sábado, 16 de agosto de 2025

La otra Iglesia clandestina

Hoy existen Obispos que acogen generosamente a sacerdotes de impostación filolefebvriana, creyendo poder supervisarlos debidamente en su predicación y en sus actividades, con infructuosos resultados, como es fácil de ver. Pues lo cierto es que esta clase de sacerdotes, habiendo logrado un status de relativa regularidad canónica, lo que también logran es poder seguir propalando impunemente su "magisterio paralelo" con gran daño para los fieles ingenuos que los escuchan, haciendo que de este modo crezca una especie de Iglesia paralela o Iglesia subterránea o "Iglesia clandestina", como la llamaba Sacheri, aunque de vector ideológico opuesto al conocido en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Entonces ¿podemos hablar de este modo? ¿De una Iglesia clandestina? [En la imagen: fragmento de "Carlos Sacheri", acuarela sobre papel, P.F., 2023, colección privada].

"Digo y protesto que dividir a la Iglesia
no es menor mal que caer en la herejía"
San Juan Crisóstomo, Hom.11 s. Ef., n.5
   
"Nada hay más grave que el sacrilegio del cisma...,
no hay necesidad legítima alguna para romper la unidad"
San Agustín de Hipona, Contra Parmeniano, 11, 11, 25
   
----------Días atrás he podido comprobar, con gran dolor, que el pobre Aldo María Valli, a quien no he dejado de estimarle su amor por la Iglesia y su propósito de defender la doctrina, sigue su desgraciada deriva en la ideología pasadista, por una descaminada vía que lo lleva a alojar en su blog a filolefebvrianos pasadistas de todo pelaje, desde el obispo cismático Carlo María Viganò hasta petardistas de todas las latitudes o cualquier ignoto firmante, con la única e imprescindible condición que se despache sin remilgos contra el Magisterio de la Iglesia, contra el Concilio Vaticano II, contra la autoridad y las enseñanzas del Papa y de los Obispos en comunión con él y contra el actual Rito Romano. No deja de sorprender el hecho de que, tal como parece, todos ellos hayan perdido la conciencia de que semejantes ataques los ubica de por sí fuera de la Iglesia, vale decir, de sus fronteras visibles, las únicas que nos es permitido ver.
----------Como último condimento de ese verdadero caldero de brujas, la pasada semana Valli se hizo eco de una perorata del padre Claude Barthe que dudo que hubieran aprobado para su publicación incluso en las webs de la cismática Fraternidad San Pío X. En su artículo Barthe, con gnóstica soberbia, insolente impunidad y manifiesta ignorancia, no sólo rechaza de plano todos los documentos del Concilio Vaticano II, sino también al actual Catecismo de la Iglesia Católica, confesando sin ambages que aún cuando Roma diera vía libre al actual renovado deseo de quienes piden la vuelta a la disciplina litúrgica de Summorum pontificum, eso no sería más que analgésico a los actuales dolores de la Iglesia, la cual, según la convicción de Barthe, necesita de cirugía mayor, vale decir según él un retorno completo al orden eclesial anterior a 1962.
----------Pero que no se confunda el lector: no se trata aquí de nada similar a los desgraciados casos del obispo Viganò o del excomulgado padre Minutella, pues Barthe -que yo sepa- goza de situación canónica en toda regla. Barthe, ordenado sacerdote en 1979 por el obispo Lefebvre, abandonó su Fraternidad, pero sin abandonar sus ideas lefebvrianas (claramente sospechosas de herejía, como ya había dicho san Paulo VI), y terminó recalando en 2005 en la diócesis de Fréjus-Toulon, más o menos del mismo modo que lo que ocurría en otros tiempos entre nosotros, en Paraná o en San Rafael y como ocurre hoy en Francia o en Estados Unidos, por ejemplo, donde hay Obispos que consideran prudente acoger generosamente a sacerdotes de impostación filolefebvriana, creyendo poder supervisarlos debidamente en su predicación y en sus actividades, pero con infructuosos resultados, como es muy fácil de ver para quien tenga interés en informarse.
----------No discuto el discernimiento prudencial que los Obispos hacen para incardinar o sostener en sus diócesis a sacerdotes provenientes de otras regiones en las que han tenido serios problemas por sus ideas pasadistas, sosteniendo graves disensos y contestación contra el magisterio y la pastoral de la Iglesia. Seguramente tales Obispos creen hacer lo correcto. Pero lo cierto es que esta clase de clérigos, logrando un status de relativa regularidad canónica, lo que a la par logran es poder seguir propalando impunemente su "magisterio paralelo" con grande y evidente daño para los fieles ingenuos que los escuchan, haciendo que de este modo crezca una especie de Iglesia paralela o Iglesia subterránea o "Iglesia clandestina", como la llamaba Sacheri, aunque de vector ideológico opuesto a la conocida en los años sesenta y setenta del siglo pasado. ¿Podemos hablar de este modo? ¿Les cabe el apelativo de "Iglesia clandestina"?
----------La palabra clandestino, como bien sabemos, significa una realidad oculta, secreta o realizada de manera no autorizada, generalmente para evitar la atención de las autoridades o de terceros, y especialmente cuando se trata de algo que va en contra de la ley o de las normas establecidas. En idioma español actual puede aplicarse a distintos contextos, y así se habla por ejemplo de actividades prohibidas o ilegales o perseguidas o secretas, como una reunión de grupos políticos que se reúnen en secreto durante una dictadura; se habla también de inmigrantes clandestinos cuando entran a un país sin autorización legal; o se habla de fábricas clandestinas que operan sin permisos ni controles; o de un comercio clandestino de mercancías, de drogas o armas; o de un periódico que puede circular clandestinamente en dictadura, para evitar censura; o de un casino clandestino que opera sin autorización legal; en fin, se puede hablar de personas que pueden vivir en la clandestinidad para evitar represalias por motivos políticos o por razones de otro género.  
----------En el ámbito eclesial, el adjetivo clandestino se aplica a realidades que se desarrollan al margen de la autoridad legítima (la de los Obispos y el Papa) o en ocultamiento deliberado, ya sea por persecución externa o por desacuerdo interno con la disciplina de la Iglesia. Entre los usos más habituales de la palabra clandestino en ámbito eclesial, están las celebraciones litúrgicas clandestinas, o sea cuando los ritos sacramentales se celebran en secreto para evitar represalias o en contextos de prohibición (por ejemplo en tiempos de persecución religiosa o bajo regímenes hostiles a la fe); existen ordenaciones u otros actos sacramentales sin mandato canónico (así, el Código de Derecho Canónico considera ilícitas y, a veces, inválidas ciertas ordenaciones episcopales o presbiterales realizadas clandestinamente, vale decir, sin el consentimiento y mandato del Romano Pontífice). También se usa la palabra para designar a asambleas o grupos paralelos no reconocidos por el Obispo, etc. En definitiva, lo "clandestino" no describe sólo lo “secreto” en sentido práctico, porque de hecho puede existir y desarrollarse a plena luz, ser visto por todos, y tener la mayor difusión pública a través de los medios, sino lo que carece de la visible aprobación y control que el orden eclesial prevé.
----------Ahora bien, nuestra pregunta es más concreta: ¿puede hablarse de una “Iglesia clandestina” dentro del catolicismo? ¿Y en todo caso, qué entendemos por “Iglesia clandestina”? Hablando en general, la expresión “Iglesia clandestina” suele referirse a comunidades católicas que, ante la persecución o prohibición del culto público, mantienen la fe y los sacramentos en secreto. Estas realidades se dan cuando autoridades civiles o incluso estructuras eclesiásticas controladas por el Estado impiden el ejercicio normal de la Iglesia. Como ejemplos históricos de Iglesia clandestina tenemos ante todo las comunidades cristianas de los primeros siglos, cuando el culto estaba proscrito por el Imperio romano. Otros casos han sido los de la Iglesia en la Unión Soviética y Europa Oriental, donde conventículos se reunían en casas particulares. Más cercanos a nosotros, los católicos chinos que, al no estar registrados en la Asociación Patriótica, dependían de obispos “subterráneos” reconocidos por Roma. Otro caso bien conocido ocurrió durante la guerra civil española [1936-1939], sacerdotes y fieles celebraban misas en la clandestinidad para evitar depuración o muerte.  
----------Por supuesto, al usar el término "Iglesia", que para nosotros, católicos, tiene sacrosantos contornos, debemos ser muy precisos desde una perspectiva canónica y teológica, pues aunque en sentido práctico existen comunidades “bajo tierra”, desde el punto de vista de la doctrina católica sigue habiendo una única Iglesia visible y jerárquica. Vale decir, no hay dos Iglesias paralelas: todos los fieles permanecen unidos al Sucesor de Pedro, aunque celebren sacramentos de modo no autorizado. El Código de Derecho Canónico permite dispensas en situaciones de peligro y, por lo demás, valora laudable la valentía de pastores y laicos para proteger la vida de la Iglesia. El reconocimiento de obispos y sacerdotes clandestinos por parte de la Santa Sede -como ocurre en China- demuestra que Roma distingue entre “ilegalidad civil” e “ilegitimidad eclesial”.  
----------En definitiva, en contextos de persecución, hablar de "Iglesia clandestina" resulta legítimo para aludir a la forma de supervivencia del Cuerpo Místico de Cristo. Sin embargo, solo hay una Iglesia católica, cuyo rostro puede volverse “subterráneo” cuando la fe se ve forzada al anonimato.
----------Carlos Alberto Sacheri [1933-1974] habló de la “Iglesia clandestina”, pero ¿en qué sentido? Este filósofo argentino, exponente del tomismo, educador, defensor del anticomunismo, discípulo del padre Julio Meinvielle, se destacó por sus conferencias y publicaciones en diversos ámbitos académicos y pastorales.
----------En 1970 Sacheri recopiló en forma de libro una serie de artículos que venían publicándose desde 1969 bajo el título La Iglesia clandestina (Ediciones del Cruzamente, Buenos Aires, 1970, 184 páginas). En su obra el autor analiza ciertos grupos o movimientos internos a la Iglesia, que son denominados por él “progresismo neomodernista” o “tercermundismo”, que venían a configurar una suerte de “Iglesia paralela”, con metodologías clandestinas al servicio de objetivos político-revolucionarios dentro del catolicismo.
----------Sacheri advierte en esos grupos y corrientes que conforman "la Iglesia clandestina" una reinterpretación unilateral del Concilio Vaticano II (más o menos diciendo lo mismo, e incluso remitiéndose expresamente, a la expresión de Paulo VI: "magisterio paralelo"), donde ciertos grupos usan una catequesis “post-conciliar” para adaptar la Iglesia al mundo y no para evangelizarlo, lo cual es precisamente el núcleo esencial y erróneo del modernismo. La intención del libro de Sacheri es disipar la “confusión reinante” y alertar sobre la instrumentación marxista de sectores eclesiales tradicionales sensibles a problemáticas sociales.
----------Por tanto, este laico argentino no solo habló de la “Iglesia clandestina”, sino que acuñó el término como título de su libro y ofreció un diagnóstico crítico de las corrientes neomodernistas dentro de la Iglesia católica, tanto a nivel de su patria, Argentina, como a nivel internacional.
----------Ahora bien, avanzando en nuestra reflexión, tratemos de identificar la definición sacheriana de este fenómeno que él llama la Iglesia clandestina. Sacheri describe en su libro el fenómeno de la Iglesia clandestina como aquel conglomerado de movimientos internos que, bajo el disfraz de una declamada "renovación post-conciliar", lo que en realidad hacían era desplegar una organización y una metodología sistemáticamente ocultas, al servicio de objetivos político-revolucionarios de perfil liberal y en su extremo marxista. Para Sacheri está claro que estos grupos se entrelazaban con la herejía modernista de principios del siglo pasado y actuaban al margen del Magisterio, adaptando la fe cristiana a un proyecto ideológico subyacente.
----------Conocemos bien los hechos que derivaron de esta ideología, particularmente en diversos países de América Latina, sobre todo en Argentina, fenómeno ideológico acerca del cual el Magisterio de la Iglesia se expidió con dos documentos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo la prefectura del cardenal Joseph Ratzinger, en los años ochenta, uno condenando los excesos erróneos, de perfil marxista, de la llamada teología de la liberación, y otro, más positivo, reconociendo los valores de esa misma teología. De modo general podemos decir que hoy, lejos de desaparecer el "progresismo neomodernista" del cual hablaba Sacheri, sin embargo, este pseudo progresismo ha transformado su rostro, fundamentalmente en razón del fracaso rotundo del marxismo revolucionario. Pero considero que el diagnóstico de Sacheri acerca de la presencia de una Iglesia clandestina protagonizada por ese neomodernismo sigue siendo diagnóstico plenamente válido.
----------Ahora bien, dada la actual indudable existencia de dos grandes polos ideológicos extremistas en el seno de la Iglesia, ese neomodernismo por un lado, y por otro lado el pasadismo o indietrismo del cual hablaba el papa Francisco, ambos ruidosas minorías que asedian a la casi unanimidad de simples católicos, ¿podemos atribuir la misma cualificación de Iglesia clandestina a los grupos o corrientes pasadistas?
----------Pues bien, a fin de responder a esa pregunta, debemos ante todo distinguir algunas características de los grupos pasadistas actuales: se centran en la recuperación de liturgias, doctrinas y disciplinas pre-conciliares, rechazando las reformas del Vaticano II; desarrollan su actividad de manera abierta: organizan conferencias, publicaciones y eventos públicos; y no ocultan su existencia ni utilizan redes clandestinas, sino que reivindican públicamente su fidelidad a la tradición, o a lo que ellos entienden por tradición.
----------Por lo tanto, en una primera comparación según criterios sacherianos, en su propósito los pasadistas buscan conservar o restaurar ritos y doctrinas, no subvertir la fe para un fin político marxista. En su metodología carecen de la nota de clandestinidad organizativa que caracteriza a la “Iglesia clandestina” descrita por Sacheri. Y por último, en su relación con el Magisterio de la Iglesia, aunque algunos están en situación irregular, no operan encubiertos ni pretenden erigir una jurisdicción alternativa secreta.
----------Por consiguiente, parecería que tras una primera y rápida mirada, deberíamos llegar a una conclusión provisoria, en términos del diagnóstico de Sacheri: los diversos grupos pasadistas actuales no configurarían una “Iglesia clandestina”, pues carecen de la metodología oculta, del fin político-revolucionario y de la estructura secreta que definen dicho fenómeno. Sólo en casos muy particulares, donde se opera efectivamente en el ocultamiento, podría hablarse de clandestinidad en un sentido estrictamente práctico.
----------Pero si consideramos otros aspectos de la vida de estos grupos pasadistas, también advertimos que actúan según características que los haría pasibles de ser calificados como "Iglesia clandestina" y menciono tres aspectos: 1. actúan al margen del magisterio oficial, 2. promueven una reinterpretación ideológica y gnóstica de la fe, y 3. buscan transformar la Iglesia desde dentro, sin transparencia doctrinal (aunque afirmen, como bandera, ser ellos los adalides de esa transparencia doctrinal). Por consiguiente, creo que sí, que en clave sacheriana (por analogía), el pasadismo puede ser considerado una “Iglesia clandestina”.
----------Pero para la aplicación del argumento de Sacheri a los grupos pasadistas, tenemos que tener claro un punto de partida preciso: el eje del discurso de Sacheri es el modernismo, no el progreso en sí. Y si abstraemos sus criterios, vale decir, paralelismo eclesial, reinterpretación doctrinal y acción encubierta, estos mismos criterios pueden aplicarse, por analogía, a los grupos pasadistas; aunque no por su orientación “ad ante” o “ad retro”, sino por su modo de operar. Apliquemos los tres rasgos a los grupos pasadistas:
----------1. Los pasadistas actúan al margen del actual magisterio viviente de la Iglesia. Lo que intento decir es que cuando se desacredita sistemáticamente -como lo hacen los pasadistas- el magisterio ordinario (concilios, pontífices recientes, obispos) en favor de una hermenéutica acotada a documentos preconciliares, en tal caso se arma un “paralelo normativo” que sustituye la recepción obediencial por un régimen de excepción permanente. Eso encaja con el “paralelismo” que Sacheri denunciaba en su libro.
----------2. Los pasadistas elaboran una relectura ideológica y de sesgo gnóstico. Ello aparece cuando se presenta una “clave” que solo los iniciados poseen (la “verdadera” tradición), descalificando como traición todo desarrollo legítimo. Ese arcano identitario (con una jerga, manuales internos y maestros propios) opera como filtro gnóstico: pertenencia antes que verdad, y linaje antes que razón.
----------3. Los pasadistas, del mismo modo que los grupos neomodernistas denunciados por Sacheri en su libro, no se van fuera de la estructura eclesial, sino que buscan transformar la Iglesia desde dentro sin transparencia doctrinal (fariseísmo). Se ve en catequesis paralelas, directorios litúrgicos propios, disciplina interna y doble discurso: hacia afuera, adhesión formal; hacia dentro, rechazo práctico del magisterio. Esta asimetría práctica es el núcleo de lo “clandestino” en sentido sacheriano en los grupos pasadistas.
----------Sin embargo, para que en estas conclusiones no generalicemos indebidamente, debemos hacer algunas necesarias distinciones: no todo tradicionalismo (al cual defino como especial, legítimo y hasta necesario afecto por las tradiciones culturales eclesiales del pasado) es clandestino; sin embargo todo pasadismo (al cual defino como obstinado apego al pasado, alejado de la comunión eclesial y de la obediencia a la Jerarquía) es clandestino. Claro que conviene discriminar por grado de paralelismo, visibilidad y obediencia: donde hay paralelismo doctrinal estable, arcano identitario y doble discurso, el rótulo “Iglesia clandestina” es pertinente por analogía, aunque el vector ideológico sea inverso al que analizó Sacheri.
----------Por lo tanto, la respuesta a nuestra pregunta inicial es afirmativa: los grupos pasadistas conforman una "Iglesia clandestina", no por ser modernistas, sino porque reproducen el patrón sacheriano de una Iglesia paralela. Vale decir, por tener normas propias, hermenéutica exclusiva y praxis encubierta, algunos grupos tradicionalistas que hoy llamamos pasadistas o indietristas pueden llamarse “clandestinos”. La clandestinidad, aquí, no es patrimonio de una ideología, sino del método: sustituir el magisterio vivo por una cadena de autoridad interna, operar con arcano y disputar la Iglesia desde dentro sin plena transparencia.
----------Por último, ya en el ámbito de las orientaciones pastorales, está claro que la autoridad jerárquica (el Obispo diocesano o el Cura párroco) debe actuar con la necesaria prudencia pastoral, para individuar a un grupo pasadista clandestino. Mencionamos un puñado de criterios de discernimiento: Transparencia: ¿publican lo que enseñan y celebran? Obediencia práctica: ¿cómo reaccionan a correcciones del Obispo o del Párroco? Universalidad: ¿apelan a la razón y a las fuentes de la divina Revelación, o a “claves” de iniciados? Caridad eclesial: ¿su identidad se edifica afirmando la fe o negando la ajena? Pues bien, si estos indicadores viran en bloque, el diagnóstico que acabamos de hacer se sostiene con fuerza.
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 10 de agosto de 2025

