sábado, 16 de agosto de 2025

La otra Iglesia clandestina

Hoy existen Obispos que acogen generosamente a sacerdotes de impostación filolefebvriana, creyendo poder supervisarlos debidamente en su predicación y en sus actividades, con infructuosos resultados, como es fácil de ver. Pues lo cierto es que esta clase de sacerdotes, habiendo logrado un status de relativa regularidad canónica, lo que también logran es poder seguir propalando impunemente su "magisterio paralelo" con gran daño para los fieles ingenuos que los escuchan, haciendo que de este modo crezca una especie de Iglesia paralela o Iglesia subterránea o "Iglesia clandestina", como la llamaba Sacheri, aunque de vector ideológico opuesto al conocido en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Entonces ¿podemos hablar de este modo? ¿De una Iglesia clandestina? [En la imagen: fragmento de "Carlos Sacheri", acuarela sobre papel, 2023, s/a, colección privada].

"Digo y protesto que dividir a la Iglesia
no es menor mal que caer en la herejía"
San Juan Crisóstomo, Hom.11 s. Ef., n.5
   
"Nada hay más grave que el sacrilegio del cisma...,
no hay necesidad legítima alguna para romper la unidad"
San Agustín de Hipona, Contra Parmeniano, 11, 11, 25
   
----------Días atrás he podido comprobar, con gran dolor, que el pobre Aldo María Valli, a quien no he dejado de estimarle su amor por la Iglesia y su propósito de defender la doctrina, sigue su desgraciada deriva en la ideología pasadista, por una descaminada vía que lo lleva a alojar en su blog a filolefebvrianos pasadistas de todo pelaje, desde el obispo cismático Carlo María Viganò hasta petardistas de todas las latitudes o cualquier ignoto firmante, con la única e imprescindible condición que se despache sin remilgos contra el Magisterio de la Iglesia, contra el Concilio Vaticano II, contra la autoridad y las enseñanzas del Papa y de los Obispos en comunión con él y contra el actual Rito Romano. No deja de sorprender el hecho de que, tal como parece, todos ellos hayan perdido la conciencia de que semejantes ataques los ubica de por sí fuera de la Iglesia, vale decir, de sus fronteras visibles, las únicas que nos es permitido ver.
----------Como último condimento de ese verdadero caldero de brujas, la pasada semana Valli se hizo eco de una perorata del padre Claude Barthe que dudo que hubieran aprobado para su publicación incluso en las webs de la cismática Fraternidad San Pío X. En su artículo Barthe, con gnóstica soberbia, insolente impunidad y manifiesta ignorancia, no sólo rechaza de plano todos los documentos del Concilio Vaticano II, sino también al actual Catecismo de la Iglesia Católica, confesando sin ambages que aún cuando Roma diera vía libre al actual renovado deseo de quienes piden la vuelta a la disciplina litúrgica de Summorum pontificum, eso no sería más que analgésico a los actuales dolores de la Iglesia, la cual, según la convicción de Barthe, necesita de cirugía mayor, vale decir según él un retorno completo al orden eclesial anterior a 1962.
----------Pero que no se confunda el lector: no se trata aquí de nada similar a los desgraciados casos del obispo Viganò o del excomulgado padre Minutella, pues Barthe -que yo sepa- goza de situación canónica en toda regla. Barthe, ordenado sacerdote en 1979 por el obispo Lefebvre, abandonó su Fraternidad, pero sin abandonar sus ideas lefebvrianas (claramente sospechosas de herejía, como ya había dicho san Paulo VI), y terminó recalando en 2005 en la diócesis de Fréjus-Toulon, más o menos del mismo modo que lo que ocurría en otros tiempos entre nosotros, en Paraná o en San Rafael y como ocurre hoy en Francia o en Estados Unidos, por ejemplo, donde hay Obispos que consideran prudente acoger generosamente a sacerdotes de impostación filolefebvriana, creyendo poder supervisarlos debidamente en su predicación y en sus actividades, pero con infructuosos resultados, como es muy fácil de ver para quien tenga interés en informarse.
----------No discuto el discernimiento prudencial que los Obispos hacen para incardinar o sostener en sus diócesis a sacerdotes provenientes de otras regiones en las que han tenido serios problemas por sus ideas pasadistas, sosteniendo graves disensos y contestación contra el magisterio y la pastoral de la Iglesia. Seguramente tales Obispos creen hacer lo correcto. Pero lo cierto es que esta clase de clérigos, logrando un status de relativa regularidad canónica, lo que a la par logran es poder seguir propalando impunemente su "magisterio paralelo" con grande y evidente daño para los fieles ingenuos que los escuchan, haciendo que de este modo crezca una especie de Iglesia paralela o Iglesia subterránea o "Iglesia clandestina", como la llamaba Sacheri, aunque de vector ideológico opuesto a la conocida en los años sesenta y setenta del siglo pasado. ¿Podemos hablar de este modo? ¿Les cabe el apelativo de "Iglesia clandestina"?
