La Santa Sede emanó el pasado 14 de enero, a través de dos de sus dicasterios, una Nota acerca de la relación entre la inteligencia humana y lo que se ha dado en llamar "inteligencia artificial". Es en el número 16 de este documento el que nos interesa, y que analizaremos con algún detalle. [En la imagen: fragmento de "Cantoría", escultura en mármol, del 1432 a 1438, obra de Luca della Robbia, Museo dell'Opera del Duomo, Florencia].
Un importante documento de la Iglesia
----------Con ocasión de la reciente memoria litúrgica de Santo Tomás de Aquino, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe junto al Dicasterio para la Cultura y la Educación han publicado una Nota sobre la relación entre inteligencia artificial e inteligencia humana titulada Antiqua et nova, donde viene repropuesta la doctrina dogmática de la Iglesia sobre el importantísimo tema de la relación en el hombre entre alma y cuerpo, una enseñanza esencial para la salvación, acerca de la cual, desgraciadamente, en el interior mismo de la Iglesia se registra desde hace muchos décadas un doloroso conflicto entre dos posiciones extremistas, ambas heréticas, es decir una tendencia idealista, que entendiendo el ser como conciencia, reduce la materia a espíritu y otra materialista, que considera al espíritu como la cumbre de la evolución de la materia.
----------Estas dos herejías son a la vez opuestas la una a la otra y traspasan la una en la otra, por el hecho de que confundiendo espíritu y materia, se puede decir igualmente que la materia es espíritu y que el espíritu es materia, por lo cual si todo es espíritu, entonces todo es materia.
----------Ahora bien, sabemos bien que uno de los artículos del Credo dice que Dios es creador de las cosas visibles y de las invisibles (visibilia et invisibilia). El Concilio de Letrán IV del 1215 explica diciendo que se trata de los cuerpos y de los espíritus, y por tanto también del hombre, compuesto de espíritu y cuerpo. Los espíritus puros son los ángeles, mientras que en la cima de todos los espíritus está Dios purísimo Espíritu, absolutamente distinto de la materia, aunque sea creador de la materia.
----------El documento de la Iglesia toca en un cierto momento este tema de la relación en el hombre entre espíritu y cuerpo, y aunque cita a santo Tomás y al Catecismo, carece de una cierta claridad y parece dejar abierta la posibilidad tanto de una interpretación materialista como de una interpretación idealista.
----------Es necesario hacer presente entonces que para interpretar bien la Nota, es necesario leerla a la luz de la precedente enseñanza dogmática de la Iglesia, la cual entre sus máximas preocupaciones doctrinales ha tenido siempre la de explicarnos cuál es la naturaleza y dignidad del alma humana en sí misma y respecto a las formas de vida superior e inferior, así como respecto al cuerpo humano y al mundo material en el cual vivimos, y además respecto a los mismos productos del obrar humano (he aquí la cuestión de la inteligencia artificial), si es verdad que el propósito de la pastoral de la Iglesia es la salvación de las almas.
----------Puestas estas premisas el interés de este mi artículo se centra entonces en el n.16 de la Nota del Dicasterio de la Fe, que se expresa como sigue:
----------"En la persona humana, espíritu y materia 'no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza' [Catecismo de la Iglesia Católica, n.365. Cf. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q.75, a.4, resp]. En otras palabras, el alma no es la 'parte' inmaterial de la persona encerrada en el cuerpo, así como este no es la envoltura exterior de un 'núcleo' sutil e intangible, sino que es todo el ser humano el que es, al mismo tiempo, material y espiritual".
----------Hago la observación ante todo que la cita del n.365 del Catecismo de la Iglesia Católica no es exacta. El Catecismo dice así: "La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la 'forma' del cuerpo (cf. Concilio de Vienne, año 1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente". Y para la expresión "forma del cuerpo" el Catecismo remite con una nota al Concilio de Vienne de 1312: "substantia animae rationalis seu intellectivae vere ac per se humani corporis est forma" (Denz.902).