104 comentarios:

  1. Sergio Villaflores16 de agosto de 2025, 8:00

    Le agradezco, padre Filemón por esta reflexión, aunque probablemente yo no esté del todo informado acerca de lo sucedido en Argentina y en Latinoamérica con la teología de la liberación, y no conozco el libro de Sacheri. En España también se vivió algo parecido, supongo, aunque no con semejante violencia como la sufrida en Sudamérica.
    Ahora bien, por lo que usted resumen, aunque sea poco, de ese libro del filósofo Sacheri, parece claro que la clandestinidad de la cual él hablaba consistía también (¿o sobre todo?) en la clandestinidad de la doctrina propalada, contraria a la fe, es decir, una ideología. Pero en lo que me parece que usted no es coherente, o quizás se ha expresado mal, es que esta misma "clandestinidad doctrinal" o ideológica no se dé hoy en el pasadismo, en esa otra "iglesia clandestina" de la que usted habla.
    Me refiero a cuando en el final de su artículo, usted dice que "La clandestinidad, aquí, no es patrimonio de una ideología, sino del método: sustituir el magisterio vivo por una cadena de autoridad interna, operar con arcano y disputar la Iglesia desde dentro sin plena transparencia."
    Sí, por supuesto, está claro que esta metodología es clandestina. Pero no veo por qué motivo no puede asimilarse también el actual pasadismo a aquella clandestinidad ideológica que Sacheri veía en el "progresismo neomodernista", como usted refiere. Pues está claro que en el pasadismo hay ideología contraria a la fe: rechazo del Magisterio del Concilio, del magisterio de los Papas del postconcilio, hasta rechazo del Catecismo de la Iglesia, el actual, como usted cuenta de Barthe.
    Sergio Villaflores (Valencia, España)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Sergio,
      muchas gracias por su atento comentario y por subrayar este punto tan relevante para profundizar la reflexión. En su observación toca un aspecto que me parece fundamental aclarar: la intención de mi artículo fue poner de relieve el paralelismo metodológico entre ambas “iglesias clandestinas” —la neomodernista descrita por Sacheri y el pasadismo actual—, sin negar en modo alguno que exista también un paralelismo doctrinal.
      Por cuanto respecta al paralelismo metodológico, ambas "iglesias clandestinas" operan “por arcano”, sustituyendo el magisterio vivo por redes de autoridad interna sin transparencia plenam u obediencia fiel al Magisterio. Pero además, persiguen disputar el gobierno de la Iglesia desde dentro, erosionando la obediencia jerárquica auténtica.
      Por cuanto respecto al paralelismo doctrinal, el actual pasadismo propaga una ideología contraria al Magisterio de la Iglesia tal cual ha evolucionado (en la compresión de la inmutable Palabra de Cristo) en el postconcilio: rechazo de Vaticano II, de sucesivas enseñanzas pontificias y del Catecismo vigente. En los círculos pasadistas (o sea, pseudo-tradicionalistas) se promueve un magisterio paralelo, equiparable a la “clandestinidad de la doctrina” de la que hablaba Sacheri en el progresismo neomodernista.
      En conclusión, si la clandestinidad neomodernista se traducía en un corpus ideológico contrario a la fe, el pasadismo actual repite esa estrategia al pretender instaurar otro magisterio: uno basado en tradiciones seleccionadas de un pasado al que obstinadamente se está apegado, y en la oposición sistemática al Magisterio legítimo actual.
      Le invito a seguir intercambiando impresiones sobre cómo reconocer y confrontar juntos estas dos dimensiones —método e ideología— que ponen en riesgo la unidad y la paz en la Iglesia.

      Eliminar
  2. Mi muy estimado padre Filemón:
    Acabo de leer, con hondísimo provecho y sincero gozo, su más reciente artículo «La otra Iglesia clandestina». Quiero manifestar públicamente mi entera adhesión a la claridad con que ha expuesto el trasfondo e implicancias pastorales de la cuestión. Su prosa, siempre precisa y a la vez capaz de abrir horizontes de esperanza, logra que la denuncia de realidades preocupantes no derive en amargura, sino en un llamado sereno a la fidelidad eclesial.
    Permítame, además, traer aquí las atinadas palabras de nuestro contertulio Sergio Villaflores, quien señalaba —con razón— que la calificación de clandestinidad que usted describe, se extiende a toda ideología pasadista cuando ésta se opone al Magisterio y a la pastoral viva de la Iglesia. Tal puntualización, lejos de ser un matiz menor, ayuda a reconocer que no hablamos de meras preferencias litúrgicas o estéticas, sino de actitudes que, al marginarse de la comunión, se autocolocan en la penumbra eclesial.
    Gracias, padre, por sostener esta luz que disipa confusiones. Su artículo es, para muchos de nosotros, un recordatorio de que la tradición auténtica se vive en diálogo fiel con el hoy de la Iglesia, y que la verdadera fortaleza está en permanecer dentro del claro del bosque, donde la gracia se respira y se comparte.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimada Domna Mencía,
      le agradezco sus palabras, las que, con precisión, saben integrar la aportación de nuestro amigo Sergio Villaflores. Su comentario enriquece aún más la reflexión al subrayar que la clandestinidad pasadista no es solo un asunto de método, sino también de doctrina, y fundamente esta tesis.
      Tal como usted y Sergio han señalado, la operación “por arcano” —ese entramado de autoridad paralela y falta de transparencia— va siempre acompañada de una propuesta ideológica que, al rechazar la enseñanza auténtica de la Iglesia en las últimas décadas, pretende erigir un magisterio alternativo, o retornar al anterior a 1962. No se trata únicamente de añorar un rito o un estilo litúrgico. Los reclamos por la Misa vetus ordon sólo están en la superficie, en las apariencias, porque lo que realidad desean es volver a las costumbres y tradiciones eclesiales anteriores a 1962, es la voluntad de instaurar, bajo apariencia de fidelidad, una interpretación selectiva y excluyente de la Tradición.
      Permítame aportar un ejemplo que ilustra este doble rostro de la clandestinidad pasadista. Recientemente algunos grupos han reivindicado textos de intérpretes ultramontanos del siglo XIX, presentándolos como norma rígida, cuando en realidad esas opiniones fueron sometidas al discernimiento y desarrollo del Magisterio a lo largo de siglos. Así, además de operar sin transparencia, se promueve una doctrina que pretende congelar la vida de la Iglesia en un momento determinado, rechazando cualquier magisterio viviente intérprete infalible de la Tradición.
      Le agradezco de nuevo su lucidez y su cordial compañía en este diálogo, que muestra cómo la Tradición auténtica florece en un corazón abierto al presente y al magisterio legítimo.

      Eliminar
  3. Concuerdo totalmente con lo señalado en este artículo, y es oportuno el señalar como lejanos ejemplos lo acontecido en diócesis argentinas como San Rafael y Paraná (yo agregaría también San Luis, porque conozco casos). Pero la diferencia con la diócesis francesa mencionada, o diócesis de Estados Unidos (como por ejemplo la de San Francisco), es que en el caso de las diocesis argentinas estábamos a poco tiempo de finalizado el Concilio, donde los debates generaban dificultades para recibir las enseñanzas doctrinales y pastorales del Concilio, y eso en cierto modo quita un poco de responsabilidad a los pastores de entonces (aunque en San Rafael se ha tardado demasiado tiempo en dar un corte con el pasadismo), pero estas vacilaciones ya creo que no se justifican ni pueden admitirse a seis décadas de la finalización del Concilio!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Herminia Battaglio16 de agosto de 2025, 18:49

      Es cierto. Hoy las cosas son distintas. Me he enterado que, no sé si en toda Argentina, pero al menos aquí en la región de Cuyo, las diócesis están de acuerdo en que los seminaristas de cada diócesis sean sólo los que vienen de cada diócesis. Incluso conozco un seminarista que hace un par de años había ingresado por la diócesis de San Rafael, pero que, al ser mendocino y viviendo aquí en Las Heras, ahora pasó al grupo de seminaristas de Mendoza. Creo que es lo correcto.

      Eliminar
    2. Estimado Anónimo,
      le agradezco su comentario y la constatación de realidades como las de San Rafael, Paraná y San Luis. Coincido plenamente en que las primeras décadas tras el Concilio estuvieron marcadas por la tensión y la urgencia de enfrentar la llamada Iglesia clandestina de perfil neomodernista.
      En aquel entonces, la explosión de propuestas alternativas –muy a menudo inspiradas por las mismas intuiciones de monseñor Lefebvre– ofreció a algunos clérigos y laicos una “respuesta” al vacío doctrinal que percibían, una respuesta que hoy se ha revelado falsa. Comprendemos que, movidos por la fe y el temor a perder la tradición, optaran por fórmulas decimonónicas o ultramontanas.
      Hoy, sin embargo, los Santos Pontífices del postconcilio nos han legado una labor ímproba para explicar, con caridad y rigor, el alcance auténtico de las enseñanzas conciliares. Ese patrimonio vivo nos coloca ahora ante un deber claro: si quien se reclama católico rechaza dichos desarrollos, no hay lugar para atenuantes. Vale decir lo que parece comprensible para aquellos años del postconcilio, hoy me parece que ya no es comprensible.
      Respecto a las decisiones recientes de la Santa Sede en las diócesis mencionadas, prefiero abstenerme de juicios apresurados. En el gobierno de la Iglesia, solo el Romano Pontífice cuenta con todos los elementos; nosotros, en cambio, estamos llamados a acompañar con oración y caridad a nuestros pastores y hermanos.
      Encomendémonos a la intercesión de María, para que aflore en cada corazón la voluntad de volver a la plena obediencia a Roma y a la fidelidad al Magisterio legítimo. Solo así la Tradición auténtica –viva y dinámica– continuará floreciendo en la Iglesia.

      Eliminar
    3. Querida Herminia,
      concuerdo plenamente con tu apreciación. Que cada diócesis acoja preferentemente a sus propios seminaristas fortalece el sentido de pertenencia y facilita un acompañamiento más cercano en el camino de discernimiento vocacional.
      Este criterio, aplicado con caridad y prudencia, ayuda a consolidar comunidades diocesanas vivas y arraigadas en su tierra. Oremos para que esta práctica siga dando frutos abundantes en los seminaristas de Cuyo.

      Eliminar
  4. Todos los discípulos porteños de Sacheri acreditamos que su lucha fue, lisa y llanamente, contra el progresismo eclesial. Con su analogía barata, usted Filemón corre el riesgo de cargar de por vida con el famoso y castizo mote de¨Capitán Araña¨.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Sacheriano,
      agradezco su intervención y el interés por este espacio de diálogo. Permítame aclarar que mi artículo no tuvo como fin presentar ni la biografía ni la trayectoria personal de Carlos Sacheri, sino valorar sociológicamente el concepto de “iglesia clandestina” que él fraguó y desarrolló en el análisis que hace del progreismo neomodernista en la Iglesia en los años del postconcilio.
      En ese sentido, ¿podría precisar usted qué entiende por “progresismo eclesial”? Resulta fundamental distinguir entre el progresismo neomodernista que describe Sacheri en La iglesia clandestina, y cualquier otra acepción para poder avanzar con rigor en nuestro debate.
      Asimismo, ya que usted se considera discípulo de Sacheri, me interesa conocer su opinión acerca del tema desarrollado en mi artículo, o sea si usted considera o no que esa misma categoría de “iglesia clandestina” podría aplicarse a las corrientes pasadistas actuales, como sí lo hago yo. ¿Estamos ante un nuevo perfil de iglesia “clandestina”, esta vez definida por su apego a respuestas pasadistas?
      Respecto al mote de “Capitán Araña”, confieso que me sorprendió. Le diría que un blog comprometido tanto con la crítica al pasadismo como al modernismo eclesial demuestra que no nos quedamos anclados en el puerto, sino que nos atrevemos a surcar nuevos horizontes de reflexión auténticamente católica, vale decir, ni modernista ni pasadista, sino siempre fiel al Magisterio de la Iglesia, el único e infalible intérprete de Escritura y Tradición.

