domingo, 6 de abril de 2025

¿Cuál es nuestra esperanza si no todos se salvan? (2/2)

¿Cómo es posible que Dios, Bondad infinita, haya podido querer no impedir el mal? No lo sabemos, porque no podemos saberlo, tanto que las razones están escondidas en el inescrutable misterio de su voluntad. Si esto hubiera estado a nuestro alcance, Cristo nos lo habría revelado. Este es el sentido profundo de una expresión del papa Francisco, expresión a primera vista aparentemente infeliz, que él pronunció diciendo "no sabemos el porqué del sufrimiento". [En la imagen: fragmento de "Valle de Uco", acuarela de Oliver Fagnani].

¿Qué es la esperanza? 
   
----------La esperanza de la cual habla el presente Año Jubilar, Año Santo de la Esperanza, es obviamente la esperanza cristiana, virtud teologal basada en la fe y animada por la caridad, esperanza en la propia salvación, proveniente del hecho de que nos esforzamos también por la salvación de los demás, pero esperanza también en un sentido más amplio, humano, aunque no teologal, esperanza por tantas cosas bellas que nos son indicadas o sugeridas por la razón y por la fe, in primis esperanza que también nuestros amigos y nuestros seres queridos vivos y difuntos puedan salvarse, esperanza de que los malvados se conviertan y así puedan salvarse. En este sentido se podría hablar de un "esperar para todos".
----------La esperanza, en general, es un alegre movimiento del alma con el que la voluntad o el deseo de un bien futuro posible pero difícil de lograr mueve al intelecto a mirar este bien, con la consecuencia de que el corazón se abre gozosamente a esperar o a tender confiadamente y valientemente hacia este bien aún no poseído, pero que es bello concebir, mientras la voluntad se pone a la obra para conseguirlo con un moderado temor de no lograrlo o que ese bien se le escape, porque la esperanza bien motivada o fundada da la certeza de alcanzar el bien esperado, pero se trata sólo de una certeza moral, que no depende del hecho de que el intelecto está necesitado por la presencia del bien, sino que depende o de la convicción de lograrlo solo o con la ayuda de otro en quien se pone confianza, sobre todo Dios.
----------Ahora bien, debemos distinguir la esperanza humana de la esperanza cristiana. Como hace notar santo Tomás de Aquino (en la Summa Theologiae, I-II, q.40), el esperar es ya una virtud natural, vale decir, es un movimiento psico-emotivo, expresa una fuerza de ánimo (que él llama "irascible"), que permite, en base a motivos racionales, vencer el temor de no lograr lo esperado y mirar con confianza a un futuro luminoso, de tal modo que este mismo acto de tendernos hacia un futuro deseable y deseado nos da alegría y provoca un impulso a actuar para el logro o la realización de este futuro.
----------Por lo tanto, es necesario saber esperar, saber qué esperar, cuánto esperar y hasta dónde se puede esperar y lo que no tiene sentido esperar. Es necesario saber lo que podemos esperar en base a nuestras fuerzas y lo que podemos esperar con la ayuda de los demás o de Dios.
----------Si el esperar depende de nuestra voluntad, así como se puede honrar la virtud de la esperanza, así también se puede pecar contra la esperanza o por exceso o por defecto. Por exceso, cuando esperamos cosas o imposibles o irracionales o desproporcionadas o por encima de lo que Dios quiere para nosotros.
----------Por ejemplo, es erróneo pensar, como hacen los luteranos y como lo hace Moltmann (véase por ejemplo su pensamiento recogido por el cardenal Rino Fisichella en el libro Esperar para todos. Palabras humanas sobre la esperanza. Una antología, Libreria Editrice Vaticana 2024, pp. 111-234), que el objeto de la esperanza cristiana está en contradicción con los dictados de la razón. Una esperanza contraria a la razón, aunque se pretenda hacer pasar por esperanza cristiana, es y sigue siendo vana esperanza, alardeada, necia vanagloria, presunción o arrogancia, procedente de la soberbia.
----------La esperanza puesta en el hombre puede, sin embargo, decepcionar, porque el hombre es pecador. O bien puede suceder que del hombre, nosotros mismos o los demás, nos esperamos demasiado. Si, en cambio, es Dios mismo quien en la fe nos revela y nos promete bienes futuros a condición de que observemos sus mandamientos, entonces las cosas son muy diferentes.
----------Hay que distinguir la esperanza de la presciencia. Entre las cosas que Dios nos revela como futuras, algunas ocurrirán indefectiblemente porque fueron decididas por Dios, como los flagelos apocalípticos, las primicias del Espíritu, el Retorno final de Cristo, su victoria apocalíptica sobre las fuerzas del mal, el fin del mundo, el fin de las penas temporales de los buenos y de sus penitencias, la consecución del dominio pleno de su espíritu sobre la carne, la reconciliación de todos los buenos entre ellos en el cese de todo conflicto y en la superación de toda división y en la paz, el ingreso de Israel en la Iglesia, la plena presencia del Espíritu Santo en el corazón de todos los buenos, la resurrección de los muertos, el juicio universal, la separación definitiva de los bienaventurados de los réprobos, los cielos nuevos y la tierra nueva.
   
