jueves, 22 de junio de 2023

Una liturgia coherente con la exhortación Evangelii gaudium

A pesar de lo que indicaba su título, "Liturgiam authenticam", en 2001, la V Instrucción para aplicar debidamente la constitución del Concilio Vaticano II sobre la Sagrada Liturgia, demostró hace rato no promover una liturgia auténtica. El papa Francisco ha dado ya varios pasos para corregir el rumbo que estaba equivocado. Sobre todo el texto programático de su pontificado, la exhortación apostólica Evangelii gaudium, parece dar las principales señales para el camino que debe seguir recorriendo el Movimiento litúrgico en el rito romano. ¿Estaremos ya en el tiempo de un punto de inflexión hacia la VI Instrucción sobre la Reforma Litúrgica? 

----------Las enseñanzas sobre la Sagrada Liturgia que nos ha venido ofreciendo el papa Francisco durante todo su pontificado, se han ido manifestando, a lo largo de estos diez años, con progresiva claridad. Las primeras intervenciones se referían a cuestiones importantes como las traducciones litúrgicas (véase al respecto la carta apostólica Magnum principium de 2017) o a la extensión de los ministerios del lectorado y del acolitado también a las mujeres (la carta apostólica Spiritus Domini de 2021). Pero los dos textos fundamentales, también en el plano de una teología sistemática litúrgica y eucarística, son la carta apostólica Traditionis custodes (julio de 2021), acompañada de una Carta a los Obispos, y la carta apostólica Desiderio desideravi (junio de 2022).
----------Sin embargo, la pauta no la marcan sólo los documentos litúrgicos del Papa, sino sobre todo su práctica litúrgica. En la economía del papado de Francisco -y esto no se puede repetir lo suficiente-, la liturgia no aparece mayoritariamente como un discurso directo, sino como una práctica indirecta, que se ve afectada por su condición de "hijo del Concilio", que él encarna con plástica e inmediata evidencia. Así, como es fácil recordar, a partir de las misas cotidianas celebradas en Casa Santa Marta, o de las audiencias de los miércoles, o de las homilías dominicales, pero también de los grandes discursos o de las disposiciones estrictamente litúrgicas (como, por ejemplo, la modificación a la rúbrica del Lavatorio de los Pies y, por supuesto, las mencionadas cartas pastorales Traditionis custodes y Desiderio desideravi) es claro que el Santo Padre celebra con la "alegría del evangelio". Hoy, anciano y limitado por la enfermedad, ya no le vemos celebrar como le veíamos antes, pero su testimonio sigue estando ante nosotros, en sus discursos y en su práctica litúrgica.
----------Pero esto no es suficiente, pues el reconocerlo (y reconocer las cuestiones litúrgicas abiertas señaladas por el Papa) me parece que está implicando la necesidad de caminar hacia la VI Instrucción para la aplicación de la Reforma. De hecho, el texto programático del actual pontificado, es decir, la exhortación apostólica Evangelii gaudium, esboza un perfil de la tradición eclesial donde la "Iglesia en salida" (como "campo de refugiados" y como "hospital de campaña") reclama una nueva atención a la relación entre liturgia y vida, entre liturgia y cultura. Este horizonte se completa con el designio, explícito, con el cual el Santo Padre pretende descentralizar el poder curial, confiando a las "regiones episcopales continentales" también competencias doctrinales. De gran impacto fue, en Evangelii gaudium, la previsión de una tal descentralización en algunos sectores de la docencia de la misma doctrina católica y en el ejercicio del magisterio.
----------Todas estas señales indicadas por el Papa en Evangelii gaudium contrastan de modo estructural con lo que viene ocurriendo en el campo litúrgico desde hace más de veinte años, vale decir, desde 2001, desde que la V Instrucción sobre la Reforma Litúrgica, Liturgiam authenticam, de hecho ha venido bloqueando a nivel universal cualquier camino de auténtica inculturación de la liturgia.
----------El plan de remodelar universalmente la liturgia sobre el prototipo (inevitablemente estático, cerrado y sin caminos de salidas) de la lengua latina, dando privilegio a una traducción obstinadamente y escolásticamente literal, e incluso pretendiendo que las lenguas habladas asuman la estructura misma de la lengua latina y sus "figuras retóricas", se había revelado desde el principio como un proyecto privado de sólido fundamento no sólo en la experiencia de los hombres, sino también en la tradición ritual de la Iglesia. A decir verdad, nunca se había despreciado en semejant medida el lenguaje de los destinatarios. ¡Como si las traducciones debieran requerir, estructuralmente, el conocimiento del texto original para ser comprendidas!
