El misterio de la transustanciación nos dice que, cuando hacemos la Comunión Eucarística sacramental, ciertamente comemos físicamente las especies del pan, pero no comemos pan: comemos la carne de Cristo; no bebemos vino, sino la sangre de Cristo. Hay, por tanto, un comer y un beber espirituales (la Comunión Eucarística espiritual) que van más allá del comer y beber físicos, y que representan, producen y aumentan, si estamos bien dispuestos, nuestra incorporación a Cristo, nuestro ser Iglesia y pertenecer a la Iglesia, nuestro estar en Cristo y con Cristo, partícipes de su misma vida divina, de modo que podamos decir con san Pablo: "ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí". [En la imagen: fragmento de "Iglesia de Cayma", óleo sobre lienzo, 2009, obra de Arturo De Riglos, representando un conocido templo en Cayma, Arequipa, Perú].
La expresión apropiada de un misterio inefable de salvación
----------La búsqueda de palabras adecuadas para expresar, interpretar, explicar y aclarar cuanto Jesús dijo e hizo en la Última Cena respecto al pan y al vino, que vinculó a su cuerpo y a su sangre hablando de "Alianza", ha tenido una historia de siglos. Esta historia ha sido relatada de forma resumida por mons. Antonio Piolanti en la entrada correspondiente de la Enciclopedia Cattolica. Aquí bastará con recordar algunos puntos principales referentes a los pronunciamientos de la Iglesia.
----------El Concilio de Trento afirma que la conversión del pan y del vino en el cuerpo y la sangre del Señor en el sacrificio de la Misa se expresa de manera adecuadísima (aptissime) con el término "transustanciación" (transubstantiatio) (Denz. 1659). Este término fue oficializado por primera vez en el Magisterio de la Iglesia en el Concilio Lateranense IV de 1215, que se expresa así:
----------"Una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual absolutamente nadie se salva, en la cual uno mismo y el mismo es sacerdote y sacrificio, Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre en el sacramento del altar están verdaderamente contenidos bajo las especies de pan y vino, transustanciados por poder divino, el pan en el cuerpo y el vino en la sangre, a fin de que nosotros recibamos de Él lo que Él recibe de nosotros, para que se cumpla el misterio de la unidad" (Denz. 802).
----------En 1965 el papa san Paulo VI, en la encíclica Mysterium fidei, recordó el dogma de la transustanciación corrigiendo algunas concepciones distorsionadas que circulaban entonces.
----------En uno de sus pasajes dice esta encíclica: "No se puede insistir tanto en la naturaleza del signo sacramental como si el simbolismo, que ciertamente todos admiten en la sagrada Eucaristía, expresase exhaustivamente el modo de la presencia de Cristo en este sacramento; ni tampoco discutir sobre el misterio de la transustanciación sin referirse a la admirable conversión de toda la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo y de toda la sustancia del vino en su sangre, conversión de la que habla el Concilio de Trento, de modo que se limitan ellos tan sólo a lo que llaman transignificación y transfinalización; como, finalmente, no se puede proponer y aceptar la opinión, según la cual en las Hostias consagradas, que quedan después de celebrado el santo sacrificio de la misa, ya no se halla presente Nuestro Señor Jesucristo" (n.2).
----------Recordemos entonces que, a fin que el sacerdote pueda celebrar válidamente la Misa, es decir, celebrar una verdadera Misa, es necesario que él crea en su poder sacerdotal, el cual comporta dos cosas: el poder de realizar la transustanciación eucarística y el poder de ofrecer al Padre, en el Espíritu Santo, en Persona de Cristo, el santo Sacrificio, esto es, el sacrificio expiatorio y satisfactorio de Cristo, Víctima divina realmente presente en la Eucaristía bajo las especies del pan y del vino.
----------El sacerdote, una vez cumplido el acto de ofrenda al Padre del pan y del vino transustanciados, prepara luego la mesa eucarística y distribuye a aquellos que son dignos y están preparados el alimento y la bebida de vida eterna, que nutre y santifica a la Iglesia con el cuerpo y la sangre del Señor.
----------También debe recordarse que Cristo ha querido que la Misa fuera celebrada en comunión con Pedro, su vicario en la tierra, porque la Misa edifica y expresa la unidad de la Iglesia no sólo como puro y simple conjunto de personas, sino como hermanos que se aman y que están en comunión entre sí y con Pedro, Sucesor de Cristo. Por esto, la Misa de los cismáticos es válida, pero carece de la función esencial de expresar e incrementar la concordia, la comunión y la caridad eclesial en la comunión con el Sucesor de Cristo.
----------No hablemos ya de aquella concepción de la memoria de la Última Cena o de la asamblea eucarística propia de los luteranos y de los modernistas, según la cual Cristo estaría presente no bajo las especies del pan y del vino, sino en el mismo pan y vino, permaneciendo el pan pan y el vino vino.
----------Pero entonces, en este punto, nos preguntamos: ¿qué necesidad hay de utilizar un altar, un templo, objetos sagrados, reclinatorios, vestimentas litúrgicas, ritos especiales, si todo se reduce a un alegre banquete? Bien valdría encontrarse en una taberna ante una buena mesa, entre amigos, con pollo asado y buen vino, cantando a Cristo y a la fraternidad: ¿no está Cristo también presente allí?
La Iglesia nace de la Eucaristía y la Eucaristía nace de la Iglesia
----------Una cosa muy importante que se debe comprender es el vínculo que existe entre sacerdote, Misa, Eucaristía e Iglesia. Cristo ha hecho partícipes a los hombres de su sacerdocio de dos modos: en la Última Cena instituyó el poder sacerdotal de confeccionar y administrar la Eucaristía, y por tanto de celebrar la Misa; a Pedro y a los apóstoles dio y da el poder sacerdotal de edificar y gobernar la Iglesia.
----------La Iglesia, por tanto, ha nacido del sacerdocio; pero una vez constituida, ella, a su vez, es la comunidad que genera y forma a los sacerdotes, los cuales a su vez, con su ministerio, fundan y gobiernan nuevas comunidades, alimentan, difunden y hacen crecer la Iglesia.