----------La palabra clandestino, como bien sabemos, significa una realidad oculta, secreta o realizada de manera no autorizada, generalmente para evitar la atención de las autoridades o de terceros, y especialmente cuando se trata de algo que va en contra de la ley o de las normas establecidas. En idioma español actual puede aplicarse a distintos contextos, y así se habla por ejemplo de actividades prohibidas o ilegales o perseguidas o secretas, como una reunión de grupos políticos que se reúnen en secreto durante una dictadura; se habla también de inmigrantes clandestinos cuando entran a un país sin autorización legal; o se habla de fábricas clandestinas que operan sin permisos ni controles; o de un comercio clandestino de mercancías, de drogas o armas; o de un periódico que puede circular clandestinamente en dictadura, para evitar censura; o de un casino clandestino que opera sin autorización legal; en fin, se puede hablar de personas que pueden vivir en la clandestinidad para evitar represalias por motivos políticos o por razones de otro género.  
----------En el ámbito eclesial, el adjetivo clandestino se aplica a realidades que se desarrollan al margen de la autoridad legítima (la de los Obispos y el Papa) o en ocultamiento deliberado, ya sea por persecución externa o por desacuerdo interno con la disciplina de la Iglesia. Entre los usos más habituales de la palabra clandestino en ámbito eclesial, están las celebraciones litúrgicas clandestinas, o sea cuando los ritos sacramentales se celebran en secreto para evitar represalias o en contextos de prohibición (por ejemplo en tiempos de persecución religiosa o bajo regímenes hostiles a la fe); existen ordenaciones u otros actos sacramentales sin mandato canónico (así, el Código de Derecho Canónico considera ilícitas y, a veces, inválidas ciertas ordenaciones episcopales o presbiterales realizadas clandestinamente, vale decir, sin el consentimiento y mandato del Romano Pontífice). También se usa la palabra para designar a asambleas o grupos paralelos no reconocidos por el Obispo, etc. En definitiva, lo "clandestino" no describe sólo lo “secreto” en sentido práctico, porque de hecho puede existir y desarrollarse a plena luz, ser visto por todos, y tener la mayor difusión pública a través de los medios, sino lo que carece de la visible aprobación y control que el orden eclesial prevé.
----------Ahora bien, nuestra pregunta es más concreta: ¿puede hablarse de una “Iglesia clandestina” dentro del catolicismo? ¿Y en todo caso, qué entendemos por “Iglesia clandestina”? Hablando en general, la expresión “Iglesia clandestina” suele referirse a comunidades católicas que, ante la persecución o prohibición del culto público, mantienen la fe y los sacramentos en secreto. Estas realidades se dan cuando autoridades civiles o incluso estructuras eclesiásticas controladas por el Estado impiden el ejercicio normal de la Iglesia. Como ejemplos históricos de Iglesia clandestina tenemos ante todo las comunidades cristianas de los primeros siglos, cuando el culto estaba proscrito por el Imperio romano. Otros casos han sido los de la Iglesia en la Unión Soviética y Europa Oriental, donde conventículos se reunían en casas particulares. Más cercanos a nosotros, los católicos chinos que, al no estar registrados en la Asociación Patriótica, dependían de obispos “subterráneos” reconocidos por Roma. Otro caso bien conocido ocurrió durante la guerra civil española [1936-1939], sacerdotes y fieles celebraban misas en la clandestinidad para evitar depuración o muerte.  
----------Por supuesto, al usar el término "Iglesia", que para nosotros, católicos, tiene sacrosantos contornos, debemos ser muy precisos desde una perspectiva canónica y teológica, pues aunque en sentido práctico existen comunidades “bajo tierra”, desde el punto de vista de la doctrina católica sigue habiendo una única Iglesia visible y jerárquica. Vale decir, no hay dos Iglesias paralelas: todos los fieles permanecen unidos al Sucesor de Pedro, aunque celebren sacramentos de modo no autorizado. El Código de Derecho Canónico permite dispensas en situaciones de peligro y, por lo demás, valora laudable la valentía de pastores y laicos para proteger la vida de la Iglesia. El reconocimiento de obispos y sacerdotes clandestinos por parte de la Santa Sede -como ocurre en China- demuestra que Roma distingue entre “ilegalidad civil” e “ilegitimidad eclesial”.  
----------En definitiva, en contextos de persecución, hablar de "Iglesia clandestina" resulta legítimo para aludir a la forma de supervivencia del Cuerpo Místico de Cristo. Sin embargo, solo hay una Iglesia católica, cuyo rostro puede volverse “subterráneo” cuando la fe se ve forzada al anonimato.
----------Carlos Alberto Sacheri [1933-1974] habló de la “Iglesia clandestina”, pero ¿en qué sentido? Este filósofo argentino, exponente del tomismo, educador, defensor del anticomunismo, discípulo del padre Julio Meinvielle, se destacó por sus conferencias y publicaciones en diversos ámbitos académicos y pastorales.
