sábado, 15 de febrero de 2025

A propósito de la Nota "Antiqua et nova" (2/2)

Por cuanto respecta a la afirmación de la Nota "Antiqua et nova", según la cual "es todo el ser humano el que es, al mismo tiempo, material y espiritual", si es todo material, surge la pregunta: ¿y el espíritu? Y podríamos tener la impresión de una antropología materialista. En cambio, leyendo que el hombre sería todo espiritual, nos preguntamos: ¿y el cuerpo? De modo que tenemos la impresión de que se ponen juntos absurdamente los dos errores opuestos del materialismo y del idealismo. [En la imagen: Paulina Bonaparte como Venus Victrix, escultura en mármol blanco, obra de Antonio Canova entre los años 1805-1808, conservada y expuesta en la Galería Borghese, Roma, Italia].

----------El alma aparece, por tanto, como sujetada en el cuerpo, aunque sea el fundamento y el principio vital del cuerpo. Sin embargo yo digo: yo tengo un alma, como si el alma estuviera en el yo, como si estuviera en mí, mientras que propiamente hablando -yendo también aquí contra el sentir o parecer común- debería decir: yo soy, subsisto, existo en un alma y en virtud de un alma, mi alma. Mi yo más profundo está en la raíz de mí que percibo físicamente en mi autoconciencia.
----------Esto quiere decir que nos cuesta hablar de la dignidad del espíritu y hablamos del espíritu de alguna manera materializándolo, concibiendo el alma como un cuerpo nuclear más pequeño dentro del cuerpo material. En cambio, el alma con sus facultades espirituales trasciende infinitamente las dimensiones restringidas de nuestro cuerpo, transciende el espacio y el tiempo, de ellos abstrae y llega a lo eterno, a lo Absoluto, a Dios purísimo Espíritu.
----------Alma dice interioridad; cuerpo dice exterioridad. Para conocer un alma es necesario escrutar en lo íntimo de una persona. En cambio, nuestro contacto superficial con alguien es solo físico. Mi alma me la siento como algo íntimo, que yo mismo no puedo sondear a fondo. Mi cuerpo está inmediatamente presente a mis sentidos; lo veo de alguna manera externo a mí mismo, en el espacio.
----------El cuerpo ciertamente no es como un vestido que cubre el alma, de modo que yo podría cambiar de cuerpo como cambio de vestido, como creen los re-encarnacionistas. No, de ninguna manera: a cada alma corresponde ese determinado cuerpo así como a cada vista corresponde ese determinado par de gafas o como las dos mitades de una piedra rota se corresponden exactamente. ¿Y esto por qué? Precisamente porque cuerpo y alma forman ese determinado individuo y no otro.
----------Por cuanto respecta a la afirmación de la Nota, según la cual "es todo el ser humano el que es, al mismo tiempo, material y espiritual", si es todo material, surge la pregunta: ¿y el espíritu? Y podríamos tener la impresión de una antropología materialista. En cambio, leyendo que el hombre sería todo espiritual, nos preguntamos: ¿y el cuerpo? De modo que tenemos la impresión de que se ponen juntos absurdamente los dos errores opuestos del materialismo y del idealismo.
----------Que el hombre sea todo material se puede interpretar en el sentido de que no hay nada material en él que no esté informado por el espíritu, salvo aquellas pequeñas excrecencias que pueden ser las uñas y los cabellos o eventuales cicatrices. Ciertamente el alma las hace crecer o las conserva; pero es claro que están en sí mismas sin vida, ni llegan a ellas las terminaciones nerviosas responsables de la sensación de placer y de dolor, señales psíquicas que testimonian la presencia del alma y de la vida.
----------Y de modo similar, el hombre es todo espiritual, en el sentido de que el alma está toda en todas las partes del cuerpo, excluidas aquellas no vivientes. Obviamente, no es que el alma espiritual sea extensa, porque al ser inmaterial, no ocupa un espacio. Y sin embargo ella alcanza e informa al cuerpo según los diversos órganos mediando entre la inextensión del alma espiritual y la tridimensionalidad del cuerpo.
----------Es necesario también hacer presente que si bien es cierto que alma y cuerpo forman una única naturaleza, una única sustancia, una única persona, sin embargo las consecuencias del pecado original han provocado ese conflicto entre carne y espíritu del cual habla san Pablo. La carne se rebela contra el espíritu y éste, para poner remedio, corre el doble riesgo de un dominio rigorista demasiado severo, causa de escrúpulos y de frigidez emotiva, o de una indulgencia complaciente que hace al espíritu esclavo de las pasiones.
----------El imperativo ético es el de reconstituir, con el socorro de la gracia y la práctica de una razonable ascética, la unión originaria de espíritu y cuerpo evitando las tentaciones opuestas del hedonismo materialista y del rechazo platónico de la corporeidad.
   