----------Pero si una lengua que ya ninguna madre enseña a sus hijos se convierte en el criterio único y decisivo para medir las lenguas vivas, ¿cuánto tiempo podremos resistir la prueba de esta "naranja mecánica"? ¿A quién ha podido ocurrírsele idear un sistema autorreferencial tan abstruso? Si para controlar el sistema se necesita una lengua sin futuro (como el latín, que no tiene ningún espacio para una verdadera renovación y que por eso resulta tan tranquilizador para algunos, precisamente porque ya no tiene historia), ¿cuánto debería esperar la tradición litúrgica para ser reducida a un museo de cera?
----------Después de veintidos años de atormentada carrera, Liturgiam authenticam ha llegado hace rato a su fin. No sólo, desde su aparición, había suscitado las legítimas críticas de amplios sectores de la teología y de la pastoral eclesial, sino que año tras año ha venido demostrando con hechos, no sólo que es una instrucción teóricamente fragilísima, sino también prácticamente inaplicable. Y donde se ha forzado la mano y se ha hecho lo que resultaba teóricamente criticable y prácticamente invivible, el resultado que ha derivado ha tomado la forma de documentos formalmente "correctos", es decir, coherentes con una norma equivocada, y precisamente por eso desprovistos de cualquier relación con el lenguaje vivo, con la vida auténtica y con la fe vivida de los sujetos que en ella deberían estar implicados. En la raíz de todo esto no había ni hay un defecto filológico, sino teológico y antropológico: un concepto rígido de la tradición ritual y la presunción de que la experiencia de los sujetos puede ser considerada un factor irrelevante.
----------En la actualidad, los Obispos, a nivel universal, se sienten entre la espada y la pared: por un lado quieren seguir "obedeciendo a Roma", obviamente, porque corresponde; pero por el otro quieren y deben servir a la fe de su pueblo. Pero saben bien que si en el aspecto sub examine obedecen a Roma producirán textos inutilizables, mientras que si quieren apuntar a un crecimiento real de su Iglesia, deben desviarse sensiblemente de los criterios romanos. Por lo tanto, la solución, la única solución posible, está en detener todo. Entiéndaseme bien, "detener todo" en lo referente a la aplicación de la V Instrucción sobre la Reforma Litúrgica, Liturgiam authenticam, en cuanto a los criterios allí expuestos sobre el uso de las lenguas vernáculas en la edición de los libros de la liturgia romana. Por supuesto, en relación a ello, el Papa ya ha hecho algo con su carta Magnum principium del 3 de septiembre de 2017, pero todavía queda trabajo por delante.
----------Respecto a la cuestión de la traducción de los textos litúrgicos, a Roma no se le pide ya nada, para que se bloquee el distorsionado proceso de control central, por temor a que la evolución se convierta en involución y que la obediencia a Roma genere desconcierto en la mayoría y exalte sólo a los espíritus más sectarios. El radicalismo literalista de la V Instrucción genera progresivamente división y desánimo, como era largamente previsible ya desde hace veintidos años. Efectivamente, mirando más de cerca, es el miedo el que se ha convertido en el sentimiento más extendido entre los responsables eclesiales de muchas conferencias episcopales. En veintidos años, Liturgiam authenticam ha producido, al menos entre las jerarquías, un verdadero "angor liturgicus", una angustia, una inquietud y un sufrimiento que ya no es tolerable.
----------La alegría del Evangelio no puede convivir con el temor por la liturgia. Y si en liturgia comenzamos con "luctus et angor" (que debió ser el título originario de la Constitución conciliar que más tarde se convirtió en Gaudium et spes) ¿cómo podemos de veras sintonizarnos con este verdadero y gran renacimiento del "gaudium" y de la "spes" conciliar, que el papa Francisco relanzó con fuerza en su texto programático? El texto de Evangelii gaudium pide una "Iglesia en salida", capaz de una liturgia auténtica. Pero para tener una liturgia auténtica debemos necesariamente superar el enfoque asfixiante y defensivo de la instrucción Liturgiam authenticam, que genera una Iglesia cerrada y atrancada sólo en su propio pasado, auto-referencial, donde la liturgia viene modela a ejemplo del museo diocesano, con aire acondicionado y muros antiproyectiles.
