domingo, 2 de marzo de 2025

La diferencia entre los infiernos y el infierno

Los infiernos ya no existen más, mientras que el infierno existe. Todos los justos que estaban en los infiernos desde Adán hasta Cristo, no solo entre los Hebreos, sino entre todos los pueblos de la tierra, fueron liberados por Cristo en su descenso a los infiernos y ahora gozan de la visión beatifica en el cielo eternamente junto con todos los justos que se sucederán hasta el fin del mundo, ya sea que vayan al paraíso inmediatamente o que pasen a través del purgatorio. [En la imagen: fragmento de "Infierno, Divina Comedia, Canto XIII", acuarela de William Blake, de 1825-1827, ilustración conservada en la Galería Nacional de Victoria, Melbourne].

El destino ultraterreno del hombre en la pasaje del Antiguo al Nuevo Testamento
   
----------Existen teólogos que confunden los infiernos (los abismos, el inframundo) con el infierno. Pero esto puede conllevar la consecuencia, como parece en la teología de Von Balthasar, que como Cristo descendiendo al inframundo ha liberado a los justos allí prisioneros, se afirme que Cristo ha compartido el pecado del hombre pecador, ha descendido al infierno y ha salvado a todos de la eterna condenación.
----------Ahora bien, el dogma del infierno es el fruto de una paulatina y progresiva toma de conciencia operada por la Iglesia en la escucha de las palabras de nuestro Señor Jesucristo en el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento aún no conoce la realidad del infierno, porque el infierno ha sido instituido por Cristo, como aparece evidente por ejemplo en su anuncio del juicio universal en Mt 25,42.
----------El Antiguo Testamento inculca ciertamente el hecho  que Dios en su justicia, premia a los justos y castiga a los injustos, y ello tanto en el curso de la vida presente como de manera más perfecta en una existencia del alma después de la muerte. Dios hace justicia en el más allá a aquellos que, habiendo sufrido injusticia aquí abajo, sin embargo no han recibido justicia de los hombres.
----------Dios entonces en el más allá compensa a los que han recibido injusticia en esta vida, o les retribuye, con una paz eterna, consolándolos y reintegrándolos en sus derechos pisoteados. Así, correspectivamente, si Dios permite que en esta vida los opresores maltraten a los débiles, se reserva el derecho, en el momento oportuno, cuando llegue el día del ajuste de cuentas, de castigar a los opresores en el más allá y de liberar a los oprimidos de sus manos para conducirlos a la felicidad eterna.
----------Sin embargo, el Antiguo Testamento, aunque tenga consciencia de que las almas de los difuntos en el más allá permanecen bajo el gobierno y la providencia de Dios, y admita un premio para los buenos y un castigo para los malos, los unos y los otros viven con tristeza una vida sombría en un mismo lugar, el sheol, que en español traducimos con "infiernos", porque recuerda de alguna manera los abismos o el inframundo de la religión romana, el llamado Hades, morada ultraterrena de los comunes mortales, mientras que solo poquísimas almas heroicas o los emperadores divinizados subían al Olimpo o a los Campos Elíseos.
----------La vida en los infiernos, en el inframundo, todavía tiene el amargo sabor del castigo del pecado original y a veces le parece al hombre del Antiguo Testamento una vida menos consistente y menos satisfactoria que la vida presente, en la cual el alma está unida al cuerpo y, en definitiva, puede disfrutar, aunque en medio de muchos dolores y desgracias, del placer físico y del espiritual.
----------En el Antiguo Testamento el subir al paraíso del cielo junto a Dios después de la muerte no es una perspectiva ofrecida a todos, sino sólo el privilegio de algunas poquísimas almas privilegiadas, con dones excepcionales, que vienen raptadas al cielo, como Elías y Eliseo.