La antropología materialista de Teilhard de Chardin
   
----------Teilhard de Chardin no llega a concebir un espíritu que no esté unido a la materia en un todo; sino que, lo que es peor, concibe al espíritu como "emergente de la materia". Por eso para él no existe un espíritu puro, independiente de la materia, que preceda en la duración y axiológicamente a la materia. Uno se pregunta dónde va a terminar en la visión de Teilhard el principio de causalidad y qué es de los grados del ser, según los cuales el espíritu vale más y está más alto que la materia.
----------Dice Teilhard: "no el Espíritu yuxtapuesto incomprensiblemente a la Materia (Tomismo), sino el Espíritu emergente (por operación pan-cósmica) de la materia" (citado por Dom Georges Frénaud, Il pensiero filosofico e teologico del padre Teilhard de Chardin, en G.Frénaud, L.Jugnet, Th.Calmel, Gli errori di Teilhard de Chardin, Edizioni Dell’Albero, Torino 1963, pp.31-32), "no existe concretamente la Materia y el Espíritu; sino que existe sólo la Materia que se convierte en Espíritu" (ibíd., p.32).
----------En la visión de Teilhard, donde Dios existe ab aeterno con la materia y la creación no es creación de la nada, sino simple unificación de la multiplicidad material con impulso hacia lo alto, también se hace imposible la existencia de un Dios que no esté encarnado y que no pueda prescindir de la materia, la existencia del alma separada y de los ángeles.
----------En esto él declara abiertamente separarse de santo Tomás, pero el hecho es que Teilhard con su toma de posición aún más que separarse de santo Tomás se separa del dato de fe, ya que uno de los artículos del Credo proclama a Dios, purísimo espíritu, como creador de los cuerpos y espíritus. Y si los cuerpos están yuxtapuestos a los espíritus, no se ve cuál es el inconveniente que ello debería implicar. ¿Cuerpos y espíritus no son una única familia fraterna creada por Dios sujeta a la providencia divina? Si los ángeles están en compañía de los astros y del mundo físico, ¿dónde está el problema? ¿No son los unos y los otros creaturas de Dios?
----------¿Dónde ha hablado santo Tomás de un "espíritu que evade fuera de la materia"? ¿Quién le ha contado a Teilhard estas charlatanerías? Más bien, Tomás ha hablado de un espíritu que provee y toma cuidado de la materia, porque Dios es su creador. La distinción entre los cuerpos y los espíritus no es propia de santo Tomás, sino que es artículo de fe: visibilia et invisibilia.
----------Para Teilhard Dios y la materia existen como un todo uno desde la eternidad. Dios es espíritu, pero también virtualmente materia, impulsa a la materia a ascender mediante la evolución hacia el espíritu, a explicitar su espiritualidad virtual desde la eternidad. Y también en la cumbre suprema de la evolución no tenemos un Dios que trasciende la materia, sino que encontramos todavía la materia porque el espíritu, aunque fuera Dios mismo, no puede estar sin la compañía de la materia.
----------Dios, por lo tanto, para Teilhard esencialmente desciende y deviene materia, mientras que ésta tiene en sí misma por esencia desde siempre una energía ascendente, que la hace devenir espíritu y Dios. Dios, por lo tanto, no preexiste al mundo material, que habría tenido un inicio hace un cierto tiempo por haber sido creado por Dios de la nada, como enseña la Biblia. No: Dios no hace más que ordenar y unificar una materia existente ab aeterno con Él y hacerla ascender hasta llegar a transformarse en espíritu y a explicitar su difusividad originaria.
