En el caso único de María el concepto de muerte debe adaptarse a su caso. Su muerte, de hecho, no tiene todas las características de la muerte. De aquí la incertidumbre y los contrastes entre mariólogos sobre si María ha muerto o no ha muerto. Que el curso de la vida terrena de María haya tenido un término, esto, en cualquier caso, hace pensar en la muerte. Pero permanece misteriosa la causa de la interrupción del curso de su vida. No puede haber sido un término causado por la corrupción de la naturaleza, sino causado directamente por el mismo Dios. [En la imagen: fragmento de "Asunción de la Virgen", óleo sobre lienzo, s/d, obra de Giovanni-Battista Tiepolo, conservado y expuesto en el Musee des Beaux-Arts Andre Malraux, Le Havre, Francia].
Gratitud a la mujer, gratitud a María
El misterio de la asunción de María al cielo
----------En torno a la vicisitud histórica de María hay un conjunto de creencias, narraciones, hechos y cosas misteriosas que bien se adecúan a la Madre del Señor, la criatura humana que más que ninguna otra está en comunión con el misterio de Cristo y envuelta por el misterio de Dios. Es extraño, por ejemplo, que ninguno de los Evangelistas se haya preocupado por decirnos cuál ha sido el fin de la vida terrena de María.
----------Por el contrario, es bien sabido que aparece prontísimo en los primeros siglos cristianos, a nivel popular, la voz de que María habría sido asunta al cielo, una cosa milagrosa y extraordinariamente grandiosa, privilegio único de la Virgen María, y sin embargo conveniente para la Madre de Dios, una narración popular nacida de la devoción a María, un misterio de salvación que sin embargo pronto encontró crédito entre los fieles. Pero el concepto mismo de asunción al cielo es misterioso y de difícil comprensión. Veremos en este artículo cuáles son las dificultades que presenta, pero también la maravilla de su significado.
----------La asunción al cielo de Nuestra Señora, la Virgen María, aunque no poseamos oficialmente los nombres de los testigos de tal hecho, comenzó a ser anunciada y narrada prontísimo en las comunidades cristianas, como un hecho realmente ocurrido y al mismo tiempo como verdad de fe, convirtiéndose en una certeza común, difundida, gozosa y consoladora, que con los siglos se ha venido reforzando cada vez más, hasta recibir el consenso y el apoyo de los Padres, de los Doctores, de los Santos y de los Papas.
----------Con el cisma de 1054 la doctrina de la Asunción permaneció entre los cismáticos de fe eclesial. En cambio, esta fe se convirtió en verdadera y propia fe divina y católica entre nosotros, los católicos, gracias a su famosa proclamación como dogma de fe hecha por Pío XII en 1950.
----------Abro aquí un brevísimo paréntesis. La certeza y la consideración de esta verdad de la Asunción de Nuestra Señora al cielo, es muy inferior entre los ortodoxos orientales respecto a la que tenemos nosotros los católicos. Esto ha perjudicado a su espiritualidad, que se ha estancado en un cierto misoginismo que nosotros los católicos hemos superado. Basta pensar en el Monte Athos, que prohíbe el acceso a las mujeres. Una realidad de este tipo para nosotros los católicos sería inconcebible. Tengamos en cuenta que mantener a las mujeres alejadas conlleva la pérdida de contacto con familias y niños. ¡Qué diferencia con la tradición monástica latina, que en los siglos ha dado origen a una infinidad de núcleos urbanos!
----------Es verdad, sin embargo, que ya desde entonces comenzó el uso de ese razonamiento en mariología, por el cual, partiendo de verdades reveladas sobre María, se decía: si María ha sido así, ciertamente tiene que haber sido también así, aunque no se tuvieran en mano las pruebas documentadas de que las cosas habían sucedido efectivamente así. Esta manera de razonar, si se usa con moderación, amplía ciertamente nuestro conocimiento del misterio de María y hace crecer en nosotros nuestra devoción por ella.
----------¿Acaso también la asunción es una conclusión de este tipo? Ciertamente en los siglos siguientes este razonamiento fue hecho, pero sobre la base de la convicción precedente de que, en todo caso, María era asumida al cielo. Por ello, estamos obligados a concluir que aquella convicción está fundada en un dato de hecho, un hecho referido o por personas que asistieron al mismo hecho o que fueron bien informadas del hecho por quienes habían asistido al hecho (María Valtorta nos ha dejado la visión que tuvo del tránsito de la Virgen, una descripción que refleja la finura de su alma, aunque se trate de simple revelación privada).
----------Sabemos por la narración del Evangelio que la Santísima Virgen María fue hospedada por san Juan Apóstol en su casa, probablemente en Éfeso (como se sabe, la casa de la Virgen en Éfeso fue encontrada por indicaciones recibidas milagrosamente por Caterina Emmerick). Por tanto, cabe pensar que Juan asistiera al tránsito de la Virgen. Sin embargo, él no nos dice nada en sus escritos.
----------Es ridículo pensar que un buen día María desapareciera repentinamente sin dejar rastro de sí, de modo que el hecho o doctrina de la asunción sería solo una deducción hecha por los fieles para dar una explicación adecuada acerca de cuál podía ser el fin terrenal digno de la Madre de Dios.
----------No obstante, desafortunadamente —y esto es realmente extraño, pero es así— no sabemos quién haya sido ni cómo haya dado primero noticia y haya difundido el conocimiento del hecho de la asunción al cielo, cuya fama pronto se consolidó en las comunidades cristianas, y se difundió hasta tal punto que se convirtió en una convicción sólidamente asentada, de fe. Solamente contamos con el testimonio de Dionisio el Areopagita, discípulo de san Pablo Apóstol, que relata haber estado presente en el tránsito de la Virgen.
----------Yo considero atendible y fiable este testimonio, como ha hecho todo el Medioevo, aunque hoy la mayoría de los estudiosos sostenga que el Corpus dionysianum sería en realidad obra de un monje siríaco del siglo VI. En cualquier caso, es un hecho que ni la revelación neotestamentaria ni los primeros cristianos hasta el siglo IV hablan de la asunción de María al cielo. La cosa es ciertamente extraña. ¿Un hecho de tal magnitud no debería haber entrado en la predicación de los apóstoles? Y, sin embargo, de él no hay ninguna huella ni en los Hechos de los Apóstoles ni en la predicación oficial de la Iglesia primitiva. Y, sin embargo, esta fe tan tenaz desafió siglos y milenios hasta ser consagrada como dogma de fe por Pío XII en 1950.
----------¿Qué importancia o interés tiene la asunción de María para nuestra salvación? Constituye un motivo de júbilo, de estímulo, de consuelo y de esperanza para nuestra salvación y resurrección gloriosa. El saber que María ha sido salvada y glorificada de manera tan maravillosa, y al mismo tiempo saberla nuestra abogada e intermediaria, bajo Cristo ante el Padre en el Espíritu Santo, para nuestra salvación, es motivo que robustece nuestra fe y nuestra gratitud a Dios, nuestra voluntad de hacernos santos y de responder plenamente a la voluntad de Dios, de estar totalmente a su servicio para su gloria y la salvación de los hermanos.
----------El dogma de la Asunta presenta una particular dificultad, que consiste en la obligación que nos viene hecha de imaginar y representar ese cuerpo femenino, del cual la castidad nos ordena, en determinadas circunstancias, desviar la mirada. Pero el dogma, en cambio, nos concede la gracia de contemplarlo con pureza de corazón. Por otra parte, este dogma es motivo de orgullo para la mujer, que no debe avergonzarse de su cuerpo; ocultarlo sí, pero solo para impedir la concupiscencia masculina. En cambio, a la luz del edén y en la gracia de Cristo puede mostrarlo como signo y expresión de su espiritualidad.
----------El misterio de la Asunta es rico de enseñanzas que nos ayudan a obrar la conciliación entre elementos, principios, inclinaciones y factores que en la vida presente se encuentran en conflicto entre sí, provocándonos vergüenza, sentimientos de culpa remordimientos, irritación, disgusto y sufrimiento (hasta hacer estallar en un grito a san Pablo Apóstol: "¿quién me librará de este cuerpo destinado a la muerte?", Rm 7,24), estimulándonos a la impiedad y a la blasfemia y sin saber cómo conciliar.