----------El Antiguo Testamento conoce los infiernos (los abismos, el inframundo) pero no el infierno, el cual no es absolutamente, como algunos exegetas creen, una comprensión más clara de lo que eran los infiernos, sino que el infierno es algo completamente diferente de los infiernos, los cuales no son más que lo que era la condición de los difuntos antes de la obra redentora de Cristo.
----------Que luego esta obra redentora produjo efectos salvíficos retroactivos, enviando al paraíso del cielo a los justos y al infierno a los impíos, esto es cierto, pero se trata de otro discurso, distinto. Se mantiene siempre el hecho de que es Cristo quien ha distinguido y separado cielo e infierno, por lo cual no hay que sorprenderse si en el Antiguo Testamento encontramos solo los infiernos, que albergan tanto a justos como a impíos.
----------El hombre del Antiguo Testamento no tiene todavía esa claridad de visión frente a Dios que es el aporte de la enseñanza de Cristo, que hace entender a la humanidad que la separación del alma del cuerpo en el momento de la muerte no comporta una prosecución languideciente y fantasmática de la existencia presente, sino al contrario, como ya había intuido Platón y se recaba de los mismos pasajes mejores de la Escritura, comporta la experiencia beatificante del alma que en la plena conciencia de sí misma está finalmente libre de los lazos de las pasiones y de la materia y con ojo límpido puede ver cara a cara a ese Dios que ya en el curso accidentado de la vida mortal le ha guiado entre las sombras, las oscuridades, las dudas, las caídas, las incertidumbres, los escrúpulos, en contraste con sí misma y rebelde a Dios, perturbada por esa materia corporal, que Dios había creado para el bien de nuestro espíritu, como parte de nuestra persona, pero que por desgracia nosotros pecando nos la hemos vuelto enemiga.
----------En el Antiguo Testamento la perspectiva de la gloriosa resurrección del cuerpo es apenas entrevista entre las sombras de los infiernos. En cambio, en el Nuevo Testamento Cristo nos la pone en plena luz como consecuencia de la visión beatifica en el cielo al fin del mundo.
----------Es necesario decir entonces que la identificación hecha por los mencionados teólogos de los infiernos con el infierno no corresponde en absoluto a la revelación cristiana, la cual distingue netamente los infiernos del infierno. La fe nos dice, en efecto, que Cristo descendió de hecho a los infiernos, hizo propia Él, inocente, para salvarnos, la pena de los infiernos, pero la fe nos dice que en cambio al infierno solo descienden los condenados, y por lo tanto, el pensar que allí ha descendido Cristo, creyendo que Cristo para salvarnos haya hecho suya la pena del infierno, es una horrible blasfemia que hace de Cristo un pecador maldecido por Dios, mientras que Él, inocentísimo de todo pecado, nos ha salvado, no asumiendo nuestros pecados, sino las penas de los pecados.
----------El inframundo, los infiernos, era un lugar de pena o castigo ultraterreno, al cual iban las almas de los difuntos, justos e injustos, por consecuencia del pecado original. Dios, en efecto, después del pecado de Adán, castigó a la entera humanidad descendida de él e infectada por la culpa original.
----------Cuando Él, en efecto, en el Edén amenazó a Adán y Eva con la muerte en el caso que desobedecieran la orden de no comer del fruto del árbol, Dios con el término "muerte" se refería no solo a la muerte física, sino también a aquella "muerte", es decir, a aquel castigo que habría de golpear en el más allá después de la muerte física a toda la humanidad nacida de la pareja primitiva.
   