Si de Dios aceptamos el bien, ¿por qué no deberíamos aceptar el mal? (Jb 2,10)
   
----------Es fácil entender que las cosas buenas que alegran nuestra vida, nos vienen de Dios, puesto que Dios es bondad infinita. En cambio, nos indignamos con Él cuando nos manda el sufrimiento. Nos esforzamos en hacer remontar o referir a Él los dolores, las desventuras, las desgracias, la calamidad, que nos afectan ya sea por causa de los hombres o de la naturaleza. Somos llevados al reproche. Nos vienen ganas de odiarlo. Somos llevados a protestar, al rechazo de lo que nos sucede, no lo queremos. No nos gusta en absoluto el sufrimiento. A veces nos deja desconcertados y sumidos en la angustia. Nos sentimos abandonados por Dios. Incluso tenemos dudas de si Él exista verdaderamente.
----------¡Qué grande es la sabiduría de quien sabe que de Dios viene también el sufrimiento! Jesús, en las explicaciones que nos dan san Juan y san Pablo, nos aclara perfectamente este punto delicado de teología, que pone a prueba nuestra noción de Dios, del bien y del mal y el concepto que tenemos de su amor por nosotros.
----------Ahora bien, la cuestión de la esperanza está relacionada con la cuestión de la victoria sobre el mal o de la liberación del mal: ¿Dios hará desaparecer algún día todo el mal o permanecerán las penas del infierno? ¿Existe una victoria definitiva del bien sobre el mal? ¿Es bueno que exista el mal o habría sido mejor si el mal nunca hubiera existido? ¿Dios triunfará sobre sus enemigos? ¿Quién es el que ha inventado el mal? ¿La Iglesia prevalecerá sobre las fuerzas del infierno? Los buenos serán liberados algún día de la opresión de los malvados? Quién ha padecido injusticia ahora ¿obtendrá luego justicia de Dios? Quien se ha salido con la suya ahora ¿será castigado en el más allá? Son todas preguntas que cualquier persona honesta creyente o no creyente se plantea. Está claro que si el pecado no es castigado, esto es un excelente salvoconducto para el pecado. El misericordismo hoy tan difundido, no quita los pecados, sino que los agrava.
----------Entre el buenismo de Von Balthasar y el buenismo de Orígenes no hay sustancial diferencia. Si bien solo el buenismo de Orígenes ha sido condenado por la Iglesia, también el buenismo de Von Balthasar está implícitamente condenado. De hecho, el meollo de la cuestión no es una cuestión del ahora o más tarde, del ahora o después. Lo esencial es saber si el castigo existe o no existe.
----------Negar que el castigo sea eterno o negarlo por completo es sustancialmente la misma herejía. En realidad, es peor aún negarlo por completo. Al menos Orígenes lo admite por un cierto tiempo. Pero en ambas teorías se viene a decir en sustancia que Dios no castiga el pecado. En efecto, el castigo o es eterno o no existe.