      Eliminar
  5. Totalmente de acuerdo, Padre, esa otra Iglesia clandestina existe hoy, además de existir aquella Iglesia clandestina neomodernista existente ya en los tiempos de Sacheri. Pero quisiera añadir a su impecable análisis de la actual situación, una distinción que creo habría que hacer. Usted mencionó que tales clérigos de claras ideas lefebvrianas predican y actúan hoy gracias a Obispos que benévolamente los reciben en sus diócesis... Bueno. Creo que hay que distinguir: puede haber, y de hecho hay esos Obispos que, como usted bien dice, generosamente los reciben creyendo de buena fe que van a poder supervisar a tales clérigos, cuidando que no se extralimiten en lo que dicen. Y sí, es cierto, no somos quienes para juzgar la decisión prudencial que tales Obispos toman al respecto. Ellos sabrán por qué lo hacen, y deberán luego juzgar si aciertan o se equivocan en la decisión tomada, con cada caso concreto. Pero creo que también hay que decir claramente que existen Obispos, y hasta Cardenales de tendencia o incluso de ideas claramente lefebvrianas. El único confirmado con el carisma de la infalibilidad en la Iglesia es el Papa cuando enseña Fe y costumbres, todos los demás pueden cometer los peores errores y propalar las peores herejías.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sergio Villaflores17 de agosto de 2025, 5:35

      El problema de esa nueva "iglesia clandestina" de orientación indietrista, formada por esos clérigos que actúan en ciertas diócesis (además, por supuesto, de todos los laicos que actúan, sobre todo, en los blogs y en los canales de youtube) es un problema que se conecta según me parece con el problema de ciertos "clérigos vagos", de los que hablaba el padre Filemón tiempo atrás. Hoy Roma ha tomado nuevas medidas y ha dado nuevas directivas respecto a esos sacerdotes "vagos", y supongo que no faltan obispos que en su prudencia pastoral tratan de darles una mano y los reciben con la mejor de sus intenciones en sus diócesis, pero... a la vista está el desastre que producen.
      Sergio Villaflores (Valencia, España)

      Eliminar
    2. Sergio: y quién sos vos para calificar de "vago" a cualquier sacerdote, sea el que sea?

      Eliminar
    3. Sergio Villaflores17 de agosto de 2025, 16:17

      Anónimo: Cuando menciono a los “clérigos vagos” no emito un juicio subjetivo sobre la persona ni sobre la dignidad del sacerdocio, sino que empleo una categoría reconocida por el Derecho Canónico y utilizada recientemente por la Santa Sede, que es la categoría canónica a la que se refirió el padre Filemón en un artículo de hace poco tiempo atrás. El Motu Proprio Competentias quasdam decernere (11‑II‑2022) recuerda que «de ninguna manera se admitan los clérigos acéfalos o vagos», y el Código de Derecho Canónico establece en el c. 265 que todo clérigo debe estar incardinado en una Iglesia particular, prelatura personal, instituto de vida consagrada, sociedad clerical o asociación pública clerical con facultad otorgada.
      La expresión describe una situación objetiva: ministros sin incardinación legítima, que se trasladan o son acogidos sin un encargo pastoral estable, lo que —como ha constatado la experiencia y subrayan las normas— suele generar problemas de disciplina e integración. Por eso, al señalar esta realidad, me limito a emplear un término técnico con respaldo eclesial, no a “calificar” arbitrariamente a nadie.
      Sergio Villaflores (Valencia, España)

      Eliminar
    4. Estimado Raúl,
      le agradezco por su consenso hacia mi artículo, y por la distinción que usted aporta, que en efecto ayuda a precisar.
      Coincido en que, junto al caso de Obispos que acogen a clérigos pasadistas desde una intención pastoral de supervisión, existen otros pastores que comparten convicciones próximas —o incluso idénticas— a las de esos clérigos. Como bien recuerda usted, la infalibilidad es un carisma singularísimo, propio del Romano Pontífice cuando enseña solemnemente sobre fe y costumbres. Es un carisma que posee en la Iglesia solamente el Papa. De modo que cualquier otro pastor puede equivocarse en lo doctrinal, y con mucha más razón en el ámbito de lo pastoral, vale decir, en el ámbito sobre todo de las virtudes de la justicia y de la prudencia, campos en que ni siquiera el Papa es infalible, es decir, en el gobierno pastoral y disciplinar de la Iglesia (aunque posea una especial gracia de estado para el correcto desempeño de su misión). Con mucha más razón puede fallar en este ámbito un Obispo, sobre todo si no está en total y plena comunión con el Papa.
      En el contexto de este artículo, la clave está en identificar que, sea por benevolencia ingenua o por adhesión ideológica, cuando se permite o promueve la instalación estable de un magisterio paralelo —con las notas de paralelismo normativo, arcano identitario y praxis encubierta— se fomenta objetivamente el fenómeno que hemos descrito como “Iglesia clandestina” en sentido sacheriano. Esa constatación es de orden estructural y metodológico, no personal: apunta a tutelar la unidad visible y la obediencia al Magisterio vivo como antídoto frente a toda deriva, sea modernista o pasadista.

      Eliminar
    5. comparto substancialmente su diagnóstico, aunque me permito añadir algunos matices que juzgo necesarios para no perder de vista la hondura del problema.
      En efecto, esa red de clérigos y laicos de orientación indietrista, que opera tanto en ámbitos digitales como en ciertas diócesis, presenta analogías con lo que en su momento señalé respecto de los "clerici vagi": ministros sin incardinación estable o con una lealtad difusa, que buscan refugio allí donde puedan ejercer sin las debidas garantías de comunión y supervisión pastoral.
      No obstante, conviene recordar que el fenómeno no se explica solo por la voluntad de algunos de “ir por libre”. Hay, a menudo, una confluencia de factores: fallas en el discernimiento por parte de quienes los acogen, a veces movidos por genuino deseo de ayudar; lagunas normativas o disciplinarias que hasta hace poco dejaban espacios grises; entornos digitales que amplifican su discurso, dándoles una visibilidad desproporcionada frente a su representatividad real.
      Celebro que Roma haya actualizado directrices, pero advierto que sin una recepción inteligente —que conjugue la firmeza con la caridad—, esas medidas corren el riesgo de convertirse en letra muerta.
      La historia de la Iglesia muestra que los brotes de “itinerancia” clerical y las formas paralelas de ministerio tienden a reconfigurarse cada vez que encuentran un terreno fértil en la confusión doctrinal o en la nostalgia idealizada.
      Por eso, más que una purga o un simple cierre de puertas, urge una pastoral que aclare, corrija y, cuando sea posible, reintegre; y que al mismo tiempo limite con decisión cualquier práctica o enseñanza que fracture la unidad.

      Eliminar
    6. Estimado Anónimo,
      comprendo que la expresión "clerici vagi" pueda sonar dura a oídos no versados en la terminología eclesial. Sin embargo, la Iglesia, a lo largo de siglos, ha acuñado términos técnicos para describir situaciones objetivas, sin que ello implique una descalificación personal ni un menoscabo de la dignidad del ministerio. “Clérigo vago” —como “acéfalos” o “itinerantes”— es una de esas categorías, con un contenido preciso en el Derecho Canónico, y su empleo, cuando es correcto, no busca injuriar sino identificar una realidad que requiere ordenarse según la comunión eclesial.

      Eliminar
    7. Estimado Sergio,
      usted ha hecho bien en recordar el marco normativo, tanto en el Motu Proprio como en el canon 265, que garantizan la incardinación y, con ella, la inserción estable del clérigo en una comunidad concreta.
      Me permito añadir que la tradición canónica —desde Trento hasta nuestros días— ha vinculado siempre esta exigencia a un horizonte pastoral: no se trata sólo de “evitar problemas” sino de custodiar tres bienes fundamentales: La unidad del presbiterio en torno al obispo. La identidad misionera que evita un ministerio errante y fragmentado. La atención estable al Pueblo de Dios, que se resiente cuando el ministro carece de arraigo.
      Por eso, la firmeza en aplicar la norma debe ir acompañada de la caridad que busca, cuando es posible, la regularización y la reintegración. Solo así evitaremos que una categoría jurídica —necesaria— se convierta, por mal uso, en un estigma.

      Eliminar
  6. Estimado P. Filemón:
    He seguido con atención tanto su artículo del sábado como las distintas intervenciones que ha suscitado en este foro. Me ha parecido significativo que, más allá de algunos matices señalados —siempre enriquecedores— y de otras aportaciones que se han movido por derroteros colaterales, ninguno de los participantes ha objetado la tesis central que usted propone.
    Esa tesis, a mi juicio, queda bien asentada: las características que Carlos Sacheri identificó en los movimientos neomodernistas de los años 60 y 70, y que lo llevaron a acuñar la expresión “Iglesia Clandestina”, se verifican hoy en no pocos clérigos y ambientes marcados por el pasadismo. Cambia el ropaje ideológico, pero se mantiene la lógica subterránea de un magisterio paralelo, la construcción de redes de autoridad propias y el operar con arcano, al margen de la comunión viva con el Magisterio legítimo.
    Le agradezco haber abierto este espacio de análisis, que nos permite, sin descalificaciones gratuitas, reconocer dinámicas eclesiales que se repiten con distinto disfraz y discernir juntos cómo afrontarlas con caridad y fidelidad a la Iglesia.

    Un cordial saludo en Cristo,
    P. Carlos F.G.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado padre Carlos,
      agradezco mucho tu atenta lectura y la generosidad de tus palabras. Que la tesis central haya sido recibida sin objeciones de fondo —y enriquecida por matices y derroteros afines— me confirma que, cuando se parte de un terreno común de fidelidad eclesial, es posible abordar cuestiones espinosas sin caer en la descalificación.
      Coincido plenamente en tu síntesis: el ropaje ideológico cambia, pero persisten las lógicas subterráneas que Sacheri describió con lucidez hace ya más de cinco décadas. Por eso, más que contentarnos con señalar semejanzas, urge también preguntarnos por las condiciones —culturales, formativas, espirituales— que permiten que estas dinámicas reaparezcan y se normalicen.
      Me alegra que este espacio haya servido para un discernimiento coral, en el que el rigor doctrinal y la caridad pastoral no se perciban como fuerzas opuestas, sino como dimensiones inseparables de la misma misión.

      Eliminar
  7. Estimado Padre: una clara manifestación de esta otra Iglesia Clandestina t de la que usted habla ha sido la XVI Peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad, que este pasado domingo terminó en Luján, y celebrando el vetus ordo, de modo ilícito por supuesto, en la vecina ciudad de Jáuregui.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Diego,
      le agradezco su comentario, que me ha llevado a tener alguna noticia acerca de lo que me refiere, o sea la XVI Peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad, que —según tengo entendido— partió de Rawson y concluyó el pasado domingo en Luján, con Misa de clausura en el Centro Tradicionalista “Martín Fierro” de Jáuregui, seguida de procesión hasta la Basílica para adoración y rezo del Rosario.
      Sin embargo, me sería útil que, para beneficio de todos los lectores, nos precise dos puntos: 1. En qué consiste exactamente esta peregrinación: organización, finalidad, recorrido, y quiénes participan habitualmente. 2. Por qué considera ilícita la Misa celebrada en Jáuregui: si lo afirma por ausencia de autorización del Ordinario, por aplicación de Traditionis custodes, o por otro motivo concreto.
      Le invito, además, a que no nos precipitemos en los juicios. En cuestiones como las que usted menciona —formas de “clandestinidad” en la vida de la Iglesia— rara vez contamos con todos los datos: permisos solicitados o denegados, condiciones impuestas, o circunstancias pastorales que no siempre son públicas. La prudencia y la caridad exigen que, antes de calificar, agotemos la verificación de los hechos.
      Quedo atento a sus precisiones, que sin duda enriquecerán el debate.

      Eliminar
    2. Estimado Padre:
      Gracias por su interés. La XVI Peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad es un acontecimiento anual que reúne a fieles de distintas diócesis, con el objetivo de caminar en oración hasta la Basílica de Luján, manteniendo la celebración de la Santa Misa según el vetus ordo. En esta ocasión, la Misa de clausura tuvo lugar en Jáuregui, fuera de un templo parroquial.
      La considero ilícita porque, según entiendo, no contaba con la autorización expresa del Ordinario local ni se ajustaba a las disposiciones vigentes de Traditionis custodes. Esto, a mi juicio, la coloca en una situación de irregularidad canónica.
      No obstante, valoro su llamado a la prudencia, y quedo a disposición para ampliar la información o aportar las fuentes de las que he partido.

      Eliminar
    3. Estimado Padre Filemón: Coincido plenamente con lo expresado por el señor Diego. Por lo que he podido saber… esta peregrinación no contó con la autorización del Arzobispo de Mercedes‑Luján… De ser así… es de suponer que también las confesiones que los sacerdotes oyeron durante el trayecto… carecerían de validez…
      Es triste… pero creo que en estas cosas debemos ser claros…

      Eliminar
    4. No tengo ninguna duda, Rosa, que esas confesiones fueron inválidas. La Misa no, pero las confesiones sí.

      Eliminar
    5. Estimados lectores,
      tras el intercambio sostenido en este hilo, creo útil dejar, de manera ordenada, las conclusiones que -según mi parecer- son las principales acerca de dos cuestiones distintas —aunque a menudo confundidas— que afectan a las peregrinaciones a todos los Santuarios incluyendo el Santuario de Nuestra Señora de Luján, en la arquidiócesis de Mercedes. Esas dos conclusiones son de orden canónico, pero fácilmente comprensibles para cualquiera que las aborde con honesto interés. Como saben, yo no soy canonista, sino filósofo y teólogo dogmático, pero no tengo mayor dificultad en exponerlas. Esas dos cuestiones son éstas: la celebración de la Santa Misa según el vetus ordo (o sea, Misal de 1962) y la administración del sacramento de la Penitencia por parte de los sacerdotes que acompañan a esas peregrinaciones.

      1. Celebración de la Misa con el Misal de 1962: La normativa universal vigente (Traditionis custodes, 2021, y los rescriptos de 2023) establece que para celebrar públicamente la Misa según el Misal de 1962 en una diócesis se requiere: permiso expreso del obispo diocesano; si la celebración es en iglesia parroquial o santuario, autorización adicional de la Santa Sede. Ahora bien, egún tengo entendido, en la arquidiócesis de Mercedes‑Luján esta disciplina se aplica estrictamente, de modo que no se concede autorización para la Basílica‑Santuario. Cuando se recurre a espacios no parroquiales ni santuarios, como predios privados, se evita el condicionante del lugar, pero no se queda fuera del marco general: si la celebración es pública, sigue siendo necesaria la conformidad con la disciplina universal. Celebrar sin dicho permiso en templo sujeto al Ordinario local no afecta a la validez, pero sí a la licitud.

