jueves, 10 de abril de 2025

¿En que consiste la justicia de Dios Padre? (4/4)

Las fuerzas demoníacas se ensañan hoy más que nunca contra el Crucificado y la comunidad del Crucificado, la Iglesia. Más que nunca la atacan desde lo externo y la atormentan desde lo interno. Está en curso de manera particular desde hace décadas dentro de la Iglesia la tentativa por parte de cristólogos heréticos de vaciar y destruir el misterio de la Cruz: la cancelación, el malentendido y la denigración de todas las nociones dogmáticas que concurren a la inteligibilidad del misterio; entre todas de modo especial la de la satisfacción vicaria y luego la de sacrificio, redención, expiación, reparación hasta la misma de religión, lo sagrado y lo sobrenatural. [En la imagen: fragmento de "Calle antigua de Mendoza con Iglesia", acuarela de Sonia Stumberger].

El misterio de la Santa Cruz
   
"Nosotros predicamos a Cristo crucificado,
escándalo para los judíos, necedad para los paganos" (1 Cor 1,23)
   
----------Karl Rahner sigue la interpretación hegeliana de la cruz de Cristo, a su vez interpretación de la cristología luterana. Es interesante que el jesuita Emilio Brito en 1983 (en las Ediciones Beauchesne de París) publicara un volumen de 700 páginas titulado La cristología de Hegel, con el significativo subtítulo "Verbum Crucis" (sobre la cristología de Hegel, véase también Xavier Tilliette, La cristología idealista, Queriniana, Brescia 1993; El Cristo de la filosofía. Prolegómenos a una cristología filosófica, Morcelliana, Brescia 1997).
----------Nuestro Señor Jesucristo ha querido morir no en el sentido de que se haya dado a la muerte o se haya suicidado -el hecho del morir como tal le repugnaba y Él ha sido injustamente asesinado-, sino en cuanto ha querido expresar su inmenso amor por nosotros pagando con su vida este amor y entendiendo su muerte como ofrenda de sí en sacrificio por la salvación del mundo.
----------Por eso mismo, mientras los asesinos de Cristo han cometido un horrible delito, el Padre celestial, que ha querido la muerte del Hijo en rescate del pecado, ha cumplido una obra de justicia y de misericordia con la cual se ha glorificado a Sí mismo, ha glorificado al Hijo y ha glorificado a la humanidad. El Padre ha querido el sacrificio del Hijo, no de por sí la muerte del Hijo. Ha querido la muerte de su Hijo solo en cuanto expresión de su amor por nosotros y reparación de la ofensa del pecado.
----------La Cruz de Cristo parece escandalosa o cosa necia, pero en realidad es "sabiduría y poder de Dios", como afirma el apóstol san Pablo (1 Co 1,18). Es necesario, por tanto, disipar la apariencia de escándalo y de necedad y mostrar dónde está la sabiduría y el poder. Lutero y Hegel, y con ellos Rahner, asumen erróneamente el escándalo y la necedad de la Cruz como si fueran reales y presentan la Cruz como verdadero escándalo y verdadera estupidez, por lo cual la fe aparece aquí contra la razón; pero al mismo tiempo pretenden disolver una aparente contradicción falseando el contenido del dogma de la Redención como si Dios nos salvara sin méritos o quisiera nuestra muerte o nos empujara al masoquismo o al sadismo.
----------En efecto, por una parte, Rahner no teme concebir un Dios que se encarna cambiando su naturaleza en la naturaleza humana, mientras que por otra parte, para hacer agradable lo que Dios hace por nuestra salvación, nos asegura que no tenemos nada que pagar sino que se trata solo de recibir gratis aunque se continúe pecando. Pero esto no es cristianismo, sino quea es mezquina astucia que solo produce nuestro daño.
----------Hegel, con su dialéctica de lo negativo que produce lo positivo, había pretendido interpretar la concepción luterana de la Redención. En el misterio de la Cruz parece que la muerte produzca la vida. Por el contrario, esto es un error gravísimo, que trastorna totalmente el significado de la Cruz y lo transforma en una obra del demonio: es el demonio quien nos querría convencer que matando y matándonos obtenemos la vida. En realidad es solo la Vida la que procura la vida y mata a la muerte. Solo que en la Cruz la Vida se sirve de la misma muerte para obtener la vida. De hecho, no es la muerte como tal la que nos procura este prodigio, sino que es la muerte asumida por un Dios que es el Dios de la vida.
----------Vale recordar que Lutero no distingue el mal de culpa del mal de pena; por eso, según él, puesto que Cristo nos ha obtenido la salvación sufriendo, nosotros nos beneficiamos de su obra redentora pecando. El pecado deviene vía de salvación. Sufrir la muerte equivale a procurar la muerte, porque obtenemos y damos la vida procurando la muerte nuestra y la del prójimo.
----------También es necesario recordar que para Lutero, como bien sabemos, el pecado y la concupiscencia son invencibles. Para Lutero Dios no cancela el pecado, sino que lo cubre. El pecado permanece, pero Dios finge no verlo, no lo tiene en cuenta, dirige su mirada hacia otra parte, a la justicia de Cristo, y dona igualmente la gracia y el perdón declarando que el pecador está perdonado.
----------Estando así las cosas, puesto que el pecado deviene como una segunda naturaleza, el pecado o infracción de la ley ya no parece un mal a quitar, sino una cosa normal. Desde aquí vemos cómo el luterano pierde el sentido del pecado. El sentimiento de culpa que sin embargo le queda no lo considera ya un llamado o reclamo de su conciencia a la conversión, sino un simple trastorno psicológico que hay que confiar a los psicofármacos, a los ansiolíticos y a los cuidados del psicólogo. La "preocupación" (Sorge) y la "angustia" (Angst) y el ser culpable (schuldig), de los cuales habla Heidegger, no son estados de ánimo para curar con la penitencia y la confesión de los pecados, sino condiciones existenciales del hombre como manifestación del ser.
----------La "justificación" de la cual habla Lutero, ha sido llamada "justificación forense". Pero esto es hacer una ofensa a la magistratura. Llamémosla por su verdadero nombre: es una estafa y un querer burlarse de Dios. Por lo tanto, no atrae ninguna misericordia, sino una mayor dosis de ira divina. Respecto de este tema, lamento recordar que si bien la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación publicada en 1999 por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, ha puesto ciertamente de relieve los puntos doctrinales de contacto entre la Iglesia y los luteranos, sin embargo -como ya he demostrado en otras ocasiones- está muy lejos de corregir los errores de Lutero que estoy recordando.
----------De lo que he expuesto se desprende que, en la visión luterana, para salvarnos y salvar a los demás, el sufrir y el pecar van juntos, son inescindibles. Dice Lutero: "El pecado es hacer una burla al demonio". Este es el significado del famoso justus et peccator. ¿Qué importa si pecamos, cuando de todos modos estamos en gracia y siempre que creamos ser perdonados?
----------Este es el consuelo que creen alcanzar los luteranos, como es el caso igualmente de Rahner. Por lo tanto, no es necesario hacer ninguna obra satisfactoria o reparadora, sino solo dejarnos guiar y vivificar por la gracia. Este es el significado del famoso "sola gratia" luterano.
   