----------En 1970 Sacheri recopiló en forma de libro una serie de artículos que venían publicándose desde 1969 bajo el título La Iglesia clandestina (Ediciones del Cruzamente, Buenos Aires, 1970, 184 páginas). En su obra el autor analiza ciertos grupos o movimientos internos a la Iglesia, que son denominados por él “progresismo neomodernista” o “tercermundismo”, que venían a configurar una suerte de “Iglesia paralela”, con metodologías clandestinas al servicio de objetivos político-revolucionarios dentro del catolicismo.
----------Sacheri advierte en esos grupos y corrientes que conforman "la Iglesia clandestina" una reinterpretación unilateral del Concilio Vaticano II (más o menos diciendo lo mismo, e incluso remitiéndose expresamente, a la expresión de Paulo VI: "magisterio paralelo"), donde ciertos grupos usan una catequesis “post-conciliar” para adaptar la Iglesia al mundo y no para evangelizarlo, lo cual es precisamente el núcleo esencial y erróneo del modernismo. La intención del libro de Sacheri es disipar la “confusión reinante” y alertar sobre la instrumentación marxista de sectores eclesiales tradicionales sensibles a problemáticas sociales.
----------Por tanto, este laico argentino no solo habló de la “Iglesia clandestina”, sino que acuñó el término como título de su libro y ofreció un diagnóstico crítico de las corrientes neomodernistas dentro de la Iglesia católica, tanto a nivel de su patria, Argentina, como a nivel internacional.
----------Ahora bien, avanzando en nuestra reflexión, tratemos de identificar la definición sacheriana de este fenómeno que él llama la Iglesia clandestina. Sacheri describe en su libro el fenómeno de la Iglesia clandestina como aquel conglomerado de movimientos internos que, bajo el disfraz de una declamada "renovación post-conciliar", lo que en realidad hacían era desplegar una organización y una metodología sistemáticamente ocultas, al servicio de objetivos político-revolucionarios de perfil liberal y en su extremo marxista. Para Sacheri está claro que estos grupos se entrelazaban con la herejía modernista de principios del siglo pasado y actuaban al margen del Magisterio, adaptando la fe cristiana a un proyecto ideológico subyacente.
----------Conocemos bien los hechos que derivaron de esta ideología, particularmente en diversos países de América Latina, sobre todo en Argentina, fenómeno ideológico acerca del cual el Magisterio de la Iglesia se expidió con dos documentos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo la prefectura del cardenal Joseph Ratzinger, en los años ochenta, uno condenando los excesos erróneos, de perfil marxista, de la llamada teología de la liberación, y otro, más positivo, reconociendo los valores de esa misma teología. De modo general podemos decir que hoy, lejos de desaparecer el "progresismo neomodernista" del cual hablaba Sacheri, sin embargo, este pseudo progresismo ha transformado su rostro, fundamentalmente en razón del fracaso rotundo del marxismo revolucionario. Pero considero que el diagnóstico de Sacheri acerca de la presencia de una Iglesia clandestina protagonizada por ese neomodernismo sigue siendo diagnóstico plenamente válido.
----------Ahora bien, dada la actual indudable existencia de dos grandes polos ideológicos extremistas en el seno de la Iglesia, ese neomodernismo por un lado, y por otro lado el pasadismo o indietrismo del cual hablaba el papa Francisco, ambos ruidosas minorías que asedian a la casi unanimidad de simples católicos, ¿podemos atribuir la misma cualificación de Iglesia clandestina a los grupos o corrientes pasadistas?
----------Pues bien, a fin de responder a esa pregunta, debemos ante todo distinguir algunas características de los grupos pasadistas actuales: se centran en la recuperación de liturgias, doctrinas y disciplinas pre-conciliares, rechazando las reformas del Vaticano II; desarrollan su actividad de manera abierta: organizan conferencias, publicaciones y eventos públicos; y no ocultan su existencia ni utilizan redes clandestinas, sino que reivindican públicamente su fidelidad a la tradición, o a lo que ellos entienden por tradición.
----------Por lo tanto, en una primera comparación según criterios sacherianos, en su propósito los pasadistas buscan conservar o restaurar ritos y doctrinas, no subvertir la fe para un fin político marxista. En su metodología carecen de la nota de clandestinidad organizativa que caracteriza a la “Iglesia clandestina” descrita por Sacheri. Y por último, en su relación con el Magisterio de la Iglesia, aunque algunos están en situación irregular, no operan encubiertos ni pretenden erigir una jurisdicción alternativa secreta.
----------Por consiguiente, parecería que tras una primera y rápida mirada, deberíamos llegar a una conclusión provisoria, en términos del diagnóstico de Sacheri: los diversos grupos pasadistas actuales no configurarían una “Iglesia clandestina”, pues carecen de la metodología oculta, del fin político-revolucionario y de la estructura secreta que definen dicho fenómeno. Sólo en casos muy particulares, donde se opera efectivamente en el ocultamiento, podría hablarse de clandestinidad en un sentido estrictamente práctico.