----------En efecto, María Santísima, con el perfectísimo equilibrio de su persona, con la perfecta conciliación en ella se da de la carne y del espíritu, del sentido y del intelecto, del instinto y de la voluntad, de la desnudez y del atuendo, de la fruición y de la renuncia, de la relación del varón con la mujer, nos muestra con la maravilla de su asunción al cielo cuál es la conciliación entre el estado edénico, el actual estado de naturaleza caída y redimida, y el futuro estado de naturaleza resucitada y gloriosa.
----------En la vida presente, por cierto, no sabemos cómo conciliar el espíritu con la carne, el placer físico con el placer espiritual, la desnudez con el atruendo, el varón con la mujer. La meditación y la imitación del misterio de la Asunta nos iluminan sobre el significado de estos valores, y nos muestran cómo armonizarlos, cómo ponerlos de acuerdo, en esa síntesis que corresponde a la voluntad divina originaria, redentora y escatológica para la unidad interior y exterior de nuestra personalidad hecha de espíritu y de cuerpo, para la concordia de la sociedad hecha de varones y de mujeres y para nuestra comunión con Dios creador, redentor, salvador y glorificador de nuestra alma y de nuestro cuerpo.
----------Además, el dogma de la asunción desmiente la antigua convicción pagana —presente también en el hagiógrafo de la Biblia— según la cual el cuerpo femenino es un cuerpo masculino defectuoso, de modo que, puesto que en la resurrección gloriosa no habrá defectos, la mujer debe convertirse en varón. Por el contrario, el dogma muestra claramente que el cuerpo femenino posee perfecciones, por ejemplo las mamas, que el varón no tiene. Nuestra Señora en el cielo es más que nunca mujer, incluso mejor de lo que lo ha sido en la tierra.
----------Además, la igual dignidad y mutua reciprocidad del cuerpo masculino y femenino enseñadas por el dogma ya habían sido enseñadas por los avances de la biología, que en el siglo XIX descubrió en el óvulo femenino la contribución esencial propia de la mujer a la constitución ontológica del hijo. En precedencia, de hecho, ignorando dicha contribución, se creía que en la generación el individuo entero procedía del varón, mientras que el útero femenino se limitaba a desempeñar la función meramente pasiva de un vaso que fuera llenado por aquello que procedía del varón, es decir el individuo entero que se pensaba ya todo implícita y microscópicamente presente en el semen masculino.
----------Por otra parte, el hecho del dominio del varón sobre la mujer, y por tanto la tesis de la inferioridad de la mujer, eran considerados cosas naturales y no se había prestado atención al hecho de que en realidad son consecuencias del pecado (Gn 3,16) y no fueron en absoluto queridas por Dios en el plan originario de la creación, que en cambio preveía la unión de tal modo que se formara una sola carne.
El viviente mortal y el viviente inmortal
----------Para saber si María ha dejado este mundo muriendo o de otro modo, debemos recordar qué cosa es la muerte. Ella es la cesación o la pérdida de la vida en la sustancia material viviente, compuesta de alma y cuerpo, planta, animal y hombre. Es el momento en el cual el cuerpo, corrompido o por un motivo traumático o por enfermedad o por vejez, ya no es animable ni gobernable por el alma, por lo cual ésta cesa de informarlo y de animarlo, por lo cual el cuerpo se disgrega, se desorganiza, se descompone, se disuelve en sus elementos químicos que lo componían y lo organizaban.
----------Al arribarse al momento de su muerte el viviente pierde su existencia, ya que para el viviente el existir coincidía con su vivir, por lo cual de un difunto decimos que ya no está, ya no existe, aun cuando su alma continúa viviendo sin el cuerpo. Pero el alma no es el hombre o la persona; es sólo una parte de la persona. Permanecen eventualmente el cadáver o, en todo caso, en el caso de que el cuerpo haya sido desmembrado o despedazado, permanecen las partes de su cuerpo o, en el límite, quedan algunas reliquias o los componentes químicos de su cuerpo, aquella materia que la Biblia llama "polvo".
----------La cuestión de la muerte concierne evidentemente a los vivientes, ya que la muerte es el fin de la vida. No es la simple ausencia de vida. Es verdadero que una piedra o un átomo no vive, pero no decimos que esté muerto, porque no ha perdido la vida: no la posee por esencia. La vida está allí donde en la sustancia material está el alma: en las plantas, en los animales y en el hombre. Pero ella existe aún más en los espíritus: en la misma alma espiritual, en los ángeles y en Dios.
----------Sin embargo, la vida y el alma que es su principio en los vivientes infrahumanos es mortal; en cambio, donde está el espíritu la vida es inmortal. En el hombre muere el cuerpo. Pero no el alma. El alma de los vivientes infrahumanos, que no es espiritual, sino materia sutil, surge o se alza de la materia, es mortal y se extingue en el momento de la muerte volviendo a la materia de la cual proviene. Se puede decir que el alma de los entes vivientes infrahumanos es inmaterial, por su sutileza respecto a la materia densa de los no vivientes, pero no es espiritual. Se asemeja al espíritu por su poder de organizar la materia densa, pero ella misma no asciende al nivel del espíritu. El lobo conoce al cordero como cordero, pero no es capaz de formar el concepto de cordero, es decir, de abstraer la esencia universal del cordero singular. La gnoseología de Ockham y de Hume describe el conocimiento animal, no el humano.
----------Propiedad tanto del alma humana como de la infrahumana es la de ser un principio activo, directivo e informante que da vida al cuerpo, lo organiza y hace realizar a la materia actividades que por sí misma no sería capaz de realizar. Hay, sin embargo, una diferencia esencial entre el alma humana y la infrahumana, y es que mientras la primera es espíritu y por tanto inmortal, la segunda no es completamente independiente de la corporeidad, sino que pertenece al mundo de los cuerpos, aunque se asemeje al espíritu en la actividad vital. Por eso ella tiene una existencia limitada en el tiempo, mientras que el alma humana, aunque ejerza una actividad vivificante limitada en el tiempo, perdura para siempre.
----------Por tanto, lo espiritual es inmaterial; pero no siempre lo inmaterial es espiritual. Y esto porque la realidad creada está dividida en dos clases de entes: los cuerpos, hechos de materia y forma, y los espíritus, que son puras formas, los ángeles. En medio está el hombre, que está compuesto de espíritu y cuerpo. Y esta división de entes es también dogma de fe definido por el Concilio Lateranense IV de 1215 (Denz. 800).
----------Los vivientes materiales, a excepción del hombre, parecerían ser una tercera categoría entre los cuerpos y los espíritus, por lo que lo inmaterial parecería interponerse entre lo material y lo espiritual. En cambio, aunque lo inmaterial parezca tener afinidad con el espíritu, debe ser remitido a lo material, es decir, a lo corpóreo. Es, sin embargo, un corpóreo sutil que domina lo corpóreo denso.
----------Aquí tenemos la sustancia compuesta, mientras que el espíritu es sustancia simple. Ahora bien, siendo la muerte descomposición de lo compuesto, he aquí por qué las almas infrahumanas son mortales, mientras que el alma humana es inmortal. Sin embargo, el hombre muere porque una parte de su ser es material.
----------El alma humana es inmortal; la de los animales y de las plantas es mortal. ¿Qué significa esta tesis? Es una tesis filosóficamente demostrable, pero también es dogma de fe definido por el Concilio Lateranense V de 1513. Significa que el alma humana, al momento de la muerte, no sigue, como en los animales y las plantas, el destino del cuerpo que se disuelve, sino que mantiene intacto su ser, sobrevive a la muerte del cuerpo y continúa existiendo o subsistiendo para siempre por sí misma, por el momento separada e independientemente del cuerpo que se ha disuelto, pero, como enseña el Concilio Lateranense IV de 1215, a la espera de retomar su propio cuerpo en la Parusía de Cristo.
----------Así, de hecho, se expresa el Concilio Lateranense IV: "Cristo vendrá al fin del mundo para juzgar a los vivos y a los muertos y para dar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos como a los elegidos, los cuales todos resucitarán con ese mismo cuerpo que tienen ahora" (Denz. 801).
----------Por tanto, las almas de los difuntos, estén en el paraíso o en el infierno o en el purgatorio, están en espera de retomar su propio cuerpo al fin del mundo. De aquí vemos cómo la tesis de Rahner según la cual todos en el momento de la muerte somos asuntos al cielo como la Virgen María es absurda y herética. Absurda, pues, si la asunción al cielo en alma y cuerpo ocurre inmediatamente tras la muerte, ¿qué hace el cadáver en el sepulcro y qué sentido tiene el culto de los muertos? Herética, porque la asunción de María es un privilegio único de Nuestra Señora. Si fuera suerte común, ¿qué necesidad había de definir un dogma expresamente para María? Y, además de esto, ¿qué es del purgatorio, que es un período de purificación y de expiación del alma en espera de subir al paraíso?
