lunes, 17 de junio de 2024

La crisis del intelectual en nuestros tiempos (5/)

El estado de vida que, a nivel humano, es el más favorable para la vida intelectual, es el estado religioso o de perfección. Es llamado "estado religioso", porque en él la persona está empeñada al máximo en su "religere" o vincularse o referirse a sí misma a Dios, mediante la actuación de normas de vida (los votos de pobreza, castidad y obediencia) particularmente adecuados al propósito. Es llamado "estado de perfección", porque se propone aquella perfección de vida aconsejada por Cristo, a la cual se refería cuando, según el relato evangélico, dijo al joven rico, que ya cumplía los preceptos de la común justicia humana: "si quieres ser perfecto, ve, vende lo que posees y dalo a los pobres, luego ven y sígueme, tomando la cruz". [En la imagen: fragmento de "Heráclito y Demócrito", óleo sobre lienzo de la primera mitad del siglo XVII, obra de Nicolaes Eliasz Pickenoy].

La autoridad apostólica y la inspiración privada
   
----------"Dall'alto scende virtù che m'aiuta", dice Dante. La autoridad magisterial eclesiástica es conferida desde lo alto porque se trata de un poder sobrenatural; no es conferida por los hombres, sino por Dios; no es por tanto una autoridad humana, sino divina (al respecto, acerca de la autoridad eclesiástica, recomiendo el libro de Charles Journet, L'Eglise du Verbe incarné, ediciones Desclée de Brouwer, Bruges 1962). Dios Padre ha conferido esa autoridad a Cristo; Cristo la ha conferido a los Apóstoles y a sus sucesores a través de los Apóstoles, o sea a los Obispos (como testimonia la carta de san Clemente romano Papa a los Corintios); la ha conferido en grado eminente a Pedro, y a través de Pedro, a sus sucesores, los Papas.
----------La doctrina de la fe, por su divina sublimidad, no podía ni debía ser conservada y transmitida sino por hombres en cierto modo divinos, o, para decirlo mejor, divinizados. El poder de divinizarnos no nos lo podemos dar solos; sino que nos puede venir solamente de Dios, y si se trata del poder sacerdotal, nos viene transmitido por aquellos que son sucesores de los Apóstoles. De aquí la absurdidad de la idea de una autoridad apostólica proveniente, y por tanto conferida, desde abajo, según el modelo de la democracia, como señalaba Pío XII (cf. Yves Congar, Jalons pour une théologie du Laïcat, Les ed. du Cerf, Paris 1954, p.409). Dios puede conferir un poder divino también sin intermediarios humanos, sin que tal poder pueda encontrarse en contraste con la autoridad apostólica, desde el momento que tanto esta como aquel provienen de Dios.
----------La inspiración privada, entendida como comunicación con Dios no apostólica, no puede por tanto en ningún caso contradecir a la inspiración apostólica, fuente y garantía del magisterio eclesiástico oficial. Esto enseñan los principios esenciales y generales de la fe, contenidos en el "símbolo apostólico", con infalibilidad y certeza absolutas; es una enseñanza pública y obligatoria para todos ("docete omnes gentes"). La inspiración privada en cambio, se refiere a modos particulares, adaptados a particulares vocaciones o circunstancias, de aplicar los mismos principios generales y esenciales de la fe. Este tipo de inspiración no es siempre fácilmente detectable en su autenticidad, no goza siempre de certeza o infalibilidad, y por tanto no puede constituir norma pública y universalmente obligatoria como la fe apostólica.
----------Norma preliminar e indispensable para controlar la autenticidad y la bondad de hipotéticas inspiraciones privadas, es la de confrontarlas con los datos esenciales de la fe: si tal aparente inspiración está en contraste con ellos, entonces es evidentemente falsa y ningún creyente la puede aprobar. Si en cambio no contrasta con esos datos, cada uno es libre de pensar como quiera, según los signos o pruebas ulteriores que cada uno juzgue favorables o contrarios a la autenticidad, después de haber posiblemente escuchado el parecer de personas sabias y capaces en el discernimiento de los espíritus.
----------La inspiración privada especialmente en relación a la vida personal, puede y debe ser una experiencia común de todo creyente; ella determina la naturaleza abstracta de los principios generales de la fe, adaptándolos a la vocación o a la misión particular que cada uno ha recibido, así como a las circunstancias, y convirtiendo por tanto a los principios de la fe concretamente e inmediatamente operativos y eficaces para la acción.
----------Cada creyente debe por tanto aprender, valiéndose de la ayuda de personas expertas en la vida del Espíritu, y sobre todo de aquellos que han recibido y custodian con piedad y sabiduría el depósito apostólico de la fe, así como por la plegaria, por la vida honesta y por la unión sacramental con Cristo, guía y maestro por excelencia, debe aprender -decía- a estar siempre atento a las voces del Espíritu y a distinguirlas de otras falsas voces o de las sugestiones del Demonio, que viene travestido de "ángel de la luz", pero que en realidad merodea entre nosotros "como un león rugiente, en busca de quien devorar". Debe aprender, en las dudas teóricas y prácticas, en las situaciones difíciles y humanamente insolubles, a invocar la asistencia del Espíritu Santo, y una vez advirtiéndola auténticamente y creyéndola como tal, seguirla fielmente y, si es el caso, heroicamente, tanto más, cuanto más, mediante oportuno y prudente control, resulta seguramente conectada con los medios indispensables de la salvación (cf. Y. Congar, op.cit., pp. 411-413).
   
