Como hemos adelantado, nuestra exposición conlleva dos grandes secciones, la primera dedicada a presentar un resumen rápido de cada una de las cinco conferencias que el profesor Peter Kwasniewski ha ofrecido recientemente en España, junto a un análisis crítico inicial de cada una de ellas; y la segunda parte la dedicamos a individuar y demostrar cinco puntos problemáticos que encontramos en estos discursos. Ahora resumimos y evaluamos las dos conferencias finales, poniendo especial atención a su apego exclusivista al vetus ordo y al menoscabo que hace del Novus Ordo Missae. Tras ello iniciamos hoy la segunda parte, en la que ante todo analizaremos cómo la mencionada tensión ritual impacta en la unidad y en la legitimidad de la liturgia romana contemporánea. [En la imagen: el papa León XIV durante la celebración de la Santa Misa en la Capilla Sixtina del Vaticano, junto a los Cardenales electores, el 8 de mayo de 2025, su primera Misa como Romano Pontífice].
Cuarta conferencia
----------La cuarta, de las cinco conferencias de Peter Kwasniewski en España, titulada “Por qué es bello el rito tradicional, y por qué necesitamos esta belleza” (22 de julio, Madrid) arranca con dos testimonios célebres -Frederick Faber y John Henry Newman- para distinguir entre invocación y evocación de lo eterno, subrayando que sólo la belleza puede suscitar un asombro que trasciende el mero intelecto.
----------A partir de santo Tomás de Aquino, el conferenciante identifica tres propiedades esenciales de la belleza presentes en la Misa en latín: integridad, armonía y claridad. A lo largo de su discurso, recurre a dom Gérard Calvet y otros autores modernos para afirmar que la liturgia tradicional no solo entra por la puerta de la inteligencia, sino que seduce directamente al corazón por la puerta de la belleza.
----------Afirma Kwasniewski que el arte sacro europeo (arquitectura gótica y renacentista, canto gregoriano, imaginería y rituales ordenados) funcionó durante siglos como catequesis implícita. Frente a lo que él denomina el vaciado simbólico del siglo XX, el conferencista defiende ardientemente que la liturgia que llama "tradicional" ofrece una experiencia sensorial plena (vista, oído, olfato, tacto) que forma a los niños, atrae a los buscadores de Dios y mantiene vivo el sentido de lo sagrado. Tras explayarse en esas ideas, termina concluyendo con una advertencia, pues dice que menospreciar la belleza es una forma moderna de iconoclasia, un ataque sutil a la Revelación encarnada que corre el riesgo de empobrecer la fe en la Presencia Real.
----------Ahora bien, si examinamos con franqueza y honestidad los cimientos -o la carencia de ellos- de estas elucubraciones retóricas, surgen unas cuantas objeciones claras. Ante todo, al presentar la belleza como casi única vía de acceso a lo divino, la conferencia incurre en un esteticismo litúrgico excesivo que convierte el rito en un espectáculo reservado a los iniciados, reduciendo la liturgia a mero objeto de contemplación y soslayando su carácter de servicio comunitario y misión evangelizadora.
----------La exaltación de la experiencia sensorial como filtro para acceder al misterio introduce una especie de gnosticismo sensorial, con lo cual se corre el peligro de construir un rito sólo para quienes poseen sensibilidad estética, excluyendo a fieles sin formación cultural o con limitaciones sensoriales.
----------La idealización de la Europa sacra -catedrales góticas, coros renacentistas y monasterios- ejemplifica un pasadismo que ignora el modo como la liturgia siempre ha adaptado su expresión a cada época. La frase “Europa aprovechó el poder de las bellas artes como herramientas de catequesis, devoción y misticismo…” (c.4, p.3) recurre a un pasado idealizado cuya inmutabilidad "tradicional" (adjetivo repetido 21 veces), inmutabilidad tomada por Kwasniewski como valor absoluto, puede comprensiblemente conducir al fetichismo ritual y al aislamiento de la liturgia respecto de las realidades sociales y pastorales actuales.
