¿Cómo les ha venido en mente a los Padres del Concilio de Nicea, en el 325, hace mil setecientos años, hacer uso de la noción aristotélica de sustancia (usía) para significar la divinidad de Cristo? Respondamos a esta pregunta, a fin de comprender, al menos en la medida de nuestras posibilidades, la formulación del dogma católico referente a que nuestro Señor Jesucristo es de la misma sustancia del Padre. Nuestro propósito es el reflexionar sobre el dogma cristológico de Nicea para que ello nos impulse a una nueva evangelización [En la imagen: fragmento de "La Trinidad", pintura de técnica mixta sobre tabla, obra de Miguel Ximénez, realizada entre 1480 y 1490, conservada y expuesta en el Museo Nacional del Prado, Madrid, España].
En busca de una definición de la identidad de Cristo
----------La primera preocupación de la Iglesia después de la presencia terrena de Jesucristo, fue la de aclarar quién era Jesús y cómo definir su naturaleza y su personalidad. En efecto, Él había dado signos impresionantes de tener no solo poderes humanos, sino también divinos, y había afirmado de sí mismo cosas que solo Dios puede decir de Sí mismo. Muchos se escandalizaban pensando que fuera un megalómano, o bien, viendo la novedad de su enseñanza, pensaban que fuera un rebelde a la ley de Moisés. Pero otros, viendo los milagros que hacía, constatando sus exímias virtudes y el bien que hacía al prójimo, pensaban que fuera el Mesías prometido por los profetas. Otros todavía, al ver su aparente derrota y su fracaso ante las autoridades, pensaron que era imposible que fuera el Mesías.
----------Fue así que surgieron acalorados debates sobre este tema relativo a la usía, la naturaleza o esencia de Cristo. Algunos, como Arrio, creían que Jesús era solo similar, ómoios al Padre, pero admitir que fuera igual o idéntico al Padre en la divinidad parecía demasiado.
----------Para poder comprender y aclarar el significado del dogma niceno, es necesario dar la definición de cinco conceptos que tomamos de la metafísica:
----------1. La esencia (usía), que es lo que una cosa es, y responde a la pregunta ¿qué es?
----------2. La sustancia (hypostasis), que es una naturaleza singular completa apta para subsistir.
----------3. La naturaleza (fysis), que es el ente determinado en cuanto principio de actividad.
----------4. La persona (prosopon), en cuanto naturaleza espiritual individual subsistente.
----------5. La subsistencia (yparxis), que es el ser en sí y no en otro, que es el acto de ser propio de la sustancia y de la persona.
----------La palabra sustancia, como sabemos, viene de substantia, a su vez procedente del aristotélico ypokéimenon, que sería el "subyacente", lo que está debajo (sobre la cuestión metafísica de la sustancia, véase: M.-D.Philippe, L'être. Recherche de une philosophie première, I, Éditions P.Téqui, París 1972; Tomas Tyn, Metafísica de la sustancia. Participación y analogía entis, Ediciones Fede&Cultura, Verona 2009). El griego tiene ypostasis, que significa algo que está debajo de algo que está recto y es estable (del verbo sistemi, de lo cual viene stasis o sistema). En fin, para el ypokèmenon en latín tenemos el subiectum, el "puesto-debajo", el sujeto. Los Escolásticos tienen el término suppositum.
----------Sin embargo, aquella que la Iglesia latina en el dogma llama substantia corresponde a lo que, tres siglos antes de Cristo, Aristóteles llamaba usía, que es una palabra derivada de usa, participio presente femenino del verbo einai, ser. Hoy identificamos el término usía con esencia, que es lo que el ente es. La usia es la esencia del ente (on). Por eso para Aristóteles la usía, que nosotros llamamos sustancia, es el ente en el sentido más real, sólido, firme, lleno, principal y más fuerte.