Cristo ha abolido los infiernos y ha instituido el cielo y el infierno
   
----------Ahora bien, con el dogma del descenso de Cristo a los infiernos (dogma que proclamamos los domingos en el Credo), la fe cristiana nos enseña que Cristo, inmediatamente después de su muerte, en el triduo durante el cual su cuerpo estaba en el sepulcro, con su alma descendió a los infiernos, al inframundo, y allí liberó a todos los justos, ante todo los antiguos Padres del pueblo judío, los cuales, confiando en la promesa hecha por Dios a Eva después del pecado de enviar un Salvador, esperaban precisamente a este Salvador.
----------Cristo, descendiendo a los infiernos, liberó por lo tanto a Adán y a Eva, así como a todos los justos que habían muerto precedentemente, cualquier fuera el pueblo al que pertenecieran, pero que sin embargo habían esperado la salvación de parte de Dios. Aquellos en cambio que en vida habían practicado la injusticia, vieron confirmada y más aún, acrecentada, la pena por el hecho de que no habiendo esperado en un Salvador, a su venida a los infiernos, al inframundo, Lo rechazaron.
----------De ahí el aumento de su pena desde aquella de los infiernos a la del infierno, ya que era evidentemente menos grave rechazar la esperanza en un Salvador futuro que no la venida del Salvador presente. Vale decir, mientras que los infiernos eran la pena por no haber esperado en un Salvador, el infierno es la pena para aquellos que han rechazado a Cristo.
----------Lo que quiere decir que el infierno, en cuanto pena para aquellos que rechazan la obra salvífica cumplida por Cristo, inició precisamente con la resurrección de Cristo. En otras palabras, Cristo, resucitando de la muerte, abolió la prisión de los infiernos y la sustituyó con el infierno para aquellos que no habían esperado a un Salvador, mientras que liberando de esa cárcel a los justos, los condujo al paraíso del cielo.
----------Así, Cristo, victorioso sobre la muerte y sobre el pecado, subiendo al cielo y descendiendo a los infiernos, dio inicio tanto al cielo como al infierno. Justos e impíos no estaban ya juntos en los infiernos, sino que Cristo separó para siempre a los unos de los otros en dos lugares diferentes: los justos desde ahora en adelante en el momento de la muerte serían llevados a ver cara a cara en el cielo para siempre el Rostro del Padre, mientras que quien lo ha rechazado sería llevado lejos de Dios, a un lugar de pena mayor que aquel de los infiernos, en cuanto consecuencia de una culpa más grave, es decir, la de haber rechazado la salvación presente, más que la de haber rechazado esperar en una salvación futura.
----------Vale decir, mientras que los infiernos albergaban a los justos y a los injustos sujetos juntos a una misma pena, Cristo con su obra salvífica dio inicio al paraíso reservado solo a los justos y caracterizado por la visión beatifica de Dios, y al infierno como cárcel de los impíos que han rechazado someterse a Dios.
----------Por lo tanto, los infiernos ya no existen más, mientras que el infierno existe. Todos los justos que estaban en los infiernos desde Adán hasta Cristo, no solo entre los Hebreos, sino entre todos los pueblos de la tierra, fueron liberados por Cristo en su descenso a los infiernos y ahora gozan de la visión beatifica en el cielo eternamente junto con todos los justos que se sucederán hasta el fin del mundo, ya sea que vayan al paraíso inmediatamente o que pasen a través del purgatorio.

14 comentarios:

  1. Es grave confundir los infiernos con el infierno.

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    1. Estimado Juan,
      la gravedad de tal confusión está puesta de manifiesto por el hecho de que se confunden dos dogmas de fe, que son distintos dogmas. Confundirlos tiene sus consecuencias nocivas para nuestra fe, como he tratado de explicar en mi artículo.

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  2. Gracias por las aclaraciones, padre Filemón.

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    1. Estimada Irene,
      me complace que mi artículo le haya sido de utilidad.

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  3. "Las puertas de los infiernos", es otra expresión metafórica. Las puertas en la Sagrada Escritura (Gn 21,17; 24,60ss) indican a menudo lugares fortificados.
    Para los orientales en general significan la suprema potestad de una ciudad o un reino. (Todavía a principios del siglo XX el imperio turco era llamado Sublime Puerta).
    Los infiernos o sheol era la morada de los muertos, imaginada como una prisión provista de puertas muy sólidas (Is 38,10). Aquí significa el lugar donde están confinados los reprobados. Las puertas del infierno significan, por tanto, las potestades diabólicas.

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    1. Para los antiguos en los "infiernos", es decir, en el Reino de los muertos, antes de la venida de Cristo estaban todos los muertos: réprobos, justos y aquellos que necesitaban de purificación.
      Sin embargo, los justos no estaban junto con los condenados, sino ante las puertas. En la Edad Media a este lugar se le dio el nombre de Limbo.
      Jesús, pues, descendió al Limbo para liberar las almas de los justos y llevarlas consigo al Paraíso en el momento de su Resurrección.

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    2. El descenso de Jesús a los infiernos es atestiguado por San Pedro: "Y en espíritu fue a anunciar la salvación también a los espíritus que esperaban en la cárcel; ellos habían rehusado un tiempo creer cuando la magnanimidad de Dios estaba esperando en los días de Noé, mientras se fabricaba el arca, en la cual unas pocas personas, ocho en total, fueron salvadas por medio del agua" (1 Pe 3,19-20).
      Ciertamente Jesús liberó a los muertos castigados en el tiempo de Noé, pero según se lee en Hebreos 11 también a los justos que lo esperaban.