El estado religioso
   
----------El estado de vida que, a nivel humano, es el más favorable para el intelectual, es el estado religioso o de perfección. Es llamado "estado religioso", porque en él la persona está empeñada al máximo en su "religere" o vincularse o referirse a sí misma a Dios, mediante la actuación de normas de vida (los votos de pobreza, castidad y obediencia) particularmente adecuados al propósito. Es llamado "estado de perfección", porque se propone aquella perfección de vida aconsejada por Cristo, a la cual se refería cuando, según el relato evangélico, dijo al joven rico, que ya cumplía los preceptos de la común justicia humana: "si quieres ser perfecto, ve, vende lo que posees y dalo a los pobres, luego ven y sígueme, tomando la cruz".
----------El estado religioso es así ese estado de vida que permite la actuación mejor -a nivel humano- de la autotrascendencia íntima, de la cual el intelectual en cuanto tal tiene necesidad, para tender "ubi ipsum lumen rationis accenditur", creando así, por cuanto está en él, las mejores condiciones para una constante unión con Dios, y, si Él quisiera, para recibir la experiencia especial, en la cumbre de la consciencia, o sea en el "apex mentis" agustiniano, de la luz profética o mística (sobre la experiencia mística, cf. J. Maritain, Les degrés du savoir, ed. Desclée de Brouwer 1964; Amour et amitié, en Carnet de notes, ed. Desclée de Brouwer 1965; J. Maritain y Raissa Maritain, Liturgie et contemplation, ed. Desclée de Brouwer 1959).
----------Dado que el sacerdocio, como he dicho, concierne a la perfección sobrehumana, y dado que aquello que es superior no mortifica, sino que de hecho exalta a lo que es inferior, la superación de lo humano actuado por el sacerdote en cuanto tal, no implica una disminución o una supresión, sino al contrario, una exaltación de lo humano, naturalmente en aquello que lo humano tiene de auténtico y de salvable. De tal modo el sacerdocio en su plenitud, o sea el episcopado, comporta el estado de perfección, de acuerdo a la enseñanza del Pseudo-Dionisio retomada por santo Tomás (cf. Summa Theologiae, II-II, q.184, aa. 5-7).
----------El estado religioso implica dos diferentes niveles de actuación: uno, inferior, vinculado a la vida activa; el otro, superior, vinculado a la vida contemplativa (véase Summa Theologiae, II-II, q.188, a.6); este último luego, comprende a su vez dos niveles de actuación, uno inferior, vinculado a la vida contemplativa conducida en sociedad, el otro superior, vinculado a la vida contemplativa solitaria (Summa Theologiae, II-II, q.188, a.8). El criterio para establecer todos estos niveles, consiste en la aplicación especial de ese criterio general, por el cual vale la preeminencia del estado religioso sobre todo otro estado de vida humana, denominado este último con el término genérico de "estado secular": o sea la institución de las condiciones de vida psíquico-morales mejores para la afirmación de la vida intelectual, y por tanto para el ser mismo del intelectual.
----------En otras palabras, la idea de "religioso" es realizada mejor por los contemplativos, que por los activos, y entre los contemplativos, por los solitarios, antes que por aquellos que viven en sociedad. Este hecho se deriva también de los términos del lenguaje, los cuales vienen asignados propiamente a aquello que realiza perfectamente el concepto que significan, pero vienen asignados, aunque privados de parte de su poder de significación, a aquello que realiza solamente en parte el concepto referido. Así, para el Pseudo-Dionisio Areopagita (De ecclesiastica hierarchia, c.5, p.I, nn. 5 y 7; cf. también santo Tomás, Summa Theologiae, II-II, q.184, a.5), el religioso, todo religioso, es llamado μοναχός o θεραπευτής.
----------El primer término significa "solo", "solitario", y de él viene el término latino monachus, y de allí el castellano monje. También en la lengua italiana todo religioso es llamado monaco. Sin embargo, evidentemente el verdadero monje, μοναχός, en el sentido pleno y propio de la palabra, es el religioso que conduce vida solitaria. La idea del religioso es así realizada plenamente en el religioso solitario. Todo otro religioso por tanto, para ser tal, debe realizar, según el nivel de su particular empeño, el ideal del solitario.
----------Análogamente dígase para el término θεραπευτής, del cual viene "terapeuta", y que significa "siervo", "adorador", así como "aquel que tiene cura de o que se toma cura de", "médico" y, en fin, "sacerdote". Todo religioso es todas estas mencionadas cosas, sin embargo vemos que Filón Hebreo, en su obra De vita contemplativa, llama "terapeuti" a los contemplativos: no que no sean terapeutas, en el fondo, también los activos, pero lo son más los contemplativos. En este sentido, no se ve qué diferencia sustancial poder poner entre el género de vida de los Esenios considerados como "prácticos", vale decir, los activos, en el Quod omnis probus liber, y el de los Terapeutas tratados en el De vita contemplativa.