----------La Eucaristía, por obra del sacerdote que en persona de Cristo, para gloria del Padre, celebra la Misa en el poder del Espíritu Santo, como presidente de la asamblea eucarística, en cuanto profecía y prefiguración del banquete mesiánico, en comunión con el pueblo santo de Dios y con su pastor, el Romano Pontífice, Vicario de Cristo Rey, Sacerdote y Profeta, en nombre del pueblo santo de Dios y para el pueblo santo de Dios, que es la Iglesia, es al mismo tiempo efecto, garantía, signo y principio de la comunión eclesial y de la unidad, catolicidad, apostolicidad y santidad de la Iglesia, de la unión de los fieles en la caridad, en un solo espíritu y en un solo cuerpo, que es el Cuerpo místico de Cristo, la Iglesia esposa de Cristo, madre de los redimidos y de los santos e imagen de la Jerusalén futura.
La cuestión de la sustancia
----------La palabra transustanciación pone evidentemente en juego la noción de sustancia. Se trata de una noción primitiva, espontáneamente conocida, común e intuitiva: la sustancia es un ente singular, una cosa subsistente, ente completo y consistente, sujeto de propiedades, cualidades o accidentes particulares, normalmente objeto de los sentidos, mientras que la sustancia como tal escapa al sentido y se presenta como una cosa puramente inteligible. El animal capta la sustancia material, por ejemplo el alimento, pero la capta o aferra solo en la medida en que se oculta bajo las cualidades sensibles.
----------Sin embargo, la sustancia, al ser examinada con mayor atención y sometida a una indagación cognoscitiva o a un estudio más profundo, aparece como un tema muy difícil, inagotable y misterioso. La sustancia se revela como la esencia (usía) de la cosa, aquello que Aristóteles llamaba sustancia segunda, mientras que la sustancia primera es el ente singular. Esta noción supera la razón y aparece como objeto de la revelación divina, como lo demuestra la dogmática cristiana, que precisamente emplea la categoría de la sustancia y de accidente para iluminar los misterios de la fe.
----------Sin embargo, se mantiene efectivamente la dificultad de concebir la sustancia para quien encuentra ardua la indagación intelectual de la realidad. De hecho, no presenta problema alguno la comprensión de la sustancia material, como por ejemplo la sustancia química o la sustancia económica, mientras que resulta de difícil comprensión la sustancia espiritual, vale decir, aquella en sentido lógico, como por ejemplo la sustancia de un discurso o de un razonamiento.
----------La consideración de la sustancia alcanza su punto o vértice máximo y culminante cuando la razón, pasando de la sustancia finita y causada, se eleva a la afirmación de la sustancia divina, infinita y absoluta. Y de esta manera es como el Concilio Vaticano I define la esencia divina con los términos de: "una, singularis, simplex omnino et incommutabilis substantia spiritualis" (Denz. 3001).
----------Ahora bien, la cuestión de la sustancia tiene que ver con la esencia de la realidad, con aquello que es la esencia o naturaleza de una cosa, con aquello que en ella hay de necesario y de contingente, con lo que en ella hay de esencial y accidental.
----------Ella pone en juego la cuestión de la relación entre lo singular y lo universal, entre lo abstracto y lo concreto, entre lo actual y lo posible, entre lo existente y lo no-existente, todos temas, problemas e intereses que tocan el campo de la metafísica y de la lógica.
----------La cuestión de la sustancia está ligada a la cuestión de la relación del ser con el devenir, entre el subsistir y el inherir, entre lo que cambia y lo que no cambia, entre lo que aparece y lo que está oculto, entre lo sensible y lo inteligible, la cuestión de la sustancia está ligada a la cuestión de la relación de la esencia con su existencia, de lo simple con lo compuesto, entre el uno y los muchos, entre la parte y el todo, el ser y el obrar, a la cuestión de lo relativo con lo absoluto, a la relación del fundamento con lo fundado, entre el soporte y lo soportado. Pone en juego la distinción entre la potencia y el acto, entre la esencia y el ser, entre la materia y la forma, entre lo viviente y lo no-viviente, entre lo natural y lo artificial, entre el alma y el cuerpo, entre el cuerpo y el espíritu, entre Dios y el mundo: todos problemas que tocan la metafísica.
----------La cuestión de la sustancia, por lo tanto y en definitiva, es de una complejidad sin confines y, por más que ella toque todas las disciplinas filosóficas desde la lógica a la antropología, a la moral, a la cosmología, es adecuadamente ilustrada y enfocada solamente por el análisis metafísico, en cuanto que la sustancia es el ente que está en acto para existir o para subsistir en sí y no en otro, es el sujeto primero de los accidentes y de sus propiedades, y es el sujeto lógico primero del cual se habla. A la sustancia y al accidente en la realidad corresponden en el lenguaje el sustantivo y el adjetivo.
La transustanciación entra en la categoría del cambio
----------El sacerdote que transustancia el pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor obra un cambio en la realidad que va más allá de las fuerzas de la naturaleza y es únicamente efecto de la omnipotencia divina. En efecto, el poder causativo o productivo o mutador de la creatura puede llegar hasta dar forma sustancial a la materia prima, es decir, a la materia informe, como sucede en la generación del viviente, compuesto de alma y cuerpo, un acto por el cual el progenitor, utilizando el principio de vida que reside en el órgano genital, hace que el alma del generado, es decir, del hijo, dé vida a su cuerpo. Cabe precisar que en la generación humana el progenitor proporciona solo el cuerpo, mientras que el alma es creada inmediatamente por Dios.
----------Más limitado es el poder mutador del artista o del artífice, el cual da una forma accidental o un cierto orden accidental a una sustancia material presupuesta con su forma sustancial. Aún más limitada es la acción física y química de las sustancias o energías naturales inanimadas, que consiste en la acción de componer o separar partículas elementales activando sus energías.
