II, y la declaración Dominus Iesus, leídas íntegramente y comprendidas en sentido católico, le darían a Sarah los elementos para corregir sus puntos de vista tan parciales afirmados en el pasaje de su conferencia antes comentado.
----------En segundo lugar, por cuanto respecta a su frase acerca del diálogo ecuménico, "sin la verdad no puede haber diálogo", debe decirse que, en sentido general, todo diálogo supone, al menos en uno de los interlocutores, la no posesión de la verdad o, en los dos interlocutores, la no posesión de certeza sobre algún punto debatido. Precisamente, el diálogo o dialéctica aristotélico-tomista es un paso previo a la ciencia, o sea, a la certeza sobre la verdad, por lo cual se mantiene siempre en el ámbito de la opinión. Y por cuanto respecta al diálogo ecuménico e interreligioso, implica partir de verdades comunes, aunque sean mínimas o escasas o basilares, para terminar, tras un gradual itinerario, en la proposición de la verdad cristiano-católica.
----------4"Todas las religiones son un intento humano de alcanzar el misterio, un intento humano de palpitar algo de Dios y con Dios. En cuanto a intento, puede ser bueno. De hecho, la razón humana puede llegar a algunas verdades universales, no sin el ayuda del Espíritu Santo. El hecho de que también en otras tradiciones culturales pueda existir verdad y bien, no puede sino alegrarnos, porque se convierte en ocasión de diálogo y de posible camino común. Pero el cristianismo es otra cosa totalmente distinta. El cristianismo no es un intento humano de llegar a Dios, sino el anuncio cargado de estupor, de gratitud, del hecho histórico de que Dios ha llegado al hombre en Cristo Jesús, Dios hecho hombre. […] El cristianismo es diferente, no es un intento humano, sino Dios que llega al hombre.
----------No queremos ser traidores de nuestros hermanos hombres. Queremos, en cambio, compartir con ellos nuestra esperanza. Queremos que accedan a la salvación, por lo que se ha dado a conocer de la revelación, […] Queremos fundar nuestra certeza en la recta doctrina, es decir, en la completa y orgánica enseñanza de lo que Jesús ha transmitido con signos y palabras, y que a su vez sus apóstoles han transmitido como verdad aprendida directamente de Él y como tesoro de la primera Iglesia que nació alrededor de Él. No se nos permite considerar falso o incompleto lo que nos ha sido enseñado. El Espíritu nos ilumina enormemente, sobre todo a través de esas mismas palabras que tantos de nuestros hermanos han escuchado antes de nosotros, durante muchos siglos. Nosotros somos herederos de los apóstoles, de la Iglesia, de los santos. No podemos cambiar nada, no podemos inventar nada. No es necesario que inventemos nada. No hay evolución de la doctrina.
----------Así como un niño en el vientre de su madre crece y se desarrolla, nace, vive de niño, y luego llega a la plenitud de la edad adulta, así la doctrina se desarrolla hasta el encuentro con el Señor de la Historia y del Cosmos. No se puede y no se debe renegar nada de lo que ha sido enseñado, sino recoger lo que hemos recibido y llevar a los hombres según la necesidad de los tiempos, la buena novedad, la buena noticia, que nunca cambia. El desarrollo debe ser un desarrollo orgánico, por lo que es siempre necesario que se profundice la verdad revelada con la ayuda del Espíritu Santo.
----------El desarrollo, en tal sentido, es siempre el desarrollo de algo que existe, que debe sólo ser manifestado completamente. No puede en absoluto jamás ser una inserción de algo extraño y totalmente nuevo. Como en el simple ejemplo que he hecho, podríamos decir que un hombre se desarrolla creciendo en su cuerpo, pero nunca crece un tercer brazo o una segunda nariz. El desarrollo debe siempre ser orgánico, ordenado, unitario. Por esto podemos, con justo orgullo, reafirmar lo que la Escritura y la Tradición de la Iglesia siempre nos recuerdan: Nadie más que Cristo nos ha salvado. No hay, de hecho, otro nombre dado a los hombres bajo el cielo en el que se haya establecido que podamos ser salvados. […] Creemos con fuerza que hay sólo un camino, el camino del cristianismo. ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie llega al Padre sino por mí’, dijo Jesucristo”.
----------Respondo: Estimado Sergio, no puedo no estar sino sustancialmente de acuerdo con todo este discurso del cardenal Sarah. Sin embargo, conservo mis dudas acerca de si el ex prefecto del Dicasterio del Culto tiene bien claro cuál es el oficio del Magisterio de la Iglesia, y en particular del Papa, respecto a ese "tesoro" heredado de Cristo y de los Apóstoles, dada su insistencia en el aspecto de "conservación", y su escasa o nula explicitación de su aspecto de "profundización", sobre todo cuando Sarah nos sorprende con afirmaciones como aquella de "No hay evolución de la doctrina". Quiero pensar que el cardenal Sarah es un sano tradicionalista, pero un sano tradicionalista no es un pasadista. De modo que mis dudas existen.
----------Por cuanto respecta a la doctrina, de ningún Papa tengo dudas que esto lo tenga en claro más que cualquier católico miembro del Pueblo de Dios. Recordemos lo que el papa León dijo en su primera Misa como Papa ante todos los cardenales electores: "Dios, de forma particular, al llamarme a través del voto de ustedes a suceder al primero de los Apóstoles, me confía este tesoro a mí, para que, con su ayuda, sea su fiel administrador en favor de todo el Cuerpo místico de la Iglesia". ¿A qué tesoro se refiere? Lo había dicho antes: "el patrimonio que desde hace dos mil años la Iglesia, a través de la sucesión apostólica, custodia, profundiza y trasmite" (Homilía del 9 de mayo de 2025). Vale decir, un tesoro que el Papa y todos los Obispos en comunión con él no sólo custodia (conservación), sino que a la vez profundiza (progreso), y que de este modo es transmitido: fielmente custodiado y progresivamente profundizado.
----------5. "E inmediatamente, el cardenal Sarah pasó al tema litúrgico: “La Eucaristía es el sacramento más vital, es la vida de nuestra vida, el don más precioso que hemos heredado. Una herencia se conserva, no puede ser disipada. En la historia de la liturgia hay crecimiento y progreso, pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sacro, también para nosotros es sacro y grande. No puede ser prohibido, o incluso juzgado dañoso.
----------Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe, en la oración, en la Iglesia, y darles un lugar justo. Por eso, también el hecho de proyectar cancelar definitivamente la Misa tradicional tridentina, es decir, un rito que nace de San Gregorio Magno, una liturgia que tiene 1.600 años, una Misa que ha producido tantos santos, y que ha sido celebrada por tantos santos, como el Padre Pío, san Felipe Neri, san Juan Maria Vianney, san Francisco de Sales, san José María Escriva, y retrotrae al Papa Gregorio Magno, del 590, y hasta el Papa Dámaso, del 366... Este proyecto de cancelar esta Misa, si es realmente un verdadero proyecto, me parece un insulto a la historia de la Iglesia y a la Sagrada Tradición, un proyecto diabólico que quiere romper con la Iglesia de Cristo, la Iglesia de los apóstoles y de los santos.
----------El Papa Benedicto XVI nos hace recordar que el Concilio Vaticano I no ha definido al Papa como un monarca absoluto, sino, al contrario, como aquel que garantiza la obediencia a la palabra transmitida. Su autoridad está ligada a la tradición de la fe. Esto también vale en el ámbito de la liturgia. El Papa es también solo un servidor de su justo desarrollo y de su permanente integridad e identidad. La autoridad del Papa no es ilimitada. Está al servicio de la sagrada tradición. Aún menos se puede conciliar una genérica libertad que se transforme en un cambio litúrgico arbitrario. Debemos vivir intensamente cada momento de nuestra vida litúrgica. Intensamente no quiere decir frenéticamente. [...]"
----------Respondo: Está muy claro que en este texto del cardenal Sarah se revela su pasadismo. No tengo personalmente dudas de que en la mente del Cardenal existe la convicción de que él se está expresando como tradicionalista y no como "indietrista", como decía el papa Francisco, pero en realidad se equivoca, pues en su discurso hay evidentes señales de que confunde tradicionalismo con pasadismo, vale decir, con apego al pasado y a costumbres que ya han sido superadas y deben descartarse. De hecho, salta a la vista que confunde la Sagrada Tradición, es decir, la Tradición en cuanto fuente de la divina Revelación, que es precisamente aquella única Tradición que el Romano Pontífice y la Iglesia conserva, con tradiciones eclesiales, las cuales, por más antiguas que pudieran ser, seculares o milenarias, son tradiciones contingentes, mutables, que pueden constituir hoy usos y costumbres ya superados o inútiles u obsoletos.
----------Sarah, que no se priva de citar en repetidas ocasiones al Concilio Vaticano II, debería tomar nota de un simple dato que apela a su buen sentido común, que en este tema brilla por su ausencia. ¿Recuerda Sarah que han sido más de dos mil Padres conciliares, que casi en plenísima unanimidad, junto a los Santos Pontífices Juan XXIII y Paulo VI, han querido realizar una reforma integral del Rito Romano en su modalidad existente hasta los años sesenta? ¿Se da cuenta Sarah o no se da cuenta de que el motivo por el cual los Papas y el Concilio han querido esta reforma litúrgica integral, ha sido la existencia de errores pastorales y carencias de la vieja modalidad del rito romano, que debía ser corregida para adecuarse a los hombres de nuestro tiempo? ¿Cómo pueden coexistir ambas modalidades, la precedente y la que llegó para corregirla?
----------6. "Básicamente, Padre Filemón, esos son los pasajes de la conferencia de Sarah, que me han causado no sólo dudas acerca de su enseñanza, sino también preocupación, porque algunas de sus afirmaciones me parecen contrarias a la doctrina de la Iglesia.
----------Posteriormente, algunos asistentes le hicieron preguntas. Me interesa su opinión, padre Filemón, sobre algunas respuestas del cardenal.
----------Uno de los asistentes le preguntó al cardenal Sarah si no pensaba que el problema de la liturgia es uno de los principales, o el principal, actualmente en la Iglesia. En particular se le preguntó al Card. acerca del aspecto de sacralidad, si es que no se ha olvidado en la liturgia actual. No hace falta decir que quien hacía estas preguntas se manifestó explícitamente como un fiel seguidor de lo que llamó la “liturgia tradicional”, es decir, la Misa vetus ordo.
----------Transcribo a continuación algunos pasajes de la extensa respuesta del cardenal Sarah: “Cuando falta el estupor, la sacralidad, entonces la liturgia es horizontal, no nos hace subir hacia Dios. Pero la liturgia es llevarnos hacia Dios. Y cuando estamos frente a Dios, se produce el estupor, la sacralidad, el respeto, la belleza. Es decir, la liturgia terrena es como una copia de la liturgia celestial. Debemos hacer lo que sucede en el cielo. No es una cosa banal, no es una reunión social, no es una convivencia, sino un sacrificio. Es memoria de la muerte de Cristo. ‘Haced esto en memoria mía’. Si no entendemos qué es lo que celebramos, entonces es una fiesta, una diversión. [...] Es Cristo que muere por mí, por mis pecados, entonces tengo que celebrar este evento con estupor. Y Cristo muere por mi pecado, pero ya no sabemos qué es el pecado. El pecado ya no existe más. Por lo tanto, no estamos asombrados de que Cristo muera por mí. Pero sí estoy seguro de que soy un pecador, y Dios muere cada día por mí […]. Cuando el sacerdote dice ‘este es mi cuerpo, esta es mi sangre’, muere con Cristo. Y morimos nosotros mismos con Cristo. Pero hemos transformado la fe en una fiesta. Pero es la muerte de Cristo que celebramos. Y esto cambia la vida. Saber que Cristo muere por mí, cambia la vida. […] Efectivamente, la palabra de Dios, la Eucaristía, debe ser celebrada con sacralidad.”
----------Respondo: Una vez más no puedo menos que estar sustancialmente de acuerdo con lo que dice el Cardenal. Sin embargo, lo preocupante es lo que no dice. Vale decir, una vez más, su exposición acerca de la esencia de la Misa es parcial, esto es, se plantea en clave pasadista.
----------¿Cómo no estar de acuerdo en que la Santa Misa es memoria o memorial del sacrificio de nuestro Señor Jesucristo en la cruz, reactualizado de modo incruento sobre el altar? Sin embargo, eso no lo dice todo, y para expresarlo todo, Sarah debería remitirse al Concilio Vaticano II o, mejor aún, debería remitirse a lo afirmado por santo Tomás de Aquino, Doctor Común de la Iglesia, en la Summa Theologiae, que expone muy claramente que si bien Cristo nos ha obtenido la remisión de los pecados por su pasión y muerte en la cruz, sin embargo, Cristo Sumo Sacerdote que celebra la Misa en cada ministro actuando in persona Christi, es el Cristo que ya no sufre más, que ya no muere más, que ya no se sacrifica más, que ha ascendido a los cielos y que reina junto al Padre, enviándonos su Espíritu, el Espíritu Santo que nos atrae hacia el cielo, y nos hace pregustar en cada Misa un anticipio del que será el Banquete eterno en el paraíso del cielo.