----------Teilhard está preocupado por evitar el maniqueísmo que considera la materia como mala o el platonismo que ve en el cuerpo una prisión del espíritu, pero en su reacción cae en el extremo opuesto de divinizar la materia y el cuerpo. Si se hubiera esforzado por comprender la espiritualidad tomista, habría podido disfrutar de su maravilloso equilibrio, que no tiene nada que ver con el dualismo platónico, sino que proponiendo al espíritu la necesaria disciplina ascética es precisamente la mejor de todas las demás, en plena adhesión a la ética de san Pablo, sabe conjugar el espíritu con la carne, los placeres del espíritu con los del cuerpo.
----------En cambio, en la ética teilhardiana se nota la pérdida del sentido del pecado como mal uso del cuerpo y como el ceder a las pasiones de la carne. Teilhard propone un nuevo concepto de pecado que ya no es lo que la tradición cristiana llama "pecado", es decir, la transgresión de las leyes establecidas por Dios en la materia.
----------Con Teilhard la materia o la naturaleza o el cosmos es un sujeto divino por lo cual la voluntad de la materia es materna, progresista, buena y divina. Si existe el pecado es precisamente el de no seguir los impulsos de la "santa materia" que evoluciona hacia el futuro, se eleva y se trasciende deviniendo espíritu.
----------Si el pecado es acción que trasgrede un precepto divino fijado en términos indiscutibles, como lo afirma la Iglesia por tradición, el pecado entendido en este sentido según él es un freno y un obstáculo a la evolución, por lo cual es precisamente rechazando este freno que nosotros, según Teilhard, podemos por reacción crear un avance de la evolución cósmica y cristogenética. Por consiguiente, si esto es pecado, ¡bien venido el pecado! En Teilhard el pecado deviene progreso y la justicia atraso o rigidez escolástica.
----------Para Teilhard el pecado entendido como he dicho antes no es un mal, sino que es un factor de progreso y de ascenso de las energías cósmicas hacia el "punto Omega" de la futura plenitud final de Cristo, hacia el término supremo de la "cristogénesis".
----------Para Teilhard el mal de por sí provoca el bien, se transforma en bien no gracias a la redención reparadora ofrecida por Cristo al Padre, sino en virtud del Cristo "evolucionador". Es decir, el pecado no es un acto destructivo que deba ser eliminado o reparado, sino que, aunque conlleva conflictividad, es un acto constructivo, de modo similar a como en la dialéctica hegeliana lo negativo produce lo positivo. El verdadero pecado, el verdadero mal que hay que evitar, para Teilhard, es oponerse al progreso como lo entiende él.
----------Es evidente entonces que en Teilhard desaparece el sentido del pecado, si por pecado se entiende un acto de sujeción a los deseos de la carne y el rechazo laxista de una disciplina espiritual que tenga a freno las pasiones y eleve el espíritu a las perspectivas sobrenaturales propias de la ética cristiana.
----------Henri de Lubac que ha dedicado un voluminoso estudio titulado "El pensamiento religioso de Teilhard de Chardin" (editorial Taurus, Madrid, 1967), dedicado precisamente a entender el modo de pensar de Teilhard, pero ¿está precisamente seguro de encontrarse ante un místico, o no más bien ante alguien que entiende la mística como creatividad poética y refinadísimo ejercicio de la emotividad, de la sensibilidad o del sentimiento confundidos con espiritualidad? ¿Estamos seguros de que Teilhard armonice verdaderamente la fe con la ciencia o no más bien que las mezcla entre sí y que confunda la fe con una fábula y la ciencia con el cientifismo positivista? Para unir es necesario distinguir: ¿pero Teilhard nos da una verdadera definición de la ciencia? ¿Una verdadera definición de la fe? ¿Sabe mediar entre la una y la otra con una sana filosofía?
   