----------Indudablemente existe también la actividad mutadora del espíritu, del alma humana y del ángel. Pero también aquí se da siempre una materia o una persona presupuestas, las cuales son cambiadas por la acción del espíritu, pero sin que el espíritu pueda extender su influjo más allá de una modificación de la acción del sujeto sobre el cual el espíritu obra.
----------La transustanciación, en cambio, se asemeja a la actividad divina creadora, la cual no actúa sobre un sujeto preexistente, sino que actúa sin presuponer nada, porque crea de la nada aquello sobre lo cual actúa. En efecto, no es sólo la forma que sustituye a la forma precedente de la misma materia o en el mismo sujeto, sino que, cuando el sacerdote en la Misa obra la transustanciación, convierte una sustancia entera, materia y forma, en otra sustancia, haciendo que una sustancia se convierta en otra sustancia: un poder divino que evidentemente el sacerdote posee solo en virtud de su ordenación.
----------La transustanciación es, por tanto, un cambio ontológico de tal radicalidad que no se encuentra en la naturaleza. Aquí en la naturaleza pueden cambiar los accidentes y la sustancia permanecer la misma. Puede mutar la sustancia en el sentido de que cambia la forma, pero la materia permanece. Si, por ejemplo, la madera al arder se convierte en ceniza, ciertamente cambia la sustancia, pero ambas formas tienen la misma materia, porque esa materia que antes tenía la forma de la madera, luego asume la forma de la ceniza. Pero la propiedad de la transustanciación es que lo que cambia no es solo la forma, sino la sustancia entera compuesta de materia y forma. Pero lo asombroso y milagroso es que en esta mutación, una sustancia se cambia en otra sin que entre ambas exista materia común alguna.
----------Digamos entonces que, a los fines de un esclarecimiento de la cuestión que nos interesa, es necesario enfocar la atención sobre la distinción entre sustancia y accidentes. Debemos entender las razones y el alcance ontológico de esta distinción. Ella concierne solo a la sustancia creada, porque Dios, como hemos visto en el Concilio Vaticano I, es purísima y sola sustancia sin accidentes.
Sustancia y accidentes
----------La sustancia es el ente real en el sentido principal, fuerte y consistente. El accidente es un añadido perfectivo a la sustancia, la cual por tanto supone la imperfección de la misma sustancia, porque el accidente la perfecciona, la cuantifica, la cualifica, la temporaliza y espacializa, le permite y causa el devenir, la determina en su singularidad, identidad, concreción o individualidad, la distingue de las otras y la pone en relación con las otras. En cambio Dios, en la simplicidad de su ser idéntico a su esencia y a su sustancia, posee en acto infinitamente todas las perfecciones y se identifica con ellas en la unidad de su ser.
----------Es imposible, según el curso u ordenamiento ordinario de la naturaleza, la existencia de una sustancia creada sin sus accidentes, aunque ellos sean realmente distintos de ella. Y así también es imposible un conjunto de accidentes o cualidades que subsista por sí solo sin el soporte de la sustancia de la cual son accidentes.
----------Los dos riesgos en concebir la sustancia son, o bien el de no admitir que pueda existir una sustancia sin sus accidentes y que por tanto no puedan existir accidentes sin la sustancia; o bien el otro riesgo es el de resolver la sustancia en los accidentes, como hacen los empiristas, por ejemplo Berkeley, Locke y Hume, de modo que la sustancia, entendida como un núcleo ontológico que haría de soporte a los accidentes distintos de él, no existe, sino que no sería otra cosa que la colección de los accidentes.
----------Otro error acerca de la sustancia es la identificación de la sustancia con el espíritu, como por ejemplo hacen Leibniz y Berkeley, Hegel y los idealistas alemanes hasta Gentile, Husserl, Heidegger, Severino y Bontadini; o bien otro error es la identificación de la sustancia con la materia, como hacen Hobbes, Gassendi, Lamettrie, D’Holbach, Spencer, Comte, Darwin, Moleschott, Büchner, hasta Marx y, en general, los materialistas de todos los tiempos, desde Demócrito a los saduceos del tiempo de nuestro Señor Jesucristo, a Teilhard de Chardin, a Freud, a Margherita Hack y a Piergiorgio Odifreddi.
----------O también existe el error de concebir una visión de la realidad o una metafísica que no tiene en cuenta la distinción real entre sustancia y accidente, como ocurre por ejemplo en las metafísicas idealistas surgidas después de Hegel, el cual sentenció que "la filosofía moderna ha sustituido la sustancia por el sujeto", es decir, el ente por el cogito cartesiano.
----------El accidente es aquello de algo que aparece inmediatamente a los sentidos, pero puede ser también una cualidad o un hábito o una potencia inteligible que se añade a la sustancia o a la esencia de un ente. Por ejemplo, el acto de ser no es esencial a la esencia del ente creado, pero Dios, en el acto de crearlo, lo añade como perfección contingente.
----------El accidente es aquello que, en una sustancia, sea que esté o que no esté, la sustancia permanece la misma, a menos que se trate de un accidente esencial y necesario a la esencia, en cuyo caso tenemos una propiedad esencial. Por ejemplo, el vivir o no vivir no es esencial a la naturaleza humana, que es concebible incluso si ningún hombre existiera, de otro modo todo hombre sería inmortal: lo cual no es así. En cambio, la posesión de la razón se añade como potencia a la naturaleza humana; pero ella no sería humana sin la razón.
----------Ciertamente, el hecho de que un cierto sujeto razone muestra que es una persona humana. Y sin embargo, también un demente es una persona humana. El acto de razonar, por tanto, se añade accidentalmente, siendo el poder razonar una propiedad esencial de la persona. Pero si debiéramos resolver la identidad de la persona en el fenómeno del razonar, es claro que llegaríamos a desconocer la dignidad humana del demente.
----------Ahora bien, san Pío X en la encíclica Pascendi condena bajo el nombre de "fenomenismo" precisamente este modo erróneo de concebir los accidentes de la persona humana, que hace coincidir lo que de ella aparece con la esencia misma de la persona que aparece, negando que ella pueda preexistir a su manifestarse y ser más allá de su aparecer, es decir, en la realidad externa a la conciencia que la percibe.