----------Ahora bien, es evidente que aquí el Concilio de Vienne supone la doctrina de la sustancia creada que puede ser o compuesta de materia y forma, y entonces tenemos la sustancia material, o ser pura forma, y entonces tenemos el puro espíritu. El Concilio de Vienne reconoce que la naturaleza humana está compuesta de materia y forma, es decir, de espíritu y cuerpo, como había enseñado el Lateranense IV, pero precisa que el alma es forma del cuerpo, cosa que el precedente Concilio no había dicho.
----------Por lo tanto, de estas enseñanzas de la Iglesia tenemos que en la persona viviente alma y cuerpo, espíritu y materia forman ciertamente una única naturaleza, una única sustancia, aunque compuesta de dos naturalezas heterogéneas y enormemente diferentes, como el espíritu y el cuerpo.
----------Aquí por dos naturalezas no se entiende la naturaleza del todo o de la persona, sino dos componentes naturales, que juntos forman la única naturaleza humana compuesta de alma y cuerpo.
----------Así el espíritu es distinto de la materia y el alma es distinta del cuerpo, tanto es verdad que en el momento de la muerte el espíritu, es decir, el alma, se separa del cuerpo o de la materia y continúa existiendo en su inmaterialidad. El Concilio Lateranense V de 1513 (Denz.1440) define como dogma el hecho de que el alma humana es inmortal. En efecto, la muerte consiste en el hecho de que en el compuesto de forma y materia, la forma deja de vivificar o animar la materia o el cuerpo y por tanto se separa de la materia. El cuerpo ya no está animado y por lo tanto muere. Ahora bien, sin embargo, dado que el cuerpo es un componente esencial del hombre, se puede y se debe decir que el hombre mismo muere.
----------Pero el hombre no muere enteramente; no muere del todo, porque permanece en vida el alma espiritual, a diferencia de lo que sucede con la muerte de los animales y con la muerte de las plantas, cuando en el momento de la muerte el alma sensitiva y vegetativa, que no tiene ninguna independencia del cuerpo y no llega al nivel del espíritu como la nuestra, se disgrega y disuelve con el cuerpo en la materia de la cual había sido educida por la fuerza generativa que la había generado.
----------Como dijo un antiguo pagano, "non omnis moriar" y como dice la liturgia: "vita mutatur, non tollitur". Sin embargo, esto no quiere decir necesariamente que el alma deviene bienaventurada: es necesario para ello que el sujeto muera en gracia de Dios.
----------Es necesario entonces tener cuidado y prestar atención que cuando la Iglesia enseña la inmortalidad del alma se refiere a la inmortalidad en sentido ontológico, no a esa inmortalidad que es propia de la vida eterna prometida por Cristo a sus fieles.
----------En efecto, no se debe confundir la inmortalidad ontológica con la "vida eterna" de la cual habla Cristo como el vivir eternamente junto a Dios en la bienaventuranza celestial. También el alma del condenado en el infierno es inmortal, aunque él no posea vida eterna. Por eso, a propósito de los condenados, se puede hablar de una "muerte eterna" o de muerte espiritual o, como se expresa san Francisco siguiendo al Apocalipsis, de "segunda muerte", siendo la muerte física, la primera muerte.
----------Pero, como recuerda Pío XII en la encíclica Humani generis de 1950 y como enseña el Catecismo (n.366), el alma humana es creada inmediatamente por Dios en el momento de la formación del cigoto.
----------Ahora bien, como habían definido los Concilios precedentes, el alma es espíritu, es pura forma y la pura forma no puede separarse de sí misma. De ahí el hecho de que con la corrupción y muerte del cuerpo, el alma continúa en el existir y en el vivir y no puede morir por su ser forma pura.
