La doctrina moral católica del pecado mortal es indudablemente un punto fundamental de la vida cristiana. Sin embargo, pregúntese el lector con qué frecuencia escucha hablar de "pecado mortal" en las homilías de la Misa o en las pláticas del sacramento de la Penitencia o en la dirección espiritual. ¿Es que ha cambiado la moral a este respecto? [En la imagen: fragmento de "El profeta Natán reprende al rey David, por Palma il Giovane, Jacopo, el Joven, del siglo XVII, conservado y expuesto en el Kunsthistorisches Museum, Viena, Austria].
"Calamum quassatum non conteret, et linum fumigans non extinguet" (Is 42,3). Blog de filosofía y teología católicas, análisis de la actualidad eclesial y de cuestiones de la cultura católica y del diálogo con el mundo.
martes, 29 de julio de 2025
¿Ha cambiado la moral acerca del pecado mortal?
Introducción
----------Es raro que hoy se oiga hablar de pecado mortal. En estos sesenta años después del Concilio ha ocurrido un cambio también en este punto fundamental de la vida cristiana. Recuerdo de hecho con qué facilidad los sacerdotes, en cuanto a la práctica de la confesión, hablaban de pecado mortal, sobre todo en relación con los pecados sexuales. Al respecto recordaban el hecho de que el pecado mortal merece el infierno.
----------Con mucha facilidad uno se acusaba de pecados mortales y se advertía al prójimo que tal cosa es pecado mortal. Varias cosas, sobre todo en el sexo, eran calificadas como pecado mortal. Se hacían casuísticas en las cuales se decía: esto es pecado mortal, aquello otro es pecado venial.
----------Con facilidad uno se sentía culpable o culpaba a alguien. En muchos estaba presente el temor de ir al infierno y muchos se abstenían de pecar para evitar el infierno. No siempre estaba claro por qué una acción determinada era pecado. Se decía que ella merecía el infierno y eso debía bastar para abstenerse de esa acción.
----------Se tenía la percepción de la universalidad, inviolabilidad e inmutabilidad de la ley moral, expresión de la voluntad divina, ley igual para todos, a la cual todos están vinculados, obligatoria para todos y que todos debían aplicar en los diversos casos de la vida.
----------Hoy todos estos discursos han desaparecido. Hoy vivimos en un clima de relativismo moral. No más el individuo sujeto a la ley, sino que es la ley la que es relativa al individuo, varía de individuo a individuo. Así cada uno se siente libre de decidir por su propia cuenta lo que es bueno para él sin rendir cuentas a nadie. Se habla de diálogo, amor, de bien común y de comunión. Pero es obvio que un individualismo de ese género no puede más que generar odio, competencia, conflictos, guerras y divisiones.
----------Hoy a menudo se ha perdido el concepto de pecado, aunque su noción pertenezca espontáneamente a la conciencia moral natural, a la "sinderesis", como la llama san Pablo, y ésta –el peccatum– se encuentre ya en Cicerón: mala actio: es una acción mala en cuanto infracción de la ley moral, un incumplimiento del deber. El pecado es un acto maléfico voluntario, es desobediencia consciente y voluntaria a la ley divina, causada por el odio hacia Dios. El propósito del pecado es la afirmación de la propia voluntad.
----------Hoy el paradigma del mal no es el pecado, sino el sufrimiento, que se pretende evitar a toda costa, incluso pecando, como por ejemplo con la eutanasia, como si el sufrimiento fuese el mal absoluto. En cambio, para nosotros los cristianos el sufrimiento puede ser también un bien; el mal absoluto es el pecado, que, por tanto, no queremos de ningún modo y a toda costa. No decimos que sea necesariamente culpable quien se derrumba bajo el peso del sufrimiento. Sin embargo, la conciencia nos dice que debemos estar dispuestos a soportar el mal, con tal de no hacer el mal.
----------La pérdida del sentido del pecado supone en muchos un trasfondo de pensamiento que no distingue adecuadamente el bien del mal, en el sentido de que sobrevalora el mal y subvalora el bien; vale decir, no da al bien el primado que le corresponde frente al mal. Por el contrario, se debe decir que el bien es necesario; mientras que el mal es contingente. Se olvida que el mal no puede estar sin el bien, pero que el bien puede existir sin el mal. Se pierde de vista que el bien es invencible; mientras que el mal es remediable y vencible. Puede existir un bien sin defectos, pero el ente defectuoso tiene siempre lados buenos en otros aspectos. Puede existir una perfección absoluta: el mal está unido con un bien imperfecto. Una persona puede estar sin pecado, pero el pecador, como persona, tiene siempre aspectos buenos.