----------En el caso único de María el concepto de muerte debe adaptarse a su caso. Su muerte, de hecho, no tiene todas las características de la muerte. De aquí la incertidumbre y los contrastes entre mariólogos sobre si María ha muerto o no ha muerto. Por esto algunos prefieren hablar de dormición en lugar de muerte. Pero tampoco este término parece adecuado, porque dormir supone un cierto período de tiempo en el que se duerme. En cambio María pasó directamente de esta vida al paraíso sin un intervalo de tiempo, sino en un instante. Su corazón no dejó de latir, sino que se transfiguró en el corazón del cuerpo glorioso.
----------Que el curso de la vida terrena de María haya tenido un término, esto, en cualquier caso, hace pensar en la muerte. Por lo demás, ¿podría haber vivido para siempre aquí abajo? Por tanto María, por voluntad de Dios, ha asumido bajo este punto de vista las consecuencias del pecado, aunque inmaculada. Pero permanece misteriosa la causa de la interrupción del curso de su vida. No puede haber sido un término causado por la corrupción de la naturaleza, sino causado directamente por el mismo Dios.
----------Asimismo no podemos imaginarnos a la Santísima Virgen María morir en la decadencia de la vejez. Nada excluía que ella pudiera morir por una causa traumática, como le sucedió a nuestro Señor Jesucristo. No sabemos a qué edad murió. La encontramos en el cenáculo con los apóstoles el día de Pentecostés y ciertamente debía tener una edad avanzada. No sabemos, sin embargo, a qué edad. No conviene pensar que haya conocido la decadencia de la vejez.
----------María ha sufrido algo similar a la muerte, pero al mismo tiempo algo más cercano a la vida. No hubo una separación del alma del cuerpo. El alma ha permanecido unida al cuerpo, pero ha habido solo un cambio instantáneo de condición espiritual: el pasaje del ejercicio de la fe a la visión beatífica. Lo que comúnmente ocurre a cada persona que muere en gracia, es decir, la adquisición de la visión por parte del alma separada, el alma de María lo ha adquirido continuando a animar el cuerpo. Dios le ahorró la corrupción física que conduce a la muerte así como los sufrimientos que ordinariamente preceden a este evento.
----------Un misterio es también el vestido con el que María estaba revestida al momento del tránsito (particularmente conmovedora es la reliquia del cinturón que María dejó al apóstol Tomás y que se conserva en la catedral de Prato). ¿Qué ha sido luego en el cielo de aquel vestido? ¿Es posible que haya subido al cielo con ese vestido? ¿O habrá asumido una nueva vestidura? Por otra parte, no podemos imaginarnos a María sin ningún vestido, aunque el atuendo esté ligado a la naturaleza caída.
----------La vestidura, como nos dice san Pablo Apóstol, es también símbolo de la gracia. En tal sentido resulta espontáneo pensar en María revestida de Cristo, como se expresa san Pablo.
----------Existe una bella tradición pictórica, piénsese por ejemplo en Tiziano, que nos muestra a María subir al cielo envuelta en espléndidas vestiduras. Pero está claro que aquí no logramos salir de esta representación. Lo que efectivamente ha sucedido con María, para nosotros es un misterio, porque es ridículo imaginar a un bienaventurado en el cielo con el mismo vestido que usaba aquí en la tierra. Por otra parte, el vestido nació como protección contra la concupiscencia consecuente al pecado original. Pero ¿qué sucede cuando la existencia es la de la inocencia edénica?
Estimado Fr. Filemón de la Trinidad,
ResponderEliminarhe leído con verdadero agrado el primer artículo de su serie sobre el Tránsito de la Virgen María en linumfumigans.blogspot.com. Su exposición conjuga admirablemente la riqueza patrística del tema con la delicadeza devocional que requiere un misterio tan entrañable. La claridad de sus referencias y la armonía de su prosa invitan tanto al estudio riguroso como a la contemplación reverente.
Le doy las gracias por este valioso aporte al acervo mariano de la red. Espero con interés las próximas entregas y ruego a Nuestra Señora que bendiga su labor de difusión y meditación.
Atentamente,
Domna Mencía
Estimada Domna Mencía,
Eliminaragradezco de corazón sus generosas palabras y su aprecio por esta humilde labor. Que la Santísima Virgen nos alcance a ambos la gracia de vivir siempre más unidos a su Hijo, y que Ella bendiga abundantemente sus intenciones.
Padre Filemón… gracias por traer estas páginas sobre la Virgen justo en estos días… antes de la Asunción… no todos saben preparar el corazón como se prepara la mesa… sin ruido… sin apuro… con lo que hay y con lo que falta… que la Señora le guarde bajo la sombra de su manto…
ResponderEliminarEstimada Rosa Luisa,
Eliminargracias por tan bella imagen y por su cercanía espiritual en estos días. Que la Señora le siga guardando y conduciendo suavemente hacia su Hijo, en el silencio fecundo de su manto.
Dignas de señalarse con las Revelaciones Celestiales de Santa Brígida que especifican el desprendimiento alma-cuerpo antes de la asunción (cap.21): "Entonces, como verdaderamente creemos que por la justicia de Dios todos los cuerpos humanos deben resucitar en el último día, para recibir con sus almas la recompensa según lo demandan sus obras (por el hecho de que, como el alma de cada uno, mediante el empleo de la voluntad había sido la iniciadora de todas las obras, así también el cuerpo unido al alma las había cumplido materialmente), por lo tanto debe creerse sin duda que, como el cuerpo del Hijo de Dios, que no pecó, resucitó de la muerte y al mismo tiempo fue glorificado con la divinidad, así también el cuerpo de su digna madre, que nunca cometió pecado, algunos días después de su entierro, por virtud y poder de Dios, fue asunto al cielo junto con su santísima alma, y glorificado junto con ella con todo honor"
ResponderEliminarAlgo similar también la beata Emmerick que en sus visiones sitúa el lugar del tránsito en Éfeso, pero el testimonio de santa Brígida, a mi parecer, es superior.
Estimado Anónimo,
Eliminaryo diría que la interpretación que hace santa Brígida de la asunción de María al cielo no corresponde a la fórmula del dogma de Pío XII:
https://www.vatican.va/content/pius-xii/la/apost_constitutions/documents/hf_p-xii_apc_19501101_munificentissimus-deus.html
En efecto, santa Brígida habla de una permanencia de la Virgen durante algunos días en el sepulcro. ¿Qué es que viene puesto en el sepulcro? No ciertamente una persona viva, en la cual el alma está unida al cuerpo, sino que se pone en el sepulcro un cuerpo que ha sido abandonado por el alma.
Ahora bien, Pío XII dice que María ha sido asunta al cielo al final del curso de su vida terrena. Esto quiere decir que entre el momento correspondiente a este término del curso y la asunción no ha habido ningún periodo de tiempo. Por consiguiente, María ha muerto sólo en cuanto ha terminado este curso, pero en este evento en María no ha jugado absolutamente ningún tipo de corrupción ni antes del término ni después. Por tanto, el alma de María no se ha separado de su cuerpo.
En efecto, esto habría ocurrido si el instante del término hubiera sido precedido por un proceso de corrupción. De hecho, la separación del alma del cuerpo ocurre en todos nosotros a causa de un precedente proceso de corrupción, que es de tal gravedad, por lo cual el alma abandona el cuerpo. Además, inmediatamente después de esta separación continúa un proceso de corrupción.
Ahora bien, el cuerpo de María nunca ha conocido ninguna corrupción y por lo tanto no se puede decir que en ella el alma se haya separado del cuerpo y por lo tanto, al no haber habido en ella ni corrupción ni separación del alma del cuerpo, en este sentido no se puede decir que haya muerto y por lo tanto no se puede aceptar la tesis según la cual ella fue depositada en el sepulcro.
Queriendo intentar reconstruir el episodio de la asunción, podríamos imaginar, como por lo demás nos sugiere una piadosa tradición, que María haya previsto el momento de la asunción, por lo cual es posible que ella haya advertido a los Apóstoles, de tal manera que ellos pudieron asistir a este prodigio único en toda la historia de la humanidad. Ella, por lo tanto, se preparó para este evento de tal manera que cuando ocurrió estaba dispuesta para recibir de Dios esta gracia especialísima, que es uno de los privilegios propios de Nuestra Señora.