----------En efecto, cuando el cuerpo humano al momento de la muerte ya no está informado y vivificado por el alma, el cuerpo permanece inanimado y de cuerpo vivo deviene cuerpo muerto, es decir cadáver. Aquí tenemos verdaderamente dos cosas o naturalezas distintas: el alma inmortal y el cadáver.
----------La nota 23 remite al artículo de la Summa Theologiae de Santo Tomás, donde la cuestión es si el alma es el hombre y Tomás responde con san Agustín, el cual dice que el hombre no es ni la sola alma ni el solo cuerpo, sino el solo compuesto de alma y cuerpo. Efectivamente, la naturaleza humana completa es el compuesto de alma y cuerpo. Sin embargo, no es incorrecto decir que nosotros seamos un cuerpo, siempre y cuando precisemos: animado por un alma espiritual.
----------Pero entonces es evidente que alma y cuerpo son las dos partes de la naturaleza humana, la primera inmaterial y la segunda material. Si no se quiere decir que alma y cuerpo son dos naturalezas distintas, hay que decir al menos que son dos cosas distintas, si no queremos confundir la una con la otra.
----------Cuando la Nota dice que la naturaleza humana es una y no es la unión de dos naturalezas, entiende con el término "naturaleza" aquello que constituye la esencia de una cosa. Así, la naturaleza humana es una sola: la de ser una animalidad racional, compuesta de alma y cuerpo. Sin embargo, alma y cuerpo no son la misma cosa: son dos cosas realmente distintas. Por eso el Concilio Lateranense IV de 1215 dice que la "creatura humana est quasi communis ex spiritu et corpore constituta" (Denz.800).
----------Ciertamente el "alma no está contenida en el cuerpo" como el carozo está contenido en el durazno, sino que, a decir verdad, es el alma que contiene el cuerpo. Lo mantiene unido, impidiéndole que se disperse, que es una cosa natural a la materia. Si queremos usar el término "envoltura" diremos entonces que es el alma la que envuelve al cuerpo y le confiere sus rasgos exteriores, su silueta o figura visible y sensible, que es la propia para cada individuo varón o fémina y diferentes de uno a otro. El alma manifiesta al cuerpo, por lo que el cuerpo que vemos es manifestación sensible del alma.
----------Propiamente hablando, aunque esto no suene bien, no es el alma la que está en el cuerpo, como un contenido en el contenedor, como el agua en un vaso, sino que es el cuerpo que está en el alma y está contenido en el alma. Como la forma del fuego da forma al fuego, así lo que da forma y vida al viviente, lo sostiene y lo mantiene, es el alma, que es aquello por lo cual vive el viviente, aquello de lo cual está formado para vivir y de lo cual el viviente para vivir recibe vida.
----------Sin embargo, el modo de expresarse común según el cual el alma está en el cuerpo tiene su propia y cierta motivación, en cuanto que es fácil ver al alma como una fuerza íntima y oculta bajo el cuerpo, una fuerza íntima que se manifiesta en lo externo con las formas, los rasgos y los movimientos del cuerpo. El cuerpo es un fenómeno físico fácilmente detectable y cognocible; pero ¿cómo indagar y conocer el secreto y el misterio de las almas? ¿Cómo en una persona ir más allá de esto que de ella inmediatamente aparece, para conocer sus íntimas intenciones y sus íntimos pensamientos?
Estimado padre Filemón, he leído su post con cierta preocupación. Porque por la manera en que siempre nos habla de la interpretación del Magisterio de la Iglesia, he comprendido que -y usted lo ha dicho muchas veces, si no me equivoco- la Tradición magisterial debe ser interpretada a partir de las etapas más recientes, es decir, de las expresiones nuevas o más recientes del Magisterio, y no al revés.
ResponderEliminarSin embargo, nos dice ahora que para comprender correctamente esta nota del Magisterio pontificio (a través de los representantes del Papa en los Dicasterios), lo que se enseña debe ser interpretado a partir de las fases anteriores del Magisterio.