----------Aquí tenemos evidentemente la idea de un arriba y de un abajo. Ahora bien, ¿por qué? Porque precisamente Aristóteles interpretó la transformación del ente material como proceso por el cual un ypokéimenon, la materia cambia de forma y entendió este ypokéimenon como algo, la materia (yle), que subyace y sostiene y por tanto está bajo la forma (morfé, eidos).
----------Podríamos preguntarnos: pero si sustancia implica un compuesto de materia y forma, mientras que Dios es pura forma, puro espíritu, ¿cómo hace la Iglesia para definir a Dios como sustancia? Porque aquí sustancia vale la pura forma subsistente o separada de Aristóteles (usía coristé), que es el espíritu.
----------Y los Griegos, ¿cómo hacen para llamar ypostasis a la persona divina? Porque ellos llaman hipóstasis a lo que nosotros los latinos llamamos persona y llaman usía, esencia, a lo que nosotros llamamos sustancia o naturaleza. Por eso ellos tienen "de la misma esencia o naturaleza del Padre", mientras que nosotros tenemos "de la misma sustancia del Padre".
----------Está claro, por otra parte, que aquí sustancia e hipóstasis han perdido la referencia a la materia para permanecer pura forma, puro espíritu, nus para Aristóteles, pneuma en el griego de san Pablo, rúach en hebreo. Es la sustancia o forma espiritual, Dios, el alma humana y el ángel.
La Iglesia fija también los términos del lenguaje de fe
----------El Concilio de Nicea llama a Jesús "Hijo de Dios", "nacido del Padre" (ghennethenta), "monoghené ek tes usías tu Patrós", unigénito Hijo de la sustancia del Padre, "ghennethenta, u poiethenta", engendrado, no creado. Es evidente ya por estas palabras la profesión de fe en la divinidad de Cristo.
----------Ya el llamar a Jesús Hijo de Dios (Uiós tu Theú) y Señor (kyrios) es un reconocimiento implícito de la divinidad de Cristo. El Concilio retoma en efecto el sentido en el cual Cristo en el Evangelio habla de sí como Hijo de Dios, llamando al Padre como su Padre para significar que Le es Padre de modo exclusivo, diciendo que Él y el Padre son una sola cosa, de haber salido del Padre, tener en sí la vida como el Padre, y tener los mismos poderes que el Padre.
----------Pero, como todos saben, el vocablo, que es un neologismo, que los Padres han acuñado para significar la divinidad de Cristo, es el famoso omoúsios, que tanto fue contrastado por los arrianos y siempre es contrastado por todos aquellos que no reconocen que Jesús es Dios, Hijo del Padre.
----------La Iglesia Latina no se ha sentido capaz de imitar la audacia del griego acuñando un término equivalente en las diversas lenguas, por ejemplo en español se podría utilizar el vocablo omoúsio. En cuanto a la expresión "de la misma sustancia del Padre", habría sido mejor, en mi opinión, decir de la misma naturaleza del Padre. Propiamente hablando, en efecto, no existe una sustancia del Padre, como si el Padre fuera una sustancia o tuviera una sustancia. En cambio el Padre tiene o es una naturaleza divina.
----------Equivocado sería hablar de la misma esencia del Padre, ya que es obvio que el Padre y el Hijo, como tales, no son lo mismo, sino que son distintos, como por lo demás sucede entre nosotros. Entre nosotros padre e hijo son de la misma naturaleza humana específica, pero no de la misma naturaleza individual. En cambio, en Dios el Padre y el Hijo son de la misma naturaleza divina, que es singular e individual, una de número.
----------Por eso, mientras que entre nosotros el hijo tiene una naturaleza singular distinta de la del Padre, en Dios el Hijo, aunque personalmente distinto del Padre, tiene la misma naturaleza singular divina del Padre, una de número, que es a la vez especie, pero no como la especie humana que abarca muchos hombres, porque el ser Dios no es una esencia universal abstraíble del individuo, una especie como ocurre en las creaturas, que tenga bajo sí individuos, de lo contrario tendríamos el politeísmo. En cambio el verdadero Dios es uno solo. O es singular y único, o no es Dios. Admitir varios dioses significa admitir que uno no tiene lo que tiene el otro. Pero entonces, ¿qué sería de la totalidad absoluta, que es atributo necesario para hablar del ser Dios?