La antropología idealista de Rahner
   
----------La visión de la realidad propia de Rahner es ciertamente mucho más amplia y elevada que la de Teilhard, como siempre resulta de la confrontación entre idealistas y materialistas. Teilhard no es capaz de hablar del ser, del espíritu, de la existencia, de lo trascendental, del pensamiento, de la conciencia, de la libertad, del yo, de Dios, como de ello habla Rahner.
----------Teilhard no tiene una metafísica y una gnóseología como conviene a cualquier buen idealista cartesiano o hegeliano. No sabe nada de la identificación rahneriana del pensar con el ser. No sabe nada del ipsum Esse per se subsistens, del que habla santo Tomás de Aquino.
----------El mundo de Teilhard es un mundo hecho de transformaciones, acensos y descensos, animación universal, cambios graduales, energías virtuales, expresiones simbólicas, expansiones inconscientes, impulsos vitales, temblores espirituales, impulsos materiales, tensiones dinámicas, emociones afectivas, una imaginación fervientísima, aspiraciones interiores. ¿Cómo construir aquí una metafísica y una teología especulativa? ¿Cómo tomar en consideración los conceptos dogmáticos?
----------Rahner tiene una concepción de la unión del espíritu con el cuerpo similar a la de Teilhard. Y notamos también que la metafísica idealista, por más que por una parte disuelva la materia en el ser pensado, por la otra, abre la puerta también a una concepción materialista del pensamiento, si es cierto que para Rahner el pensar se identifica con el ser y éste comprende también el ser material.
----------Por lo demás, se nota en Rahner la misma repugnancia a concebir la misma posibilidad de un alma separada, el alma del difunto que continúa existiendo después de la muerte. Y para sostener la imposibilidad de una separación del alma del cuerpo no duda en contradecir el dogma de la inmortalidad del alma sosteniendo que con la muerte el hombre todo muere y todo resucita. En un momento de excepcional fervor monístico llega a decir que el alma es el cuerpo en el estado líquido y el cuerpo es el alma en el estado sólido (véase, en la serie dedicada a los errores filosóficos y teológicos de Karl Rahner, la parte sobre la antropología, y en concreto los nn. 16 y 17, donde trato en detalle la cuestión de la relación alma-cuerpo en Rahner).
----------Es claro que, planteándonos el problema moral, surge la misma pregunta que le hacemos a Teilhard: si entre alma y cuerpo hay una unión tan estrecha, ¿qué sentido tiene toda la ética paulina de la victoria del espíritu sobre la carne, todo el malestar que san Pablo experimenta al sentir la fuerza de la carne que prevalece sobre el espíritu, la necesidad de renunciar a los deseos de la carne para salvar las aspiraciones del espíritu?
----------En el discurso de Teilhard y en el discurso de Rahner ¿acaso no pierden sentido todos los ejercicios ascéticos, todas las fatigas para servir al prójimo, todas las disciplinas, todos los sacrificios, las mortificaciones y las renuncias, todos los votos y las prácticas penitenciales y de la vida religiosa?

16 comentarios:

  1. Hace unos 100 años, Theillard no tenía los conocimientos actuales de la microbiología y de la informática. Hoy sabemos que los seres vivientes, los de nuestra tierra, están todos basados en la información codificada en el ADN, y la información codificada no es materia, es como un libro que no vale por su peso o por su apariencia. Lo mismo ocurre con el software de los ordenadores. Por ahora no hay exclusiones científicas que se puedan hacer de los ordenadores semejantes a la inteligencia humana, en cambio hay fuertes ideas filosóficas y teológicas que quisieran demostrar una imposibilidad ontológica. ¡Ya veremos! Por ahora el desarrollo de estos campos del saber científico es notable y lamento que los humanistas no lo entiendan. ¿Tal vez la información codificada es el nombre científico para el alma aristotélica o tal vez hay aún por descubrir un salto como el que existe entre lo inorgánico y lo vivo?

