miércoles, 5 de noviembre de 2025

El dogma en la vida del católico: norma de fe, enseñanza, misterio. Una introducción a su naturaleza y actualidad en la Iglesia

¿Todavía sabemos qué significa la palabra dogma o la hemos reducido a un eslogan vacío? ¿Es una carga que limita la libertad del creyente, o la luz que orienta su fe en medio de la confusión? En tiempos en que muchos confunden opinión con verdad revelada, conviene volver a lo esencial: el dogma no es un capricho humano, sino la voz de Dios confiada a su Iglesia. Redescubrirlo es redescubrir la certeza de la fe y la solidez de la vida cristiana. [En la imagen: la Cátedra de San Pedro, fragmento de la obra barroca de Gian Lorenzo Bernini en la Basílica de San Pedro, de 1666, situada en el ábside de la basílica].

«Guarda el buen depósito
con la ayuda del Espíritu Santo
que habita en nosotros» (2 Tim 1,14).
   
Dogma: ni pieza de museo ni invención pasajera
   
----------El dogma no es una reliquia inerte que se contempla a distancia, ni tampoco una ocurrencia pasajera que se desvanece con el tiempo. Es verdad revelada, viva y luminosa, que permanece inmutable en su contenido y, al mismo tiempo, se ofrece siempre nueva a la inteligencia y a la vida de la Iglesia.
----------En torno al dogma se han levantado dos espejismos opuestos. Por un lado, la tentación pasadista de reducirlo a lo ya solemnemente definido, como si la fe se agotara en un catálogo de fórmulas petrificadas, que acaso manifestaran que la Iglesia ha perdido esa capacidad prometida por Cristo de crecer en la comprensión de la Verdad revelada hasta el fin de los tiempos. Por otro lado, la deriva historicista de los modernistas, que lo disuelve en mera experiencia subjetiva, negando su carácter objetivo y vinculante. Entre ambos extremos, la Iglesia confiesa el dogma como verdad revelada, viva y luminosa: no fósil intocable, no construcción efímera, sino certeza que orienta la fe y sostiene la vida cristiana.
----------Para comprender estas verdades es necesario ante todo tener presente que en la ciencia, en el saber (y el dogma es saber) más que la mera acumulación de nociones dispersas, importa conocer con claridad el grado de certeza de sus principios y el orden de sus deducciones. Esto vale de modo especial en el campo de la fe y de la teología, donde hoy se agitan numerosas cuestiones: sobre la evolución del dogma, sobre lo revelado formal o virtualmente, sobre el dato revelado, sobre la teología positiva y la especulativa, etc.
----------Pero tales debates resultan estériles si antes no se precisa qué entendemos por dogma, por tradición, por magisterio ordinario, por fórmula dogmática, por sentido de fe del pueblo cristiano; y cómo una proposición puede estar contenida en otra ya revelada y deducirse de ella con legitimidad.
----------De aquí surge para nosotros la necesidad de un estudio ordenado de los datos de la divina Revelación, que nos ayude a nosotros creyentes a ofrecer a Dios un culto razonable (Rom 12,1), y que permita también a los no creyentes comprender la racionalidad de la fe. Más aún, es indispensable para quienes buscan un conocimiento pleno de las verdades reveladas, pues la fe cristiana excluye la duda y posee una certeza luminosa, no menor que la de los axiomas matemáticos.
----------El propósito de este artículo es, por consiguiente, doble: por un lado, ofrecer a los lectores, que pretendan estudiar más profundamente la fe católica, los criterios necesarios para juzgar con exactitud la certeza de las verdades reveladas; y por otro lado exponer los modos en que esas verdades pueden articularse en un sistema científico, mostrando cómo de una verdad revelada pueden derivarse otras, nuevas, no por supuesto cambiando la verdad adquirida, sino dándole una formulación más precisa.
----------Para ello hoy sólo nos abocaremos al concepto de dogma. En próximos artículos, en un primera fase determinaremos los significados de otras calificaciones teológicas (fe definida, fe divina y católica, doctrina católica, sentencia común, sentencia probable, etc.), junto con las censuras que les son opuestas (herejía, error, temerario, etc.). En una segunda fase de artículos mostraremos cómo las proposiciones de la fe y de la teología se relacionan entre sí y cómo se desarrollan legítimamente unas a partir de otras.
----------No pretendo aquí decir nada nuevo respecto de lo que ya enseñaron los grandes teólogos antiguos y modernos sobre una materia tan compleja. Lo que ofrezco es más bien el orden, la síntesis, la confirmación documental y la aplicación mediante ejemplos, para que los lectores interesados puedan formarse un juicio exacto sobre el grado de certeza de las proposiciones que se les presentan, o al menos comprender las dificultades del problema y juzgar con conocimiento de causa sobre un tema nada fácil.
----------Con la presente reflexión quedará claro, así lo espero, que el dogma se muestra como verdad viva: permanece idéntico en su contenido revelado, pero se ofrece siempre nuevo en la inteligencia de la Iglesia y en la vida de los fieles. Desde aquí se comprende la necesidad de precisar qué es el dogma en su definición teológica, para evitar tanto la rigidez estéril a la que lo quiere obstinadamente atar el pasadismo lefebvriano, como la volatilidad relativista en la que lo quiere disolver el historicismo modernista.
   
¿Qué es el dogma?
    
----------La pregunta parece sencilla, pero su respuesta hoy resulta para muchos compleja, incluso confusa. Y ante la confusión, no pocos optan por simplificarla a su manera.
----------Un ejemplo reciente lo ilustra bien y de él fuimos testigos en este mismo blog. El Dr. Mario Caponnetto escribió en el foro de este sitio días atrás: «el magisterio ordinario no goza del carisma de la infalibilidad». Sorprende que un católico con experiencia, conferencista y publicista, instruido y culto, pueda afirmar algo así. Porque esa frase revela, en el fondo, un desconocimiento del dogma católico.
----------Sin embargo, el de Caponnetto no es un caso aislado. Lo que él dijo es, en realidad, un eslogan repetido desde hace más de sesenta años por los lefebvrianos. Ellos lo utilizan como recurso para excusarse de aceptar las enseñanzas doctrinales —los desarrollos dogmáticos— del Concilio Vaticano II y de los Papas posteriores. En ellos, siendo cismáticos, se entiende. Pero el problema es que ese mismo recurso ha sido adoptado también por católicos dentro de la Iglesia, a quienes llamamos con toda razón filo-lefebvrianos, porque siguen las ideas lefebvrianas, aunque permanezcan formalmente en comunión.
----------Ahora bien, frente a estas graves confusiones que bordean la herejía, conviene recordar lo esencial: la Iglesia enseña que hay verdades que no sólo deben ser respetadas o tenidas en cuenta, sino creídas con fe divina y católica. No se trata de opiniones, ni de teorías, ni de hipótesis piadosas sujetas a la libre acogida de los fieles católicos. Son verdades que Dios mismo ha revelado y que la Iglesia propone como tales.
----------Ya el Concilio Vaticano I, en el siglo XIX, lo expresó con toda claridad: «Con fe divina y católica deben creerse todas aquellas cosas que están contenidas en la Palabra de Dios escrita o transmitida, y que son propuestas por la Iglesia, ya sea mediante juicio solemne o por el magisterio ordinario y universal, como divinamente reveladas» (Constitución Dei Filius, sobre la fe católica, cap. 3; Denzinger 3011/1792). Obsérvese bien: el texto menciona expresamente el magisterio ordinario, en contra de lo afirmado por el Dr. Caponnetto, por otros muchos confundidos, y también por los lefebvrianos.
----------En resumidas cuentas: el dogma es una verdad revelada por Dios, confiada a la Iglesia y propuesta por ella como obligatoria de creer para todos los fieles.
   