----------La omisión de todo reconocimiento a los logros de la reforma conciliar (participación activa, homilía renovada, música vernácula) revela una subestimación del Concilio Vaticano II. Se ignoran las motivaciones pastorales de un aggiornamento que buscó encarnar el Evangelio en cada cultura.
----------Una belleza que no se vincule a la catequesis, la homilía profunda y el servicio a los pobres corre el peligro de quedar en mero regocijo estético. La liturgia debe impulsar el discipulado, no sustituirlo; de lo contrario, la forma bella deviene endémica a un culto desvinculado de la misión.
----------La acusación de iconoclasia moderna contra quienes optan por ritos sencillos pasa por alto que la Presencia Real puede vivirse con autenticidad en múltiples expresiones litúrgicas. El verdadero enfrentamiento no es entre estilos, sino contra la indiferencia y la fe vacía.
----------En conjunto, esta cuarta conferencia exalta con acierto la sacralidad de la belleza, pero sus sesgos hacia el esteticismo extremo, el gnosticismo pasadista y el hiperliturgismo elitista exigen un contrapeso que reconozca la complementariedad de formas litúrgicas inculturadas y la urgencia pastoral del momento presente.
Quinta conferencia
----------La quinta conferencia en España, “Por qué la misa tradicional es majestuosa y cortesana” (23 de julio, Segovia), se inicia situando la liturgia en la “corte” (término repetido 21 veces) del Cordero sacrificado descrita en el libro del Apocalipsis: según Kwasniewski el rito terrenal es necesario que reproduzca el esplendor de la Jerusalén celestial, donde Cristo Rey preside rodeado de ángeles y santos.
----------A partir de esa imagen, Kwasniewski desglosa cinco ejes de la majestuosidad cortesana: 1. La liturgia como corte cósmica: la Misa participa de la liturgia celestial, recreando en la tierra la ofrenda del Rey y su corte angélica. 2. Símbolos del Templo y monarquía: arquitectura, candelabros, incienso, vestimentas y música sacra todos son imágenes terrenales de la Jerusalén santa, elevando la mente y el corazón de los fieles. 3. Monarquía vs. democracia litúrgica: "el cristianismo es puramente y totalmente monárquico” (c.5, p.4); todo intento de “culto democrático” distrae de la majestad divina y relega al pueblo al papel de mero espectador. 4. Patrimonio orgánico y autoridad sacramental: el rito antiguo no nace de comités ni modas, sino de una asimilación histórica de doctrinas y devociones; su ceremonial “vertical” subraya que la Misa es obra de los ordenados. 5. Arte al servicio del sacrificio real: vasos, altares, polifonía y canto gregoriano forman la opinión estética de los fieles, desterrando la mediocridad y fomentando la magnificencia en honor al Rey de reyes.
----------Kwasniewski finaliza sus argumentos sosteniendo que la liturgia "cortesana" no es un mero lujo, sino un instrumento imprescindible para educar al creyente en la adoración real y preservar la conciencia de la soberanía de Cristo. El término "cortesana" se repite hasta enfatizar que cualquier simplificación -una liturgia menos cortesana, menos regia, menos hierática o menos espléndida- desvirtuaría su esencia, haciéndola menos auténtica, menos celestial y menos veraz. Este énfasis extremo da la impresión de una liturgia idealizada, distante de las circunstancias terrenas y de la experiencia de los fieles, como si se aspirara a un culto de otro mundo más que a una celebración encarnada.
----------Por consiguiente, debemos hacer algunas graves observaciones críticas a todo esto, aunque sean por el momento sólo iniciales observaciones que pueden surgir a todo fiel con un mínimo de buen sentido común. Ante todo, al presentar la Misa como un "tradicional" e inmutable legado orgánico no producida por un “comité de expertos” (c.5, p.5) y reservado a defensores de un secreto sagrado, se introduce un conocimiento litúrgico esotérico, reduciendo la Revelación a un patrimonio exclusivo para iniciados. Con lo cual vuelve a aparecer aquí la impronta gnóstica, que ya hemos advertido en estas conferencias.