----------La noción de Dios o de naturaleza divina no es una noción analógica, una y múltiple o diversificada, como por ejemplo la del ser, la de la vida o la de la bondad. Es, en cambio, una noción absolutamente una y unívoca, con precisos atributos distintivos y exclusivos, que la distinguen de cualquier otra noción, aunque sea concebida en el horizonte del ser.
----------La noción analógica de Dios está en la base del politeísmo y de esa falsa concepción de la pluralidad de las religiones, que se limita a notar las diferencias, reduciendo la fe a opinión (las "fes"), descuidando la universalidad del concepto de Dios y dejando traslucir un implícito politeísmo.
----------Esto no quita la posibilidad y el deber de formar un concepto genérico de divinidad, porque el abstraer y la consideración de lo universal son necesarios para el pensamiento. Pero debemos tener cuidado de que cuando se trata de establecer lo que es necesario atribuir a la divinidad, debemos tener cuidado de atribuirle también la singularidad; de otro modo sería imposible su carácter absoluto, la singularidad es también éste atributo necesario a la divinidad.
----------Hay que señalar también que la expresión en lengua castellana "de la misma sustancia del Padre" no coincide con la griega "de la sustancia del Padre". El castellano pone en luz que el Hijo tiene la misma naturaleza divina del Padre, expresa el omoúsios. El griego evidencia que el Hijo procede de la misma naturaleza divina del Padre, y por lo tanto es Dios Hijo de Dios Padre, donde Hijo y Padre son obviamente distintos, pero la divinidad es la misma, una en número, en entrambos.
----------El Concilio de Nicea del 325 ha querido aclarar la relación del Hijo con el Padre: Jesús es Hijo de Dios, es Dios como el Padre; Él es con el Padre un solo Dios, pero al mismo tiempo es Persona divina distinta de la Persona del Padre. Jesús es igual al Padre como Dios, pero distinto del Padre como Hijo.
----------Una vez aclarado este punto, el Concilio de Calcedonia del 451 se concentrará en la Persona de Cristo, para poner en luz el misterio de la Encarnación: la Persona del Hijo, el Verbo del Padre, ha asumido una naturaleza humana y la ha unido a Sí, haciéndola subsistir de su misma subsistencia, de modo que Jesús es una persona divina, el Hijo, en dos naturalezas: la divina, de nacido del Padre, y la humana, de nacido de María.
----------En el Concilio de Constantinopla del 381 la Iglesia aclara que del Padre no procede solo el Hijo, sino también el Espíritu Santo, nexo de Amor entre Padre e Hijo, que completa la obra santificante del Hijo. En el Concilio de Trento aclarará lo que ha sido la obra redentora y santificadora de Cristo: donarnos la vida eterna. El Concilio Vaticano II aclarará la naturaleza y la obra de la Iglesia la comunidad de salvación fundada por Cristo.
Una historia atormentada
----------¿Cómo les ha venido en mente a los Padres del Concilio de Nicea hacer uso de la noción de sustancia (usía) para significar la divinidad de Cristo? Como es sabido, la noción de sustancia es una noción espontánea de la mente humana, una noción ciertamente analógica, donde las modalidades principales son la sustancia material y la espiritual, visibilia et invisibilia.