----------Sabemos muy bien (y Sarah también debería saberlo) que el Concilio Vaticano II ha querido que estas verdades dogmáticas sean más y mejor puestas de manifiesto en la nueva modalidad del Rito Romano, que en su versión anterior había quedado atado a la apologética contra-reformista luterana, polemizando contra los errores de Lutero, y por eso subrayando particularmente el aspecto sacrificial de la Misa, el cual, por supuesto, no ha desaparecido ni podía desaparecer, en el Novus Ordo Missae.
----------Por cuanto respecta a la sacralidad de la modalidad del Rito, es algo que queda de algún modo más fácilmente manifiesto en el vetus ordo y, por eso mismo es un aspecto que el estudio y la reflexión teológico-pastoral acerca de las modalidades precedentes del Rito Romano podría ayudar a imbuir de similar sacralidad las ceremonias inherentes al Novus Ordo Missae. Ahora bien, habiendo dicho eso, también hay que decir que no hay ninguna razón para negar al Novus Ordo, en cuanto lex orandi eclesial, tal sacralidad, derivada del hecho de que en sus ritos late también, como latía en el vetus ordo, la misma lex orandi de divina institución. Lo que hace falta, entonces, es una mayor preocupación vigilante por parte de los Obispos para que el modo de celebrar el Novus Ordo Missae, alejado de los abusos y manipulaciones falsamente "creativas" que han sido frecuentes por décadas, manifieste esa sacralidad que el Rito esencialmente posee.
----------7. "Otra persona del público le preguntó: “Me gustaría preguntarle, en el contexto eclesial actual, ¿cómo podrían coincidir, de modo digamos concreto, pragmático, la liturgia así llamada tradicional y la liturgia actual? ¿De qué modo, en su opinión, podrían tener una coexistencia armónica? Quiero decir, en un contexto en el que ahora el 80 o 90 por ciento de los fieles reciben la comunión en sus manos, algo que a mí me parece abominable y sin embargo en la liturgia actual es vivido como algo normal. ¿Pueden coincidir? [...] Y la segunda pregunta: me gustaría pedirle una opinión personal sobre lo que alguien ha llamado el quinto dogma mariano, el dogma de la corredención de María, y de la corredención de toda la Iglesia. Quisiera conocer su opinión sobre esta dimensión mariológica del futuro mariológico de la Iglesia”.
----------El cardenal Sarah le respondió: “La Santa Misa es hoy un lugar de batalla, de confrontación; pero el papa Benedicto XVI quería que estas dos formas de la Misa coexistieran pacíficamente; y había proyectado un enriquecimiento entre la antigua Misa y la nueva, porque, por ejemplo, la nueva es rica en lecturas, podemos conocer más la Biblia celebrando el novus ordo porque hay muchas más lecturas que en el vetus ordo. También hay nuevos santos, y por eso debemos actualizar el calendario litúrgico para enriquecer la antigua Misa, que no tiene nuevos santos, y no tiene la riqueza de la Palabra de Dios que tiene la nueva. Yo he emprendido este trabajo de enriquecimiento entre el antiguo y el nuevo ordo; pero mi trabajo no se ha publicado. Podemos continuar, con discreción, haciendo este mismo trabajo.
----------Pero el papa Benedicto estaba preocupado por la armonía de estas dos formas de la Misa. De todos modos creo que existen otros ritos: existe el rito ambrosiano, existe el rito de Toledo, un rito mozárabe, también en la Iglesia oriental hay muchos ritos. ¿Por qué no podemos tener un rito con dos formas? Pero me parece triste que nos batallemos por esto, que nos opongamos.
----------Se trata de un sacramento que debería unirnos, se trata de comunión; y celebramos la Misa sin la fe. Preguntémonos, ¿cómo celebramos la Santa Misa? Debemos celebrarla con la fe de que la necesitamos para ser salvados, para que la Santa Misa nos salve. Ella debe crear la comunión, la unidad. Cuando Nuestro Señor la ha hecho, oró por la unidad: como el Padres y Él son uno nosotros somos uno en Cristo. Esta es la voluntad del Señor, la unidad.”
----------Respondo: Estimado Sergio: la pregunta de esa persona del público es realmente interesante, y de hecho sumamente actual, porque considero que, respecto al actual problema con los pasadistas filo-lefebvrianos apegados a la vieja liturgia, es uno de los intringulis que deberá resolver el papa León XIV, si está en su voluntad resolverlo (como considero que debería estarlo). Claro que aquí entramos en el campo de lo meramente opinable, donde no rige la infalibilidad papal, que sí vige en lo doctrinal, pero nadie se encuentra en mejores condiciones que el Papa para resolver este problema, pues aunque no siendo él infalible en estas cuestiones gubernativo-pastorales-disciplinares, sin embargo goza en este ámbito de una especial gracia de estado, que le ayuda a actuar con prudencia y justicia. Ahora bien, ¿qué debe hacer entonces el Papa?
----------Sobre ello no tengo una opinión formada, y, a decir verdad, no me lo he planteado en total profundidad (lo pastoral y litúrgico no es ámbito de mi competencia), aunque sí que he reflexionado seriamente sobre el tema, pero sin ánimo de hacer teoría acerca de alguna solución práctica. De todos modos, considero que veo con claridad las dos rutas por las cuales me parece que León no debería repetir anteriores errores.
----------Por un lado debería evitar hacer lo que hizo Benedicto XVI dejándose influir por los pasadistas que tenía en el dicasterio del culto y sobre todo en la Comisión Ecclesia Dei, o sea, no se debería volver a dar plena libertad a cualquier sacerdote para celebrar en el rito abrogado. Como ya he explicado en mi blog repetidamente, esta decisión es de suma imprudencia pastoral, así como sufre de serias objeciones teológicas, que tienen que ver con el progreso doctrinal realizado por la Iglesia desde hace cinco siglos hasta la actualidad, lo cual impide volver a utilizar una modalidad del rito romano demasiado atada a viejas posturas teológicas y doctrinales que hoy han sido profundizadas y esclarecidas y que nos obligan a distintas actitudes pastorales.
----------Pero por otro lado, debería evitarse la excesiva severidad con la que el papa Francisco (influido por modernistas) actuó frente a los pasadistas. Se debería ser más tolerante con ellos, sabiéndolos esperar con paciencia, educándolos en el recto entendimiento de lo que la Iglesia hoy ha comprendido acerca del culto. Por supuesto, debe tenerse sumamente en cuenta lo que advirtió no sólo el papa Francisco sino también todo el Colegio Episcopal: que el permiso dado a algunos para celebrar en ciertas y determinadas ocasiones el vetus ordo no debe ser instrumentalizado para atacar el Novus Ordo Missae, el Magisterio del Concilio Vaticano II y el Magisterio pontificio postconciliar. Frente a estas desviaciones (sospechosas de herejías) debe actuarse con sumo rigor, incluso con las más severas medidas disciplinarias, a clero y laicado. Pero, repito, se debería actuar con mayor misericordia que la que demostró en este ámbito el papa Francisco.
----------Por cuanto respecta a la respuesta dada por el cardenal Sarah, considero que no hace más que revelarnos una vez más su cerrado pasadismo, incapaz de comprender el Concilio Vaticano II en su letra y en su recto sentido, aunque Sarah no deje de declarar de labios para fuera que se debe seguir al Concilio, pero lo único que hace Sarah es repetir que lo sigue, pero hace todo lo contrario.
----------Si bien es cierto lo que dice Sarah acerca de que es un escándalo que hoy la Misa se haya convertido en un lugar de batalla, Sarah parece haber olvidado que tal batalla ha nacido del rechazo u oposición de los pasadistas a las directrices litúrgicas del Concilio Vaticano II y de los Papas del postconcilio. Es cierto que frente a esa revolución emprendida por Lefebvre y todos los pasadistas, ha habido católicos que han actuado con falta de misericordia y excesiva severidad; sin embargo, Sarah no debe entender que la Jerarquía ha querido la guerra cuando ha buscado sólo que se respeten las directrices litúrgicas: la guerra ha sido querida por los pasadistas que no obedecen las directrices del Papa y de los Obispos.
----------Por otra parte, Sarah no menciona en absoluto lo que sus hermanos Obispos de todo el mundo han advertido y puesto de manifiesto en sus respuestas a la encuesta que precedió a Traditionis custodes. Sarah nada dice del vetus ordo usado como bandera anti-Nueva Misa, anti Concilio Vaticano II, y anti Magisterio pontificio postconciliar. ¿Por qué motivo Sarah no menciona nada de esto? Él debería mencionarlo si desea que no pensemos que él es tan pasadista como los pasadistas que atacan el Concilio y el Magisterio actual.
----------Por cuanto respecta a los argumentos dados por Sarah para justificar la coexistencia de dos modalidades del único Rito romano, son sumamente débiles, y ya he respondido a todos ellos (incluso criticando con respeto afirmaciones pastorales del papa Benedicto). No repetiré aquí lo dicho. De todos modos, si algún lector precisa que aclare al respecto algo en particular, espero preguntas concretas, y lo haré con sumo gusto.
----------8. "Y le siguió diciendo el cardenal Sarah a la misma persona que había preguntado: “De modo que ese era el trabajo que deseaba el papa Benedicto, un enriquecimiento mutuo de ambas formas de la Misa. Podemos tomar los meses del Año litúrgico, enriquecer el calendario, las lecturas, el silencio, porque en el nuevo rito no hay silencio. Es importante recuperar el silencio. El deseo del papa Benedicto era éste: enriquecer estas dos formas, la una y la otra, recíprocamente. Por ejemplo, enriquecer el antiguo rito con nuevas lecturas, enriquecer el antiguo calendario con los nuevos santos, y también con una participación más activa del pueblo de Dios. Esto es lo que debe buscarse. Pero la participación no es hacer algo, sino que se puede estar en silencio y comunicarse con el sacerdote que celebra, pues el sacerdote celebra por nosotros y con nosotros, podemos comunicarnos con él silenciosamente, participando en su sacrificio. Esto es lo que yo pienso.
----------Pero debemos encontrar la paz litúrgica, porque no sé cuál es el padre que está feliz cuando ve a sus hijos batallando. Dios no está feliz de esto.
----------Respecto a su segunda pregunta, el papa Juan Pablo II ha dicho mucho sobre la corredención de María, pero no ha avanzado, dejando a sus sucesores llegar a este dogma. A la primera a quien Dios ha pedido la cooperación para la salvación del mundo es María; le pide a una mujer que sea la madre de Dios, ¡algo impensable, impensable! Pero Dios ha dicho: ¿Quieres ser la madre de mi hijo? Y ella ha dicho nada: Soy la sierva de Dios, que te haga lo que dices. Luego ha llevado a este hijo en su seno, y lo ha acompañado después en su itinerario por esta tierra. Por eso María puede ser llamada corredentora, pero se debe aclarar lo que eso significa. Corredención quiere decir que María ha dado su contribución, su participación, en la salvación del mundo, y continúa ahora su obra, viniendo a Lourdes, a Fátima, a Medjugorje, y continúa así su obra salvadora [...] Me parece que este tema de la corredención de María exige un estudio que debe continuarse, que debe profundizarse, con lo cual es necesario aclarar lo que significa la corredención de María.”
----------Respondo: Estimado Sergio: por cuanto respecta al enriquecimiento que puede recibir el Novus Ordo Missae derivado de un estudio de las distintas formas históricas asumidas en los siglos por el vetus ordo, Sarah tiene toda la razón. En tal sentido, deben tenerse en cuenta las orientaciones espirituales y pastorales señaladas por el papa Francisco en su excelente Carta Desiderio desideravi, la cual, en definitiva, no hace otra cosa que retomar la sabiduría cultual lograda por la Iglesia a través de los siglos, que debe ser vivida también en el modo de celebrar y participar en la celebración del Novus Ordo Missae como única lex orandi actual para la Iglesia.
----------Por cuanto respecta a la doctrina de María co-redentora, estoy substancialmente de acuerdo con lo expresado por el cardenal Robert Sarah, que en nada se opone a lo enseñado por el papa Francisco al respecto, quien, sin embargo, ha subrayado el carácter de nuestro Señor Jesucristo como único Redentor del género humano. Al respecto lo mejor que puedo hacer, estimado Sergio, es sugerirle a usted relea los artículos que en su momento he escrito sobre este tema en el blog.
   