Es posible que el momento de la asunción haya sido precedido por un breve intervalo de tiempo en el cual María ha dormido en un sueño místico. Habrá que decir además que el momento en que fue asunta debe haber sido un hecho que los mismos Apóstoles no fueron capaces de describir por la maravillosa trascendencia de este fenómeno sobrenatural.
Summa, IIIa, q 51, art 3
EliminarEstimado Anónimo,
Eliminarsupongo que usted me hace referencia a ese pasaje de la Summa Teológica, respecto al modo como santo Tomás dice que el cuerpo de Jesús no sufrió corrupción en la sepultura.
Ahora bien, como ya le he respondido a otro lector, es necesario entender el concepto de corrupción. Le transcribo, entonces, lo que ya he respondido a otro lector:
Cuando santo Tomás dice que el cuerpo de Jesús ha permanecido incorrupto, quiere decir, como él mismo explica, que no llegó a putrefacción. Ahora bien, es necesario tener en cuenta que los medievales no conocían aquellos que son los procesos químicos que siguen a la muerte del sujeto.
Yo he usado el término corrupción en el sentido moderno, según los datos que nos han sido proporcionados por la fenomenología, que surge de los modernos análisis químicos del cadáver. Pero incluso sin referirnos a estos datos científicos, cualquiera de nosotros, después de haberse hecho una herida de la cual salió la sangre, se da cuenta que esa sangre, ya no estando viva, es diferente, es decir, es sangre muerta, y en este sentido he hablado de sangre corrupta.
Padre Filemón: le escribe el primer Anónimo de este hilo (el del 13 de agosto de 2025, 15:53), que responde a su respuesta a mi primera intervención.
EliminarCon respecto a lo que usted me dice, sin embargo, en mi opinión una cosa no excluye necesariamente la otra ya que el texto de Munificientissus Deus se mantiene vago, tal vez para evitar polémicas estériles: "terminado el curso de su vida terrena", también recuerda cómo "los misterios de la gracia, que Dios obró en la Virgen, no deben medirse según las leyes ordinarias, sino según la omnipotencia de Dios, suponiendo la conveniencia de la cosa en sí misma, y excluyendo cualquier contradicción o repugnancia por parte de la s. Escritura", en caso de que el proceso de descomposición del cuerpo hubiera sido inhibido, no olvidemos que aquí se habla de la Madre del Verbo Encarnado, Arca de la Nueva Alianza, figura de aquella de la Antigua que pasó el Jordán a seco (Jgs 3,16). Por otra parte, no es raro que incluso para algunos santos este proceso se haya detenido milagrosamente. "Preciosa a los ojos del Señor es la muerte de sus fieles" (Sal 116,15) y ¿quién más que María? Si se dice que "sus piedras de Sión son queridas por tus siervos" tanto más a Aquel que es llamado el "salvador del cuerpo" (Ef 5,23). Un detalle interesante en el relato de la Emmerick dictado a un sorprendido Clemens Brentano, donde se dice que en el momento de las exequias "el fuego del hogar fue cubierto" por lo tanto debería excluirse el período de verano y se sabe como en ciertos períodos fríos por causas naturales el cuerpo puede incluso conservarse exento de la descomposición. Incluso hay una nueva note sobre la noche del entierro, por lo que relata: "vi de repente una gloria formada por tres Coros de Ángeles y de almas buenas que rodeaban una aparición: Jesùs Cristo, con sus Llagas resplandecientes de luz intensa estaba cerca al Alma de Maria Santissima. Los Coros angélicos estaban formados por niños, todo era indistinto ya que solo aparecía en una gran forma de luz. Vi sin embargo el Alma de la Santa Virgen seguir la Imagen de Jesús, bajar con el Hijo por la roca del Sepulcro, e inmediatamente después salir con su propio Cuerpo resplandeciente entre torrentes de viva luz, luego la vi remontar con el Señor y con toda la gloria angélica hacia la Jerusalén celestial". Al día siguiente, los Apóstoles revisaron el ataúd vacío.
Dormitio Mariae hablan los orientales: No está muerta sino que duerme, (Mc 5:39) afirma Cristo de la hija de Jairo. San Antonio de Padua comenta que para el Señor resucitar a un hombre es tan fácil como despertarlo del sueño.
Creo firmemente que María Santísima ha conocido la muerte y que Su Hijo vino a llevarla consigo al cielo donde Dios Trino ¡la ha coronado Reina del cielo y de la tierra!
ResponderEliminarEstimado José,
Eliminarel único aspecto de la muerte, que nosotros podemos admitir en María, es aquel que entra en la fórmula del dogma y es que María ha terminado el curso de su vida terrena. Por todo lo demás no podemos admitir en María el carácter de la muerte. En efecto, la muerte implica la separación del alma del cuerpo, como le ha sucedido a Jesús. En este caso hay que admitir un intervalo de tiempo entre la separación del alma del cuerpo y la resurrección del cuerpo. Por eso no podemos hablar de resurrección a propósito de Nuestra Señora, sino que tenemos el hecho único de la asunción, la cual no implica la separación del alma del cuerpo, sino el cambio de la condición terrenal a la condición celestial, por lo que el alma de María permanece unida al cuerpo.
En segundo lugar hay que considerar que, tan pronto como el alma abandona el cuerpo, el cadáver comienza a corromperse, como le sucedió al mismo Jesús. Ahora bien, el cuerpo de María, en virtud de su inmaculación, gozaba de la misma perfección del cuerpo humano del estado edénico; más aún podemos añadir que, estando llena de gracia, pudo pregustar la condición escatológica hasta esta vida.
No sea animal, el cuerpo de Jesús no ¨comenzó a corromperse¨. Es vergonzoso que un sedicente teólogo tomista escriba esta tontería.
EliminarEstimado padre Filemón, en la respuesta que usted ha dado acerca de la asunción de María en comparación con la sepultura y la muerte de Jesús, usted ha dicho que:
Eliminar"...hay que considerar que, tan pronto como el alma abandona el cuerpo, el cadáver comienza a corromperse, como le sucedió al mismo Jesús." (respuesta a José Costa)
Yo siempre tuve entendido que el cuerpo de Jesús no se ha corrompido o, como dice usted, no "comenzó a corromperse". ¿No dice algo así Santo Tomás de Aquino en la III parte, cuestión 51, artículo 3?
Estimado Dino,
Eliminares necesario entender el concepto de corrupción. Cuando santo Tomás dice que el cuerpo de Jesús ha permanecido incorrupto, quiere decir, como él mismo explica, que no llegó a putrefacción. Ahora bien, es necesario tener en cuenta que los medievales no conocían aquellos que son los procesos químicos que siguen a la muerte del sujeto.
Yo he usado el término corrupción en el sentido moderno, según los datos que nos han sido proporcionados por la fenomenología, que surge de los modernos análisis químicos del cadáver. Pero incluso sin referirnos a estos datos científicos, cualquiera de nosotros, después de haberse hecho una herida de la cual salió la sangre, se da cuenta que esa sangre, ya no estando viva, es diferente, es decir, es sangre muerta, y en este sentido he hablado de sangre corrupta.
Estimado Anónimo,
Eliminaren teología tomista, la “incorrupción” del cuerpo de Cristo se refiere a la ausencia de putrefacción, sin negar los cambios físicos inmediatos propios de todo cuerpo tras la muerte. Mi respuesta empleaba el término “corrupción” en su sentido moderno.
Saludos cordiales.
Señor Anónimo: A veces, las palabras llegan como flores… y otras como piedras... Las primeras alimentan, las segundas hieren... En estos días que nos acercan al misterio de la Asunción, me quedo con las flores, porque son las únicas que pueden adornar la mesa que se prepara para la Señora... Ojalá un día quiera usted sentarse a esa mesa, sin ruido… y sin apuro...
EliminarEstimado Fr. Filemón:
EliminarYa se sabe que todos somos “animales”, aunque —Dios nos conceda— unos más racionales que otros. Por mi parte, he supuesto que Vd. ha tomado cierto apelativo en su sentido más glorioso, tal como lo recibieron aquellos frailes predicadores llamados Domini canes, los “perros del Señor” que velaban por la grey.