----------La relación del bien con el mal adopta un aspecto muy misterioso cuando se trata de comprender la relación de Dios con el mal. Parecería que la bondad divina exigiera que Dios no quiera el mal de modo absoluto. En cambio, no es así, como sabemos por la revelación. Si de hecho Él lo hubiese querido, habría podido crear un mundo del cual el mal estuviese ausente o, si hubiese estado presente, habría podido quitarlo completamente, como creyó Orígenes. En cambio, de hecho, Dios ha querido no impedir la existencia del pecado y por tanto ha querido la existencia del mal de pena, mientras que al pecado absolutamente no lo quiere y no lo hace. Es necesario entonces concluir, aunque esto sea arduo de entender, que es bueno que exista el mal.
¿Qué es el pecado?
----------La palabra "pecado" o "culpa" hoy parece incomodar. Asimismo el hablar de mala intención, mala voluntad, mala fe, malicia, falsedad, maldad. Se prefiere hablar de error, fragilidad, debilidad, carencia, equivocación, que en realidad son otras cosas, efectivamente disculpables, mientras que el pecado voluntario y la verdadera culpa merecen castigo. Los pecados son actos perdonables, pero para ser efectivamente perdonados se requiere el arrepentimiento del pecador.
----------Pero ¿quién dice aún hoy que debemos escuchar a quien nos corrige? ¿Que debemos retractarnos de nuestros errores? ¿Que debemos reconocer nuestros pecados? ¿Que Dios nos castiga por nuestros pecados? ¿Que las desventuras son castigos de Dios? ¿Que hay que hacer penitencia de los propios pecados? ¿Que debemos reparar el mal causado? ¿Que hay que cumplir y expiar las propias culpas? ¿Que debemos ofrecer sacrificios por nuestros pecados?
----------El pecado es un acto humano que no pone, no construye, no edifica, sino que disminuye, degrada, desintegra, disuelve, destruye o quita el ser, sin por ello anularlo, porque solo Dios podría, si quisiera, anular el ente siendo su creador. Pero la criatura espiritual, hombre o ángel, con su libre albedrío puede poner un ente o un acto disminuido; puede causar un ente afectado por el mal, que es privación del ser debido.
----------Al pecar probamos un placer perverso; de otro modo, si el pecado no nos pareciera atractivo y placentero, no lo cometeríamos. Por el contrario, el verdadero bien a veces nos parece insípido, vacío, aburrido, pesado, repugnante. Por esta razón estamos llevados a rechazarlo.
----------Ciertamente permanece el problema de determinar los contenidos y los fines del actuar, de lo que está bien y de lo que está mal. Pero incluso siguiendo a san Pablo, que aquí también se pone de acuerdo con Cicerón, la referencia son los contenidos de esa lex naturalis no escrita, que en la Biblia, como señala santo Tomás de Aquino, corresponde a los diez Mandamientos.
----------Por el contrario, sentimos que el bien moral lo debemos querer absolutamente y a toda costa. Ciertamente la voluntad siempre quiere un bien en sentido ontológico, pues de lo contrario ni siquiera podría ejercitarse la voluntad. El pecado es un bien, pero se trata de un falso bien, un bien que es sólo aparente, no un bien en sí sino un bien decidido por nosotros, un bien insuficiente y carente.
----------La certeza de haber pecado, como David, es una gracia preciosa así como la certeza de estar en gracia, como a menudo canta el Salmista. La primera nos impulsa a un enmienda sincera; la segunda nos alienta en las buenas obras y en grandes empresas para la gloria de Dios. Pidamos a Dios este don y Él nos lo concederá.
----------Es necesario que tengamos presente, además, que Dios es causa primera del ente y que el ente es causa segunda. Pero si este ente es espiritual entonces ejerce una causalidad deficiente toda propia, que está condicionada por la finitud de su ser unido al no-ser. Tal causalidad hace posible un defecto en el ente o su destrucción o degradación o una desviación o una frustración en su recto actuar.
----------Dios es causa eficiente primera. La criatura libre es causa eficiente segunda movida por Dios. Pero ésta es causa independiente de Dios del mal o del pecado en cuanto causa deficiente, que hace disminuir el ser o lo destruye o lo frustra o lo disuelve o lo desintegra o lo bloquea en su crecimiento.