----------Por esto en la encíclica Pascendi encontramos también implícitamente la condena anticipada de este aspecto idealista de la fenomenología de Husserl, que este filósofo estaba elaborando precisamente en aquellos años en los cuales el papa san Pío X publicaba la Pascendi.
----------La oposición de Lutero al dogma de la transustanciación dependió del hecho de que él había tomado de Ockham su concepto de sustancia. En efecto, para Ockham la sustancia no es una esencia universalizable distinta de la esencia universalizable del accidente, de modo que sean concebibles accidentes sin la sustancia o sustancia sin accidentes, sino que ella es, para Ockham, ente singular inseparablemente compuesto de sustancia y accidentes. Por esto, para Lutero, después de la consagración, el pan permanece pan con la sola precisión de que en él estaría realmente presente Cristo.
----------Lutero admitía la presencia real de Cristo sobre la mesa eucarística, y la defendió enérgicamente contra Calvino, quien por el contrario admitía una presencia simplemente simbólica o de signo. Pero desgraciadamente Lutero no supo renunciar a seguir viendo el pan. Por eso los protestantes hablan o de "empanación" o de "consustanciación", sin darse cuenta del absurdo de admitir que el pan pueda ser Cristo, y confundiendo el pan con Cristo o admitiendo que Cristo esté en el pan como si fuese un accidente de la sustancia del pan. Por eso, para Lutero, la adoración eucarística es idolatría del pan, porque según él, terminado el rito de la Cena, Cristo retira su presencia y el pan permanece simple pan.
----------Por otra parte, si el dogma habla de la "sustancia del pan", está claro que este término "sustancia" no debe tomarse en el sentido filosófico que he expuesto arriba, sino en el sentido popular, ya que, propiamente hablando, el pan es un agregado de sustancias artificialmente compuesto. Y está claro que cuando la Iglesia habla de la sustancia del pan, entiende simplemente el pan.
----------Al mismo tiempo, no es necesario ser filósofo para darse cuenta de que el sabor, el color o el peso y las dimensiones del pan pertenecen al pan, pero no son el pan. Para comprender el significado del dogma, la Iglesia no nos pide otra cosa que aquello que un simple niño puede notar o conocer con su inteligencia. Y por este hecho es bien sabido que san Pío X se hizo promotor de la Primera Comunión dada a los niños. También ellos pueden entender qué es la transustanciación: su fe les dice que, después de las palabras del sacerdote, lo que hay sobre el altar parece pan, pero ya no es pan: es el cuerpo del Señor.
----------El color, el sabor de la hostia consagrada son el sabor y el color del pan. Si nosotros no tuviéramos la fe y nos basáramos solamente en lo que nos dice el sentido, diríamos con seguridad que vemos pan. Sin embargo, no es que el sentido se engañe. El sentido capta su objeto, no miente, no se equivoca. Es la inteligencia la que, si no tiene fe, se engaña. La fe hace ver lo que la inteligencia natural no ve. La fe nos dice que bajo estas apariencias, llamadas "especies eucarísticas", el niño sabe por fe que está el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, acompañado de su sangre, de su alma y de su divinidad.
----------En definitiva, el misterio de la transustanciación nos dice que, cuando hacemos la Comunión Eucarística sacramental, ciertamente comemos físicamente las especies del pan, pero no comemos pan: comemos la carne de Cristo; no bebemos vino, sino la sangre de Cristo. Hay, por tanto, un comer y un beber espirituales (la Comunión Eucarística espiritual) que van más allá del comer y beber físicos, y que representan, producen y aumentan, si estamos bien dispuestos, nuestra incorporación a Cristo, nuestro ser Iglesia y pertenecer a la Iglesia, nuestro estar en Cristo y con Cristo, partícipes de su misma vida divina, de modo que podamos decir con el Apóstol san Pablo: "ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí".
Quisiera señalar este artículo:
ResponderEliminarhttps://thecatholicherald.com/vatican-document-leak-reignites-latin-mass-debate/
¿Qué opina?
Siempre feliz de seguirlo en este blog, padre Filemón, ¡gracias!
Estimado Dino,
Eliminarle agradezco por la documentación que me transmite, pero le hago presente que yo no soy un liturgista, especializado en la materia, tanto respecto a su aspecto litúrgico como canónico, como darle un parecer competente en esos campos. Mi ámbito es la teología dogmática, la moral y la filosofía. En tal sentido, usted podrá encontrar en este blog artículos que he dedicado tanto a Summorum pontificum como a Traditionis custodes y a las legislaciones complementarias de ambos, pero siempre desde un punto de vista dogmático o al menos teológico-pastoral. Por esta razón, no tengo la competencia para poder dar una opinión autorizada respecto a esta discusión que se plantea en el ámbito litúrgico-disciplinar y canónico.
Ahora bien, si usted me pregunta mi opinión personal como simple fiel católico (aunque sacerdote y teólogo), pues bien, le diré que como cualquier fiel católico, simplemente recibo con confianza y espíritu de obediencia aquello que los Papas deciden en cada momento y me atengo a las directrices del Papa reinante. A lo sumo, puedo manifestar alguna reserva personal en el ámbito de las directrices gubernativo-pastorales-disciplinares del Papa (no en el ámbito doctrinal, por supuesto), pero obedezco y aconsejo obedecer.
Me permito sugerirle acerca de este aparente problema, que tenga en cuenta dos cosas:
La primera cosa a tener en cuenta es que la encuesta del Papa al Colegio episcopal, en el 2020, cualquiera haya sido su resultado, fue uno de los elementos considerados, pero no el único fundamento de la promulgación de Traditionis custodes.
Y la segunda cosa a tener presente es que hoy, en el campo litúrgico, los problemas más graves a los que debe enfrentar el Santo Padre, no son las cuestiones planteadas por los pasadistas (indietristas filo-lefebvrianos), que son una exigua minoría, sino el desorden provocado por los neo-modernistas, desorden que roza el sacrilegio y la profanación.
