El cuadro que el libro del Apocalipsis nos hace de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, ya no manso Cordero crucificado, sino Juez y Caudillo, que, después de un crescendo de castigos infligidos a los malvados ya desde esta vida (por ejemplo la caída de "Babilonia"), libera por la fuerza a los justos de las manos de los impíos en una grandiosa batalla cósmica, premia y castiga, es de tan neta manera realista y detallado, claramente representativo de aquello que, por expresa declaración del hagiógrafo, sucederá, que es impensable concebir el infierno como una simple posibilidad y dudar de que existan o no existan los condenados, y acaso creer que todos se salven. [En la imagen: fragmento de "Dante y Virgilio en el infierno", óleo sobre lienzo, 1822, obra de Ferdinand Victor Eugène Delacroix, conservado y expuesto en el Museo Louvre de París, Francia].
La separación final del trigo y la cizaña
----------Las enseñanzas de Cristo encuentran un eco y una explicitación en las Cartas del Nuevo Testamento, pero de modo especial y grandioso en el Apocalipsis, el libro que concluye la narración de la historia sagrada, revelándonos (Apocalipsis = apokalypsis = revelación) aquella que será la conclusión de la historia de esta tierra: el retorno final de Cristo ("Parusía"), el cual, vencidas las potencias del mal, volverá a dar vida a los cuerpos de los difuntos y dará a los justos el premio de la vida eterna y a los malvados el castigo infernal.
----------También san Pablo Apóstol conecta la Parusía con la victoria de Cristo sobre las potencias enemigas (el Anticristo y sus secuaces), los cuales, viniendo a quedar forzadamente y no voluntariamente sometidos a su poder, deberán sufrir evidentemente la pena del infierno (1 Ts 2,8-12).
----------El Apocalipsis, que, como hemos visto, contiene la visión de la multitud sin límites de los salvados, "de toda lengua, pueblo y nación", es sin embargo aquella misma visión que anuncia severos castigos a los impíos ya desde esta vida y su punición final eterna: "Llegó el tiempo de tu ira, así como también el momento de juzgar a los muertos y de recompensar a tus servidores, los profetas, y a los santos y a todos aquellos que temen tu Nombre -pequeños y grandes- y el momento de exterminar a los que corrompían la tierra" (Ap 11,18).
----------El premio que espera a los justos es habitar en la Jerusalén celestial, "resplandeciente de la gloria de Dios" (Ap 21,11), de la se dice en el libro del Apocalipsis dicho aquello que ya era anunciado por las profecías del Antiguo Testamento: "Las naciones caminarán a su luz y los reyes de la tierra le ofrecerán sus tesoros" (Ap 21,24). En ella los bienaventurados contemplarán para siempre el rostro de Dios: "El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán. Ellos contemplarán su rostro y llevarán su Nombre en la frente. Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos" (Ap 22,3-5). El Cordero, según la profecía simbólica del Cantar de los Cantares, se unirá en castas nupcias con su esposa, la Iglesia, después de haberla preparado para la unión en el curso de la vida presente.
----------En cambio, como es profetizado en el capítulo 20, en el combate escatológico que conllevará la victoria final de Cristo, los impíos, también siendo numerosísimos ("su número será como la arena del mar"), marcharán sobre toda la superficie de la tierra y sitiarán en asedio el campamento de los santos y la ciudad amada, o sea la Iglesia. Pero un fuego descenderá del cielo, y los devorará, y el diablo, que los había seducido, será arrojado al estanque de fuego y de azufre, donde están también la bestia y el falso profeta: serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (cf. Ap 20,9-10).
----------En el Apocalipsis nuestro Señor Jesucristo se presenta manteniéndose con insistencia como el "Cordero inmolado", del cual habla Juan Bautista en el Evangelio, Cordero salvador (Ap 7,10) y vencedor (Ap 12,11). Sin embargo, aquí, en el libro del Apocalipsis, se produce un pasaje de un Cordero manso a un Cordero airado (Ap 6,16), obviamente airado contra los impíos y los injustos.