      2. Facultad para oír confesiones. El Código de Derecho Canónico (c. 966 §1) exige para la validez del sacramento tanto el poder de orden como la facultad concedida por el derecho o por el superior competente. Según c. 967 §2, un sacerdote con facultad vigente otorgada por su propio obispo o superior mayor puede confesar válidamente en cualquier lugar, salvo que el Ordinario del sitio lo prohíba expresamente. En consecuencia, no se requiere, por principio, una licencia específica para cada peregrinación o santuario; la validez se presume mientras dichas facultades no hayan sido revocadas formalmente. La licitud se mantiene si se actúa dentro de las facultades recibidas y en plena comunión con la autoridad eclesiástica.

      Eliminar
    6. 3. Diferencias esenciales: En la Misa, la ausencia de permiso afecta a la licitud, pero no a la validez del sacrificio eucarístico. En la confesión, la ausencia de facultad afecta directamente a la validez, salvo situaciones excepcionales como el peligro de muerte. Por ello, conviene que los fieles comprendan que son planos distintos y que no se apliquen mecánicamente criterios de un ámbito al otro.

      4. Prudencia pastoral y comunión. Actos que se desarrollan en los límites de la disciplina común o, como en este foro se dijo, en las zonas fronterizas de la plena comunión eclesial —como algunas peregrinaciones con forma vetus ordo— deberían ser ejemplares en la transparencia: informar con claridad dónde se celebrará la Misa y con qué permisos, y quiénes administrarán la confesión y con qué facultades vigentes.
      Esta franqueza evita malentendidos, previene rumores y protege que la legítima opción por la liturgia tradicional no sea asociada a iniciativas paralelas o clandestinas, dañinas para la unidad eclesial.

      Conclusión final: Todo indica que en la arquidiócesis de Mercedes‑Luján, la celebración vetus ordo requiere permiso específico; la confesión se presume válida si el sacerdote tiene facultades vigentes de su propio Ordinario. Lo más prudente, en eventos como esta peregrinación, es informar sin ambigüedad sobre ambos puntos. Así se honra la verdad, se cuida la comunión y se preserva el valor de la liturgia tradicional que es tanto el Novus Ordo Missae (única lex orandi ecclesiae vigente en la actualidad) como cualquier vetus ordo, mostrando a la liturgia como lo que debe ser: una riqueza de toda la Iglesia, no el emblema de un circuito paralelo, como lamentablemente ocurre en esa que he llamado en este artículo la "Iglesia paralela" de perfil pasadista.

      Eliminar
  8. Aquí estan todos los datos. La santa misa fue celebrada por un sacerdote de un instituto autorizado a celebrar en modo extraordinario. Participé con gran alegría y devoción. Bendiciones y menos rencores.
    https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=53147

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Peregrinante: gracias por la información. Lejos de mí todo rencor, sólo que tengo bien claro lo que significa plena comunión con la Iglesia y con el Papa, y mi deseo es querer ayudar a quienes evidentemente no lo están.
      He visitado el enlace que indicas, y donde decís que "están todos los datos". Pero no están. ¿Dónde están los datos de ese permiso extraordinario para celebrar el Vetus Ordo en la arquidiócesis de Mercedes? ¿Dónde están los permisos de los 30 sacerdotes que oyeron confesiones y absolvieron? No los veo por ningún lado. ¿Dónde están todos los datos? ¿Tenés alguna copia del decreto del arzobispo donde se dan esos permisos? Sé que no es fácil mostrar estas cosas, pero dada la delicadeza del tema, se debería tener mucho cuidado en hacerlas constar públicamente. Quedo a la espera de que me muestres estos datos. Sinceramente deseo que tales permisos hayan existido, por el bien de quienes asistieron a esa peregrinación.

      Eliminar
    2. Es cierto, ninguno de esos datos figura en esa nota de Infocatólica. Todo es muy confuso. ¿Les ocultaron a los peregrinantes que no tenían permiso para celebrar la Misa ni para oír confesiones? ¿O los que fueron a la peregrinación ya sabían que esos permisos no existían?...

      Eliminar
    3. Estimados lectores,
      tras el intercambio sostenido en este hilo, creo útil dejar, de manera ordenada, las conclusiones que -según mi parecer- son las principales acerca de dos cuestiones distintas —aunque a menudo confundidas— que afectan a las peregrinaciones a todos los Santuarios incluyendo el Santuario de Nuestra Señora de Luján, en la arquidiócesis de Mercedes. Esas dos conclusiones son de orden canónico, pero fácilmente comprensibles para cualquiera que las aborde con honesto interés. Como saben, yo no soy canonista, sino filósofo y teólogo dogmático, pero no tengo mayor dificultad en exponerlas. Esas dos cuestiones son éstas: la celebración de la Santa Misa según el vetus ordo (o sea, Misal de 1962) y la administración del sacramento de la Penitencia por parte de los sacerdotes que acompañan a esas peregrinaciones.

      1. Celebración de la Misa con el Misal de 1962: La normativa universal vigente (Traditionis custodes, 2021, y los rescriptos de 2023) establece que para celebrar públicamente la Misa según el Misal de 1962 en una diócesis se requiere: permiso expreso del obispo diocesano; si la celebración es en iglesia parroquial o santuario, autorización adicional de la Santa Sede. Ahora bien, egún tengo entendido, en la arquidiócesis de Mercedes‑Luján esta disciplina se aplica estrictamente, de modo que no se concede autorización para la Basílica‑Santuario. Cuando se recurre a espacios no parroquiales ni santuarios, como predios privados, se evita el condicionante del lugar, pero no se queda fuera del marco general: si la celebración es pública, sigue siendo necesaria la conformidad con la disciplina universal. Celebrar sin dicho permiso en templo sujeto al Ordinario local no afecta a la validez, pero sí a la licitud.

      2. Facultad para oír confesiones. El Código de Derecho Canónico (c. 966 §1) exige para la validez del sacramento tanto el poder de orden como la facultad concedida por el derecho o por el superior competente. Según c. 967 §2, un sacerdote con facultad vigente otorgada por su propio obispo o superior mayor puede confesar válidamente en cualquier lugar, salvo que el Ordinario del sitio lo prohíba expresamente. En consecuencia, no se requiere, por principio, una licencia específica para cada peregrinación o santuario; la validez se presume mientras dichas facultades no hayan sido revocadas formalmente. La licitud se mantiene si se actúa dentro de las facultades recibidas y en plena comunión con la autoridad eclesiástica.

      Eliminar
    4. 3. Diferencias esenciales: En la Misa, la ausencia de permiso afecta a la licitud, pero no a la validez del sacrificio eucarístico. En la confesión, la ausencia de facultad afecta directamente a la validez, salvo situaciones excepcionales como el peligro de muerte. Por ello, conviene que los fieles comprendan que son planos distintos y que no se apliquen mecánicamente criterios de un ámbito al otro.

      4. Prudencia pastoral y comunión. Actos que se desarrollan en los límites de la disciplina común o, como en este foro se dijo, en las zonas fronterizas de la plena comunión eclesial —como algunas peregrinaciones con forma vetus ordo— deberían ser ejemplares en la transparencia: informar con claridad dónde se celebrará la Misa y con qué permisos, y quiénes administrarán la confesión y con qué facultades vigentes.
      Esta franqueza evita malentendidos, previene rumores y protege que la legítima opción por la liturgia tradicional no sea asociada a iniciativas paralelas o clandestinas, dañinas para la unidad eclesial.

      Conclusión final: Todo indica que en la arquidiócesis de Mercedes‑Luján, la celebración vetus ordo requiere permiso específico; la confesión se presume válida si el sacerdote tiene facultades vigentes de su propio Ordinario. Lo más prudente, en eventos como esta peregrinación, es informar sin ambigüedad sobre ambos puntos. Así se honra la verdad, se cuida la comunión y se preserva el valor de la liturgia tradicional que es tanto el Novus Ordo Missae (única lex orandi ecclesiae vigente en la actualidad) como cualquier vetus ordo, mostrando a la liturgia como lo que debe ser: una riqueza de toda la Iglesia, no el emblema de un circuito paralelo, como lamentablemente ocurre en esa que he llamado en este artículo la "Iglesia paralela" de perfil pasadista.

      Eliminar
  9. Aquí consulte con uno de los impulsores de la Peregrinacion:
    "Sí. Tienen permiso del ordinario del lugar pero no para celebrar dentro de la Basílica de Luján. Sólo les reserva la Basílica para el último día de manera tal que puedan tener la exposición al Santísimo Sacramento y el Santo Rosario.
    Por cierto: la FSSPX no participa (nunca ha querido participar y hasta tiene una peregrinación propia)"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Y dónde están los permisos?... ¿Te lo mostró?... En esa nota de Infocatólica dicen que hubo "una treintena" de sacerdotes confesando. ¿Dónde están los permisos del arzobispo de Mercedes para confesar?... No es serio hermano... no es nada serio... Si estás en contacto con los organizadores, deciles que esto no es serio, que ellos saben muy bien lo delicado que son estas cosas... ¿Han invitado a la gente aprovechando su ingenuidad, o la gente sabía que no tenían permisos?...

      Eliminar
    2. Y usted de donde saca que no tienen permiso? Habla por boca de ganso o hablo con el arzobispado?

      Eliminar
    3. Y otra cosa, muéstreme los permisos para confesar del ordinario de Mercedes-Lujan para la Peregrinación Anual. La práctica es que los sacerdotes son autorizados por sus propias diócesis. Infórmese.

      Eliminar
    4. Bueno... ¿cómo era eso de "menos rencor"?... Por qué no nos calmamos un poco?... Estimado peregrino o peregrinante... ¿No te parece que siendo tan clara la actual disciplina litúrgica de la Iglesia después de Traditiones custodes, estas cosas se deberían informar muy, pero MUUUUY claramente en las invitaciones a peregrinar?... Por alguna razón no se les dá permiso para celebrar la Misa en la Basílica, ¿no es cierto?... Y el tema de los permisos para confesar es una cuestión MUUUUY delicada. Está en juego la validez del sacramento... Calmemonos un poco..., leamos el Derecho Canónico, y después opinemos... en lo que se puede opinar... porque en lo que hay que estar con la Iglesia... HAY QUE ESTAR CON LA IGLESIA!

      Eliminar
    5. Me llama la atención que "Peregrinante" haya mencionado a la FSSPX.... ¿Quién la había nombrado antes?... Nadie... Y me sorprende su ingenuidad al hablar de que la FSSPX haya sido invitada años anteriores, y nunca haya querido asistir... ¿Y te sorprende Peregrinante?... Te hago saber, por si no lo sabías, que, de modo general, los sacerdotes lefebvrianos no creen que los sacerdotes ordenados según el Novus Ordo hayan sido ordenados válidamente... Por si no lo sabías, antes de morir, el obispo Tissier, cuando fue a Alemania este año a celebrar unas confirmaciones y se enteró quién había consagrado los óleos... en plena misa le pidió a un ministro que fuera a buscar los óleos que él había traído en su valija... ¿Te das cuenta?... Entonces, cómo te imaginas que los sacerdotes lefebvrianos van a aceptar compartir sacramentos con los sacerdotes católicos... ¿No sabes que ellos no son católicos?

      Eliminar
    6. Cada sacerdote, al llegar a otra diócesis, necesita permiso especial para oir confesiones.

      Eliminar
    7. Dígaselo a la Arquidiócesis de Lujan, y a las decenas de curas que acompañan las peregrinaciones. Sería imposible.

      Eliminar
    8. Mire, Rosa Luisa, teniendo en cuenta el carácter cismático y herético de buena parte del episcopado alemán, yo tampoco confiaría en esos óleos.

      Eliminar
    9. Mire, Peregrinante... confundir herejías puntuales con invalidez sacramental... es repetir el error donatista del siglo IV...
      Los óleos bendecidos por un obispo católico, aunque uno no comparta sus opiniones... son válidos si usa la materia, la forma y la intención que manda la Iglesia... así lo enseña el Concilio de Trento...
      Y los obispos alemanes, con todos sus problemas... siguen siendo obispos católicos... no están fuera de la comunión... no es lo mismo que la FSSPX, que rehúye de plano la communicatio in sacris...
      Así que no... no hay comparación posible... y no, no hay motivo para “desconfiar” de los óleos sólo por prejuicio contra quien los consagró... eso... sencillamente... no es católico.

      Eliminar
    10. Estimado Peregrinante: Es importante distinguir entre la situación doctrinal personal de algunos obispos y la validez de los sacramentos que confieren o bendicen. La Iglesia enseña —y así lo recoge el Concilio de Trento y el c. 845 §1 del Código de Derecho Canónico— que la validez de un sacramento no depende del estado de gracia ni de la ortodoxia subjetiva del ministro, sino de que se cumplan materia, forma e intención de “hacer lo que hace la Iglesia”.
      Sobre los santos óleos: la bendición anual realizada por un obispo válidamente ordenado y que utiliza la forma y materia prescritas es válida, incluso si ese obispo sostiene opiniones doctrinalmente reprobables. Rechazar de plano los óleos -como parece sugerirlo usted- por las ideas teológicas de quien los consagró es caer en una forma de donatismo, ya condenado por la Iglesia en el s. IV. Pese a esta condena explícita, los lefebvrianos no vacilan en caer explícitamente en ella, y no es una condena irrogada por Papas postconciliares, sino en el siglo IV.
      En cuanto al episcopado alemán: es cierto que hay declaraciones objetivamente erróneas que la Santa Sede ha debido corregir. Pero mientras Roma no haya declarado nula la ordenación ni retirada la jurisdicción, siguen siendo obispos católicos y sus actos sacramentales son reconocidos por toda la Iglesia.
      Equiparar esto a la postura habitual de la FSSPX —que con frecuencia niega la validez de las ordenaciones en el rito revisado de 1968 y rehúsa la communicatio in sacris con el clero diocesano— es desconocer que se trata de un problema distinto: en el caso alemán, hablamos de eventuales errores doctrinales a corregir dentro de la comunión eclesial; en el caso de la FSSPX, de una praxis irregular fuera de la disciplina ordinaria y en ruptura con la autoridad.
      Por tanto, no es “ingenuidad” confiar en los óleos bendecidos en Alemania; es simplemente reconocer la doctrina católica sobre la eficacia de los sacramentos y la comunión, que no se quiebra por herejías materiales mientras no haya cisma formal.
      Por lo tanto, me queda sólo una respetuosa pregunta por hacerle: ¿usted de qué lado está, del lado de la Iglesia católica o de los hermanos cismáticos lefebvrianos?

      Eliminar
    11. No he dicho que los sacramentos que confieran sean inválidos, conozco perfectamente el donatismo. Sólo que, como hizo la bienaventurada María Antonieta, prefiero no recibir sacramentos ni sacramentales de sacerdotes herejes. Y son herejes notorios. Quiere nombres, busque sus declaraciones sobre homosexualidad, orden sacerdotal femenino, etcetera.

      Eliminar
    12. Domna Mencia, contesto su respetuosa pregunta: estoy del lado de la Iglesia Católica, siempre, la que no bendice parejas de homosexuales y sostiene dese hace dos mil años que la homosexualidad es un pecado que clama al Cielo.