El dogma: “lex credendi”, doctrina y proposición
   
----------Según la citada definición del Concilio Vaticano I, el dogma es una ley de creer (lex credendi), o bien una doctrina propuesta con autoridad para ser creída mediante un juicio de la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica (n.88) precisa que el Magisterio ejerce plenamente su autoridad cuando define dogmas, obligando a una adhesión irrevocable de fe. Y añade que también son dogmas aquellas verdades que, aunque no estén explícitamente en la Revelación, tienen con ella un vínculo necesario.
----------1. Dogma como ley de creer. Ante todo, el dogma es una norma de fe (lex credendi). La palabra dogma proviene del griego δόγμα, que significa tanto una opinión sostenida, como un decreto, ley o edicto. Así, en el Evangelio se dice: «salió un edicto (dogma) de César Augusto» (Lc 2,1). En este segundo sentido —el de decreto— entendemos hoy la palabra. El dogma, entonces, es como un decreto de fe: una norma, una ley, que se impone a la mente y que no admite duda.
----------2. Dogma como doctrina. En segundo lugar, sin embargo, hay que tener presente que el dogma no es solo una norma externa, sino que es también una enseñanza, porque cuando Dios revela algo, actúa como maestro, vale decir, parte de lo que ya conocemos y, desde ahí, nos conduce a lo que desconocíamos. Tal como hace un buen profesor, organiza lo sabido en un nuevo orden para abrirnos a lo nuevo. Por eso, el dogma no es un añadido arbitrario a lo que ya sabíamos, sino una síntesis nueva de lo que ya intuíamos o conocíamos, iluminada por la Revelación. En el tratado De Revelatione se habla justamente de la autoridad magisterial de Dios: Él enseña como maestro, y lo hace a través de signos sensibles y de las nociones que ya poseemos naturalmente, porque nada entra en el entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos.
----------3. Dogma como proposición. Finalmente, el dogma es una enseñanza expresada en forma de proposición o juicio. Naturalmente, nuestro entendimiento no puede captar ni comunicar las cosas sino mediante enunciados o proposiciones: componiendo o dividiendo, afirmando o negando algo de un sujeto. Por consiguiente, los dogmas se expresan en fórmulas claras, que condensan la verdad revelada en palabras.
----------Estas fórmulas no son la realidad misma de Dios en su misterio, sino el enunciado verdadero que nos permite conocerlo y transmitirlo. Aquí conviene distinguir. Por un lado tenemos el objeto material de las fórmulas dogmáticas: las realidades sobre las que existen dogmas (Dios, los ángeles, el hombre, lo corporal y lo espiritual, lo simple y lo compuesto, las verdades y los hechos; incluso sobre el diablo hay algún dogma); por otro lado, el objeto formal: los dogmas mismos, es decir, las proposiciones que expresan esas verdades, promulgadas oficialmente por la Iglesia asistida por el carisma de la infalibilidad.
----------Los dogmas, entonces, son enunciados que constituyen el dato primordial de nuestra fe: el dato revelado. Ese dato no es Dios en cuanto se comunica vitalmente a nosotros —pues esa comunicación, aunque realísima en el orden ontológico, mientras no llegue a nuestra conciencia no es objeto de fe ni de teología—. El primer contacto de Dios con el hombre en el orden de la fe es a través del entendimiento. Dios se acomoda a nuestra mente cuando quiere hacerse objeto de nuestra fe y de nuestro amor: se nos manifiesta mediante proposiciones. De aquí que debamos hablar del valor intelectual y vital del dogma. 
----------Pues bien, siendo los dogmas, entonces, objeto del entendimiento, tienen un valor objetivo e intelectual. Como enseña la lógica, la verdad consiste en la conformidad del enunciado con la cosa: de ahí que los dogmas expresen algo inmutable, absoluto, siempre verdadero.
----------Este valor intelectual se funda en la misma Sagrada Escritura: en ella la fe aparece como un acto del entendimiento, y los Apóstoles transmiten una doctrina, un depósito confiado por nuestro Señor Jesucristo con el encargo de conservarlo intacto y transmitirlo sin alteración.
----------El entendimiento, además, demuestra los preámbulos de la fe: que Dios existe, que ha hablado, que ha fundado su Iglesia; capta el sentido de las palabras reveladas (qué significa Padre, Hijo, Espíritu Santo); descubre razones de conveniencia en lo que Dios ha dicho, así como analogías entre las nociones reveladas y las nociones naturales; y finalmente muestra que las dificultades que se nos presentan respecto de los misterios no prueban nada contra ellos, ni demuestran que sean contrarios a la razón, aunque sí estén por encima de lo que la razón puede abarcar.
----------Por otra parte, no sería posible la fe si no precediera un cierto conocimiento de la cosa propuesta a creer. Quien no conoce la verdad, no puede verdaderamente creer, porque el conocimiento precede a la fe tanto por naturaleza como por orden genético. Por eso en la Sagrada Escritura se unen con frecuencia los verbos “conocer” y “creer”: la fe es llamada “conocimiento de la verdad”, “plenitud de inteligencia”, y los fieles son descritos como docibiles Dei, “enseñables por Dios”.
----------La fe, entonces, no es lo mismo que ignorancia. Y nada la destruye más que querer recibirlo todo de manera temeraria e indiscriminada.
----------Aquí, al respecto de estas cuestiones, el Catecismo de la Iglesia Católica (n.89) añade un matiz precioso: los dogmas no son solo fórmulas intelectuales, sino luces que iluminan el camino de la fe. Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas: si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acogerlos.
----------De ahí la importancia del tema que estamos desarrollando: si todo se funda en sentimientos, nada habrá estable en la fe ni en la teología. Este es el error de los modernistas, para quienes los dogmas serían objeto de un vago y ciego sentimiento religioso, y no del entendimiento (Denz. 2022). Los viejos modernistas de la época de san Pío X cayeron en este error porque, siguiendo la filosofía de Kant, sostenían que nuestro entendimiento no puede afirmar con certeza nada sobre las realidades suprasensibles (como Dios o su Revelación). Pero al mismo tiempo querían seguir llamándose católicos y dar una explicación de los dogmas. Por eso decían: los dogmas no son objeto de la mente, sino de un sentimiento indefinido. Esto mismo dicen los modernistas de nuestro tiempo, con errores aún más graves, habiendo asumido todos los desarrollos del idealismo alemán
----------Resumiendo de forma sencilla todo lo que aquí, en este apartado, hemos dicho: El dogma es norma de fe (lex credendi): nos dice qué creer. El dogma es enseñanza: Dios nos instruye como maestro. El dogma es proposición: una verdad expresada en palabras, que podemos afirmar y transmitir. El dogma es también luz vital: ilumina el camino de la fe y sostiene la vida cristiana.
   