----------En efecto, el nombre a ellos atribuido derivaba (de acuerdo al juicio de Filón) de su τεραπευτεΐν τó óν, es decir, de su cuidado reverencial y amoroso, en lo cual ellos tenían ese óν, que, en cuanto así hecho meritorio, no era el mismo de Aristóteles, sino más bien el bíblico-judaico, mejor expresado por el término suyo propio de Yahweh, o sea, "Aquel que es", que es mucho más que "eso que es" de Aristóteles, y todavía mejor revelado a nosotros por nuestro Señor Jesucristo, que Aristóteles no tuvo la gracia de conocer.
----------Ahora bien, este ser terapeuta, concomitante con la plenitud de la vida intelectual, desde el momento que su objeto propio es el ser, el 'óv y aún mejor el Dios de Moisés y todavía mejor, el óptimo, el Dios de Cristo ("Muéstranos al Padre y eso nos basta" dice el apóstol Felipe a Cristo), es garantizado mejor por la vida contemplativa, que por la activa. Terapeutas, por otra parte, significa cultores y curadores de sí mismos o, mejor todavía médicos de sí mismos, que se tienen en cuidado y que se guarecen de las ilusiones de la carne. Esto está todavía mejor garantizado por la vida contemplativa que por la activa.
----------En fin, como había dicho, θεραπευτής significa "sacerdote": es lógico en efecto pensar que el religioso por excelencia sea el sacerdote, por la confortación sobrenatural que viene del carácter sacerdotal, de modo tal que el Obispo, que, como he dicho, es también religioso, tiene, según la enseñanza del Pseudo-Dionisio (De eccl. hier., op.cit., c.5, p.I, nn. 5-7; p.I, n.3; cf. santo Tomás, Summa Theologiae, II-II, q.184, aa. 5 y 6), el poder y el deber de guiar y perfeccionar la vida religiosa tanto laical como sacerdotal.
----------¿Por qué motivo, el religioso es más "terapeuta" en la vida contemplativa? Para responder a esta pregunta, es necesario que examinemos brevemente la distinción entre vida activa y vida contemplativa. El tema es sabiamente tratado por santo Tomás de Aquino en la Summa Theologiae, II-II, de la q.179 a la q.182 y, entre los modernos, por Maritain, en Questions de conscience (ediciones Desclée de Brouwer, París 1938, pp. 95-155), y en colaboración con su esposa Raissa en Liturgie et contemplation (ediciones Desclée de Brouwer, 1959). Remito a estos autores para un conocimiento más profundo de este tema; aquí bastará tratarlo brevemente con especial referencia al modo en el cual los mencionados dos géneros de vida condicionan o favorecen la vida intelectual, y por tanto el ser mismo del intelectual.
----------La vida humana y la vida intelectual, que de ella es el principio, encuentran su sentido, su razón de ser y su energía, en Dios, porque, como hemos visto antes, Dios es el principio absoluto de la vida intelectual: Él, como enseña la fe católica, crea el intelecto y lo ilumina, actuando sobre su actividad libre y conduciéndolo a su perfección, que consiste, siempre según la fe católica, en la visión de la divina esencia y, por tanto, en el llegar a ser intencionalmente la naturaleza divina misma (cf. J. Maritain, Les degrés du savoir, op.cit., p.495, y en general la función intencional del conocer en sus obras citadas en la introducción ap. II).
----------Toda la vida humana debe, por tanto, estar orientada hacia Dios, si quiere tener la dignidad y el significado que le competen, si no quiere fallar en el propósito para el cual existe. En este sentido no hay diferencia entre Esenios y Terapeutas. La diferencia surgen del empeño y del grado de intensidad con el cual se vive esta ordenación total de la propia vida a Dios. El Terapeuta, o sea el contemplativo, es una persona que por vocación y por la voluntad que sigue a tal vocación, está más que el Esenio, más que el activo, empeñada en el camino hacia Dios. ¿En qué sentido?
----------En el sentido de que la vida contemplativa está caracterizada por la contemplación de la verdad divina, mientras que la vida activa está caracterizada por las actividades exteriores. Ahora bien, dado que la vida intelectual consiste en la contemplación de la verdad y no en las actividades exteriores, de allí viene que la vida intelectual y por tanto el intelectual mismo, para poder ser tal, debe poder llevar una vida contemplativa.