      Eliminar
    13. Estimado Peregrinante: Yo no soy teóloga, aunque sí Doctora en Historia, especializada en liturgia e historia medieval… y la historia de la Iglesia es clara en esto: el hecho de que un ministro, incluso obispo, incurra en errores doctrinales o emita declaraciones censurables no lo convierte automáticamente en hereje formal ni lo coloca fuera de la comunión eclesial. Y mucho menos anula, por sí mismo, la validez de los sacramentos que confiere o de los sacramentales que bendice.
      La prudencia de una reina francesa ante determinadas circunstancias de su tiempo —por venerable que se la quiera presentar— no constituye norma canónica ni criterio teológico vinculante para la Iglesia universal. El derecho y la teología sacramental se miden por la doctrina definida y el magisterio, no por opciones devocionales personales.
      Calificar como “herejes notorios” a obispos cuya comunión con Roma no ha sido rota por declaración de la Santa Sede es, cuando menos, precipitado. La notoriedad en materia de herejía es un concepto jurídico preciso, que exige actos externos, pertinacia y reconocimiento oficial de tal condición. Lo demás son impresiones, valoraciones u opiniones —a veces fundadas, otras no—, pero no equivalen a una sentencia canónica.
      En la vida eclesial, podemos y debemos criticar los errores doctrinales y las declaraciones heterodoxas. Pero descalificar a todo un episcopado y rehusar los signos sacramentales por ese motivo nos sitúa peligrosamente cerca del viejo error donatista, contra el que la Iglesia luchó precisamente para que la fe de los fieles no quedara rehén del juicio subjetivo sobre la pureza doctrinal del ministro.
      Con respeto, le invito a no confundir la necesaria denuncia del error con la ruptura de la comunión, ni las cautelas prudenciales con el rechazo sistemático de lo que la Iglesia sigue reconociendo como válido y lícito.

      Eliminar
    14. Estimado Peregrinante: Respecto a la pregunta que le había hecho, me alegra que confirme su comunión con la Iglesia Católica. En eso coincidimos plenamente: la Iglesia no ha cambiado su doctrina moral sobre la sexualidad humana, y es deber de todos —obispos, presbíteros y fieles— mantenerla y proclamarla con claridad.
      Pero conviene no perder de vista el hilo de nuestra discusión: lo que estaba en cuestión no es la doctrina sobre la homosexualidad, sino la validez y licitud de los sacramentos y sacramentales cuando el ministro, aunque públicamente errado en ciertos puntos, sigue en comunión jurídica con Roma.
      Precisamente para no caer en juicios personales que fracturen la comunión más allá de lo que la Iglesia misma declara, la disciplina sacramental nos enseña a distinguir entre:
      - la corrección y defensa de la doctrina, que es necesaria;
      - y la validez objetiva de los actos sacramentales, que no depende de la ortodoxia perfecta de quien los confiere, mientras mantenga la forma, la materia y la intención, y siga ejerciendo en el seno de la Iglesia.
      Defender la fe exige ambas cosas: claridad doctrinal y fidelidad a la eclesiología que recibimos, evitando que la legítima denuncia del error nos lleve a prácticas que, sin quererlo, repliquen el error donatista.

      Eliminar
    15. Estimados lectores,
      tras el intercambio sostenido en este hilo, creo útil dejar, de manera ordenada, las conclusiones que -según mi parecer- son las principales acerca de dos cuestiones distintas —aunque a menudo confundidas— que afectan a las peregrinaciones a todos los Santuarios incluyendo el Santuario de Nuestra Señora de Luján, en la arquidiócesis de Mercedes. Esas dos conclusiones son de orden canónico, pero fácilmente comprensibles para cualquiera que las aborde con honesto interés. Como saben, yo no soy canonista, sino filósofo y teólogo dogmático, pero no tengo mayor dificultad en exponerlas. Esas dos cuestiones son éstas: la celebración de la Santa Misa según el vetus ordo (o sea, Misal de 1962) y la administración del sacramento de la Penitencia por parte de los sacerdotes que acompañan a esas peregrinaciones.

      1. Celebración de la Misa con el Misal de 1962: La normativa universal vigente (Traditionis custodes, 2021, y los rescriptos de 2023) establece que para celebrar públicamente la Misa según el Misal de 1962 en una diócesis se requiere: permiso expreso del obispo diocesano; si la celebración es en iglesia parroquial o santuario, autorización adicional de la Santa Sede. Ahora bien, egún tengo entendido, en la arquidiócesis de Mercedes‑Luján esta disciplina se aplica estrictamente, de modo que no se concede autorización para la Basílica‑Santuario. Cuando se recurre a espacios no parroquiales ni santuarios, como predios privados, se evita el condicionante del lugar, pero no se queda fuera del marco general: si la celebración es pública, sigue siendo necesaria la conformidad con la disciplina universal. Celebrar sin dicho permiso en templo sujeto al Ordinario local no afecta a la validez, pero sí a la licitud.

      2. Facultad para oír confesiones. El Código de Derecho Canónico (c. 966 §1) exige para la validez del sacramento tanto el poder de orden como la facultad concedida por el derecho o por el superior competente. Según c. 967 §2, un sacerdote con facultad vigente otorgada por su propio obispo o superior mayor puede confesar válidamente en cualquier lugar, salvo que el Ordinario del sitio lo prohíba expresamente. En consecuencia, no se requiere, por principio, una licencia específica para cada peregrinación o santuario; la validez se presume mientras dichas facultades no hayan sido revocadas formalmente. La licitud se mantiene si se actúa dentro de las facultades recibidas y en plena comunión con la autoridad eclesiástica.

      Eliminar
    16. 3. Diferencias esenciales: En la Misa, la ausencia de permiso afecta a la licitud, pero no a la validez del sacrificio eucarístico. En la confesión, la ausencia de facultad afecta directamente a la validez, salvo situaciones excepcionales como el peligro de muerte. Por ello, conviene que los fieles comprendan que son planos distintos y que no se apliquen mecánicamente criterios de un ámbito al otro.

      4. Prudencia pastoral y comunión. Actos que se desarrollan en los límites de la disciplina común o, como en este foro se dijo, en las zonas fronterizas de la plena comunión eclesial —como algunas peregrinaciones con forma vetus ordo— deberían ser ejemplares en la transparencia: informar con claridad dónde se celebrará la Misa y con qué permisos, y quiénes administrarán la confesión y con qué facultades vigentes.
      Esta franqueza evita malentendidos, previene rumores y protege que la legítima opción por la liturgia tradicional no sea asociada a iniciativas paralelas o clandestinas, dañinas para la unidad eclesial.

      Conclusión final: Todo indica que en la arquidiócesis de Mercedes‑Luján, la celebración vetus ordo requiere permiso específico; la confesión se presume válida si el sacerdote tiene facultades vigentes de su propio Ordinario. Lo más prudente, en eventos como esta peregrinación, es informar sin ambigüedad sobre ambos puntos. Así se honra la verdad, se cuida la comunión y se preserva el valor de la liturgia tradicional que es tanto el Novus Ordo Missae (única lex orandi ecclesiae vigente en la actualidad) como cualquier vetus ordo, mostrando a la liturgia como lo que debe ser: una riqueza de toda la Iglesia, no el emblema de un circuito paralelo, como lamentablemente ocurre en esa que he llamado en este artículo la "Iglesia paralela" de perfil pasadista.

      Eliminar
  10. "Para poder confesar durante la Peregrinación a Luján, no se necesita un permiso especial del ordinario. La práctica común es que los sacerdotes que participan en la peregrinación estén autorizados para confesar a los fieles que lo soliciten. No hay un trámite específico para obtener un permiso individual para confesar en la peregrinación. Los sacerdotes que asisten a la peregrinación suelen estar autorizados por sus propias diócesis o comunidades religiosas para ejercer su ministerio, incluyendo la administración del sacramento de la reconciliación, según la Arquidiócesis".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estas palabras quien las firma?

      Eliminar
    2. Peregrinante: ¿a qué Peregrinación a Luján te referís?... A la peregrinación a la que el obispo de Mercedes le prohibe celebrar la Misa en la Basílica? ¿O a qué otra peregrinación?

      Eliminar
    3. A la Peregrinación Anual Arquidiocesana. No se dan permisos individuales, los sacerdotes están autorizados por sus diócesis o comunidades religiosas. Consulte.

      Eliminar
    4. ¿"Arquidiocesana" de qué arquidiócesis?

      Eliminar
    5. Dino: me parece que se refiere a la Arquidiocesana de Buenos Aires. Y no me resultaría nada sorprendente, porque si se trata de un porteño, esos se creen que la Argentina termina en la General Paz,... aunque hayan nacido en San Juan...

      Eliminar
    6. Estamos hablando de Mercedes-Lujan, estimado, le falta comprensión lectora.

      Eliminar
    7. Estimado Peregrinante: Yo no soy teóloga… pero es verdad que, conforme a la disciplina general y —según usted cita— a la práctica de la Arquidiócesis, un sacerdote con facultades vigentes otorgadas por su ordinario puede confesar válidamente a los fieles que espontáneamente se le acerquen, sin necesidad de un permiso ad hoc para cada lugar o evento.
      Ahora bien… tratándose de una peregrinación que, por su organización y su historia reciente, se sitúa muy claramente en esa “zona de frontera” donde la comunión con la Iglesia se percibe a veces como frágil o discutida, cuando no a punto de quebrarse… creo que es pastoralmente imprescindible que las cosas se digan con toda claridad. No basta con suponer que “ya tienen facultades”… sino que sería saludable para todos que los propios organizadores informen, sin ambigüedades, que los sacerdotes cuentan con autorización vigente y reconocida para oír confesiones, y que la celebración de la Misa se realiza con los permisos requeridos para el lugar elegido, cosa que en este caso no está para nada aclarado, ni usted lo ha podido aclarar con testimonios fidedignos y documentos a a vista. De hecho, en estos casos fronterizos la web del arzobispado de Mercedes-Luján suele dar comunicados que dejan las cosas bien claras, y nada ha dicho en este caso.
      Hacerlo de la manera que indico, evita que los fieles, por desconocimiento o rumores, confundan la negativa a usar un templo concreto con la inexistencia de facultades sacramentales… y se refuerza la confianza en la validez y licitud de lo que allí se celebra. En estas zonas limítrofes de la vida eclesial, la transparencia no es un lujo… es una necesidad para custodiar la comunión.

      Eliminar
    8. Lo de zona limítrofe corre por su cuenta, no sea irrespetuosa. La Peregrinación ha recibido apoyo de incontables sacerdotes, obispos (Monseñor Baseotto, Monseñor Aguer) y cardenales. A Luján se marcha sin autorización canónica y todos todos los curas confiesan sin autorizacion más que de los lugares de origen de cada uno. Váyase a hacer cordón sanitario a Alemania, donde hay obispos que quieren casar homosexuales.

      Eliminar
    9. Estimado Peregrinante:
      Decir que una determinada realidad eclesial es “zona limítrofe” no es un insulto… es una descripción objetiva de una situación canónica y pastoral que, por sus rasgos, se sitúa en el borde de la disciplina común de la Iglesia. No es falta de respeto; es constatar que hay prácticas, modos de autogestionarse y de vincularse con la autoridad que no coinciden plenamente con lo que hoy prescribe la normativa universal.
      Quien experimenta “cosquillas” ante Traditionis custodes y las disposiciones que lo desarrollan… ya está, de hecho, en ese territorio intermedio: no fuera de la Iglesia, pero tampoco plenamente integrado en la obediencia concreta que la Iglesia pide. Y que usted cite como aval a Mons. Aguer —precisamente uno de los prelados más explícitamente críticos de dichas disposiciones— es, en este contexto, el reconocimiento más claro de esa ubicación.
      Por eso le invito a mirar el mapa con realismo: no se trata de negar el bien que pueda haber en la peregrinación ni el celo de muchos de sus participantes… sino de reconocer que, canónicamente y pastoralmente, se camina por una franja fronteriza. Y en las fronteras, la claridad y la transparencia no son optativas: son lo que mantiene la comunión y evita que el límite se cruce sin darse cuenta.

      Eliminar
    10. Le repito, no sea irrespetuosa, usted no es quién para definir quién está en "zonas fronterizas".

      Eliminar
    11. Fronterizo es bendecir parejas sodomíticas, fronterizo es participar de un culto a la Pacha mama y ponerla en un altar, fronterizo es decir que todas las religiones son un camino hacia Dios. Eso sí es fronterizo y lo hemos sufrido 12 años seguidos.

      Eliminar
    12. Estimado Peregrinante: Cuando hablo de “zonas fronterizas” en la Iglesia, no es un invento personal ni una falta de respeto: es una categoría que el mismo Papa Francisco ha empleado, con una imagen que merece ser escuchada sin prejuicios. La Iglesia —dice— es como un gran río: en su cauce central el agua corre limpia y serena, alimentando la vida; pero en las orillas el agua se estanca, se enturbia o se desvía, y allí se ubican quienes, por exceso o por defecto, obstaculizan el fluir de la comunión.
      Fronterizo es, sí, bendecir uniones contrarias a la moral cristiana, participar en ritos sincretistas como el culto a la Pachamama (del cual no ha participado el Papa Francisco, no hubiera podido), o afirmar que todas las religiones son igualmente camino hacia Dios. Pero también es fronterizo descalificar al Papa con acusaciones de idolatría o de “desorden” doctrinal, negarse a recibir su magisterio auténtico o resistir abiertamente su disciplina, como lo hacen en Argentina algunos exponentes conocidos de ese sector: Rubén Peretó Rivas, Javier Olivera Ravasi, Héctor Aguer, por citar sólo a algunos.
      El fronterismo eclesial, en definitiva, no es patrimonio exclusivo de un bando; se da allí donde uno se instala en la orilla y vive “en paralelo” a la Iglesia, sea a la izquiera o a la derecha, juzgándola desde fuera de su cauce. Afirmar que alguien tiene características de ser un católico fronterizo no es insultar, sino invitar —como hace el Papa, todo Papa— a volver al centro del río, allí donde la fe se vive en obediencia, unidad y caridad.

      Eliminar
    13. Señora, el tipo se enojó por lo de fronterizo. Será un argentino. Capaz que era mejor decirle católico orillero. ¿No le parece?

      Eliminar
    14. Estimados lectores,
      tras el intercambio sostenido en este hilo, creo útil dejar, de manera ordenada, las conclusiones que -según mi parecer- son las principales acerca de dos cuestiones distintas —aunque a menudo confundidas— que afectan a las peregrinaciones a todos los Santuarios incluyendo el Santuario de Nuestra Señora de Luján, en la arquidiócesis de Mercedes. Esas dos conclusiones son de orden canónico, pero fácilmente comprensibles para cualquiera que las aborde con honesto interés. Como saben, yo no soy canonista, sino filósofo y teólogo dogmático, pero no tengo mayor dificultad en exponerlas. Esas dos cuestiones son éstas: la celebración de la Santa Misa según el vetus ordo (o sea, Misal de 1962) y la administración del sacramento de la Penitencia por parte de los sacerdotes que acompañan a esas peregrinaciones.