El dogma designa siempre una doctrina revelada
   
----------Para que entendamos que el dogma significa siempre una doctrina revelada por Dios, ante todo tengamos en cuenta que el término Revelación se toma aquí en sentido estricto, como revelación sobrenatural: es decir, como palabra docente y testificante de Dios personal. En otros términos, la Revelación es el verdadero discurso que Dios dirige a los hombres.
----------Para que haya Revelación se requiere, por una parte, que Dios nos manifieste su pensamiento acerca de alguna cosa, lo cual realiza mediante signos; y, por otra parte, que nosotros advirtamos que es Dios mismo quien nos habla, lo cual se da mediante el milagro.
----------Poco importa que las verdades reveladas sean o no cognoscibles por la sola razón natural, pues la Revelación puede contener tres especies de verdades: 1. Verdades del orden natural, es decir, aquellas que no superan la capacidad de la razón humana, como la existencia de Dios, la ley moral, la vida futura en general o la inmortalidad del alma. 2. Misterios propiamente dichos, verdades del todo impenetrables a la razón humana, que incluso trascienden la inteligencia angélica. No pueden ser comprendidos ni demostrados por el progreso de la ciencia, aunque no contradicen a la razón, sino que simplemente superan su capacidad cognoscitiva. 3. Hechos históricos, sobre todo los que se refieren a la persona del Señor. Estos hechos eran cognoscibles sensiblemente en cuanto a su elemento material, y cognoscibles por inducción de la razón en cuanto a su calificación como hechos divinos. Ahora bien, no toda revelación basta para que haya dogma, sino que se requiere que el Magisterio de la Iglesia la proponga como tal.
----------El Catecismo (n.88) añade al respecto de estos conceptos un matiz importante, pues nos dice que los dogmas son verdades contenidas en la Revelación divina o bien verdades que guardan con ella un vínculo necesario. Esto significa que el dogma no se limita a las verdades reveladas en sí mismas, sino que también puede abarcar aquellas que, sin ser reveladas directamente, son indispensables para custodiar, exponer o defender la Revelación (por ejemplo, la definición de la infalibilidad del Papa).
----------Resumiendo de forma sencilla lo que hemos dicho en este apartado: El dogma es siempre doctrina revelada por Dios. La Revelación puede abarcar verdades naturales, misterios sobrenaturales y hechos históricos. No toda revelación se convierte en dogma: se requiere la proposición de la Iglesia. También son dogmas aquellas verdades que, sin estar explícitamente en la Revelación, tienen con ella un vínculo necesario.
----------Ahora bien, no toda revelación basta para que haya dogma, sino que…
   
El dogma designa una doctrina revelada por Revelación pública
   
----------Hay que tener presente que la Revelación fue entregada a la Iglesia como sociedad pública; de ahí que el dogma no sea cosa privada, sino realidad social, que pertenece a todos y contiene doctrina revelada confiada a la Iglesia. Este elemento es de suma importancia, porque excluye que la forma nativa de la Revelación sea una intuición sobrenatural o una experiencia religiosa, como sostenían los modernistas del tiempo de san Pío X (Denz. 2020) y los de nuestro tiempo, y también los protestantes. La intuición y la experiencia son, como es evidente, fenómenos privados, no compartidos por muchos a la vez.
----------Es verdad que la Revelación, en general, se da inmediatamente a un individuo; pero como está destinada a todos, es necesario que transmita un objeto válido para todos, y que se exprese con tal claridad, certeza y estabilidad que pueda ser norma común. Por eso la emoción religiosa personal o la experiencia mística pueden acompañar a la Revelación, pero no son la Revelación.
----------Para que el conocimiento que recibe, por ejemplo, el profeta en el Antiguo Testamento pueda ser norma social, se requiere un valor constante y estable de afirmación intelectual. Lo que se alcanza inmediatamente por la Revelación no es el corazón del profeta, sino su entendimiento, capaz de la verdad absoluta. Poco importa para nosotros su fe, religión o virtud: basta con que sea instrumento de Dios para afirmar o escribir. Así lo muestra el ejemplo del profeta Balaam: era malo y resistía a Dios, pero sin embargo Dios lo forzaba a profetizar, y sus palabras son verdadera revelación para nosotros (Nm 23 y 31).
----------La doctrina revelada fue consignada a la Iglesia ya sea en forma de Sagrada Escritura divinamente inspirada, ya en forma de Tradición oral: ambos modos tienen a Dios por autor. De ahí que no sean dogmas las revelaciones privadas, aunque sean verdaderísimas, como la revelación del Sagrado Corazón. La Iglesia nunca las definió, sino que solo indicó su conformidad con la Revelación pública que le fue confiada. Además, la Revelación pública quedó cerrada con la muerte del último apóstol, de modo que ninguna revelación posterior puede convertirse en dogma. Esto no significa que quien niegue una revelación privada no pueda pecar mortalmente por grave temeridad; pero no es hereje, ni incurre en penas eclesiásticas.
----------El Catecismo de la Iglesia Católica (n.90) añade un matiz que completa esta visión: los dogmas no son piezas aisladas, sino que forman parte del conjunto de la Revelación del Misterio de Cristo. Existe entre ellos un vínculo orgánico (mysteriorum nexus), y dentro de ese conjunto hay una jerarquía de verdades según su conexión con el fundamento de la fe. Esto significa que la Revelación pública confiada a la Iglesia no solo es común y social, sino también orgánica y jerárquica: todo está ordenado al Misterio de Cristo, centro de la fe.  
----------Resumiendo todo esto de forma sencilla: El dogma pertenece a la Revelación pública confiada a la Iglesia, no a experiencias privadas. Escritura y Tradición son sus cauces auténticos, ambos con Dios como autor. Las revelaciones privadas pueden ser útiles, pero no constituyen dogma. Según el Catecismo, los dogmas forman un conjunto orgánico dentro del Misterio de Cristo, con una jerarquía de verdades.
   