----------Veamos ahora por qué motivo la designación de "terapeuta" convenga a la vida contemplativa. En cuanto al significado de la adoración divina, ella es lógica consecuencia de la divina contemplación. En cuanto al ser médicos de sí mismos, esto está vinculado por dos motivos a la vida contemplativa, ya sea por el hecho de que la contemplación de la verdad divina, constituyendo la conjunción de la mente con el principio de su vida, viene a ser por eso mismo fuente para nosotros de salud y de salvación; ya sea por el hecho de que la contemplación de la verdad divina es posible sólo a aquellos que crean en sí mismos las condiciones necesarias mediante el triple voto de pobreza, de castidad y de obediencia.
----------¿Por qué la contemplación solitaria es mejor que la comunitaria? Para responder a esta pregunta es necesario entenderse sobre el significado de la soledad, que en este caso no es tanto una realidad física, sino una realidad espiritual. Las prácticas tradicionales del silencio y de la soledad física están hechas para permitir la soledad espiritual, que es aquella de la cual hablo aquí, y que consiste en ese acto de la mente en el cual ella busca, en la medida que le sea posible, trascender la mediación de cualquier creatura, y alcanzar de ese modo, ya desde esta vida, directamente a Dios, en el que consiste eso que ella busca sobre todo. Como veremos más adelante, para realizar este contacto directo con Dios, el intelecto por sí solo -en la vida presente- no sirve, si no está acompañado del amor. Este trascender todas las creaturas conlleva la soledad de la cual hablo, eso que los místicos llaman el "estar solos con Dios". Dado que en esto consiste la perfección del intelecto, que se conjuga con ese "ubi ipsum lumen rationis accenditur", aparece clara la preeminencia de la contemplación solitaria sobre la comunitaria, que está mediada por la comunidad.
----------La vida activa es propia del estado secular, pero, como he dicho antes, puede pertenecer también al estado religioso. La vida activa consiste, como he dicho, en las ocupaciones exteriores; la diferencia entre el modo con el cual ellas son llevadas en el estado secular y en el estado religioso, está dada por el hecho de que éste último las desarrolla como consecuencia más claramente consciente de la actividad contemplativa (cf. santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q.188, a.2).
----------Por cuanto respecta a las condiciones morales de la vida religiosa, ellas están dadas, como he dicho, por los tres votos de pobreza, castidad y obediencia. ¿En qué sentido ellos favorecen la vida intelectual? Hemos visto que ésta última es favorecida por la vida contemplativa. Los votos sirven para la vida contemplativa, y por tanto indirectamente para la vida intelectual.
----------En efecto, el voto de pobreza exime de la actividad exterior; el voto de castidad pone la vida bio-psíquico-moral al servicio de la actividad intelectual; la obediencia, en fin, es el más importante de los tres votos, porque de ella depende la observancia y la reglamentación de los otros dos: la obediencia, en efecto, consiste radicalmente en el hecho de que la inteligencia se adecua, obedece, al dato real, sometiéndose humildemente: "adaequatio intellectus et rei"; todo lo opuesto por tanto de la presuntuosa y abrumadora inteligencia kantiana; en este someterse a la cosa y dejarse regular por ella, la inteligencia encuentra su perfección, que alcanza su máximo, cuando la cosa es Dios mismo.
----------La vida intelectual en el estado secular no es imposible, tanto es verdad que el estado secular es compatible con el sacerdocio, mientras que puede existir un estado religioso laical. Si es verdad por otra parte que la perfección máxima del estado religioso requiere el sacerdocio, y de hecho el episcopado, sin embargo se pueden dar religiosos laicos que alcanzan altos niveles de perfección: como por ejemplo un san Francisco de Asís, y por lo demás todas las religiosas, en cuanto incapaces del sacerdocio, son laicas; aunque se cuenten entre ellas santas nobilísimas.
----------Entonces, todavía nos podríamos preguntar: si el máximo del empeño religioso está dado por la vida contemplativa solitaria, y si el Obispo es maestro de vida religiosa, y si para ser maestros en alguna cosa, es necesario poseerla a la perfección, ¿por qué el Obispo no lleva vida solitaria? Aparte del hecho de que en ciertos casos esto puede serle lícito, en el sentido de la soledad física, es necesario tener en cuenta el hecho de que la soledad entendida en este sentido -como he dicho antes- no es esencial a la vida religiosa, como lo es en cambio la soledad con Dios, que es soledad en el sentido de que la mente se esfuerza por tener a Dios como objeto directo de su tensión y de cumplir toda acción, comenzando por las acciones intelectuales, por amor a Dios. La soledad así concebida no es incompatible con el estado episcopal, al cual incumbe el oficio pastoral, que es evidentemente incompatible con la soledad física.
   
