viernes, 4 de abril de 2025

El infierno y la cuestión de la predestinación

No compartimos las palabras de quien dice que en el ámbito de la salvación o de la condenación "en último análisis decido yo". No, esto vale sólo para mi condenación. Por cuanto respecta a la salvación, la cosa es más compleja: fundamentalmente y originariamente, o sea en último análisis, existe la decisión divina (predestinación), la cual sin embargo causa mi libre y meritoria decisión. Por consiguiente, no es que Dios me salva porque yo quiero salvarme, sino que yo quiero salvarme porque Dios quiere salvarme, o sea, me ha predestinado. Ciertamente, si yo quiero salvarme, él quiere salvarme; pero es Él el que causa mi acto con el cual me salvo, porque es Él que me salva. [En la imagen: fragmento de "Infierno", una de las 120 ilustraciones en acuarela, realizadas por William Blake para la Divina Comedia, de Dante Alighieri].

¿Por qué existe el infierno?
   
----------El misterio del infierno presupone otro misterio más profundo y más oscuro: el misterio del mal. Dios, en su infinita bondad y en su infinito poder, habría podido crear un mundo donde el mal estuviera ausente. ¿Por qué ha preferido permitir la existencia del mal, aunque Él no sea culpable del mal? Una respuesta tradicional es porque ha querido recabar del mal un mayor bien: como respuesta a nuestro pecado, nos ha dado a Jesucristo. Es una respuesta correcta, pero que no explica hasta el fondo la elección divina, la cual precisamente porque es divina, permanece insondable a la comprensión creatural, aún cuando sea iluminada por la revelación, y queda siempre que Dios, si hubiera querido, habría podido elegir lo contrario.
----------En cualquier caso, para quien cree en Dios una cosa es cierta: es bueno que exista el mal, de lo contrario Dios, infinita sabiduría y bondad, no lo habría permitido. Debemos fiarnos del valor de su elección, aún cuando con nuestra razón no lleguemos a comprenderla a fondo. No compete a nosotros guiar los destinos del mundo; sino contentémonos con la posibilidad de salvarnos y de ser bienaventurados y no nos escandalicemos de la existencia de los condenados. A cada uno su elección.
----------Es importante sin embargo concebir el mal en el sentido correcto, como ya había intuido Aristóteles: no como simple negación (en el hecho de que yo no sea el presidente de la República no veo nada de malo), sino como privación (stéresis) de un bien debido (privatio boni debiti). Ya la metafísica nos dice que en el fondo sólo el bien es sustancia y es necesario y puede ser infinito (Dios). El mal, en cambio, es contingente, accidental, finito, y puede ser eliminado. El bien puede existir sin el mal (perfección); el mal no existe sino en el bien (como defecto y como pecado).
----------Es necesario por tanto evitar reducir el mal a simple apariencia, como sucede en el monismo panteísta, pero también es necesario evitar agigantarlo hasta divinizarlo y hacerlo inextinguible, como en el dualismo maniqueo. Horrible es la concepción de Jacob Böhme, que pone el mal en Dios. Similarmente horrenda es la visión de Calvino, para el cual Dios predestina a algunos al infierno (esta visión ya había sido condenada por la Iglesia en el siglo IX, en un cierto monje alemán, Godescalco, Gottschalk).
----------Para aquellos lectores algo menos instruidos en cuestiones de historia de la filosofía, me parece conveniente incluir aquí algunas breves nociones:
----------He mencionado el monismo panteísta. Tiene una larga historia: comienza con Parménides, en el siglo VI a.C., y encuentra su culminación en Hegel. En esta metafísica no existe una pluralidad de entes, y por tanto una real distinción entre Dios y el mundo, sino un único ser, necesario, eterno, absoluto y divino, por tanto todos los opuestos, entre los cuales también el bien y el mal, están en él. Pero así como Dios es bueno, el mal (en él) no es más que una apariencia y se niega a sí mismo.
----------He mencionado también el dualismo maniqueo. Aquí el mal es una divinidad, la cual viene sí derrotada por el dios bueno, pero continúa sin embargo existiendo en oposición a él. Uno podría pensar en el infierno, que continúa existiendo también después de la derrota de los impíos; pero no es lo mismo: los impíos no son el mal, sino creaturas ontológicamente buenas (aún cuando moralmente pervertidas) que, como tales, continúan siendo conservadas y gobernadas por la divina Providencia.
   