El dogma designa una doctrina revelada sobre fe y moral
   
----------No todo lo revelado es apto para convertirse en dogma, sino solo aquello que, por su naturaleza, nos ordena a Dios o a la salvación. En la proposición de tales verdades la Iglesia es infalible. Por eso los antiguos escolásticos distinguían entre “credibles por sí” y “credibles por accidente” (cf. Hch 19; 2 Jn 2,10). Por ejemplo, de cosas como que algunos gritaran: «¡Grande es Diana de los efesios!» (Hch 19,28), ¿qué diremos? Suponiendo la autenticidad e incorruptibilidad del texto, sería error teológico afirmar que no son inspiradas, pues es teológicamente cierto que lo son (hablo de las partes mínimas). Pero aún así no son dogma.
----------Por eso, si alguien niega cosas pequeñas y de menor importancia contenidas en la Sagrada Escritura, no es hereje. Sin embargo, comete pecado, incluso grave en cuanto a la materia, porque negar la inspiración de la Escritura es siempre temerario. Digo de menor importancia, porque hay hechos que, aunque referidos con una sola palabra, son de máxima importancia: por ejemplo, que Cristo fue coronado de espinas. Esa no es una cosa secundaria, sino un verdadero dogma de fe.
----------El Catecismo (n.90) ilumina este punto al recordar que existe, como se dijo, una jerarquía de verdades según su conexión con el fundamento de la fe cristiana. Esto significa que, dentro de la Revelación, no todas las verdades tienen el mismo peso: algunas son centrales (como la Trinidad o la Encarnación), otras derivadas. Todas deben ser creídas, pero no todas ocupan el mismo lugar en el orden de la fe y de la vida cristiana.
----------De este modo, se comprende mejor la distinción entre verdades reveladas que constituyen dogma de fe y otras que, aunque inspiradas, no son dogma en sentido estricto. La Iglesia, al proponer dogmas, se centra en aquellas verdades que regulan nuestra relación con Dios y con la salvación eterna, es decir, las que pertenecen al ámbito de la fe y de las costumbres.  
----------Resumiendo de forma sencilla lo que he dicho en este apartado: No todo lo revelado es dogma, sino solo lo que se refiere a la fe y a la vida cristiana. Negar verdades menores de la Escritura no es herejía, aunque puede ser pecado grave. Algunas verdades, aunque expresadas brevemente (como la coronación de espinas), son dogmas de fe. El Catecismo recuerda que hay una jerarquía de verdades: todas son verdaderas, pero no todas tienen el mismo peso en relación con el núcleo de la fe.
   
El dogma designa una doctrina definida por la Iglesia como revelada y propuesta para ser creída
   
----------Esta es condición necesaria para que una doctrina sea dogma, o de fe católica. La proposición por parte de la Iglesia es el signo por el cual declara que una doctrina es revelada, e impone el precepto por el cual todos los fieles están obligados en conciencia a realizar un acto de fe en esa verdad. Así aparece la etimología por la cual dogma significa decreto.
----------Una verdad contenida en la Revelación, antes de ser propuesta por la Iglesia como tal, es dogma solo materialmente en sí misma, pero no formalmente respecto a nosotros. Solo cuando la Iglesia, mediante un juicio autoritativo, la propone como revelada, se convierte en dogma de fe católica.
----------Tal declaración puede hacerse de dos modos: 1. Por definición solemne, en las rarísimas ocasiones en que el Papa habla de modo extraordinario y particularísimo, o cuando un Concilio ecuménico define expresamente una verdad. 2. Por el magisterio ordinario y universal, cuando el Papa o todos los obispos, unidos al Papa, aunque dispersos, enseñan con consciente unanimidad una doctrina como revelada; o cuando se transmite en símbolos de fe, catecismos, predicación y enseñanza teológica.
----------De aquí se entiende la diferencia —accidental, no esencial— entre una verdad “de fe católica” y una “de fe definida”. Para que una verdad sea “de fe definida” se requiere la declaración solemne; pero basta el magisterio ordinario y universal para que una verdad sea “de fe católica”. Por eso, incluso lo definido se suele llamar simplemente “de fe católica”, sin añadir “definida”. Lo que importa es que la cosa sea dogma.
----------No basta, pues, que una verdad sea definida y propuesta: se requiere que la Iglesia la defina como revelada, declarando explícitamente que es verdad revelada por Dios y que debe creerse como tal. En estas definiciones, la Iglesia no hace otra cosa que declarar el carácter revelado de una verdad. De este modo, una doctrina que antes era objeto de fe divina pasa a ser también objeto de fe católica. Un ejemplo claro es la definición de la Asunción de María Santísima en la constitución apostólica Munificentissimus Deus, de 1950: «…pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma revelado por Dios que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial».
----------El Catecismo (n.88) confirma esta enseñanza: el Magisterio ejerce plenamente la autoridad recibida de Cristo cuando define dogmas, obligando a una adhesión irrevocable de fe. Y añade que también son dogmas aquellas verdades que, sin estar explícitamente en la Revelación, tienen con ella un vínculo necesario. Así se entiende que la Iglesia, al definir, no “crea” nuevas verdades, sino que declara con autoridad lo que ya está contenido en el depósito de la fe o lo que es indispensable para custodiarlo.  
----------Resumiendo todo esto de forma sencilla: Para que haya dogma, se requiere que la Iglesia lo proponga como revelado. Esto puede hacerse por definición solemne o por el magisterio ordinario y universal. La diferencia entre “fe católica” y “fe definida” es accidental: lo esencial es que la verdad sea propuesta como revelada. El Catecismo recuerda que también son dogmas las verdades con vínculo necesario con la Revelación. 
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 30 de octubre de 2025

34 comentarios:

  1. Padre Filemón: mil gracias por esta publicación, sumamente explicativa acerca del dogma católico, el cual, como queda claro, no puede reducirse a las definiciones dogmáticas solemnes, la última de las cuales ha sido la de Pío XII en 1950, de la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo.
    Sobre esto hay mucha ignorancia. Y a la par mucha soberbia, porque hoy, con las redes sociales, hay laicos y sacerdotes que, incluso conscientes de que no están debidamente preparados para tratar en profundidad de estas cosas, propalan su ignorancia y sus tonterías por internet, y hacen enorme daño a sus seguidores.
    Un ejemplo es la reciente declaración del Dicasterio de la Fe acerca del veo de indicar a María como corredentora. Se trata de Magisterio Ordinario del Papa. Sin embargo, he encontrado que un sacerdote, argentino, que actúa en redes sociales, ha escrito en X:
    «"Es siempre inoportuno el uso del título de Corredentora para definir la cooperación de María... se vuelve inconveniente" (nro 22).
    La nota tiene carácter orientativo-magisterial del Dicasterio; no aparece como declaración dogmática de fe o definición de un dogma.
    Gracias.»
    Queda claro que este sacerdote sigue la misma idea de los lefebvrianos: todo lo que el Papa dice pero sin definir solemnemente no es vinculante, por no ser infalible.
    Ese sacerdote sabe que está equivocado, y sabe que la Iglesia ha aclarado una y mil veces su error, y sin embargo lo sigue propalando. Y como él, hay muchos.
    Gracias, Padre, por su labor, y le animo a seguir adelante con su tarea de esclarecimiento en comunión con la Iglesia y el Papa.

    Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    1. Ese comentario en X ha sido del padre Javier Olivera Ravasi. Literal.

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    2. O sea que estos son los que siguen esa idea de los lefebvrianos... de que el Papa sólo es infalible cuando define solemnemente... Pero sabemos que eso es una mentira... Y a los lefebvrianos hace rato que les ha crecido la naríz... Ahora yo veo que a varios que se llaman "católicos"... también les ha crecido la naríz...

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    3. Curioso espectáculo el de algunos clérigos digitales: se indignan contra el “dogma inexistente” y, al mismo tiempo, se erigen en jueces de lo que es vinculante o no, como si el Magisterio necesitara su sello de aprobación en X para ser válido.
      El argumento es siempre el mismo: “si no es definición solemne, no obliga”. Como si la Iglesia fuese un notario que sólo trabaja en sesiones extraordinarias, y el resto del tiempo se dedicara a emitir opiniones de sobremesa.
      El problema no es la ignorancia —que sería disculpable— sino la obstinación en propalarla con entusiasmo apostólico. Y así, mientras el Papa enseña en continuidad con la Tradición, ellos reparten certificados de infalibilidad como quien reparte estampitas en la feria.
      En fin, que algunos confunden el Magisterio con un menú degustación: “esto sí me gusta, esto no me obliga”. Pero la fe no se cocina al gusto del comensal.

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    4. Ese ¨clérigo digital¨ tiene la naríz muy, pero muy larga...

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    5. Estimado Sergio,
      le agradezco sus buenas palabras de ánimo y la lectura atenta que usted ha hecho de mi artículo. Usted ha señalado con acierto que el dogma católico no se reduce únicamente a las definiciones solemnes, como la de la Asunción proclamada por Pío XII en 1950, sino que se sostiene también en el Magisterio ordinario, que es verdadero magisterio y vinculante para los fieles.
      En este sentido, la Nota del Dicasterio de la Fe pertenece al Magisterio ordinario del Papa y, por tanto, merece acogida y respeto. El título de Corredentora, ya utilizado por varios Pontífices, expresa una verdad próxima a la fe: la cooperación singular de María en la obra redentora de Cristo. El documento no niega esa verdad, sino que advierte sobre la conveniencia pastoral y terminológica de emplear el término, para evitar equívocos en el diálogo ecuménico y en la catequesis.
      Por eso, no es correcto afirmar que lo que no está definido solemnemente carece de valor o de obligatoriedad. La Iglesia ha aclarado muchas veces este error. El Magisterio ordinario, aunque no sea definición dogmática, sigue siendo enseñanza auténtica y debe ser recibido con docilidad.
      Le agradezco nuevamente su apoyo y su deseo de comunión con la Iglesia y el Papa. Esa actitud es la que verdaderamente edifica al Pueblo de Dios.

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    6. Estimado Anónimo,
      le agradezco la precisión. En efecto, he podido constatar que la frase citada corresponde al padre Javier Olivera Ravasi en la red X.
      Ahora bien, más allá de la autoría, lo esencial es recordar que la Nota del Dicasterio de la Fe pertenece al Magisterio ordinario del Papa y, por tanto, comporta un valor doctrinal propio, aunque su propósito principal es de orden pastoral y, en ambos sentidos, doctrinal y pastoral, merece acogida.
      Como ya he recalcado a otros lectores, el título de Corredentora, ya utilizado por varios Pontífices, expresa una verdad próxima a la fe: la cooperación singular de María en la obra redentora de Cristo. El documento del DDF no niega esa verdad, sino que invita a discernir la conveniencia pastoral y terminológica de su empleo, para evitar equívocos y favorecer el diálogo.

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    7. Estimada Rosa Luisa,
      le agradezco su intervención. En efecto, uno de los errores más difundidos es pensar que el Papa sólo es infalible cuando define solemnemente un dogma. En tal caso, la última vez que eso ha ocurrido sería en 1950, con el papa Pío XII, definiendo la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo.
      Pero ese error es un argumento falaz de nuestros hermanos cristianos lefebvrianos para pretender quedar eximidos de seguir la enseñanza del Papa. Y lamentablemente, esa misma argucia lefebvriana parece ser la seguida por el padre Olivera, a juzgar por su intervención en X (y no sólo en esa intervención, sino en otras muchas ocasiones).
      La Iglesia ha enseñado repetidas veces que también el Magisterio ordinario del Papa, y el de los Obispos en comunión con él, es auténtico, infalible y vinculante para los fieles.
      Por eso, la Nota del Dicasterio de la Fe, firmada por el Papa, pertenece al Magisterio ordinario y merece acogida dócil tanto en sus aspectos doctrinales como pastorales. Si bien en ella no se hace referencia a que el título de Corredentora, ya utilizado por varios Pontífices, expresa una verdad próxima a la fe, podemos afirmar con fundamento que efectivamente lo es: se trata de la cooperación singular de María en la obra redentora de Cristo. El documento no niega esa verdad, sino que invita a discernir la conveniencia pastoral y terminológica de su uso, para evitar equívocos y favorecer el diálogo ecuménico.

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    8. Estimado Anselmus,
      su comentario refleja con agudeza un problema real: la tentación de reducir la enseñanza de la Iglesia a un catálogo de definiciones solemnes, como si todo lo demás fuese opinión libre. Pero la fe no se cocina al gusto del comensal, como usted bien señala.
      La Iglesia ha enseñado repetidas veces que también el Magisterio ordinario del Papa y de los Obispos en comunión con él es auténtico, infalible y vinculante para los fieles. Por eso, la Nota del Dicasterio de la Fe, firmada por el Papa, pertenece al Magisterio ordinario y merece acogida dócil tanto en sus aspectos doctrinales como pastorales.
      En cuanto al título de Corredentora, ya utilizado por varios Pontífices, expresa una verdad próxima a la fe: la cooperación singular de María en la obra redentora de Cristo. El documento no niega esa verdad, sino que invita a discernir la conveniencia pastoral y terminológica de su uso, para evitar equívocos y favorecer el diálogo.