El pasadismo es una de las tentaciones de Satanás
   
----------No quiero concluir mis respuestas al lector, sin recordar, como trasfondo doctrinal de todo lo que acabo de decir, que el pasadismo, de modo similar al modernismo, es actualmente una de las tentaciones con las que Satanás atrae a los fieles a crear divisiones en la Iglesia.
----------Nuestro Señor Jesucristo se refirió al tentador con distintos nombres, dependiendo del contexto y el momento. He aquí algunos ejemplos significativos: lo llamó "Satanás" cuando Pedro intenta disuadirlo del camino del sufrimiento, Jesús le dice: "¡Apártate de mí, Satanás!" (Mt 16,23; Mc 8,33), no porque Pedro fuera el Diablo, sino porque su actitud reflejaba una tentación contraria al designio de Dios. Lo llamó también "el príncipe de este mundo", en el Evangelio de Juan (12,31; 14,30; 16,11), Jesús llama así al tentador, indicando su dominio ilusorio sobre las estructuras de poder mundanas que se oponen a la verdad divina.
----------Lo llamó también "el maligno": en la parábola del sembrador (Mt 13,19), el que arrebata la Palabra sembrada en el corazón es llamado así. Lo llamó "el padre de la mentira" y "homicida desde el principio": en el duro discurso de Juan 8,44, Jesús dice que los que no escuchan la verdad están en sintonía con el Diablo, "padre de la mentira".
----------Estos nombres, ciertamente, no son meros títulos; por el contrario, revelan la función y el modo de actuar del tentador en relación con la misión salvífica de Cristo y de su Iglesia. Precisamente respect a la Iglesia como comunidad instituida por Jesus de sus discípulos, el tentador se manifiesta como el que divide, el que crea divisiones. Esta es una idea que aparece de modo implícito en las palabras de Jesús, y ha sido ampliamente desarrollada por la tradición patrística y teológica. Aunque no encontramos una frase exacta como "el que crea divisiones", no hay en absoluto ninguna duda que nuestro Señor Jesucristo se refiere al Diablo como quien dispersa, divide y siembra cizaña en su Iglesia.
----------Al respecto, un ejemplo clave es la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13,24-30.36-43), donde se dice que el enemigo que sembró la cizaña "es el Diablo". La cizaña en medio del trigo provoca confusión, escándalo y división en la comunidad de creyentes. Además, en Juan 10,10 Jesús dice: "El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir", en contraposición a Él mismo, que ha venido para dar vida y vida en abundancia. Ese "ladrón" ha sido entendido también como figura del Diablo, que destruye la unidad entre Dios y los hombres. Los Padres de la Iglesia, como san Agustín, abundan en esta visión: el diablo es diábolos, el que lanza acusaciones y rompe vínculos. Su acción es la de des-unir, en contraste con el Espíritu Santo, que es vínculo de unidad.

47 comentarios:

  1. Varias veces me he preguntado por los motivos que ha tenido el papa Francisco para mantener al cardenal Sarah como prefecto del dicasterio para el culto, aún ya vencido su período y superados los setenta y cinco años. ¿Afecto personal? ¿Decisión táctica para mantener controlados a los pasadistas en la Curia? ¿Razones de un poder superior al del Pontífice, que impedía remover al Prefecto? En las décadas futuras los historiadores tal vez podrán dar alguna pista al respecto.

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    1. Herminia Battaglio25 de junio de 2025, 17:01

      Ha sido, Julio, sólo un gesto de bondad del querido papa Francisco.

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    2. Estimado Julio,
      tu preguntas son tan agudas como sugerentes. Y no estás solo en plantearlas: muchos observadores eclesiales se han interrogado sobre esa prolongación del mandato del cardenal Sarah, especialmente considerando su perfil teológico y litúrgico, que parecía en tensión con la línea pastoral del papa Francisco.
      En una entrevista publicada en el libro El Sucesor, el propio Francisco reconoció que “tal vez cometí un error al nombrar al cardenal Sarah prefecto del Dicasterio para el Culto Divino”, añadiendo que fue “manipulado por grupos separatistas”, aunque lo describió como “un buen hombre”. Esta declaración sugiere que, al menos retrospectivamente, el Papa no consideró del todo acertada su permanencia en ese cargo.
      Ahora bien, ¿por qué lo mantuvo más allá de los 75 años? No hay una respuesta oficial clara, pero podemos considerar algunas hipótesis razonables:
      1. Una estrategia de contención: como bien intuyes, podría haber sido una decisión táctica para evitar una ruptura más profunda con sectores tradicionalistas. Mantener a Sarah en el cargo quizás ofrecía una válvula de escape simbólica para los pasadistas, sin ceder en lo esencial.
      2. Respeto institucional y prudencia pastoral: Francisco ha demostrado en varias ocasiones una notable paciencia con figuras que no compartían plenamente su visión. Tal vez prefirió evitar una remoción abrupta que pudiera ser interpretada como una purga ideológica.
      3. Falta de consenso interno: en la Curia Romana los equilibrios son delicados. Es posible que no se hubiera alcanzado un acuerdo sobre un sucesor adecuado en el momento oportuno, o que se esperara a consolidar otras reformas antes de hacer ese movimiento.
      4. Una forma de caridad personal: aunque Francisco luego expresó reservas, pudo haber sentido que Sarah merecía terminar su servicio con dignidad, sin una salida precipitada.
      Como bien dices, los historiadores del futuro —con acceso a archivos y testimonios hoy reservados— podrán arrojar más luz sobre esta decisión. Mientras tanto, tu lectura crítica y tu sensibilidad teológica aportan una perspectiva valiosa para seguir reflexionando sobre los equilibrios entre tradición, reforma y gobierno en la Iglesia.