¿No hay una contradicción en su propuesta?
Estimado Carlos,
Eliminarla cuestión que usted plantea es la de la relación entre la Tradición y el Magisterio pontificio y, por consiguiente, el Magisterio de los Concilios.
A este respecto, es necesario observar que existe una relación recíproca entre Tradición y Magisterio. En efecto, por una parte, Cristo ha dado el encargo a los Sucesores de los Apóstoles, encabezados por Pedro, de interpretar infaliblemente ese depósito tradicional de verdades reveladas que Cristo ha dejado como herencia a su Iglesia para transmitir y conservar hasta el fin de los siglos.
Por esto Cristo dijo a los Apóstoles: "Quien os escucha a vosotros, me escucha a mí". El Papa es, por tanto, el intérprete de la Tradición, por lo cual él nos garantiza acerca de lo que es o no es conforme a la Tradición.
Además, como explica el Concilio Vaticano II, el conocimiento del dato de la Tradición aumenta progresivamente a lo largo de la historia gracias a la luz que la Iglesia recibe del Espíritu Santo. No es que el dato cambie, el dato es siempre ése. Son las palabras que Cristo entregó a los Apóstoles. Solo que la Iglesia, según la promesa de Cristo, camina en la historia hacia el conocimiento de la "plenitud de la verdad".
Existe luego entre la Tradición y el Papa una relación inversa. Así como el Pueblo de Dios, gracias a su sensus fidei en cuanto unido al Papa, conoce el dato tradicional que precede a la actividad magisterial del Papa viviente, tiene la posibilidad de verificar si la enseñanza del Papa viviente es o no es conforme a la Tradición.
Sin embargo, a este respecto se requiere mucha cautela y mucha prudencia, porque, tomando por ejemplo algunos discursos del papa Francisco, es posible tener la impresión de que no son conformes con la Tradición. Ciertamente se puede tratar de palabras que escapan a o están fuera de su responsabilidad de Maestro de la Fe, por lo cual puede ser lícito tener reservas, mientras que siempre es importante saber interpretar, porque en algunas ocasiones las palabras del Papa pueden prestarse al equívoco. Se trata entonces de hacer un esfuerzo interpretativo, según un correcto método hermenéutico, y nos daremos cuenta de que cualquier eventual sospecha de heterodoxia es infundada.
Además, no deja de sorprenderme que un documento en el que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha participado como principal redactor contenga inexactitudes doctrinales.
ResponderEliminarEstimado Carlos,
Eliminarque dicho Documento contenga inexactitudes doctrinales es una afirmación gratuita suya, que no tiene ningún fundamento objetivo, por lo cual no se comprende por qué razón hace usted un comentario de este tipo.
Querido Padre, perdone si en mis expresiones no he sabido explicarme. He leído su artículo, y me ha parecido entender que este artículo suyo ha surgido de inexactitudes (quizás no doctrinales) pero al menos de inexactitudes expresivas por parte del Dicasterio de la Fe, que podrían dar la impresión de ser inexactitudes doctrinales, por lo que usted se sintió obligado, como teólogo, a aclararlas. De ahí su artículo. ¿He entendido mal, entonces? y ahora ¿me he explicado bien?
EliminarEstimado Carlos,
Eliminarusted ha comprendido muy bien las intenciones que me han movido al hacer ciertas observaciones al Documento del DDF.
De hecho, efectivamente las precisiones que he hecho son necesarias para evitar en el Lector el riesgo de interpretar esas enseñanzas en el sentido de favorecer o el idealismo o el materialismo, dos errores que siempre han sido condenados por la Iglesia.
He adoptado el lenguaje tradicional más claro, que se inspira en el de los Concilios, con los cuales concuerda el lenguaje de santo Tomás de Aquino, cuya sabiduría es especialmente recomendada por la Iglesia.