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    9. Estimado Anónimo,
      comprendo la ironía de su comentario. Sin embargo, más allá de las expresiones que puedan circular en las redes, lo esencial es recordar que la enseñanza de la Iglesia no depende de la opinión de un “clérigo digital”, sino del Magisterio vivo del Papa y de los Obispos en comunión con él.
      Ahora bien, ya que usted, al igual que anteriores lectores, ha hecho referencia a lo escrito en X por el padre Javier Olivera Ravasi, creo conveniente hacer alguna aclaración.
      El padre Olivera expresó lo siguiente: «"Es siempre inoportuno el uso del título de Corredentora para definir la cooperación de María... se vuelve inconveniente" (nro 22). La nota tiene carácter orientativo-magisterial del Dicasterio; no aparece como declaración dogmática de fe o definición de un dogma. Gracias.»
      Pues bien, esta intervención de Olivera, en su brevedad, que deja lugar a interpretaciones diversas, tiene aspectos verdaderos y aspectos que podrían ser interpretados como errores:
      1. Es cierto lo que dice el padre Olivera de que "la nota tiene carácter orientativo-magisterial del Dicasterio". Lo que dice es cierto si lo entendemos en el sentido de que la Nota del DDF, con la autoridad del Papa, es prioritariamente de carácter pastoral, aunque no por ello deja de contar con aspectos doctrinales (y por eso está bien llamarla Nota doctrinal y decir, como ha dicho el Prefecto, que pertenece al Magisterio ordinario del Papa).
      2. Es cierto lo que dice el padre Olivera acerca de que no se trata de una "definición" de un dogma en sentido estricto.
      3. Sin embargo, el que Olivera diga también que "no aparece como declaración dogmática de fe", podría entenderse en sentido minimalista lefebvriano, lo cual es erróneo, vale decir, en el sentido de que, al no contener definición de dogma, no sería vinculante por no ser infalible. Este es un error lefebvriano, al cual el padre Ravasi ha seguido en muchas ocasiones; por eso no es extraño que su frase pueda ser interpretada en esa clave errónea. Sabemos, por el contrario, que la Iglesia ha enseñado repetidas veces que el Magisterio ordinario es auténtico, infalible y vinculante.

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  2. El Papa es infalible no solamente cuando define alguna verdad de fe ex cathedra.
    San Juan Pablo II pronunció estas palabras:
    "Los Evangelios no nos dicen si Cristo resucitado se le apareció a María. Sin embargo, como ella estaba de manera especial cerca de la cruz de su Hijo, también ella tuvo que haber tenido la privilegiada experiencia de su Resurrección. De hecho, el rol de María como Corredentora no terminó con la glorificación de su Hijo".
    Así que está claro que lo es, porque el Papa no puede tener errores respecto a la fe y allí afirma que la Virgen es Corredentora.

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    1. El problema, estimado Anónimo, no es la cita de Juan Pablo II, sino la gimnasia que se hace con ella. Una palabra aislada se convierte en dogma instantáneo, como si la infalibilidad papal funcionara al modo de un micrófono abierto: todo lo que el Papa dice, incluso en una homilía o catequesis, sería automáticamente irreformable.
      Pero la Iglesia distingue entre concepto y término. La doctrina es clara: María coopera de manera singular en la obra redentora de su Hijo. Eso es fe católica. El término “corredentora”, en cambio, ha mostrado límites y equívocos, y el mismo Juan Pablo II dejó de usarlo.
      Pretender que cada palabra papal sea dogma es como confundir el menú con la comida: el contenido es verdadero, pero la forma puede necesitar ajuste. El Magisterio no canoniza vocablos, sino verdades. Y si la Iglesia decide que un término oscurece más de lo que ilumina, lo deja de lado sin que la doctrina pierda nada.
      Así que menos entusiasmo por coleccionar frases papales como estampitas dogmáticas, y más atención a lo que la Iglesia enseña en su conjunto. El dogma no se improvisa en titulares, se custodia en comunión.

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    2. Claro. Lo de San Juan Pablo II fue infalible en su momento. Ahora es lo de Tucho. Mañana será lo de el Papa de turno.
      Un magisterio hegeliano. Todo un devenir.
      La verdad HOY es éste. Mañana veremos. No importa cuál.

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    3. Ay, Anónimo querido..., lo suyo es un curioso ejercicio de lógica: si un Papa usa una palabra, es dogma; si otro Papa la matiza, es hegelianismo. Como si la Iglesia fuera un laboratorio de dialéctica y no la custodia de la Revelación.
      La verdad revelada no se mueve al compás de la moda ni del Papa “de turno”. Lo que cambia es el vocabulario, no la sustancia. Juan Pablo II habló de cooperación de María en la Redención, y eso es doctrina segura. El término “corredentora” fue usado, luego desaconsejado, porque oscurece más de lo que ilumina.
      Confundir el ajuste de palabras con el devenir de la verdad es como pensar que el sol cambia de naturaleza porque lo llamamos “astro rey” o “bola de fuego”. La sustancia permanece, aunque el lenguaje se afine.
      Así que menos filosofía improvisada y más atención a lo que la Iglesia enseña: el Magisterio no es hegeliano, es fiel. Y la fidelidad no consiste en coleccionar frases papales, sino en escuchar la voz de la Iglesia en comunión.

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    4. Estimado Anónimo,
      por cuanto respecta al título de Corredentora, ciertamente ese título no ha sido definido en el I° grado de autoridad de las doctrinas. Sin embargo, es un título tradicional, que puede corresponder a los grados inferiores, o al II° o al III°, según la clasificación establecida por San Juan Pablo II con la Carta Apostólica Ad tuendam fidem de 1998.
      Por lo tanto, se trata de una verdad próxima a la fe, que algún día podría elevarse al I° grado y convertirse en dogma definido. Sin embargo, el Papa León, hoy por hoy, cree que los tiempos no están maduros para una intervención tan solemne, que la Iglesia normalmente hace cuando hay un acuerdo generalizado.
      Ahora bien, sabemos que nuestros hermanos protestantes y modernistas se muestran reticentes al uso de este término. Por eso creo que el Papa prefiere no tocar por ahora este tema, en espera de que el verdadero sentido de la Corredentora pueda ser comprendido más ampliamente, de modo que una eventual definición sea acogida como un verdadero día de alegría y comunión para todo el Pueblo de Dios.
      Por cuanto respecta a su primera afirmación, cuando usted dice que "El Papa es infalible no solamente cuando define alguna verdad de fe ex cathedra.", me alegra que lo tenga bien en claro. Pero le hago observación que el Papa habla "ex cathedra" en toda ocasión en que se dirige a la Iglesia universal sobre temas de Fe y de moral, aunque no defina una verdad de fe como dogma en sentido estricto.