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    3. Esto es lo que dice Santo Tomás sobre el descenso de Jesús a los infiernos:
      "Uno puede encontrarse en un lugar de dos maneras. Primero, a través de sus efectos. Y de esta manera se puede decir que Cristo descendió en todas partes del infierno: pero con efectos diferentes. En efecto, en el infierno de los condenados produjo el efecto de confundir su incredulidad y su malicia. A los que estaban en el purgatorio les dio la esperanza de alcanzar la gloria. A los santos Patriarcas, que estaban en el infierno solo por el pecado original, se les dio la luz de la gloria eterna. Segundo, se puede decir que uno está en un lugar dado con su propio ser. Y de esta manera el alma de Cristo descendió solo a aquella parte del infierno en la que estaban detenidos los justos: porque quiso visitar también localmente con su alma a aquellos que por la gracia visitaba interiormente con su divinidad. Así, sin embargo, yendo a una parte del infierno, irradió de alguna manera su acción en todo el infierno: como sufriendo su pasión en un solo lugar de la tierra, liberó con ella a todo el mundo" (Suma teológica, III, 52,2).

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    4. Esto lo escribe el Padre Angelo Bellon op, sacerdote perteneciente a la Orden de los Predicadores (dominicos). Realizó sus estudios en las instituciones académicas propias de la Orden (Studium generale di Chieri, Facultad teológica de Bolonia y Pontificia Universidad Santo Tomás). Enseña teología moral desde hace varios años, en particular en la Facultad teológica del norte de Italia - sección de Génova.

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    5. Estimado Jorge,
      le agradezco por sus contribuciones.

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  4. El 27 de febrero de 1988 moría, a sus casi 90 años, Mons. Michel Guérard des Laurier, OP. Después de una vida de estudio y enseñanza, también en la Universidad Lateranense, a partir de la segunda mitad de los años 60 se convirtió en un faro para los buenos católicos, en particular con el "Breve examen crítico del Novus Ordo Missæ" (uno de los frutos del cenáculo romano de Cristiana Campo cerca de San Alselmo en el Aventino) y la "Tesis de Cassiciacum".
    El "Breve examen crítico" evita cualquier vacilación entre los dos ritos, excluyendo el bi-ritualismo. El análisis teológico de la Tesis permite una respuesta seria y equilibrada a la actual crisis en la Iglesia, no de la Iglesia.
    El Seminario San Pedro Mártir de Verrua Savoia (TO) representa una de las mejores formas para formar adecuadamente a los candidatos al sacerdocio y continuar así la 'buena batalla' católica y tomista de Mons. Guérard.
    Recordemos a este ilustre padre dominico.

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    1. Estimado Armando,
      he visitado el sitio del Seminario y noté muchas cosas interesantes, manifestaciones religiosas y riqueza de iniciativas. Sin embargo, le pregunto con toda franqueza cómo este sodalicio puede estar en plena comunión con la Iglesia si consideran que la Sede Apostólica está ocupada solo de manera material y no formal.
      Que actualmente en la Iglesia actúe una fuerte corriente modernista, soy el primero en sostenerlo, pero el regreso a una Iglesia preconciliar no es la manera de corregir a estos nuestros hermanos, porque en los modernistas está sí desgraciadamente presente la herejía, pero también hay una instancia de modernidad, que fue recibida por el Concilio Vaticano II, instancia liberada de los errores de los que lamentablemente están infectados los modernistas.

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  5. Mil Gracias, padre Filemón, porque en pocas líneas de lectura he aprendido la diferencia entre los infiernos y el infierno. Pero le hago una pregunta o una consideración : ¿por qué este concepto "infiernos" no se explica, tal vez durante una de las muchas homilías? Es una definición muy importante y comprender su valor en comparación con "infierno" tiene muchos desarrollos; para un católico me parece primordial cómo y cuánto saber recitar el Credo de memoria.
    Observo que a este respecto los sacerdotes se abstienen (en su gran mayoría) de explicar: se adaptan pronto a lo mundano, más que a su verdadera misión de catequistas pastores; mientras tanto, rezando también por los sacerdotes obispos y más arriba aún (...),
    nosotros fieles, tenemos también el derecho/deber de denunciar y estimular ¿o no? Gracias otra vez por la amable respuesta y LJC !

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    1. Estimado Franco,
      el artículo lo he hecho a propósito precisamente porque sé bien que la confrontación comparativa entre los infiernos y el infierno nunca se hace. Sin embargo, como usted se ha dado cuenta, es muy importante, porque tanto los infiernos como el infierno son dos datos de fe.

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