¡Gracias, padre Filemón!
EliminarHablando de comunión eclesial, Filemón, qué opina del fenomenal embuste sobre la encuesta realizada a los obispos sobre la misa tradicional, que se ha revelado como totalmente falso?
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarsi hablamos de comunión eclesial, conviene comenzar por la verdad en la caridad. Por cuanto respecta a la encuesta realizada por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 2020, fue una encuesta real, enviada a todos los obispos del mundo, con preguntas concretas sobre la aplicación de Summorum Pontificum (de hecho yo mismo participé en grupos de consulta). Lo que se ha revelado posteriormente -gracias a periodistas como Diane Montagna- es que el informe resultante mostraba (supuestamente) una mayoría de respuestas favorables al mantenimiento del rito tradicional, aunque con matices y preocupaciones pastorales.
Por tanto, no se trató de un "embuste", sino de una decisión papal que interpretó los datos desde una perspectiva más amplia, incluyendo factores como la unidad litúrgica, la recepción del Concilio Vaticano II y ciertas actitudes ideológicas en torno al Vetus Ordo. Que haya divergencia entre el informe técnico y la decisión pastoral no implica falsedad, sino un ejercicio de gobierno que puede ser discutido, pero no descalificado sin más.
La comunión eclesial no se construye sobre acusaciones, sino sobre discernimiento. Y eso exige reconocer que, incluso en decisiones difíciles, la Iglesia busca custodiar la fe y la unidad. Podemos -y debemos- debatir con libertad, pero también con respeto por la complejidad de los procesos eclesiales.
Finalmente, respecto a este mismo tema, puedes leer también mi respuesta anterior, a Dino. Si no te resultan suficientes estas respuestas, me dirás entonces tus inquietudes y trataré de ayudarte.
El embuste es éste, formulado en forma típicamente jesuítica:
Eliminar"Trece años después, encargué a la Congregación para la Doctrina de la Fe que os enviara un cuestionario sobre la aplicación del Motu proprio Summorum Pontificum. Las respuestas recibidas revelaron una situación que me apena y preocupa, confirmando la necesidad de intervenir".
Estimado Anónimo,
Eliminarsi hablamos de comunión eclesial, conviene evitar el uso precipitado de términos como "embuste", especialmente cuando se trata de palabras del Romano Pontífice. La frase que usted cita: "Las respuestas recibidas revelaron una situación que me apena y preocupa", pertenece efectivamente a la carta de presentación de Traditionis Custodes, y refleja la interpretación que el papa Francisco hizo del informe recibido por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Ahora bien, lo que parece haberse revelado recientemente -gracias a la publicación parcial del informe por periodistas como Diane Montagna- es que una buena parte de los obispos que respondieron expresaron satisfacción con Summorum Pontificum, y que la supresión del mismo podría causar más daño que beneficio. Ahora bien, esto no invalida la existencia de la consulta ni convierte en "embuste" la afirmación papal, pero sí plantea una divergencia entre el contenido técnico del informe y la decisión pastoral que el Papa, en todo su derecho, tomó.
Por lo tanto, en lugar de acusar de falsedad, sería más justo decir que hubo una lectura interpretativa del informe, influida por preocupaciones doctrinales y eclesiológicas que el Papa expone con claridad: el uso instrumental de la modalidad de 1962 del rito, el rechazo del Concilio Vaticano II, el rechazo del actual magisterio pontificio, y el riesgo de división. Estas preocupaciones, aunque discutibles en su alcance pastoral, no son invenciones, sino parte del discernimiento que corresponde al ministerio petrino. Y yo no tengo ninguna dificultad en compartir este mismo criterio del Papa: de hecho he participado en consultas aquí en la arquidiócesis de Mendoza, en el 2020, y tales riesgos y tales hechos se constataron fehacientemente (y supongo que lo mismo ocurrió en otras diócesis, particularmente en Latinoamérica, donde vive el 50% de los católicos del mundo).
La comunión eclesial exige precisamente esto: discernir sin descalificar, corregir sin caricaturizar, y dialogar sin reducir la complejidad a slogans.
Y entonces para qué carajo hizo la encuesta? No sea ridículo y deje de justificar lo injustificable. Bergoglio era un mentiroso.
EliminarEstimado Anónimo,
Eliminaraprecio su pasión, la cual quiero interpretar como brotada de su buena voluntad y amor por la Iglesia, aunque otras expresiones suyas me hacen pensar que yo podría pecar de ingenuidad al interpretar su intervención, pues lamento que la comunión eclesial (tema al que usted mismo comenzó por referirse) se vea interrumpida por expresiones como "carajo" y "mentiroso". No es propio del diálogo teológico, ni del respeto que merece el Sucesor de Pedro, incluso cuando se discrepa de sus decisiones.
Aclaro que yo mismo, años atrás, planteé la cuestión teológica acerca de si le era posible al Papa mentir (consulte en el blog y encontrará el artículo). Pero está claro que no caí en el estilo que usted usa.
La encuesta se hizo -eso está documentado- y fue respondida por numerosos obispos, digamos que por el entero Colegio Episcopal. Vamos a suponer también (aunque no tengamos un informe oficial) que el informe técnico, como han revelado periodistas como Diane Montagna, mostraba un buen número de Obispos favorable a Summorum Pontificum.
Sin embargo, el caso es que el papa Francisco interpretó los datos desde una perspectiva más amplia, considerando no sólo estadísticas, sino también tensiones doctrinales, actitudes ideológicas y riesgos para la unidad eclesial (tal como él mismo explicó en su carta de presentacion del motu proprio).
¿Fue esa interpretación discutible? Por supuesto. ¿Fue mentirosa? No. Porque interpretar no es falsificar, y gobernar implica discernir más allá de los números.
Si usted considera "ridículo" todo intento (como el mío o como el de cualquier fiel honesto) de comprender las motivaciones del Papa, entonces no estamos debatiendo, sino lanzando piedras. Y eso no es honesto. Por mi parte, aunque no soy perfecto, prefiere construir puentes antes que trincheras.