----------Además, hipotéticamente admitido (y no concedido) que lo cortesano pueda ser un adjetivo congruo al culto católico, el adjudicar la “cortesanía” única y exclusivamente al rito tridentino desconoce (precisamente contra la apología que Kwasniewski hace de Summorum pontificum) la complementariedad del Novus Ordo Missae y de las diversas expresiones orientales o inculturadas que también participan de la corte celestial, tal como lo permitía libremente el anterior motu proprio de Benedicto XVI (art. 2).
----------Por otra parte, la exaltación de la magnificencia formal o de los signos de belleza artística corre el riesgo de transformar la liturgia en un espectáculo para iniciados sensibles al arte sacro, relegando la formación doctrinal y la participación activa de los fieles a un plano secundario.
----------Además, el insistir en la monarquía litúrgica como fin último convierte a la Misa en el eje absoluto y abarcador de toda la vida eclesial, relegando la caridad y la misión por fuera del templo. Se vulnera así la noción conciliar de la liturgia como “fuente y cumbre”, sin pretender ser su totalidad (SC n.10).
----------La condena categórica de cualquier forma de “democracia litúrgica” (c.5, p.3), la manifiesta aversión a lo sinodal, y la idealización sin matices del rito de 1962, incitan a los oyentes a desafiar la autoridad de los Obispos y las normas de Traditionis Custodes, minando la comunión jerárquica de la Iglesia.
----------Surgen así, lamento repetirlo, objeciones claras al discurso de Kwasniewski: al describir la Misa como un legado orgánico inalterable, repito, no producido por “comité de expertos” (c.5, p.5), y al sugerir casi que su ceremonial pertenece a un círculo de iniciados, se corre el riesgo de otorgar a la liturgia un carácter exclusivo y esotérico. Esta visión contrapone el acceso al culto de los fieles y reduce la Revelación a un saber reservado sólo a unos pocos, cuando la liturgia debe ser patrimonio vivo de y accesible a toda la Iglesia.
----------En conjunto, la quinta conferencia ofrece argumentos históricos y teológicos de peso, pero peca de un absolutismo estético-monárquico que deriva en elitismo, dualismo gnóstico y un culto cerrado que excluye al Pueblo de Dios y a la diversidad de expresiones litúrgicas que enriquecen la tradición católica.
Cinco puntos problemáticos
----------A continuación pasaremos a la segunda tarea que habíamos proyectado. Habiendo resumido las cinco conferencias, y tras hacerles algunas observaciones iniciales, inmediatamente presentaremos cinco aspectos problemáticos que hemos descubierto en el discurso del proferor Kwaskiewski y que seguramente el lector habrá podido advertir por todo lo que ya llevamos expuesto hasta este momento.
1. Apego exclusivista al vetus ordo y menoscabo del Novus Ordo Missae
----------Aquellos fieles católicos (no importa que sean laicos, religiosos, presbíteros, obispos o cardenales) que aún, a sesenta años de promulgada la constitución Sacrosanctum Concilium y a más de cincuenta de la entrada en vigor del Novus Ordo Missae, se sientan apegados al Misal de 1962, merecen toda nuestra comprensión y misericordiosa benevolencia. Estas, nuestras debidas misericordia y benevolencia, son el necesario presupuesto de caridad que, con la ayuda de la gracia de Dios, los conduzca a corregir gradualmente su actitud de rechazo a la comunión eclesial y a convertirse de su ideología pasadista.
----------Pero el paso básico e inicial de este proceso es aquello que para el papa Benedicto XVI también estaba sumamente claro al instaurar en 2007 la disciplina litúrgica que daba (opino que imprudentemente) plena libertad a sacerdotes y laicos para celebrar según el Misal de 1962. No hay ninguna duda que para el papa Ratzinger estaba claro que la única lex orandi ecclesiae para la Iglesia de rito romano es el Novus Ordo Missae, y su condescendencia hacia los apegados al Misal de 1962 implicaba como conditio sine qua non, que estos fieles abandonaran de plano un apego exclusivista al vetus ordo.