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    5. Estimado Anselmus,
      le agradezco su aporte, que subraya con acierto la distinción entre concepto y término. En efecto, la doctrina es clara: María coopera de manera singular en la obra redentora de su Hijo, y eso pertenece a la fe católica. El término Corredentora, en cambio, si bien tiene un sentido correcto y próximo a la fe como verdad católica, ha mostrado límites y equívocos en aquellos cristianos (como los protestantes y modernistas) que no alcanzan a comprenderlo plenamente, y por eso la Iglesia invita a discernir su uso pastoral y terminológico.
      La Nota del Dicasterio de la Fe, firmada por el Papa, pertenece al Magisterio ordinario y, por tanto, merece acogida dócil tanto en sus aspectos doctrinales como pastorales. No se trata de improvisar dogmas a partir de frases aisladas, sino de custodiar la verdad en comunión con la Iglesia.
      Por eso, como usted bien señala, lo importante no es coleccionar palabras papales como estampitas, sino recibir con fe, obediencia y comunión lo que la Iglesia enseña en su conjunto, distinguiendo siempre entre la verdad doctrinal y la conveniencia pastoral de los términos.

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    6. Estimado Anónimo,
      le agradezco su intervención, aunque debo señalar con claridad que la acusación de “magisterio hegeliano” o historicista aplicada al Papa es un error grave y, en cuanto niega la asistencia del Espíritu Santo al Magisterio, constituye en sí mismo una herejía.
      El Magisterio de la Iglesia no es un devenir cambiante según la filosofía de turno, sino la custodia fiel de la Revelación confiada por Cristo. La doctrina permanece, aunque el lenguaje y el acento pastoral puedan variar según las necesidades de cada tiempo.
      San Juan Pablo II, como usted recuerda, habló de la cooperación singular de María en la obra redentora de su Hijo. El título de Corredentora, ya utilizado por varios Pontífices, expresa esa verdad próxima a la fe. La Nota del Dicasterio de la Fe, firmada por el Papa, no niega esa verdad, sino que invita a discernir la conveniencia pastoral y terminológica de su uso, para evitar equívocos y favorecer el diálogo.
      Por eso, no se trata de un “magisterio hegeliano”, sino del Magisterio vivo de la Iglesia, que en continuidad con la Tradición custodia la misma verdad de siempre, expresándola de modo que pueda ser comprendida y acogida por el Pueblo de Dios.

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    7. Estimado Anselmus,
      le agradezco su respuesta al Anónimo, pues usted ha puesto de relieve con acierto la diferencia entre la sustancia de la doctrina y el ajuste del vocabulario. En efecto, la verdad revelada no cambia: María coopera de manera singular en la obra redentora de su Hijo, y eso pertenece a la fe católica. El término Corredentora, aunque verdadero en sí mismo y a mi entender verdad "fide proxima", ha mostrado límites y equívocos para quienes aún no logran comprenderla (como los protestantes y los modernistas), y por eso la Iglesia invita a discernir su uso pastoral y terminológico, a fin de que llegue el ansiado día en que esta verdad sea comprendida por una gran mayoría del Pueblo de Dios, como para poder ser definida como dogma por el Papa.
      El Magisterio no es hegeliano ni historicista, sino fiel custodio de la Revelación. Lo que varía es el modo de expresar las inmutables verdades de nuestra fe, para que sean comprendidas y acogidas por el Pueblo de Dios. Por eso, como usted bien señala, la fidelidad no consiste en coleccionar frases papales, sino en escuchar la voz de la Iglesia en comunión.

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  3. Estimado padre Filemón: Leyendo el artículo y este hilo me queda claro que el problema no es sólo la ignorancia, sino la tentación de los extremos: unos reducen el dogma a fósiles de museo, otros lo convierten en ocurrencia opinable según el viento ideológico. Yo, modestamente, sólo quiero recordar que la fe católica no se sostiene ni en el progresismo que relativiza todo, ni en el tradicionalismo que absolutiza sus propias lecturas. La fe católica se sostiene en la comunión con el Papa y con la Iglesia entera. En cuanto al título “corredentora”, conviene atenerse a lo que la Iglesia ha señalado en el reciente documento del Dicasterio de la Fe, que constituye magisterio ordinario, como lo explicó su prefecto.
    Por lo tanto: Roma locuta, causa finita, como suele decirse.
    Gracias, Padre Filemón, por recordarnos que el dogma es verdad viva, y no arma de facción.

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    1. Estimado lector,
      le agradezco profundamente su comentario, que refleja con lucidez el verdadero centro de la fe católica: no en los extremos que reducen o absolutizan, sino en la comunión con el Papa y con toda la Iglesia.
      En efecto, el dogma no es fósil de museo ni ocurrencia opinable, sino verdad viva que se custodia en fidelidad a la Revelación. Por eso, como usted bien recuerda, el reciente documento del Dicasterio de la Fe pertenece al Magisterio ordinario y merece acogida dócil tanto en sus aspectos doctrinales como pastorales.
      En cuanto al título de Corredentora, ya utilizado por varios Pontífices, expresa una verdad próxima a la fe: la cooperación singular de María en la obra redentora de Cristo. El documento no niega esa verdad, sino que invita a discernir la conveniencia pastoral y terminológica de su uso, para que pueda ser comprendido más ampliamente y favorecer la comunión.
      Le agradezco nuevamente sus palabras, que ayudan a recordar que el dogma es verdad viva y no arma de facción, como usted bien ha señalado.

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  4. Pobre padre Olivera. Conozco bien esos casos. Ha sido enorme el daño que han hecho esas casas de "formación" sacerdotal aquí en Mendoza. Hay que rezar mucho por ese sacerdote. Noto que casi nunca menciona al Papa ni a sus enseñanzas, no lo hacía ni con Francisco ni lo hace ahora con León. Pero baste que Roma saque alguna declaración que no le gusta, para que la critique... ¿Eso no huele demasiado a lefebvriano?...

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    1. ¿Qué males hizo en cuáles casas de formación?

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    2. Ramón… no quiero entrar en detalles ni dar nombres… no me parece prudente… sólo digo que he visto con mis propios ojos cómo ciertas formaciones alejaban a los muchachos del amor al Papa y de la comunión con la Iglesia… y eso siempre trae males… lo demás, Dios lo sabe y lo juzgará…

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    3. Estimados Herminia y Ramón,
      gracias por sus aportes. Lo esencial es que todos recemos por nuestros sacerdotes y mantengamos la comunión con el Papa y con la Iglesia entera, que es lo que verdaderamente edifica al Pueblo de Dios.

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  5. Hace pocos días el Cardenal argentino Víctor Manuel Fernández publicó un documento en el que se explica las dificultades, inconvenientes y peligros que pueden suscitar ciertos títulos atribuidos a la Virgen.
    Pero hoy, 7 de noviembre, en todas las parroquias y capillas de la República Argentina se producirá un hecho curioso. Se celebrará la memoria obligatoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre y Medianera de la Gracia.
    Ironías que suceden.

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    1. Ironías, dice usted… la única ironía es pensar que la liturgia contradice al Magisterio. La Iglesia celebra a María como Medianera, sí… pero siempre subordinada a Cristo, única fuente de gracia. Confundir vocablos con dogmas es como creer que el menú es la comida… y al final, los que se ríen de Roma terminan haciendo el ridículo.