----------Pero si consideramos otros aspectos de la vida de estos grupos pasadistas, también advertimos que actúan según características que los haría pasibles de ser calificados como "Iglesia clandestina" y menciono tres aspectos: 1. actúan al margen del magisterio oficial, 2. promueven una reinterpretación ideológica y gnóstica de la fe, y 3. buscan transformar la Iglesia desde dentro, sin transparencia doctrinal (aunque afirmen, como bandera, ser ellos los adalides de esa transparencia doctrinal). Por consiguiente, creo que sí, que en clave sacheriana (por analogía), el pasadismo puede ser considerado una “Iglesia clandestina”.
----------Pero para la aplicación del argumento de Sacheri a los grupos pasadistas, tenemos que tener claro un punto de partida preciso: el eje del discurso de Sacheri es el modernismo, no el progreso en sí. Y si abstraemos sus criterios, vale decir, paralelismo eclesial, reinterpretación doctrinal y acción encubierta, estos mismos criterios pueden aplicarse, por analogía, a los grupos pasadistas; aunque no por su orientación “ad ante” o “ad retro”, sino por su modo de operar. Apliquemos los tres rasgos a los grupos pasadistas:
----------1. Los pasadistas actúan al margen del actual magisterio viviente de la Iglesia. Lo que intento decir es que cuando se desacredita sistemáticamente -como lo hacen los pasadistas- el magisterio ordinario (concilios, pontífices recientes, obispos) en favor de una hermenéutica acotada a documentos preconciliares, en tal caso se arma un “paralelo normativo” que sustituye la recepción obediencial por un régimen de excepción permanente. Eso encaja con el “paralelismo” que Sacheri denunciaba en su libro.
----------2. Los pasadistas elaboran una relectura ideológica y de sesgo gnóstico. Ello aparece cuando se presenta una “clave” que solo los iniciados poseen (la “verdadera” tradición), descalificando como traición todo desarrollo legítimo. Ese arcano identitario (con una jerga, manuales internos y maestros propios) opera como filtro gnóstico: pertenencia antes que verdad, y linaje antes que razón.
----------3. Los pasadistas, del mismo modo que los grupos neomodernistas denunciados por Sacheri en su libro, no se van fuera de la estructura eclesial, sino que buscan transformar la Iglesia desde dentro sin transparencia doctrinal (fariseísmo). Se ve en catequesis paralelas, directorios litúrgicos propios, disciplina interna y doble discurso: hacia afuera, adhesión formal; hacia dentro, rechazo práctico del magisterio. Esta asimetría práctica es el núcleo de lo “clandestino” en sentido sacheriano en los grupos pasadistas.
----------Sin embargo, para que en estas conclusiones no generalicemos indebidamente, debemos hacer algunas necesarias distinciones: no todo tradicionalismo (al cual defino como especial, legítimo y hasta necesario afecto por las tradiciones culturales eclesiales del pasado) es clandestino; sin embargo todo pasadismo (al cual defino como obstinado apego al pasado, alejado de la comunión eclesial y de la obediencia a la Jerarquía) es clandestino. Claro que conviene discriminar por grado de paralelismo, visibilidad y obediencia: donde hay paralelismo doctrinal estable, arcano identitario y doble discurso, el rótulo “Iglesia clandestina” es pertinente por analogía, aunque el vector ideológico sea inverso al que analizó Sacheri.
----------Por lo tanto, la respuesta a nuestra pregunta inicial es afirmativa: los grupos pasadistas conforman una "Iglesia clandestina", no por ser modernistas, sino porque reproducen el patrón sacheriano de una Iglesia paralela. Vale decir, por tener normas propias, hermenéutica exclusiva y praxis encubierta, algunos grupos tradicionalistas que hoy llamamos pasadistas o indietristas pueden llamarse “clandestinos”. La clandestinidad, aquí, no es patrimonio de una ideología, sino del método: sustituir el magisterio vivo por una cadena de autoridad interna, operar con arcano y disputar la Iglesia desde dentro sin plena transparencia.
----------Por último, ya en el ámbito de las orientaciones pastorales, está claro que la autoridad jerárquica (el Obispo diocesano o el Cura párroco) debe actuar con la necesaria prudencia pastoral, para individuar a un grupo pasadista clandestino. Mencionamos un puñado de criterios de discernimiento: Transparencia: ¿publican lo que enseñan y celebran? Obediencia práctica: ¿cómo reaccionan a correcciones del Obispo o del Párroco? Universalidad: ¿apelan a la razón y a las fuentes de la divina Revelación, o a “claves” de iniciados? Caridad eclesial: ¿su identidad se edifica afirmando la fe o negando la ajena? Pues bien, si estos indicadores viran en bloque, el diagnóstico que acabamos de hacer se sostiene con fuerza.
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 10 de agosto de 2025