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    1. Estimado Juan,
      el alma en todos los niveles de la vida vegetativa, sensitiva y espiritual da forma al cuerpo o bien lo informa no solo en sentido ontológico sino también intencional, de tal manera que el viviente es informado por ella acerca de su propio código genético fijado en el ADN y el viviente basa sus funciones vitales y las regula en observancia a este código que tiene la capacidad de leer, en sentido análogo a como nosotros decimos de leer un libro. La lectura, sin embargo, obviamente no es hecha por el cuerpo, sino por el alma misma, que de esta manera, dando forma a sí misma, da forma al cuerpo, mientras que éste actuándose según el ADN, se adecua a la información procedente del alma.
      Ciertamente, intencionalidad dice inmaterialidad, pero no necesariamente espiritualidad. Toda forma es inmaterial por sí misma, y algunas son hechas para informar o dar forma a la materia: esta es la información ontológica. Pero también existe la información intencional o cognitiva, así como tenemos las informaciones de los periódicos. El alma, que de por sí es una sustancia inmaterial, ya en el nivel de la vida vegetativa impone al cuerpo un programa o orden vital en base al cual el viviente adquiere su propia identidad, distinta de individuo a individuo. Aunque en este nivel no se trata aún de información cognitiva, sin embargo se trata de un acto informativo que preludia, ya en la vida de las plantas, el fenómeno de la conciencia. Esta es la obra del ADN.
      Además, es necesario distinguir el código genético del código de conducta o comportamental. El primero concierne a todos los vivientes y regula el modo con el cual el alma vegetativa organiza el cuerpo y las funciones vitales. Este código no es propiamente conocido por el alma vegetativa, porque ella no accede al conocimiento y por tanto al nivel de la representación, sino simplemente el código regula las funciones del alma según la estructura del ADN, que de por sí es inteligible, pero que obviamente la planta, no siendo inteligente, lo aplica de modo instintivo y no consciente.
      El código comportamental regula los dinamismos del apetito sensorial (los instintos) e intelectual (la voluntad), y es aprendido por vía intencional por el poder cognitivo sensitivo o intelectivo del viviente.
      La información genética no es un hecho material en cuanto da forma, orden y leyes a la materia. Pero el alma vegetativa, fuente de la información genética, no es del todo inmaterial, porque aunque la acción de su potencia no sea transitiva, es decir, no se expresa en lo externo del sujeto en el espacio, sino que sirve para perfeccionar al agente, se debe decir que la información no es acto de la materia y sin embargo no es del todo inmaterial, es decir no es espiritual por el hecho de que mientras el alma humana es capaz de subsistir también independientemente del sujeto material, el alma vegetativa y sensitiva deriva de la materia y no existe sin el cuerpo.
      La cuestión de si el hombre puede construir una máquina pensante no es competencia de la física, sino de la filosofía. Con los instrumentos técnicos proporcionadas por la física es posible construir una máquina como la IA. Pero la respuesta a la pregunta de si el hombre puede construir una máquina pensante compete a la filosofía, porque solo ella sabe lo que es la inteligencia humana y cuáles son las posibilidades de la técnica. La respuesta es clara desde la época de Aristóteles, quien ha distinguido el agente intelectual del artefacto (poiema), hoy en día diríamos, de la máquina. El sujeto pensante es el hombre naturalmente dotado de intelecto y de virtud operativa (tecne). En cambio, el artefacto no tiene un alma, sino que es solo una composición ordenada de partes materiales unificadas por un sistema ordenado por el intelecto práctico del fabricante.

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    2. Padre, ¡yo no estaría tan seguro de los argumentos filosóficos! Ciertamente, si en el futuro se tuviera un ordenador como un hombre, caerían muchos mitos, como con Galileo, con Darwin,...

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    3. Estimado Juan,
      me permito insistir en hacer presente que la hipótesis de una futura máquina pensante no responde a una conquista posible de la ciencia, sino que es un puro absurdo, por la cual ya sabemos de antemano con absoluta certeza que aquellos que se obstinaran en querer construir una máquina pensante no obtendrían absolutamente el resultado esperado. No solo eso, sino que considero decididamente reprobable el solo proyecto de una cosa semejante, porque supondría una concepción del hombre prometeica en contraste con la voluntad de Dios sobre el hombre.
      Si acaso, lo que puede suceder es que el artífice haga recurso a la magia, como de hecho ha sucedido en el curso de la historia. De hecho, en tal sentido es posible obtener sujetos plásticos de tipo ilusorio que imitan la realidad de la materia, pero son elaborados por el demonio. Se podría pensar a este respecto en ciertas falsas apariciones o bien en operaciones que tienen lugar en el ámbito del espiritismo.
      En efecto, le recuerdo brevemente lo que ya le he dicho. El poder del hombre sobre la materia se ejerce respetando las leyes de la naturaleza. Con esta condición, el hombre tiene la posibilidad de construir un artefacto o bien una máquina, que realice una actividad de cálculo o reproductiva de los fenómenos del pensamiento, como por ejemplo el teléfono o el computer o la radio. Pero de ninguna manera el trabajo técnico puede conferir a un material preexistente no solo la facultad de pensar, sino la misma actividad vital. El único modo de transmitir la vida es la generación. Pero en la naturaleza la vida nace solo del viviente y no puede ser un producto de la técnica, porque como le he dicho la técnica se limita a dar una forma accidental a una sustancia material preexistente.