Argumentación final
   
----------En la vida cristiana de hoy, que tanto ha ensanchado los horizontes a la diversidad de las culturas y de las religiones, que ve una socialidad y una comunicación mundiales en las cuales más que nunca experimentamos la universalidad y la riqueza de lo humano, donde la relación varón-mujer ha alcanzado niveles nunca vistos de madurez y productividad, la tecnología nos hace amos y señores de la naturaleza, los horizontes de las ciencias se ensanchan vertiginosamente, las fuerzas de la naturaleza se confirman más que nunca en su poder incontrolable y destructivo, aún persisten espantosos desniveles entre los pocos ricos y las masas interminables de los pobres, los espíritus malignos que en siglos pasados nos han dividido y atormentado están todavía vivos, las amenazas de una destrucción atómica pesan sobre la humanidad.
----------Las fuerzas demoníacas se ensañan hoy más que nunca contra el Crucificado y la comunidad del Crucificado, la Iglesia. Más que nunca estas fuerzas infernales atacan a la Iglesia desde lo externo y la atormentan desde lo interno. Está en curso de manera particular desde hace décadas dentro de la Iglesia la tentativa por parte de cristólogos heréticos de vaciar y destruir el misterio de la Cruz: vienen cancelando, malentendiendo y denigrando todas las nociones dogmáticas que concurren a la inteligibilidad del misterio del Crucificado; entre todas de modo especial la noción de satisfacción vicaria y luego la de sacrificio, redención, expiación y reparación; hasta la misma de religión, de lo sagrado y de lo sobrenatural.
----------También hoy existen muchos mártires, lo que significa que la Cruz todavía es apreciada. Pero ¿cuántos de nosotros querríamos morir mártires? ¿Cuántos de nosotros tenemos convicciones tan firmes en la fe, que aceptamos por ellas todo sufrimiento? ¿Cuántos de nosotros no nos dejamos seducir por los teólogos de éxito?
----------¿Quién ha dicho que los votos religiosos, la austeridad y el ascetismo, son dualismo, rigidez y atraso escolásticos medievales, mientras que el relativismo moral, el laxismo y el buenismo son modernidad, amplitud de miras, liberalidad, misericordia, progreso, pluralismo y mensaje del Concilio Vaticano II?
----------¿Por qué tantos prefieren la ética protestante, hedonista y permisiva, a la católica, austera y exigente? ¿Por qué se está difundiendo también entre nosotros los católicos la tesis según la cual la Misa es una comida comunitaria y no un sacrificio y que el sacrificio, como sostiene Massimo Recalcati (véase su libro, Contra el sacrificio. Más allá del fantasma sacrificial, Editorial Raffaello Cortina, Milán 2017), es una distorsión psíquica? ¿No será que tal vez hemos olvidado o falseado el misterio de la cruz?
----------Ante la problemática del sufrimiento estamos totalmente perdidos, desorientados, y nos encontramos del todo impreparados, o experimentamos un sentido de frustrada y estéril rebelión, emitimos un grito desesperado, nos parece encontrarnos ante lo absurdo y nos hemos olvidado qué gran tesoro es en cambio el sufrimiento en la visión evangélica, qué ventajoso negocio o qué valiosa inversión es el sufrir en la visión cristiana. Nos hemos olvidado del ejemplo de Cristo, de la Virgen y de los Santos.
----------O bien vemos al sufrimiento como algo normal y natural, una necesidad del cosmos, una fatalidad oscura e irracional hasta llegar al amor Fati de Nietzsche o hasta creer que Dios mismo sufre. El sufrimiento entonces se convierte en un absoluto, deviene divino. Es fácil entonces unir el masoquismo con el sadismo o ser seducido por el nazismo. Hemos olvidado que uno de los méritos esenciales e incomparables del cristianismo es precisamente el de dar una respuesta razonable aunque misteriosa al enigma del sufrimiento.