16 comentarios:

  1. Sergio Villaflores16 de agosto de 2025, 8:00

    Le agradezco, padre Filemón por esta reflexión, aunque probablemente yo no esté del todo informado acerca de lo sucedido en Argentina y en Latinoamérica con la teología de la liberación, y no conozco el libro de Sacheri. En España también se vivió algo parecido, supongo, aunque no con semejante violencia como la sufrida en Sudamérica.
    Ahora bien, por lo que usted resumen, aunque sea poco, de ese libro del filósofo Sacheri, parece claro que la clandestinidad de la cual él hablaba consistía también (¿o sobre todo?) en la clandestinidad de la doctrina propalada, contraria a la fe, es decir, una ideología. Pero en lo que me parece que usted no es coherente, o quizás se ha expresado mal, es que esta misma "clandestinidad doctrinal" o ideológica no se dé hoy en el pasadismo, en esa otra "iglesia clandestina" de la que usted habla.
    Me refiero a cuando en el final de su artículo, usted dice que "La clandestinidad, aquí, no es patrimonio de una ideología, sino del método: sustituir el magisterio vivo por una cadena de autoridad interna, operar con arcano y disputar la Iglesia desde dentro sin plena transparencia."
    Sí, por supuesto, está claro que esta metodología es clandestina. Pero no veo por qué motivo no puede asimilarse también el actual pasadismo a aquella clandestinidad ideológica que Sacheri veía en el "progresismo neomodernista", como usted refiere. Pues está claro que en el pasadismo hay ideología contraria a la fe: rechazo del Magisterio del Concilio, del magisterio de los Papas del postconcilio, hasta rechazo del Catecismo de la Iglesia, el actual, como usted cuenta de Barthe.
    Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    1. Estimado Sergio,
      muchas gracias por su atento comentario y por subrayar este punto tan relevante para profundizar la reflexión. En su observación toca un aspecto que me parece fundamental aclarar: la intención de mi artículo fue poner de relieve el paralelismo metodológico entre ambas “iglesias clandestinas” —la neomodernista descrita por Sacheri y el pasadismo actual—, sin negar en modo alguno que exista también un paralelismo doctrinal.
      Por cuanto respecta al paralelismo metodológico, ambas "iglesias clandestinas" operan “por arcano”, sustituyendo el magisterio vivo por redes de autoridad interna sin transparencia plenam u obediencia fiel al Magisterio. Pero además, persiguen disputar el gobierno de la Iglesia desde dentro, erosionando la obediencia jerárquica auténtica.
      Por cuanto respecto al paralelismo doctrinal, el actual pasadismo propaga una ideología contraria al Magisterio de la Iglesia tal cual ha evolucionado (en la compresión de la inmutable Palabra de Cristo) en el postconcilio: rechazo de Vaticano II, de sucesivas enseñanzas pontificias y del Catecismo vigente. En los círculos pasadistas (o sea, pseudo-tradicionalistas) se promueve un magisterio paralelo, equiparable a la “clandestinidad de la doctrina” de la que hablaba Sacheri en el progresismo neomodernista.
      En conclusión, si la clandestinidad neomodernista se traducía en un corpus ideológico contrario a la fe, el pasadismo actual repite esa estrategia al pretender instaurar otro magisterio: uno basado en tradiciones seleccionadas de un pasado al que obstinadamente se está apegado, y en la oposición sistemática al Magisterio legítimo actual.
      Le invito a seguir intercambiando impresiones sobre cómo reconocer y confrontar juntos estas dos dimensiones —método e ideología— que ponen en riesgo la unidad y la paz en la Iglesia.