A propósito, ¿he percibido bien en su respuesta —y en su lectura de Santo Tomás— ese modo tomista vivo, pedido por el Concilio, que sabe distinguir con finura el dato que aporta la ciencia experimental del que pertenece al orden filosófico en los textos del Aquinate? Me alegra pensar que sí, pues nada tendría que ver con un tomismo literalista y complaciente como el que, antes del Concilio, tanto dañó la frescura de su pensamiento.
Domna Mencía
Estimada Rosa Luisa,
Eliminarle agradezco sus palabras, que saben poner en alto la delicadeza que merece el misterio de Nuestra Señora. Que Ella nos conceda a todos sentarnos a esa mesa de la fe, donde solo tienen cabida las flores de la caridad y el silencio fecundo de la esperanza.
Estimada Domna Mencía,
Eliminarcelebro su fina alusión a los "Domini canes". En ese apelativo, lejos de toda mordacidad, hay una vocación: velar sin estrépito, discernir sin acritud, ladrar solo cuando peligra la grey y, sobre todo, guiarla hacia los pastos de la Verdad. Que el Señor nos conceda ser de esos perros fieles: atentos, sobrios y alegres en el servicio.
Por cuanto respecta al “modo tomista vivo” que usted ha reconocido, confieso que es ahí donde deseo permanecer: en esa distinción operativa —que es ya de santo Tomás de Aquino— entre lo que pertenece al orden empírico y lo que compete al filosofar. La ciencia, con su método y objeto propios, nos ofrece datos que iluminan las causas segundas; la filosofía, por su parte, interroga los principios y el sentido. Confundirlos empobrece a ambas; separarlos en hostilidad las esteriliza. El Concilio nos pidió reavivar precisamente esta sabiduría, capaz de acoger los logros de las ciencias sin abdicar de la primacía del ser y de la verdad.
En ese horizonte, la obra de Jacques Maritain me ha sido maestra. Su tomismo no se contenta con repetir fórmulas: vuelve al acto de ser, a la analogía, a los grados del saber, para dialogar sin miedo con la modernidad, para identificar los valores a aprovechar, y rechazar los errores de los cuales hay que alejarse. Allí donde otros veían amenaza, Maritain percibió ocasión: en las ciencias naturales, un llamado a afinar la noción de causalidad y de contingencia; en la estética, la posibilidad de mostrar cómo el splendor formae participa de la Belleza primera; en la filosofía política, la urgencia de defender la persona —no el individuo aislado— y el bien común en clave de humanismo integral. Nada de esto diluye a santo Tomás: más bien lo deja respirar a pulmón lleno.
Conviene decirlo con claridad: ese “humanismo integral” no canoniza modas ni relativismos. Es una fidelidad creativa que, sin renunciar al realismo metafísico, reconoce la legítima autonomía de las disciplinas y las ordena —sin confundir— hacia su fin. Por eso Maritain puede conversar con artistas, científicos y estadistas; sabe que la verdad no se enclaustra en el aula, y que la gracia no destruye, sino que sana y eleva la naturaleza.
De ahí mi reserva ante un tomismo esquelético, de museo: un conjunto de conclusiones descontextualizadas, sostenidas por manuales que ya ni siquiera interpelan los problemas reales del hombre. Ese tomismo, atado a lecturas rígidas y a veces inexactas del propio Aquinate (como el confundido Anónimo me citaba), desoye no solo el llamado del Concilio a un pensamiento vivo, sino también el magisterio que —antes y después— ha invitado a beber en las fuentes con inteligencia histórica, apertura a los progresos genuinos y rigor conceptual. Guardar el tesoro no es vitrinarlo: es hacerlo fructificar.
No propongo, claro está, sustituir una caricatura por otra. Hay esquemas “actualizadores” que, en nombre del diálogo, vacían la metafísica de su columna vertebral (he aquí Rahner, Schillebeeckx, etc.). Tampoco ahí queremos estar. Se trata, más bien, de esa senda media y exigente: conservar lo perenne, discernir lo verdadero donde aparezca, y someterlo todo al examen del ser y de la razón iluminada por la fe. Como gustaba recordar el Aquinate, no rehuir la verdad venga de quien viniere.
Si, como usted sugiere, compartimos este programa —distinción sin divorcio, diálogo sin claudicación, tradición sin inmovilismo—, me doy por bien entendido.
Es indiscutible que María está muerta.
ResponderEliminarEstimado Jorge,
Eliminarel término "muerte" representa una síntesis de elementos según los cuales, si esta síntesis no es completa, no se puede hablar de muerte en sentido pleno. Fundamentalmente la muerte comporta dos cosas: el cese de la duración de la vida terrena y la separación del alma del cuerpo, por lo cual desde el primer instante de esta separación comienza el proceso de corrupción, de descomposición y de disolución del cadáver. Ahora bien, del dogma resulta que "la Virgen María, ha completado el curso de su vida terrena". En este mismo instante, sin intervalos de tiempo "fue asunta a la gloria celestial en alma y cuerpo". Esto quiere decir que en María, no habiendo habido ningún intervalo de tiempo entre la cesación y la asunción, no ha iniciado en su cuerpo el más mínimo proceso de corrupción. En este sentido ella no está muerta, ya que la muerte conlleva la mencionada corrupción. Su alma, por lo tanto, no ha abandonado el cuerpo, sino solo la condición terrenal, y de esta condición ha pasado a la condición celestial. Considerando estas cosas, tampoco parece adecuada la teoría oriental de la dormición (uspensky), por el hecho de que dormir implica una duración temporal, mientras que, según el dogma, María, terminado el curso de su vida terrena, ha ascendido inmediatamente al cielo, sin ningún intervalo de tiempo intermedio.
Muerte en sentido pleno, como la de Jesús.
EliminarEl padre Angel Bellon dice lo mismo.
EliminarDice lo mismo san Juan Pablo II: "Al pasar por la suerte común de los hombres, Ella es capaz de ejercer con más eficacia su maternidad espiritual hacia aquellos que llegan a la hora suprema de la vida".
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarlo que usted dice no es verdad. Si usted relee lo que he dicho sobre la muerte, se dará cuenta de que solo Jesús ha muerto en sentido pleno como nosotros morimos. Es decir en Cristo el alma se ha separado del cuerpo, como consecuencia de los traumas mortales recibidos. Después de la muerte su alma descendió al infierno y el cuerpo permaneció en el sepulcro. Al tercer día resucitó. Nada de esto le sucedió a la Virgen María.
Estimado Jorge,
Eliminarpor cuanto respecta a lo que usted me cita de san Juan Pablo II, el Santo Pontífice está aquí haciendo un discurso general, sobre el cual no hay nada que decir. De hecho, el Papa no desciende a detalles. Si lo hubiera hecho, habría dicho lo que he dicho yo, lo cual resulta de manera evidente de un simple examen de los hechos y del dato de fe.
Padre Filemón: Jesús murió en sentido pleno como María. Que María no haya descendido a los infiernos no tiene nada que ver, esto solo es posible para Cristo Dios.
EliminarPadre: Jesús resucitado tiene un cuerpo espiritualizado.
EliminarPadre Filemón: Usted se ha equivocado en todo. Actualice su obsoleta teología.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarla muerte en Cristo fue causada por la violencia sufrida. María no sufrió ninguna violencia. Tenga en cuenta también que la muerte, en la vida presente, llega después de un período de decadencia física. En cambio, el cuerpo de María nunca ha estado sujeto a ninguna decadencia física. Además, como ya he dicho, mientras que en el caso de Cristo su cuerpo comenzó a corromperse desde el primer instante en que su alma se separó del cuerpo, el cuerpo de María no ha sufrido ninguna corrupción. Lo cual significa que, cuando terminó el curso de su vida terrena, su cuerpo no se ha separado de su alma, sino que continuó siendo vivificado por el alma. Por consiguiente, lo que ha cambiado en María, en el momento de la asunción, ha sido su condición terrenal, que se ha transformado en una condición celestial. Tenga presente por último que la asunción de María al cielo en alma y cuerpo es dogma de fe, por lo cual en ella el alma no se ha separado del cuerpo, como sucede en la muerte, sino que ha permanecido unida al cuerpo. Se puede decir que María ha muerto, pero solo en el sentido de que terminó el curso de su vida terrena, pero, como ya le he dicho, en ella faltan los elementos de corrupción, que son esenciales para un concepto de muerte en pleno sentido.