La predestinación
   
----------La divina predestinación, fruto de la elección, es el acto con el cual Dios, en el misterio inescrutable de su voluntad, destina en anticipo ("pre") los elegidos a la salvación, de modo tal de mover infaliblemente su acto libre al cumplimiento de la voluntad divina. Tal acto, bajo el impulso divino, no puede no ser puesto en el ser, sino que se actúa como acto libre. Dios hace, sí, que no pueda no actuarse, pero como acto libre. Por ser causado por Dios, el acto no pierde su propia libertad, de hecho Dios mismo crea la libertad y la bondad de ese acto. Como dicen los teólogos, Él pre-mueve la voluntad humana, o sea la mueve a moverse ("premoción física").
----------Aclaremos algunos puntos del pasaje anterior:
----------1. He dicho que Dios destina en anticipo. Pues bien, en anticipo en dos sentidos: primero, en cuanto Dios desde la eternidad ha establecido quienes son los elegidos; segundo, respecto a nosotros, en cuanto, en base al primer punto, esta predestinación existe desde la eternidad antes que nosotros seamos creados.
----------2. Se ha dicho que mueve infaliblemente. Esta moción infalible, en el lenguaje técnico de la teología, se llama "premoción física": "física" no en el sentido de la física experimental, sino en sentido psicológico-ontológico. 
----------La doctrina de la predestinación tiene origen en san Pablo. En la Carta a los Romanos, él se expresa en estos términos: "Sabemos que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó" (Rm 8,28-30).
----------La expresión "aquellos que" deja entender que no se trata de todos los hombres. Esta expresión, en efecto, viene usada para expresar una parte sacada de un todo o de un conjunto, como si delante de un conjunto de cuadros, yo dijera: aquello que elijo son los siguientes, por lo tanto no todos. Si todos los hombres fueran predestinados a la salvación, Pablo probablemente habría dicho: Dios ha conocido a todos y ha predestinado a todos, con aquello que sigue, en conformidad a tal modo de expresarse.
----------¿Por qué éste es predestinado y aquel no? No lo sabemos y no nos debe interesar. San Agustín dice: Noli iudicare si non vis errare. Lo importante es aquí no elevar protestas o plantear reivindicaciones o acusar a Dios de injusticia o creer que él infravalore la dignidad del libre albedrío. Serían todos pensamientos fuera de lugar. El problema de la salvación no es un conflicto sindical o una controversia jurídica, sino que es la libre aceptación o el libre rechazo de un ofrecimiento de misericordia.
----------Por esto, ante el misterio de la predestinación debemos sólo creer, agradecer, callar, admirar y alabar. Aquí, en efecto, no entra la justicia, sino sólo la misericordia; cuando se trata de retribuir nuestras acciones, Dios es sumamente justo, sin embargo recordemos que Dios es justo no sólo cuando premia, sino también cuando castiga. Ciertamente los premiados son los predestinados, pero recordemos también que Dios dona por misericordia el mérito que nos hace bienaventurados. Sin llegar al exceso de Lutero que niega el mérito, debemos sin embargo tener presente que el mérito delante de Dios debe ser tomado sólo en sentido analógico y bastante imperfecto respecto al mérito de estricta justicia delante de los hombres.
----------En cuanto al término "predestinación", ha sido usado en la Iglesia por largos siglos: de él encontramos por ejemplo un testimonio en el Concilio de Quierzy del 853, en la Profesión de Fe de san León del 1053 y en el Concilio de Trento en el Decreto sobre la Justificación (Denz. 1567).
----------El tema, planteado por Lutero, suscitó durante algunos siglos encendidas y doctas discusiones, especialmente entre protestantes y católicos, así como entre los católicos mismos, como por ejemplo entre Dominicanos y Jesuitas, hasta fines del siglo XIX e inicios del siglo XX. A partir de esta fecha, y sobre todo desde el Concilio Vaticano II, ya casi no se habla en ninguna parte de predestinación, ni siquiera por parte del Magisterio de la Iglesia. Nos podríamos preguntar por qué motivo, considerando:
----------1. la importancia grandísima del tema en sí mismo;
----------2. el hecho de que se trata de un término bíblico;
----------3. el hecho de que se trata de un término completamente tradicional en el lenguaje de la Iglesia y de la teología.