----------No saber dar un porqué al sufrimiento quiere decir no ser cristianos. Cristo ha venido a propósito para revelarnos el porqué del sufrimiento y cómo se lo quita. Si el sufrimiento debe seguir siendo un misterio incluso después de la venida de Cristo, entonces hacemos vana su revelación. La belleza del cristianismo es precisamente saber por qué sufrimos y cómo se quita el sufrimiento.
----------Ciertamente, si Dios hubiera querido, podría haber creado un mundo donde el mal estuviera ausente. Por qué Él, en cambio, Bondad infinita, ha querido no impedir el pecado, origen del mal, esto no lo sabemos y no podemos saberlo, tanto está más allá de nuestra capacidad de comprensión.
----------Por eso, Cristo no nos lo ha revelado, porque no lo habríamos entendido. Y por eso no debe interesarnos. Cristo nos ha revelado lo que es el sufrimiento, cuál es la diferencia entre mal de culpa y mal de pena, que Dios premia y castiga, es justo y misericordioso, que quiere reparación y concede perdón a quien se arrepiente, que todos podemos salvarnos, cuál es la causa del sufrimiento, cómo se puede utilizar para salvarnos y cómo se puede quitar. Y eso debe ser suficiente para hacernos felices.
----------Sin embargo stat crux dum volvitur orbis. En la cruz de Cristo está la verdad, la suma caridad, la certeza, la seguridad, la paz, la superación del temor a la muerte, la reconciliación, el perdón, la justicia, la misericordia, la pregustación anticipada del paraíso del cielo.
----------Santa Catalina de Siena invita a menudo a encontrar nuestro descanso en la cruz. ¿Somos ya capaces de ello? Se huye obsesivamente del sufrimiento a costa de pecar, como si el sufrimiento fuera el peor de los males, y nos hemos olvidado que en cambio el peor de los males, que hay que evitar a toda costa (es famoso el dicho de santo Domingo Savio: "la muerte, pero no el pecado"), es el pecado. Creemos que es masoquismo amar el sufrimiento y en cambio el amor a la cruz es el más grande de los consuelos, la fuente de las virtudes, el principio y el medio de nuestra salvación, la expresión del máximo amor, la experiencia de la divina misericordia.
----------Y en cambio, huyendo de la cruz ya no hay consuelo para el sufrimiento, ya no hay generosidad y fortaleza en el sacrificio, ya no hay rigor en la ascesis, ya no hay disponibilidad para la renuncia, ya no hay resignación en la desventura, ya no hay método en la disciplina espiritual, ya no hay compasión por el que sufre, ya no hay dolor por los pecados, ya no hay paciencia en el sufrimiento, ya no hay serenidad ante la muerte, ya no hay llanto sincero y esperanzado por el que muere.
----------Escuchamos a menudo hoy hablar del Espíritu Santo y de nuestro deber de mantenernos a disposición de sus inspiraciones, sentimos que la Iglesia tiene una forma sinodal animada por el Espíritu Santo. Se trata ciertamente de una conquista de la espiritualidad de nuestro tiempo. Pero el Espíritu Santo ha venido para enseñarnos a unirnos con amor a la cruz de Cristo que cumple toda justicia, para así ser justos nosotros mismos. Nos enseña a honrar la justicia del Padre y a acoger su misericordia.
----------Una gravísima cuestión que atormenta a la Iglesia desde hace sesenta años y que, después de las aclaraciones y las experiencias realizadas, parece finalmente abierta a una solución definitiva, es el juicio que hay que dar al pensamiento de Karl Rahner, autor de una inmensa cantidad de publicaciones. Perito apreciado del Concilio, que desde el inmediato postconcilio ha provocado una encendidísima discusión entre los más eminentes y doctos teólogos en todo el mundo sobre algunos graves puntos de su doctrina, que ponían en juego muchas verdades de la fe católica bajo el color de su presentación en formas adaptadas al pensamiento moderno, como era requerido por los fines del Concilio.