----------Aristóteles ha tenido el inmortal mérito de explorarla, explicitarla, definirla y profundizarla, pero no se trata de una particular noción u opinión propia del aristotelismo o de la cultura griega, sino, como he dicho, de la razón humana como tal, ya se trate del indígena de la Amazonía, del aborigen de Australia o del pigmeo africano. En la Escritura no existe un término hebreo específico o exactamente correspondiente a usía o ypostasis o substantia, pero está claro que la noción, aunque expresada en formas concretas y personalistas y no metafísicas, está presentísima y fundamental. Sin la noción de sustancia, el pensamiento, sobre todo el filosófico y teológico, es imposible o vaga entre las sombras, los fantasmas y las apariencias.
----------Como hace notar Jean Daniélou, en su libro La teología del judeo-cristianismo, con abundancia de citas bíblicas y del primer judeo-cristianismo, lo que para la metafísica es la sustancia (usía), para el lenguaje bíblico es el Nombre (en hebreo: scem) de Dios, nombre que no es solo como para nosotros hoy, un simple dato o signo anagráfico, una palabra convencional que designa y distingue a esa persona dada, sino que representa la esencia, la naturaleza, la sustancia de esa persona. El "Nombre de Jesús" en el Nuevo Testamento significa la naturaleza divina de Cristo, porque es el mismo "Nombre" del Padre, Aquel Que Es.
----------Daniélou observa también de manera interesante que san Juan, aunque hebreo, al designar la divinidad del Verbo y hablando a los Griegos, no usa el término griego ónoma, que para los Griegos, como para nosotros hoy, era una simple designación convencional, sino que utiliza el término griego Logos, mucho más denso de significado, capaz de indicar la divinidad y al mismo tiempo la filiación del Verbo.
----------No obstante todo esto, es impresionante constatar cómo el pensamiento europeo, al surgir antes de Lutero y luego de Descartes, comienza a desviar la mirada y el interés por Dios como ente y como sustancia, un Dios exterior y trascendente, para volverlo a Dios en cuanto presente e inmanente en el yo, un Dios interior, para Lutero como Cristo Salvador, para Descartes como Dios presente en la conciencia, cuya idea es innata.
----------Es una alteración idealista del enfoque agustiniano, mezclado con el protagorismo, que llevará en el siglo XVIII al surgimiento de la masonería y en el siglo XX a las consecuencias catastróficas del fascismo, el nazismo y el comunismo, flagelos apocalípticos alejados de la obra conciliadora del Concilio Vaticano II, pero que son monstruos que pueden reaparecer si no mantenemos la vigilancia.
----------El caso es que en el subjetivismo luterano-cartesiano, el subiectum, la sustancia, ya no es el ente extramental independiente del yo, la res, la cosa en sí, sino que es el Dios-para-mí, Dios-en-mí, Dios-pensado-por-mí, es mi conciencia, es el yo en cuanto pienso a Dios y me pongo en relación con Él, soy término de la acción divina salvífica hacia mí. Como dirá Hegel al final de este recorrido: el sujeto ha sustituido a la sustancia. Sin embargo, se trata no de un Dios que me crea a mí, sino que yo pongo a Dios para mí.
----------Con Martín Lutero y René Descartes, surge por tanto un proceso de oscurecimiento progresivo de la noción metafísica y realista de sustancia, un proceso por el cual el pensamiento desestabilizado viene a tambalearse y a oscilar en movimientos pendulares, dialécticos, inconclusivos, exasperantes y desastrosos entre el extremo del idealismo y el extremo del materialismo. Ya no se ve la distinción entre materia y espíritu, entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal, entre el ser y la nada.
----------El repliegue narcisista del yo sobre sí mismo, su desconfianza en el contacto con la realidad externa y con el prójimo, su excesivo preocuparse de sí mismo y confiar en sí mismo, la excesiva importancia dada al actuar del yo, llevan, bajo el pretexto de la libertad, a una valoración exagerada de la propia individualidad y de las propias ideas, de las propias voluntades, de los propios gustos, de las propias experiencias y opiniones, como si todo ello debiera constituir la fuente de la verdad o incluso de la misma realidad. La objetividad, el obiectum tiende a ser sustituido por los puntos de vista u opiones del subiectum.