----------La ausencia de este término en el lenguaje teológico contemporáneo no debe ser indudablemente considerada como una actitud de excesivo descontento o desaprobación; sin embargo en mi opinión, no me parecería mal retomar un término tan cargado de historia y de significado teológico, considerando también la gran precisión con la cual el término ha sido definido por la más ilustre tradición teológica.
----------Ciertamente, como todas las palabras humanas, incluida la misma Palabra de Dios expresada en términos humanos, este vocablo tiene una cierta desventaja, porque puede dar la impresión de que el predestinado esté empujado por el Predestinante (Dios) a cumplir un acto de manera ineluctable y casi mecánica, tal como podría hacer un cuerpo inanimado. En este sentido, yo puedo decir predestinar una suma de dinero para comprar un automóvil. Sin embargo la teología clásica, con notable habilidad dialéctica, siempre ha podido demostrar cómo en realidad la divina predestinación, muy lejos de reducir al predestinado al nivel de una marioneta, suscita en él, como dice el Apóstol, "tanto el querer como el obrar", De aquí el hecho que el predestinado cumple una acción plenamente libre y meritoria.
----------Puedo admitir que en ciertos casos, por motivos pastorales, sea mejor no usar esta palabra. Indudablemente el Magisterio contemporáneo a partir del Concilio ha hecho esta elección. Sin embargo, con todo el respeto, yo me pregunto si no se trate de una elección un poco unilateral. Si reparamos en el hecho que las mismas palabras de la divina Revelación presentan sus desventajas, con ese razonamiento deberíamos dejarlas de lado a todas. Por eso yo considero que en línea de principio este término no debe ser dejado de lado, sino cuidadosamente explicado, porque la comprensión de su significado proporciona a la mente creyente una luz altísima, que de otra manera no recibiría sin la explicación de esta venerable palabra.
----------En definitiva, el concepto de predestinación significa simplemente que es Dios el que salva y no es el hombre que se salva a sí mismo: verdad fundamental de la religión cristiana y en general de toda concepción también natural de la religión. Y Dios salva no como un salvador humano, que presupone la actividad de aquel que se salva, sino que, en cuanto Creador, crea el acto mismo con el cual el hombre se salva (Dios crea todo acto humano en sentido ontológico, incluso el acto malo, pero no en cuanto malo -en efecto, la maldad de este acto depende sólo del hombre-, sino simplemente en cuanto acto, desde el punto de vista del ser).
----------Yo decido, ciertamente, de mi destino, tanto en el bien como en el mal; pero mientras en la salvación la moción primera viene de Dios ("predestinación"), por lo cual mi decisión es causada por él, en la perdición la decisión es solamente mía. Esto se basa sobre la verdad metafísica según la cual la causa segunda (mi acto libre) es causada por la causa primera (Dios), no sin embargo en el sentido de que Dios cause el mal, porque Él es solamente causa del bien.
----------No nos inclinamos por tanto a compartir las palabras de quien dice que en el ámbito de la salvación o de la condenación "en último análisis decido yo". No, esto vale sólo para mi condenación. Por cuanto respecta a la salvación, la cosa es más compleja: fundamentalmente y originariamente, o sea en último análisis, existe la decisión divina (predestinación), la cual sin embargo causa mi libre y meritoria decisión. Por consiguiente, no es que Dios me salva porque yo quiero salvarme, sino que yo quiero salvarme porque Dios quiere salvarme, o sea me ha predestinado. Ciertamente, si yo quiero salvarme, él quiere salvarme; pero es él el que causa mi acto con el cual me salvo, porque es él que me salva.
----------También la idea de "elección" implica evidentemente el tomar un cierto número de un conjunto más vasto. Si yo elijo en un negocio un par de zapatos, los elijo evidentemente entre muchos otros. Pero -alguien podría decirme- ¡yo no soy un par de zapatos! Es cierto, pero la elección en el sentido bíblico no entiende en absoluto negar la responsabilidad y el mérito del hombre tanto en el bien como en el mal; quiera sólo significar que, al fin de cuentas, es Dios el que salva.

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