----------Pues bien, está claro que el profesor Kwasniewski, alineado como hemos podido comprobar en el pasadismo, no ha dado personalmente ni siquiera este paso básico e inicial, y no sólo eso, sino que se ha convertido en un obstinado propagandista de la vuelta al Misal de 1962 en un rechazo de plano al Novus Ordo Missae. En las cinco conferencias brindadas en España no dejó de repetir estas ideas.
----------“La liturgia antigua, al aprovechar y regular estas cosas de manera armoniosa para resaltar su significado pleno, es más comunicativa; en ese sentido, nos ofrece más a lo que acceder, y de más maneras. La liturgia reformada, al eliminar el lenguaje no verbal tradicional y luego dejar tanto al azar y a la idiosincrasia, diluye el contenido y su transmisión, mientras lo mezcla con cuestiones ajenas y contradictorias” (c.1, p.4): presentar al Novus Ordo como un rito “diluido” y “contradictorio” olvida que la reforma buscó restaurar la participación activa de todo el pueblo de Dios, y que bien celebrado el Misal de Pablo VI comunica con igual riqueza el Misterio eucarístico. “Sin embargo, no parece que muchos católicos antes del Concilio Vaticano II encontraran inaccesible la liturgia tradicional: participaban en ella con regularidad y de manera fructífera. Y hoy en día, cuando los jóvenes redescubren el antiguo rito romano, suelen decir que les resulta más fácil rezar en esta misa; y no creo que esto deba sorprendernos” (c.1, p.3): sugerir que únicamente el usus antiquior brinda verdadera “participación fructífera” no reconoce el testimonio de millones de fieles que encuentran en el Novus Ordo Missae un cauce igualmente fecundo de oración y crecimiento espiritual. “Los reformadores litúrgicos modernos insistían… en que los fieles en los bancos debían poder comprender todas las oraciones y ceremonias de forma instantánea y sencilla. Por eso abogaban por la total vernacularización con traducciones simplificadas, el recitar casi todo en voz alta, la visibilidad del sacerdote versus populum… Nada debía quedar inaccesible, implícito, oculto o difícil de comprender” (c.1, p.6): caricaturizar la búsqueda de claridad del nuevo rito como si fuera “simplista” pasa por alto que la Iglesia, al traducir fielmente los textos, procura que la liturgia hable al corazón del fiel sin renunciar al sentido profundo de los signos. “Hay sitio para todos en una iglesia católica, pero no puede haber sitio para todos en un rito racionalista. De hecho, se puede argumentar que los alumnos lógicos, analíticos y racionalistas necesitan el rito romano tradicional más que nadie, para liberarse de su apego excesivo al análisis racional y sumergirse en un entorno maravilloso que elude la resolución inmediata” (c.1, p.7): oponer un “rito racionalista” (el Novus Ordo) a un “entorno maravilloso” (el antiguo) crea una falsa dicotomía: ambas formas contienen elementos de silencio, gesto y palabra que atienden a la universalidad de las poblaciones y estilos de aprendizaje. “Uno de los más grandes y constantes atractivos de la liturgia tradicional romana es que no intenta ofrecérsenos en bandeja, afirmando nuestras tendencias racionalistas y dándonos palmaditas en la espalda por participar. En lugar de eso, la liturgia tradicional mantiene su atención inflexiblemente centrada en Dios…” (c.1, p.11): presentar el Novus Ordo como un rito complaciente y egocéntrico contradice la rica teología del Misterio que lo sustenta y el magisterio de san Pablo VI, quien destacó que la “participación activa” ha de entenderse en términos de comunión interior con la Iglesia universal, no como mero entretenimiento litúrgico.