----------La pérdida actual del sentido del pecado, el no sentirlo ya como algo odioso, depende del hecho de que no percibimos el daño que nos viene del contraste entre nuestra voluntad y la voluntad divina y no nos damos cuenta de las consecuencias que nos acarrea tal voluntario rechazo. No tenemos ya el sentido de la trascendencia y majestad divinas, de las cuales dependemos en nuestro existir y en nuestra verdadera felicidad, sino que tratamos o sentimos a Dios como si fuera otro individuo a la par de nosotros, sin importar las consecuencias. Como dice Nietzsche, estamos llevados a danzar incluso en el infierno.
----------Esta situación se puede verificar de varias maneras. Está el ateo, el cual se siente dispensado de obedecer una voluntad divina, dado que para él Dios no existe. Para guiarse o regularse en su vida, considera que basta su propia voluntad. Está quien considera a Dios como su enemigo, por lo que rechaza obedecerle. Está quien cree que su propia voluntad es una manifestación de la voluntad divina. Está quien cree que Dios aprueba todo lo que él quiera. Está quien considera que Dios, en su misericordia, deja pasar todo y no condena a nadie. Está quien se considera a sí mismo Dios bajo apariencias empíricas y por tanto disfruta de esa libertad absoluta y creativa que es propia de Dios. Está el materialista, el cual no cree en el libre albedrío, sino que sostiene que el impulso del instinto lo guía infaliblemente hacia la felicidad, aunque esta sea puramente terrena. Está quien opina que todo es bueno, incluso lo que parece malo, por lo que no hace falta preocuparse en absoluto de evitar el mal, porque cualquier acción libre es buena. Está quien estima que el mal es necesario para el bien, por lo que hacer el mal sirve al bien.
¿Por qué el adjetivo "mortal"?
----------El pecado es un acto que procura la muerte. Es una forma de homicidio o de suicidio. Es de cualquier modo un acto destructivo: pensamos por ejemplo en las guerras o en la contaminación o en la destrucción de la naturaleza. El pecador, si pudiera, querría matar a Dios mismo. No pudiendo hacerlo ontológicamente, lo cancela del horizonte de su pensamiento, aunque sin embargo no puede evitar tomar posición frente a Él, porque de cualquier modo un día deberá responder ante Él de su obrar, y lo sabe, pero le da igual y pone su bien no en el amor de Dios sino en el amor de sí mismo. O bien se forma un concepto de Dios que no es el verdadero Dios, sino o el propio yo o de cualquier modo alguna criatura o el demonio o algún ídolo de su invención.
----------Ciertamente, el alma humana es inmortal y en tal sentido el alma del pecador, aun pecando, no muere, y por consiguiente es posible la pena eterna de las almas de los condenados. Y, sin embargo, el pecado mortal, que puede procurar la muerte del cuerpo, procura la muerte del alma. Pero ¿en qué sentido el pecado produce la muerte del alma? En el sentido de que puede existir un vivir espiritual que no es un verdadero vivir, no es un mantenerse unido a las fuentes de la vida, no es el gustar los valores y niveles máximos de la vida, no es el deseo de la vida eterna, no es el conservar, el gustar, el generar, el hacer surgir, el propagar, el proteger, el hacer crecer la vida, sino que es un vivir separados de Dios, de la fuente de la vida eterna, más bien es un vivir que insulta, falsifica, suprime, desprecia, odia las formas superiores de la vida, la humildad, la honestidad, la veracidad, el amor, la virtud, la bondad, la justicia, la piedad, la misericordia, la santidad, la libertad.
----------El alma humana tiene una vida natural inamisible y una vida sobrenatural, divina, que es la vida de gracia, participación de la naturaleza divina. Esta vida se realiza en el ejercicio de las tres virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad sostenidas por los siete dones del Espíritu Santo. El pecado mortal es el pecado que o quita o apaga la gracia o impide su acción.
----------Diferente es la materia del pecado mortal y del venial. En el mortal la voluntad opta por un acto o un fin que ella determina por cuenta propia y por interés propio independientemente del fin o del objeto querido por Dios, relativo a lo que concierne sustancialmente, aunque indirectamente, la conjunción del hombre con Dios. En este sentido el pecado contra el prójimo es indirectamente pecado contra Dios.