----------Estoy convencido que ésta es hoy la conditio sine qua non: o se escribe una VI Instrucción sobre la Reforma Litúrgica, o estaremos cada vez más dominados por el temor, por la parálisis y por el inmovilismo. Y me temo que todavía puedan existir celosos funcionarios romanos, encerrados en sus despachos, que seguirán pronunciando sentencias, declaraciones y normativas, acerca de signos y gestos del rito de la paz, sobre las formas del canto, o sobre los calcos que faltan hacer desde el latín, con la mirada vuelta sólo al pasado, sin alegría, con un gran temor a los abusos, sin ninguna consideración por los usos y por la gran e inagotable experiencia de los hombres y de las mujeres reales que hoy forman la Iglesia.
----------Pero también ellos, los funcionarios romanos, están entre las víctimas, precisamente porque ¡es la V Instrucción la que los obliga a trabajar así! ¿Cómo es posible que puedan abrir los ojos (y así estar en condiciones de respirar) sólo si reciben una carta del Papa pidiendo explícitamente la reforma de una rúbrica?, como sucedió años atrás con el cardenal Sarah. Eso fue lo que precisamente ocurrió con el cambio de la rúbrica del mandatum, en la Misa vespertina del Jueves Santo. ¿Acaso no debería ser, el del Dicasterio del Culto, también un oficio de estímulo, de apertura, de impulso? ¿Cómo puede haber, en una Iglesia que se dice "en salida", un Dicasterio del Culto especializado sólo en cerraduras y sistemas de alarmas? Creo que podremos redescubrir esta "vocación a la alegría" en un Dicasterio del Culto que finalmente se aplicara a elaborar una nueva Instrucción, la VI. Demasiadas energías y demasiados condicionamientos han servido hasta hoy sólo para no aplicar todavía hoy lo que ya desde hace veintidos años no se aplica, porque estaba mal planteado desde el inicio, tanto a nivel teórico como práctico.
----------Esta fase histórica nuestra en el Movimiento litúrgico y en el desarrollo de la aplicación de la Reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II, no necesita de "lamentaciones sobre el culto", sino de "himnos de alegría". Creo que un buen número de expertos (no sólo europeos, sino de todo el mundo), teólogos y pastores, estarían inmediatamente dispuestos a colaborar para delinear el perfil de una Instrucción que traduzca "Evangelii gaudium" a un campo tan fundamental como es el de la liturgia. ¡Tenemos necesidad, en definitiva, de un texto que se centre en el tema de la "Sacrae Liturgiae Gaudium"! Y que ponga fin a estas contorsiones disciplinarias e institucionales, que sólo generan parálisis y pérdida de tiempo, y que no nacen de la alegría sino del miedo, no nacen de la esperanza sino de la resignación. La transición de la prefectura del cardenal Robert Sarah a la prefectura del cardenal Arthur Roche en el Dicasterio del Culto, ya parece dar signos de algún cambio en estas cuestiones. Veremos. El tiempo hablará por sí mismo.
----------En lugar de crear "irrealidades", como lenguas artificiales calcadas y modeladas sobre el latín, lenguas que no existen ni podrán existir jamás, ni siquiera por decreto de un dicasterio romano, escuchemos la invitación a dar el primado a la realidad, a salir de veras de los muros que hemos construido a nuestro alrededor, para respirar aire puro, para hablar lenguas vivas, para estar entre los hermanos, hasta el punto de captar su olor: escribamos inmediatamente una nueva Instrucción para aplicar la Reforma litúrgica. Una guía para esta labor ya ha sido escrita por el Papa en Desiderio desideravi. Sólo así puede retornar un poco de buen sentido común.
----------Queda así planteada en estas reflexiones la temática litúrgica que iremos desarrollando, Dios mediante, en posteriores artículos, referidos al tema que, precisamente, ha sido el central en la V Instrucción, o sea el del uso de las lenguas vernáculas en la edición de los libros del rito litúrgico romano. Lo haremos paso a paso, recordando ante todo los debates que se han ido produciendo en torno a este tema en la última década, para llegar paulatinamente a explicar los caminos que ahora han quedado en cierto modo abiertos con la carta apostólica Magnum principium del 3 de septiembre de 2017. 