----------“Se trata de un rito muy característico, con muchas peculiaridades que a menudo pueden resultar desconcertantes para quienes están acostumbrados al rito vernáculo simplificado que se creó después del Concilio Vaticano II” (c.2, p.1): esta descripción reduce la reforma litúrgica posconciliar a una “mera simplificación”, sin reconocer que el Novus Ordo Missae, promulgado legítimamente por la autoridad de la Iglesia, expresó un desarrollo orgánico destinado a favorecer la participación activa y la comprensión de todos los fieles. “En comparación con la misa moderna, en la misa tradicional se recitan más oraciones, más gestos hechos-signos, tanto sutiles como conspicuos, de fe, devoción y adoración, tales como el sacerdote besando el altar ocho veces durante la liturgia (en lugar de solo dos), inclinando la cabeza para honrar a Dios o a los santos en momentos significativos, haciendo muchas genuflexiones ante el Santísimo Sacramento” (c.2, p.7): el contraste cuantitativo enfatiza la “densidad” ritual del viejo rito a costa de menospreciar la riqueza sacramental, teológica y pastoral del Novus Ordo, el cual con menos gestos busca precisamente hacer la liturgia más accesible sin detrimento de su esencia doctrinal.
----------“Por lo tanto, para que la liturgia sea mariana, para que nos transforme en imagen de María, no debe estar sujeta a la voluntad del celebrante. La liturgia no puede estar llena de opciones, variaciones, adaptaciones, expresiones campechanas, comentarios espontáneos o improvisaciones. Como dijo Joseph Ratzinger: 'La grandeza de la liturgia radica en su falta de espontaneidad'. Tener opciones entre las que elegir, módulos con los que construir, puntos en los que improvisar … cambia el carácter del culto. Tener opciones y elecciones, en lugar de expresar la actitud mariana, el 'hágase en mí según tu palabra', expresan la actitud moderna de creatividad y autonomía mal entendidas: 'Lo haré yo según mi mente, mi elección y mis palabras'.” (c.3, p.2): Al criticar sin matices “las opciones, variaciones… improvisaciones” se está señalando de forma velada al Novus Ordo, que propone caminos –aprobados por el Magisterio– precisamente para adaptar la liturgia a distintas realidades pastorales. Presentar esas opciones como “autonomía mal entendida” abre paso a una visión que reduce la forma ordinaria a un mero catálogo de improvisaciones, cuando en realidad nació de la autoridad de la Iglesia y está llamada a configurarse con la misma reverencia y docilidad al Espíritu Santo. “Esta verdad, muy olvidada desde el Concilio Vaticano II, se ha redescubierto en todos los lugares en los que se celebra la misa tradicional” (c.3, p.5): Atribuir al Concilio y al Novus Ordo el olvido de “la verdad” de la participación interior fomenta una lectura rupturista de la reforma conciliar. Encarar la forma ordinaria como «olvido» ignora que, bajo mandato de San Pablo VI, dicha forma fue pensada para profundizar la comprensión de la Misa y no para vaciarla de sentido interior. “La observación de Nuestra Señora se aplica también a nosotros, en la Iglesia actual: ‘No tienen vino’. Tantos de nuestros cálculos y modernizaciones nos han fallado, no se han cumplido, no nos han dado lo que nos prometieron, lo que nosotros esperábamos obtener. Por eso, necesitamos ayuda de una fuente que no sea la del aggiornamento o ‘actualización’ de Juan XXIII y del Concilio Vaticano II, en los que habíamos confiado” (c.3, p.6): Vincular la “falta de vino” con el aggiornamento conciliar y pedir refuerzos fuera de la reforma de Juan XXIII equivale a señalar al Concilio y al Novus Ordo como causa de los males de la Iglesia. Una lectura católica reconoce, en cambio, que toda renovación litúrgica legítima -incluida la posconciliar- procede de y retorna al servicio de la unidad y de la comunión con la Sede de Pedro.