----------La pena del purgatorio no es un castigo sino una purificación. Tampoco se puede decir que el castigo vaya contra la misericordia o sea una falta de misericordia, porque el objeto al cual se aplica la misericordia, es decir, el arrepentido, es diferente del objeto al que se aplica la punición, que es el inpenitente obstinado.
----------Ahora bien, es cierto que Dios, si lo hubiera querido, habría podido perdonar a todos. Pero de hecho perdona solo a algunos y no sabemos por qué perdona solo a algunos y no perdona a todos. Sin embargo, sabemos que Dios lo sabe, y eso nos basta. Por eso sabemos que el porqué existe, aunque Él no lo revele, porque no lo podríamos comprender. Nos basta con saber que Él es Bondad infinita.
----------Debemos tener presente que Dios ha querido también ejercer la justicia con la justa punición. Por consiguiente, si Dios castiga, no por ello es injusto, ni va contra la misericordia. Pero negar que Dios castigue equivale a decir que Él es injusto, y esto es injusto y es una herejía.
----------Pero castigando, ¿quiere Dios el mal? Sí, el mal de pena. Pero el mal de culpa, el pecado, que es la causa del castigo, lo ha querido la creatura. La voluntad de bien propia de Dios, no excluye la voluntad de castigar al malvado, porque esto es un bien, es una acción justa y buena.
----------En cuanto al mal de culpa, Dios no lo ha querido; y sin embargo Dios ha querido no impedirlo. Se trata del pecado, al cual ha seguido el mal de pena, es decir, el castigo. Si hubiera querido, habría podido impedir la existencia del pecado del ángel y del hombre y elevar a entrambas creaturas al estado de gloria inmediatamente después de la creación. Én cambio, Él borra el pecado, pero deja la pena.
----------El castigo del pecado tiene dos formas: existe el castigo inmanente y el castigo consecuente. El primero es intrínseco a la esencia misma destructiva del pecado. Este castigo ni siquiera Dios lo puede quitar o impedir, porque sería cosa contradictoria. Sería como un quitarse la vida sin morir.
----------En cambio, el castigo consecuente es aquel fijado por convención por parte del juez, y es un castigo que puede ser aplazado y también puede ser quitado por la misericordia divina. Vale decir, Dios puede castigar con el infierno a un asesino no arrepentido y no sancionado por la justicia humana incluso mucho tiempo después de que el asesino haya cometido su crimen.
----------Por el contrario, Dios puede suspender la pena a un pecador arrepentido que ya ha experimentado el castigo inherente al pecado mismo, como el Evangelio narra del hijo pródigo, porque el acto mismo de pecar provoca en el pecador, incluso de aquel que se ha endurecido en el pecado, una turbación interior, más allá de la magra satisfacción de haber hecho su propia voluntad y no la de Dios.
   