Estimado Jorge,
Eliminarle ruego tomar nota serenamente de lo que le he explicado acerca del significado del dogma, porque esto da al alma una gran alegría y una gran esperanza. Renuncie por consiguiente, a cualquier injusta acusación, porque denota un ánimo maligno, incapaz de verdadero diálogo y en condiciones de poner en peligro su propia salvación. Quizás usted imita a alguien, pero le invito a razonar con su cabeza. Por eso no vuelva más sobre estas cosas, repitiendo un estribillo inútil.
Tanto la muerte de Cristo como la de Maria no acarrearon corrupcion. En el caso de Cristo, su cuerpo incorrupto, muerto, permaneció unido a la naturaleza divina; en el caso de María, su cuerpo resucitó inmediatamente, sin solución de continuidad. “No me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu Siervo ver la corrupcion”
ResponderEliminarEstimado señor: Coincido, por supuesto, en que ni en Cristo ni en María se dio corrupción alguna. Sin embargo, la distinción que a mi entender el padre Filemón intentaba subrayar es otra: en el Señor hubo verdadera muerte —separación real del alma y el cuerpo— aunque sin corrupción del cuerpo, y con la unión hipostática intacta; en la Señora, en cambio, la tradición que se ha recogido en el artículo entiende que no hubo tal separación, sino tránsito y asunción, preservada de la experiencia misma de la muerte como ruptura del compuesto humano.
EliminarLa afirmación de que el cuerpo de María “resucitó inmediatamente” describe un dato que, si bien encuentra eco en algunos textos piadosos, no es un punto definido dogmáticamente ni unánimemente atestiguado en los Padres; de ahí la necesidad de precisar qué se entiende por "tránsito" y en qué sentido se distingue de la muerte común.
En ambos casos —Cristo y María— es cierto que puede aplicarse el versículo: "Non dabis Sanctum tuum videre corruptionem". Pero las razones teológicas de esa incorruptibilidad difieren: en Cristo, por la unión de la naturaleza humana a la Persona divina; en María, por un privilegio singular, como primicia de la redención perfecta.
Procuremos, pues, no borrar esas diferencias bajo fórmulas demasiado rápidas, para que la fe pueda gozar de toda la riqueza de los misterios y no se reduzca a un esquema único que, aunque bienintencionado, empobrece la contemplación.
Estimado Teólogo,
Eliminartenga presente que la muerte consiste en el hecho de que el alma suspende la actividad vivificante del cuerpo. Es esta actividad la que mantiene incorrupto el cuerpo. Pero, tan pronto como el alma abandona el cuerpo, comienza el proceso de corrupción.
Si usted, por ejemplo, se hace una herida y sale sangre, se dará cuenta de que esta sangre, ya no animada por el alma, se corrompe inmediatamente.
Ahora bien, ciertamente el cuerpo de Jesús muerto no sufrió corrupción de modo macroscópico, pero recordemos que también este cuerpo santísimo, inmediatamente después de la muerte, fue también sujeto al proceso normal de corrupción. Lo que podemos decir es que este cuerpo fue inmediatamente objeto de un cuidado premuroso, adecuado para conservarlo, y además, en estas condiciones, ha permanecido en el sepulcro durante tres días, desde el viernes por la tarde hasta el domingo al alba.
Ciertamente el cuerpo de Jesús ha permanecido unido a la naturaleza divina, pero esta unión no ha impedido el proceso de corrupción al que me he referido anteriormente. En efecto, la naturaleza divina no desempeña la función vivificante propia del alma humana creada, sino que ha permanecido unida al cuerpo en base a la unión hipostatica. Y lo mismo se debe decir del alma humana de Jesús, la cual también ha permanecido unida hipostaticamente a la Persona del Verbo, incluso durante su descenso a los infiernos.
De una manera diversa Dios ha dispuesto para Nuestra Señora.
Propiamente hablando el cuerpo de María no ha resucitado, porque la resurrección es el hecho de que el alma separada retoma su cuerpo o se reúne con su cuerpo. Pero no ha sucedido así con María.
Por tanto, propiamente hablando, no ha resucitado, sino que, precisamente como dice el dogma "fue asunta alma y cuerpo al cielo". ¿Qué significa "alma y cuerpo"? que no se separaron, sino que permanecieron unidos.
Por lo tanto, en cuanto a esta unión, en María ha ocurrido simplemente un cambio en el estado de su vida, porque en ella la unión alma-cuerpo ha pasado de la condición terrenal a la condición celestial.
Querido padre Serafín,
Eliminarestoy sin más de acuerdo con sus palabras de comentario a lo que he dicho yo.
Padre Filemón: Todos, precisamente todos, en el momento de la muerte, se "revisten" con un cuerpo espiritual que tiene las mismas características del cuerpo glorioso de Cristo, así fue para María y así es para los que son salvados.
ResponderEliminar" ... cuerpo íntegro, espiritualizado, eternamente joven, luminoso, hermoso."
Eliminar" ... de poner en peligro su propia salvación.". Ciertamente no es usted quien decide quién se salva y quién se pierde 🙂
EliminarSan Pablo: "cuerpo espiritual"
Eliminar"La verdad sobre el juicio particular, que ocurre inmediatamente después de la muerte, ya está presente en el Antiguo Testamento. Por ejemplo: "Es fácil para el Señor en el día de la muerte devolver al hombre según su conducta" (Sir 11,26).
EliminarPara el Nuevo Testamento te recuerdo lo que dijo Jesús en la palabra del rico epulón y del pobre Lázaro: "Un día el pobre murió y fue llevado por los ángeles junto a Abraham. Murió también el rico, y fue sepultado. Estando en el infierno entre los tormentos..." (Lc 16,22-23).
Como se ve, la retribución se presenta como ocurrida inmediatamente después de la muerte y esto supone el juicio.
Por lo demás, las frecuentes llamadas que Cristo dirige a los discípulos sobre su repentina e inesperada venida en la cual pedirá cuentas de su propia vida suponen claramente esta verdad.
En la carta a los Hebreos se afirma explícitamente: "Y como para los hombres está establecido que mueran una sola vez, después de lo cual viene el juicio" (Hb 9,27)." Padre Angel Bellon
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
EliminarBeda el Venerable dijo que hay dos revelaciones: una es la naturaleza.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarle hago notar que todos los dogmas tienen una relación con nuestra salvación. Por eso el concepto de muerte, que resulta del dogma de la Asunción, debe ser recibido con esa exactitud, que yo le propongo, porque es solo en estas condiciones que nosotros percibimos la verdad del dogma y, aceptando esta verdad, tenemos la posibilidad de ponernos frente a nuestra propia muerte en esa actitud que corresponde a la concepción cristiana de la muerte y por consiguiente tenemos la posibilidad de afrontar nuestra muerte, según la voluntad de Cristo y el ejemplo de la Virgen María.
En ningún momento el dogma definido dice que la asunción se produjo inmediatamente” como interpreta Filemón. Pio Xii tuvo buen cuidado en no intervenir en la discusión entre dormicion o muerte.
ResponderEliminarEstimado Señor: Cierto es que Munificentissimus Deus no define la cronología del tránsito de María en términos de “inmediatez” o “mediación” temporal; y que, deliberadamente, Pío XII evitó zanjar la disputa entre quienes afirmaban la dormición y quienes postulaban una muerte estricta.
EliminarPero me parece que la exposición del eximio Padre Filemón no pretendía suplir el silencio del dogma, sino expresar —siguiendo una línea patrística y litúrgica que es muy familiar a los teólogos versados— que la incorruptibilidad de María se manifestó sin lapso de espera: su cuerpo glorificado no conoció el estado de cadáver. Esta es una opinión venerable, mantenida en Oriente y Occidente, aunque no impuesta como única.
En este sentido, al decir “inmediatamente” no se reclama una definición magisterial inexistente (lo que no quiere decir que no exista doctrina dogmática), sino que se subraya el contraste con el Señor: Él asumió voluntariamente la experiencia real de la muerte y la permanencia en el sepulcro, mientras que a Ella se le concedió, como privilegio singular, ser asunta sin que la corrupción tuviese ocasión de iniciarse.
Por tanto, no hay aquí contradicción con el texto pontificio, sino una opción interpretativa dentro del margen que la misma Constitución Apostólica deja abierto.
Estimado Teólogo,
Eliminarcuando yo decía que la asunción tiene lugar inmediatamente después del término de la vida terrenal, no excluía la posibilidad de una cierta evolución o transformación, como dice san Pablo en 1 Cor 15,51.
Es posible que el cuerpo de María haya evolucionado de alguna manera desde la condición terrenal a la celestial en una cierta duración temporal.