----------Curiosamente, los Papas nunca han tomado posición, ni para alabarlo, ni para censurarlo (san Juan Pablo II en la encíclica Veritatis splendor, cuando rechaza la teoría de la opción fundamental que distingue lo trascendental de lo categorial, en el n.65, ciertamente se refiere a Rahner, pero no lo nombra). Esto ha permitido la penetración del rahnerismo entre los fieles y en los propios institutos académicos de la Iglesia, así como un resurgimiento del modernismo, más peligroso, como notó ya Maritain, que el de la época de san Pío X. La reacción lefebvriana fue exagerada, terminando por tomársela con las mismas doctrinas del Concilio.
----------Ya está claro que los daños más graves que la Iglesia ha tenido que sufrir en estos sesenta años, junto a la realización de indudables progresos, son debidos a la influencia y al prestigio del rahnerismo. Después de tantas discusiones y controversias, parece llegado el momento en que el Papa nos diga una palabra definitiva de esclarecimiento sobre aquello que es correcto y aquello que es herético en el pensamiento de Rahner, para que se prohíba llamar "católico" a lo que no es católico, cese el proceso de decadencia y se realicen finalmente en plenitud las conquistas del Concilio Vaticano II.
----------Además, una cosa urgente e importantísima a hacer y que en mi opinión el mismo Concilio no ha aclarado, es cómo presentar de modo persuasivo el misterio de la cruz a los hombres de hoy, para quitar a tal arduo misterio su aparente aspereza, hacerlo creíble, atractivo y en armonía con la razón, si es verdad que la fe ilumina la razón y no la ofende. Por lo tanto, es necesario presentar este misterio de tal manera de no generar repugnancia o escandalizar a las personas razonables, sin quitar nada de su dificultad.
----------Debemos impedir absolutamente que el misterio de la cruz parezca la apología del masoquismo. Debemos encontrar el modo de anunciar a Cristo en su plenitud, como el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, y no limitarnos a presentar a Cristo como un simple mártir o una víctima del fariseísmo o un profeta desoído. De esta grave laguna, una verdadera y propia herejía, surge en efecto esa otra herejía, que es la ignorancia y el desprecio por la Misa, la actualización incruenta del sacrificio de la cruz.
----------No nos extrañemos, por tanto, de la disminución en las frecuencias a la Santa Misa por parte de los fieles miembros del Pueblo de Dios. No es cuestión de novus ordo o vetus ordo; es cuestión de que no sabemos presentar a la gente el valor de la Misa. ¿Y esto por qué? Porque ya no sabemos lo que es la redención, hemos olvidado el valor reparador, expiatorio y satisfactorio del sacrificio de Cristo.
----------El "escándalo de la cruz" no quiere decir que la cruz sea verdaderamente escandalosa, porque, como nos dice san Pablo, es "poder y sabiduría de Dios". Por lo tanto, no debemos presentar este misterio como contrario a la razón, sino al contrario, debemos presentarlo de modo que sea creíble. Quien nos escucha no debe creer que nosotros hacemos el elogio del masoquismo, sino que debemos hacerle entender que le enseñamos precisamente el modo de liberarse del sufrimiento.
----------El famoso credo quia absurdum de Tertuliano, muy lejos de decirnos lo que significa creer en Cristo, es una ofensa a Cristo, es una enorme necedad, una estupidez. La fe católica es creer porque es razonable creer y por lo tanto es deber creer, so pena del pecado de incredulidad. Quien escandaliza con sus discursos no es un apóstol, sino que es un peligroso impostor que no induce a la fe, sino a la superstición y al fanatismo y entonces bienvenidos los iluministas a hacer limpieza, aunque también ellos tienen el error contrario de idolatrar la razón humana. Pero siempre queda que quien, como hacen los protestantes, quisiera persuadir al prójimo, que para aceptar la Palabra de Dios es necesario ir contra el sentido común y la razón, es un corruptor de la religión y un falso cristo que deberá rendir cuentas severamente a Dios de su mentira.