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  2. Si digo "existir en un alma", ¿no se presta también esta expresión a una connotación materialista del alma? ¿Como si fuera un recipiente? ¿No se podría decir, en cambio, yo "soy cuerpo y alma"? ¿O bien decir "síntesis de cuerpo y alma", para evitar favorecer una concentración dicotómica de la relación entre alma y cuerpo?

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    1. Estimado Melchor,
      no he dicho que yo existo en un alma, sino que he dicho que mi alma contiene mi cuerpo. Es otra cosa. De hecho, si digo "yo", es claro que me refiero a mi ser cuerpo y alma. Y por tanto en ese sentido no tiene sentido que yo exista en mi alma. Decir que el alma contiene el cuerpo no debe hacernos pensar en un recipiente, como el vaso que contiene el agua.
      Aquí yo uso el término contener en el sentido de mantener juntos y mantener unidos, que es una de las tareas fundamentales del alma. En efecto, ¿qué es la muerte sino dispersión, disolución, descomposición, desintegración? Esto es lo que sucede cuando un cuerpo ya no tiene vida: las fuerzas de los materiales, que componían el sujeto, se van cada una por su cuenta, siguiendo las leyes químicas y físicas de su naturaleza.
      Por tanto, decir que el alma contiene al cuerpo, quiere decir que lo mantiene en esta unidad, dominando las fuerzas físicas que lo componen, poniéndolas al servicio del alma y privándolas de ese dinamismo que poseen cuando no son parte de un cuerpo viviente.
      El hecho de que el alma contenga el cuerpo es como si el agua contuviera el vaso, lo cual evidentemente es absurdo. El agua en el vaso permanece separada del vaso, aunque esté en contacto. En cambio, en el viviente es como si el agua determinara la consistencia del vaso.
      Por lo tanto, hay que tomar el término "contener" en el sentido preciso que he dicho, de lo contrario se crea el equívoco. El alma contiene el cuerpo en el sentido de que lo anima en todas sus partes, desde los órganos íntimos hasta la superficie del cuerpo, es decir, la piel. Por lo tanto, evidentemente es un contenedor que no es el alojamiento de un contenido, sino una fuerza vital que mantiene el contenido, es decir, el cuerpo, bajo su dominio.

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    2. Claro, ahora entiendo. Muchas gracias por la explicación. Pero, si es así (y comparto plenamente la tesis según la cual el alma conserva el cuerpo y, por lo demás, debería ser la enseñanza de Santo Tomás de Aquino y de la Iglesia Católica y, como cristiano-católico, no podría dar mi asentimiento a otra cosa), la decadencia vinculada a la vejez, ¿cómo se lee? ¿Es que en el alma crece el deseo de ascender a su Creador y, por lo tanto, comienza a aflojar la tensión, de modo que las partes del cuerpo comienzan a separarse y, por lo tanto, a desintegrarse? Sin embargo, hay almas que hasta el punto de la muerte parecen estar muy ligadas a las cosas terrenales, a la vida terrenal, y reacias a irse, almas en las cuales la parte codiciosa prevalece sobre las demás. ¿Cómo leemos este fenómeno? ¿Qué sucede, más detalladamente, si puedo seguir preguntando?