----------“En el siglo XX, por la Iglesia se extendió una nueva ola de racionalismo […] Los reformadores de la década de 1960 abogaban por espacios visualmente despejados y vacíos y por canciones escritas en un estilo popular que no tenía nada de trascendente” (c.4, p.3): Presentar la reforma litúrgica post-Conciliar como un “racionalismo” que produjo “espacios vacíos” y música sin transcendencia implica descalificar de raíz el Novus Ordo al reducirlo a un mero experimento estético, sin reconocer que el mismo ha sido promulgado por la autoridad de la Iglesia como forma legítima y rica en elementos sacramentales. “El resultado fue un enorme vacío de belleza, una especie de ausencia real en lugar de presencia real. Creo que la pérdida de fe en la Presencia Real […] vino precipitada, en parte, debido a esta catastrófica pérdida de belleza en las iglesias y en la liturgia” (c.4, p.3): Vincular directamente la pérdida de la fe en la Eucaristía con la reforma litúrgica es un juicio tan categórico como simplista, que atribuye al Novus Ordo Missae una responsabilidad exclusiva en la disminución de la fe eucarística, obviando múltiples factores pastorales, catequéticos y culturales que también han influido en la maduración de la fe de los fieles. “Por todo esto, cualquier ataque a la liturgia tradicional de la Iglesia es una forma de iconoclasia no menos que el ataque de los emperadores bizantinos […] o el ataque de los protestantes del siglo XVI” (c.4, p.7): Comparar la promoción o el uso del Novus Ordo Missae con los crímenes de iconoclasia bizantina o la destrucción protestante de arte sacro es desproporcionado y contraproducente, pues equipara una reforma litúrgica legítima y aprobada al vandalismo religioso, dañando la unidad entre quienes profesan la misma fe y obedecen al mismo Magisterio. Estos pasajes revelan cómo, a lo largo de la cuarta conferencia, se elogia de modo exclusivo la forma extraordinaria del rito y se culpa a la forma ordinaria de todos los males estéticos y espirituales, sin respetar el criterio de comunión eclesial establecido por la autoridad competente.
----------“En consecuencia, la fijación moderna por la democracia, como si esta fuera la mejor o la única forma válida de gobierno, no solo no elimina nuestra necesidad del lenguaje de la realeza y la cortesía, sino que lo hace mucho más necesario que nunca antes, a fin de grabar en nuestras mentes cómo son realmente las cosas en el reino de Dios. La liturgia debe reflejar la verdad de Dios -Su monarquía absoluta, Su gobierno paternal, Su corte jerárquica en el esplendor indescriptible de la Jerusalén celestial- y no las verdades pasajeras de nuestras organizaciones políticas provisionales modernas” (c.5, p.3): Al equiparar “lo democrático” con una forma litúrgica provisional y pasajera, se descalifica implícitamente el Novus Ordo Missae -promovido tras el Concilio Vaticano II- como un rito demasiado “democrático” y, por tanto, inferior a la supuesta “monarquía absoluta” de la forma extraordinaria. “Si la forma en que se celebra la liturgia nos lleva a pensar que la misa es para nosotros; que somos sus protagonistas principales; que los sacerdotes son una especie de funcionarios públicos contratados para administrar los asuntos de la comunidad, tal liturgia promueve una mentira perniciosa” (c.5, p.5): Este juicio tacha de “mentira perniciosa” cualquier celebración que enfatice la participación activa de los fieles -rasgo central del Novus Ordo- presentándola como un equívoco grave que desdibuja el carácter salvífico y jerárquico de la Misa. “Actualmente, por alguna extraña razón, está de moda admirar la extravagancia colorida de la liturgia bizantina, mientras se desprecia con desdén cualquier cosa de la tradición latina que sugiera lo mismo. La gente … se conforma con vasos sagrados burdos y cortinas apagadas en Occidente; … ensalza la maravillosa poesía del kontakion o troparion … mientras deja de lado el repertorio gregoriano incomparable que le es propio” (c.5, p.6): Al criticar el gusto contemporáneo por una estética “vanguardista” y “popular” en Occidente, se menosprecia sin distinción el rito ordinario romano que, bien celebrado, integra legítimamente tradición y renovación, y que el Magisterio ha confirmado como forma válida y plena de la lex orandi.