La comunión eclesial no exige uniformidad, pero sí un mínimo de cortesía. Si desea continuar el diálogo, será bienvenido. Pero si lo que busca es desahogo, hay mejores lugares que este blog dedicado a pensar con la Iglesia.
Bergoglio no es más el sucesor de Pedro, es historia, y como a Honorio fautor de herejías, Alejandro VI adúltero, o algún otro canalla que fue Papa, no se le debe mayor respeto.
EliminarAnónimo: si la indignación es legítima, el desprecio no lo es. Honorio, Alejandro VI y otros fueron papas con sombras, sí, pero también con la carga de Pedro sobre los hombros... No es propio del sensus fidei llamar “canalla” a quien ha recibido la misión de confirmar en la fe. Si el juicio es necesario, que lo sea con temblor. Si la crítica es justa, que no pierda la caridad. Y si la comunión duele, que no se rompa por ello. Porque sin Pedro, no hay barca; y sin barca, sólo queda el naufragio. Si usted no es católico, quizás no podrá entender estas cosas que le digo. Pero si es católico, entonces arrepiéntase de sus blasfemias, también de sus herejías, y vuelva a la comunión con la Iglesia.
EliminarAnónimo, no sé si usted ha llorado alguna vez por la Iglesia... Yo sí. Y no por nostalgia de un rito, ni por enojo con un Papa, sino por el dolor de ver cómo nos desgarramos entre hermanos... No se confunda usted: llamar “canalla” a un Papa —a cualquier Papa— no es valentía, es orfandad. Y la orfandad espiritual no se cura con insultos, sino con oración, con ayuno, con lágrimas... Si de verdad le duele la Iglesia, no la escupa: abrácela. Aunque esté herida. ... Aunque no la entienda. Porque Cristo no bajó de la cruz cuando lo malinterpretaron. Y nosotros tampoco deberíamos...
EliminarA tí, Anónimo ciego y carente de respeto: quien insulta a Pedro, aunque crea defender la fe, se ha extraviado del camino. El celo sin obediencia no es virtud, sino tentación disfrazada de luz.
EliminarAnónimo: he estado ausente un par de días, y tus mensajes han pasado. Pero no pienses que no te identificamos. Sabemos bien quién sos. Capaz que seguiré permitiendo que tus mensajes aparezcan, para que todos sepan quien sos realmente... un cismático y un hereje.
EliminarPaolo Fitzimons (administrador del blog)
Estimado Anónimo,
Eliminarllamar "canalla" a un Papa -se trate de Honorio o Alejandro VI o Francisco o el actual Sucesor de Pedro- no es un juicio teológico, ni siquiera un juicio cristiano, sino una falta grave contra la caridad y la comunión eclesial. ¿Usted no lo ha tenido en cuenta?En tal caso, ¿debería suponer que usted no es católico? Acláremelo usted, en todo caso, o acláreselo en todo caso a los lectores, que no saben cuál es su identidad.
La historia de la Iglesia conoce sombras, sí, pero también conoce mártires de la obediencia y santos que corrigieron con lágrimas, no con insultos.
Si de verdad a usted le duele la Iglesia, no la hiera más. Y si cree que el Papa yerra, rece por él. Porque quien se separa de Pedro, aunque crea defender la fe, termina por naufragar en su propio juicio, se mira al espejo, se separa de la comunidad y de la verdad. ¿Sabe usted realmente lo que es el cisma y la herejía?
Le invito a continuar el diálogo, pero en un tono que no contradiga el mismo Evangelio que decimos defender.
Estimado Dino.
Eliminargracias por tu intervención. Has dicho con sobriedad lo que muchos sienten con desorden. Y lo has hecho sin ceder ni a la ira ni a la tibieza. Que el Señor te conserve ese equilibrio entre la claridad doctrinal y la caridad eclesial, tan necesario en estos tiempos de confusión.
Querida Rosa Luisa,
Eliminartus palabras no sólo corrigen: consuelan. Y en tiempos de tanto juicio sin lágrimas, tu testimonio -lleno de verdad y de compasión- es bálsamo y profecía. Gracias por recordarnos que la fidelidad a la Iglesia pasa también por el llanto.
Estimado padre Serafín,
Eliminarle agradezco por su palabra, tan sobria como certera. En tiempos de confusión, no basta con el ardor: hace falta también obediencia. Y usted lo ha recordado con la gravedad que merece.
En comunión en Cristo y en Pedro.
Querido Paolo,
Eliminargracias por tu vigilancia y por sostener este espacio con tanto empeño. Entiendo tu indignación -la comparto en el fondo y substancialmente-, pero te animo a que incluso en la firmeza no perdamos el tono que deseamos preservar en este foro: el de la verdad dicha con caridad.
A veces, dejar que el veneno se exponga sirve para que otros vean su fealdad. Pero también es cierto que la corrección fraterna, incluso cuando es severa, no necesita nunca parecer venganza.
Querido padre Filemón, mire, se lo digo francamente, estamos viendo el veneno de los modernistas y el veneno de los pasadistas por todos lados, pero no lo queremos ver en este blog, ni siquiera en los comentarios. Por favor, no publique los comentarios no católicos, como el de ese Anónimo, que está claro que está muy pero muy lejos de la comunión católica.
EliminarHerminia: estoy de acuerdo contigo.
EliminarEstimado padre, me permito hacerle una pregunta y someterla a su benevolencia.
ResponderEliminarUsted dice que: "Sin embargo, la sustancia, al ser examinada con mayor atención y sometida a una indagación cognoscitiva o a un estudio más profundo, aparece como un tema muy difícil, inagotable y misterioso. La sustancia se revela como la esencia (usía) de la cosa, aquello que Aristóteles llamaba sustancia segunda, mientras que la sustancia primera es el ente singular. Esta noción supera la razón y aparece como objeto de la revelación divina, como lo demuestra la dogmática cristiana, que precisamente emplea la categoría de la sustancia y de accidente para iluminar los misterios de la fe."