En cambio, quise decir que al final de la vida terrena el alma de María permaneció unida al cuerpo, por lo que la asunción no ocurrió después de un intervalo de tiempo, sino de manera inmediata, porque, si admitimos un intervalo de tiempo, deberíamos suponer que el alma, separada del cuerpo, tuvo que esperar de alguna manera antes de recuperar su cuerpo.
Pero eso significaría no la asunción, sino la resurrección.
Querido padre Serafín,
Eliminarsu intervención me estimula a tocar dos puntos.
Primer punto. Pío XII no usa el adverbio "inmediatamente", pero creo que es necesario usarlo para entender lo que el Papa entiende decir. En efecto, si hubiera sido asunta mediatamente tendríamos que admitir un intervalo de tiempo entre la condición terrenal y la celestial. Pero, ¿qué sentido tendría este intervalo de tiempo? Nada nos empuja a una hipótesis de tal género.
Menos que nunca podríamos imaginar un intervalo de tiempo entre la condición del alma separada y el reencuentro con su cuerpo, como sucederá para nosotros.
Por eso creo que sea necesario el uso de este adverbio para entender lo que ha querido decir el Papa, es decir, que en María el alma no se ha separado del cuerpo, sino que unida al cuerpo ha sido asunta al cielo sin intervalos de tiempo y por tanto inmediatamente.
Segundo punto. Por cuanto respecta a la famosa teoría de la dormición, yo creo que la única concepción posible, de esta así llamada dormición, es el hecho de que María tuvo el presagio de su inminente asunción y, en preparación a ella, haya tenido cuidado de prepararse y se haya sumergido en un sueño místico, que ha terminado con el momento de su asunción.
Entendiendo de este modo la dormición, ella no se contrapone a la tesis de que María haya muerto, pero siempre y cuando se tengan en cuenta las precisiones que he hecho en mis precedentes escritos respecto al concepto de muerte.
Es decir, María murió según una forma especialísima de muerte que, aunque correspondiendo al término de la vida terrena, carece de los elementos de corrupción de la muerte, que son propios para cada uno de nosotros y lo fueron para el mismo Jesucristo.
“pone en peligro la propia salvación” jaja ahora terrorismo teológico con quienes discrepan
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarcomprendo su reserva respecto al juicio particular sobre la salvación de cada alma. Jamás he pretendido arrogarme esa potestad —solo Dios conoce los corazones— sino señalar que todo dogma, por su propia naturaleza, apunta a la vida eterna.
Cuando insisto en que una comprensión imprecisa del misterio puede “poner en peligro la propia salvación”, me refiero a esto: si distorsionamos la verdad revelada —en este caso, la distinción entre la muerte de Cristo y el tránsito de María—, corremos el riesgo de debilitar nuestra esperanza y de vivir con una fe vacilante. Es la fe misma, no mi voz, la que invita a custodiar con exactitud los misterios de la redención, porque en ellos hallamos el aliento que sostiene el alma ante la prueba final.
No descalifico a quien discrepa, sino que recuerdo la responsabilidad de acoger con precisión el tesoro de la Iglesia. Ninguna advertencia teológica pretende amedrentar al fiel, sino empujarlo a abrazar con valentía y claridad los dones de la gracia.
Le aconsejo leer esta entrevista al cardenal Biffi, Lecciones sobre el Más allá.
ResponderEliminarhttps://www.internetsv.info/ULife6.html
Ha olvidado el consejo que le he dado ... me reconozco una cualidad: nunca me ofendo. 🙂
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarpor otra parte, y antes de seguir adelante con este diálogo, respóndame: ¿qué tiene que ver el "cuerpo espiritual", según san Pablo, que usted repetidamente trae a colación?
No hay peor sordo que el que no quiere oír. 🙂
EliminarTodos tenemos que aprender siempre... tú también.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminaren lugar de referirse a estas lecciones del Card. Biffi de manera genérica y con el fin de poder continuar fructíferamente nuestra discusión, le pediría que extrajese de estas lecciones del Cardenal algún argumento que, a su juicio, usted considere pueda servir como objeción o crítica a lo que le he dicho.
No tienes la ciencia infusa. 🙂
EliminarHasta mañana!
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarle dejo ahora una breves reflexiones para que usted las tenga en cuenta.
Lo que usted dice no corresponde en absoluto a la doctrina de la Iglesia, tal como resulta de las enseñanzas del Concilio Lateranense IV de 1215 y de Benedicto XII de 1336. Estos mismos dogmas los podrá encontrar también en el Catecismo de la Iglesia Católica.
Por el contrario, la doctrina según la cual todos en el momento de la muerte seguiremos las condiciones de la Virgen es contraria a la fe y por lo tanto el buen católico debe rechazarla absolutamente.
Estimado Jorge,
Eliminaresas palabras del Señor, que usted cita, «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso», se refieren a la promesa hecha al buen ladrón, que dentro de poco tiempo su alma ascendería al paraíso. En cuanto a Cristo, es cierto que su alma, después de la muerte, descendió al infierno, pero recordemos que él, como Dios Salvador, tenía la visión beatifica y con su muerte abrió las puertas del paraíso. Por lo tanto, el buen ladrón no descendió al infierno, porque Cristo con su muerte sacó a los justos de los infiernos y los llevó al cielo, mientras que los injustos cayeron en el infierno. A partir de ese momento se cerraron los infiernos y se inauguraron el paraíso, el infierno y el purgatorio para las almas humanas, en vista de la futura resurrección.
Estimado Jorge,
Eliminarpor cuanto respecta a la cita de San Beda que usted me nace, evidentemente San Beda, hablando de la naturaleza, usa la expresión Revelación en un sentido traslaticio, ya que él, como Doctor de la Iglesia, sabía muy bien que para el conocimiento de la naturaleza es suficiente la razón, mientras que la Revelación divina en sentido propio contiene verdades que sobrepasan la capacidad de la razón y son objeto de fe.
Mi teología es muy diferente a la tuya.
EliminarNo quiero contradecirte para no escandalizar a tus lectores.
EliminarDENZ.-SCH. 3016
EliminarEstimado Jorge,
Eliminaryo me atengo al magisterio de la Iglesia. Por eso, si me contradice, usted no es diferente, sino que se equivoca. Para ser legítimamente diferente, es necesario que usted se mantenga en el cauce de la doctrina de la Iglesia.
Estimado Jorge,
Eliminar¿por qué motivo me ha señalado ese número del Denzinger?
La comprensión de la Revelación crece y, por tanto, también la teología y la doctrina de la Iglesia.
EliminarEstimado Jorge,
Eliminarsobre eso no hay ninguna duda: "La comprensión de la Revelación crece y, por tanto, también la teología y la doctrina de la Iglesia". Sin embargo, ten en cuenta que este progreso no debe ser entendido a la manera modernista, en el sentido de que cambien los significados de los dogmas, sino que se trata de un conocimiento cada vez más avanzado de las mismas verdades, que Cristo entregó a los Apóstoles. Por tanto, junto al deber de progresar en este conocimiento, está el de conservar intacto el depósito de la fe.
Padre, no olvidemos que la Iglesia, comunión viva en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo, en las Escrituras, que él inspiró, en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales, en el Magisterio de la Iglesia.
EliminarPersonalmente creo que la Madre de Dios fue llevada al cielo cuando estaba viva. Por supuesto que en la escuela, con mis alumnos digo que la Iglesia no se ha expresado sobre el hecho de que la Virgen haya subido al cielo muerta o viva.
EliminarÉl asiste, en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y símbolos en los que el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo, en la oración, en la que intercede por nosotros, en los carismas y ministerios por medio de los cuales se edifica la Iglesia, en los signos de vida apostólica y misionera, en el testimonio de los santos, en el que manifiesta su santidad y continúa la obra de salvación.
EliminarErróneo
EliminarCristo murió, es absurdo y no tiene sentido que María no haya muerto.
Eliminar"Jesús era inmaculado y santísimo y pasó por la muerte, destino de todos los hijos de Adán, puerta y parto necesarios para la inmortalidad. María es el modelo de todos aquellos que han sido rescatados por Cristo a través de su muerte y resurrección. También María, que se unió a Él en el Calvario, se habrá configurado a Él en la muerte y en la resurrección. Como ella, sin pecado, pasó por dolor, angustia y persecución, habrá pasado también por la prueba más grande, la muerte corporal, sin que con esto se afirme que su cuerpo haya sufrido la descomposición."