11 comentarios:

  1. "Esta fase histórica nuestra en el Movimiento litúrgico y en el desarrollo de la aplicación de la Reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II, no necesita de lamentaciones sobre el culto, sino de himnos de alegría".
    Filemón dixit…
    Será...
    Pero… en lo personal veo más motivos de preocupación.
    Perdóneme Padre, pero, cierta papolatria leída en sus escritos extemporáneos (y no) empieza a preocuparme, más que a divertirme.
    "Ab arbore autem fici discite parabolam": y esta no la escribí yo.

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    1. Estimado Paracelsomol,
      si tú de veras hubieras observado la higuera, y me conocieras -digamos- desde hace un par de décadas, habrías visto que sobre el tema de "Liturgiam Authenticam", yo decía y escribía las mismas cosas mucho antes del papa Francisco. Coraje.

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  2. Filemón, da la impresión que usted conoce la liturgia solo en teoría... ya que habla de ella simplemente como un acto horizontal, destinado solo a involucrar al "público", y la ve solo como un acto verbal, dándole la apariencia de que la liturgia comunica sólo con el lenguaje utilizado. Pero le recuerdo que no es así: la liturgia es ante todo un acto vertical, que pone en contacto el cuerpo de la Iglesia con su Cabeza, Cristo, humana y divina como recuerda la Sacrosanctum Concilium. ¡Esto no aparece en lo más mínimo de su discurso, que describe la liturgia solo como una actividad de circo que está destinada a divertir y recrear! Vayamos entonces al teatro y al cine, o al circo de verdad, o al parque de diversiones, porque esos son los lugares de la creatividad y de la diversión. La alegría Cristiana, la verdadera alegría, es sobre todo interior (como decía Pablo VI). En cuanto a la autenticidad, esta viene dada por la fidelidad a la tradición transmitida por los padres de los primeros siglos. Y que estos criterios funcionan se lo digo por experiencia en celebrar, ¡no por criticar!

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    1. Estimado Fabián,
      no me atribuyas lo que te gustaría que yo dijera. La contraposición que haces entre vertical y horizontal demuestra que en realidad poca experiencia tienes en la liturgia católica. En efecto, en ella las dos dimensiones se entrelazan. Y una lengua incomprensible no garantiza en absoluto la verticalidad sino la ausencia de experiencia. No uses ideológicamente a la liturgia, por favor.

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  3. ¡Cuan equivocada ha estado la Iglesia al considerar invariablemente durante tantísimos años, incluso en importantes documentos del magisterio (incluidos los del Vaticano II) como un tesoro al latín! ¡Vivan las lenguas vivas, viva la ambigüedad, el todo vale, el caldo de cultivo de las herejías! Esto es lo que respiro en tu documento Filemón.