----------En el pecado mortal luego el sarmiento, es decir el hombre, se desprende completamente de la vid, es decir de Dios. En el pecado venial el sarmiento permanece unido, pero corre el riesgo de desprenderse por completo, y sin embargo continúa recibiendo vida de la vid, aunque debilitado. Así sucede en el pecado venial: la gracia está debilitada, pero permanece; corresponde al sujeto emplearse con la penitencia para reparar los daños y revivificar el alma infundiéndole nuevas energías.
----------Quien por tanto cae en el pecado venial – y esto sucede a menudo a todos – puede reobtener el nivel de gracia perdido con prácticas penitenciales personales, mientras que en el caso de que haya perdido la gracia a causa de un pecado mortal, la recuperación de la gracia es posible solo – pudiendo acceder a un confesor – acercándose al sacramento de la penitencia.
----------En efecto, el pecado venial, vale decir, ocasionado por materia leve o por consentimiento o deliberación insuficientes, no quita la gracia, sino que la disminuye, y en todo caso debe ser quitado, porque de otro modo se convierte en principio o estímulo de pecado mortal.
----------Para comprender el pecado mortal es útil tomar como comparación la muerte física. Ésta es ciertamente el mayor mal físico que podemos sufrir. El pensamiento de la muerte nos provoca espanto, desconcierto, angustia. Sentimos profunda repugnancia al pensar que hemos de morir y al recordar los sufrimientos que ordinariamente preceden a la muerte. Experimentamos un sentimiento de impotencia ante un hecho ineludible que se acerca inexorablemente día tras día; es un hecho que nos abre un horizonte profundamente misterioso ante el cual surge la duda de si continuaremos viviendo o nos sumiremos en la nada. Por otra parte, también la perspectiva panteísta de mi retorno al Absoluto puede parecer grandiosa y genial, pero al fin y al cabo yo mismo sé que es pura fantasía.
"Lo que es malo a tus ojos lo he hecho" (Sal 50,6)
----------El pecado es ciertamente desobediencia a la ley. Es el no cumplimiento del deber. Me encuentro delante de una obligación: no robar, no mentir. Y yo, en cambio, voluntariamente robo o miento. Pero, ¿de dónde viene esta obligación? ¿Me la doy yo a mí mismo o me es dada por alguien más? ¿De dónde proviene el hecho de que soy feliz solo si no robo y no miento? Del hecho de que observo leyes de mi felicidad. Pero ¿quién ha dado a mi naturaleza su ley? Evidentemente quien me ha creado. Y por tanto, he aquí que el robar y el mentir es sí ofensa a mi razón, a mi conciencia, a mi naturaleza, pero en última instancia es ofensa a Dios, mi Creador. ¿Cómo es que Kant se detuvo en la razón y no fue más a fondo, como David comprendiendo que había ofendido a Dios? Por eso David, al tomar conciencia de haber pecado, no habla consigo mismo, sino que habla con Dios. La raíz primera del pecado es el odio hacia Dios.
----------Pecar significa entrar en conflicto con Dios. No quererle como nuestro Señor y como nuestro amigo. Negar la existencia de Dios o dudar de su existencia o decir, como Kant, que es imposible saber si Dios existe o no después de 150 páginas de sutilezas dialécticas en la Critica de la razón pura, no es la conclusión de una investigación científica o especulativa desinteresada, sino un miserable pretexto para considerarse dispensados de la observancia de sus mandamientos.
----------Basar el precepto moral solo en la propia razón, como hace Kant, es un mezquino expediente para sustraernos a la responsabilidad de tener que responder a Dios de nuestro obrar. Pidamos a Dios que nos haga conocer lo que está bien ante sus ojos y que haga que también sea bien ante nuestros ojos.
Etiquetas:
Teología Moral Fundamental
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estimadísimo padre,
ResponderEliminarveo una cadena infinitamente larga que conecta el pecado original en el Edén a nuestros individuales pecados humanos terrenales, incluso mínimos y veniales. Usted lo ha explicado bien aquí; pero estoy todavía muy preocupado por la moda de la Iglesia actual, que, tendencialmente, no menciona el pecado y su castigo, el infierno y el purgatorio, la confesión y la conversión. Ruego y espero una intervención Divina, aquí estamos en la oscuridad... JLC
PS: muchos elementos del cuerpo clerical han renunciado al combate (por miedo, por falta de buena voluntad, por inadecuación)?... pero, los mártires, ¿qué nos enseñaron entonces? JLC
ResponderEliminar