Jesucristo juez vengador y victorioso
----------Por consiguiente, aquí vemos que emerge más que nunca el concepto véterotestamentario del Mesías redentor como goél, o sea vengador, aquel que hace justicia de los impíos y otorga justicia a los oprimidos, vale decir, a los justos y a los santos que son oprimidos por los impíos y por los pecadores. No es ya por tanto el Cordero que se sacrifica por la conversión de los impíos, sino que es el Cordero que, al mismo tiempo, es "león" (Ap 5,5), el Caballero llamado "fiel" y "veraz". Véase el siguiente pasaje:
----------"Luego vi el cielo abierto y apareció un caballo blanco. Su Jinete se llama 'Fiel' y 'Veraz'; juzga y combate con justicia. Sus ojos son como una llama ardiente y su cabeza está cubierta de numerosas diademas. Lleva escrito un nombre que solamente él conoce y está vestido con un manto teñido de sangre. Su nombre es: 'El Verbo de Dios'. Lo siguen los ejércitos celestiales, vestidos con lino fino de blancura inmaculada y montados en caballos blancos. De su boca sale una espada afilada, para herir a los pueblos paganos. El los regirá con un cetro de hierro y pisará los racimos en la cuba de la ardiente ira del Dios todopoderoso. En su manto y en su muslo lleva escrito este nombre: Rey de los reyes y Señor de los señores" (Ap 19,11-16).
----------El libro del Apocalipsis, en pasajes como el anterior, hace referencia evidentemente a Cristo no en cuanto misericordioso hacia los pecadores arrepentidos, sino justo hacia aquellos que obstinadamente y soberbiamente no se arrepienten. Y por tanto es clara una alusión al infierno: en su primera venida el Verbo encarnado se propone con mansedumbre y humildad, con signos de credibilidad, dialogando y argumentando para convencer y convertir a los pecadores, exhortándoles con dulzura a seguirlo. Aparece débil hasta el punto de dejarse crucificar. Es la manifestación de la misericordia: Jesús se ofrece en sacrificio por la salvación de los pecadores. Los justos continúan, en Cristo, sufriendo por parte de los impíos, pero su sufrimiento es redentor también para los mismos impíos, a condición que se arrepientan.
----------En la venida final de Cristo, en cambio, viene con poder, combate a los impíos impenitentes en una batalla escatológica decisiva, los derrota y los somete por la fuerza a su propio dominio, separándolos de los justos, que de este modo vienen a ser liberados de la opresión de los impíos, los cuales, encadenados en el infierno, vienen puestos para siempre en las condiciones de no poder ya hacer daño.
----------En estos dos momentos fundamentales de la acción cósmica de nuestro Señor Jesucristo encontramos un cierto reflejo de aquellos que son los dos momentos fundamentales de toda acción educativa: el educador, suponiendo tratar con un educando dócil, confiado y de buena voluntad, por cuanto este último esté necesitado de ser corregido, le propone argumentos persuasivos, lo trata con garbo y dulzura, lo tolera en sus debilidades, aunque de vez en cuando con alguna llamada o reclamo trata de sacudir su conciencia y de intimidarlo para bien, y le propone buenos ejemplos, a fin de estimular su voluntad y ejercitarlo en la virtud. Esta primera fase puede ser comparada con la primera venida de Cristo.
----------Pero si el educando recalcitra y se rebela obstinadamente comenzando a hacerse daño a sí mismo y hacer daño a los demás, la obra educativa se transforma en intervención disciplinar, coercitiva y represiva, hasta el punto que, eventualmente, en cados graves, la competente autoridad judicial defiende a la comunidad del delincuente recurriendo a su encarcelamiento. Pues bien, esta segunda fase puede ser asimilada a la Parusía, y la cárcel puede ser una metáfora del infierno.
----------Ahora bien, el cuadro que el Apocalipsis nos hace de la venida de Cristo Juez y Caudillo que, después de un crescendo de castigos infligidos a los malvados ya desde esta vida (por ejemplo la caída de "Babilonia"), libera por la fuerza a los justos de las manos de los impíos en una grandiosa batalla cósmica, premia y castiga, es de tal manera realista y detallado, claramente representativo de aquello que, por expresa declaración del hagiógrafo, sucederá, que es impensable concebir el infierno como una simple posibilidad y dudar de que existan o no existan los condenados, y acaso creer que todos se salven.
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