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    2. Estimado Anónimo,
      le agradezco su observación. En efecto, el Cardenal Fernández, en su Nota Doctrinal, con la autoridad del Papa, ha recordado recientemente las dificultades que pueden suscitar ciertos títulos marianos (sin negar su vigencia como doctrina de fe), y al mismo tiempo la liturgia en Argentina celebra a la Virgen como Madre y Medianera de la Gracia.
      No hay contradicción en ello: la liturgia reconoce títulos tradicionales que expresan la cooperación singular de María en la obra de Cristo, mientras que el Magisterio invita a discernir su uso pastoral y terminológico, para que sean comprendidos en su verdadero sentido por todo el Pueblo de Dios. María es medianera, sí, pero siempre subordinada al único Mediador, Jesucristo.

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    3. Estimado Anselmus,
      le agradezco su intervención, que subraya con acierto que la liturgia no contradice al Magisterio. La Iglesia celebra a María como Medianera, pero siempre en dependencia de Cristo, única fuente de gracia.
      El Magisterio ordinario del Papa, que se ha expresado en esta Nota del DDF, no niega esa verdad, sino que advierte sobre la conveniencia pastoral de ciertos términos, para evitar equívocos y favorecer el diálogo. Por eso, como usted bien señala, lo importante es no confundir vocablos con dogmas, sino acoger en comunión la enseñanza de la Iglesia, que custodia la misma verdad revelada en formas diversas de expresión.

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  6. Estimado Padre: constato una vez más algo que parece de todos los días en este foro y en muchos más: hoy cualquier se pone a enseñar la doctrina católica sin tener la mínima competencia para ello. Y lo peor del caso es que parecieran pretender ser más católicos que el Papa.
    Hablan de temas particulares de la teología (como de los títulos de María) sin siquiera creer en la infalibilidad del Papa y, por ende, acaban criticando un documento del Papa como el que recientemente se ha publicado. Dicen que la Iglesia se ha protestantizado. Pero ¿no son ellos los que se han vuelto protestantes al querer reglar su vida cristiana sin escuchar al Papa?
    Hice algunos cursos de teología para laicos, con buenos profesores, y lo primero que te enseñan es Teología fundamental: el Magisterio como primera regla de la fe.
    Pero lamentablemente hoy hay una total ignorancia de esto.

    Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    1. Estimado Sergio,
      le agradezco su nueva intervención, que recuerda con claridad lo que la Teología fundamental enseña desde el inicio: el Magisterio es la primera regla de la fe, y no puede ser relativizado ni sustituido por opiniones personales.
      En efecto, resulta contradictorio criticar un documento del Papa en nombre de la “tradición” y, al mismo tiempo, negar la infalibilidad del Magisterio ordinario. Esa actitud termina siendo más cercana al espíritu protestante —que se guía por la interpretación privada— que a la fe católica, que se sostiene en la comunión con el Papa y con la Iglesia entera.
      Le agradezco nuevamente su aporte, que ayuda a recordar que la fidelidad católica no consiste en ser “más papistas que el Papa”, sino en acoger con fe y obediencia el Magisterio vivo de la Iglesia.

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  7. Lamentablemente tengo que darle la razón a Sergio. Y lo digo con dolor, porque verlo cada día es una espina: muchos hablan de la fe como si fuera cosa de opinión personal, sin la menor noción de Teología fundamental.
    El Magisterio no es consejo opcional ni catálogo de títulos: es la primera regla de la fe. Negar esto es deslizarse en un protestantismo práctico, aunque se lo disfrace con sotana o con latinajos.
    Si el Papa, enseñando la doctrina verdadera que la Iglesia siempre ha custodiado, ha dicho ahora que el título “corredentora” no debe usarse, ¿qué vamos a hacer nosotros? ¿Discutirle al Papa? ¿Eso es ser católicos?
    El problema no es la palabra, sino la actitud: creerse más católico que el Papa y más sabio que la Iglesia entera. Esa soberbia intelectual termina envenenando a muchos fieles sencillos, que quizá son bien intencionados, pero se dejan arrastrar.
    Volvamos al Evangelio, a Mateo 16: ahí está la roca, ahí está la fe de Pedro, y ahí está la Iglesia.

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    1. Estimado Padre D.B.,
      le agradezco profundamente su intervención, que recuerda con claridad lo que la Teología fundamental enseña desde el inicio: el Magisterio no es consejo opcional ni catálogo de títulos, sino la primera regla de la fe. Negar esto es deslizarse en un protestantismo práctico, como usted bien señala.
      En efecto, el problema no es la palabra en sí misma, sino la actitud de quienes pretenden ser más católicos que el Papa y más sabios que la Iglesia entera. Esa soberbia intelectual termina confundiendo a muchos fieles sencillos, que necesitan ser confirmados en la fe y, por ende, en la comunión eclesial.
      Por lo que respecta al título de Corredentora, ya utilizado por varios Pontífices, expresa una verdad próxima a la fe: la cooperación singular de María en la obra redentora de Cristo. El reciente documento del Dicasterio de la Fe no niega esa verdad, sino que invita a discernir la conveniencia pastoral y terminológica de su uso, para evitar equívocos y favorecer el diálogo.
      Como usted bien recuerda, volvamos siempre al Evangelio y a la roca de Pedro: ahí está la fe de la Iglesia, ahí está la comunión que nos sostiene.

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  8. Muchos hablan demasiado... y piensan con su propia cabecita... pero al Papa hay que escucharlo primero... antes de ponerse a inventar doctrinas en las redes... el Magisterio no es un accesorio... es la voz que guía la fe... y cuando se olvida esto... lo que queda es soberbia disfrazada de celo... y los sencillos son los que terminan confundidos...

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    1. Estimada Rosa Luisa,
      le agradezco sus palabras, que recuerdan con fuerza lo esencial: el Magisterio no es un accesorio, sino la voz que guía la fe y sostiene la comunión de la Iglesia.
      En efecto, cuando se olvida esto y se pretende inventar doctrinas en las redes, lo que queda es soberbia disfrazada de celo, y los sencillos terminan confundidos. Por eso es tan importante escuchar primero al Papa y acoger con obediencia y comunión lo que la Iglesia enseña.
      El reciente documento del Dicasterio de la Fe, firmado por el Papa, pertenece al Magisterio ordinario y merece acogida dócil tanto en sus aspectos doctrinales como pastorales. En él se recuerda que el título de Corredentora, aunque verdadero en sí mismo y próximo a la fe, requiere discernimiento pastoral y terminológico para evitar equívocos y favorecer el diálogo.
      Gracias nuevamente por su aporte, que ayuda a mantener el hilo en la fidelidad al Magisterio y en la comunión eclesial.

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