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  2. Mi muy estimado padre Filemón:
    Acabo de leer, con hondísimo provecho y sincero gozo, su más reciente artículo «La otra Iglesia clandestina». Quiero manifestar públicamente mi entera adhesión a la claridad con que ha expuesto el trasfondo e implicancias pastorales de la cuestión. Su prosa, siempre precisa y a la vez capaz de abrir horizontes de esperanza, logra que la denuncia de realidades preocupantes no derive en amargura, sino en un llamado sereno a la fidelidad eclesial.
    Permítame, además, traer aquí las atinadas palabras de nuestro contertulio Sergio Villaflores, quien señalaba —con razón— que la calificación de clandestinidad que usted describe, se extiende a toda ideología pasadista cuando ésta se opone al Magisterio y a la pastoral viva de la Iglesia. Tal puntualización, lejos de ser un matiz menor, ayuda a reconocer que no hablamos de meras preferencias litúrgicas o estéticas, sino de actitudes que, al marginarse de la comunión, se autocolocan en la penumbra eclesial.
    Gracias, padre, por sostener esta luz que disipa confusiones. Su artículo es, para muchos de nosotros, un recordatorio de que la tradición auténtica se vive en diálogo fiel con el hoy de la Iglesia, y que la verdadera fortaleza está en permanecer dentro del claro del bosque, donde la gracia se respira y se comparte.

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    1. Estimada Domna Mencía,
      le agradezco sus palabras, las que, con precisión, saben integrar la aportación de nuestro amigo Sergio Villaflores. Su comentario enriquece aún más la reflexión al subrayar que la clandestinidad pasadista no es solo un asunto de método, sino también de doctrina, y fundamente esta tesis.
      Tal como usted y Sergio han señalado, la operación “por arcano” —ese entramado de autoridad paralela y falta de transparencia— va siempre acompañada de una propuesta ideológica que, al rechazar la enseñanza auténtica de la Iglesia en las últimas décadas, pretende erigir un magisterio alternativo, o retornar al anterior a 1962. No se trata únicamente de añorar un rito o un estilo litúrgico. Los reclamos por la Misa vetus ordon sólo están en la superficie, en las apariencias, porque lo que realidad desean es volver a las costumbres y tradiciones eclesiales anteriores a 1962, es la voluntad de instaurar, bajo apariencia de fidelidad, una interpretación selectiva y excluyente de la Tradición.
      Permítame aportar un ejemplo que ilustra este doble rostro de la clandestinidad pasadista. Recientemente algunos grupos han reivindicado textos de intérpretes ultramontanos del siglo XIX, presentándolos como norma rígida, cuando en realidad esas opiniones fueron sometidas al discernimiento y desarrollo del Magisterio a lo largo de siglos. Así, además de operar sin transparencia, se promueve una doctrina que pretende congelar la vida de la Iglesia en un momento determinado, rechazando cualquier magisterio viviente intérprete infalible de la Tradición.
      Le agradezco de nuevo su lucidez y su cordial compañía en este diálogo, que muestra cómo la Tradición auténtica florece en un corazón abierto al presente y al magisterio legítimo.

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  3. Concuerdo totalmente con lo señalado en este artículo, y es oportuno el señalar como lejanos ejemplos lo acontecido en diócesis argentinas como San Rafael y Paraná (yo agregaría también San Luis, porque conozco casos). Pero la diferencia con la diócesis francesa mencionada, o diócesis de Estados Unidos (como por ejemplo la de San Francisco), es que en el caso de las diocesis argentinas estábamos a poco tiempo de finalizado el Concilio, donde los debates generaban dificultades para recibir las enseñanzas doctrinales y pastorales del Concilio, y eso en cierto modo quita un poco de responsabilidad a los pastores de entonces (aunque en San Rafael se ha tardado demasiado tiempo en dar un corte con el pasadismo), pero estas vacilaciones ya creo que no se justifican ni pueden admitirse a seis décadas de la finalización del Concilio!