7 comentarios:

  1. Estimado p. Filemón. He leído atentamente sus artículos, sus cuatro artículos sobre la justicia de Dios Padre. Tengo, sin embargo una pregunta: ¿el Eterno Padre necesitaba realmente de un sacrificio reparador?

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    1. Estimado Profesor,
      si Dios hubiera querido, podría habernos perdonado sin pedir ninguna reparación. Propiamente hablando, Dios no tenía necesidad de tal reparación, porque Dios, aun habiendo recibido la ofensa del pecado, no es que con ello hubiera perdido algo, para exigir la restitución del bien que supuestamente se le ha quitado.
      El Padre ha pedido satisfacción, es decir reparación, porque ha querido ser debidamente honrado y ha querido que el hombre en Cristo fuera capaz de poder pagar la deuda de la culpa, y así reparar el pecado y reconciliarse con Dios.

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    2. Yo pienso que la muerte en cruz de Jesús está relacionada con su enseñanza. Jesús nos salva si nos comportamos como él dijo. La crucifixión es la consecuencia necesaria de su enseñanza.

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    3. Señor Juan: ¡Lo necesitábamos nosotros! Y debiera usted dar las gracias por ello, y rezar pidiendo penetrar cada vez mejor el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios.

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    4. Gracias, Pascual.

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    5. Estimado Profesor,
      no existe duda de que al subir a la cruz Jesús nos dio el primer ejemplo de lo que nos había enseñado, cuando dijo que la cruz era necesaria para la salvación.
      Con todo, sin embargo sigue siendo siempre cierto lo que ya he dicho, es decir, que si el Padre hubiera querido podría salvarnos también sin el sacrificio de la cruz.

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    6. Estimado Pascual,
      no existe duda de que Cristo, totalmente inocente, no tenía necesidad de hacer ninguna reparación y está claro que si murió en la cruz lo hizo exclusivamente por nosotros, para satisfacer al Padre en nuestro lugar.

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