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    3. Estimado Melchor,
      es necesario distinguir en la relación entre alma y cuerpo lo que sucede desde el punto de vista ontológico y cuanto es prescrito por la moral cristiana. Desde un punto de vista ontológico debemos recordar que el alma esde por sí inmortal, pero a causa de las consecuencias del pecado original, sus fuerzas, sobre todo las físicas, después de la edad adulta como todos sabemos comienzan a disminuir hasta el momento en el cual, al cesar por completo la obra de animación, llega el momento de la muerte.
      En el período de la vejez, a la disminución gradual de las fuerzas vivificantes del alma corresponde una gradual y progresiva afirmación de los dinamismos físicos, correspondientes a las sustancias químicas que componen el cuerpo. En otras palabras, estas fuerzas físico-químicas toman gradualmente el control y adquieren su autonomía respecto a la dirección deseada por el alma. Este es el discurso ontológico.
      Por cuanto respecta en cambio a la ética cristiana, el cristiano, como dice san Pablo, desea ciertamente cuanto antes, lo más pronto posible, ir a contemplar el Rostro del Señor, lo que como sabemos requiere que pasemos a través de la muerte, aunque al mismo tiempo, siempre como nos enseña san Pablo, la verdadera sabiduría consiste en el cumplir con el deber cotidiano según la voluntad de Dios, dejando a Él el momento del encuentro final.
      Santo Tomás de Aquino hace un doble discurso sobre el problema de la inmortalidad. Recuerda que la muerte es consecuencia del pecado original, mientras que en el edén la pareja primitiva disfrutaba de la inmortalidad no como propiedad de la naturaleza humana, sino como don preternatural, porque de por sí un espíritu y un cuerpo no están hechos para formar una sola sustancia. Sin embargo, Dios ha querido la unidad sustancial del alma con el cuerpo y por eso, después del pecado, nos ha dado a Cristo, quien al resucitar de la muerte reconstituye esta unidad perdida a causa del pecado.
      El otro aspecto del discurso de Tomás nos hace notar que la naturaleza humana, como ya había intuido Aristóteles, es la de ser una animalidad racional. En este sentido la muerte es contraria a la naturaleza humana, porque la naturaleza humana solo está completa cuando el alma está unida al cuerpo. En efecto, la simple alma separada después de la muerte no constituye la plena naturaleza humana, porque falta el cuerpo, el cual, perdiendo la vida, se convierte en cadáver. En este caso no se puede hablar de persona humana, sino solo del alma del difunto.

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    4. Creo que lo entiendo. Por lo tanto, el alma pierde gradualmente su fuerza vivificadora, la de con-tener el cuerpo y, a medida que la pierde, se afirman las fuerzas químico-físicas que adquieren autonomía respecto del alma, con la consiguiente descomposición de la materia. Le agradezco mucho la valiosa explicación, que conservaré en mis apuntes. Sería bueno poder hablar de estas cuestiones, acaso hasta el infinito.

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    5. Estimado Melchor,
      me alegro de que usted haya encontrado razonable mi argumento.
      Quizás le agrade que añada una consideración más, que para nosotros los creyentes es muy consoladora, y es la perspectiva de la resurrección gloriosa al final del mundo. Yo distinguiría aquella que será la función de las almas humanas de la función de los ángeles. El alma humana mantendrá su función de informar y vivificar, mientras que es probable que los ángeles sean encargados de preparar las condiciones que hacen al cuerpo capaz de vivir.
      En el momento del mandato divino cada alma tomará su propio cuerpo, que probablemente le fue preparado de alguna manera por los ángeles, cuerpo adecuado a la identidad de la misma alma. De esta manera se podrá reconstituir para una vida eterna gloriosa la misma identidad personal que hemos tenido en la vida presente, así como el Concilio Lateranense IV de 1215 (Denz. 801) enseña que el cuerpo que resucitará es el que tenemos ahora, naturalmente en una condición de inmortalidad.

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  3. He visto un vídeo de un médico de urgencias que cuenta el caso de dos mujeres en estado de casi muerte en el que, pasado el momento, contaban su desprendimiento del cuerpo hasta notar detalles imposibles desde su posición . Platón decía que si se pudiera ver la belleza de un alma virtuosa con los ojos del cuerpo, encendería su amor en todos los corazones de los hombres .
    Si las virtudes tan imperfectas como las de la naturaleza tienen tanta fuerza para encender los corazones, que sería la de un alma adornada con las riquezas de la gracia ( y no creo que se refiriera a las de Paolina Borghese...)