No me explico cómo puede ser que si la noción de sustancia ha sido explicada por Aristóteles, usted diga que es objeto de revelación.
Cualquier ayuda para entenderlo será bienvenida.
Sergio Villaflores (Valencia, España)
Estimado Sergio,
Eliminarlo que capta nuestra razón puede conocerse mejor gracias a la revelación. ¿Por qué esto? Porque Dios es el creador de nuestra razón, así que él sabe mejor que nosotros lo que nuestra razón puede entender.
Es cierto que fue Aristóteles quien nos hizo comprender la relación metafísica entre sustancia y accidentes, pero fue nuestro Señor Jesucristo quien, instituyendo la Eucaristía, nos hizo entender mejor que Aristóteles cuál es la relación entre sustancia y accidentes.
¿Qué significa esto? Aristóteles descubrió la distinción real entre sustancia y accidentes, pero no pensó en absoluto en la posibilidad de separarlos. Fue Cristo, instituyendo la Eucaristía, quien nos hizo comprender esta separabilidad, porque, como sabemos por el misterio de la Eucaristía, en el pan y en el vino consagrados los accidentes del pan y del vino ya no tienen su sustancia, pero en su lugar está la sustancia del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
Por otra parte, en la Eucaristía Cristo está realmente presente como sustancia, pero sin los accidentes del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
En conclusión debemos decir que los conceptos de sustancia y accidente son conceptos racionales y metafísicos; pero Cristo, instituyendo la Eucaristía, se complació en hacernos saber, para nuestra salvación, que en el misterio de la Eucaristía la sustancia se separa del accidente.
Los accidentes eucarísticos subsisten milagrosamente gracias a la omnipotencia divina. En cuanto a la presencia real del Cuerpo y de la Sangre del Señor, hay que tener presente que la sustancia se encuentra en el cielo con sus accidentes, mientras que en la Eucaristía Cristo está presente solo a modo de sustancia, sin los accidentes.
Felicitaciones por su artículo, Padre Filemón, aunque obviamente sigue siendo un misterio, ha logrado iluminarlo en mi mente y en mi alma. Gracias 🙏
ResponderEliminar"El misterio de la transustanciación nos dice que, cuando hacemos la Comunión Eucarística sacramental, ciertamente comemos físicamente las especies del pan, pero no comemos pan: comemos la carne de Cristo; no bebemos vino, sino la sangre de Cristo. Hay, por tanto, un comer y un beber espirituales (la Comunión Eucarística espiritual) que van más allá del comer y beber físicos, y que representan, producen y aumentan, si estamos bien dispuestos, nuestra incorporación a Cristo, nuestro ser Iglesia y pertenecer a la Iglesia, nuestro estar en Cristo y con Cristo, partícipes de su misma vida divina, de modo que podamos decir con el Apóstol san Pablo: "ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí."
ResponderEliminarPor eso, querido padre Filemón, como creo haber comprendido de algún otro artículo suyo reciente..., la comunión eucarística sacramental es sacramento de la comunión espiritual, que es el fin de la comunión sacramental... Y también, en consecuencia, es un error sugerir la comunión espiritual a quien no puede comulgar sacramentalmente.
Estimada Rosa,
Eliminarrespecto a la comunión con la Iglesia es necesario recordar que Dios no está ligado a los sacramentos, por lo cual también quien por diversos motivos no puede recibir el sacramento de la Eucaristía, no queda excluido en ningún modo de la comunión eclesial.
Se puede dar el caso de un fiel que por motivos disciplinarios está excluido de los sacramentos. Pero éste, si quiere, puede estar en comunión con la Iglesia haciendo la Comunión espiritual.
Por lo tanto, si uno no puede hacer la Comunión sacramental, no solo no está mal, sino que es aconsejable sugerirle que haga la Comunión espiritual.
Para estar en comunión con la Iglesia es suficiente poseer la caridad, aunque por motivos particulares el fiel no pueda acceder a la Comunión sacramental.
Querido padre Filemón, en ningún momento he querido hablar de la comunión con la Iglesia.
EliminarMe refería a la doctrina enseñada por santo Tomás de Aquino..., creo que en la tercera parte de la Summa (como recuerdo haber leído de usted...), donde dice que la comunión espiritual es el fin de la Misa... Por lo tanto, es el fin de la comunión sacramental. Por lo tanto, quien no puede (a causa de pecado), hacer la comunión sacramental en la Misa, menos puede hacer la comunión espiritual...
Querido Rosa,
Eliminarlo que usted me dice de Santo Tomás no puede corresponder al verdadero pensamiento del Aquinate. Si es posible, cite el pasaje de donde sacó esta interpretación.
En todo caso, aquí no se trata tanto de la doctrina de santo Tomás, sino más bien de la doctrina común de la Iglesia, que distingue, a propósito de la Eucaristía, una comunión sacramental de una espiritual.
Está claro que para obtener la gracia en una y otra comunión es necesario estar en gracia, y está igualmente claro, como enseña san Pablo, que si uno se acerca a la Comunión sin estar en gracia, comete sacrilegio, y así también es imposible hacer la comunión espiritual si se está en estado de pecado.
En cuanto al fin de la Misa, el principal es dar gloria a la Santísima Trinidad. Otros fines son: recibir y aumentar la gracia de la redención, obtener alimento para la propia vida cristiana, pregustar la gloria futura e incrementar la comunión fraterna en la Iglesia.
Por eso la comunión espiritual no es el fin de la Misa, sino un modo encomiable de participar en la Misa.
Estimado padre Filemón, lo único que he hecho es recordar textos suyos, al comienzo de su artículo reciente... La Eucaristía y la Misa... en el siguiente link: https://linumfumigans.blogspot.com/2025/06/la-eucaristia-y-la-misa.html
EliminarEstimada Rosa,
Eliminarpor lo que he entendido leyendo su intervención, usted necesita una aclaración sobre el concepto de "comunión espiritual".
A este respecto, reafirmo lo que yo he dicho en el artículo que usted cita, y comparando lo que yo he dicho con el pensamiento de Santo Tomás, no encuentro nada que objetarme. Como digo, reafirmo lo que dije.