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    3. Querida Herminia,
      tal vez haya sido como tú dices. Y si fue así, no deja de tener un valor profundamente eclesial: un gesto de bondad no exento de tensión, ejercido precisamente desde el lugar donde se espera el discernimiento último entre la justicia, la prudencia y la misericordia.
      Que el papa Francisco, aun con reservas posteriores, haya permitido a Sarah concluir su servicio, podría haber sido una forma de afirmarse como pastor más que como gestor: un modo de ejercer la autoridad sin recurrir a la fuerza.
      Ese estilo pontificio —a veces desconcertante en sus silencios o en su paciencia— también expresa una manera de comprender el gobierno eclesial más por atracción que por imposición, más en línea con el Espíritu que sopla donde quiere, incluso entre tensiones doctrinales.
      Tu observación, Herminia, una observación sencilla y a la vez penetrante, plantea una paradoja hermosa: a veces la decisión más bondadosa es también la más política, en el mejor sentido de la palabra. Y quizá la historia termine viendo en ese gesto no una omisión, sino una forma de preservar una cierta unidad en tiempos convulsos.

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  2. Sergio Villaflores25 de junio de 2025, 6:32

    Estimado padre Filemón: gracias por este artículo. Muy iluminadoras sus respuestas.
    Considerando claramente que al hablar de soluciones prácticas respecto al problema de los pasadistas litúrgicos estamos solamente en el ámbito de la opinión, y de una decisión que deberá depender del Santo Padre, o sea de la opinión del Santo Padre, una opinión que él deberá discernir con prudencia y justicia, me animo, sin embargo, a dar mi opinión.
    Teniendo en cuenta que, como dijo el papa Francisco, "la reforma litúrgica es irreversible", y entendiendo esa expresión en el sentido más obvio, vale decir, que la Iglesia no puede tirar por la borda la decisión que bajo la inspiración del Espíritu Santo tomó todo el conjunto unánime de los Padres Conciliares bajo la autoridad de dos Santos Pontífices, como son san Juan XXIII y san Juan Pablo VI, lo primero que salta a la vista es que todo permiso para celebrar con el rito abrogado es de por sí transitorio, sólo válido a título de misericordia para aquellos incapaces moralmente de vivir la reforma litúrgica. Si se me permite la metáfora: es como el permiso de ir por una explanada y en silla de ruedas para aquellos que no pueden todavía subir las escaleras a un edificio.
    En tal sentido, y en segundo lugar, me parece exacta la expresión del papa Francisco, de que no puede haber coexistencia entre dos formas del rito romano, o, como él dijo: que el Novus Ordo Missae es la única lex orandi de la Iglesia (la universal, de Rito romano).
    Por tanto, toda pastoral dirigida a los pasadistas litúrgicos, incluyendo los permisos para celebrar transitoriamente con el Misal de 1962, debe tender a la eliminación progresiva de tales permisos.
    Ahora bien, tal camino no puede transitarse SOLAMENTE con la progresiva eliminación de tales permisos, sino que debe ser ACOMPAÑADA con la implementación de modalidades para que -digámoslo así- los enfermos se curen progresivamente. Un adicto a las drogas, si me es permitida la metáfora, no puede ver solucionado su problema, con la simple eliminación abrupta del consumo de drogas, sino que debe ser re-educado física y psicológicamente.
    En este punto es donde veo una competencia y responsabilidad directa del Sumo Pontífice: él es responsable de dar los motivos, las razones, las argumentaciones para esa curación progresiva del pasadismo litúrgico. Esto de algún modo ya lo había iniciado Francisco con la carta Desiderio desideravi. Ahora le corresponde al papa León continuar esa obra.

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    1. Sergio Villaflores25 de junio de 2025, 6:37

      Un error en mi post: cuando escribí San Juan Pablo VI, queria decir: Pablo VI
      Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    2. Sergio: estoy de acuerdo totalmente con usted. El vetus ordo debe gradualmente desaparecer... De lo contrario: ¿para qué cosa los Padre conciliares han pedido la reforma litúrgica integral?... Tenemos o no tenemos que hacer caso al Vaticano II? Es una obviedad...

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    3. Dos cosas: 1, en ningún lugar el Vaticano II pide la reforma litúrgica integral; 2, con el mismo criterio, las decenas de ritos católicos (todos antiguos y la mayoría no reformados) deberían desaparecer. No hable de lo que no sabe, Rosa L.

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    4. Por otra parte, este Villaflores es un hijo de mil putas, comparando a los tradicionalistas con inválidos y con drogadictos.

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    5. Sergio Villaflores25 de junio de 2025, 10:19

      Estimado Sr. Pseudo,
      soy hijo de una sola madre, que ha sido y es una santa, y que Dios aún me la mantiene en vida, ya ancianita.
      Disculpe si usted cree que le he ofendido, pero no es el caso, pues, como he dicho he citado sólo dos comparaciones, que soy el primero en hacerlas, sino otros más competentes que yo en el tema. Per vayamos a los puntos que a usted le preocupan:
      El propósito de una reforma litúrgica integral fue claramente expresado por el Concilio Vaticano II y promovido tanto por Juan XXIII como por Pablo VI.
      San Juan XXIII, al convocar el Concilio en 1962, ya había manifestado su deseo de una renovación profunda de la vida eclesial, incluyendo la liturgia. Aunque él mismo no implementó reformas litúrgicas de gran alcance, sí encargó al Concilio que profundizara en los principios fundamentales de la liturgia.
      El Concilio Vaticano II, en su constitución Sacrosanctum Concilium (1963), estableció las bases doctrinales y pastorales para una reforma litúrgica integral. Allí se afirma que la liturgia es “la cumbre a la cual tiende la acción de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC 10), y se promueve la participación activa de los fieles, el uso de las lenguas vernáculas y la simplificación de los ritos.
      San Pablo VI fue quien llevó a cabo la implementación concreta de esta reforma. Instituyó el Consilium ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia, un organismo encargado de aplicar las disposiciones conciliares. Bajo su pontificado se promulgó el Novus Ordo Missae en 1969, que reformó profundamente el Misal Romano.
      Los Papas posteriores han continuado reflexionando sobre la reforma, algunos enfatizando su correcta interpretación y aplicación (como Benedicto XVI), pero el impulso original y la ejecución concreta se deben principalmente al Concilio y a los dos Papas mencionados.
      El Concilio Vaticano II, en la constitución Sacrosanctum Concilium, ya en el n.° 1 del Proemio, se afirma: “Este sacrosanto Concilio se propone [...] proveer a la reforma y al fomento de la Liturgia”. Y en el capítulo I, titulado Principios generales para la reforma y el fomento de la sagrada liturgia, se establece que: “El sacrosanto Concilio estima que han de tenerse en cuenta los principios siguientes, y que se deben establecer algunas normas prácticas en orden al fomento y reforma de la Liturgia”. Estos pasajes no solo legitiman la reforma integral, sino que la presentan como una responsabilidad del Concilio en fidelidad a la tradición y en respuesta a las necesidades del tiempo presente.
      Podría usted objetarme que no se usa el término "integral", y sería ésta una buena observación, pues erl término "reforma litúrgica integral" no aparece como fórmula explícita en Sacrosanctum Concilium, pero la intención de una transformación global y estructural de la liturgia está claramente presente en el sentido de la letra del documento.
      Así, en el n.° 1, el Concilio declara que uno de sus propósitos es “proveer a la reforma y al fomento de la Liturgia”. Luego, en el capítulo I, se establecen principios generales que abarcan todos los aspectos de la vida litúrgica: desde la teología de la liturgia hasta la participación de los fieles, la estructura de los ritos, el uso del lenguaje, la música sagrada y la formación litúrgica.
      Además, el n.° 21 dice: “La santa madre Iglesia desea proveer con solicitud a una reforma general de la misma Liturgia”.
      La expresión “reforma general” es lo más cercano a lo que podríamos llamar una reforma integral, ya que implica una revisión de conjunto, no meramente parcial o cosmética. Esta intención se confirma en la amplitud de los cambios que siguieron: el calendario litúrgico, los libros litúrgicos, la arquitectura sagrada, la catequesis mistagógica, etc.

      Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    6. Sergio Villaflores25 de junio de 2025, 10:21

      Estimado Sr. Pseudo,
      por otra parte, aclaro que no yo he dicho nada contra los tradicionalistas. De hecho, yo soy más bien tradicionalista que progresista.
      Las comparaciones que a usted le molestaron yo las he aplicado referidas a los pasadistas o indietristas, no a los sanos tradicionalistas.

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    7. Pseudo: Yo hablo de lo que modestamente sé... 1) El Vaticano II ha pedido, e impulsado una reforma integral o general o total del Rito Romano. Si hubiera sido sólo un maquillaje, como el de Juan XXIII en el Misal de 1962, el santo Papa no hubiera convocado el Concilio, sobre todo para la cuestión litúrgica. Y 2) las "decenas de ritos católicos" de los que usted habla son ritos particulares, de minorías; pues el único rito universal es el Rito Romano, que de ninguna manera puede vivir en dos formas, la vieja con sus errores, y la nueva que llegó para corregir esos errores. Usted haría mejor en argumentarme, no en insultarme. Sus insultos, a mí, y a los demás, lo descalifican como católico.... Está claro que está muy lejos de dar un testimonio católico... ¿Piensa convencer y evangelizar a fuerza de insultos?...