----------Una simple comparación con los textos pontificios, pone de manifiesto la contradicción de este discurso de Kwasniewski con el Magisterio de la Iglesia y las directrices disciplinares de los Papas en el ámbito de la liturgia. La misma constitución Sacrosanctum Concilium afirma que la Iglesia “atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios” (SC, n.4). Esto descarta cualquier pretensión de sustituir o jerarquizar una forma litúrgica sobre otra.
----------Cabe recordar que el motu proprio de 2007, Summorum pontificum, si bien sus disposiciones fueron posteriormente reguladas por Traditionis Custodes, describía al vetus ordo como “forma extraordinaria” y el Novus Ordo como “forma ordinaria” del mismo rito romano, insistiendo en que ambas “se deben enriquecer mutuamente” (SP, art. 2). Por su parte, Traditionis Custodes establece que "los libros litúrgicos promulgados por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, constituyen la única expresión autorizada de la lex orandi del Rito Romano" (TC, art. 2), y encomienda a los Obispos la tarea de garantizar, en su diócesis, la unidad eclesial en torno al Novus Ordo. Mientras que en Desiderio Desideravi se advierte contra el "ritualismo" que reduce la celebración eucarística a mero formalismo, exhortando a todo ministro y fiel a que, en el marco de un mismo Rito Romano, "la lex orandi corresponda a su lex credendi", de manera que no se fracture la comunión de la Iglesia (DD, nn.16–17).
----------Por último, resulta muy aprovechable examinar el lenguaje técnico y los eufemismos empleados por el conferenciante. Entre ellos destaco: El uso de "conditio sine qua non" para presentar el vetus ordo como requisito indispensable de eficacia sacramental, cuando el Magisterio enseña que la validez depende únicamente de forma, materia y ministro (cf. CIC nn. 852–853), sin vincularla a una forma litúrgica concreta. Metáforas botánicas (“tronco vigoroso” vs. “eco debilitado”) y arquitectónicas (“ventana al Cielo” vs. “cerrojo innovador”) que, bajo apariencia poética, delimitan un grupo de iniciados frente a un supuesto “vulgo racionalista”. Citas aisladas de términos como “pureza”, “matriz viva” o “resonancia” sin contextualizar su significado en los textos litúrgicos oficiales, para disfrazar juicios ideológicos de comentarios técnicos. Referencias a la “pureza doctrinal” y la “gracia sin ambigüedades” como si fueran criterios objetivos de medición litúrgica, cuando en realidad constituyen valoraciones atribuidas a su propio argumento exclusivista.
----------Con estas últimas puntualizaciones creo que queda bien de manifiesto que, más allá de los datos canónicos, el discurso de Kwasniewski utiliza un andamiaje terminológico y retórico que busca revestir de cientificidad una posición contraria a la disciplina litúrgica vigente.
Padre, no pretendo dictaminar sobre las conferencias de PK —conozco apenas las tres primeras— ni adelantarme a las conclusiones magistrales que seguramente usted extraerá al final.
ResponderEliminarSin embargo, déjeme confesar que llevo leídos ya varios textos, artículos y exposiciones de este autor, y, entre nosotros, su pluma se mueve con la comodidad de quien practica el pasadismo profesional: un cortejo de luces de queroseno cuando se exigirían antorchas, o, para decirlo sin rodeos, una miopía filosófica y teológica que haría palidecer hasta al más entrenado monóculo.
Estimado Anselmus,
Eliminarpermíteme responderte como un devoto de la tradición sacramental y, a la vez, firme admirador de lo que Peter Kwasniewski aporta a nuestra Iglesia. Comprendo tu recelo ante lo que calificas de “pasadismo profesional”, pero me atrevo a afirmar que esa fidelidad a las fuentes no es retroceso, sino columna vertebral de toda renovación auténtica.