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    1. Estimado Atanasius,
      el Magisterio doctrinal y pastoral de la Iglesia es definitivo e infalible en su doctrina, pero falible, transitorio y contingente en sus directivas pastorales y disciplinarias. La Iglesia guarda tesoros culturales de ella misma y de la humanidad toda: en sus museos. Todas las lenguas, las vivas y las muertas, en sus monumentos de todos los tiempos, guardan sublimes verdades junto a nocivos errores, verdades naturales y reveladas junto a las más nefastas herejías.

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  4. Determinados lingüistas promovieron el esperanto conscientes de la importancia de disponer de una lengua universal. La Iglesia cuenta con ese tesoro (aunque cada vez más disminuido), llamado LATÍN, que personas con su mentalidad se encargan de demoler, desde hace mucho tiempo.

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    1. Estimado Atanasio,
      el latín como lengua viva universal nunca ha existido, sino que existió en los límites del Imperio Romano. El latín litúrgico nació como lengua vernácula en los primeros siglos del cristianismo. Nadie ha demolido el latín. Ha muerto como lengua vehicular hacia finales del primer milenio cristiano. El latín no ha sido demolido por nadie, ha muerto como otras tantas lenguas, como mueren las tradiciones, los usos, las costumbres y los demás aspectos transitorios de las culturas.

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    2. No voy a discutir las afirmaciones que usted hace, como pretendiendo refutar cosas que yo no he dicho. Son los escritos de la Iglesia universal hasta bien pasada la mitad del siglo XX (esos que usted califica de infalibles) los que proclaman el enorme valor del latín y la conveniencia de mantenerlo y potenciarlo mediante la enseñanza. Otra cosa distinta es que los miembros de la Iglesia, especialmente algunos con papeles relevantes, no hayan sido fieles a los consejos y mandatos expuestos infaliblemente en los escritos del Magisterio.

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    3. Estimado Atanasio,
      he respondido a sus afirmaciones anteriores, del modo como buenamente he podido, sin ánimo de refutar las cosas que usted ha dicho, sino tratando de exponer la verdad acerca de los temas en debate, tratando de desarrollar el diálogo.
      Usted valora la utilidad que ha prestado el latín a la Iglesia. Está muy bien. Yo también la valoro, tal como valora esa utilidad la Iglesia, aunque en los ámbitos y en los modos debidos.
      En el ámbito de la liturgia, obviamente, el latín ha quedado hoy relegado a partir de la Reforma litúrgica y su principio central de la "actuosa participatio", el cual exige el uso de las lenguas vernáculas. Precisamente tal como fue exigido el latín cuando el latín era lengua vernácula y hubo que traducir al latín los textos litúrgicos en griego y en otras lenguas antiguas, cuando el cristianismo se extendió por el Imperio Romano en los primeros siglos.
      Pero el latín dejó de ser lengua vehicular al final del primer milenio.
      En el ámbito de la comunicación en la Iglesia, también el latín ha perdido vigencia de idioma vehicular: desde hace tiempo, incluso desde antes del Concilio Vaticano II, ya los textos pontificios comenzaron gradualmente a escribirse en otros idiomas; y hoy ya no se habla el latín ni siquiera en la Curia romana, y los Papas ya no se expresan en latín.
      Un tratamiento más detallado de estos temas lo he propuesto en otro de mis artículos:
      https://linumfumigans.blogspot.com/2023/07/el-latin-en-la-liturgia-tradicion.html

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    4. Gracias por su respuesta. El papa Benedicto XVI se ha pronunciado directamente en latín en varias ocasiones ante los cardenales, lo cual es lo adecuado en asuntos donde se necesita la máxima claridad y fidelidad. Voy a leer su artículo a ver si comprendo mejor su punto de vista.

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