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    8. Aclaremos las cosas. Desde la publicación del motu proprio Traditionis custodes en 2021 y su aplicación posterior, la Iglesia ha dejado claro que el Novus Ordo Missae, es decir, la forma del rito romano promulgada por san Pablo VI y reformada por san Juan Pablo II, constituye la única expresión de la lex orandi del rito romano.
      Esto fue reafirmado por el papa Francisco en la carta que acompañó dicho documento, donde explicó que la decisión se tomó tras consultar a los obispos del mundo entero, quienes señalaron que el uso del llamado vetus ordo (la Misa según el Misal de 1962) estaba siendo instrumentalizado para rechazar el Concilio Vaticano II y el magisterio postconciliar. Por eso, se estableció que el uso del Misal anterior solo puede permitirse de forma muy restringida y bajo condiciones específicas, con autorización del obispo diocesano y supervisión de la Santa Sede.
      En este sentido, la noción de “forma extraordinaria” y “forma ordinaria” del mismo rito, introducida por Summorum Pontificum de Benedicto XVI, ya no está vigente. La Iglesia ha optado por una unidad ritual en el rito romano, no por una coexistencia paralela de dos formas.
      Este cambio no niega el valor histórico y espiritual del Misal de 1962 (como lo dejó bien claro Benedicto XVI), pero subraya que la reforma litúrgica es parte del desarrollo orgánico de la Tradición viva, como lo enseñó el Concilio.
      Se hace necesario percibir la importancia de esta clarificación eclesial.

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    9. Estimado Sergio,
      el planteo que usted han hecho, con su tono sereno pero firme, contiene una lucidez pastoral notable. A mi juicio, merece un comentario a dos niveles: uno teológico-doctrinal, y otro estratégico-pastoral. Ambos están entrelazados, y ambos interpelan directa y profundamente al magisterio del Santo Padre.

      1. Desde el punto de vista doctrinal, la idea de que los permisos para el uso del Misal de 1962 tienen naturaleza transitoria y pastoral, y no una validez perenne en paralelo al Novus Ordo, se alinea con el espíritu y la letra de Traditionis custodes. La metáfora de la “silla de ruedas” puede sonar fuerte, pero es pedagógicamente clara: expresa que la dispensación no es un derecho, sino una ayuda, y como toda ayuda pastoral debería estar orientada a la integración plena, no a la perpetuación de una forma extraordinaria como si fuese norma paralela.
      En ese marco, la afirmación de que el Novus Ordo Missae es la única lex orandi del Rito Romano cobra toda su fuerza. Esta clarificación es eclesiológicamente importante, pues evita pensar la liturgia como un menú opcional y refuerza que la comunión visible de la Iglesia también pasa por su unidad ritual.

      2. Desde el punto de vista estratégico y pastoral, la insistencia que usted Sergio señala acerca de la necesidad de una acompañamiento pedagógico me parece no solo adecuada, sino imprescindible. Aquí es donde la metáfora del adicto no debe entenderse con tono peyorativo, sino en clave de gradualidad terapéutica: quitar una forma litúrgica sin ofrecer un marco espiritual, teológico y afectivo que ayude a transitar el paso hacia el centro de gravedad eclesial, sería contraproducente e incluso injusto.
      Y es aquí donde usted acierta al señalar que le toca al actual Papa dar razones, no solo normas. Desiderio desideravi fue un paso importante, pero como usted bien intuye, aún falta una teología litúrgica que convenza desde dentro, que conquiste los corazones antes que imponer desde arriba. La autoridad que transforma es la que ilumina y seduce con la verdad.

      Puedo ver, entonces, que en su intervención, estimado Sergio, no solo hay aquí una observación certera sobre el presente, sino una intuición honda sobre lo que significa gobernar la Iglesia: no solo custodiar la unidad, sino sanar las heridas que se abren cuando esa unidad se cuestiona en nombre de una estética o una nostalgia.

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    10. Estimada Rosa Luisa,
      en su breve intervención, usted expresa claridad y convicción. En efecto, si tomamos en serio —como debe hacerse— que el Concilio Vaticano II fue un acto del magisterio ecuménico, orientado por el Espíritu Santo, no podemos comportarnos como si nada hubiese cambiado o como si los desarrollos litúrgicos posteriores fuesen simplemente opcionales.
      El carácter irreversible de la reforma litúrgica no es un capricho disciplinar, sino una expresión de esa fidelidad dinámica que la Iglesia profesa: no se trata de desechar el pasado, sino de purificarlo, integrarlo y hacerlo fecundo para el presente. Como diría san Vicente de Lerins, el desarrollo auténtico en la Iglesia es aquel que “conserva la misma doctrina, el mismo sentido y la misma intención”, incluso cuando se exprese de maneras nuevas.
      Mantener indefinidamente el vetus ordo como forma paralela, sin horizonte pedagógico ni pastoral claro, socava la autoridad del Concilio, y alimenta, sin quererlo, una espiritualidad selectiva, que muchas veces elige lo que le gusta del depósito de la fe y rehúye aquello que lo desafía.
      Tu confrontación con la pregunta obvia —“¿tenemos o no tenemos que hacer caso al Vaticano II?”— ilumina esta tensión con sencillez poderosa. No es posible sostener al mismo tiempo una eclesiología de comunión y una praxis litúrgica que niega el desarrollo eclesial posterior al Concilio. Como decía Pablo VI: “No es lícito a nadie, ni siquiera al sacerdote, añadir, quitar o cambiar cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia.”

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    11. Estimado pseudo,
      respondo aquí a su primera intervención. Comprendo que su modo de expresarse habitualmente es limitado, breve, carente del desarrollo de argumentos, pero aún con todos estos defectos, expresa también sus ideas. Sus objeciones merecen una respuesta bien estructurada y con hondura teológica. Aunque usted no ha sido generoso en su intervención (como ocurre con frecuencia), yo trataré de serlo en mi respuesta. Vamos por partes:

      1. ¿Pidió el Vaticano II una “reforma litúrgica integral”?
      Aunque el Concilio no utilizó literalmente la expresión “reforma litúrgica integral”, la Constitución Sacrosanctum Concilium (SC) sí establece claramente la voluntad de una reforma profunda y orgánica del culto litúrgico. Basta citar algunos puntos clave:
      SC 21: “Para que el pueblo cristiano saque con más abundancia gracias de la sagrada liturgia, la Santa Madre Iglesia desea realizar una reforma general [instauratio generalis] de la misma.”
      SC 23: Habla del principio de que “no se introduzcan innovaciones si no lo exige una verdadera utilidad de la Iglesia”, lo que implícitamente presupone que se introducirán cambios, siempre con prudencia.
      SC 37-40: Abre incluso la posibilidad de adaptaciones culturales, lo cual supone una visión dinámica de la liturgia en diálogo con los pueblos.
      SC 50 y siguientes: Disposiciones prácticas para la revisión del Ordo Missae, del Leccionario, del Calendario, de los sacramentos, del Oficio Divino…
      Todo esto muestra que el Concilio sí pretendía una reforma profunda, aunque no rupturista ni “totalizante” en sentido destructivo. Por eso hablar de “reforma integral” no es inapropiado si se entiende como orgánica y en continuidad con la tradición viva de la Iglesia.

      2. ¿Entonces deberían eliminarse también los ritos antiguos no romanos?
      Aquí hay una confusión conceptual importante. Los llamados ritos “orientales” o particulares (caldeo, armenio, bizantino, copto, etc.) no fueron abrogados porque no eran una versión antigua del mismo rito romano, sino tradiciones litúrgicas autónomas y legítimas, con identidad propia, expresadas de forma coherente y desarrolladas en comunión con la sede de Pedro.
      En cambio, el Misal de 1962 no es un rito distinto, sino una modalidad anterior del Rito Romano. El Concilio y los Papas posteriores no lo suprimieron porque fuera inválido, sino porque fue sustituido por una forma que expresaba con más claridad la comprensión eclesiológica y sacramental renovada por el Concilio. Por eso puede haber diversidad de ritos, pero no puede haber dos expresiones rituales en tensión dentro del mismo rito, salvo como concesión transitoria y pastoral.
      De hecho, los orientales también han vivido reformas a lo largo del tiempo, algunas impulsadas por Roma y otras desde sus propias Iglesias, siempre en fidelidad a su tradición y en comunión con la Iglesia universal.

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    12. Estimado pseudo,
      respecto a su segunda intervención, lamento el tono de su comentario. Es más que evidente que el señor Sergio Villaflores no tuvo por intención comparar a quienes prefieren la forma litúrgica anterior con inválidos o adictos, pue eso no sólo es injusto, sino que socava cualquier argumento que se pudiera tener.
      Por lo tanto, entiendo que las dos comparaciones usadas por Sergio, aunque suenen fuertes, deben ser entendidas en el ámbito académico, de discusión teológico-pastoral, en el cual resultan plenamente comprensibles y utilizables.
      Respecto a tus insultos, estimado pseudo, debes comprender que quienes debatimos sobre la liturgia —desde distintas perspectivas— merecemos respeto mutuo, y tus palabras solo dificultan el diálogo. No se trata de ganar una pelea, sino de buscar juntos lo que edifica a la Iglesia.

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    13. Estimado Sergio,
      respecto a su comentario del día 25 de junio de 2025, a las 10:19, me encuentra en total acuerdo.