Eliminar"Pío XII, sin embargo, no intentó negar el hecho de la muerte, sino solamente no juzgó oportuno afirmar solemnemente, como verdad que debía ser admitida por todos los creyentes, la muerte de la Madre de Dios.
EliminarAlgunos teólogos, en verdad, han sostenido la exención de la Virgen de la muerte y su paso directo de la vida terrena a la gloria celestial. Sin embargo, esta opinión es desconocida hasta el siglo XVII, mientras que en realidad existe una tradición común que ve en la muerte de María su introducción a la gloria celestial.
¿Es posible que María de Nazaret haya experimentado en su carne el drama de la muerte? Reflexionando sobre el destino de María y sobre su relación con el divino Hijo, parece legítimo responder afirmativamente: dado que Cristo murió, sería difícil sostener lo contrario para la Madre.
En este sentido han razonado los Padres de la Iglesia, que no han tenido dudas al respecto. Baste citar a san Jacobo de Sarug (+ 521), según el cual «el coro de los doce Apóstoles», cuando para María llegó «el tiempo de caminar por el camino de todas las generaciones», es decir, el camino de la muerte, se reunió para sepultar «el cuerpo virginal de la Bendita» (Discurso sobre la sepultura de la Santa Madre de Dios, 87‑99 en C. VONA, Lateranum 19 [1953], 188).
San Modesto de Jerusalén (+ 634), después de haber hablado ampliamente de la «beatísima dormición de la gloriosísima Madre de Dios», concluye su «encomio» exaltando la intervención prodigiosa de Cristo que «la resucitó del sepulcro» para llevarla consigo a la gloria (San Modesto de Jerusalén, Enc. in dormitionem Deiparae semperque Virginis Mariae, nn. 7 y 14: PG 86 bis, 3293; 3311).
San Juan Damasceno (+ 704), por su parte, se pregunta: «¿Cómo es que aquella que en el parto sobrepasó todos los límites de la naturaleza, ahora se somete a sus leyes y su cuerpo inmaculado es sometido a la muerte?». Y responde: «Era necesario, ciertamente, que la parte mortal fuera depuesta para revestirse de inmortalidad, puesto que incluso el Señor de la naturaleza no rehusó la experiencia de la muerte. Él, en efecto, muere según la carne y con la muerte destruye la muerte, a la corrupción concede la incorrupción y del morir hace fuente de resurrección». (San Juan Damasceno, Panegírico sobre la Dormición de la Madre de Dios, 10: SC 80, 107).
Es cierto que en la Revelación la muerte se presenta como castigo del pecado. Sin embargo, el hecho de que la Iglesia proclame a María liberada del pecado original por singular privilegio divino no lleva a concluir que Ella haya recibido también la inmortalidad corporal. La Madre no es superior al Hijo, que asumió la muerte, dándole nuevo significado y transformándola en instrumento de salvación."
San Juan Pablo II
La dormición. «Es el nombre con el que se designa en la Iglesia oriental el Transitus de la Virgen María. La fiesta de la Κοίμησις se celebra también en la Iglesia ortodoxa el 16 de agosto, fecha impuesta por el emperador Mauricio (582‑602). La dormición es propiamente uno de los episodios del Tránsito y, precisamente, la muerte de la Virgen, cuando, en presencia de los apóstoles, reunidos milagrosamente, Jesucristo confía el alma de la Madre a los ángeles. Esta es la escena preferida del arte bizantino, que quizá la derivó de la egipcio‑copta. La Virgen suele ser representada en el lecho de muerte, rodeada por los apóstoles, mientras Cristo estrecha entre sus brazos el alma de Ella, figurada como un niño en pañales; dos o más ángeles descienden desde lo alto para acogerla. Ejemplos típicos se encuentran en los mosaicos bizantinos de la iglesia del monasterio de Dafni (siglo XI) y de la Martorana de Palermo (siglo XII), en los frescos, más tardíos, de algunos conventos del monte Athos, etc. El arte occidental complicó la composición, añadiendo con frecuencia la Asunción, como se ve, por ejemplo, en algunas miniaturas de la escuela de Reichenau de los siglos X y XI. La representación de la Dormición, aún muy difundida en la decoración escultórica de las catedrales góticas, fue luego, en el Renacimiento, casi en todas partes sustituida por la Asunción.»
Eliminar"La Madre de Dios no murió de enfermedad, porque ella, por no tener pecado original, no debía recibir el castigo de la enfermedad. Ella no murió de vejez, porque no debía envejecer, dado que a ella no le llegaba el castigo del pecado de los primeros padres: envejecer y acabar por debilidad. Ella murió de amor. Era tanto el deseo de ir al paraíso donde se encontraba su Hijo, que este amor la hizo morir." San Juan Damasceno
EliminarOrígenes afirma que María «permaneció virgen hasta la muerte»
Eliminar"Efrem Siro (†373), como otros Padres de la Iglesia, habla de la muerte de María sin ningún problema, precisando solo que María murió sin haber sido nunca violado el sello de su virginidad"
EliminarMaría "dejó el cuerpo a la tierra". Angelo Bellon, sacerdote perteneciente a la Orden de los Predicadores (dominicos). Realizó sus estudios en las instituciones académicas propias de la Orden (Studium generale di Chieri, Facultad teológica de Bolonia y Pontificia Universidad Santo Tomás). Enseña teología moral desde hace varios años, en particular en la Facultad teológica del norte de Italia - sección de Génova.
EliminarEl paradigma, sine qua non, es siempre y solo Cristo: ¡Cristo ha muerto!
EliminarEstimado Roberto,
Eliminarevidentemente María, subiendo al cielo, claramente estaba viva y no solo eso, sino viva de una vida celestial propia de los resucitados. Sin embargo, recibió la vida celestial después de haber terminado el curso de su vida terrenal. Ahora bien, como ya he dicho, esta terminación es una consecuencia del pecado original, porque en el edén, como bien sabemos, la muerte no existía. Como sabemos, Dios quiso que Jesús y María asumieran algunas consecuencias del pecado original, aunque no las merecieran en absoluto. Entonces yo le sugeriría que diga a sus alumnos que María subió al cielo estando viva, pero después de estar muerta, con las precisiones que hice sobre el concepto de muerte, concepto que se debe modificar solo para el caso de la Virgen María.
Estimados Jorge y Roberto,
Eliminarante todo me complace la interesante recopilación hecha por Jorge de Autores antiguos, siempre dignos de respeto. Sin embargo, debo decir con franqueza que en ellos falta un atento análisis de los elementos que componen el hecho de la muerte.
En efecto, la alternativa que ellos plantean, "ha muerto o no ha muerto", es demasiado simple, porque yo he explicado varias veces que la muerte es un hecho que resulta de varios factores. En primer lugar, la muerte es el cese de la duración de la vida terrena. En segundo lugar, es la separación del alma del cuerpo. En tercer lugar, es la conclusión de un proceso previo de decadencia física o de envejecimiento o de tipo traumático o por patologías. En cuarto lugar, inmediatamente después de la muerte, comienza el proceso de descomposición del cadáver.
¿Cuál de estos elementos debemos constatar en María, en el momento en que ha terminado el curso de su vida terrena?
Como ya he dicho, el único elemento que compone la realidad de la muerte presente en María es el que encontramos en la fórmula dogmática: "cesado el curso de su vida terrena". Los otros elementos de la muerte no están, por el hecho de que María, Inmaculada y Llena de Gracia, ha vivido una vida no solo semejante, sino por encima del estado de inocencia.
Hay otra cosa que debemos decir: que el dogma dice que María, "cesado el curso de su vida terrena, fue asunta al cielo en alma y cuerpo". Lo que quiere decir que el alma no se separó del cuerpo, no hubo ninguna corrupción ni antes ni después, y que el alma no subió sola al paraíso para luego volver a la tierra a retomar su propio cuerpo resucitado. Esto significa que en María faltó este aspecto de la muerte, que en cambio está presente en Jesús y en todos nosotros. Por lo tanto, a la pregunta de si María ha muerto o no ha muerto, no se puede dar una respuesta tajante, sino que debemos decir que, por ciertos aspectos, no ha muerto, y que ha muerto solo por el hecho de que ha terminado el curso de la vida terrena.
Padre: Cristo murió, también María ha muerto.
Eliminar¡Punto!
EliminarMaría ha sido asunta al Cielo en alma y cuerpo, ¡no ciertamente con su cuerpo biológico!
EliminarEn el Cielo solo hay cuerpos espirituales (espiritualizados).
Eliminar