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    1. Estimado Sandro,
      sin duda entre las cosas más bellas que Dios ha creado, después de los ángeles, están las almas, por lo cual una de las mayores alegrías de la vida es el conocimiento de las almas y sus diversas riquezas, porque cada una es diferente de la otra. Este conocimiento lleva entonces al amor recíproco y todo ello nos induce a alabar a Dios que nos ha creado.
      Por cuanto respecta a las experiencias pre-muerte, ellas pueden tener un alto significado, casi como para representar la trascendencia del alma con respecto al cuerpo; pero tengamos presente que, mientras el sujeto esté vivo, el alma es forma del cuerpo, por lo cual en el momento en el cual deja el cuerpo, el cuerpo muere. Si en cambio el sujeto ha permanecido en vida, quiere decir que su experiencia ne debe ser tomada al pie de la letra, sino que tiene solo un significado simbólico, que como tal puede ser también de edificación. Es posible que estas visiones sean fenómenos carismáticos, que nos ayudan a comprender la superioridad del alma y el atractivo que debe ejercer en nosotros la vida futura.

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    2. Posible, pero permítame padre Filemón, todo depende de Dios. Le cito la resurrección de la mujer de Montemarano -Benevento- por los méritos post-mortem de San Francisco a quien siempre había sido devota, acontecimiento inmortalizado en el ciclo de Giotto, porque le fuera concedido por la oración del santo que confesara un pecado oculto, para morir de nuevo y esto atestiguado por el tratado de los Milagros del Celano, c.VII. También Santo Domingo es conocido por haber hecho volver a la vida, aunque él también viviente, a varios personajes. San Agustín (comentario al salmo 145,5) distingue dos porciones del alma sensitiva e intelectiva, algunos otros distinguían una tercera o vegetativa.

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    3. Estimado Sandro,
      los casos de los cuales usted habla se refieren a situaciones diferentes. En las visiones premuerte el sujeto sigue todavía vivo. En el caso de las resurrecciones, Dios interviene para devolver la vida a un muerto por medio del taumaturgo. El problema que se plantea en este caso es dónde se encuentra el alma del difunto entre el momento de la muerte y el momento de la resurrección. Claramente en este caso Dios suspende el juicio particular relativo al destino eterno del alma, precisamente para dar la posibilidad de reanimar el cuerpo.
      Podríamos preguntarnos dónde está esta alma durante este tiempo. Probablemente se trata de un lugar ultraterreno provisorio, en el cual el alma reside en un estado de tranquilidad, sin aún gozar de las alegrías celestiales.

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  4. Muy confusa la.posicion, por un lado crítica el documento por el otro dice que es Magisterio. No se entiende.

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    1. Estimado Bierwert,
      mi comentario al reciente documento del Magisterio tiene el propósito de interpretarlo de modo de evitar malentendidos por el hecho de que la terminología no siempre es clara, por lo cual quien lee puede ser tentado a concebir la persona humana no como el resultado de la composición de dos sustancias incompletas, es decir, el cuerpo y el espíritu como enseña el Concilio Lateranense IV del 1215, que he citado, sino que, al negarse este nuevo documento a usar el término "parte" para indicar los dos componentes del compuesto humano, corre el riesgo de hacer que el lector no entienda la enseñanza de aquel Concilio.
      El reciente Documento del DDF se preocupa de evitar el dualismo cartesiano, según el cual el hombre sería la conjunción de dos sustancias, el cuerpo y el espíritu. Pero en Descartes no se entiende cómo de estas dos sustancias sale una sola, que es la sustancia o naturaleza humana compuesta de alma y cuerpo.
      Entonces yo, para ir al encuentro de esta correcta exigencia del Documento de evitar el dualismo cartesiano, he recordado otro dogma antropológico definido por el Concilio de Viennes de 1312 y es que el alma humana no es un espíritu completo como el ángel, sino que es la forma de una materia, y, además, una forma capaz de subsistir por sí sola, incluso sin la materia, es decir, incluso después de la muerte del cuerpo. Se trata de la inmortalidad del alma, que fue definida por el Concilio Lateranense V del 1513.
      Para entender el Documento del DDF es necesario hacer referencia a estos dogmas para evitar el riesgo de interpretar la persona humana no como un todo, donde el espíritu es distinto del cuerpo, sino como algo donde el cuerpo es reducido al espíritu (idealismo) o el espíritu es reducido al cuerpo (materialismo).
      Si usted lee con atención cuanto yo he escrito, no hago ninguna confusión, sino que, al contrario, proporciono claridad y ayudo al lector a entender lo que el DDF ha pretendido enseñar.

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