----------Con el pretexto de la dignidad del cogito, del sum, del pensamiento, de la persona, del espíritu, de la conciencia y de la libertad, el yo debe y quiere dominar sobre todo y todo debe estar ordenado a él y controlado por él, incluyendo a Dios mismo.
----------Todo esto conduce evidentemente a envilecer o vaciar la idea de Dios como ente y como sustancia personal externa al yo, independiente del yo, que está frente al yo y que trasciende al yo, y a reducir a Dios a una idea innata en el yo. Si existe una sustancia, ésta es el yo. Todo lo demás, incluyendo a Dios, gira en torno al yo, emana del yo y está al servicio del yo. El egoísmo ya no es un pecado de soberbia, sino el principio de toda la filosofía y de toda la sabiduría.
----------De esta manera, acerca de la cuestión de la sustancia, la filosofía ha venido a enredarse en los siglos siguientes, sobre todo con Leibniz, Locke, Spinoza, Berkeley, Hume, Kant hasta Hegel y Bergson, en una serie infinita de equívocos, malentendidos y contrastes, hasta llegar al vano intento contemporáneo, presente también entre los teólogos católicos y los exegetas bíblicos, a dejar de lado sin más ni más la categoría de la sustancia para definir la esencia de Dios, para optar por los arbitrios de la imaginación creativa, las paradojas de la dialéctica hegeliana y la literatura de las escuelas medias, cuando precisamente el Concilio Vaticano I define la esencia de Dios como "una singularis substantia spiritualis".
Estimado padre Filemón de la Trinidad,
ResponderEliminarUsted escribió:
"El Concilio Vaticano II aclarará la naturaleza y la obra de la Iglesia la comunidad de salvación fundada por Cristo.".
¿Es esta una confirmación ulterior de que el gran concilio del siglo XX, más allá del planteamiento inicial de san Juan XXIII, no se limitó a tratar temas exquisitamente pastorales, sino que inevitablemente tuvo que abordar también cuestiones doctrinales?
Estimado Aldo,
Eliminarfue san Paulo VI quien añadió al Concilio Vaticano II una finalidad doctrinal proponiendo el tema de la Iglesia.
Usted ha escrito:
ResponderEliminar"...es impresionante constatar cómo el pensamiento europeo, al surgir antes de Lutero y luego de Descartes, comienza a desviar la mirada y el interés por Dios como ente y como sustancia, un Dios exterior y trascendente, para volverlo a Dios en cuanto presente e inmanente en el yo, un Dios interior, para Lutero como Cristo Salvador, para Descartes como Dios presente en la conciencia, cuya idea es innata.
Es una alteración idealista del enfoque agustiniano, mezclado con el protagorismo, que llevará en el siglo XVIII al surgimiento de la masonería y en el siglo XX a las consecuencias catastróficas del fascismo, el nazismo y el comunismo, flagelos apocalípticos alejados de la obra conciliadora del Concilio Vaticano II...".
¿Podría detenerse un poco en cómo la alteración de la visión agustiniana de lo divino, por obra de Lutero y Descartes, ha tenido como consecuencias, aunque remotas, la afirmación de dos ideologías por muchos aspectos diferentes, como el comunismo ateo y el nazismo neopagano?
Estimado Aldo,
Eliminarla interioridad agustiniana es la presencia de Dios en la conciencia como luz trascendente de la razón, a la que ésta recurre para recibir luz, mientras que la interioridad luterano-cartesiana es el ver a Dios como inmanente en la conciencia y para la conciencia.
De aquí los idealistas obtendrán el concepto de Dios no como realidad trascendente sino como idea de la mente. De aquí resulta que Dios ya no es el creador del hombre, sino una idea puesta por el hombre (Hegel, nazismo).
De aquí Marx deducirá que entonces Dios no existe como realidad que trasciende al hombre, sino que es un producto fantástico pseudo-consolatorio del hombre alienado por la explotación capitalista.