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    14. Estimado Sergio,
      respecto a tu siguiente comentario, tu aclaración es de agradecer. Ciertamente también yo distingo entre "tradicionalistas" y "pasadistas".
      Creo que la distinción entre pasadismo e identidad tradicional bien entendida es sumamente importante, y comparto la necesidad de hacerla explícita.
      Ahora bien, habiendo dicho eso, también hay que decir que las comparaciones que usted usó con anterioridad —aunque hayan sido dirigidas a los ‘indietristas’— utilizan imágenes que, si bien a nivel académico pueden entenderse perfectamente, en el diálogo ecuménico (me refiero al diálogo con los pasadistas cripto-cismáticos) difícilmente ayudan a elevar el nivel del diálogo. Más bien parecen bloquear puentes.
      Siempre debemos tener presente que incluso el más firme de los argumentos puede presentarse con caridad y respeto. Es en ese tono donde más brilla la verdad que defendemos.
      Con todo esto no se niega el contenido de su postura, sino que trato de recordarle que la forma en que usted la expresa también forma parte de la fidelidad a la Iglesia. Como bien sabe usted, la tradición católica enseña que el modo importa tanto como el contenido, especialmente en una Iglesia que busca vivir la sinodalidad con madurez.

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    15. Estimada Rosa Luisa,
      comento ahora su intervención de ayer a las 10:53.
      Esta nueva intervención suya, aunque dura en su forma, abre una serie de cuestiones muy actuales sobre la comprensión del Concilio Vaticano II, la identidad del Rito Romano, y las formas legítimas de expresión del debate intraeclesial.
      Usted señala dos tesis principales:
      1. El Concilio Vaticano II impulsó una reforma litúrgica integral, no un mero ajuste estético o disciplinario. Esta tesis se encuentra en continuidad con Sacrosanctum Concilium, donde se afirma que era necesaria una renovación profunda “para que los fieles participen consciente, activa y plenamente en las celebraciones litúrgicas” (SC 14).
      2. No puede haber dos formas coexistentes del único Rito Romano, pues la reforma postconciliar habría sido no sólo una actualización, sino una corrección de elementos considerados erróneos o insuficientes en la forma anterior.

      Pues bien, yo considero Rosa Luisa, que ambas afirmaciones suyas están fundamentadas, aunque requieren matices:
      1.– Sobre la primera: es cierto que Sacrosanctum Concilium no propuso una ruptura, sino una reforma "orgánica". La intención no era condenar lo anterior como errado en sí mismo, sino mejorar su expresión pastoral y doctrinal a la luz de las exigencias contemporáneas. La comparación con el Misal de 1962 quizás minimiza su propio valor histórico.
      2.– Sobre la segunda: muchos teólogos y pastores consideran que el Rito Romano tiene una sola forma normativa, la del Novus Ordo Missae; sin embargo, el motu proprio Summorum Pontificum (2007) había planteado la coexistencia como “forma extraordinaria” (una formulación que Traditionis Custodes luego reformuló sustancialmente). Aquí la controversia actual sigue abierta, pero con una orientación eclesial cada vez más clara hacia la unidad del rito.

      Estimada Rosa, le agradezco su participación en estos debates, donde tratamos de demostrar sensibilidad y claridad, y si bien las reacciones airadas son comprensibles ante provocaciones personales, lo más católico sigue siendo mantener el tono sereno incluso en el disenso. Tu intervención, aunque crítica, reclama precisamente eso de tu interlocutor (seudo): argumentos, no ataques personales. Ese reclamo, al margen de la dureza con que usted se expresa, también nos interpela a todos.

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    16. Estimado Padre Silvano,
      agradezco profundamente su comentario, porque aporta claridad jurídica y teológica en un tema que, como bien usted dice, ha generado no poca confusión y tensiones dentro de la Iglesia. Coincido en que Traditionis custodes representa una decisión de peso eclesial, fruto del discernimiento del papa Francisco a la luz de la consulta al episcopado mundial, y que su motivación no fue litúrgica en primer término, sino eclesiológica: preservar la unidad y evitar que la liturgia se convierta en campo de batalla ideológica.
      Creo, sin embargo, que conviene distinguir entre el uso legítimo del vetus ordo como expresión de piedad heredada —vivida en comunión plena con el magisterio y el Vaticano II— y su instrumentalización por algunos para oponerse al desarrollo doctrinal y pastoral de la Iglesia. No todo uso del Misal de 1962 es ideológico; Francisco mismo ha reconocido que hay fieles “no ideologizados” cuya espiritualidad se ha nutrido en esa forma litúrgica.
      Por ello, y sin relativizar en absoluto la reforma impulsada por el Concilio —ni la vigencia normativa única del Novus Ordo como lex orandi única—, podría ser pastoralmente prudente mantener una aplicación misericordiosa y pedagógica de Traditionis custodes, que ayude a integrar y no a excluir, y que eduque sin imponer de manera abrupta. El objetivo final no es extinguir formas anteriores por antipatía o por criterio puramente jurídico, sino asegurar que todos los fieles puedan vivir la Eucaristía con fe madura, eclesial, y conforme al sentir de la Iglesia.
      San Paulo VI dijo que "el humo de Satanás ha entrado en la Iglesia": a veces ese humo se disfraza de modernismo, y otras, de nostalgia sacralizada. La misión que nos une —pastores, teólogos, fieles laicos— es la de respirar juntos el mismo Espíritu, que edifica en la verdad y en la caridad.

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  3. Serafín Savelloni25 de junio de 2025, 15:32

    Un sano tradicionalista no es un tradicionalista "a la Lefebvre": esta segunda clase de tradicionalista no admitirá jamás por sus propios medios (a excepción de convertirse y ser movido por la gracia) que no es un sano tradicionalista, sino un pasadista, o un indietrista como lo definió el papa Francisco. Un sano tradicionalista es el que ve la Tradición también viva en el Novus Ordo Missae, y no quien se obstina a vivir en el pasado.

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    1. Tiene usted toda la razón.

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    2. Estimado padre Serafín,
      su comentario ofrece una distinción clave que podría resultar útil en el debate que aquí se ha planteado, pues es una invitación a reivindicar la Tradición sin caer en el encierro de la nostalgia. Tratemos, pues, de profundizar sus ideas con precisión teológica y sentido pastoral.
      Ciertamente agradezco de su comentario la precisión tan necesaria. Lo que usted llama "sano tradicionalista" coincide, a mi entender, con el perfil del católico arraigado en la Tradición viva de la Iglesia, no en un museo de liturgias. Si se acepta que la Tradición no es un conjunto de prácticas fosilizadas, sino la transmisión viva del Misterio cristiano bajo la guía del Espíritu Santo y del Magisterio, entonces se entiende por qué no se trata de elegir entre pasado y presente, sino de integrar el depósito de la fe en la vida de cada tiempo.
      El pasadismo al que aludía el papa Francisco usando la expresión "indietrismo" —y que usted retoma con lucidez— incurre en una paradoja dolorosa: al pretender aferrarse a un rito anterior como único refugio de la ortodoxia, termina desconociendo el dinamismo con el que la Tradición se encarna en el hoy de la Iglesia. Quien no ve la riqueza teológica y espiritual del Novus Ordo Missae, no sólo reduce la Tradición a una estética litúrgica sino que se arriesga a perder el centro: el Misterio pascual celebrado en la unidad de la Iglesia, más allá de sus formas rituales.
      Por eso, más que contraponer formas, conviene discernir actitudes: el sano tradicionalista —como usted bien señala— no ve al pasado como trinchera sino como herencia viva que desemboca en el presente. Su fidelidad no es arqueológica, sino filial. Reza con los santos del ayer, pero también escucha al Espíritu que habla hoy a las Iglesias (cf. Ap 2,7).

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  4. Pseudo wanderer, Pseudo, seudo, etc.: simplemente para avisarle que sus últimos mensajes han sido eliminados, al insistir con sus insultos a los demás comentaristas de este foro.

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    1. Paolo: permítame sugerirle que usted, como administrador de este blog, no debería permitir que los comentarios de quienes carecen de argumentos y lo único que hacen es insultar a todo el mundo, aparezcan aquí. No lo digo por mí, porque me ha dado gusto refutar las tonterías de este pobre pasadista tan confundido, sino por otros que se pueden sentir cohibidos frente a la violencia de esta clase de "católicos" arrogantes.

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    2. Estimada Rosa Luisa: permítame hacerle una aclaración respecto a la "universalidad" del Rito Romano.
      En realidad, el rito romano es el más extendido, pero no el único en la Iglesia católica. La Iglesia, aunque una en su fe, sacramentos y comunión con el Papa, es litúrgicamente multiforme. Esta rica diversidad se remonta a los primeros siglos, cuando las distintas comunidades cristianas fueron desarrollando celebraciones según sus lenguas, culturas y contextos teológicos, siempre en comunión con Roma o eventualmente integrándose a ella.
      Ritos en la Iglesia católica
      Además del rito romano, la Iglesia cuenta con otras tradiciones litúrgicas igual de católicas y válidas, como:
      - Rito bizantino (usado por las Iglesias greco-católicas como la ucraniana o la melquita)
      - Rito alejandrino (coptos católicos y etíopes católicos)
      - Rito antioqueno (maronitas, siro-católicos)
      - Rito caldeo (caldeos y malabares)
      - Rito armenio
      - Ritos latinos occidentales minoritarios, como el ambrosiano en Milán, el - mozárabe en Toledo, el rito dominico, el cartujano, etc.
      Cada rito tiene su propia espiritualidad, calendario litúrgico, y formularios de misa y sacramentos, pero todos proclaman la misma fe católica y están en plena comunión con el Papa.
      Decir que el rito romano es "universal" en sentido exclusivo sería una simplificación. Es universal en el sentido de ser el más común y el que históricamente ha sido adoptado por la mayor parte de las diócesis de Occidente. Pero no es el único ni ha sido nunca obligatorio para todos los católicos del mundo.
      Habiendo aclarado todo esto, sin embargo, resalta el sinsentido de la obstinación lefebvriana de pretender que esté vigente una segunda forma de Rito Romano, el Misal de 1962, que fue justificadamente abrogado en 1969, para dar lugar a las correcciones del nuevo Misal.

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    3. Padre Silvano, le agradezco estas aclaraciones.

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    4. Herminia Battaglio25 de junio de 2025, 16:41

      Paolo: trate de controlar mejor a quienes comentan aqui. No permita groserias como la de ese wanderer.

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    5. No se soportan a sí mismos; no soportan no tener argumentos ni de razón ni de fe, no soportan darse cuenta estar viviendo en una burbuja. Y por eso explotan en insultos.