Si Dios es infinitamente bueno, ¿por qué existe el mal?
   
----------¿Cómo es posible que Dios, Bondad infinita, haya podido haber querido no impedir el mal? No lo sabemos, porque no podemos saberlo, tanto que las razones están escondidas en el inescrutable misterio de su voluntad. Si esto hubiera estado a nuestro alcance, entonces nuestro Señor Jesucristo nos lo habría revelado. Este es el sentido profundo de una expresión del papa Francisco, expresión a primera vista aparentemente infeliz, que él pronunció diciendo "no sabemos el porqué del sufrimiento".
----------Uno podría decir: pero ¿cómo? ¿Qué es lo que nos ha revelado Cristo sino el porqué del sufrimiento? Es necesario distinguir: si este "porqué" quiere decir que nos ha revelado lo que es el mal, el sufrimiento, el pecado, la muerte, el castigo, el origen y la causa y el propósito del mal, así como la cura y el remedio para el mal y cómo liberarse del mal, ciertamente todo esto Cristo nos lo ha revelado y es cosa sumamente consoladora.
----------Jesús nos ha hecho entender que el Padre en su misericordia y omnipotencia, al donarnos a su Hijo, no se ha contentado con restituir al hombre su perdida inocencia, redimiéndolo del pecado y de la muerte, sino que ha querido hacerlo hijo de Dios, o sea elevarlo por gracia a una vida sobrenatural, superior a las exigencias y finalidades del vivir simplemente humano, hacerlo imagen del Hijo, un bien infinito superior a aquel al que Adán hubiera podido gozar en el estado de inocencia. Dios ha recabado del mal un bien mayor de aquel que habría sido si el mal no hubiera existido. Esta es la famosa espléndida respuesta de san Agustín al porqué del mal.
----------Hago la observación, sin embargo, que si Dios hubiera querido, habría podido constituir ángeles y hombres en el estado de gloria inmediatamente después de la creación moviendo su voluntad hacia la unión con Él sin permitir la caída de los ángeles y del hombre y por lo tanto sin conducir al hombre pecador redimido por Cristo a través de las infinitas peripecias, dramas, fracasos y tragedias, por toda la interminable sucesión de delitos, males, lutos y sufrimientos, que recorren y salpican todo el atormentado curso de la historia.
----------Estemos atentos y tengamos cuidado de evitar la tentación de creernos más misericordiosos que Dios. Porque en efecto, hoy alguno parece ser llevado a decir: si hubiera dependido de mí o hubiera estado yo en lugar de Dios, habría salvado a todos. Es necesario recordar que la Iglesia no es un eficiente equipo de rescate que salva a todos los náufragos de un naufragio o a todos los habitantes de una casa en llamas, por lo cual, si no salvara a todos, recibiría el más severo de los reproches.
----------La obra divina de la salvación no es exactamente lo mismo: ella supone que no todos quieren ser salvados por Dios, sino que algunos consideran que pueden salvarse por sí solos o se consideran sanos y no tener necesidad de ninguna salvación.
----------No todos imploran la misericordia de Dios, porque algunos no sienten ninguna necesidad en absoluto de ser compasionados o perdonados por Dios o porque creen que no han hecho nada malo o porque a ellos no les interesa Dios o porque lo odian o porque ni siquiera creen en la existencia de Dios.
----------Dios, por su parte, no salva a nadie a la fuerza: de lo contrario ¿por qué habría dotado a la persona del libre albedrío? Dios ciertamente quisiera abrazar a todos en su amor. Pero no quiere ser amado a la fuerza, porque el amor es incompatible con la coacción y la violencia. A Él le interesa que sea la persona quien elija libremente. Y si es verdad que es Él quien mueve la voluntad de aquellos que Lo aman, recordemos que Él crea la misma libertad del acto por el cual es amado. Y llega al punto de crear también el acto de la voluntad de aquellos que lo odian, aunque la malicia del acto es causada solo por el pecador.
----------Pero Él ante el rechazo se hace a un lado en lugar de ser correspondido por la fuerza, aunque siempre tiene la posibilidad de cambiar de mala a buena la voluntad del pecador. La amenaza del castigo no fuerza absolutamente la voluntad del hombre, como podría parecer a algunos, porque quien lo rechaza lo hace voluntariamente porque Lo odia aun sabiendo a qué se enfrenta con su rechazo.
----------Algunos de la escuela de Severino, para quien todo es uno, eterno, necesario e inmutable, y el no-ser no existe, el mal entendido como privación, que es no-ser, no existe; sino que lo que nosotros consideramos malo, como el pecado y el sufrimiento, también pertenecen al horizonte del ser, y por lo tanto de lo eterno, de lo necesario y de lo inmutable.
----------Según la escuela de Severino, también lo que a nosotros nos parece como malo es también eso un conjunto de apariciones múltiples y sucesivas del Ser en relación con nuestra individualidad empírica. Si, por tanto, nos parece que ciertas cosas nos hacen daño, es solo porque no nos situamos desde el punto de vista de la Verdad del Ser, sino solo desde nuestro punto de vista particular, limitado y transitorio y no nos elevamos a la visión del Uno y del Todo, por encima del ser y el no ser, de lo verdadero y de lo falso, del bien y el mal. Y veremos que todo está bien como es porque está ahí.
----------Sin embargo, y para dejar de lado todas estas fantasías, a bien examinar este tipo de supuesta solución, ella no convence por su falsedad y contradictoriedad. No queda, por tanto, como verdadera y consoladora respuesta al misterio del mal, otra que la respuesta cristiana que he dicho.

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