      1. Celebración de la Misa con el Misal de 1962: La normativa universal vigente (Traditionis custodes, 2021, y los rescriptos de 2023) establece que para celebrar públicamente la Misa según el Misal de 1962 en una diócesis se requiere: permiso expreso del obispo diocesano; si la celebración es en iglesia parroquial o santuario, autorización adicional de la Santa Sede. Ahora bien, egún tengo entendido, en la arquidiócesis de Mercedes‑Luján esta disciplina se aplica estrictamente, de modo que no se concede autorización para la Basílica‑Santuario. Cuando se recurre a espacios no parroquiales ni santuarios, como predios privados, se evita el condicionante del lugar, pero no se queda fuera del marco general: si la celebración es pública, sigue siendo necesaria la conformidad con la disciplina universal. Celebrar sin dicho permiso en templo sujeto al Ordinario local no afecta a la validez, pero sí a la licitud.

      2. Facultad para oír confesiones. El Código de Derecho Canónico (c. 966 §1) exige para la validez del sacramento tanto el poder de orden como la facultad concedida por el derecho o por el superior competente. Según c. 967 §2, un sacerdote con facultad vigente otorgada por su propio obispo o superior mayor puede confesar válidamente en cualquier lugar, salvo que el Ordinario del sitio lo prohíba expresamente. En consecuencia, no se requiere, por principio, una licencia específica para cada peregrinación o santuario; la validez se presume mientras dichas facultades no hayan sido revocadas formalmente. La licitud se mantiene si se actúa dentro de las facultades recibidas y en plena comunión con la autoridad eclesiástica.

      Eliminar
    15. 3. Diferencias esenciales: En la Misa, la ausencia de permiso afecta a la licitud, pero no a la validez del sacrificio eucarístico. En la confesión, la ausencia de facultad afecta directamente a la validez, salvo situaciones excepcionales como el peligro de muerte. Por ello, conviene que los fieles comprendan que son planos distintos y que no se apliquen mecánicamente criterios de un ámbito al otro.

      4. Prudencia pastoral y comunión. Actos que se desarrollan en los límites de la disciplina común o, como en este foro se dijo, en las zonas fronterizas de la plena comunión eclesial —como algunas peregrinaciones con forma vetus ordo— deberían ser ejemplares en la transparencia: informar con claridad dónde se celebrará la Misa y con qué permisos, y quiénes administrarán la confesión y con qué facultades vigentes.
      Esta franqueza evita malentendidos, previene rumores y protege que la legítima opción por la liturgia tradicional no sea asociada a iniciativas paralelas o clandestinas, dañinas para la unidad eclesial.

      Conclusión final: Todo indica que en la arquidiócesis de Mercedes‑Luján, la celebración vetus ordo requiere permiso específico; la confesión se presume válida si el sacerdote tiene facultades vigentes de su propio Ordinario. Lo más prudente, en eventos como esta peregrinación, es informar sin ambigüedad sobre ambos puntos. Así se honra la verdad, se cuida la comunión y se preserva el valor de la liturgia tradicional que es tanto el Novus Ordo Missae (única lex orandi ecclesiae vigente en la actualidad) como cualquier vetus ordo, mostrando a la liturgia como lo que debe ser: una riqueza de toda la Iglesia, no el emblema de un circuito paralelo, como lamentablemente ocurre en esa que he llamado en este artículo la "Iglesia paralela" de perfil pasadista.

      Eliminar
  11. Sergio Villaflores20 de agosto de 2025, 5:49

    No creo que hoy exista duda alguna acerca de la presencia, entre nosotros, de una Iglesia clandestina de orientación pasadista, indietrista o filolefebvriana. Desde las décadas de 1960 y 1970 ya conocíamos la existencia de una Iglesia clandestina de corte neomodernista; pero el P. Filemón, en su nota, ha puesto en luz —por si hiciera falta— la existencia de esta otra, que en realidad estaba a la vista de todos.
    Las reacciones vistas en este mismo foro lo confirman: algunos defensores a ultranza de dichas manifestaciones —como las peregrinaciones vetus ordo en Argentina y en Europa— responden con exabruptos y justifican lo indefendible. Y lo hacen, además, con un programa eclesial que, como señalaba sin pudor el P. Barthe en el artículo citado, no se limita a reclamar el retorno del rito romano según el Misal de 1962. Pretenden algo más: Anular desarrollos doctrinales y dogmáticos desde el Concilio Vaticano II hasta hoy. Desplazar el Catecismo de la Iglesia Católica de san Juan Pablo II y sustituirlo por el de san Pío X. Revertir enseñanzas dogmáticas como la igual dignidad del varón y la mujer, la libertad religiosa, la colegialidad episcopal o la sinodalidad.
    Una vuelta al régimen de paridad litúrgica que se vivió entre 2007 y 2021 —con coexistencia práctica de vetus y novus ordo— no traería comunión sino caos eclesial, pues alentaría precisamente esas tendencias rupturistas que, en la sombra, operan contra el magisterio vivo de la Iglesia.
    Sergio Villaflores (Valencia, España)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Sergio,
      agradezco su comentario, con cuyo diagnóstico de fondo —la constatación de una “Iglesia clandestina” de signo pasadista, indietrista o filolefebvrista— coincido en lo substancial. Sus observaciones ayudan a tomar conciencia de un fenómeno cuya existencia, como bien usted señala, no siempre se reconoce, a pesar de que los signos llevan tiempo siendo visibles.
      Permítame, no obstante, hacer dos precisiones que estimo necesarias para enmarcar correctamente la cuestión:

      1. El nivel epistemológico de la reflexión. Mi artículo, que dio origen a este intercambio entre los lectores, se sitúa deliberadamente en el ámbito de la sociología religiosa, con algunas conclusiones de teología pastoral. Esto significa que nos movemos, sobre todo, en el campo de las interpretaciones y de las valoraciones prudenciales o, más simplemente dicho, en el ámbito de las opiniones, no en el de la teología dogmática ni en el de pronunciamientos doctrinales vinculantes. Por ello, si bien podemos y debemos argumentar con firmeza nuestras conclusiones, es importante no absolutizar nuestros pareceres, reconociendo el carácter opinable y perfectible de este tipo de análisis.

      2. La identificación de personas concretas. Aun compartiendo la tesis sobre la existencia de este conglomerado ideológico‑eclesial, no se sigue de ello que podamos tener idéntico grado de certeza respecto a la pertenencia de personas concretas a dicho ámbito fronterizo o, incluso, subversivo. Por prudencia —y para evitar juicios temerarios—, es preferible no dar nombres propios salvo que el propio interesado haya expuesto pública y explícitamente su posición de manera inequívoca.
      En mi artículo cité al P. Claude Barthe porque su testimonio resulta particularmente claro y revelador de esta corriente situada en las orillas del curso vital de la Iglesia, fuera de la comunión plena con el Sucesor de Pedro. Esa cita era necesaria para fundamentar el argumento. En cambio, los nombres aportados después por algunos lectores, aunque en muchos casos los comparta como hipótesis, es mejor omitirlos si no son imprescindibles para la argumentación.
      En este contexto, resulta más útil y seguro señalar los ámbitos telemáticos donde esta corriente se expresa de forma sistemática. En el caso español, por ejemplo, webs como Infocatólica, Infovaticana o Adelante la Fe, por nombrar las de mayor audiencia, son, con matices propios, exponentes notorios de esta “Iglesia clandestina” en su versión pasadista. Ello permite al lector reconocer las fuentes y contrastar sus contenidos, sin entrar en imputaciones personales innecesarias.

      Con este encuadre, creo que podemos coincidir en lo esencial: el fenómeno existe, tiene proyección internacional, y su agenda va más allá de la legítima preferencia por un rito, afectando al conjunto de la recepción del Concilio Vaticano II y del magisterio posterior. El desafío para todos, en clave pastoral, es afrontarlo con lucidez, caridad y sin perder de vista que la comunión eclesial no es negociable.

      Eliminar
    2. Lo que me parece inexplicable y ofende un poco la inteligencia del lector, Filemón, es que use la categoría de "clandestina". Todo lo que hacemos los que tenemos una concepción tradicional en materia litúrgica y demás, lo hacemos a plena luz del día, con clima de romería y cara al sol. No veo cuál es la "clandestinidad". Justamente lo que denunciaba Sacheri era ese obrar en las sombras, celular, oscuro, de la secta progresista.

      Eliminar
    3. Estimado Ludovicus,
      tiene esta vez suerte que todavía Paolo, el moderador del foro, no esté trabajando, así que me he encontrado con su mensaje. Paolo se lo hubiera borrado, como borra TODAS sus intervenciones, como usted sabe.
      Le respondo simplemente: lea mi artículo y encontrará la respuesta a su objeción fácil de responder, como ya la he respondido en mi artículo, planteando también la misma objeción que me hace. Y no me responda que ya lo ha leído, porque en tal caso le adelanto mi respuesta: vuelva a leerlo y encontrará la respuesta a su objeción.
      Que Dios lo acompañe en su día. Disparo a mis tareas.

      Eliminar
    4. Ludovicus: vos no sólo no leíste esto que dice el Padre, ni siquiera leíste a Sacheri. No se trata de clandestinidad en ese sentido, y el p.Filemón lo explicó bien, y tampoco es sólo eso para Sacheri (leé alguna vez la Iglesia Clandestina y te vas a enterar). Los sacerdotes del MSTM no actuaban todos en las cúpulas ocultas, era gente conocida, párrocos, asesores de jóvenes, actuaban a plena luz del día... pero eran clantestinos, fronterizos, orilleros, como se ha dicho acá.

      Eliminar
    5. Diego, el problema de Ludovicus, como el de tantos pasadistas, es que ellos no admiten que hay dos extremos que no están en comunión plena con la Iglesia... el pasadismo y el modernismo... Para ellos, los que no son ellos, son modernistas, incluidos los Papas del postconcilio... En la Iglesia están ellos (la Iglesia de siempre, la auténtica) y los modernistas... Por eso entienden mal a Sacheri... Es cierto que Sacheri habló de la Iglesia clandestina progresista-neomodernista... Pero está claro que la clandestinidad no es cuestión de modernismo o pasadismo, sino cuestión de comunión eclesial...

      Eliminar
    6. Querida Rosa, tu mensaje, en su sencillez, tiene profundidad, y me ha hecho descubrir que es necesario repensar la clandestinidad eclesial.
      Cuando hablamos de clandestinidad eclesial no nos referimos a una mera preferencia litúrgica ni a un simple capricho ideológico. Se trata de una realidad canónica y teológica: la ruptura de comunión plena con el Cuerpo de Cristo. Esta fractura no se corrige con la vuelta a un rito concreto ni con la crítica permanente al Magisterio postconciliar, sino con el restablecimiento del vínculo sacramental y jerárquico que define a la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Cualquier diagnóstico que reduzca la clandestinidad al “fronterismo” ritual peca de ingenuo anacronismo.
      El error del pasadismo es el anacronismo y el exclusivismo. Los pasadistas con frecuencia incurren en tres omisiones críticas: 1. Miran la historia litúrgica como un museo de objetos inmutables, ignorando el dinamismo sacramental que caracteriza a la Iglesia viva. 2. Convierten el rito en un test de ortodoxia, despojándolo de su dimensión comunional y eclesiológica. 3. Sitúan todo lo que no sea su propia práctica en la categoría de “modernismo”, sin distinguir la obediencia filial al Papa y los obispos de las rupturas reales de comunión.
      Esta mirada excluyente reproduce el mismo frontalismo medieval que antes reprochaban a cismáticos y herejes: crear una frontera intramuros que no obedece ni al Magisterio ni al Sensus fidelium.
      Clandestinidad, entonces, es también falta de comunión, no de estilo litúrgico. Por eso es preciso distinguir dos ámbitos:
      1. Dimensión canónica: La clandestinidad nace de una condena (formal o material) que aparta a individuos o comunidades de la plena comunión eclesial. No es un juicio estético, sino un juicio de comunión: quienes actúan sin mandato ni reconocimiento legítimo se sitúan “a orillas” de la Iglesia.
      2. Dimensión sacramental y pastoral: El rito, por extraordinario que parezca, no legitima la comunión si carece del aval episcopal. Restablecer la comunión exige conversión, petición de perdón y reconocimiento del Papa y de la Iglesia particular.
      Ha hecho obra teológica excelente el padre Filemón, a mi entender, con esta relectura de Sacheri: más allá de las etiquetas. Carlos Sacheri describe acertadamente una “Iglesia clandestina progresista-neomodernista”, pero conviene matizar: porque la clandestinidad no discrimina según etiqueta ideológica (progresista o tradicionalista), sino según vínculo eclesial. Antes de pensar en “modernismo litúrgico”, preguntemos si existe obediencia legítima al sucesor de Pedro y a los obispos en comunión con él. Así, un grupo aparentemente “tradicionalista” (los pasadistas odian que los llamen pasadistas, como los modernistas odian que los llamen modernistas) puede hallarse en clandestinidad si carece de mandato canónico; y un rito posconciliar reconocido nunca podrá ser “clandestino” en el sentido de ruptura de comunión.
      Conclusión: rehuir la orilla y volver al cenáculo: La verdadera reforma litúrgica y eclesial no se juega en una polémica de estilos, sino en la comunión sacramental: Proponer un diálogo honesto entre fieles, pastores y expertos en liturgia histórica. Priorizar la reconciliación canónica sobre cualquier preferencia ritual. Recuperar el modelo del cenáculo postpascal: unidad en la diversidad donde el Espíritu no es rehén de una orilla ni de otra.
      Solo así venceremos el pasadismo, el modernismo y cualquier clandestinidad, restableciendo la liturgia como acontecimiento vivo de la comunión eclesial.

      Eliminar
    7. Estimado Diego,
      agradezco, en su respuesta a Ludovicus, su esfuerzo en tratar de hacer comprender el concepto de clandestinidad, tal cual lo he expuesto en mi artículo y también según el modo lo utiliza el concepto de clandestinidad Carlos Sacheri en su libro "La Iglesia clandestina". Concuerda substancialmente con lo que usted expresa.
      Ahora bien, ante las dificultades y objeciones que ha suscitado en este foro la aplicación del concepto sacheriano de "Iglesia clandestina" no sólo a la de rostro neomodernista, como lo hizo Sacheri hace cincuenta años, sino también a la de rostro pasadista filolefebvriano que vemos hoy como falsa reacción a la anterior, quisiera hacer algunas aclaraciones sobre todo dirigidas a aquellos pasadistas que está visto han intervenido en este foro y que, como a menudo ocurre, un poco ciegos o poco iluminados, focalizan el debate en las meras palabras, sin avanzar hacia los conceptos que ellas expresan.
      Renuevo entonces mi repetido reclamo a que no hagamos de este foro una discusión acerca de meras palabras, sino que discutamos sobre conceptos. ¿A qué me refiero, en concreto en este caso?
      Pues bien, si a alguno le incomoda el uso del adjetivo "clandestino" para el pasadismo actual, entonces descarte esa palabra pero trate de usar otra para expresar el concepto que intento expresar con la palabra "clandestino". O sea, ¿cómo llamamos a esa otra "iglesia" que quiere instaurar el pasadismo? No nos gusta llamarla "clandestina"? Pues llamemoslá quizas "subterránea" o "paralela", como también lo hizo Sacheri, al inicio del mencionado libro. Para ello, conviene que subrayemos no tanto el término "clandestina", sino el término "otra", y luego, preguntémonos por qué la vemos como "otra" Iglesia. Respondiendo a esa pregunta, terminaremos comprendiendo el concepto por el cual la llamamos iglesia "clandestina" o "paralela" o "subterránea".