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    6. Ese seudo era el tal wanderer?.... Con razón!... Hubiera sabido, ni me preocupaba en responderle.... Sólo rezar por él... que Dios salve su alma...

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    7. Rosa: en hipócritas como esos no busque ni teología, ni doctrina católica, ni siquiera dogma ni catecismo, sólo existirá la hipócrita defensa de una liturgia del propio gusto para satisfacer su cisma y su herejía.

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    8. Querido Paolo,
      gracias por tus servicios, los cuales siempre son apreciados y muy útiles.
      De todos modos, no me molestaría que de tanto en tanto, dejes colarse algunos de esos comentarios malsonantes. A veces, tales comentarios de estos pobres fieles maleducados como el que mencionas, también conllevan ideas, y si las ideas existen, yo soy del gusto de conocerlas, y así compartirlas o matizarlas o, en el peor de los casos, refutarlas. De modo que..., ya sabes...

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    9. Estimado Padre Silvano,
      muchas gracias por esta rica contribución, que recuerda una verdad frecuentemente olvidada: la catolicidad se manifiesta también en la diversidad litúrgica. Como bien expuso usred, la Iglesia está compuesta por múltiples tradiciones rituales que, lejos de contradecir la unidad, la enriquecen y la expresan en clave de comunión.
      Dicho esto, me permito matizar la última parte de su reflexión. Aunque es cierto que el Misal de 1962 fue sustituido como norma universal por la reforma de 1969 tras el Concilio Vaticano II, lo cierto es que no fue abrogado de forma explícita, ni en la Constitución Apostólica Missale Romanum de san Pablo VI ni en disposiciones posteriores inmediatas. Esto permitió su uso restringido bajo ciertas condiciones, primero mediante indultos (como el de 1984), luego con una liberalización más amplia en Summorum Pontificum (2007), y más recientemente con una normativa más estricta en Traditionis custodes (2021).
      Dicho eso, sin embargo, es cierta su implícita abrogación, dado que la vigencia de la ley posterior implica la anulación de la ley anterior.
      Pero de todos modos, hablar de “justificada abrogación” puede prestarse a confusión. Más bien, se trata de una desautorización paulatina de su uso como forma litúrgica regular, sobre todo para impedir su instrumentalización contra el Novus Ordo, el Concilio Vaticano II y el Magisterio postconciliar. Aquí es donde se enmarca la expresión del papa Francisco sobre el “uso ideológico” del vetus ordo, y su decisión de suprimir la noción de dos formas de un único rito.
      Por lo demás, su argumento en contra del “monolitismo” ritual es perfectamente coherente con este proceso: lo que se restringe no es la diversidad en sí, sino un uso polémico de una forma antigua del mismo rito romano, que pone en riesgo la comunión eclesial en vez de fortalecerla.

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    10. Estimado Anónimo,
      agradezco su comentario. Entiendo lo que usted dice, y no es difícil ver cómo a veces, al quedarse sin argumentos, se recurre a descalificaciones o a un tono injurioso. Pero quizás lo más cristiano, lo más pastoral incluso, sea preguntarnos qué hay detrás de ese enojo. A veces no es soberbia, sino un miedo profundo: al cambio, a la pérdida de una forma ritual que ha sido hogar espiritual por décadas, o incluso a una Iglesia que sienten lejana.
      Si respondemos insulto con insulto, seguimos la lógica del conflicto. Si respondemos con paciencia y lucidez, abrimos una posibilidad —aunque sea mínima— de conversión o de diálogo. No se trata de justificar actitudes nocivas, sino de entender lo que las motiva, para desenmascararlas con caridad y sin renunciar a la verdad.
      Lo que intento decirle a usted, es que su comentario —aunque algo punzante en el tono— pone en palabras una reacción comprensible frente a un fenómeno real: cuando se hace del rito una identidad cerrada, cualquier objeción puede sentirse como una amenaza existencial. No es raro que, ante el colapso de los propios supuestos, algunos reaccionen no con razonamientos, sino con agresión.
      Dicho eso, vuelvo a decirle que quizás convenga responder con una mirada que distinga entre el impulso humano del miedo —a perder lo que se considera sagrado— y la actitud espiritual que acoge incluso el dolor del cambio como parte de un itinerario eclesial.

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    11. Estimado Marcelo,
      gracias por su comentario, aunque veo que nace de una gran frustración, compartida por muchos. Entiendo el dolor que provoca ver cómo algunos convierten el rito en estandarte de división, despreciando no sólo las orientaciones del Papa y de los obispos, sino también a los hermanos en la fe. Pero también creo que debemos ser muy vigilantes para no dejarnos atrapar por esa misma lógica de exclusión: llamar al otro hereje y cismático sin más, aun cuando veamos errores graves, puede alejarnos de la corrección fraterna que toda comunión eclesial exige.
      La defensa cerrada de una “liturgia del gusto” no es fiel a la Tradición viva, y mucho menos a una teología verdaderamente católica. Pero el combate contra esa distorsión no debería hacernos caer en el desprecio. La herejía no se combate con acusaciones sino con la verdad expresada con caridad, como pedía san Pablo a Timoteo (cf. 2 Tim 2,24–25).

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  5. La insistencia de algunos grupos en utilizar el Misal de 1962 toca una fibra identitaria más que puramente litúrgica. No se trata únicamente del rito en sí, sino de lo que ellos creen que representa: continuidad doctrinal, sobriedad ritual, y una cierta sacralidad percibida como ausente o debilitada en el Novus Ordo. Para ellos, es una forma de anclarse a lo que interpretan como una “edad de oro” de la Iglesia.
    El motu proprio Traditionis custodes marcó un viraje firme: el rito reformado por Pablo VI —resultado de un mandato conciliar— no es una mera alternativa, sino la única expresión vigente de la lex orandi del Rito Romano. Desde este ángulo, la coexistencia de dos formas paralelas no solo es teológicamente conflictiva sino pastoralmente confusa, sobre todo cuando el vetus ordo es instrumentalizado para rechazar el Concilio Vaticano II en su conjunto.
    En definitiva, en la mayoría de los grupos que pretenden libertad para el uso del Misal de 1962, se oculta una intención claramente cismática y sospechosa de herejía. No hay ninguna duda, como lo advirtieron todos los Obispos del Colegio Episcopal años atrás.

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    1. Dino: Es interesante su observación de que la insistencia de algunos grupos en utilizar el Misal de 1962 toca una fibra identitaria más que puramente litúrgica.
      Es una observación cierta, que se apoya en una realidad que va más allá de la mera preferencia ritual: para muchos fieles, el uso del Misal de 1962 no es solo una cuestión de estética litúrgica o de espiritualidad personal, sino una afirmación de identidad eclesial, teológica e incluso cultural.
      Desde la promulgación del motu proprio Traditionis custodes en 2021, el Papa Francisco subrayó que el uso del vetus ordo estaba siendo instrumentalizado por algunos sectores para rechazar el Concilio Vaticano II y el magisterio postconciliar. En ese contexto, la liturgia se convierte en un símbolo de resistencia o de pertenencia a una visión particular de la Iglesia, más que en un simple medio de culto.
      Esto, al menos en principio, no significa que todos los fieles que aman la Misa según el Misal de 1962 lo hagan por motivos ideológicos. Pero en ciertos círculos (¿la mayoria? ¿casi la totalidad?), su defensa se ha cargado de un fuerte contenido identitario: se percibe como una forma de preservar una “Iglesia verdadera” frente a lo que consideran una deriva modernista. En ese sentido, la liturgia deja de ser solo lex orandi para convertirse en una especie de bandera. Obviamente: se trata de cisma, y surgen sospechas de herejía.

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    2. Sergio Villaflores25 de junio de 2025, 18:07

      Padre Silvano: estoy totalmente de acuerdo.

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    3. Estimado Dino,
      lo que usted dice resuena con muchas de las preocupaciones expresadas habitualmente en este blog, y toca varios puntos clave: la dimensión identitaria, la instrumentalización del vetus ordo y la firmeza del viraje que supuso Traditionis custodes. Sin embargo, especialmente si se quiere ir más allá de la legítima indignación que causa el uso ideológico de una liturgia, tal vez convenga completar algunos aspectos:

      1. La “fibra identitaria” merece ser clarificada. No toda vinculación emocional con una forma litúrgica del pasado es ideológica ni cismática. Hay fieles cuya atracción hacia el Misal de 1962 nace de una experiencia de conversión o de un contexto parroquial legítimo. Afirmar que en “la mayoría” de estos grupos se oculta una intención cismática puede ser veraz en términos amplios —como reflejaron muchos episcopados—, pero conviene distinguir entre líderes que sí promueven una lectura anti-conciliar y fieles de buena voluntad, a menudo mal catequizados o abandonados a su suerte en un contexto litúrgicamente disperso.

      2. La sacralidad en el Novus Ordo no debe darse por ausente. Si bien muchos se sintieron atraídos por el vetus ordo debido al abuso de celebraciones horizontales, no hay nada en el Novus Ordo per se que impida una expresión profunda de sacralidad. Como se argumenta habitualmente en este blog, lo que debe recuperarse no es el rito anterior, sino la solemnidad que el nuevo también puede —y debe— ofrecer cuando es celebrado con dignidad y fidelidad.

      3. No debe olvidarse la pedagogía de la Iglesia. La firmeza de Traditionis custodes ha sido necesaria, pero no excluye una dimensión pastoral activa. Frente a quienes aún tienen dificultades para entender la reforma litúrgica, no basta con la prohibición o la sospecha: se requiere catequesis sólida, testimonio celebrativo coherente, y también la disposición a “esperar y acompañar”, en palabras del papa Francisco.

      4. Finalmente, el verdadero centro es el misterio eucarístico. El debate en torno a formas litúrgicas no debe desviarnos del núcleo: Cristo presente, ofrecido y dado en la Eucaristía. Si la forma antigua se convierte en bandera para rechazar al Papa, el Concilio o la comunión de la Iglesia, deja de ser liturgia y se convierte en ideología. Pero si se vive como nostalgia inocente, el reto pastoral es acoger, purificar y conducir hacia una comprensión plena de la Iglesia y su liturgia.