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    1. Herminia Battaglio16 de agosto de 2025, 18:49

      Es cierto. Hoy las cosas son distintas. Me he enterado que, no sé si en toda Argentina, pero al menos aquí en la región de Cuyo, las diócesis están de acuerdo en que los seminaristas de cada diócesis sean sólo los que vienen de cada diócesis. Incluso conozco un seminarista que hace un par de años había ingresado por la diócesis de San Rafael, pero que, al ser mendocino y viviendo aquí en Las Heras, ahora pasó al grupo de seminaristas de Mendoza. Creo que es lo correcto.

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    2. las cosas son diversas, no distintas, el seminario no puede ser una relación geopolítica ni sinalagmática, tiene que adisponerse con la energía del seminado. Como decía monseñor Pironio, la tea no se apaga jamás.

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    3. Estimado Anónimo,
      le agradezco su comentario y la constatación de realidades como las de San Rafael, Paraná y San Luis. Coincido plenamente en que las primeras décadas tras el Concilio estuvieron marcadas por la tensión y la urgencia de enfrentar la llamada Iglesia clandestina de perfil neomodernista.
      En aquel entonces, la explosión de propuestas alternativas –muy a menudo inspiradas por las mismas intuiciones de monseñor Lefebvre– ofreció a algunos clérigos y laicos una “respuesta” al vacío doctrinal que percibían, una respuesta que hoy se ha revelado falsa. Comprendemos que, movidos por la fe y el temor a perder la tradición, optaran por fórmulas decimonónicas o ultramontanas.
      Hoy, sin embargo, los Santos Pontífices del postconcilio nos han legado una labor ímproba para explicar, con caridad y rigor, el alcance auténtico de las enseñanzas conciliares. Ese patrimonio vivo nos coloca ahora ante un deber claro: si quien se reclama católico rechaza dichos desarrollos, no hay lugar para atenuantes. Vale decir lo que parece comprensible para aquellos años del postconcilio, hoy me parece que ya no es comprensible.
      Respecto a las decisiones recientes de la Santa Sede en las diócesis mencionadas, prefiero abstenerme de juicios apresurados. En el gobierno de la Iglesia, solo el Romano Pontífice cuenta con todos los elementos; nosotros, en cambio, estamos llamados a acompañar con oración y caridad a nuestros pastores y hermanos.
      Encomendémonos a la intercesión de María, para que aflore en cada corazón la voluntad de volver a la plena obediencia a Roma y a la fidelidad al Magisterio legítimo. Solo así la Tradición auténtica –viva y dinámica– continuará floreciendo en la Iglesia.

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    4. Querida Herminia,
      concuerdo plenamente con tu apreciación. Que cada diócesis acoja preferentemente a sus propios seminaristas fortalece el sentido de pertenencia y facilita un acompañamiento más cercano en el camino de discernimiento vocacional.
      Este criterio, aplicado con caridad y prudencia, ayuda a consolidar comunidades diocesanas vivas y arraigadas en su tierra. Oremos para que esta práctica siga dando frutos abundantes en los seminaristas de Cuyo.

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    5. Estimado Anónimo,
      ¿podría aclarar en qué distingue usted “diversas” de “distintas” y explicarnos mejor a qué se refiere con la “energía del seminado” y la crítica a relaciones “geopolíticas ni sinalagmáticas”? Asimismo, agradecería si nos pudiera iluminar a todos los lectores de este blog precisando cómo aplica usted la imagen de la "tea inextinguible", que atribuye al beato Eduardo Pironio, a la formación de nuestros seminaristas.

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  4. Todos los discípulos porteños de Sacheri acreditamos que su lucha fue, lisa y llanamente, contra el progresismo eclesial. Con su analogía barata, usted Filemón corre el riesgo de cargar de por vida con el famoso y castizo mote de¨Capitán Araña¨.