En primer lugar, si P. Kwasniewski evoca antorchas más que luces de queroseno, no es por simple nostalgia, sino porque intuye que el resplandor de la Tradición no se apaga con la modernidad, sino que la ilumina con la claridad del depósito de la fe. Su libro “Resurgent in the Midst of Crisis” muestra con datos históricos y teológicos cómo la conservación de la liturgia antigua y de la doctrina clásica no anula el dinamismo apostólico, sino que lo refuerza con solidez y profundidad.
Segundo, acusarlo de “miopía filosófica” equivale a desconocer su dominio de la escolástica. En “Noble Beauty, Transcendent Holiness” despliega un conocimiento riguroso de Santo Tomás, de San Buenaventura y de autores místicos que apelan a la inteligencia y al corazón. Allí demuestra que la belleza objetiva no es un capricho estético, sino un camino seguro hacia lo divino, y que privar a los fieles de esa experiencia es empobrecer su encuentro con Dios.
Tercero, su crítica al “espíritu de Vaticano II” no nace de un rechazo acrítico del concilio, sino de una preocupación pastoral: cuando se separa la verdad de su forma—doctrina de la liturgia— se produce confusión en el pueblo cristiano. Kwasniewski propone una hermenéutica de continuidad, asentada en san Juan Pablo II y Benedicto XVI, no para atrincherarse en el pasado, sino para edificar un futuro arraigado en lo sólido.
Por último, en su magisterio oral y escrito suele combinar la reflexión académica con un extraordinario sentido de misericordia y caridad: no condena al modernista, sino que lo invita a volver al manantial; no se cierra al diálogo, sino que proclama la primacía de la ortodoxia como puerta abierta a la novedad del Espíritu Santo.
Un saludo en Cristo Rey,
Un pasadista no profesional
Estimado Anónimo, su defensa apasionada de Kwasniewski merece una respuesta acorde a su articulada propuesta. Paso a paso, examinaré sus puntos y los responderé.
Eliminar1) “Antorchas” o mero espectáculo nostálgico. Reivindicar las antorchas no equivale automáticamente a iluminar el camino. A menudo, el candil de la Tradición arde sin control y genera sombras que ocultan realidades pastorales. ¿No es posible que, tras tanto afán de restauración, acabemos sacrificando la calidez humana por un frío ritualismo?
2) Escolástica elevada… o escolástica de escaparate. Invocar a Santo Tomás y San Buenaventura impresiona en conferencias, pero la verdadera escolástica hace nacer preguntas más que dictar respuestas. Insisto: ¿cuántos de los estudiantes de Kwasniewski han visto desmoronarse su mundo intelectual al confrontar la complejidad del siglo XXI? A veces parece un ejercicio de pedantería litúrgica más que de auténtica indagación teológica.
3) Hermenéutica de continuidad: ¿síntesis o circunvalación? Lo que usted llama “hermenéutica de continuidad” en Kwasniewski suena bien en el papel, pero en la praxis eclesial ha cobrado forma de veto: vetar lo ‘nuevo’, vetar el debate, vetar el impulso profético. No confundamos fidelidad con inmovilismo: la Tradición vive sólo si respira la incertidumbre y la novedad que el Espíritu suscita en cada generación.
4) Misericordia retórica versus caridad encarnada. Usted habla de la misericordia y caridad de Kwasniewski. Sin embargo, en redes y en memorias de asistentes, aparecen gestos de severidad casi inquisitorial hacia quienes no comulgan con su estética sacramental. La caridad no se limita a palabras bonitas en libros, sino al abrazo que acoge la fragilidad antes de imponer fórmulas.
En resumidas cuentas, le invito a asistir juntos a una desapasionada lectura de sus conferencias, lectura a la que nos está ayudando el padre Filemón de la Trinidad, y con mirada serena y objetiva podremos hablar del discurso de Kwasniewski con más conocimiento de causa y fundamento.