El estado secular
   
----------Con el estado secular se llega a esa condición de vida, que ofrece el mínimo indispensable para la afirmación del intelectual. Tal minimum se encuentra luego, aunque ennoblecido y espiritualizado, virtualmente en todos los estados superiores. Se trata del poder aprehensivo sensible ordenado no a la vida activa (como veremos más adelante), sino a la vida contemplativa, cuya fase inicial es la contemplación estética, en la cual y por la cual el objeto es considerado no en relación a los fines de la vida activa (conservación del individuo y conservación de la especie), sino en cuanto eleva la mente a la consideración de causas superiores, máxima entre las cuales, Dios; en cuanto ello, diría Heidegger, estimula la "pregunta metafísica".
----------En otras palabras, con el estado secular la vida intelectual permanece cerrada y limitada en esta relación con el conocimiento sensorial, por lo cual recaba del conocimiento sensorial la idea de una causa primera. Es propio en cambio del estado religioso, y todavía más del estado sacerdotal, abstraerse lo más posible del conocimiento sensorial (aunque esté dirigido a y finalizado en la contemplación), para sumergirse lo más posible en el conocimiento de Dios y en el contacto directo con Él.
----------Por debajo del estado de vida, los condicionamientos que sufre la vida intelectual, se hacen mucho más pesados y limitativos, progresivamente que la inteligencia se relaciona con las particularidades de la individualidad material, o sea el sujeto físico humano (cf. santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q.17, a.8) y los bienes exteriores. Veremos mejor esto en la continuación de estas reflexiones.

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