      Eliminar
    8. Estimado Diego,
      nadie pone en duda la etimología y sentido corriente que tiene el término "clandestinidad", que, como dijo aquí también otro lector, es viene de palabra latina clandestinus, que deriva de clam (“a escondidas, en secreto”), a su vez emparentada con la raíz indoeuropea *kel- (“ocultar, cubrir”). De tal modo, en su uso cotidiano, algo clandestino es aquello que se hace sin testigos, fuera de toda aprobación o escrutinio público. Yo también me referí a este sentido usual al inicio de este mi artículo.
      Ahora bien, tengamos también presente que el término "clandestinidad" cuenta con una dimensión filosófica, y así, para santo Tomás de Aquino, la moralidad de un acto no se juzga sólo por su objeto, sno también por su orden y su fin. Lo "clandestino" implica desviarse de un orden legítimo: quien actúa a escondidas reconoce implícitamente que su acción no respondería al orden justo o al bien común si se hiciera a la luz. Por tanto, éticamente, o sea, en ética filosófica, lo clandestino presupone un conocimiento tácito de la ley o la norma que se infringe, y una voluntad deliberada de eludirla.
      Además, la clandestinidad tiene una dimensión teológica y canónica. En la Iglesia, la comunión visible —la unidad bajo el Papa y el obispo diocesano— es parte del “orden” sacramental y jerárquico que Cristo quiso para su Cuerpo. Una realidad eclesial clandestina no sólo se oculta, sino que carece de reconocimiento legítimo: desconoce o elude la jurisdicción del Ordinario del lugar, y por eso sus actos sacramentales —aunque a veces válidos en sentido formal— quedan privados de la plena visibilidad y comunión que definen a la Iglesia una, santa, católica y apostólica.
      A este respecto recordemos que el Canon 751 del CIC habla de la Iglesia como “sociedad perfecta” con autoridad propia; lo clandestino es, por contraste, un actuar fuera de esa autoridad reconocida.

      Eliminar
    9. Finalmente, estimado Diego, quisiera recordar una vez más, que este artículo transita fundamentalmente los carriles de la sociología religiosa, desde el punto de vista epistemológico. Por lo tanto estamos en un nivel bajo de la ciencia, pues la sociología se ubica en el bajo ámbito de los fenómenos concretos, como también es éste el ámbito de la historia como ciencia. Ell propio Sacheri, en la introducción del libro mencionado, dice que su libro transita los carriles de la mera "crónica", aunque le agregaba el adjetivo "teológica", entiendo que, simplemente para cualificar su gravedad e importancia para nosotros los católicos, pero no ciertamente para adscribirle a su librito una "certeza teológica" que no tiene y que el propio Sacheri sabía que no tenía. Por consiguiente, el grado de certeza que obtenemos en estas "ciencias" (la sociología y la historia son ciencias en sentido amplio analógico) es muy débil. ¿Por qué digo esto?
      Precisamente para que no nos dejemos llevar por las pasiones y no dramaticemos una discusión que no lo merece, porque se trata de dialéctica en el ámbito de lo meramente opinable, no de certezas filosóficas ni teológicas, y mucho menos se trata de certezas dogmáticas o doctrinales.
      Por último, quisiera agregar que, al haber planteado el tema del pasadismo filolefebvriano eclesial bajo la categoría de "iglesia clandestina", recurriendo como resorte impulsor de la reflexión el recurso al libro de Sacheri, es obligado que hagamos una final referencia a la "clandestinidad" desde la perspectiva histórica argentina.
      Pues bien, es bien sabido que durante la década de 1970, hubo comunidades de “iglesia en la clandestinidad” (equivocadas o no, en mayor o menor grado, y en mayor o menor grado en comunión a la Madre Iglesia, y con miembros en mayor o menor grado en buena fe), perseguidas por las dictaduras. Pero hoy hablamos de un “clandestinismo” distinto: el de grupos que, si bien no sufren persecución, eligen permanecer al margen de la disciplina diocesana (p.ej. ciertos círculos filolefebvrianos que celebran con el Misal de 1962 sin mandato episcopal, pero que, ocultamente, pretenden mucho más que celebrar la Misa con ese Misal).
      Esa forma de “orillerismo” eclesial reproduce, en clave ritual e ideológica, la misma lógica de ocultamiento y de autonomía que caracterizó a las Iglesias perseguidas, pero sin el drama de la represión: es un clandestinismo de elección, no de necesidad.
      En conclusión: la clandestinidad eclesial es mucho más que secreto o reserva: es la constatación de un quiebre en la comunión jerárquica y sacramental. Quienes actúan clandestinamente reconocen —aunque sea implícitamente— que sus prácticas, para ser legítimas, requerirían autorización que no poseen. Y, en ese gesto, se sitúan en las “orillas” del río de la Iglesia, fuera del cauce central que Cristo estableció para su Cuerpo.

      Eliminar
    10. Estimada Rosa Luisa,
      concuerdo plenamente con usted: la verdadera “clandestinidad” en la Iglesia no se juzga por actuar en lo oculto, o en el anonimato, o por estrategias y tácticas metodológicas secretas, o por etiquetas ideológicas —modernismo o pasadismo— sino por la existencia o ausencia de comunión sacramental y jerárquica.
      Usted señala con acierto que muchos pasadistas, al igual que ciertos sectores modernistas, tienden a reducir toda la comunión eclesial a su propio perímetro: “o somos nosotros, o el resto son herejes”. Pero la regla canónica y teológica es otra. Como enseña el derecho de la Iglesia (can. 751 CIC) y la tradición patrística, ser Iglesia implica vínculo real con el Sucesor de Pedro y con la comunidad de los obispos en comunión con él.
      Por eso, más allá de concordar o discrepar con posturas particulares sobre rito o sobre determinadas interpretaciones teológicas, el criterio inapelable para hablar de clandestinidad es la falta de reconocimiento mutuo dentro de ese cuerpo sacramental. Ahí reside la fractura, no en el grado de nostalgia litúrgica ni en un determinado parcialismo interpretativo teológico.

      Eliminar
    11. Estimada Domna Mencía,
      agradezco y le felicito por su aportación, que ilumina con precisión los contornos teológicos y canónicos de la clandestinidad en la Iglesia. Su distinción entre dimensión canónica y sacramental subraya la urgencia de situar siempre la comunión eclesial como criterio inapelable.
      Al compartir las omisiones críticas que usted identifica en el pasadismo, coincido en que con frecuencia se incurre en un mirar la historia litúrgica como un museo de formas inmutables, perdiendo de vista que la liturgia, en su esencia, se renueva y hace presente el misterio pascual; también se incurre en convertir el uso de un rito en un indicador de ortodoxia, desligándolo de la comunión jerárquica con el Sucesor de Pedro y con la comunidad episcopal (esto fue denunciado por el papa Francisco en ocasión de su motu proprio Traditionis Custodes); y también se incurre en clasificar todo aquello ajeno al propio ideal tradicionalista (o mejor dicho pseudo-tradicionalista) bajo la etiqueta de “modernismo”, sin diferenciar entre obediencia fiel al Magisterio y rupturas reales de comunión.
      Estos tres puntos, cuya enunciación agradezco, muestran que el verdadero riesgo no está en las vestiduras ni en los books rubrics, sino en la fractura de ese vínculo que hace a la Iglesia un solo Cuerpo místico.

      Eliminar
  12. Padre Filemón, comprendo su cautela a la hora de no dar nombres propios. Y valoro que quiera evitar juicios personales temerarios. Sin embargo, creo que a veces es útil —y hasta necesario— que se citen nombres concretos cuando hablamos de esta “Iglesia clandestina” de signo filolefebvriano.
    Lo digo pensando en la gente sencilla, que no frecuenta portales como Infocatólica, Infovaticana o Adelante la Fe, ni ve los videítos comerciales de Olivera Ravasi, ni conoce las “páginas amarillas” de Peretó Rivas. Muchos católicos de parroquia, al no visitar esos entornos, no tienen idea de cómo se expresan estos sectores fronterizos ni de cuál es su mensaje real.
    Mencionar, con criterio y prudencia, a algunos exponentes claros puede ayudar a que los fieles sepan identificar el estilo, el lenguaje y las ideas de ese circuito, y que no se dejen confundir si un día esos mismos discursos llegan a ellos por otras vías. No se trata de hacer listas negras ni de personalizar los debates, sino de dar referencias que sirvan de orientación, igual que se hace cuando se advierte sobre ciertos autores o corrientes doctrinales en el campo de la teología.
    Por eso, sin convertir esto en un señalamiento personalista, creo que puede ser un servicio pastoral nombrar a veces a quienes, por sus propias declaraciones públicas, representan de modo notorio esa forma de vivir “en las orillas” de la Iglesia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Coincido plenamente con lo que dice Aureliano... No se trata de andar haciendo listas negras ni de hablar por hablar..., pero sí de que los católicos de a pie sepamos poner nombre y cara a ciertos discursos...
      Yo, que no ando en Infocatólica ni en Infovaticana ni en esas otras webs, muchas veces me he topado —sin buscarlo— con frases o videos que después descubrí que venían de esos entornos filolefebvrianos... Y si una no está prevenida, puede pensar que son reflexiones de un sacerdote o un laico de parroquia como cualquiera, cuando en realidad responden a un marco ideológico muy concreto... muy clandestino, muy subversivo, muy lejos de lo católico...
      Mencionar con prudencia a quienes se expresan públicamente así no es atacar personas: es advertir a la comunidad, como quien señala que cierta receta no es para alérgicos... Al final, es cuestión de cuidar la fe y la comunión, no de levantar banderas partidistas dentro de la Iglesia... Y estos clandestinos levantan la bandera del VO para negar la Iglesia de este tiempo...

      Eliminar
    2. Estimado Aureliano,
      agradezco su intervención y valoro su preocupación pastoral. Comparto el deseo de que los fieles de a pie puedan identificar con claridad las voces que, sin mandato legítimo, operan “en las orillas” de la Iglesia. Al mismo tiempo, permítame dos puntualizaciones:
      1. Evitar la personalización sistemática no busca encubrir realidades, sino respetar el derecho de toda persona a ser tratada con justicia y caridad, incluso cuando su modo de vincularse con la Iglesia resulte objetivamente irregular.
      2. Podemos ofrecer un servicio aún más efectivo al orientar al pueblo sencillo hacia criterios y fuentes fiables que ayuden a discernir.
      Un criterio que me animo a proponer, sólo a título de opinión personal, es tomar un doble camino:
      Por un lado, considero que para nadie puede resultar causa de escándalo el citar puntualmente a quienes, por sus declaraciones públicas y reiteradas, ya se han convertido en claro paradigma de pasadismo filolefebvriano sin discusión, como por ejemplo lo es el padre Claude Barthe, que cité en el artículo.
      Por otro lado, parece pastoralmente útil señalar recursos concretos donde el lector pueda contrastar estas posiciones filo-lefebvrianas: portales como Infocatólica, Infovaticana o Adelante la Fe, y canales de YouTube como Que no te la cuenten, donde estas líneas fronterizas se desarrollan con mayor frecuencia.
      De este modo, ofrecemos nombres y lugares de consulta sin convertir el debate en un señalamiento indiscriminado, y damos a los fieles las herramientas para que ellos mismos, con buena catequesis y guía pastoral, aprendan a reconocer cuándo una voz habla desde la comunión y cuándo actúa desde la clandestinidad.

      Eliminar
    3. Estimada Rosa Luisa,
      le agradezco su testimonio, que comparto substancialmente: cuando el fiel "de a pie" topa sin aviso con discursos ajenos al Magisterio, queda expuesto a confusiones. Coincido en que, con prudencia y sin ánimo de “lista negra”, podemos ofrecer ejemplos ya estudiados —por ejemplo las intervenciones públicas del P. Claude Barthe o las críticas a las enseñanzas de los Papas del postconcilio en ciertos canales— acompañados siempre de criterios claros para discernir: ¿se cita al Papa y al Concilio, o se habla solo de “tradición” contra “modernidad”? Así los católicos aprenden a distinguir voz en comunión de voz en la periferia, voz de católicos o voz de fronterizos.

      Eliminar
  13. No es clandestina todos sabemos quienes son

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Anónimo,
      gracias por su observación: efectivamente, muchos de los que integran esta iglesia "paralela" no se esconden y sus nombres –como bien apunta usted– son de dominio público. Sin embargo, al hablar de “Iglesia clandestina” me refiero precisamente a su situación canónica eclesial, no necesariamente a un ocultamiento de miembros.
      En este contexto, iglesia "clandestina" significa: 1. Carecer de mandato o reconocimiento por parte de la autoridad episcopal legítima. Aunque celebre sacramentos y organice encuentros, lo hace al margen de la jurisdicción diocesana. 2. Mantener una estructura y praxis sacramental paralelas a la comunión visible de la Iglesia. No basta con que el ministro sea público; es gravemente irregular que ejerza facultades litúrgicas a veces sin autorización o de modo que a sabiendas no es el que invita a celebrar la directriz pastoral del Papa. 3. Operar con un discurso y un marco teológico que no remiten ni a la enseñanza magisterial ni al discernimiento colegiado propio del Pueblo de Dios.
      Este mismo criterio aplicaba a los grupos de sacerdotes que alude Sacheri en su libro: yo mismo viví esa época, Sacheri nombra en su libro a varios, y en el presbiterio con el cual yo convivía conocíamos quienes eran. Todos los conocíamos.
      Desde la perspectiva pastoral, reconocer que conocemos quiénes son estos pasadistas filolefebvrianos no exonera de la irregularidad de su proyecto eclesial. Más aún: cuanto más visibles resultan, mayor es la urgencia de que el Pueblo de Dios comprenda que no basta con identificar nombres, sino con valorar si esas voces hablan en comunión o anarquía eclesial.
      Por tanto, conviene enseñar a distinguir: Sacramentos válidos pero ilícitos (porque carecen de mandato). Enseñanzas que, aun atractivas, rechazan el magisterio conciliar. Comunidades “clandestinas” que, aunque públicas en redes y conferencias, no forman parte de la Iglesia servida por los obispos en comunión con el Papa.
      Solo así podremos alertar al fiel de a pie: no basta con saber quién firma un video o un artículo; lo decisivo es comprobar si ese autor y su comunidad están sometidos a la autoridad legítima o si, por el contrario, operan como un cuerpo aparte, ajeno a la comunión eclesial.

      Eliminar
  14. "clandestinus", que a su vez deriva de "clam", que significa "a escondidas" o "en secreto". La raíz indoeuropea *kel- también se relaciona con "ocultar" o "cubrir". Por lo tanto, etimológicamente, "clandestino" se refiere a algo que se hace o se lleva a cabo en secreto, oculto o escondido"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Anónimo: Todos te agradecemos por compartir tan clara explicación sobre el significado que da el diccionario de la palabra clandestino... Efectivamente, esa misma derivación y significado aparecen detallados en el artículo del padre Filemón... De modo que... Te invito cordialmente a releer su artículo, para darte cuenta que ya estaba dicho... En mis tiempos de maestra, a los "burritos" -con simpatia-, que no sabían leer la lectura del día, en la clase los poníamos en el rincón... com el bonetito... "burritos"...

      Eliminar
    2. Rosa: a Ludovicus también le viene bien su bonetito. Póngalo también en el rincón. Y un aviso general debería darse a todos: lean el artículo antes de decir nada, para no pasar papelones como los de Ludovicus y otros...