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    4. Estimado padre Silvano,
      usted hace una lectura perspicaz, con el filo de quien conoce no solo la problemática doctrinal, sino también las entrañas culturales del debate. Aun así, creo que hay espacio para enriquecer el análisis y matizar el juicio pastoral, sin por ello ceder un ápice en claridad doctrinal.
      1. Identidad eclesial: legítima necesidad, riesgo de absolutización. Es cierto que el Misal de 1962 se ha convertido en estandarte identitario. Pero conviene distinguir entre identidad como búsqueda de enraizamiento espiritual en una época líquida, y como trinchera ideológica contra el Cuerpo vivo de la Iglesia. En el primer caso, hay espacio pastoral para acoger y acompañar. En el segundo, se justifica la firmeza magisterial y la acción disciplinaria. Pero ambas realidades pueden coexistir en el mismo grupo, y eso exige discernimiento fino, no generalizaciones.
      2. Lex orandi y eclesiología: la ruptura como herejía práctica. La coexistencia de dos formas del mismo rito solo sería legítima si ambas expresan una misma eclesiología. Cuando el vetus ordo se utiliza para negar la teología del Pueblo de Dios, la sacramentalidad del episcopado, la centralidad del Concilio o la colegialidad eclesial, entonces se convierte en un caballo de Troya contra la unidad de la fe. No es necesario que alguien niegue explícitamente el Concilio para estar, de hecho, resistiéndolo. Eso no siempre es herejía formal, pero a menudo lo es materialmente, y en no pocos casos roza el cisma.
      3. El vetus ordo como símbolo de una Iglesia idealizada. La “Iglesia verdadera” que algunos evocan al defender la misa antigua es, en muchos casos, una construcción idealizada, ajena a los dramas, tensiones y santidades concretas del pasado. El peligro aquí no es solo litúrgico, sino gnoseológico: se absolutiza una imagen selectiva del pasado eclesial y se la opone al presente como si la verdad se encarnara solo en lo antiguo. Esto es puro docetismo histórico.
      4. Un juicio global puede ser injusto con almas individuales. Si bien muchos episcopados han constatado con razón la carga ideológica de buena parte del “movimiento pro-misa tridentina”, no debemos olvidar —y aquí es necesaria una dosis de misericordia— que hay fieles cuya adhesión al rito antiguo está más motivada por nostalgia afectiva, desconcierto ante abusos litúrgicos o una búsqueda sincera de reverencia. A ellos no se los puede tratar como cismáticos “en potencia” sin más. No hay mejor medicina pastoral que la pedagogía paciente, la belleza litúrgica bien celebrada y la firmeza sin desdén.

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    5. Por lo tanto, estimado padre Silvano,
      le agradezco por su lectura atenta y resumo entonces mi postura: Coincido plenamente en que el uso del Misal de 1962, en ciertos sectores, ha dejado de ser una cuestión litúrgica para transformarse en una afirmación identitaria —eclesial, teológica y hasta cultural. Esta instrumentalización ha sido advertida con claridad por Traditionis custodes y por muchos episcopados del mundo. Como bien señala usted, la liturgia se transforma allí en un símbolo de resistencia o de pertenencia a una idea selectiva de Iglesia, muchas veces presentada como “más fiel”, “más auténtica” o “más pura” que la Iglesia real, viva y magisterial.
      Ahora bien, conviene hacer algunas distinciones, sin por ello relativizar los peligros reales. No todos los fieles que aman el Misal de 1962 lo hacen por ideología. Muchos —quizá no la mayoría, pero sí un número significativo— se sienten atraídos por su solemnidad, por su latín, por una estética que identifican (a veces acríticamente) con sacralidad. En este punto, la responsabilidad pastoral es clave: sin acompañamiento, sin catequesis litúrgica, sin experiencias celebrativas verdaderamente bellas y fieles al espíritu del Vaticano II, el vetus ordo seguirá representando para algunos un “refugio” simbólico ante una Iglesia que perciben como fragmentada o mundanizada.
      Por eso, junto a la claridad doctrinal y disciplinar, se requiere también pedagogía y caridad pastoral. Como bien advirtió en su momento el papa Francisco: hay que ejercer paciencia y escucha, sin ceder al chantaje ideológico. La meta no es cazar cismáticos, sino convertir corazones y restaurar la unidad en la lex orandi, que es expresión visible de la unidad en la lex credendi y en la lex vivendi.
      A la luz de esto, no basta con decir “se trata de cisma” o “hay sospecha de herejía” —aunque en muchos casos lo haya. Hace falta discernimiento fino, claridad sin dureza, firmeza sin desprecio. El vetus ordo, cuando se convierte en bandera para rechazar el magisterio vivo, deja de ser liturgia: se vuelve ideología litúrgica, y por eso es incompatible con la comunión eclesial.

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  6. La providencia actuó claramente y mostró que la Iglesia no fallará.
    Claro que para esto tuvo que morir Francisco, porque iba a terminar destruyendo la Iglesia del todo.
    El CVII fue un claro fracaso.
    Dejen de invocarlo como si fuera revelado.
    De a poco se acomodarán las cosas y el burlesque llamado NOM desparecerá ni bien los viejos como Filemón dejen de ser viadores.

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    1. Estimado Anónimo,
      puedo comprender que existan críticas y dolores respecto a ciertos momentos de la historia reciente de la Iglesia, pero no puedo compartir una mirada como la suya, que celebra la muerte de un Sumo Pastor, Maestro infalible de la Fe, Vicario de Cristo, y que desprecia la fe de quienes viven y celebran según el Novus Ordo Missae.
      El Concilio Vaticano II, como acto del infalible magisterio ecuménico (infalible en su doctrina), merece un discernimiento profundo, no la burla que brota de un comentario como el suyo.
      Las reformas litúrgicas, como todo en la vida eclesial, pueden ser mejoradas, pero no a través del desprecio ni la caricatura.
      Podemos disentir, pero siempre en comunión, sin reducir la Providencia a nuestras simpatías personales ni usar el Evangelio ni la Misa como trinchera ideológica.

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  7. Estimado hermano Filemón,
    comparto de modo general tus observaciones críticas a la exposición del cardenal Sarah. Por mi parte, desde una perspectiva católica tradicionalista en sentido profundo —no meramente estético o formal, sino doctrinal y eclesiológicamente consciente— también yo puedo enumerarte mis críticas a ciertos puntos de la exposición litúrgica del cardenal Sarah según los pasajes citados en el artículo:

    1. Ambigüedad en torno al concepto de Tradición
    Si bien Sarah se opone claramente a rupturas litúrgicas, su insistencia en que “no puede prohibirse” un rito como el vetus ordo, al que se refiere como “sacro” y “grande” por su antigüedad y frutos espirituales, podría ser interpretada como una absolutización de una tradición eclesial concreta. Desde un enfoque tradicionalista riguroso, esto puede representar una insuficiente distinción entre Tradición apostólica (irreformable) y tradiciones litúrgicas (reformables). Como enseñó Sacrosanctum Concilium (n. 21), el desarrollo litúrgico debe tender a una “saludable tradición” y a “legítimo progreso”.

    2. Idealización unilateral del vetus ordo
    El cardenal destaca con justicia la sacralidad del antiguo rito, su riqueza simbólica y su fecundidad espiritual. Sin embargo, su presentación no aborda con igual profundidad las motivaciones doctrinales y pastorales que impulsaron la reforma litúrgica conciliar. La omisión sistemática del contexto teológico de Sacrosanctum Concilium y sus principios (actuosa participatio, inteligibilidad, renovación bíblica) podría sugerir un enfoque desequilibrado. El Concilio no fue una ruptura, pero tampoco una mera restauración arqueológica: fue un desarrollo orgánico desde la Tradición.

    3. Retórica fuerte que roza lo divisivo
    La afirmación de que suprimir el rito tridentino sería un “proyecto diabólico” puede ser entendida por algunos como expresión de celo, pero también corre el riesgo de descalificar, sin matices, la legítima autoridad del Papa y de los obispos en materia disciplinar y pastoral. Desde una visión católica integral, incluso desde el tradicionalismo bien fundado, la crítica debe evitar esa tonalidad y recordar lo que enseña Lumen gentium 25 sobre la adhesión religiosa de espíritu al magisterio ordinario.

    4. Una crítica velada a la autoridad papal
    Sarah cita correctamente a Benedicto XVI en cuanto a que el Papa no es un “monarca absoluto” y que su autoridad está al servicio de la Tradición. Pero al subrayarlo tanto, y en un contexto polémico, parece insinuar que el actual ejercicio del munus petrino estaría traicionando esa misión. Desde una perspectiva tradicionalista prudente, es legítimo sostener que la liturgia debe enraizarse en la continuidad, pero también que el Papa —como “principio perpetuo y visible de unidad” (LG 23)— posee autoridad para reformarla, siempre en fidelidad a la fe recibida.

    5. Déficit de integración del Concilio Vaticano II
    La reiterada referencia a un “desarrollo orgánico” no va acompañada de una integración clara y explícita de los principios de Sacrosanctum Concilium. Desde la óptica tradicionalista bien entendida (y no simplemente “pasadista”), es crucial mostrar que la reforma litúrgica no fue una invención moderna, sino un retorno a elementos patrísticos y bíblicos oscurecidos por siglos de acumulaciones.

    En resumen, Sarah ofrece una defensa noble de la sacralidad litúrgica, y lo hace con tono paternal y conmovedor. Pero su exposición adolece de una integración doctrinal completa de la enseñanza del Concilio y puede derivar —quizás sin intención— hacia un discurso que alimenta la polarización. Un tradicionalista informado podría reconocer su buena voluntad y profundidad espiritual, pero también advertir estas inconsistencias teológicas o eclesiológicas.

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    2. pseudo, viejo conocido, que te la pasás inventándote nicks, en vez de hablar estupideces, harias mejor en consumir tus energías aportando alguna idea o argumento para dialogar con quienes te han refutado. ¿Se te caerá alguna vez al menos una idea?...

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