El problema, en mi opinión, es usted, que no distingue los dos sentidos de la expresión "comunión espiritual".
Existe un sentido litúrgico de esta expresión, que significa el hecho de que el fiel, que por ciertos motivos no quiere o no puede hacer la Comunión sacramental durante la Misa, en el momento de la Comunión permanece entre los bancos. Mientras los demás fieles hacen la Comunión, él no la hace, sino que hace la llamada Comunión espiritual, la cual consiste en un acto interior de unión espiritual con Jesús Eucarístico.
Naturalmente, este fiel, para poder hacer este tipo de Comunión espiritual debe estar en gracia y unirse a las palabras que el sacerdote, junto con los fieles, pronuncia para pedir perdón a Dios e invocar su misericordia.
Existe luego otro tipo de comunión espiritual, que es la comunión con Dios y con los hermanos por parte del fiel, en estado de gracia.
Esta comunión es la comunión con la Iglesia en la tierra, con la Iglesia en el purgatorio y con la Iglesia celestial. Este tipo de comunión es una condición previa para la participación en la Misa y en la Comunión eucarística, que puede ser sacramental o espiritual, y aumenta en la medida en que el fiel participa activamente en la Misa y hace con fervor la Comunión sacramental o espiritual.
Gracias, padre Filemón, por sus aclaraciones... Pero..., en una primera lectura..., le confieso que me cuesta entender el vínculo entre su respuesta y lo expuesto por usted en el artículo anterior... Sin embargo, sabiendo que la dificultad puede ser seguramente mía, en mi dureza para comprender..., leeré y reflexionaré mejor sobre lo que usted me ha dicho, tratando de entender...
EliminarQuerida Rosa,
Eliminarlo que yo le sugiero es que vuelva a leer mi artículo del pasado 14 de junio (La Eucaristía y la Misa), teniendo en cuenta las aclaraciones que le he dado y las que a continuación añadiré.
En mi artículo anterior, hablando de comunión espiritual, entiendo la comunión eclesial, es decir la comunión del alma con el prójimo y con Dios, y no me refiero simplemente a la comunión espiritual eucarística en la Santa Misa.
Esto es fácil deducirlo del hecho de que señalo a la comunión espiritual como fin de la misa, mientras que la comunión espiritual, en el sentido litúrgico, tiene lugar durante la misa, como signo de participación activa en la misa.
A este respecto se podría decir que un excomulgado, sea justamente o injustamente, puede estar en gracia de Dios, y aunque no pueda participar en la Misa y por lo tanto no pueda hacer la comunión espiritual, sin embargo puede estar en comunión con la Iglesia y con Dios, que es lo más importante.
Por el contrario, se puede dar el caso de uno que está jurídicamente en comunión con la Iglesia, pero que no cree, por ejemplo, en la transustanciación. Pues bien, este, si se da cuenta de esta herejía, claramente no puede estar en comunión con la Iglesia, ya que esta comunión nace de la comunión eucarística sacramental.
Estimado padre Filemón: en los acontecimientos de estos días me parece intuir la maléfica acción de Satanás.
ResponderEliminarCoincido con usted en que el verdadero problema actual en el ámbito de la liturgia (ámbito de la liturgia que, ciertamente, no es el principal ámbito problemático en la vida de la Iglesia) está planteado por los abusos neo-modernistas, y no por los reclamos pasadistas de los lefebvrianos y filo-lefebvrianos que no aceptan la reforma litúrgica.
Sin embargo, es sumamente curioso y sorprendente, pero en mi opinión nada casual, que en la misma semana en que quedaron de manifiesto los errores de Andrea Grillo acerca de la Misa, surja esta confabulación indietrista acerca de la encuesta sobre Summorum pontificum, enlodando el actuar del papa Francisco respecto a Traditionis custodes.
Yo veo aquí el dedo de Satanás, para ocultar, mediante el revuelo creado por la exigua minoría indietrista, el grave problema de los abusos del neo-modernismo.
Estimado padre Serafín,
Eliminarleyendo sus consideraciones también me viene la sospecha que este ataque al papa Francisco, a propósito del Vetus Ordo, provenga fundamentalmente de los modernistas con el propósito de distraer la atención del Papa de aquello que es hoy el verdadero problema de la liturgia, problema que no es el pasadismo del grupito de los filolefevrianos, sino que es la prepotencia y la altivez de los modernistas que creen poder dominar la situación.
Con esto no excluyo en absoluto la necesidad de resolver el problema de los pasadistas. Sin embargo, me parece evidente que todos los buenos católicos deben estar unidos en torno al Papa para ayudarlo a hacer que la liturgia no sea fuente de división, sino de unidad y de paz.
A este respecto comparto el parecer del Card. Bassetti, ex presidente de la Conferencia Espiscopal Italiana, quien dijo que necesitamos un Papa que combine las cualidades de Benedicto con las cualidades de Francisco. Este parecer de Bassetti, en mi opinión, es el que puede resolver hoy la cuestión litúrgica, porque Benedicto nos recuerda el valor del Vetus Ordo, mientras que Francisco nos recuerda el primado del Novus Ordo.
Mientras el Papa no haya encontrado la manera correcta de conectar estos dos ritos, la situación actual se agravará con inmenso escándalo y daño para la Iglesia.
Es una desgracia que Gaetano Masciullo, a quien usted se refirió con elogios en otros artículos suyos, se haya desviado tanto, no sólo doctrinalmente, sino caritativamente, sin tener en cuenta la verdadera comunión eclesial...
ResponderEliminarVéase:
https://gaetanomasciullo.altervista.org/videotesto-il-rapporto-ufficiale-del-vaticano-che-smonta-traditionis-custodes/
Recemos por Gaetano...
Filemón: entonces, si el problema litúrgico según usted no es el planteado por las instancias del "grupito" pasadista, entonces ¿por qué no deja de hablar de eso, y se refiere más bien a los problemas causados por los modernistas en la Iglesia?
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