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    1. Estimado Sacheriano,
      agradezco su intervención y el interés por este espacio de diálogo. Permítame aclarar que mi artículo no tuvo como fin presentar ni la biografía ni la trayectoria personal de Carlos Sacheri, sino valorar sociológicamente el concepto de “iglesia clandestina” que él fraguó y desarrolló en el análisis que hace del progreismo neomodernista en la Iglesia en los años del postconcilio.
      En ese sentido, ¿podría precisar usted qué entiende por “progresismo eclesial”? Resulta fundamental distinguir entre el progresismo neomodernista que describe Sacheri en La iglesia clandestina, y cualquier otra acepción para poder avanzar con rigor en nuestro debate.
      Asimismo, ya que usted se considera discípulo de Sacheri, me interesa conocer su opinión acerca del tema desarrollado en mi artículo, o sea si usted considera o no que esa misma categoría de “iglesia clandestina” podría aplicarse a las corrientes pasadistas actuales, como sí lo hago yo. ¿Estamos ante un nuevo perfil de iglesia “clandestina”, esta vez definida por su apego a respuestas pasadistas?
      Respecto al mote de “Capitán Araña”, confieso que me sorprendió. Le diría que un blog comprometido tanto con la crítica al pasadismo como al modernismo eclesial demuestra que no nos quedamos anclados en el puerto, sino que nos atrevemos a surcar nuevos horizontes de reflexión auténticamente católica, vale decir, ni modernista ni pasadista, sino siempre fiel al Magisterio de la Iglesia, el único e infalible intérprete de Escritura y Tradición.

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  5. Totalmente de acuerdo, Padre, esa otra Iglesia clandestina existe hoy, además de existir aquella Iglesia clandestina neomodernista existente ya en los tiempos de Sacheri. Pero quisiera añadir a su impecable análisis de la actual situación, una distinción que creo habría que hacer. Usted mencionó que tales clérigos de claras ideas lefebvrianas predican y actúan hoy gracias a Obispos que benévolamente los reciben en sus diócesis... Bueno. Creo que hay que distinguir: puede haber, y de hecho hay esos Obispos que, como usted bien dice, generosamente los reciben creyendo de buena fe que van a poder supervisar a tales clérigos, cuidando que no se extralimiten en lo que dicen. Y sí, es cierto, no somos quienes para juzgar la decisión prudencial que tales Obispos toman al respecto. Ellos sabrán por qué lo hacen, y deberán luego juzgar si aciertan o se equivocan en la decisión tomada, con cada caso concreto. Pero creo que también hay que decir claramente que existen Obispos, y hasta Cardenales de tendencia o incluso de ideas claramente lefebvrianas. El único confirmado con el carisma de la infalibilidad en la Iglesia es el Papa cuando enseña Fe y costumbres, todos los demás pueden cometer los peores errores y propalar las peores herejías.

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    1. Sergio Villaflores17 de agosto de 2025, 5:35

      El problema de esa nueva "iglesia clandestina" de orientación indietrista, formada por esos clérigos que actúan en ciertas diócesis (además, por supuesto, de todos los laicos que actúan, sobre todo, en los blogs y en los canales de youtube) es un problema que se conecta según me parece con el problema de ciertos "clérigos vagos", de los que hablaba el padre Filemón tiempo atrás. Hoy Roma ha tomado nuevas medidas y ha dado nuevas directivas respecto a esos sacerdotes "vagos", y supongo que no faltan obispos que en su prudencia pastoral tratan de darles una mano y los reciben con la mejor de sus intenciones en sus diócesis, pero... a la vista está el desastre que producen.
      Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    2. Sergio: y quién sos vos para calificar de "vago" a cualquier sacerdote, sea el que sea?

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    3. Sergio Villaflores17 de agosto de 2025, 16:17

      Anónimo: Cuando menciono a los “clérigos vagos” no emito un juicio subjetivo sobre la persona ni sobre la dignidad del sacerdocio, sino que empleo una categoría reconocida por el Derecho Canónico y utilizada recientemente por la Santa Sede, que es la categoría canónica a la que se refirió el padre Filemón en un artículo de hace poco tiempo atrás. El Motu Proprio Competentias quasdam decernere (11‑II‑2022) recuerda que «de ninguna manera se admitan los clérigos acéfalos o vagos», y el Código de Derecho Canónico establece en el c. 265 que todo clérigo debe estar incardinado en una Iglesia particular, prelatura personal, instituto de vida consagrada, sociedad clerical o asociación pública clerical con facultad otorgada.
      La expresión describe una situación objetiva: ministros sin incardinación legítima, que se trasladan o son acogidos sin un encargo pastoral estable, lo que —como ha constatado la experiencia y subrayan las normas— suele generar problemas de disciplina e integración. Por eso, al señalar esta realidad, me limito a emplear un término técnico con respaldo eclesial, no a “calificar” arbitrariamente a nadie.
      Sergio Villaflores (Valencia, España)

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