      Eliminar
    3. Anónimo del primer comentario: si nos regalaste la etimología de "clandestinus" con la pretensión de objetar el artículo de Filemón, no sólo fallaste el tiro, sino que también le erraste el tiro a Sacheri, porque en ese caso deberías volver a leer "La Iglesia clandestina". Sacheri lo menos que se refiere es a ese sentido de clandestino. De hecho da unos cuantos nombres que eran bien conocidos entonces y se sabía bien lo que hacían, y estaba muy bien a la vista. Por lo tanto, suponiendo, claro que sí, el sentido que tiene clandestino en el diccionario, también se refiere a otras cosas, que son las que se explican en el artículo de Filemón y en el libro de Sacheri.

      Eliminar
    4. Director de la Escuela20 de agosto de 2025, 15:04

      Tengo que hacer bonetes de otras medidas. Hay unos cuantos que el bonete de "burrito" les queda grande.

      Eliminar
    5. Estimado Anónimo,
      lo que usted dice acerca de la etimología de "clandestino" es correcto, y yo también lo he dicho: etimológicamente “clandestino” remite al “oculto” o “secreto”. Pero, como he explicado con más detalles en el artículo, y como le he repetido a otros lectores de este foro, aquí hablo de "iglesia clandestina", o "paralela", o "subterránea" o simplemente como "otra" iglesia, para referirme a comunidades que, aunque públicas, actúan fuera de la autoridad legítima y de la plena comunión eclesial.

      Eliminar
    6. Estimados comentaristas,
      valoro su entusiasmo y agudeza, pero recordemos que el humor no debe eclipsar la caridad. El diálogo auténtico se nutre del respeto mutuo, incluso cuando disentimos sobre la forma o el fondo.
      Continuemos nuestras discusiones con franqueza y fraternidad, construyendo puentes en lugar de levantar muros.

      Eliminar
  15. Querido padre Filemón:
    Quiero expresarle que estoy plenamente de acuerdo con el parecer que expone en su artículo. Las manifestaciones pasadistas que vemos hoy en nuestro país —como, por ejemplo, la peregrinación filolefebvriana de este fin de semana a Luján— corresponden a una Iglesia paralela, que no es la católica. Está muy bien aplicado el término “Iglesia clandestina” que usó Carlos Sacheri para describir la de los años sesenta, que yo también viví.
    Es cierto: muchos de sus miembros, como también muchos del MSTM, no daban a conocer públicamente sus nombres, pero en cada presbiterio los conocíamos perfectamente. Eran nuestros hermanos, y hacia ellos se dirigía nuestra caridad y fraternidad sacerdotal. Algunos, gracias a Dios, recapacitaron y volvieron a la comunión; otros, lamentablemente, no.
    Su clandestinidad, entonces, no residía principalmente en una vida oculta —muchas veces necesaria en aquellos tiempos oscuros, en el país y en la Iglesia—, sino sobre todo en vivir al margen del Magisterio y de la pastoral de la Iglesia.
    Hoy, la “otra” Iglesia clandestina pasadista actúa de modo muy similar: enarbola banderas con cruces de cruzados y ondea sotanas como si fueran insignias, proclamando un afectado “amor por la Misa de siempre”, mientras oculta sus verdaderos propósitos, sostenidos también “desde siempre”: el rechazo al Concilio Vaticano II, la oposición a sus desarrollos doctrinales, el rechazo a los Papas del posconcilio, la desobediencia al Papa.
    En esta ocasión juntaron unos pocos peregrinos: prácticamente la misma cantidad que reunimos cuatro párrocos de mi diócesis cada mes en la Misa juvenil, con jóvenes sanos de mente y de alma, entregados a Cristo y decididos a serle fieles. La diferencia es clara: esos jóvenes son católicos en plena comunión; los de esa otra Iglesia, no.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. D.B.: En La Iglesia Clandestina, Sacheri apenas si nombra al padre Ramondetti. Pero es cierto, la clandestinidad y el anonimato en el MSTM era comprensible en aquellos tiempos. Hoy en cambio, los que propalan esa otra Iglesia, la que se opone al Concilio Vaticano II y a lo que enseñan los Papas del postconcilio, tienen nombre conocidos. Cualquiera puede visitar el canal de Youtube del padre Olivera Ravasi, o lo que publica en su blog Peretó Rivas, o lo que afirma mons. Aguer en sus escritos, todo es público, está a la vista de todos. Y la tarea es simple: comparar lo que ellos dicen con lo que dicen los Papas. Y luego sacar sus conclusiones. Y seguro que terminará dando la razón a lo que escribe el padre Filemón.

      Eliminar
    2. Anónimo: me parece que se equivoca, Sacheri nombra en su libro a unos cuantos más...

      Eliminar
    3. Sí, Sacheri nombra sólo al padre Miguel Ramondetti en referencia al MSTM, pero respecto al conglomerado de la Iglesia clandestina, así llamada por él, nombre a muchos más. Incluso dice en el inicio del libro que evita nombrar a otros, con la esperanza de que se conviertan. Basta sólo con leer el libro para comprobarlo.
      Respecto a lo que el padre Filemón llama también Iglesia clandestina, pero esta vez refiriéndose a aquellos que, en mayor o menos medida sustentan ideas filolefebvrianas, creo que hay que distinguir a los personajes muy públicos, que tienen inherencia en las masas, y que pueden afectar a gran cantidad de fieles, mencionando en primer lugar a los cardenales Sarah y Burke, a los obispos Schneider y Aguer y otros, al padre Olivera o al padre Barthe y a tantos otros, y a laicos como el que aquí se mencionó, Peretó Rivas, o al italiano Valli, y a tantos otros... Es absolutamente necesario nombrarlos para que los fieles estén al tanto. Por supuesto, haciéndolo simpre con caridad y FUNDAMENTANDO (tal como efectivamente hace el padre Filemón) las razones por las cuales se advierte que propalan ideas de perfil lefebvriano.

      Eliminar
    4. Estimado Padre D.B.,
      le agradezco sinceramente su mensaje y la sintonía con lo que intenté expresar en mi artículo. Coincido en que la comunión con el Magisterio y la acogida íntegra del Concilio Vaticano II —así como de la reforma litúrgica que de él brota— son criterios esenciales para discernir la autenticidad católica de aquellas realidades que, en nuestro tiempo, se presentan como “iglesias clandestinas”, ya provengan de corrientes de izquierda de corte neomodernista o de tendencias de derecha marcadas por el pasadismo ritual y doctrinal.
      Este discernimiento, sin embargo, ha de ejercerse con la doble mirada que el Evangelio nos pide: claridad en la doctrina y caridad en el trato. Claridad, para no confundir a los fieles que la Iglesia ha puesto bajo nuestro cuidado; caridad, para que nuestro juicio sobre las personas permanezca siempre abierto a la esperanza de su plena comunión.
      Por eso, aunque sea innegable que ciertos gestos y proclamas manifiestan un distanciamiento objetivo del Magisterio y de la disciplina vigentes, nuestra misión sacerdotal no se agota en señalarlos. Nos impulsa, más bien, a trabajar pastoralmente para que cada hermano —también aquel que hoy se sitúa “al margen”— pueda reencontrar la alegría de la comunión eclesial.
      Que el Señor nos conceda permanecer firmes en la verdad y, al mismo tiempo, solícitos en tender la mano. Así, la unidad visible de la Iglesia no sólo será defendida, sino también ofrecida como un bien deseable, posible y gozoso para todos.

      Eliminar
    5. Estimado Anónimo,
      le agradezco su comentario y la claridad con que expone su punto de vista. Es cierto que, a diferencia de otras épocas en que la clandestinidad respondía a circunstancias históricas muy concretas, hoy muchas posturas críticas hacia el Concilio Vaticano II y el Magisterio reciente se expresan abiertamente y con amplia difusión pública.
      Sin embargo, creo que el discernimiento que la Iglesia nos pide no se agota en cotejar declaraciones y señalar coincidencias o divergencias. Ese ejercicio, aunque útil, debe insertarse siempre en un horizonte más amplio: el de la conversión y la comunión. No basta con identificar lo que se aparta de la lex orandi ecclesiae y de la enseñanza de los Papas; es necesario también preguntarnos cómo, desde nuestra misión, podemos invitar a quienes sostienen esas posturas a redescubrir la riqueza de la fe vivida en plena sintonía con la Iglesia.
      Por eso, aun reconociendo que la visibilidad actual de ciertas corrientes facilita el análisis, no olvidemos que nuestro juicio sobre las personas ha de estar siempre acompañado por la oración y el deseo sincero de su reconciliación eclesial. La verdad que defendemos se hace más creíble cuando va unida a la caridad con que la proponemos.
      Que el Señor nos conceda, a todos, un corazón firme en la fe y abierto a la misericordia, para que la unidad visible de la Iglesia sea cada día más plena y luminosa.

      Eliminar
    6. Estimado Dino,
      agradezco su observación. Es cierto que en "La Iglesia Clandestina" Sacheri menciona a más de una persona vinculada a aquellas experiencias, y su aporte ayuda a matizar lo dicho.
      Mi intención, sin embargo, no era hacer un inventario exhaustivo de nombres de quienes conforman hoy, particularmente entre los católicos argentinos, esa otra Iglesia clandestina de sensibilidad pasadista o en aquella otra de hace cincuenta años, de sensibilidad neomodernista, sino subrayar que, en aquel contexto, la reserva o el anonimato respondían a circunstancias históricas muy concretas.
      Hoy, en cambio, muchas posturas críticas hacia el Concilio Vaticano II y el Magisterio reciente se expresan de forma abierta y pública, en portales, periódicos, blogs y canales de vídeos.
      Es cierto que conocer por sus nombres a los miembros de esta otra Iglesia Clandestina, facilita el análisis, pero también nos recuerda que el discernimiento no se limita a constatar divergencias: ha de orientarse siempre a la comunión, buscando que toda persona pueda reencontrar la alegría de vivir la fe en plena sintonía con la Iglesia.
      Que el Señor nos conceda, a todos, la gracia de unir la claridad en la verdad con la paciencia y la caridad que abren caminos de reconciliación.

      Eliminar
    7. Estimado Anónimo,
      le agradezco su comentario y también por precisar el contexto de la obra de Sacheri. Coincido en que, cuando se trata de figuras públicas con influencia sobre muchos fieles, es legítimo y a veces necesario mencionarlas, siempre con caridad y fundamentando bien las razones. No obstante, mi intención principal no es confeccionar listados, sino ofrecer criterios claros para discernir y custodiar la comunión eclesial.

      Eliminar
  16. Yo estoy plenamente de acuerdo con la postura del padre Filemón de la Trinidad, sobre todo cuando dice que la bandera del Vetus Ordo es simplemente la cortina de humo -la expresión es mía y no del padre Filemón- que oculta la verdadera clandestinidad de estos grupos filolefebvrianos: la oposición al Magisterio de la Iglesia, la oposición a los Papas del postconcilio, la oposición y rechazo absoluto del Concilio Vaticano II y del actual Catecismo de la Iglesia.
    Pero hay algo que, en el ámbito de la liturgia, me sigue causando problemas, y es la famosa expresión del papa Benedicto en Summorum pontificum: ¿cómo se puede entender la sorprendente frase de Benedicto XVI, cuando dijo que: «Lo que durante siglos fue santo para la Iglesia, y que sigue estando vivo en la tradición de la fe y de la oración, no puede de pronto ser considerado como no válido o, en todo caso, como algo dañino»?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eso de que "Lo que durante siglos fue santo para la Iglesia..." es lo único que repiten sin cansancio estos que no pueden entender que Benedicto no había querido decir que desde Summorum Pontificum no iba a haber dos Misas en la Iglesia Católica, una para los que aceptaban el Concilio y otra para los que no lo aceptaban.... Pero los pasadistas lo repiten como loros... Piensan poco, eso es cierto... y se agarran a lo que pueden...

      Eliminar
    2. Sergio Villaflores21 de agosto de 2025, 10:58

      Esa frase de Benedicto no puede referirse a un imposible paralelismo litúrgico. De todos modos, el padre Filemón ya lo explicó hace tiempo. Basta para entender la frase saber distinguir lex orandi de institución divina, y lex orandi de institución de la Iglesia.

      Eliminar
    3. Estimado padre Carlos,
      le agradezco sus palabras y la sintonía con lo que he intentado expresar. Por cuanto respecta a la frase de Benedicto XVI que cita, creo que se entiende mejor si la situamos en el marco de su teología de la continuidad: el Papa quería subrayar que la liturgia que la Iglesia celebró durante siglos no pierde, por el paso del tiempo, su carácter sagrado ni su valor como expresión de la fe.
      Esto, sin embargo, no significa que ambas formas —la anterior y la reformada— tengan hoy el mismo estatuto jurídico o la misma función en la vida eclesial. La reforma litúrgica querida por el Concilio Vaticano II y promulgada por san Pablo VI es la lex orandi ordinaria de la Iglesia latina romana, y a ella debemos nuestra obediencia y adhesión. La afirmación de Benedicto XVI no relativiza esta disciplina, sino que invita a reconocer que la historia litúrgica de la Iglesia es un patrimonio vivo, que se asume y se purifica en cada etapa, sin rupturas en la fe.
      Si quiere más detalles sobre la doctrina de la lex orandi ecclesiae, precisamente hoy estoy publicando en este blog una reflexión sobre el tema. Cualquier duda ulterior que usted tenga al respecto, estaré complacido de podérsela disolver.
      Que el Señor nos conceda vivir esta continuidad en la lex orandi ecclesiae con gratitud y fidelidad, para que la liturgia siga siendo fuente y culmen de nuestra comunión eclesial.

      Eliminar
    4. Estimada Rosa Luisa,
      gracias por su comentario. Efectivamente, la frase de la Carta a los Obispos que en el 2007 acompañaba al motu proprio Summorum Pontificum, no puede interpretarse como si Benedicto XVI hubiera querido instaurar dos formas paralelas y equivalentes de la lex orandi, una para quienes aceptan el Concilio y otra para quienes no. Lamentablemente tal interpretación ha venido siendo propalada desde hace dos décadas por aquellos que en la Iglesia clandestina de perfil pasadista manipulan esa frase de Benedicto en su proyecto oculto, de querer hacer retornar a la Iglesia al orden doctrinal y pastoral anterior a 1962, sin advertir el carácter cismático y herético de su proyecto.
      La intención del papa Benedicto con esa frase, fue subrayar la continuidad de la fe, no legitimar una ruptura en la comunión. Por eso, la reforma litúrgica del Vaticano II sigue siendo hoy la forma ordinaria que la Iglesia nos manda celebrar, y a ella debemos nuestra adhesión.

      Eliminar
    5. Estimado Sergio,
      gracias por recordarlo. Efectivamente, la clave para entender bien esa frase está en distinguir entre la lex orandi que brota de institución divina y la que es fruto de la autoridad de la Iglesia. Benedicto XVI no proponía un paralelismo litúrgico, sino una lectura en continuidad que respete la reforma querida por el Concilio y vigente como forma ordinaria de la Iglesia latina.
      Le sugiero leer y meditar el artículo que precisamente hoy estoy publicando en este blog: La doctrina de la lex orandi ecclesiae.

      Eliminar

Los comentarios que carezcan del debido respeto hacia la Iglesia y las personas, serán eliminados.
Se admiten hasta 200 comentarios por artículo.